Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la pintura "Aparición de la Virgen a San Pedro Nolasco", de Alonso Miguel de Tovar, en la sala VII del Museo de Bellas Artes, de Sevilla.
Hoy, 6 de mayo, Solemnidad de San Pedro Nolasco, presbítero, que, según la tradición, junto con San Ramón de Penyafort y el rey Jaime I de Aragón fundó la Orden de Nuestra Señora de la Merced, para la redención de los cautivos. Se entregó ardientemente, con trabajo y esfuerzo, a procurar la paz y a liberar del yugo de la esclavitud a los cristianos que habían caído cautivos de los infieles (1258) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
Hoy, 6 de mayo, Solemnidad de San Pedro Nolasco, presbítero, que, según la tradición, junto con San Ramón de Penyafort y el rey Jaime I de Aragón fundó la Orden de Nuestra Señora de la Merced, para la redención de los cautivos. Se entregó ardientemente, con trabajo y esfuerzo, a procurar la paz y a liberar del yugo de la esclavitud a los cristianos que habían caído cautivos de los infieles (1258) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
Y que mejor día que hoy, para ExplicArte la pintura "Aparición de la Virgen a San Pedro Nolasco", de Alonso Miguel de Tovar, en la sala VII del Museo de Bellas Artes, de Sevilla.
El Museo de Bellas Artes (antiguo Convento de la Merced Calzada) [nº 15 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 59 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la Plaza del Museo, 9; en el Barrio del Museo, del Distrito Casco Antiguo.
En la sala VII del Museo de Bellas Artes podemos contemplar la pintura "Aparición de la Virgen a San Pedro Nolasco", de Alonso Miguel de Tovar (1643 - 1718), realizado entre 1666 y 1699, siendo un óleo sobre lienzo en estilo barroco, con unas medidas de 2,30 x 1,15 m., y procedente del propio Convento de la Merced Calzada, de Sevilla, tras la Desamortización de 1840.
Tovar nos presenta una composición académica con unos personajes poco efectistas, respondiendo más bien a un tratamiento de estudio en el que la Virgen aparece en el ángulo superior izquierdo, sentada y vestida con ropa ligera de una gama cromática clara, el hábito mercedario,, en un bello y luminoso rompimiento de gloria de doradas nubes con ángeles y cabezas de querubines, envuelta en una intensa luz amarillenta y liviana. En el lateral opuesto, en la zona de tierra está San Pedro Nolasco en edad juvenil y vestido de seglar dirigiendo la mirada a María con un gesto expresivo. El santo está inmerso en una atmósfera densa, en un espacio indefinido. Recoge el momento en que la Virgen le encomienda la fundación de la Orden.
El Museo de Bellas Artes (antiguo Convento de la Merced Calzada) [nº 15 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 59 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la Plaza del Museo, 9; en el Barrio del Museo, del Distrito Casco Antiguo.
En la sala VII del Museo de Bellas Artes podemos contemplar la pintura "Aparición de la Virgen a San Pedro Nolasco", de Alonso Miguel de Tovar (1643 - 1718), realizado entre 1666 y 1699, siendo un óleo sobre lienzo en estilo barroco, con unas medidas de 2,30 x 1,15 m., y procedente del propio Convento de la Merced Calzada, de Sevilla, tras la Desamortización de 1840.
Tovar nos presenta una composición académica con unos personajes poco efectistas, respondiendo más bien a un tratamiento de estudio en el que la Virgen aparece en el ángulo superior izquierdo, sentada y vestida con ropa ligera de una gama cromática clara, el hábito mercedario,, en un bello y luminoso rompimiento de gloria de doradas nubes con ángeles y cabezas de querubines, envuelta en una intensa luz amarillenta y liviana. En el lateral opuesto, en la zona de tierra está San Pedro Nolasco en edad juvenil y vestido de seglar dirigiendo la mirada a María con un gesto expresivo. El santo está inmerso en una atmósfera densa, en un espacio indefinido. Recoge el momento en que la Virgen le encomienda la fundación de la Orden.
La separación de los ámbitos celestial y terrenal se muestra claramente mediante los contrastes de luz y color y en ambos se mantiene la escala humana. Por tanto hay una frontera luminosa que separa la realidad de la aparición celestial.
La disposición de los personajes se organiza de un modo convencional mediante el cruce de las diagonales que unen a los ángeles entre sí y a la Virgen con el santo. Podemos destacar pequeños detalles que abundan en la paternidad de la obra siendo digno de alabanza el escorzo de la mano izquierda de San Pedro Nolasco, magistralmente resuelto con el dibujo y el color. Asimismo, el sabio manejo de la luz permite al autor recortar al santo, pese a vestir con ropa oscura sobre un fondo espeso. El reflejo del foco de luz celestial permite graduar la iluminación sobre San Pedro Nolasco, resaltando su volumetría. Aparece definido en toda su humanidad, bien anclado al suelo acentuándose esta condición mediante el uso de colores terrosos. La Virgen igualmente aparece tratada con abundantes veladuras y transparencias.
Procede del convento de la Merced calzada de Sevilla, de donde fue extraído en 1810 para pasar al alcázar como obra de Meneses. Ingresó en el museo de Bellas Artes en enero de 1840 donde fue inventariado con el nº 84, como obra de Murillo. Esta atribución se mantendría durante años hasta que Angulo se encargó de revocarla, cediéndola primero en favor de Meneses.
Tradicionalmente atribuida a Murillo, Diego Angulo señala la obra como discutible, haciendo referencia a varios autores: Mayer, que lo considera original de Murillo, Curtis, que lo atribuye al Murillo de la 2ª época, y Luis Alfonso: quien duda de la autenticidad de la autoría de Murillo. Valdivieso considera esta obra como de Meneses Osorio, basándose en la obra de Gómez Imaz. Publicaciones posteriores señalaron su relación con la obra del pintor Alonso Miguel de Tovar (web oficial del Museo de Bellas Artes de Sevilla).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de San Pedro Nolasco, presbítero:
Santo franco español, cofundador de la orden de Nuestra Señora de la Merced o de los mercedarios (De Mercede Redemptionis Captivorum), para la liberación de los cristianos cautivos de los piratas berberiscos.
Nació en Carcasona o Saint Papoul hacia 1182, participó en la cruzada contra los albigenses, luego se puso al servicio del rey Jaime I de Aragón. Con la colaboración del maestro general de los dominicos, San Ramón de Penyafort, fundó la orden de la Merced, cuyo convento más importante estaba en Sevilla. El rey le habría ofrecido una mezquita para que instalase un convento en ella. Viajó varias veces a África para rescatar cautivos.
Murió en Barcelona en 1256 durante la Nochebuena (in der Christnacht). Según la leyenda, cuando estaba viejo y enfermo habría sido llevado en brazos por dos ángeles hasta el pie del altar, para recibir la Extremaunción, y luego devuelto a su celda.
Su patrón, San Pedro, se le había aparecido crucificado cabeza abajo, tema que se conoce por el nombre de Aparición de San Pedro Apóstol crucificado cabeza abajo a San Pedro Nolasco.
Su canonización se pronunció varios siglos después de su muerte, en 1628, por eso su iconografía data del siglo XVII.
ICONOGRAFÍA
Está representado con el hábito blanco de su orden, con el escudo de Aragón sobre el pecho. Sus atributos son las cadenas rotas, que aluden a los cautivos redimidos, un estandarte con las armas de Aragón, una cruz de doble travesaño y una rama de olivo (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
San Pedro Nolasco (Mas Saintes Puelles, condado de Toulouse -Francia-, c. 1180 – ¿Barcelona?, 6 de mayo de 1245). Mercader y fundador de la Orden Redentora de la Merced (OdeM), santo.
Desde los siglos XV y XVI, tanto en autores no mercedarios, como en los mercedarios, es unánime la afirmación de que Pedro Nolasco nació en Mas Saintes Puelles, obispado de San Papoul (ya desde el siglo XIV), donde existía desde antiguo, y todavía existe hoy, como monumento, un monasterio benedictino, en el condado de Toulouse. El pequeño pueblo del nacimiento de Pedro Nolasco está muy cerca del actual Castelnaudary y de San Papoul, santo local, en la Galia Narbonense, más cercano a Carcasonne que a Toulouse, a cuyo condado pertenecía, sin que dependiera entonces del Reino de Francia.
Se pueden citar los autores más representativos de la tradición escrita desde los siglos XV al XX empezando por los mercedarios y siguiendo por los de fuera de la Orden. Entre los primeros destacan: Nadal Gaver, que recoge la tradición del siglo XII al XV e insiste en que es de origen de allende los Pirineos; le siguen Pedro Cijar (1446); Gaspar de Torres (1565), Zumel (General, 1593), Guimerán (1591), Latomy, Vargas, Remón y Gabriel Téllez: todos autores mercedarios, cuya tradición persiste hasta hoy. Fuera de la Merced hay que citar a: Carbonell (1546), Beuter (1571), Gómez Miedes (1582), Juan de Mariana (1592), Francisco Diago (1599-1601), Francisco Peña (1601) Illescas (1606), Peña, Bzowski (1616), Catel (1623), Corbera (1629), Spondanus (1641), Bolandistas (1643), Rinaldi (1646), Tamayo y Salazar (1651-1659); Fleury (1719), Hélyot (1721), Van Hecke (1853) y Dossat (1978), etc. Es, pues, constante la afirmación escrita sobre el lugar de su nacimiento.
Debió de ser probablemente hijo único, pues no quedó descendencia ninguna en Mas Saintes Puelles, una vez que falleció su padre, y Nolasco se trasladó como mercader (“mercator optimus” le llama Cijar, en oposición al “mercator pessimus” del discípulo Judas, que vendió a su maestro). La hipótesis más probable es que la familia debió de ser originaria de Italia —dado que este apellido Nolasco no es ni francés, ni catalán, ni español, pues no existe más que un caso único parecido en el Archivo de la Corona de Aragón, cuyo origen se desconoce, de “O’Nolasch”—, además de no coincidir exactamente tampoco. En el sur de Italia existen los Nolas (san Paulino de Nola, que redimió cautivos, es un caso bien conocido). Y, como suelen emigrar al norte, por ser más rico, allí prolifera la toponimia —asco (Bergamasco, por ejemplo)—.
Mas de Saintes Puelles (Carcassonne/Albi/Toulouse) sería el lugar de paso, estableciéndose sus padres en dicho lugar ciertos años. Allí nació Pedro Nolasco, hacia finales del siglo XIII; y, fallecido su padre, su vocación de mercader le llevó a trasladarse a Barcelona, capital, por lo demás, con la que tenían en aquel tiempo enormes relaciones comerciales con esos pueblos de la Galia narbonense. Los catalanes conquistaron Montpellier y llegaron a las puertas de Carcasonne.
Justamente en Montpellier el conde de Monfort tuvo consigo, en su torre, al niño Jaume hasta que él falleció; y el joven, que estaba llamado a ser Rey de Aragón, con sede en Barcelona —después de residir unos diez meses en Carcasonne— fue llevado a Barcelona.
Cabe preguntarse: ¿dónde conoció Pedro Nolasco al joven Jaime el “conqueridor”, en Montpeller o en Barcelona? Posiblemente le visitara en Montpellier, manifestándole ya su deseo de fundar una Orden, con su ayuda posterior, cuando ya fuese Rey, para la redención de los cautivos cristianos.
Raimundo de Peñafort que nunca fue canónigo de la Catedral barcelonesa —aunque se afirme lo contrario, por ejemplo, en el actual “breviario dominico”—, sino que era un sabio, cuyo magisterio requerían tanto el Papa como los abades de los monasterios catalanes, no tuvo directamente tampoco ninguna acción en el acto fundacional de la Orden de la Merced en la Catedral románica de Barcelona. Sí lo tuvieron el joven rey Jaime I de Aragón y el obispo Palou de dicha Catedral. Ellos dieron el escudo a Pedro Nolasco y al grupito de laicos que fueron investidos con el hábito —túnica, escapulario, capilla y capa blancas, de lana—, y dicho emblema consiste en una cruz blanca sobre fondo rojo, en la parte de arriba: era la cruz de la Catedral barcelonesa de la Santa Cruz; y en la parte inferior, el Rey entrega los cuatro palos rojos de su Reino sobre fondo amarillo. Es todavía hoy el escudo de la Orden de la Merced. Sirvió como una especie de salvoconducto a la hora de las relaciones con los mahometanos, para tramitar la libertad y redención de los cristianos cautivos en su poder.
Nolasco recibió oficialmente la confirmación de su Orden diez años antes de fallecer, al recibir la bula, breve, pero definitiva, del papa Gregorio IX, Devotionis vestrae, dada en Perusa el 17 de enero de 1235. No se alude aquí, como tampoco en las primitivas Constituciones, al un tiempo pretendido aspecto “militar” de la Merced, que no existió a mi juicio. Por lo demás, en ningún archivo oficial aparece la Orden de la Merced entre las Órdenes Militares existentes en el pasado.
Este carisma fundacional de redimir cautivos, junto con el “cuarto voto” de quedar en rehenes, si fuere necesario, para salvar la fe de los cautivos lo llevaron a la práctica los frailes redentores de la Merced: laicos durante el siglo XIII (1218-1317); y, desde esa fecha, los clérigos, y algunos laicos, hasta vísperas de la Revolución Francesa.
Actualmente, cada provincia organiza actividades posibles y urgentes para cumplir con su carisma liberador en estas “nuevas formas de cautividad” que sufre el mundo y la sociedad del siglo xxi. La provincia de Castilla, por ejemplo, tiene una “Casa de acogida de exiliados menores de edad” y varios pisos, con una comunidad que convive con ellos, en la zona madrileña de Ventas. También, en la misión de Camerún, lleva a cabo una obra de liberación misionera, que debe atender a las necesidades más perentorias de la vida. Así se evitan muertes innecesarias, se lleva a cabo la caridad, en ocasiones en grado heroico, y siempre con gran sentido humanitario.
Pedro Nolasco organizó su actividad redentora, primero solo, gastando su dinero de comerciante. Más tarde, comprendió que necesitaba la ayuda de otros compañeros que aceptasen seguir su ejemplo. Con ellos —probablemente formaban parte ya de “Asociaciones de redención” en torno a la iglesia de Santa María del Mar, hoy templo gótico, no lejos de la Basílica de la Merced, construida junto al mar, en unos terrenos donados por un tal Plegamáns; y ampliada en el siglo XVIII— redimió y acabó fundando la Orden de Santa María de la Merced para liberar cautivos cristianos.
El antiguo convento es actual Capitanía General de Barcelona, y la basílica está en poder del arzobispado, sin que haya medio de que se devuelva a la Orden.
La actual basílica fue edificada a base del sacrifico de los frailes de la Merced de Barcelona, a principios del siglo XVIII, para acoger ampliamente a los fieles, y llegaron incluso a vender las dovelas góticas para poder darle acabamiento. En la etapa de la “exclaustración”, el obispado llevó la imagen a la catedral, y solicitó a Roma la “coronación canónica”. También pusieron ellos la imagen de la cúpula.
En vida de Nolasco eran ya bastantes los conventos fundados en Cataluña, sur de Francia, Aragón y Castilla. No se olvide que Fernando III, el Santo, contemporáneo de Jaime I de Aragón, conquistó Sevilla, y entregó ya unas casitas de mahometanos a los mercedarios del Reino de Castilla. Desde entonces, desde los mismos orígenes, existe ya la que sería provincia de Castilla, que comprendía el resto de España. Ella es la que envió todo el personal al Nuevo Mundo, en donde actualmente existen seis provincias autónomas contando la última constituida en Brasil con personal nativo, Chile, Argentina, Perú, Ecuador y México. Y lo hace con el gozo con que antaño (1585) dio origen a la provincia de Andalucía, desde el Guadiana hacia abajo. Castilla ayudó a nacer todos los conventos de monjas mercedarias de clausura, después del Concilio de Trento. También dio origen a las “Recolecciones”, en España y América, y a la Descalcez Mercedaria, existente actualmente. Aragón desempeñó su actividad en Cataluña, Aragón, Valencia, las Baleares y Cagliari, hoy de la provincia Romana.
La obra de Nolasco tuvo también “Órdenes Terceras”, y actualmente la llamada “Familia mercedaria” desarrolla una actividad de ayuda a nuestras misiones: de Castilla, Aragón y Chile. También existen “Caballeros de la Merced”: en Madrid, El Puig de Valencia y Roma (deben de quedar algunos en Bretaña, Francia).
La devoción a María de la Merced está muy viva en el Nuevo Mundo y es patrona de Barcelona y de Jerez de la Frontera, en España. Donde hay conventos mercedarios, masculinos y femeninos, se cultiva esta devoción a un título tan teológico y lleno de connotaciones liberadoras.
Pedro Nolasco falleció el 6 de mayo de 1245, probablemente en Barcelona (“Documento de Arguines”, Valencia, de dicho año), fue canonizado en noviembre de 1628 y al año siguiente se hicieron grandes festejos en todas las ciudades, villas y pueblos, donde existía la Merced, entonces vitalmente pujante. Las “Justas literarias” de san Pedro Nolasco en Madrid, las editó el maestro fray Alonso Remón, encargándole a Lope de Vega una comedia, que fue representada, y se conserva entre sus obras. Junto a él se canonizó asimismo a san Ramón Nonato, nombrado cardenal, y fallecido antes de recibir el capelo cardenalicio en 1338.
Los grandes predicadores del XVII, el jesuita Vieira, en la iglesia de San Luis del Marañón (Brasil), y Bossuet, el excelso predicador francés, en la iglesia de la Merced del Marais (París), con ocasión del culto público y universal de san Pedro Nolasco, predicaron sendos sermones ejemplares, modelo de oratoria sagrada, admirados ante su obra de caridad extrema al servicio de los más humillados de su tiempo, privados de libertad, que malvivían en las mazmorras y baños del norte de África. Se calcula que la Orden Mercedaria redimió a unos setenta mil cautivos, uno a uno, a precio de rescate, con entrega generosa, imitando al fundador (Luis Vázquez Fernández, OdeM, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
Conozcamos mejor la Biografía de Alonso Miguel de Tovar, autor de la obra reseñada;
Alonso Miguel de Tovar, (Higuera de la Sierra, Huelva 1678 – Madrid, 1752). Pintor.
La educación artística de Tovar tuvo lugar en Sevilla con un pintor poco conocido, llamado Juan Antonio Fajardo. Este pintor le formó entre 1690 y 1695 dentro de la corriente murillesca que imperaba en la ciudad en los años finales del siglo xvii.
Tovar perteneció a un estamento social vinculado a la hidalguía, circunstancia que le permitió alcanzar una más que discreta posición social que consolidó a través de su casamiento en Sevilla con Teresa Cabezas, celebrado en dicha ciudad en 1907; su esposa pertenecía también a la baja nobleza sevillana, por lo cual el rango social de Tovar se reforzó notablemente; por ello fue nombrado familiar del Santo Oficio, cargo que otorgaba entonces una importante distinción en el ámbito sevillano. Desde 1723, su notoria personalidad artística y social llamó la atención en la Corte madrileña donde se le contrata como pintor al servicio de la Corona, encomendándosele fundamentalmente la tarea de copiar y repetir los diferentes retratos de la Familia Real y de los principales cortesanos que hacía el francés Jean Ranc, pintor oficial en estos momentos.
A pesar de su notable posición social, se sabe, a través de referencias documentales, que su situación económica no fue siempre favorable, circunstancia negativa que se complicó aún más a causa de la debilidad de su salud, que se resentía frecuentemente. En 1726 consolidó su cargo en la Corte al recibir el nombramiento de pintor de cámara, que, sin embargo, no se hizo oficial hasta 1629. En este último año, los Reyes de España, Felipe V e Isabel de Farnesio, decidieron trasladar su residencia a Sevilla, instalándose en el Alcázar con su Corte a la que Tovar se incorporó en 1631, permaneciendo allí hasta 1733, año en que la Familia Real regresó a Madrid. En Sevilla, Tovar aconsejaría a la reina Isabel sobre la posibilidad de adquirir alguna pintura de Murillo, ya que la soberana tenía gran interés en incorporar pinturas de dicho maestro a su propia colección.
La última parte de la vida de Tovar transcurrió en Madrid, donde siguió siendo copista de los retratos oficiales que realizaba Ranc, copias que eran enviadas a distintas partes de España y también al extranjero. Al tiempo que copió retratos también Tovar tuvo oportunidad en Madrid de ejecutar pinturas de propia creación, siguiendo su propio criterio artístico en el que siempre permaneció viva la impronta de Murillo que él supo complementar con efluvios procedentes del refinamiento y la elegancia que emanaban de la escuela francesa.
No se conocen obras firmadas de Tovar en su época juvenil y hay que esperar hasta 1720, cuando tenía cuarenta y dos años y, por lo tanto, se encontraba en su plenitud creativa, para poder referirnos a una obra firmada y fechada. Esta pintura se encuentra en la Catedral de Sevilla y representa a La Virgen del Consuelo con San Antonio, Santiago y el retrato del clérigo Diego López de Enciso. En esta obra se aprecia claramente la pervivencia en el estilo de Tovar de modelos murillescos, que están recreados a través de un correcto dibujo que le permite captar personajes imbuidos en una expresividad afable y profundamente espiritual.
La pervivencia de modelos procedentes de Murillo en Tovar se ejemplifica de forma evidente en La Inmaculada, realizada en origen para la Casa de Contratación de Cádiz en el año 1723 y que actualmente se conserva en el Museo catedralicio de dicha ciudad. En esta obra Tovar utilizó modelos, previamente plasmados por Murillo medio siglo antes, en otras Inmaculadas como la que pertenece al Museo de Bellas Artes de Sevilla y al Instituto de Arte de Detroit. También posee una fuerte impronta murillesca La Virgen con el Niño, conservada en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid en la que con muy pocas variantes Tovar repite el original de Murillo que pertenece a una colección particular de Londres. También en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid se conserva una representación de San Francisco recibiendo la ampolla de agua de manos de un ángel, que muestra modelos claramente derivados de Murillo.
Como pintor de filiación sevillana, Tovar conoció desde su juventud la iconografía de la Divina Pastora, creada por el capuchino fray Isidoro de Sevilla en 1703. Fueron muchas las ocasiones en que Tovar trató este tema y de todas ellas, sin duda, la mejor es La Divina Pastora que pintó al servicio de Felipe V, con motivo del ingreso de este monarca en la Hermandad de la Divina Pastora de Sevilla el año 1735; estuvo durante casi un siglo formando parte de las colecciones reales hasta que ingresó en el Museo del Prado. Allí durante mucho tiempo se la ha tenido erróneamente como obra de Bernardo Lorente Germán, aunque dicha atribución es totalmente injustificada. Otra Divina Pastora de excelente calidad y claramente atribuible a Tovar pasó en 1998 por el comercio de arte de Londres. Se trata de una versión de gran formato realizada hacia 1740, que ocho años más tarde en 1748 repetiría en pequeño tamaño para regalarla a la iglesia parroquial de Cortelazor (Huelva), lugar de donde eran oriundos sus padres y donde aún se conserva dicha pintura que lleva la firma y la fecha antes citada.
Independientemente de haber sido un buen copista de retratos, Tovar realizó numerosas pinturas en las que efigió a personajes notables de su época en los que se advierte a lo largo del tiempo una clara mutación de conceptos estilísticos. En efecto, puede constatarse que en sus primeros retratos se atiene perfectamente a los modelos murillescos vigentes aún a principios del siglo XVIII. Sin embargo, con el paso del tiempo, merced a su contacto con los pintores franceses activos en la Corte, especialmente con Jean Ranc de quien fue colaborador y amigo, el estilo de Tovar varió profundamente y se adaptó a la estética impuesta por los Borbones. Ejemplo característico de retrato temprano es el que muestra la efigie de Un caballero que se conserva firmado y fechado en 1711 en el Museo de Rhode Island (Estados Unidos). En el bello Retrato de una niña fechado en 1732, cuando Tovar estaba con la Corte en Sevilla, se percibe aún un equilibrio entre la inspiración murillesca del pasado y el espíritu francés que imperaba entonces; es obra amable e intimista en la que la niña sostiene en sus manos un jilguero y una rosa que, sin duda, han de tener una intención simbólica. De época madura, cuando ya se había plegado al espíritu de la pintura francesa es el Retrato del Cardenal Gaspar de Molina que se conserva en el Ayuntamiento de Sevilla; este personaje había sido protector del colegio de San Acasio de Sevilla cuya biblioteca patrocinó y por ello le representa con su hábito eclesiástico respaldado por un estante repleto de gruesos y bien encuadernados libros. También llegó a retratar al ministro de Felipe V, José Patiño, obra conservada en una colección particular de Córdoba en el que se advierte un total sometimiento a un modelo original creado previamente por el francés Jean Ranc. En el castillo de Montemayor (Córdoba) se conserva el Retrato de Don Juan Manuel Fernando Pacheco Duque de Escalona y Marqués de Villena, sabiéndose que también retrató a su esposa Doña Catalina Moscoso Meneses Osorio. Finalmente, se señalará también como obra suya el retrato del arzobispo de Toledo Don Diego Astorga que se conserva en la Catedral primada (Enrique Valdivieso González, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la pintura "Aparición de la Virgen a San Pedro Nolasco", de Alonso Miguel de Tovar, en la sala VII del Museo de Bellas Artes, de Sevilla. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la ciudad.
La educación artística de Tovar tuvo lugar en Sevilla con un pintor poco conocido, llamado Juan Antonio Fajardo. Este pintor le formó entre 1690 y 1695 dentro de la corriente murillesca que imperaba en la ciudad en los años finales del siglo xvii.
Tovar perteneció a un estamento social vinculado a la hidalguía, circunstancia que le permitió alcanzar una más que discreta posición social que consolidó a través de su casamiento en Sevilla con Teresa Cabezas, celebrado en dicha ciudad en 1907; su esposa pertenecía también a la baja nobleza sevillana, por lo cual el rango social de Tovar se reforzó notablemente; por ello fue nombrado familiar del Santo Oficio, cargo que otorgaba entonces una importante distinción en el ámbito sevillano. Desde 1723, su notoria personalidad artística y social llamó la atención en la Corte madrileña donde se le contrata como pintor al servicio de la Corona, encomendándosele fundamentalmente la tarea de copiar y repetir los diferentes retratos de la Familia Real y de los principales cortesanos que hacía el francés Jean Ranc, pintor oficial en estos momentos.
A pesar de su notable posición social, se sabe, a través de referencias documentales, que su situación económica no fue siempre favorable, circunstancia negativa que se complicó aún más a causa de la debilidad de su salud, que se resentía frecuentemente. En 1726 consolidó su cargo en la Corte al recibir el nombramiento de pintor de cámara, que, sin embargo, no se hizo oficial hasta 1629. En este último año, los Reyes de España, Felipe V e Isabel de Farnesio, decidieron trasladar su residencia a Sevilla, instalándose en el Alcázar con su Corte a la que Tovar se incorporó en 1631, permaneciendo allí hasta 1733, año en que la Familia Real regresó a Madrid. En Sevilla, Tovar aconsejaría a la reina Isabel sobre la posibilidad de adquirir alguna pintura de Murillo, ya que la soberana tenía gran interés en incorporar pinturas de dicho maestro a su propia colección.
La última parte de la vida de Tovar transcurrió en Madrid, donde siguió siendo copista de los retratos oficiales que realizaba Ranc, copias que eran enviadas a distintas partes de España y también al extranjero. Al tiempo que copió retratos también Tovar tuvo oportunidad en Madrid de ejecutar pinturas de propia creación, siguiendo su propio criterio artístico en el que siempre permaneció viva la impronta de Murillo que él supo complementar con efluvios procedentes del refinamiento y la elegancia que emanaban de la escuela francesa.
No se conocen obras firmadas de Tovar en su época juvenil y hay que esperar hasta 1720, cuando tenía cuarenta y dos años y, por lo tanto, se encontraba en su plenitud creativa, para poder referirnos a una obra firmada y fechada. Esta pintura se encuentra en la Catedral de Sevilla y representa a La Virgen del Consuelo con San Antonio, Santiago y el retrato del clérigo Diego López de Enciso. En esta obra se aprecia claramente la pervivencia en el estilo de Tovar de modelos murillescos, que están recreados a través de un correcto dibujo que le permite captar personajes imbuidos en una expresividad afable y profundamente espiritual.
La pervivencia de modelos procedentes de Murillo en Tovar se ejemplifica de forma evidente en La Inmaculada, realizada en origen para la Casa de Contratación de Cádiz en el año 1723 y que actualmente se conserva en el Museo catedralicio de dicha ciudad. En esta obra Tovar utilizó modelos, previamente plasmados por Murillo medio siglo antes, en otras Inmaculadas como la que pertenece al Museo de Bellas Artes de Sevilla y al Instituto de Arte de Detroit. También posee una fuerte impronta murillesca La Virgen con el Niño, conservada en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid en la que con muy pocas variantes Tovar repite el original de Murillo que pertenece a una colección particular de Londres. También en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid se conserva una representación de San Francisco recibiendo la ampolla de agua de manos de un ángel, que muestra modelos claramente derivados de Murillo.
Como pintor de filiación sevillana, Tovar conoció desde su juventud la iconografía de la Divina Pastora, creada por el capuchino fray Isidoro de Sevilla en 1703. Fueron muchas las ocasiones en que Tovar trató este tema y de todas ellas, sin duda, la mejor es La Divina Pastora que pintó al servicio de Felipe V, con motivo del ingreso de este monarca en la Hermandad de la Divina Pastora de Sevilla el año 1735; estuvo durante casi un siglo formando parte de las colecciones reales hasta que ingresó en el Museo del Prado. Allí durante mucho tiempo se la ha tenido erróneamente como obra de Bernardo Lorente Germán, aunque dicha atribución es totalmente injustificada. Otra Divina Pastora de excelente calidad y claramente atribuible a Tovar pasó en 1998 por el comercio de arte de Londres. Se trata de una versión de gran formato realizada hacia 1740, que ocho años más tarde en 1748 repetiría en pequeño tamaño para regalarla a la iglesia parroquial de Cortelazor (Huelva), lugar de donde eran oriundos sus padres y donde aún se conserva dicha pintura que lleva la firma y la fecha antes citada.
Independientemente de haber sido un buen copista de retratos, Tovar realizó numerosas pinturas en las que efigió a personajes notables de su época en los que se advierte a lo largo del tiempo una clara mutación de conceptos estilísticos. En efecto, puede constatarse que en sus primeros retratos se atiene perfectamente a los modelos murillescos vigentes aún a principios del siglo XVIII. Sin embargo, con el paso del tiempo, merced a su contacto con los pintores franceses activos en la Corte, especialmente con Jean Ranc de quien fue colaborador y amigo, el estilo de Tovar varió profundamente y se adaptó a la estética impuesta por los Borbones. Ejemplo característico de retrato temprano es el que muestra la efigie de Un caballero que se conserva firmado y fechado en 1711 en el Museo de Rhode Island (Estados Unidos). En el bello Retrato de una niña fechado en 1732, cuando Tovar estaba con la Corte en Sevilla, se percibe aún un equilibrio entre la inspiración murillesca del pasado y el espíritu francés que imperaba entonces; es obra amable e intimista en la que la niña sostiene en sus manos un jilguero y una rosa que, sin duda, han de tener una intención simbólica. De época madura, cuando ya se había plegado al espíritu de la pintura francesa es el Retrato del Cardenal Gaspar de Molina que se conserva en el Ayuntamiento de Sevilla; este personaje había sido protector del colegio de San Acasio de Sevilla cuya biblioteca patrocinó y por ello le representa con su hábito eclesiástico respaldado por un estante repleto de gruesos y bien encuadernados libros. También llegó a retratar al ministro de Felipe V, José Patiño, obra conservada en una colección particular de Córdoba en el que se advierte un total sometimiento a un modelo original creado previamente por el francés Jean Ranc. En el castillo de Montemayor (Córdoba) se conserva el Retrato de Don Juan Manuel Fernando Pacheco Duque de Escalona y Marqués de Villena, sabiéndose que también retrató a su esposa Doña Catalina Moscoso Meneses Osorio. Finalmente, se señalará también como obra suya el retrato del arzobispo de Toledo Don Diego Astorga que se conserva en la Catedral primada (Enrique Valdivieso González, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la pintura "Aparición de la Virgen a San Pedro Nolasco", de Alonso Miguel de Tovar, en la sala VII del Museo de Bellas Artes, de Sevilla. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la ciudad.
Más sobre el Museo de Bellas Artes, en ExplicArte Sevilla.
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