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martes, 30 de noviembre de 2021

El Asilo de San Andrés, en Lebrija (Sevilla)

     Por Amor al Arte
, déjame ExplicArte la provincia de Sevilla, déjame ExplicArte el Asilo de San Andrés, en Lebrija (Sevilla).  
   Hoy, 30 de noviembre, Fiesta de San Andrés, apóstol, natural de Betsaida, hermano de Pedro y pescador como él. Fue el primero de los discípulos de Juan el Bautista a quien llamó el Señor Jesús junto al Jordán y que  le siguió, trayendo consigo a su hermano. La tradición dice que, después de Pentecostés, predicó el Evangelio en la región de Acaya, en Grecia, y que fue crucificado en Patrás. La Iglesia de Constantinopla lo venera como muy insigne patrono (s. I) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
   Y que mejor día que hoy para ExplicArte el Asilo de San Andrés, en Lebrija (Sevilla).
   El Asilo de San Andrés, se encuentra en la plaza Manuela Murube, 2; en Lebrija (Sevilla).
   Una de las personas que continuó la obra social que en su día iniciasen Andrés Sánchez de Alva y Otilia Calderón fue su prima Manuela Murube, quien dedicó gran parte de su vida a ayudar a mantener el asilo y proporcionar unas buenas condiciones de vida a quienes allí vivían. Además de esto, Doña Manuela donó unos valiosos cuadros de la pintora lebrijana Antonia Rodríguez Sánchez de Alva al asilo. Entre los cuadros que se pueden ver aún en su interior destacan San Francisco de Paula, Los desposorios de la Virgen con San José, San Pablo Ermitaño y San Esteban.
     Además de todo ello, Doña Manuela Murube fundó, en el año 1917, el colegio San José, al que sólo podían asistir niñas. Este colegio estuvo en manos de las Hijas de la Caridad del Asilo de San Andrés. Actualmente, el Asilo es en una reconocida residencia de ancianos. 
     Una de las personas que continuó la obra social que en su día iniciasen Don Andrés Sánchez de Alva y Dña. Otilia Calderón, fue su prima Doña Manuela Murube quien dedicó gran parte de su vida a ayudar a mantener el asilo y proporcionar unas buenas condiciones de vida a quienes allí vivían. Además de esto, Doña Manuela donó unos valiosos cuadros, de la pintora lebrijana Antonia Rodríguez Sánchez de Alva, al asilo. Dichos cuadros se pueden ver aún en su interior.
     Debido a su gran dedicación, en el año 1962 se le dio el nombre de Plaza de Manuela Murube al lugar en el que se encuentra ubicado el asilo.
     Además de todo ello, Doña Manuela Murube fundó, en el año 1917, el colegio San José, al que solo podían asistir niñas. Este colegio estuvo en manos de las Hijas de la Caridad del Asilo de San Andrés. Actualmente el Asilo es en una reconocida residencia de ancianos.
     Fue D. José Monge quien realizó el diseño y llevó a cabo la construcción del Asilo San Andrés. Este lebrijano fue también el artífice de la conocida “Casa de Dña. Salud”, ubicada en la calle Ignacio Halcón, junto al Ayuntamiento. Ayuntamiento.
     Durante los siglos XV y XVI la plaza Manuela Murube, junto con las actuales plazas “Juan Díaz de Solís” y “Manuel Halcón” (también conocida como “El Pilar”), formaron un único emplazamiento que llevó el nombre de “Campo del Príncipe”. A este lugar llegaban los ganaderos en busca de un sitio donde descansar y dar agua a sus reses, por lo que popularmente fue llamado “El abrevadero”.
     Posteriormente llevó diferentes nombres como “Plaza de San Francisco” y “Plaza del Príncipe Alfonso”, hasta que finalmente se le dio su nombre actual. 
   Antonia Rodríguez Sánchez de Alva, fue una reconocida pintora romántica lebrijana. Nació el 19 de mayo de 1835, en el número 4 de la calle Trinidad, y murió el 23 de enero de 1868. Comenzó a pintar siendo sólo una niña y destacó pronto en este difícil mundo gracias a sus pinturas de temática religiosa y al género del retrato.
     Aunque desafortunadamente murió muy joven, dejó un importante legado artístico. Hubo dos obras que marcaron especialmente su carrera artística, “Autorretrato” y “San Cristóbal”. Esta última obra estuvo durante varios años en la Parroquia de Santa María de la Oliva (Lebrija). Lo más sorprendente de esta pintura, no era su gran tamaño ya que mide 5,29 x 2,73 m, sino que fue realizada cuando Antonia contaba con apenas 17 años y fue terminada en tan solo 43 días.
     En diferentes lugares de nuestro pueblo podrá observar algunas de sus obras. En el Asilo de San Andrés, por ejemplo, se encuentran algunas de ellas, de las que podemos destacar: “San Francisco de Paula”, “Los desposorios de la Virgen con San José”, “San Pablo Ermitaño” y “San Esteban”.
     En los años 60, la Hermana Sor María Rodríguez decidió organizar, en la antigua huerta del asilo, una tómbola para ayudar a las personas más necesitadas de otros países. Con el paso de los años, esta tómbola se convirtió en una tradición que llega hasta nuestros días.
     Así, cada año aprovechando los meses de verano, las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paul junto con la ayuda de los jóvenes de JMV (Juventudes Marianas Vicencianas) y un grupo de mujeres de la Medalla de la Milagrosa, organizan este festival benéfico conocido popularmente como “Mercadillo misionero”.
     Se celebra, generalmente, durante las tardes del primer fin de semana de agosto en la Plaza Manuela Murube. En él podrá encontrar desde libros y juguetes hasta ropa, donados por diferentes empresas y comercios. Durante las noches se puede disfrutar de diferentes tapas típicas lebrijanas y de las actuaciones de distintos grupos musicales, que también colaboran de forma altruista con la causa. Todos los beneficios recaudados son destinados a labores sociales, entre las que podemos destacar las misiones de los Padres Paúles en Madagascar y las misiones que tienen las Hermanas de la Caridad en Marruecos (Ayuntamiento de Lebrija).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de San Andrés, apóstol
   Hermano mayor de san Pedro, y como él, simple pescador de Galilea, su nombre, que es griego y no judío, significa viril.  Fue el primero en seguir a Cristo. Por ello los griegos lo motejaron Protokletos o Protoclite (el primer llamado) y los rusos Pervozvanny.
   En los Evangelios se lo menciona dos veces, a propósito de las vocaciones de los dos primeros apóstoles y del milagro de la Multiplicación de los pa­nes. Su leyenda sólo cuenta con la garantía de los Hechos apócrifos.
   Después de la muerte de Cristo habría sido designado para evangelizar la Escitia, es decir, la actual Rusia. Ese apostolado es tan fabuloso como la evangelización de España por el apóstol Santiago. A lo sumo podría admi­tirse que hubiese estado en Ucrania, a orillas del mar Negro; pero se pretendió que había llegado a Roma por «la ruta de los varegos», pasando por Kiev, un itinerario que supera los límites de la credulidad.
   Al tiempo que predicaba en Escitia, un ángel se le apareció y le dijo: «Ve hacia Mateo.» Fue milagrosamente guiado hacia Etiopía donde el apóstol y evangelista san Mateo había sido cegado y metido en prisión. Las puertas de la cárcel se abrieron ante él, se arrodilló junto al mártir, se puso a orar, y al pun­to los ojos reventados de san Mateo volvieron a abrirse a la luz.
   Cumplida su misión, llegó a Grecia y luego a Asia Menor, donde consumó una serie de milagros. Expulsó de la ciudad de Nicea siete demonios metamorfoseados en perros, y en Tesalónica apagó un incendio.
   Encarcelado por el procónsul romano Quirino, gobernador de Macedonia, que lo acusaba de incitar a la destrucción de los templos y desviar al pueblo del culto de los dioses, fue arrojado a las fieras. Lo respetaron un jabalí, un toro y hasta un tigre, que en vez de devorarlo, saltó a la tribuna del circo y trituró con los dientes la cabeza del hijo del gobernador.
   Cuando visitó el Peloponeso, en Patras, que gobernaba el procónsul Egeas, curó a su mujer, Maximila. No obstante Egeas, quien le reprochaba predi­car la desobediencia al  emperador, lo hizo azotar con varas, luego ordenó que lo ataran con cuerdas a una cruz con forma de X (crux decussata), sin cla­varlo, para que la muerte se demorara más. Habría agonizado dos días en la cruz y expirado en el tercero. Fue enterrado por Maximila. En cuanto a Egeas, fue estrangulado por dos demonios.
   Su crucifixión, de la que se habla por primera vez en los Hechos gnósticos, fue imaginada para igualar a la de su hermano san Pedro. Pero al mismo tiem­po era necesario diferenciarla, por ello se le atribuyó un modo diferente de crucifixión que cabeza abajo en una cruz latina. Se supuso, sin la menor prue­ba, que había sido descuartizado sobre una cruz en forma de X, letra que recordaba la inicial griega del nombre de Cristo.
CULTO
   Su culto también se explica, en Oriente al menos, por el deseo de competir con san Pedro que había sido acaparado por la Iglesia de Roma. Por ello Andrés fue reivindicado por la Iglesia griega.
1. Culto en Oriente
   En 357 las reliquias de san Andrés habrían sido trasladadas de Patras a Constantinopla centro que, falto de poder para procurarse las osamentas de los príncipes de los apóstoles, san Pedro y san Pablo, quería poseer el cuer­po de uno de los primeros discípulos de Cristo.
   Pero los habitantes de Patras pretendían haber conservado el cuerpo auténtico del apóstol y hacia 1850 lo cedieron al gobierno ruso a cambio de una canalización de agua potable de cuya financiación se hizo cargo éste. Fue así como san Andrés, a quien se suponía evangelizador de la Escitia y muerto en Patras, se convirtió en patrón de Grecia y también de Rusia. De acuerdo con el cronista Néstor, habría plantado una cruz en el emplaza­miento de Kiev y predicho la grandeza futura de esa ciudad.
   Una de las principales iglesias de Kiev, construida en el siglo XVIII por Rastrelli, en estilo rococó, está puesta bajo su advocación.
2. Culto en Occidente
   Sin embargo la Iglesia latina no quería dejarse confiscar por los griegos cismáticos un apóstol de primera categoría, el propio hermano de san Pedro. Tres países, Escocia, Italia y Francia hicieron valer sus reivindicaciones con­tradictorias.
   Se imaginó que las reliquias de san Andrés habían sido llevadas desde Patras hasta Escocia. De ahí el nombre de la ciudad universitaria de Saint Andrews, adonde habrían llegado, y la introducción en las armas de Escocia de una cruz de san Andrés que está junto a la cruz de san Jorge sobre la Union Jack del Reino Unido de Gran Bretaña.
   Esas pretensiones concordaban mal con las de Italia donde se afirmaba que el cuerpo del apóstol había sido transferido en 1210 desde Constantinopla a la catedral de Amalfi, cerca de Nápoles. Por otra parte, la cabeza de san Andrés (o al menos una de las cabezas de este apóstol policéfalo) fue depo­sitada en Roma en 1462, por el papa Pío II que ambicionaba reunir los restos de los dos hermanos. Junto al Volto santo de santa Verónica, la lanza de Longinos y un fragmento de la Vera Cruz, es una de las cuatro grandes reli­quias veneradas en San Pedro de Roma.   
   Roma le dedicó una de sus principales iglesias bajo la advocación de S. Andrea della Valle. Además, San Andrés es el patrón de Pesara, Vercelli, Mantua, Brescia y Rávena, ciudad ésta que le consagró una iglesia muy an­tigua llamada S. Andrea dei Goti.
   Pero el principal centro de su culto sigue siendo Amalfi cuya catedral le está dedicada y expone en su cripta, para la veneración  de los peregrinos, la pretendida osamenta del apóstol de la que rezuma un aceite milagroso que se llama maná de san Andrés.
   La ciudad de Santander, en España, es el antiguo Fanum sancti Andreae.
   Inglaterra le consagró las catedrales de Rochester y de Wells.
   En Alemania, su sandalia es una de las piezas principales del tesoro de la ca­tedral de Tréveris.
   En Francia, el apóstol se convirtió en patrón de la Casa ducal de Borgoña, porque se lo consideraba evangelizador de la Escitia de la que creían proceder los burgundos. Felipe el Bueno puso bajo su protección a la orden del Toisón de Oro cuyos caballeros llevaban como insignia una cruz en X. El grito de guerra de los borgoñones era Montjoie saint Andrieu.
   Además de Borgoña, en el reino de Francia deben citarse la catedral de Saint André de Burdeos, fundada por san Marcial al mismo tiempo que la de Saint Pierre de Poitiers, la iglesia de Saint André de Ruán y la abadía de Saint André en Villeneuve, Aviñón, frente al palacio de los papas. En París, la iglesia Saint André des Arts fue edificada sobre el emplazamiento de una capilla dedicada a su casi hornónimo san Andeolo, apóstol del Vivarais. El hueso braquial del santo se conservaba en un relicario de Notre Dame de París.
   Además, San Andrés había sido adoptado como patrón por las corporaciones emparentadas de los pescadores de agua dulce (de coulce yaue), los pescaderos y los cordeleros que proveen a los pescadores la cuerda para las redes. Lo invocaban las mujeres casaderas que deseaban encontrar un marido, quizá porque el nombre Andrés evocaba en griego (andros) la idea de un macho, como san Colomán (Mann) en los países de lengua alemana.
   Como curador, era invocado contra la gota, calambres, tortícolis, (stiffneck), erisipela y disentería que se llamaba el mal de san Andrés.
ICONOGRAFÍA
   El atributo más popular de san Andrés es la cruz aspada de brazos oblicuos en forma de X, que los latinos llamaban crux decussata (de decem o decussis: diez, en números romanos, se expresa X), y que tornó el nombre de cruz de san Andrés. También se la llamaba cruz de Borgoña, porque en 1433, el duque Felipe el Bueno, habiendo recibido de Constantinopla un fragmento de la cruz que se habría empleado en la crucifixión del apóstol en Patras, la con­virtió en la insignia de su orden del Toisón de Oro.
   Esta tradición no se apoya en texto alguno. La Patrología griega (t.II,col.1238) sólo nos dice que el cuerpo de san Andrés fue «distendido con juncos», que la leyenda interpretó diciendo que el procónsul lo hizo atar a la cruz con cuer­das para hacerle sufrir más tiempo. En ninguna parte se habla de una cruz con forma de X.
   De hecho, el arte cristiano de la Edad Media ha vacilado mucho tiempo antes de adoptar la cruz en X como atributo de san Andrés. Hasta el siglo XV, la mayoría de las veces se lo representa sobre una cruz latina de brazos hori­zontales, en todo semejante a la de Cristo.
   Los ejemplos abundan.
   En el arte italiano del Quatroccento, la cruz latina todavía es la regla, como lo prueban las pinturas de Fiorenzo di Lorenzo, en Perusa, de Pinturicchio en Spello, de Fra Angelico en Florencia, la Virgen de la Victoria de Mantegna (Louvre) y el tondo de terracota esmaltada de Luca della Robbia en la capilla de los Pazzi, en Santa Croce de Florencia.
   ¿En qué momento aparece la cruz en X? Según E. Mille, el ejemplo más antiguo se encontraría en una vidriera del siglo XIII, en la catedral de Tours. En sus Caracteristiques des saints, el padre Cahier pretende, por otra parte, que «la cruz oblicua o en X, que lleva hoy entre nosotros el nombre de cruz de san Andrés, no se remonta más allá del siglo XIV».
   Esas dos afirmaciones son inexactas. En realidad, la cruz de san Andrés aparece a partir del siglo X en el Tropario de Autun. Debe dejarse de lado el capitel de Saint Pons (Hérault), actualmente conservado en la Universidad de Montpellier, que ha sido reproducido con una leyenda errónea por el ar­queólogo norteamericano Kingsley Porter en su Corpus de la escultura romana. Ese capitel no representa en modo alguno el martirio de san Andrés sino la crucifixión de san Pons, patrón de la abadía del Languedoc.
   Fue a partir del siglo XV cuando la cruz en X se convirtió en parte integrante de la iconografía de san Andrés, posiblemente por la influencia de la insignia de la orden del Toisón de Oro. Esta innovación apareció simultánea­mente en Francia, los Países Bajos y Alemania. Entre otros ejemplos, pue­den citarse en el arte francés una vidriera de la catedral de Ruán, la minia­tura de Jean Fouquet en el Libro de Horas de Étienne Chevalier, una pintura de Holbein el Viejo, un grabado de Lucas Cranach; y en el arte alemán, la estatuilla de bronce de Peter Vischer adosada al relicario de la iglesia de San Sebaldo, en Nuremberg. Al mismo tiempo, la cruz, que era portátil, se con­virtió en gigantesca.
   En el siglo XII, la cruz en X triunfó definitivamente, como lo prueban las pinturas de Ribera, Murillo (Museo del Prado), Cario Dolci (Gal. Pitti), Rubens o la estatua colosal de François Duquesnoy bajo la cúpula de San Pedro de Roma. No obstante, hacia 1610, Caravaggio representaba todavía a san Andrés con las muñecas atadas con cuerdas al travesaño horizontal de una cruz latina.
   ¿Cómo explicar esta sustitución de la cruz latina por la cruz en X cuando los textos no precisan la forma del instrumento del suplicio de san Andrés? Es posible que se haya querido diferenciar la crucifixión de los apóstoles de la de Cristo y que, así como San Pedro había querido ser crucificado cabeza abajo por humildad, se haya tenido la idea de representar a su hermano no sólo atado con cuerdas como los dos ladrones, sino descuartizado sobre la cruz. En principio se había supuesto que había sido crucificado horizontalmente, per transversum. 
   El capitel de la iglesia de Besse (Auvernia) que lleva la extraña inscripción en acusativo: Passionem sancti Andreä Apostoli, copiada literalmente de la primera frase de la leyenda del santo en un manuscrito de la Biblioteca de Clermont, sugiere otra hipótesis. Se observa en efecto, que sobre ese capitel, san Andrés está atado a una cruz latina mediante cuerdas anudadas en forma de X alrededor de brazos y piernas. Quizá esas cuerdas entrecruzadas hayan dado a los artistas la idea de representar al apóstol ligado a una cruz con los brazos en diagonal. Ya se sabe cuantas leyendas deben su nacimiento a imá­genes malinterpretadas.
   Los pies y las manos del mártir están casi siempre atadas con cuerdas. La miniatura del Menologio de Basilio donde está clavado sobre la cruz es una excepción.
   Señalemos, también a título de excepción,  un segundo atributo de san Andrés que alude al oficio que ejercía antes de su vocación: una gran red de pescador de la cual a veces emergen cabezas de peces, como en las pintores­cas sillas del coro de la catedral de San Pedro de Ginebra (siglo XV). Una es­tatua de piedra del siglo XVI, en la colegiata de Saint Vulfran de Abbeville presenta la misma particularidad (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).   
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La Capilla de San Andrés, de Juan de Hoces, en la Catedral de Santa María de la Sede

     Por Amor al Arte
, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la Capilla de San Andrés, de Juan de Hoces, en la Catedral de Santa María de la Sede, de Sevilla.
     Hoy, 30 de noviembre, Fiesta de San Andrés, apóstol, natural de Betsaida, hermano de Pedro y pescador como él. Fue el primero de los discípulos de Juan el Bautista a quien llamó el Señor Jesús junto al Jordán y que  le siguió, trayendo consigo a su hermano. La tradición dice que, después de Pentecostés, predicó el Evangelio en la región de Acaya, en Grecia, y que fue crucificado en Patrás. La Iglesia de Constantinopla lo venera como muy insigne patrono (s. I) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
     La Catedral de Santa María de la Sede  [nº 1 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 1 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la avenida de la Constitución, 13; con portadas secundarias a las calles Fray Ceferino González, plaza del Triunfo, plaza Virgen de los Reyes, calle Cardenal Carlos Amigo, y calle Alemanes (aunque la visita cultural se efectúa por la Puerta de San Cristóbal, o del Príncipe, en la calle Fray Ceferino González, s/n, siendo la salida por la Puerta del Perdón, en la calle Alemanes); en el Barrio de Santa Cruz, del Distrito Casco Antiguo.
     En la Catedral de Santa María de la Sede, podemos contemplar la Capilla de San Andrés [nº 050 en el plano oficial de la Catedral de Santa María de la Sede]; Esta capilla ha tenido dos patronatos y dos denominaciones: la de Alvar Pérez de Guzmán, desde 1384, y la de sus sucesores, los condes de Cifuentes; su último patrono fue el duque de Pastrana, en el primer cuarto del siglo XVIII. Desde 1948 a 1992 ha sido Sagrario bajo la advocación del Corazón de Jesús, cuya imagen y retablo supusieron una agria polémica con las autoridades de Bellas Artes, cuando el cardenal Segura decidió instalarlos aquí; hoy alberga al Cristo de la Clemencia, de Juan Martínez Montañés (Alfonso Jiménez Martín, Cartografía de la Montaña hueca; Notas sobre los planos históricos de la catedral de Sevilla. Sevilla, 1997).
     La Capilla de San Andrés se encuentra en el muro de la Epístola; es obra de Juan de Hoces, entre 1488 y 1496, y está ahora presidida por el Cristo de la Clemencia, una de las obras cumbres de Juan Martínez Montañés (1603), imagen esculpida para la Cartuja y que, tras la desamortización de 1835, pasó a la Catedral. Acoge también unos sepulcros góticos de 1400 y dos importantes pinturas de fines del siglo XVII que muestran escenas del Antiguo Testamento. Son obras de Lucas Jordan o de su seguidor Francisco Solimena (Manuel Jesús Roldán, Iglesias de Sevilla. Almuzara, 2010).
Sepulcros de los Pérez de Guzmán y Ayala
     Se hallan en la Capilla de San Andrés y del Sagrado Corazón de Jesús.
     Proceden de la anterior catedral, estuvieron colocados en el centro de la actual capilla; mas en 1796 fue­ron trasladados los de un caballero, la dama y el don­cel, al muro de la Epístola y el otro caballero al frontero del altar, bajo la reja.
     Los bultos sepulcrales marmóreos corresponden el primero a D. Álvaro Pérez de Guzmán y Ayala, el Viejo, a su esposa Dª María o Dª Elvira de Ayala y el doncel, hijo? de éstos; el del otro caballero pertenece a D. Álvar o D. Alfonso Pérez de Guzmán, padre?, hijo? o nieto? de aquéllos.
     El primero de los yacentes citados está revestido con arreos militares, casquete, loriga, aljuba, armadura, guanteletes y espada; un lebrel guarda su sueño eterno echado a los pies, con rico collarino finamente ornamentado.
     El otro caballero está paramentado de forma análoga.
     Dª María o Dª Elvira, es de mayor interés artístico y lleva casquete, collar, brial, con mangas monacales, largo manto y libro. A sus pies, mutiladas figuras de lebrel y mujer.
     El doncel tiene descubierta la cabeza, collar con joyel, brial y espada. El collarino del lebrel lleva una inscripción gótica difícil de leer; pero puede distinguirse lo siguiente: «amor mío im o mi».
     Parece que la dotación de la Capilla en la antigua Catedral data de 1384. Las citadas esculturas se clasifican como de un taller toledano vinculado al escultor Ferrand González, de hacia 1400 para unos o de la segunda mitad del siglo XIV, para otros. Son los más antiguos sepulcros conservados en la Catedral.
Crucificado de la Clemencia (272-273)
     Presidía la Sacristía de los Cálices, venerándose actualmente en la Capilla de San Andrés. Es obra de excepcional valor, tanto en lo sagrado como en lo artístico. 
     Fue encargado a Juan Martínez Montañés por el Arcediano de Carmona D. Mateo Vázquez de Leca, en 1603, con destino a su oratorio, otorgando el maestro carta de finiquito, tres años después. En 1614 el prebendado lo donó a la Cartuja de las Cuevas, viniendo a la Catedral por diversas circunstancias.
     El maestro nos ha legado esta imagen de excepción, una obra magistral, iconográficamente considerada. Ya en la escritura de concierto se estipula que el Cristo «ha de estar vivo, antes de haber expirado con la cabeza inclinada sobre el lado derecho mirando a cualquier persona que estuviese orando al pie de Él como que le está el mismo Cristo hablándole y como quejándose que aquello que padece es por el que está orando y así ha de tener los ojos y rostro con alguna severidad y los ojos del todo abiertos».
     Montañés supo captar en plenitud este mensaje, ofreciéndonos una obra pura idea, legado salvífico, presentado en una figura que posee la augusta grandeza y hermosura del Dios Salvador, en cuanto pudo ser representado por un hombre. No posee cruencias angustiosas, su mirada es la placidez sobrehumana, con dejo de tristeza ante el pecador buscando su arrepentimiento para el cual no es Juez, sino Redentor.
     Precisa valorar otro elemento, también de interés iconográfico y es presentar sus pies cruzados, sujetos al madero arbóreo, cada uno con un clavo, respondiendo a las revelaciones de la escandinava Santa Brígida, según nos refirió Pacheco, advirtiéndose de la existencia de un modelo original de Miguel Ángel traído de Roma en 1597 del que se hicieron copias por su discípulo Jacopo del Duca (quedando aquél en poder de Pablo de Céspedes), cuyos pies ofrecían análoga com­posición.
     Paralelo interés tienen sus valores artísticos, en cuanto el «Dios de la Madera» quiso superarse al consignar en la citada escritura notarial que deseaba hacer la imagen para que quedase en «España... y se sepa el maestro que la hizo para gloria de Dios» , añadiendo que habría de ser «mucho mejor que uno..., que hice para las provincias del Perú», y en efecto lo logró.
     Su composición es serena, reposada, con canon alar­gado, cuatro clavos y sudario que envuelve las caderas tan suavemente, tan acariciadoramente, como si su Madre hubiera podido colocarlo, cubriendo su desnudez.
     Perfecto de dibujo, modelado, talla y anatomía, donde todo está equilibrado, sirviendo la materia  como puro soporte de la idea. Acrece también su interés la magnífica policromía, a cargo del citado Francisco Pacheco, subrayando y valorando las perfecciones de la plástica.
     Tanto interés tiene esta obra, una de las más perfectas entre las producidas por Juan Martínez Montañés, que antes de ahora he afirmado que es el Crucificado que hubieran podido desear los Padres del Concilio de Trento, respondiendo a su mentalidad.
     Es imagen de oratorio, no procesional, propia para la contemplación y gozo de Teólogos o fieles bien formados.
     La crítica moderna lo ha considerado como el más bello Cristo Crucificado de la escultura barroca española; una de las más bellas realizaciones del arte universal; que aúna magníficamente el sentimiento religioso con las fórmulas de tradición manierista; tan bueno como una buena obra de Praxí­teles (José Hernández Díaz, Retablos y esculturas, en La Catedral de Sevilla. Ediciones Guadalquivir, Sevilla, 1991).
     En la capilla de San Andrés se conserva una copia del Martirio de San Andrés, de finales del siglo XVIII del original de Roelas que actualmente figura en el Museo de Sevilla. Estuvo co­locada en el altar mayor de dicha capilla hasta que fue desplazada hacia 1900 cuando fue sustituida por un retablo dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, estando ahora situado en lo alto del muro derecho. Es obra de débil calidad que justifica las criticas de Ceán Bermúdez al referirse a ella para censurar que en una Catedral de tanta magnificencia como la de Sevilla estuvie­sen al culto copias de pinturas cuyos originales existían en la misma ciudad.
     Guarda relación con Zurbarán otro Cristo en la Cruz que figura en lo alto del muro de la Capilla de San Andrés, donde por ser inaccesible no había podido ser estudiado. Un reciente examen de esta obra realizado en el taller de restauraciones de la Catedral ha permitido comprobar que se trata de una copia del siglo XIX del original de Zurbarán que se conserva en el Museo del Ermitage de San Petersburgo.
     Lucas Jordán es uno de los pintores más prolíficos de la historia del arte; nació en Nápoles en 1632 y en esta misma ciudad murió en 1709. Diez años de su vida, de 1692 a 1702, los pasó trabajando en España al servicio de Carlos II, realizando en este tiempo una copiosa producción. A este pintor pertenecen dos magní­ficas composiciones de gran tamaño, cuyos asuntos es­tán inspirados en temas del Antiguo Testamento; se exponen en la capilla de San Andrés. La primera de ellas representa La Translación del Arca de la Alianza, donde se narra el episodio del segundo libro de Samuel 6, 1-16. La descripción de esta obra es real­mente espectacular, mostrando el tumultuoso cortejo que precede a los portadores del arca ante la cual danza el rey David. Es esta una obra perfectamente resuel­ta en sus aspectos compositivos que el artista ensayó en dos bocetos preparatorios conservados en los Mu­seos de Viena y de Kansas City.
     La segunda pintura representa El cántico de la profetisa María, hermana de Moisés, cuando acompañada de las mujeres de Israel celebra el feliz paso del Mar Rojo, según cuenta el Éxodo 15, 20-21. Es también esta pintura el resultado de un ambicioso planteamien­to compositivo perfectamente resuelto en la conjunción de numerosos personajes que integran la escena, cuyas actitudes se centralizan en la expresiva figura de la profetisa entonando solemnemente su canto. 
     Éstas dos últimas obras se atribuyen actualmente a Francisco Solimena, en 1700. También hay que mencionar la pintura Calvario, copia de Scipione Pulzone (Enrique Valdivieso, La Pintura en la Catedral de Sevilla. Siglos XVII al XX, en La Catedral de Sevilla. Ediciones Guadalquivir, Sevilla, 1991).
     De Arnao de Flandes es la vidriera "La Santa Cena" (1555), en la nave lateral de la Epístola, sobre la Capilla de San Andrés. Se dispone en un vano alargado terminado en forma de arco apuntado, y unas medidas de 7'22 x 2'20 m. (Víctor Nieto Alcaide, Las Vidrieras de la Catedral, en La Catedral de Sevilla. Ed. Guadalquivir, 1991).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de San Andrés, apóstol
   Hermano mayor de san Pedro, y como él, simple pescador de Galilea, su nombre, que es griego y no judío, significa viril.  Fue el primero en seguir a Cristo. Por ello los griegos lo motejaron Protokletos o Protoclite (el primer llamado) y los rusos Pervozvanny.
   En los Evangelios se lo menciona dos veces, a propósito de las vocaciones de los dos primeros apóstoles y del milagro de la Multiplicación de los pa­nes. Su leyenda sólo cuenta con la garantía de los Hechos apócrifos.
   Después de la muerte de Cristo habría sido designado para evangelizar la Escitia, es decir, la actual Rusia. Ese apostolado es tan fabuloso como la evangelización de España por el apóstol Santiago. A lo sumo podría admi­tirse que hubiese estado en Ucrania, a orillas del mar Negro; pero se pretendió que había llegado a Roma por «la ruta de los varegos», pasando por Kiev, un itinerario que supera los límites de la credulidad.
   Al tiempo que predicaba en Escitia, un ángel se le apareció y le dijo: «Ve hacia Mateo.» Fue milagrosamente guiado hacia Etiopía donde el apóstol y evangelista san Mateo había sido cegado y metido en prisión. Las puertas de la cárcel se abrieron ante él, se arrodilló junto al mártir, se puso a orar, y al pun­to los ojos reventados de san Mateo volvieron a abrirse a la luz.
   Cumplida su misión, llegó a Grecia y luego a Asia Menor, donde consumó una serie de milagros. Expulsó de la ciudad de Nicea siete demonios metamorfoseados en perros, y en Tesalónica apagó un incendio.
   Encarcelado por el procónsul romano Quirino, gobernador de Macedonia, que lo acusaba de incitar a la destrucción de los templos y desviar al pueblo del culto de los dioses, fue arrojado a las fieras. Lo respetaron un jabalí, un toro y hasta un tigre, que en vez de devorarlo, saltó a la tribuna del circo y trituró con los dientes la cabeza del hijo del gobernador.
   Cuando visitó el Peloponeso, en Patras, que gobernaba el procónsul Egeas, curó a su mujer, Maximila. No obstante Egeas, quien le reprochaba predi­car la desobediencia al  emperador, lo hizo azotar con varas, luego ordenó que lo ataran con cuerdas a una cruz con forma de X (crux decussata), sin cla­varlo, para que la muerte se demorara más. Habría agonizado dos días en la cruz y expirado en el tercero. Fue enterrado por Maximila. En cuanto a Egeas, fue estrangulado por dos demonios.
   Su crucifixión, de la que se habla por primera vez en los Hechos gnósticos, fue imaginada para igualar a la de su hermano san Pedro. Pero al mismo tiem­po era necesario diferenciarla, por ello se le atribuyó un modo diferente de crucifixión que cabeza abajo en una cruz latina. Se supuso, sin la menor prue­ba, que había sido descuartizado sobre una cruz en forma de X, letra que recordaba la inicial griega del nombre de Cristo.
CULTO
   Su culto también se explica, en Oriente al menos, por el deseo de competir con san Pedro que había sido acaparado por la Iglesia de Roma. Por ello Andrés fue reivindicado por la Iglesia griega.
1. Culto en Oriente
   En 357 las reliquias de san Andrés habrían sido trasladadas de Patras a Constantinopla centro que, falto de poder para procurarse las osamentas de los príncipes de los apóstoles, san Pedro y san Pablo, quería poseer el cuer­po de uno de los primeros discípulos de Cristo.
   Pero los habitantes de Patras pretendían haber conservado el cuerpo auténtico del apóstol y hacia 1850 lo cedieron al gobierno ruso a cambio de una canalización de agua potable de cuya financiación se hizo cargo éste. Fue así como san Andrés, a quien se suponía evangelizador de la Escitia y muerto en Patras, se convirtió en patrón de Grecia y también de Rusia. De acuerdo con el cronista Néstor, habría plantado una cruz en el emplaza­miento de Kiev y predicho la grandeza futura de esa ciudad.
   Una de las principales iglesias de Kiev, construida en el siglo XVIII por Rastrelli, en estilo rococó, está puesta bajo su advocación.
2. Culto en Occidente
   Sin embargo la Iglesia latina no quería dejarse confiscar por los griegos cismáticos un apóstol de primera categoría, el propio hermano de san Pedro. Tres países, Escocia, Italia y Francia hicieron valer sus reivindicaciones con­tradictorias.
   Se imaginó que las reliquias de san Andrés habían sido llevadas desde Patras hasta Escocia. De ahí el nombre de la ciudad universitaria de Saint Andrews, adonde habrían llegado, y la introducción en las armas de Escocia de una cruz de san Andrés que está junto a la cruz de san Jorge sobre la Union Jack del Reino Unido de Gran Bretaña.
   Esas pretensiones concordaban mal con las de Italia donde se afirmaba que el cuerpo del apóstol había sido transferido en 1210 desde Constantinopla a la catedral de Amalfi, cerca de Nápoles. Por otra parte, la cabeza de san Andrés (o al menos una de las cabezas de este apóstol policéfalo) fue depo­sitada en Roma en 1462, por el papa Pío II que ambicionaba reunir los restos de los dos hermanos. Junto al Volto santo de santa Verónica, la lanza de Longinos y un fragmento de la Vera Cruz, es una de las cuatro grandes reli­quias veneradas en San Pedro de Roma.   
   Roma le dedicó una de sus principales iglesias bajo la advocación de S. Andrea della Valle. Además, San Andrés es el patrón de Pesara, Vercelli, Mantua, Brescia y Rávena, ciudad ésta que le consagró una iglesia muy an­tigua llamada S. Andrea dei Goti.
   Pero el principal centro de su culto sigue siendo Amalfi cuya catedral le está dedicada y expone en su cripta, para la veneración  de los peregrinos, la pretendida osamenta del apóstol de la que rezuma un aceite milagroso que se llama maná de san Andrés.
   La ciudad de Santander, en España, es el antiguo Fanum sancti Andreae.
   Inglaterra le consagró las catedrales de Rochester y de Wells.
   En Alemania, su sandalia es una de las piezas principales del tesoro de la ca­tedral de Tréveris.
   En Francia, el apóstol se convirtió en patrón de la Casa ducal de Borgoña, porque se lo consideraba evangelizador de la Escitia de la que creían proceder los burgundos. Felipe el Bueno puso bajo su protección a la orden del Toisón de Oro cuyos caballeros llevaban como insignia una cruz en X. El grito de guerra de los borgoñones era Montjoie saint Andrieu.
   Además de Borgoña, en el reino de Francia deben citarse la catedral de Saint André de Burdeos, fundada por san Marcial al mismo tiempo que la de Saint Pierre de Poitiers, la iglesia de Saint André de Ruán y la abadía de Saint André en Villeneuve, Aviñón, frente al palacio de los papas. En París, la iglesia Saint André des Arts fue edificada sobre el emplazamiento de una capilla dedicada a su casi hornónimo san Andeolo, apóstol del Vivarais. El hueso braquial del santo se conservaba en un relicario de Notre Dame de París.
   Además, San Andrés había sido adoptado como patrón por las corporaciones emparentadas de los pescadores de agua dulce (de coulce yaue), los pescaderos y los cordeleros que proveen a los pescadores la cuerda para las redes. Lo invocaban las mujeres casaderas que deseaban encontrar un marido, quizá porque el nombre Andrés evocaba en griego (andros) la idea de un macho, como san Colomán (Mann) en los países de lengua alemana.
   Como curador, era invocado contra la gota, calambres, tortícolis, (stiffneck), erisipela y disentería que se llamaba el mal de san Andrés.
ICONOGRAFÍA
   El atributo más popular de san Andrés es la cruz aspada de brazos oblicuos en forma de X, que los latinos llamaban crux decussata (de decem o decussis: diez, en números romanos, se expresa X), y que tornó el nombre de cruz de san Andrés. También se la llamaba cruz de Borgoña, porque en 1433, el duque Felipe el Bueno, habiendo recibido de Constantinopla un fragmento de la cruz que se habría empleado en la crucifixión del apóstol en Patras, la con­virtió en la insignia de su orden del Toisón de Oro.
   Esta tradición no se apoya en texto alguno. La Patrología griega (t.II,col.1238) sólo nos dice que el cuerpo de san Andrés fue «distendido con juncos», que la leyenda interpretó diciendo que el procónsul lo hizo atar a la cruz con cuer­das para hacerle sufrir más tiempo. En ninguna parte se habla de una cruz con forma de X.
   De hecho, el arte cristiano de la Edad Media ha vacilado mucho tiempo antes de adoptar la cruz en X como atributo de san Andrés. Hasta el siglo XV, la mayoría de las veces se lo representa sobre una cruz latina de brazos hori­zontales, en todo semejante a la de Cristo.
   Los ejemplos abundan.
   En el arte italiano del Quatroccento, la cruz latina todavía es la regla, como lo prueban las pinturas de Fiorenzo di Lorenzo, en Perusa, de Pinturicchio en Spello, de Fra Angelico en Florencia, la Virgen de la Victoria de Mantegna (Louvre) y el tondo de terracota esmaltada de Luca della Robbia en la capilla de los Pazzi, en Santa Croce de Florencia.
   ¿En qué momento aparece la cruz en X? Según E. Mille, el ejemplo más antiguo se encontraría en una vidriera del siglo XIII, en la catedral de Tours. En sus Caracteristiques des saints, el padre Cahier pretende, por otra parte, que «la cruz oblicua o en X, que lleva hoy entre nosotros el nombre de cruz de san Andrés, no se remonta más allá del siglo XIV».
   Esas dos afirmaciones son inexactas. En realidad, la cruz de san Andrés aparece a partir del siglo X en el Tropario de Autun. Debe dejarse de lado el capitel de Saint Pons (Hérault), actualmente conservado en la Universidad de Montpellier, que ha sido reproducido con una leyenda errónea por el ar­queólogo norteamericano Kingsley Porter en su Corpus de la escultura romana. Ese capitel no representa en modo alguno el martirio de san Andrés sino la crucifixión de san Pons, patrón de la abadía del Languedoc.
   Fue a partir del siglo XV cuando la cruz en X se convirtió en parte integrante de la iconografía de san Andrés, posiblemente por la influencia de la insignia de la orden del Toisón de Oro. Esta innovación apareció simultánea­mente en Francia, los Países Bajos y Alemania. Entre otros ejemplos, pue­den citarse en el arte francés una vidriera de la catedral de Ruán, la minia­tura de Jean Fouquet en el Libro de Horas de Étienne Chevalier, una pintura de Holbein el Viejo, un grabado de Lucas Cranach; y en el arte alemán, la estatuilla de bronce de Peter Vischer adosada al relicario de la iglesia de San Sebaldo, en Nuremberg. Al mismo tiempo, la cruz, que era portátil, se con­virtió en gigantesca.
   En el siglo XII, la cruz en X triunfó definitivamente, como lo prueban las pinturas de Ribera, Murillo (Museo del Prado), Cario Dolci (Gal. Pitti), Rubens o la estatua colosal de François Duquesnoy bajo la cúpula de San Pedro de Roma. No obstante, hacia 1610, Caravaggio representaba todavía a san Andrés con las muñecas atadas con cuerdas al travesaño horizontal de una cruz latina.
   ¿Cómo explicar esta sustitución de la cruz latina por la cruz en X cuando los textos no precisan la forma del instrumento del suplicio de san Andrés? Es posible que se haya querido diferenciar la crucifixión de los apóstoles de la de Cristo y que, así como San Pedro había querido ser crucificado cabeza abajo por humildad, se haya tenido la idea de representar a su hermano no sólo atado con cuerdas como los dos ladrones, sino descuartizado sobre la cruz. En principio se había supuesto que había sido crucificado horizontalmente, per transversum. 
   El capitel de la iglesia de Besse (Auvernia) que lleva la extraña inscripción en acusativo: Passionem sancti Andreä Apostoli, copiada literalmente de la primera frase de la leyenda del santo en un manuscrito de la Biblioteca de Clermont, sugiere otra hipótesis. Se observa en efecto, que sobre ese capitel, san Andrés está atado a una cruz latina mediante cuerdas anudadas en forma de X alrededor de brazos y piernas. Quizá esas cuerdas entrecruzadas hayan dado a los artistas la idea de representar al apóstol ligado a una cruz con los brazos en diagonal. Ya se sabe cuantas leyendas deben su nacimiento a imá­genes malinterpretadas.
   Los pies y las manos del mártir están casi siempre atadas con cuerdas. La miniatura del Menologio de Basilio donde está clavado sobre la cruz es una excepción.
   Señalemos, también a título de excepción,  un segundo atributo de san Andrés que alude al oficio que ejercía antes de su vocación: una gran red de pescador de la cual a veces emergen cabezas de peces, como en las pintores­cas sillas del coro de la catedral de San Pedro de Ginebra (siglo XV). Una es­tatua de piedra del siglo XVI, en la colegiata de Saint Vulfran de Abbeville presenta la misma particularidad (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
         Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la Capilla de San Andrés, de Juan de Hoces, en la Catedral de Santa María de la Sede, de Sevilla. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la ciudad.

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lunes, 29 de noviembre de 2021

La localidad de Utrera, en la provincia de Sevilla

     Por Amor al Arte
, déjame ExplicArte la provincia de Sevilla, déjame ExplicArte la localidad de Utrera, en la provincia de Sevilla.
Datos del Municipio
     Situación: Situada al sureste de la capital, enclavada en la zona de La Campiña.
     Coordenadas GPS: x = -5.781528 - y = 37.183326
     Extensión: 681,30 km2
     Distancia a Sevilla: 36,6
     Altitud: 49 m
     Entorno: El término municipal de Utrera está incluido en el Paraje Natural Brazo del Este, así como en la Reserva Natural del Complejo Endorreico de Utrera.
Datos del Ayuntamiento
     Dirección: plaza de Gibaxa, 1, CP. 41710
     Teléfono: 954 86 00 50
     Fax: 955 86 19 15
     Email: utrera@dipusevilla.es
     Web: www.utrera.org
Oficinas de Turismo
     Oficina Municipal de Turismo: de lunes a domingos de 10.00 a 14.00h.
     Dirección: c/ San Fernando, 2, CP. 41710
     Teléfono: 954 87 33 87
Información turística
     Como localidad, destaca por su relación histórica con el mundo del cante flamenco, la cría del toro, considerada la Cuna del Toro Bravo, y por su rica gastronomía, incluida entre los pueblos que conforman la Ruta del Arroz.
      Dos de sus platos más característicos dan nombre a los festivales flamencos celebrados aquí: 'el Mostachón de Utrera' y 'el Potaje Gitano', el más prestigioso y antiguo de España.
     Utrera posee un importante patrimonio monumental, como El Castillo, la Iglesia de Santiago el Mayor, el Santuario de Nuestra Señora de la Consolación, la Iglesia de Santa María de la Mesa y su Centro Histórico, declarado Conjunto Histórico-Artístico de Interés Cultural.
     La Semana Santa utrerana y sus fiestas patronales (la Feria de la Consolación) están declaradas también de Interés Turístico.
     No te puedes perder...   la ruta Flamenca (Diputación Provincial de Sevilla).
     La villa se encuentra situada en el sur de la provincia, próxima a la capital. En su término han aparecido vestigios arqueológicos calcolíticos y del bronce final, si bien los más numerosos son posteriores y corresponden a época romana. Desgraciadamente la mayor parte de las piezas romanas citadas por los antiguos escritores y que comprendían esculturas, elementos arquitectónicos, monedas y ajuar doméstico se hallan en la actualidad en paradero desconocido (Alfredo J. Morales, María Jesús Sanz, Juan Miguel Serrera y Enrique Valdivieso. Guía artística de Sevilla y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2004).
     El núcleo urbano de Utrera está situado en plena Campiña sevillana, en un frondoso valle, entre dos cerros que dominan las inmediaciones y está rodeado de importantes tierras de alto valor agrícola. Su perfil es predominantemente horizontal, con una inapreciable diferencia topográfica, a excepción del Castillo, de origen medieval, y su entorno que se sitúan en un altozano, con edificación adosada por el exterior al desnivel natural. Sus altitudes más significativas son: 
     Plaza del Altozano, 41,5 metros.; Plaza Iglesia de la Asunción, 45,0 metros.; Estación, 42,5 metros; y Mercado (trazado Arroyo), 35,0 metros.
     Estructuralmente en su crecimiento ha influido la topografía del relieve ya que éste se produce principalmente por el Norte que muestra una morfología llana mientras que por el Sur se paraliza por la existencia de desniveles. El asentamiento de expansión se produce adaptándose al volumen y forma del casco, situándose las edificaciones linealmente al final de cada salida de la muralla con lo que se ha conservado la red de comunicaciones lógica ya existente. Las manzanas son cerradas, típicamente medievales, en las que las fachadas eran exteriores y en el centro quedaban vacíos, que han llegado hasta nuestros días. Se pueden distinguir dos grandes zonas, separadas por el antiguo cauce del Arroyo de Calzas Anchas, hoy principal eje de actividad.
     La tipología dominante en el casco consolidado es la de Casa-patio con dos plantas (con algún caso de tres y cuatro plantas). En las periferias la tipología es esencialmente popular, por lo que aunque mantienen la altura de planta, en cambio han intervenido en sus fachadas exteriores con recubrimiento de cemento bruñido, zócalos de pinturas llamativas etc.. Los arrabales tienen una imagen degradada que contrasta con las edificaciones nuevas que surgen, tanto residenciales como industriales, que con su altura y proporciones forman un maremagnum constructivo que ahogan a las edificaciones más antiguas.
     Durante el siglo XIX y principios del XX la ciudad vio caer partes importantes de ella, pero sin duda la mayor destrucción se ha producido en las últimas décadas. Gran parte de la muralla se encuentra desaparecida, el Castillo abandonado, ruinoso, las plazas destrozadas por construcciones atípicas, muestras de un falso espíritu desarrollista que contrastan violentamente con el origen de los inmuebles que se encuentran adosados al lienzo de muralla.
     El espacio que actualmente ocupa la ciudad de Utrera no comienza a urbanizarse hasta época bajo medieval. La existencia de vestigios de ocupación anteriores en este ámbito territorial son dispersas y fragmentarias, contándose muchas veces con referencias orales siempre dudosas. Según los períodos históricos, se pueden resaltar algunos elementos dispersos en la actual planta de la ciudad, para cuyo estudio se ha contado con fuentes cartográficas, bibliográficas, orales y de prospección directa, etc. Desde los períodos más antiguos hasta los más recientes el número de estos elementos vendrá a incrementarse, en parte por la mayor presencia de fuentes de información, pero sobre todo por el incremento real de los mismos.
     Los restos arqueológicos hallados son los siguientes:
        - Las evidencias más antiguas que se constatan pertenecen a pedernales de finales del Neolítico (Morales 1981, Vol. I, p. 15), que deben pertenecer a la eclosión del poblamiento Calcolítico en este entorno geográfico durante el III milenio a.C. 
     El análisis de los restos aparecidos en los trabajos de acondicionamiento del interior del Castillo ha revelado la existencia de cerámicas pertenecientes al Calcolítico. Estos indican con toda seguridad que en el lugar en el que asienta el castillo medieval hubo una ocupación prehistórica de entidad y funcionalidad bastante desconocida. Se han reconocido abundantes materiales cerámicos realizados a mano, con tipologías propias de un Calcolítico Pleno sin sucesión de continuidad durante el periodo Campaniforme. Aunque la recolección de estos materiales se realizó sin la aplicación de metodología arqueológica, su estudio permite reconocer un lapso temporal de ocupación del lugar en sintonía con otras evidencias del entorno: en general se pueden reconocer materiales pertenecientes a la segunda mitad del III milenio a.C. (2.600 - 2.200 a.C. aprox.). Los materiales reconocidos en el Castillo responden a funcionalidades eminentemente domésticas y propias de sociedades agrícolas comunitarias, aunque la existencia de un punzón de hueso se podría relacionar con algún posible ámbito funerario. Estos materiales se han de relacionar con los localizados en otros puntos de Utrera: materiales cerámicos calcolíticos y enterramiento en cueva artificial en el Olivar Alto, dólmenes y necrópolis de la Cruz del Gato, tumba del Junquillo y en especial con los materiales localizados al otro lado del arroyo Calzas Anchas, en la Vía Marciala, de carácter similar a las piezas localizadas en el Castillo. La localización de materiales en ambos puntos (Castillo y Vía Marciala) representa la máxima concentración en los límites del Conjunto Histórico, señalando una ocupación calcolítica de este medio, en el encuentro de los arroyos Calzas Anchas y de la Antigua. Se trata de una ocupación del territorio al margen de vías de paso y en la confluencia de cursos de agua, que repite un modelo de ocupación del territorio propio de estas sociedades.
     En la periferia de estos puntos de máxima concentración se han reconocido algunos indicios, que no evidencias -ya que presentan mayores incertidumbres y no han podido contrastarse suficientemente-, de una posible extensión del poblamiento Calcolítico en un área importante del Conjunto Histórico. En este contexto se encuentran algunas cerámicas a mano encontradas en el interior del recinto medieval: piezas amorfas en c/ Sor Marciala de la Cruz 1 y en c/ Juan de Anaya 1. A estas piezas hay que añadir el hallazgo de cerámicas a mano en c/ Cristo de los Afligidos que se relacionan con un momento posterior prerromano, como luego veremos, pero que habría que analizar desde esta nueva perspectiva (se hallan depositados en el Museo Arqueológico Provincial). Más cercana a Vía Marciala hemos localizado una pieza de cerámica a mano en c/ Maestro Bernabé García, que puede indicar una zona periférica del poblamiento Calcolítico. Cabe mencionar la posible perduración de restos de una necrópolis calcolítica al norte de la población actual, en la zona conocida como La Cruz del Gato, donde durante los años 1950 tuvieron lugar algunos hallazgos que conviene tener en consideración. La localización de éstos se señala a la derecha de la carretera de Utrera a Sevilla, a una distancia aproximada de mil quinientos metros del casco urbano. Los hallazgos más significativos de este yacimiento arqueológico fueron dos dólmenes y unas cincuenta tumbas, además de una motilla que bien pudiera albergar otro dolmen (Morales 1981, Vol. I, pp. 17-33). En este mismo sentido hay que interpretar los hallazgos que tuvieron lugar durante las obras de acondicionamiento del actual polígono industrial de El Torno: aparición de tumbas muy probablemente relacionadas con esta necrópolis (comunicación oral de J. Mena y algunos obreros). Una excavación arqueológica más reciente se debe a Cruz Auñón y Rivero (1987), quienes realizaron en 1985 la excavación arqueológica de la sepultura calcolítica del Junquillo, de carácter colectivo. De estos hallazgos puede deducirse, por tanto, la existencia de un asentamiento cercano a la necrópolis, que no se sabe si podría identificarse con el cerro del castillo o con otro lugar más próximo no revelado hasta el momento; quizás los restos indeterminados, aparentemente prehistóricos, que mencionan algunos ciudadanos en la zona de La Mulata (recientemente urbanizada) pero cuyo contraste no ha sido posible -sólo hemos encontrado alguna pieza cerámica del tipo Gris Occidente, que apunta una ocupación posterior-. La configuración topográfica elevada de este entorno, apta para el control del territorio, así como la existencia de un arroyo cercano, la hace idónea en este sentido, sin embargo las noticias orales sobre este lugar son ambiguas y señalan la existencia de enterramientos individuales en fosa simple.
     De época protohistórica, las referencias con las que se cuentan hasta el momento eran algunas noticias orales de aficionados, quienes indican la aparición de una necrópolis ibérica en las obras de edificación de los que fueron terrenos del Cine Alcázar en la Vía Marciala. Otras noticias, también orales, señalaban la presencia de restos de necrópolis ibérica en las obras de la sede de Telefónica, junto al Castillo. En este sentido, no se puede confirmar el carácter funerario de tales hallazgos, pero, en cambio, sí se ha podido corroborar la existencia de un poblamiento de época ibérica en las lomas que luego serían cercadas por el segundo recinto medieval de Utrera. Los hallazgos confirmados han tenido como principales puntos de interés los siguientes: en el mismo Castillo el análisis de los restos cerámicos documentados apuntan a una cronología encuadrable en los siglos IV al II a.C., si bien pudieran ser anteriores. En c/ Sor Marciala de la Cruz 1, los materiales cerámicos reconocidos como ibéricos parecen confirmar una ocupación coetánea o alternativa en la loma de Santa María. Estos materiales señalan una amplia cronología que abarca desde el siglo VII-VI a.C. hasta el siglo III a.C., momento en el que los restos de actividad disminuyen considerablemente en todo el Conjunto Histórico. 
     Finalmente, se ha de señalar el importante registro de un pozo de desechos cerámicos a modo de testar en c/ Cristo de los Afligidos, excavado en 1979 por el Museo Arqueológico Provincial (F. Fernández, D. Oliva y M. Puya), pero cuyo conocimiento se debe a C. Florido (1987), quien realizó el estudio de sus materiales. El pozo, de planta tendente a cuadrangular y con una anchura máxima de 1.40 metros, estaba excavado en la roca adquiriendo una profundidad de 5.50 metros hasta el nivel freático. Su excavación se realizó en la parte oriental, al haber desaparecido la occidental. Esto hace pensar en una disposición del pozo en la zona de la medianera trasera de la parcela, en el encuentro con el desnivel topográfico que aprovechó en el siglo XIV la muralla de Utrera. Las conclusiones de Florido sobre este pozo señalan una mayoritaria presencia de materiales anfóricos pertenecientes a los siglos VI-V a.C., período durante el cual debió estar activo el alfar cercano que daría sentido a este testar.
     En cuanto al carácter general de los hallazgos se pueden considerar, como hipótesis de partida, una ocupación de estas lomas con una funcionalidad diferenciada entre actividades artesanales, productivas, de almacenamiento y de hábitat en las lomas del sur (Santa María y El Muro) y un posible carácter funerario en la loma del castillo, donde además de tener noticias orales en este sentido, el análisis de sus materiales diferencia a éstos por su mejor calidad: piezas reservadas para ocasiones especiales como lo eran sus funerales.
     De las referencias bibliográficas se puede rescatar una cita de Caro sobre un León de piedra antiguo maltratado (Caro 1634, p. 147) que posee una inscripción visigoda dedicada a Ebvrinvs. Morales (1981, Vol. I, p. 209), ve la posibilidad de que fuera un exvoto de los que se solían ofrendar a Hércules, debiendo considerarse ibérico ya que si hubiera sido romano así lo habría calificado Caro. El dicho león se encontraba en Utrera en tiempos del Licenciado, en casa de Gerónimo Fernández de Córdoba, caballero del hábito de Santiago. No se puede conjeturar sobre su cronología ya que estos leones pueden ser tanto ibéricos como romanos de acuerdo con sus características que se han ido desvelando recientemente. Lo que sí es cierto es que leones similares de época republicana y de función funeraria han aparecido con relativa frecuencia en la región.
     De época romana sólo se ha podido documentar algunos fragmentos de cerámica romana: un fragmento Terra Sigillata Hispánica (siglo I-II d.C.) muy rodada en el Castillo, un amorfo de Terra Sigillata Gálica (siglo I d.C.) en c/ Sor Marciala de la Cruz 1 y un borde de escudilla carenada de tipo T.S. Gálica en c/ Juan de Anaya 1. Las evidencias de cerámicas romanas en el núcleo histórico de Utrera han de corresponderse con la dispersión del poblamiento rural de época romana en pequeños núcleos, caseríos y villae, que se evidencia en otros lugares de Utrera como en el Campo de Fútbol San Juan Bosco, el Olivar Alto, Parpagón, El Cerrillo, La Laguna, El Junquillo, Las Arguardienteras y Ruedos de Consolación. En principio, no se piensa en un núcleo de población en el centro de Utrera sino más bien en una o varias unidades de explotación agrícola, aunque será preciso estudiar las características del poblamiento de transición entre el mundo ibérico y el romano en Utrera para poder explicar mejor el carácter de este poblamiento.
     La idea de que la actual Utrera no existiría como ciudad romana ya fue señalada por Morales quien también señaló la existencia de restos y huellas de edificaciones de este período (Morales 1981, Vol. I, p. 37). Morales citaba los hallazgos de época romana que en su día señalara Caro (1604, 1634...) y que reproduciría más tarde Boza (1752). De las noticias de hallazgos pertenecientes a época romana sólo algunas no ofrecen dudas sobre su localización en posición primaria, las cuales, por orden cronológico son las que a continuación se relacionan. Las primeras noticias sobre hallazgos de adscripción romana son las que en su día comunicase Caro, de las cuales sólo la primera de las noticias que siguen se podrían interpretar como una evidencia romana en principio aunque sin certeza, mas las subsecuentes sólo son indicios que empiezan a considerarse más seriamente como evidencias, en función de los recientes hallazgos realizados. Caro indica distintos hallazgos en la calle Cantera, Ponce de León, Cuartel de Caballerías, Parroquia de Santa María, Santa Brígida, Losas, Cristóbal Colón...
     La interpretación de todos estos hallazgos por parte de Morales (1981, Vol. I, p. 38-39) es que de los restos dispersos y del conocimiento fragmentario que sobre ellos se dispone no cabe concluir la existencia de una población romana en el actual casco de Utrera, lo cual está en sintonía con nuestra hipótesis. Su razonamiento es el siguiente:
        - La Ley de las XII tablas prohíbe los enterramientos dentro de las poblaciones.
        - Se debe descartar la idea de núcleo urbano en los sectores que giran alrededor de los hallazgos funerarios, por ser puntos distanciados que no señalarían ningún núcleo de población. Aunque es posible que la citada inscripción fuera una de aquellas procedentes de otros lugares del término municipal (Salpensa, Siarum...) utilizadas como material de construcción, lo cierto es que la naturaleza de los recientes hallazgos abren la posibilidad de enterramientos asociados a las citadas explotaciones rurales, como ya pensó Morales.
        - Los hallazgos en Santa María, Santiago, el Hospital y la Alhóndiga en lugares distanciados y aislados entre sí y la ausencia de una continuidad de hallazgos durante la cimentación del caserío actual serían evidencia de villae o bien de industrias que requerían agua para su desarrollo (alfares, curtidurías, etc.) - lo cual se induce por su situación en las inmediaciones del Calzas-Anchas-.
     Fuera del Conjunto Histórico, la necrópolis del Olivar Alto, excavada prácticamente en su totalidad por el Museo Arqueológico Provincial ha sido fechada en torno al siglo I d.C. por sus excavadores: esta necrópolis ha de ponerse en relación con algún núcleo de población cercano de pequeña o mediana magnitud, que pudiera haberse encontrado en la Barriada de el Tinte (la loma o cerro del Olivar Alto abarcaba desde la calle Cristo de los Afligidos hasta el otro lado de la línea del ferrocarril, en las inmediaciones de la Barriada de la Fontanilla, donde precisamente se localizó la necrópolis), por lo que ha de tenerse esto en consideración en cuanto a las supervisiones arqueológicas que debieran realizarse en el Tinte. A las referencias citadas hay que añadir la evidencia que hasta el momento se puede considerar de mayor importancia en cuanto al carácter romano del poblamiento de Utrera. Son los descubrimientos del campo de fútbol San Juan Bosco, donde (Morales 1981, Vol. I, pp. 223-226), constató la presencia de una villa altoimperial de considerables dimensiones.
     Además de los hallazgos citados, se pueden encontrar en las obras de Caro una relación de inscripciones, estatuas y otros elementos que en su mayoría, si no todos, proceden de las ciudades romanas de Salpensa y Siarum, y que, como él mismo aseguraba, fueron usadas como cantera para la edificación de muchos edificios de Utrera, encontrándose incluso como rellenos en las zanjas de cimentación de los edificios. De ese carácter alóctono pueden considerarse las siguientes inscripciones encontradas en Utrera: cinco tablas de mármol posiblemente procedentes de Salpensa de época paleocristiana que debieron pertenecer a algún templo, un cipo funerario dedicado a Flavia Prima, un basamento de estatua dedicada a Doméstico, procedente de Siarum, mármoles y cipo en el Castillo, inscripción dedicada al genio de Augusto, procedente de Zarracatín, estatuas en calle Santa Clara, Niño Perdido y Fuente de Ocho Caños, cipo dedicado a Fortuna en calle Marcos Pérez.
     En cuanto a la Edad Media, el primer recinto amurallado (fines XIII-primer cuarto XIV) estaba formado por el castillo y una muralla que discurre por las traseras de las calles Catalina de Perea, La Plaza, Plaza de la Constitución y Fuente Vieja. La superficie de este recinto era de 27 hectáreas. La reconstrucción de este trazado es hipotética a partir de la deducción topográfica y de la morfología de las manzanas, así como por algunos indicios en las medianeras traseras de algunas casas. El castillo cerraba el espolón de la colina donde se asentaba la población en un primer momento, dominando el arroyo Calzas Anchas. De sus esquinas externas se iniciaba el trazado del primer recinto de muralla. No existen lienzos conservados de este primer recinto que se identifiquen visualmente con plena seguridad. Lo que reste de los mismos debe quedar embutido entre medianeras traseras de las edificaciones que presentan su fachada a las calles aludidas. 
     Desde un análisis directo se pueden observar algunos indicios ocultos en el Hospital de la Resurrección y en algunas casas de Catalina de Perea (16 y 20) y calle La Plaza (28). Poco se puede aventurar acerca de la trama urbanística interior del primer recinto ya que la existencia de grandes conjuntos arquitectónicos posteriores, como conventos o el hospital, deben haber modificado aquélla al absorber diferentes propiedades para su conformación final. No es aventurado ubicar una primitiva iglesia parroquial de la localidad en el mismo solar de Santiago el Mayor debido a su integración en el primer recinto, su cercanía a la fortaleza y a su dedicación al santo de connotación guerrera. Debió tratarse de una parroquia mudéjar de ladrillo y armaduras de madera de planta basilical como es usual en las poblaciones de este momento que aún se conservan. El viario conservado pudiera reflejar algo del primitivo de la pequeña y efímera ciudadela aunque pensamos que debió ser diferente en gran parte debido a la funcionalidad defensiva de la población requiriendo espacios amplios para la concentración de tropa, casas de poca entidad y una ausencia de urbanismo propiamente dicho siendo más bien una ocupación de morfología espontánea de mayor concentración entorno a la iglesia parroquial.
     El exterior de este recinto debió ser absorbido por edificaciones adyacentes una vez que pierde su función en la Edad Moderna. 
     El segundo recinto amurallado incluiría el tejido urbano que queda dentro de las calles Cristo de los Afligidos, Resolana, Roncesvalles, Álvarez Hazañas y Altozano. La reconstrucción de este perímetro viene determinada igualmente por la morfología típicamente medieval y, especialmente por el dibujo de un plano de la ciudad de Utrera fechado en 1767 existente en la Iglesia de Santa María. Lógicamente, el plano reproduce la situación de la muralla en el s. XVIII pero la ausencia de expedientes de amurallamientos en la Edad Moderna en el interior de la Baja Andalucía obliga a deducir que se trata de las defensas medievales con las reformas puntuales posteriores, que habrían de ser escasas. Una de las cuestiones que más llama la atención en el segundo recinto a partir de la reconstrucción de su trazado es la separación constante entre la línea de muralla y las torres. Éstas se ajustan al tipo de "torres albarranas de flanqueo en batería". 
     Albarranas por estar adelantadas a la línea de la cerca; de flanqueo por ser esa su función enriqueciendo la capacidad defensiva en asedio y en batería, por tratarse de una solución seriada y no puntual o aislada. Esta batería de torres adelantan el flanqueo hasta 25 metros debiendo estar unidas al lienzo mediante cortinas exteriores transversales sobre arco como es usual, a modo de corachas. Este tipo de fortaleza no es muy usual aunque existe de forma recurrente en la provincia de Toledo donde habría quizás que buscar su filiación. Adaptación topográfica y destrucción. El recorrido del segundo recinto demuestra una adaptación bastante acusada a la topografía resultando con ello un recinto con superficie deudora más de los aspectos defensivos que de las necesidades derivadas del tamaño de una población. Se observan desajustes de nivel de varios metros por donde se supone con acierto que debe discurrir la cerca urbana. Ahora bien, el amurallamiento supone la erección de las cortinas sobre el escarpe reforzando con ello el desajuste topográfico. 
     Adelantadas y a cotas más bajas dispondría de las torres de flanqueo ya comentadas. Hoy día, sin embargo, no se distinguen con facilidad tramos de este muro que debería emerger en algún punto. Las observaciones in situ permiten suponer que ha debido existir una destrucción de los lienzos con posterioridad a su absorción por el caserío, cuyo alcance no se puede evaluar a la altura de la investigación.
     Se detectan algunas bóvedas a modo de covachas excavadas en el escarpe en algunas edificaciones, como por ejemplo en Álvarez Hazañas 24 o al fondo del derribo que se contempla en el número 26. Estos elementos han sido asociados a posibles torres al presentarse en la línea teórica por donde discurre el trazado de la muralla. Se entiende que deben tratarse de bodegas, las a veces denominadas "fresqueras", para conservación de alimentos en ambientes isotérmicos y oscuros, propios de la Edad Moderna y que en otras poblaciones, como Sevilla, se construyen subterráneas. Las bodegas se excavan en el frente del escarpe, al fondo de las propiedades pero son ajenas a cualquier planteamiento o uso defensivo.
     En época prerromana y romana en Utrera, la ocupación tuvo las siguientes características: 
        - Inexistencia de un núcleo urbano antecesor a la Utrera bajo medieval.
        - Localización de algunas villae rusticas dispersas en el entorno y en los mismos limites del recinto medieval del Conjunto Histórico.
        - Localización de una necrópolis iberorromana cercana a la que no podemos asociar asentamiento alguno por el momento.
        - Reutilización ordinaria de materiales romanos en las edifcaciones de la localidad procedentes de los vecinos núcleos romanos de Siarum y Salpensa.
     Durante la Alta y Plena Edad media, que comprende todo el tiempo que estos territorios estuvieron bajo el dominio musulmán, no existen noticias arqueológicas, salvo la posible relación de los enterramientos en las calles Losas y Cristóbal Colón con este momento. Según se desprende de lo que decían los moriscos viejos de Utrera en tiempos de Rodrigo Caro, "que es tradición entre ellos que Utrera fue pueblo de moros, y que le llamaban Hatrera. Simbolizan con este nombre muchos como Motrera, Atrera, Butrero, que son castillos y dehesas de cerca de aquí", podemos entender con Morales (1981, Vol. I, p. 235), que hacia el momento de la conquista de Sevilla, en 1248, Utrera era un pobre lugarejo árabe, abierto, sin fortaleza, sin torres, sin murallas, ya que si bien hablan las crónicas hasta de simples castillos y torres, no dicen nada de Utrera.
DOMINIO CRISTIANO DE UTRERA
     La repoblación bajomedieval de la ciudad y término de Utrera se enmarca en el contexto más amplio de la de las amplias zonas de frontera existentes en Andalucía durante los siglos XIII y XIV, y en concreto en la del sector meridional de la Campiña sevillana, donde, salvo los enclaves que garantizaban la primera línea de frontera, la repoblación tardó bastante tiempo en realizarse (González Jiménez 1997, p. 151).
     La conquista del espacio territorial que ocupa Utrera es probable que se produjese entre 1240, fecha en la que Morón y Cote se entregan por medio de pactos y 1248, fecha de la conquista de Sevilla. La conquista de Carmona en 1247 hace pensar que el territorio intermedio entre estas poblaciones debió quedar bajo poder cristiano, si bien muy despoblado de cristianos. Según Morales (1975, pp-14-15), la conquista de Utrera, una alquería o aldehuela árabe desguarnecida, debió producirse hacia 1252. Estas fechas tan tardías se comprenden entendiendo que la conquista de Utrera se realizó desde Sevilla una vez conquistada ésta; no obstante, que la población musulmana fortificada más cercana a Utrera, ya sea Facialcázar, Alacuás (Torres Alocaz) u otra, pudiera sostener un dominio efectivo sobre este territorio enemigo situado entre poblaciones cristianas de la entidad de Morón y Sevilla en un período tan convulso, parece poco probable. Lo que queda fuera de toda duda es que a partir de 1253 el territorio utrerano está integrado en el alfoz de Sevilla; si seguimos a González González (1993, p. 372), en 1251 se dio el fuero, en 1253 se hizo el Repartimiento, y a finales de ese mismo año se amplió el alfoz de Sevilla, dentro de cuyos límites quedaba integrada Utrera.
     Según González Jiménez (1997, p. 152), si bien la mención de Utrera en el Repartimiento de Sevilla (siglo XIII) puede hacer pensar en una pronta implantación de pobladores en este lugar, lo cierto es que de los 183 beneficiarios de donadíos menores, la inmensa mayoría eran miembros del entorno del rey y servidores de su casa, así como residentes o vecinos de Sevilla, que por entonces acogía la corte; según este autor, estos beneficiarios no pueden considerarse, estrictamente como repobladores de Utrera y de hecho, como sucedió en otros lugares, debieron de desprenderse pronto de estas parcelas.
     Todo apunta a que Utrera no era por aquel tiempo más que uno de los pagos o zonas en que se dividía el gran distrito de Facialcázar, núcleo de población en otro tiempo (Facialcázar mismo en época musulmana y Salpensa en época romana), pero ya despoblada (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
Utrera, Cuna Histórica del Flamenco y del Toro Bravo
     Utrera se encuentra a 32 km de Sevilla capital, al sureste y en la comarca de la Campiña. Su término municipal está incluido en el Paraje Natural del Brazo del Este, así como en la Reserva Natural del Complejo Endorreico de Utrera.
     Utrera, pertenece a la Comarca de La Campiña, con una extensión de 681'30 km², a una altitud de 49 m. sobre el nivel del mar, y con 50.665 habitantes.
    Al sureste de Sevilla, en la comarca de la Campiña, un destino singular repleto de historia, su arte y cultura aguarda al visitante: Utrera.
     Es una de las ciudades más longevas de la provincia sevillana. Su cultura se remonta a los tiempos del Neolítico con el descubrimiento de la necrópolis de Oliver Alto. En la época romana Plinio la situó entre las ciudades más importantes de la Bética con el nombre de Castra binaria. Su actual nombre es posible que proceda de Odres o Utres, donde se transportaba el vino. En la época visigoda se pierde la historia de Utrera, aunque más tarde, en la época musulmana, renueva su importancia, alcanzando su cenit cuando, tras la conquista por parte de Fernando III, fue donada a más de 200 caballeros.
     En 1253, Alfonso X consolidó la conquista castellana, aunque los musulmanes volvieron a conquistarla en 1340, en tiempos de Alfonso XI, y la destruirían en 1368. Ya una vez acabada la conquista cristiana, en el siglo XVI, la belleza e importancia de Utrera no volvería a perderse. Tanto es así que cuando Felipe II visitó Sevilla en 1570 figuró como la primera población del reino. Sin embargo, en 1649, la peste bubónica acabó con más de la mitad de sus habitantes, dejando al pueblo en la miseria. De nuevo en el siglo XIX, en la guerra de la Independencia, Utrera padeció unos efectos devastadores y no fue hasta 1842 cuando volvió a emerger de esta nueva crisis.
     Utrera posee una impresionante riqueza monumental como se puede deducir del importante patrimonio histórico existente en la localidad. Desde las ruinas medievales, iglesias góticas y palacios nobiliarios, hasta las haciendas y cortijos propios de la comarca, han definido la idiosincrasia de esta localidad.
     Utrera ha sido siempre de tradición agrícola y ganadera. Sus yeguadas, de gran reconocimiento internacional, presentan ejemplares únicos. Aunque si algo la distingue de verdad es su esencia taurina. Aquí se origina la cría del toro de lidia y las primeras ganaderías de la tauromaquia. Por eso se la conoce como la Cuna del Toro Bravo.
     Además, esta señera ciudad del bajo Guadalquivir es madre de grandes artistas del flamenco, de renombre y fama internacional. Enrique Montoya, las hermanas Fernanda y Bernarda o el inimitable Bambino, padre de la rumba moderna, nacieron y vivieron en Utrera, entre otros cantaores populares oriundos de esta tierra. Pasea por sus calles y respira el arte de su gente en cualquiera de sus añejas tabernas, solo así entenderás por qué Utrera es la Cuna Histórica del Flamenco.
     Y, por supuesto, prueba el famoso mostachón de Utrera, el rico bizcocho típico que puedes consumir a cualquier hora del día y durante todo el año.
     Vive Utrera, un rincón de Andalucía ligado al toro y el flamenco, símbolos internacionales.
     Para llegar en coche desde Sevilla debes tomar la A-376 hasta llegar a tu destino.
     En tren, la línea de cercanías C1 desde la Estación de Santa Justa de Sevilla hace parada en Utrera. Pero si decides viajar en autobús, la línea M-221 que parte de la capital sevillana tiene conexión directa con este destino.
     Disfrutarás descubriendo cada rincón de Utrera paseando por su casco histórico. Pero si no quieres cansarte, tienes la posibilidad de usar el autobús urbano. Este cuenta con dos líneas que comunican cada punto de la ciudad. La empresa encargada es Los Amarillos.
     Visita la iglesia de Consolación y descubre la primera Virgen que tuvo la romería más grande de España, prohibida en el siglo XVIII.
     Disfruta de un auténtico espectáculo con más de 600 años de historia: el repique de los campaneros en la iglesia de Santiago el Mayor durante las fiestas locales. Son verdaderos acróbatas en el aire.
     Entra en las tabernas de Utrera y embriágate del cante flamenco de alguno de los espontáneos.
     Monta un Pura Raza Española en las yeguadas utreranas, ejemplares únicos de reconocido prestigio internacional.
     Conoce la historia del toro bravo visitando alguna de las ganaderías importantes de Utrera.
     Celebra un Día de Andalucía diferente en Utrera con la marcha tradicional en bicicleta por el pueblo.
     Degusta la exquisita gastronomía uterana con platos típicos como la cola de toro y los potajes gitanos.
     Prueba el mostachón de Utrera, un dulce tradicional que ha dado fama a la localidad.
     Goza del flamenco en sus dos festivales famosos, El Potaje de Utrera en junio y El Festival del Mostachón en otoño.
     Si quieres conocer la riqueza monumental de Utrera comienza tu visita en la Plaza Gibaxa, donde se ubica el Ayuntamiento. Sorpréndete por su singularidad, ya que anteriormente fue el palacio del Conde de Vistahermosa, el primer ganadero de toros bravos de nuestro país. Pasea por sus espectaculares salones, cada uno de ellos con una decoración y temática diferente.
     En la esquina verás la actual oficina de Correos. Tiene una lápida conmemorativa a los dos grandes dramaturgos que en ella nacieron, los hermanos Serafín y Joaquín Álvarez Quintero. Y es que Utrera es tierra de artistas, algo que comprobarás recorriendo sus calles. Dirígete ahora hacia la Iglesia de Santa María de la Mesa, llamada así porque está sobre un cerro con forma de meseta. Es un templo medieval diferente al que puedes ver en otros lugares, pues su torre es central, una característica de las iglesias góticas de Utrera.
     A tan solo cinco minutos a pie llegarás a otra zona monumental muy importante. En ella puedes visitar la iglesia de Santiago, en la cual cada fiesta los campaneros hacen un espectáculo digno de admirar. En frente está el convento de las Carmelitas, donde puedes comprar su exquisita repostería, además, si tienes suerte, las escucharás cantar. Dicen que son voces celestiales. Cerca de aquí tienes la Plaza de la Constitución, en la que se levanta el monumento al gran cantaor flamenco, Enrique Montoya. Este rincón es muy querido por los utreranos, pues ellos mismos solicitaron este homenaje al artista local. De igual modo, existen otros dedicados a Bambino, las hermanas Fernanda y Bernarda y a Enrique Morante, en diferentes puntos de la localidad.
     Por este barrio se alza también el castillo árabe. Aquí aprenderás mucho sobre la historia medieval de Utrera, gracias al Centro de Interpretación del interior de la Torre del Homenaje. Pero para pasear por un lugar curioso de esta localidad, adéntrate en el callejón del Niño Perdido en pleno centro histórico. Este corresponde a la antigua judería y tiene un encanto especial, siendo uno de los rincones más fotografiados.
     Para terminar esta ruta, debes visitar el Santuario de Ntra. Sra. de Consolación, donde reside la patrona de los utreranos. La romería en honor a esta virgen fue antaño la más importante de nuestro país, hasta que el rey Carlos III la prohibiera por considerarla incontrolable. Aún así, son muchos los devotos que siguen rogando sus milagros. Un dato curioso es el barco de oro que porta en su mano, el cual fue donado por una tripulación a la que según cuenta la tradición, salvó del hundimiento. La Virgen de Consolación de Utrera fue muy venerada por los marineros que en el siglo XVI salían del puerto de Sevilla hacia el Nuevo Mundo, por eso se considera la primera imagen marinera en zona de tierra (Turismo de la Provincia de Sevilla).
       Si quieres, por Amor al Arte, déjame, ExplicArte la provincia de Sevilla, déjame ExplicArte la localidad de Utrera, en la provincia de Sevilla. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la provincia sevillana.

Más sobre la provincia de Sevilla, en ExplicArte Sevilla.

La localidad de Utrera, al detalle:
El Águila
El Ahijadillo
La Alcantarilla
El Alcázar
Los Alcornocalillos
El Alcornoquillo
El Algarbe
Alguaciles Bajos
El Alhorín
El Amarguillo
Antoñuelo
Arca del Agua
La Arena
Arenal Gordo
Arrecifes Altos
Arroyo Hondo
Arroyo del Moro
Los Asientos
Las Atalayas
La Aujuria
Casa El Conde
Casa de la Cultura
Casa Palacio de los Marqueses de Tous
Casa Surga
Casas Solariegas
Caserío del Conde
Castillo - Fortaleza
Castillo de la Alcantarilla
Ciudad romana de Salpensa
- Colegio Salesiano Nuestra Señora del Carmen
- Convento de la Purísima Concepción
- antiguo Convento de San Francisco
- Cortijo Nuestra Señora del Carmen
Cortijo El Torbiscal
Cruz del Gato
Cruz del Gato I
- antigua Ermita de San Miguel
Fábrica de Aguardientes La Flor de Utrera y Horizonte
Fuente de los Ocho Caños
Fuente Vieja del Campo I
Hacienda La Montañesa
Hacienda de Vallehermoso
- Iglesia de San Bartolomé
- Iglesia de San Francisco
- Iglesia de Santiago
- Iglesia de Santa María de Mesa
La Machorra La Garbana
Pinzón
Pozos de Sal de Valcargado
Presa de Lopera
Puente de los Acarreadores
Puente de Alcantarilla
Salinas de Valcargado
- San Francisco
- San Rafael
- Santuario de Consolación
- Teatro Municipal Enrique de la Cuadra
Torre del Águila
Torre Alocaz
Torre del Bollo
Torre Lopera
Torre de la Marisma
Torre de Valcargado
Torre de la Ventosilla