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martes, 31 de diciembre de 2024

La pintura "Tránsito de San Juan Francisco Regis, en presencia de Cristo y la Virgen", de Domingo Martínez, en el Retablo de San Juan Francisco Regis, de la Iglesia de San Luis de los Franceses

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la pintura "Tránsito de San Juan Francisco Regis, en presencia de Cristo y la Virgen", de Domingo Martínez, en el Retablo de San Juan Francisco Regis, de la Iglesia de San Luis de los Franceses, de Sevilla.     
     Hoy, 31 de diciembre, en el territorio de La Louvesc, en los montes cercanos a Puy-en-Vélay, en Francia, Memoria de San Juan Francisco Regis, presbítero de la Orden de la Compañía de Jesús, el cual, peregrinando por montes y aldeas, procuró sin descanso la renovación de la fe católica en las almas de los habitantes, mediante la predicación y la celebración del sacramento de la penitencia (1640) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
     Y que mejor día que hoy, para ExplicArte la pintura "Tránsito de San Juan Francisco Regis, en presencia de Cristo y la Virgen", de Domingo Martínez, en el Retablo de San Juan Francisco Regis, de la Iglesia de San Luis de los Franceses, de Sevilla
     La Iglesia (desacralizada) de San Luis de los Franceses [nº 40 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 78 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la calle San Luis, 37; en el Barrio de la Feria, del Distrito Casco Antiguo.
   Uno de los retablos embutidos en los cuatro machones que sostienen la cúpula de la Iglesia de San Luis de los Franceses, ejemplifican diversos aspectos de la religiosidad jesuítica, encarnados en sus principales santos, en este caso el de San Juan Francisco Regis.
  Domingo Martínez es el autor de la pintura "Tránsito de San Juan Francisco Regis en presencia de Cristo y la Virgen". Es la figura central de la pintura del siglo XVIII sevillano, tanto por ser el continuador de la gran pintura del XVII durante la primera mitad del setecientos, encarnando el aprecio y la consideración que aún mantenía la obra de Murillo, como por asimilar con gran facilidad las novedades que le aportaron los pintores franceses e italianos que acompañaron a Felipe V en su estancia sevillana entre 1729 y 1733. Su amistad con Jean Ranc se tradujo en la asimilación de la vistosidad de la pintura cortesana y oficial. Pronto se sucederán los encargos y trabajará para casi todas las grandes órdenes que se asentaban en Sevilla (benedictinos, jesuitas, mercedarios, franciscanos, dominicos...). En cualquier gran empresa artística emprendida en la ciudad aparecerá unas veces como pintor, otras como diseñador de retablos, muralista e incluso como arquitecto -entendido como diseñador de ornamentos-. En la catedral será contratado como arquitecto y pintor, realizando el diseño del grabado del monumento y la decoración de la capilla de la Antigua. En realidad el taller de Domingo Martínez actuaba con una gran empresa de decoración en la que se incluían tanto las labores propias de un diseñador de interiores como las de pintor muralista, pintor de caballete de grandes formatos o miniaturista, además de las labores de policromador y dorador de retablos y de esculturas.
     Por otra parte encarna el prototipo de pintor erudito siguiendo el espíritu heredado de los fundadores de la Academia, derivado de la tradición humanista de la escuela sevillana. De ahí que le interesen los temas bíblicos y alegóricos y sepa combinarlos con la pintura de historia, por lo que se adapta perfectamente al uso didáctico y elocuente que la pintura tiene en este edificio. El estudio del inventario de su biblioteca y de los bienes muebles que se conservaban en su casa y taller, a su muerte, ha permitido saber que la posición social del pintor era bastante holgada, e incluso privilegiada. Era un hombre culto que se expresaba más que correctamente, algo no frecuente en el medio artístico y que estaba muy interesado por las matemáticas, el pensamiento, la religión y muchos otros aspectos de la cultura. A lo largo de su carrera se puede comprobar una paulatina valoración de su obra. Además de recibir encargos de las principales parroquias y conventos de la ciudad tendrá como mecenas al Arzobispo don Luis Salcedo y Azcona, a la reina Isabel de Farnesio y probablemente a muchos notables personajes que enviaron sus obras por toda la geografía española, Burgos, Soria, Madrid y Jaén. La oferta para que se trasladase a Madrid debió ser tentadora, aunque prefirió permanecer dominando el medio artístico sevillano. En paralelo al desarrollo de su gran obrador hay en su catálogo obras magistrales junto a otras donde la intervención del taller es evidente y la calidad, baja. Al contrario de lo que la crítica antigua expresó, hay que valorar sus composiciones, siempre compensadas y estudiadas, y aunque se apoye en estampas, suelen estar interpretadas de forma original.
     Su pintura mural que juega con perspectivas forzadas, demues­tra el conocimiento de la obra del hermano Pozzo, cuyo tratado se registra biblioteca, y el de otros muralistas barrocos, aunque es todavía más estrecha su deuda con Lucas Valdés. Igualmente, en contra de la opinión de los eruditos de su siglo y del siguiente, su dibujo es resuelto y eficaz y su colorido tiene gran variedad de registros, desde un colorismo cercano al rococó al tenebrismo heredado del Siglo de Oro. Sus tipos humanos derivan de los perfiles masculinos de Valdés, con siluetas puntiagudas y angulosas, las figuras femeninas son más corpulentas y muy características de su mano, los niños-ángeles, aunque derivados del mundo infantil de Murillo, tienen personalidad propia, con cabezas más redondas que, casi siempre, siguen un modelo fácilmente identificable (Juan Luis Ravé Prieto, San Luis de los Franceses. Arte Hispalense, 89. Diputación de Sevilla, 2010).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de San Juan Francisco Regis, presbítero
:
   Jesuita francés motejado el Apóstol del Velay.
   Nació en 1597 en Fontcouverte, pequeño pueblo de la región de Bas Languedoc. En 1616 ingresó en el noviciado de los jesuitas de Toulouse. Su prédica devolvió a la fe católica a muchos campesinos de las regiones de Cévennes y de Velay que se habían hecho protestantes. En el Mediodía francés fundó asilos para mujeres arrepentidas.
   Murió en 1640 en La Louvesc, Vivarais,  en cuya iglesia se conserva su tumba.
CULTO
   Fue beatificado en 1716.
   Canonizado por el papa Clemente XI en 1737, por solicitud de los reyes de Francia y España, fue el primer jesuita francés elevado a la dignidad de santo.
   Su popularidad fue tan grande que el apellido Régis se convirtió, al igual que el de San Francisco Javier o el de Santa Francisca de Chantal, en un nombre de pila muy corriente.
   Fue adoptado como santo patrón por los encajeros de Puy en Velay, porque con el objeto de procurar trabajo a las mujeres arrepentidas, consiguió del rey la abolición de un edicto suntuario que prohibía llevar encajes.
ICONOGRAFÍA
   Su atributo es un crucifijo que presenta a un moribundo (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
Conozcamos mejor la Biografía de Domingo Martínez, autor de la obra reseñada;
    Domingo Martínez, (Sevilla, 1688 – 1749). Pintor.
     Fue este artista la personalidad dominante dentro del ámbito de la pintura sevillana a lo largo de la primera mitad del siglo XVIII; fueron sus maestros Lucas Valdés y Juan Antonio Osorio. Las escasas noticias biográficas que de él se poseen lo presentan como hombre de buen temperamento, ingenioso y emprendedor al tiempo que culto y estudioso, poseedor de una amplia biblioteca. Tuvo numerosos discípulos, entre los que sobresalieron Juan de Espinal, Andrés de Rubira y Pedro Tortolero.
     La labor pictórica de Martínez le revela como uno de los mejores pintores hispanos en la época en que le correspondió vivir, circunstancia que le fue reconocida en su propia existencia. En efecto, en 1733 cuando la Corte de Felipe V e Isabel de Farnesio dio por concluida en Sevilla una estancia que se había iniciado en 1729, Martínez fue invitado a viajar a Madrid para trabajar allí como pintor real. Esta propuesta debió de estar motivada por la estrecha amistad que Martínez mantuvo en Sevilla con el pintor francés Jean Ranc, quien debió de realizarle la oferta de trabajar en Madrid. Sin embargo, el artista sevillano declinó esta proposición y optó por continuar su actividad artística en su ciudad natal.
     El estilo artístico de Domingo Martínez presenta características perfectamente definidas y en ellas se constata en primer lugar una base fundamental que se apoya en la pervivencia en él del influjo de Murillo, que es general en todos los pintores sevillanos activos en el primer cuarto del siglo XVIII. En segundo lugar, Martínez, a partir de 1729, fue receptivo a los efluvios estilísticos que emanan de la pintura francesa con la cual conectó durante los años en que la Corte residió en Sevilla; su amistad con Ranc, con quien convivió estrechamente durante cinco años, fue fundamental en este sentido. Finalmente, en la época postrera de su vida, a partir de 1745, Martínez asimiló en su arte referencias estilísticas procedentes del estilo Rococó, que en aquellos momentos comenzaba a difundirse por España.
     Como artista prolífico que fue, se advierte en la producción de Domingo Martínez una gran diferencia entre las pinturas realizadas por él personalmente y las que ejecutó contando con la colaboración de los discípulos y ayudantes que trabajaban en su obrador.
     En las creaciones efectuadas mayoritariamente por él mismo se constata una gran facilidad compositiva, un dibujo fácil y virtuoso y un marcado dominio del color, estando todos estos factores puestos al servicio de un arte amable, vistoso y decorativo que plasma un gusto totalmente coincidente con el espíritu de su época. Dominó, además, el arte de la perspectiva, aspecto que le permitió dedicarse con éxito a la pintura mural, modalidad en la que realizó excelentes creaciones.
     La amplitud del repertorio de obras conocidas de Domingo Martínez evidencia que fue un artista prolífico, ampliamente solicitado por la clientela civil y eclesiástica sevillana y también demandado por foráneos que llevaron las obras adquiridas a lugares tan alejados de Sevilla como Madrid, Jaén, Burgos, Soria y Cuenca.
    Entre sus realizaciones artísticas más importantes destaca en primer lugar su participación en 1718, con Gregorio Espinal, en la decoración mural de la capilla sacramental de la iglesia de San Lorenzo de Sevilla, donde ejecutó obras de simbología eucarística que han llegado muy mal conservadas hasta hoy. Posteriormente, en 1724 llevó a cabo el amplio conjunto pictórico que decora el interior de la capilla del colegio de San Telmo de Sevilla, entidad dedicada a educar a niños que en el futuro serían marinos de la flota española. Allí pintó, por lo tanto, un repertorio de lienzos donde los niños son protagonistas, como La presentación del Niño en el templo, Cristo discutiendo con los doctores en el templo, Cristo bendiciendo a los niños y Cristo entrando en Jerusalén.
    En 1727, Martínez aparece realizando la decoración al temple de la bóveda del presbiterio de la iglesia de la Merced de Sevilla, con personajes bíblicos y escenas alegóricas de la misión redentora de los mercedarios.
     También hacia 1727 decoró con dos grandes lienzos el presbiterio de la iglesia del convento de Santa Paula de Sevilla en los que se representa La partida de santa Paula a Oriente y La muerte de santa Paula y hacia 1733 ejecutó los treinta y dos pequeños lienzos que se integran en el retablo de la iglesia del Buen Suceso de Sevilla y también las pinturas que se encontraban en los altares laterales de la nave de la iglesia. De 1733 es también la hermosa Inmaculada que se conserva en la iglesia de San Lesmes de Burgos, y en torno a esta fecha realizaría también La Sagrada Familia con san Francisco y santo Domingo que fue adquirida por la reina Isabel de Farnesio, quien la donó después al convento de Santa Isabel de Madrid.
     En torno a 1735, al servicio del arzobispo de Sevilla, Luis de Salcedo y Azcona, ejecutó para la iglesia parroquial de Umbrete dos pinturas de excelente calidad y de gran formato en las que representó a Santa Bárbara y a San Juan Bautista. Al servicio también del mismo arzobispo, Martínez decoró también con lienzos de gran formato la capilla de la Virgen de la Antigua de la catedral de Sevilla, narrando los principales milagros que dicha Virgen había realizado durante la conquista de Sevilla por san Fernando. La vinculación de Martínez con el arzobispo Salcedo culminó con la realización por parte del artista del magnífico Retrato que representa a dicho prelado y que se conserva actualmente en el palacio arzobispal de Sevilla.
    Otras obras importantes de Martínez son La apoteosis de la Inmaculada, que se conserva en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, obra que puede fecharse en torno a 1735. De 1740 es la representación de La Virgen de los Reyes con san Hermenegildo y san Fernando, que se conserva en la capilla del Alcázar de Sevilla; en torno a esta misma fecha puede situarse El nacimiento del profeta Elías, que pertenece al Banco Bilbao Vizcaya Argentaria en Madrid. También obras importantes de esta época son la representación de San Ignacio en la cueva de Manresa, que pertenece al convento de Santa Isabel de Sevilla y La Coronación de la Virgen, que se conserva en la iglesia de la Hermandad de las Cigarreras de esta misma ciudad. Hacia 1675 finalizó en Sevilla el proceso decorativo llevado a cabo en los muros de la iglesia de San Luis de los Franceses, donde se representa una Apoteosis de la Orden jesuítica y de estos mismos años debe de ser la pintura de La Divina Pastora que se guarda en el convento de los capuchinos de Sevilla.
     Obras realizadas para Jaén hacia 1745, son La Transfixión de la Virgen, conservada en la catedral de dicha ciudad y El Niño Jesús pasionario que figura en la portezuela de un sagrario en la parroquia de San Mateo de Baños de la Encina.
     Importante es también el conjunto pictórico realizado por Martínez para decorar la iglesia del Antiguo Hospital de Mujeres de Cádiz, obra ejecutada hacia 1748 y que es, por lo tanto, una de las últimas realizaciones artísticas de este pintor.
     Fue también Martínez excelente intérprete de temas profanos, como reflejo de la existencia en Sevilla en el segundo tercio del siglo XVIII de un intenso ambiente cultural que proporciona a los artistas referencias literarias o mitológicas; así lo constata el precioso conjunto de cuatro pinturas que representan las estaciones del año y que se conservan en una colección particular de Vigo, o El Niño pastor flautista, que pertenece a una colección de Hamilton (Canadá). Sin embargo, la obra culminante de asunto profano de Martínez fue la realización de ocho pinturas en las que se representan otros tantos Carros alegóricos que la Real Fábrica de Tabacos de Sevilla le encargó para que sirvieran de testimonio y recuerdo de las fiestas y desfiles celebradas en esta ciudad con motivo de la exaltación al trono de España de los reyes Fernando VI y Bárbara de Braganza. Constituyen estas pinturas una extraordinaria aportación para el conocimiento del ambiente urbano de la Sevilla de aquella época y también de la fisonomía de las distintas clases sociales que participaron o contemplaron los citados festejos (Enrique Valdivieso González, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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