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Intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla", de Onda Cero, para conmemorar los 800 años de la Torre del Oro

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domingo, 25 de agosto de 2019

La Iglesia (desacralizada) de San Luis de los Franceses


     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la Iglesia (desacralizada) de San Luis de los Franceses, de Sevilla.    
   Hoy, 25 de agosto, Memoria de San Luis IX, rey de Francia, que se distinguió excepcionalmente por su activa fe, tanto en tiempo de paz como durante guerras interpuestas en defensa del cristianismo, y por la justicia en el gobierno, el amor a los pobres y la constancia en la adversidades. Tuvo once hijos en su matrimonio, a los que educó de una manera inmejorable y piadosa, y gastó sus bienes y fuerzas, y su vida misma, en la adoración de la cruz, la corona de espinas y el sepulcro del Señor, hasta que, estando acampado cerca de Túnez, en la costa de África del Norte, murió contagiado de peste (1270) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
   Y que mejor día que hoy para ExplicArte la Iglesia (desacralizada) de San Luis de los Franceses, de Sevilla.
   La Iglesia (desacralizada) de San Luis de los Franceses [nº 40 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 78 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la calle San Luis, 37; en el Barrio de la Feria, del Distrito Casco Antiguo.
   "Del orbe la octava maravilla". Con estas palabras fue definida la iglesia de la antigua calle Real de San Luis tras su consagración y dedicación al santo francés en 1731. En aquel momento supuso el asentamiento definitivo de los jesuitas en Sevilla, instalados en la ciudad desde 1554 y cuya Casa Profesa (actual iglesia de la Anunciación y Facultad de Bellas Artes) se había iniciado en 1556. El origen del noviciado de los jesuitas estuvo en la donación de unas casas, por parte de Doña Lucía de Medina, que pasaron a la Compañía de Jesús en el siglo XVII. Este edificio llegó a nuestros días muy transformado por las reformas del siglo XVIII.

   El noviciado estuvo en uso hasta 1767, año en que los jesuitas fueron expulsados de España por Carlos III. Después se usó como seminario clerical; a partir de 1784 fue usado por los padres franciscanos del Convento de San Diego. Este uso se mantuvo hasta 1810 cuando, con la invasión francesa, se convirtió en residencia para sacerdotes ancianos. A partir de 1812, volvió a ser usado por los franciscanos, hasta que, en 1817, regresan los jesuitas. En 1835, vuelven a ser expulsados los jesuitas y en 1837 se convierte en Hospicio Provincial. En el siglo XX, a partir de 1931, pasó a ser usado como Residencia - Escuela para los acogidos por la beneficencia.
   La iglesia de San Luis es uno de los ejemplos más sobresalientes del arte barroco sevillano, suponiendo la incorporación de las formas espaciales y compositivas propias de la arquitectura romana. Su realización debe mucho a la presencia de la Corte de Felipe V en Sevilla (1729-1733), en el periodo conocido como lustro real. Una muestra de su carácter de propaganda barroca: la ceremonia de su dedicación, con procesión incluida de Arzobispo y personalidades de la nobleza, comenzó a las siete de la mañana y no concluyó hasta el mediodía, siendo incluso publicado el sermón que se proclamó en honor de San Luis Rey de Francia.

   El edificio presenta planta central, con forma de cruz griega inscrita en un rectángulo. El templo está precedido de un atrio que sirve de sotocoro, alojándose la sacristía y otras dependencias en la cabecera, tras el altar mayor. Los brazos de la cruz terminan en forma de exedra y en el centro del crucero se eleva una potente cúpula sobre tambor circular. Una tribuna con  arcos de medio punto apoyados en columnas constituye el coro, apareciendo otra serie de balcones cerrados con celosías sobre los machones que soportan la cúpula. A estos se adosan columnas salomónicas con capiteles compuestos y dados de entablamento, determinando una línea ascendente helicoidal. Acertados motivos decorativos y pinturas murales confieren al conjunto un aspecto de teatralidad barroca, llegándose a la total unidad entre arquitectura, escultura y pintura.
   La fachada exterior consta de dos cuerpos divididos  en cinco módulos, de los cuales el central está potenciado por medio de las columnas que enmarcan el vano y por la mayor abundancia de decoración. Los paramentos están realizados en ladrillo avitolado, mientras los soportes y elementos sustentantes se ejecutan en piedra, siguiendo la bicromía tan característica del barroco sevillano. Un frontón trilobulado, rematado por las figuras de los tres arcángeles (Miguel, Rafael y Gabriel), corona el módulo central. En los extremos de la fachada se elevan dos torres de sección octogonal en las que se sitúan las figuras de los Evangelistas.
   La construcción se inició en 1699 y se atribuye a Leonardo de Figueroa, el gran creador de la arquitectura barroca sevillana, aunque se considera que la planta vino impuesta por la Compañía de Jesús. En las obras intervinieron asimismo Antonio Matías de Figueroa y Diego Antonio Díaz. El templo lo inauguró el arzobispo Luis de Salcedo y Azcona en 1731.

   En el interior de la iglesia destacan por igual el conjunto de retablos, las pinturas que recubren los muros laterales y la cúpula. Las correspondientes a esta última zona están atribuidas a Lucas Valdés, representando temas eucarísticos y fingidas arquitecturas que contribuyen a dilatar el espacio del recinto. Antes de llegar a la cúpula pintada se nos muestra una variada muestra escultórica. Delectando docere. Enseñar deleitando. Un catecismo ilustrado para los futuros jesuitas. Esta concepción didáctica de la decoración motiva la aparición en el tambor de la cúpula de representaciones en barro policromado de fundadores de las principales órdenes religiosas: San Benito, Santo Domingo de Guzmán, el Profeta Elías, San Pedro Nolasco, San Francisco de Paula, San Juan de Mata, San Francisco de Asís y San Agustín. Por encima de estas figuras aparecen unas representaciones simbólicas de las virtudes que debían tener los novicios si se querían convertir en buenos religiosos: Caridad de Dios, Pobreza, Obediencia, Mortificación, Humildad, Oración, Castidad y Caridad al Prójimo. Todas estas esculturas salieron del taller de Pedro Duque Cornejo. 

El retablo mayor es un compendio de elementos barrocos, en el que no existe ningún criterio de ordenación. Esculturas, pinturas, elementos arquitectónicos, reliquias ... constituyen un abigarrado conjunto rematado con un gran dosel con corona real, coronamiento habitual en los retablos sevillanos del siglo XVIII que incide en su carácter teatral. Recopila cuadros y esculturas de diversa procedencia como el propio lienzo de San Luis o un lienzo de la Virgen con el Niño de influencia italiana. El diseño del retablo se debe al escultor Pedro Duque Cornejo y se fecha en 1730. Como pieza central de la iglesia llegó a sufrir numerosas críticas en el periodo neoclásico cuando fue definido como obra de "mal gusto y lleno de espejitos y laminitas".
   En los brazos laterales de la cruz se sitúan los retablos dedicados a San Francisco de Borja y San Estanislao de Kostka, obras asimismo realizadas por Pedro Duque Cornejo en 1730. El primero muestra al antiguo menino de la Corte de Carlos V en el acto de contemplar la calavera de Isabel de Portugal, toda una vanitas del barroco; el segundo es un santo de origen polaco modelo de virtudes jesuitas. Ambos retablos muestran el mismo esquema, componiéndose por un banco, un cuerpo separado por tres calles y un ático. La escultura del titular centra cada composición, repartiéndose por ambos diferentes pinturas en formatos mixtilíneos, alusivas a la vida de cada santo, realizadas por Domingo Martínez.

   En los cuatro machones que soportan la cúpula se sitúan otros tantos retablos dedicados a San Francisco Javier, San Ignacio de Loyola, San Juan Francisco de Regis y San Luis Gonzaga. Los dos primeros presentan estructura similar y se decoran con espejos, relicarios y pinturas relativas a la vida del santo debidas a Domingo Martínez. El diseño corresponde a Duque Cornejo, si bien se considera la intervención de Juan de Hinestrosa en la figura de San Francisco Javier. Los otros dos retablos presentan un esquema más recargado, presentando esculturas del Ecce Homo y la Dolorosa, imágenes cercanas al estilo de Pedro de Mena.
   En cuanto a las pinturas decorativas que cubren los muros de la iglesia, perfecto complemento de la decoración de los retablos, fueron realizadas por dos artistas: Lucas Valdés, que realizó la decoración pictórica del intradós de la cúpula; y Domingo Martínez, que en 1743 decoró la exedra de los pies de la iglesia con una Apoteosis de San Ignacio, obra de marcado carácter escenográfico que pretende continuar de forma fingida, la arquitectura real del edificio. Por último, en el muro del fondo del coro se muestran unas pinturas de ángeles que fueron realizadas en 1949 por Juan Miguel Sánchez (Manuel Jesús Roldán, Iglesias de Sevilla. Almuzara, 2010). 
     La iglesia del antiguo noviciado de la Compañía de Jesús constituye uno de los ejemplos más sobresalientes del barroco sevillano y supone la incorporación de soluciones espaciales y compositivas propias de la arquitectura seicentista romana. El edificio presenta planta central, con forma de cruz griega inscrita en un rectángulo. El templo está precedido de un atrio que sirve de sotocoro, alojándose las sacristías y otras dependencias en la cabecera, tras el altar mayor. Los brazos de la cruz terminan en forma de exedra y en el centro del crucero se eleva una potente cúpula sobre tambor circular. Una tribuna con arcos de medio punto apoyados en columnas, constituyen el coro, apareciendo otra serie de balcones cerrados con celo­sías sobre los machones que soportan la cúpula. A éstos se adosan columnas salomónicas con capiteles compuestos y dados de entablamento, que determinan una línea ascendente helicoidal. Acertados motivos decorativos y pinturas murales confieren al conjunto un aspecto de barroquismo nunca igualado, en el que se realiza la total unidad entre arquitectura, escultura y pintura.
     La fachada exterior consta de dos cuerpos divididos en cinco módulos, de los cuales el central está potenciado por medio de las columnas, que enmarcan el vano, y por la mayor abundancia de decoración. Los paramentos están realizados en ladrillo avitolado, mientras los soportes y elementos sustentantes se ejecutan en piedra, siguiendo la bicromía tan característica del barroco sevillano. Un frontón trilobulado rematado por las figuras de los tres arcángeles corona el módulo central. En los extremos de la fachada se elevan dos torres de sección octogonal, en las que se sitúan esculturas de los Evangelistas. Sendos campana­rios flanquean la monumental cúpula, rematada en linterna y cubierta con tejas de azulejería. La sugestión de obras romanas en la composición de estos volúmenes es bien patente.
     La construcción se inició en 1699 y se atribuye a Leonardo de Figueroa, aunque se considera que la planta le vino impuesta por la  propia Compañía de Jesús. En las obras intervinieron asimismo Antonio Matías de Figueroa y Diego Antonio Díaz, considerándose creación de éste los remates de las dos torres que enmarcan la fachada. El templo lo inauguró el arzobispo D. Luis de Salcedo y Azcona en 1731.
     En el interior de la iglesia destacan por igual el conjunto de retablos, las pinturas que recubren los muros laterales y la cúpula. Las correspondientes a esta última zona están atribuidas a Lucas Valdés, representan temas eucarísticos y fingidas arquitecturas, que contribuyen a dilatar la espacialidad del recinto. Las pinturas de la exedra de los pies fueron realizadas por Domingo Martínez a partir de 1743, según consta en una inscripción situada en el lateral izquierdo. Representan una Apoteosis de San Ignacio de Loyola y otros temas alusivos a la Compañía y al Libro de Ejercicios. En la pared de fondo del coro aparecen una serie de pinturas ejecutadas por Juan Miguel Sánchez en 1949. El retablo mayor es un auténtico compendio de elementos barrocos, en el que no existe ningún criterio ordenado de estructuración. Esculturas, pinturas, reliquias, elementos arquitectónicos y exuberantes motivos ornamentales constituyen un abigarrado conjunto, cobijado por un gran dosel, a modo de baldaquino, que se remata en corona real. El diseño de esta singular obra se debe al escultor Pedro Duque Cornejo y se fecha en 1730. A ambos lados del retablo se sitúan dos lienzos de mediano formato, que representan la Anunciación y la Adoración de los Pastores, fechables ambos a mediados del siglo XVII.
     En los brazos laterales de la cruz se sitúan los retablos dedicados a San Francisco de Borja y San Estanislao de Kostka, obras asimismo realizadas por Duque Cornejo en 1730. Ambos presentan el mismo esquema, componiéndose por un banco, un cuerpo con tres calles separadas por estípites, y un ático. Las esculturas de los titulares ocupan las hornacinas principales, distribuyéndose a su alrededor una serie de lienzos con emblemas y escenas de la vida de ambos san­tos, realizados por el pintor Domingo Martínez. Remata el retablo de San Francisco de Borja el escudo del arzobispo don Luis de Salcedo y Azcona, mecenas de la obra.
     En los cuatro machones que soportan la cúpula se sitúan otros tantos retablos dedicados a San Francisco Javier, San Ignacio de Loyola, San Juan Francisco de Regis y San Luis Gonzaga. Los dos primeros presentan estructura similar y se decoran con espejos, relicarios y pinturas con escenas relativas a la vida del santo, debidas a Domingo Martínez. El diseño de ambos retablos corresponde a Duque Cornejo, si bien se considera la intervención de Juan de Hinestrosa en el correspondiente a San Francisco Javier. Los otros dos retablos presentan un esquema bastante más recargado que los anteriores, decorándose igualmente con pinturas de Domingo Martínez y ofreciendo en el remate sendas esculturas del Ecce Homo y de la Dolorosa, relacionadas con la producción del escultor granadino del siglo XVII Pedro de Mena. Sobre los retablos de los ángulos se disponen dos series de cuatro interesantes tribunas, con celosías de madera dorada, angelitos de escultura, pinturas y antepechos de forja, de singular diseño. En el tambor de la cúpula, flanqueando las ventanas, se han colocado una serie de esculturas de  santos fundadores y de virtudes, muy próximas al estilo de Duque Cornejo.

     Bajo la iglesia se encuentra la cripta. Cercana a la iglesia, formando parte de las dependencias del antiguo noviciado jesuita se encuentra la Capilla Doméstica. Consta de una sola nave, cubierta con bóveda de cañón entre arcos fajones, presentando en el presbiterio una bóveda elíptica. La sacristía se encuentra tras el altar mayor. Su retablo se debe al escultor Pedro Duque Cornejo quien lo hizo en torno a 1733 y presenta una amplia iconografía de santos jesuitas. En el banco existen dos pequeñas vitrinas con esculturas de San Francisco Javier y San Estanislao de Kostka, siendo esta última copia de la realizada por Gross para la iglesia de San Andrés del Quirinal en Roma. En el Manifestador, que remata el Sagrario, se sitúa una escultura de la Inmaculada, que sigue el tipo creado por Gregorio Fernández. Ocupando las calles laterales y el ático, encontramos imágenes de San Luis Gonzaga, San Estanislao de Kostka, San Francisco de Borja con San Francisco Javier y San Ignacio de Loyola, San Juan Francisco de Regis y San Francisco Javier. En dos pequeños óvalos pintados por Domingo Martínez se representa a San Juan Bautista y San Juan Evangelista.

   Por los muros laterales de la capilla se distribuyen una serie de relicarios y de pinturas de los apóstoles, fechables a pirncipios del siglo XVIII, así como un conjunto de cobres flamencos del XVII con escenas de la Vida de la Virgen. Para completar esta serie, Domingo Martínez realizó en el XVIII la pintura que representa el Nacimiento de San Juan Bautista. Al mismo corresponde la decoración de las bóvedas, tarea en la que debieron colaborar sus discípulos. Las pinturas situadas en el presbiterio representan la Asunción y los cuatro arcángeles, correspondiendo a alegorías marianas, las de la nave, a San Ignacio en la cueva de Manresa, la de la tribuna del coro, y una alegoría del JHS con los Evangelistas, las que ocupan la bóveda de la sacristía [Alfredo J. Morales, María Jesús Sanz, Juan Miguel Serrera y Enrique Valdivieso. Guía artística de Sevilla y su provincia I. Diputación de Sevilla y Fundación José Manuel Lara, 2004].
     La Iglesia de San Luis de los Franceses se encuentra situada en la collación de Santa Marina, en la calle que se llamó Real y a la que hoy da nombre esta iglesia, dando uno de los frentes del inmueble a la calle Divina Pastora. Por su situación se encuentra aledaña a la Iglesia de Santa Marina, a la parroquial de San Julián, Omnium Sanctorum y San Marcos, así como a los conventos de Santa Isabel y Santa Paula y cercana a la Plaza del Pumarejo y a las antiguas Tahonas Reales.
     Desde el punto de vista volumétrico se encuentra embutida en el interior de las dependencias de lo que fue el colegio noviciado, con una fachada principal a la calle San Luis. Destacan los volúmenes de su fachada con el imafronte y las torres que lo flanquean así como la majestuosa cúpula que cubre esta iglesia de panta centrada.
     La iglesia del antiguo noviciado de la Compañía de Jesús constituye uno de los ejemplos más sobresalientes del barroco sevillano. La originalidad del edificio radica muy especialmente en el trazado de su planta, única en Sevilla, y de marcada influencia italiana. Es de planta central con forma de cruz griega inscrita en un rectángulo. Los brazos de la cruz, dirigidos a los cuatro puntos cardinales, terminan en forma de exedra y en el centro del crucero se eleva una potente cúpula sobre tambor circular y linterna.
     Los espacios que estos brazos dejan entre sí se utilizan para dependencias, extendiéndose las situadas más próximas a la fachada para formar el pórtico y las torres laterales, y las posteriores para dar lugar a la sacristía y almacenes, por lo que en su conjunto se presenta como un rectángulo.
     La intersección de los brazos se macizan con cuatro machones que se elevan para sostener la cúpula, cada uno de los cuales en el cuerpo bajo alberga una capilla. Éstos se alternan con cuatro grandes exedras que dan cabida a la puerta de acceso con tribuna, justo en frente el retablo mayor y los laterales a los retablos de San Estanislao de Kotska y San Francisco de Borja. Sobre estos machones estriban arcos, cuyos apoyos se adornan en su intradós por medias columnas, que son enteras en los ángulos. Todas ellas se presentan estriadas en el primer tercio inferior, y salomónicas en la parte superior, éstas se apoyan sobre pedestales y están coronadas por capiteles de orden corintio. Sobre estas columnas, y a
la altura de los arranques de los arcos, corre un entablamento con friso ricamente decorado con motivos vegetales y cornisa saliente.
     En el segundo cuerpo, sobre el acceso de entrada, se abre una tribuna con ocho arcos de medio punto apoyados en columnas, apareciendo otra serie de balcones cerrados con celosías sobre los machones que soportan la cúpula.
     El siguiente cuerpo presenta ocho vanos adintelados alternados por columnas estriadas con capiteles corintios, presentándose flanqueados por dos hornacinas con santos aquellos que indican cada uno de los cuatro puntos cardinales. Sobre las columnas corre un entablamento con cornisa movida y moldurada sobre la que apoya la cúpula, disponiéndose al hilo de los elementos verticales ocho figuras de las virtudes. Por último remata el conjunto la linterna, presentándose el interior profusamente decorado con pinturas murales.
     Las pinturas, la cal, el ladrillo, la piedra, el mármol y el yeso son los materiales empleados en la decoración del interior del templo.
     El alzado principal ofrece el tipo de las iglesias italianas, con superposición de órdenes y disposición de columnas y pilastras flanqueando los huecos centrales y laterales respectivamente.
     La fachada se eleva sobre cinco gradas, está precedida por un atrio que sirve de sotocoro y consta de dos cuerpos, el inferior, de orden jónico, en el que se abren cinco puertas que se corresponden en el superior, de orden corintio, con cinco ventanas. Se divide en cinco módulos, flanqueados los centrales por columnas profusamente talladas y el resto por pilastras. El central aloja la puerta de entrada, de mayor tamaño que las restantes, con arco de medio punto en cuyas enjutas aparecen medallones con bustos en relieve, orlados de tallos y frondas. En la segunda planta la ventana central es también de mayor tamaño que las demás, está flanqueada por medias columnas salomónicas y profusamente decorada, coronada por un frontón curvo roto y desventrado sobre el que se asienta el escuro real, alojado en el tímpano de un gran frontón trilobulado que rompe la cornisa y sirve de remata al cuerpo central de la fachada, coronado por tres esculturas de ángeles.
     En los módulos laterales las puertas del cuerpo bajo están coronadas por óculos decorados con figuras talladas en piedra, y las ventanas del segundo cuerpo por frontones curvos, en los inmediatos al cuerpo central y triangulares en los terminales.
     Dos torres campanario, de planta octogonal, se levantan a ambos lados de la fachada, siguiendo el eje de los huecos extremos. En ellas se alternan vanos de medio punto, doblados, moldurados, presentan orejeras superiores, y coronados por frontones triangulares, con hornacinas aveneradas que portan esculturas de santos y evangelistas, flanqueadas por columnas decoradas en su tercio inferior y superior y estriadas. Este cuerpo se presenta recorrido por un entablamento con cornisa decorada con casetones y cornisa moldurada y saliente. El segundo cuerpo, también octogonal, es macizo y presenta decoración de recortes y molduras mezclados con azulejos vidriados en azul. Las torres se encuentran rematadas por un cupulín con nervios y tejas vidriadas en azul y blanco, coronado por una linterna con veleta y cruz de forja.
     Entre los campanarios se eleva la gran cúpula central, con tambor, rematada en linterna y cubierta con tejas vidriadas en color blanco y azul.
     Consta de un gran tambor que presenta ocho grandes vanos rectangulares, moldurados y coronados por frontones triangulares y curvos desventrados, que se alternan con hornacinas rematadas por frontones triangulares, y flanqueadas por columnas con capiteles corintios. Sobre estas recorre el conjunto un entablamento con el friso a base de recuadros de azulejos cerámicos en azul, sobre cuya cornisa volada se disponen una serie de pilares rematados en bolas a eje con las columnas del cuerpo inferior, disponiéndose entre los pilares una baranda de forja que protege el deambularotio que recorre todo el perímetro del tambor. Del centro parte la base de la cúpula a modo de zócalo decorado con figuras geométricas entre las que destaca la alternancia de rombos, cuadrados, rectángulos y círculos. Sobre éste se dispone la media naranja de la cúpula cubierta a base de tejas azules y blancas. Por último la linterna presenta a su alrededor un espacio de circulación protegido por baranda de forja. Cuenta con ocho ventanales de medio pinto flanqueados por pares de medias columnas de tercio superior de forma salomónica sobre las que corre un entablamento en el que descansa un cupulín rematado por cruz de forja y rodeado de remates de bolas al hilo de las columnas del cuerpo inferior.
     Al exterior la fachada muestra los paramentos realizados en ladrillo avitolado, mientras que los soportes, elementos sustentantes y la decoración se ejecutan en piedra. En la cúpula los paramentos se muestran en amarillo albero, así como los fustes de las columnas, mientras que los elementos sustentantes verticales y horizontales lo hacen en rojo almagra, aumentando el efecto de claroscuro y de movimiento que se acentúa con los elementos realizados en cerámica vidriada.
En el año 1609 dispuso la Compañía de Jesús instalar un noviciado, bajo la advocación de San Luis Rey de Francia, en Sevilla. Desde los primeros momentos se preocupó la Orden de la edificación de un templo que satisficiese las necesidades del Noviciado, pero las obras no dieron comienzo hasta 1699, finalizándose en 1731 y siendo bendecida en Noviembre de ese mismo año. Fue consagrada la Iglesia en honor de San Luis, Rey de Francia y de los Santos mártires Benito y Casto en 1733.
     La iglesia se ha atribuido a Leonardo de Figueroa, aunque se considera que la planta vino impuesta por la Compañía de Jesús, llevándose a cabo intervenciones posteriores al cargo de Antonio Matías de Figueroa y Diego Antonio Díaz.
     El templo de San Luis y el Noviciado fueron poseídos por la Compañía de Jesús hasta que se decretó la expulsión de los miembros de la Orden, por el Rey Carlos III. Tras este hecho el edificio quedó sin uso, destinándose luego a Seminario Clerical.
     En 1784, es ocupado por la comunidad de franciscanos descalzos bajo la advocación de San Diego, cuyo convento situado en las espaldas de San Telmo, había sufrido graves daños en una gran avenida del Guadalquivir acaecida en 1783. Permanecieron aquí los religiosos durante veinticinco años, hasta que la invasión francesa provocará su exclaustración en 1810.
     Posteriormente los franceses establecieron un Hospicio donde se recogían a los religiosos ancianos y pobres de todas las órdenes. Pasada esta época volvieron a ocuparlo los dieguinos hasta su devolución a la Compañía de Jesús en 1817, que lo ocupó hasta que en 1835 volvieron a ser desposeídos de él por orden de la Reina.
     La iglesia y el noviciado, tras un breve destino como casa de beneficencia, fueron dedicados a Hospicio Provincial.
     En 1920 un rayo penetró por el lado occidental de la bóveda y en su recorrido hizo destrozo en ella, en la imagen alta, cornisa general y bóveda del coro; sufragando la restauración la Superiora Sor Dominica Erezuna con sus fondos particulares.
     La iglesia contiene un complejo programa iconográfico jesuítico en cuya ejecución trabajaron los mejores artistas sevillanos del siglo XVIII como Pedro Duque Cornejo, Lucas Valdés, Domingo Martínez, etc., destacando los retablos, las pinturas murales y la cúpula (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     Prácticamente enfrente de Santa Marina se localiza este templo de San Luis, llamado de los Franceses, uno de los más singulares y bellos de Sevilla. Formó parte del antiguo noviciado de la Compañía de Jesús. La construcción, iniciada en 1699, responde al proyecto de Leonardo de Figueroa, el cual se inspiró en las iglesias italianas del momento. Ya la fachada resulta memorable. Como el resto del templo, su estilo es barroco y se alza como un monumental retablo de dos cuerpos y cinco calles, marcadas por columnas la central y por pilastras las laterales. La fábrica es mixta, los basamentos, de piedra y el muro, de ladrillo avitolado de color almagre, continuando el juego de doble color tan propio del barroco sevillano. Tres arcángeles de piedra rematan el frontón trilobulado que corona el cuerpo central. En los extremos se alzan dos potentes torres ochavadas, entre cuyas colum­nas aparecen esculturas de los evangelistas. Por encima de todo, sobresale la linterna de una monumental cúpula cubierta de tejas vidriadas y flanqueada por sendos campanarios. El interior es sencillamente inolvidable. Se compone de un atrio que hace las veces de sotacoro y a través del cual se pasa a la iglesia propiamente dicha. Consiste esta en una cruz griega cuyos brazos terminan en exedra, con un gran espacio circular en el centro sobre el que se alza la cúpula, fastuosa, de media naranja, sobre un gran tambor formado por columnas corintias, con ventanas y esculturas de diversos santos en los intercolumnios, cuyas pinturas, a base de trampantojos arquitectónicos en los que se inscriben alegorías eucarísticas, son obra de Lucas Valdés. Consagrado en 1731 por el arzobispo Luis de Salcedo y Azcona, la abrumadora decoración del templo, expresada tanto en los retablos como en las pintura de los muros, lo convierten en un habitáculo místico y aun iniciático. En esta decoración se incluyen las imponentes columnas salomónicas que, en las inter­secciones de los brazos de la cruz, sostienen el entablamento y la cubierta. El retablo mayor y los de los brazos laterales de la cruz son obra de Pedro Duque Cornejo, quien debió realizarlos hacia 1730. Aunque el mayor sobresale por su grandiosidad, los tres responden a esquemas parecidos, esquemas que, por otra parte, siguen también los demás, aunque sean de otros autores: abigarrado barroquismo, que, sin embargo, no pierde la elegancia ni el refinamiento, organización mediante estípi­tes y gran profusión de pinturas, esculturas, reliquias, espejos y elementos decorativos de diferentes tipos que abruman al espectador y lo desarman. La iglesia pertenece en la actualidad a la Diputación Provincial de Sevilla. Parte del antiguo noviciado de los jesuitas, además, lo viene ocupando el Centro Anda­luz de Teatro, dependiente de la Junta de Andalucía (Rafael Arjona, Lola Walls. Guía Total, Sevilla. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2006).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de San Luis IX, rey de Francia;
HISTORIA
   Nació en Poissy en 1215, localidad donde aún se muestran las pilas de piedra donde lo bautizaran. Fue coronado rey en 1226, con el nombre de Luis IX. La regencia se confió a su madre Blanca de Castilla.
   En dos oportunidades el rey cristiano se embarcó en Aigües Mortes para mar­char en cruzada contra los musulmanes que habían conquistado toda la costa meridional del Mediterráneo, y en ambos casos, las expediciones acabaron desastrosamente. Fue derrotado tanto en Egipto como en Túnez. En ocasión de la cruzada de 1248, lo hicieron prisionero en Damieta , y en 1270, murió de peste frente a Túnez.
   Su hermano Cairlos de Anjou hizo depositar su corazón y sus entrañas en la iglesia abacial de Monreale, cerca de Palermo, mientras que su cuerpo se trasladó a Saint Denis.
   Su historia fue popularizada por la Crónica del señor de Joinville, pero el arte se ha inspirado más en el relato edificante de Guillaume de Saint Pathus, confesor de la reina Margarita. De ahí que en la Edad Media se lo haya representado muy poco en el ejercicio real, y en cambio se haya preferido tratarle como a un segundo san Francisco de Asís, coronado, haciéndose administrar la disciplina por su confesor, alimentando a un religioso enfermo de lepra de la abadía de Royaumont, y lavando los pies a los pobres, en imitación de Jesucristo.
CULTO
   El papa Bonifacio VIII canonizó al rey Luis IX de Francia el 11 de agosto de 1297, sólo veinte años después de su muerte.
   En 1306, durante el reinado de Felipe el Hermoso, tuvo lugar el traslado de la cabeza de San Luis a la Sainte Chapelle de París, que él hiciera construir para conservar y venerar la Corona de espinas de Jesucristo.
   En Francia, además de ser el patrón de París, es también el de Poissy, su ciudad natal, donde fuera bautizado, y también de la abadía cisterciense de Royaumont, que es fundación suya. En Notre Dame de Poissy los peregrinos rascaban el fondo de la pila bautismal para extraer un polvo al que se atribuían propiedades milagrosas.
   Su culto está probado desde principios del siglo XIV, especialmente por la consagración de la capilla del castillo de Enguerrand de Marigny, en Mainneville, cerca de Écouis, donde se encuentra la más antigua de sus estatuas de piedra policromada (hacia 1307).
   Pero fue en el siglo XVII cuando san Luis se convirtió en el patrón de la monarquía francesa y cuando su culto adoptó un carácter dinástico y nacional al mismo tiempo. El nombre de pila  Luis se convirtió en hereditario en la familia real borbónica. Luis XIV le dedicó numerosas iglesias, no sólo en Francia: la iglesia de Saint Louis en l'Ile, en París, las catedrales de Versalles, Blois, La Rochelle, Toulon; y en Alsacia  las iglesias de Sainte Marie aux Mines (1674), Neuf  Brisach (1699); pero también en el extranjero: por ello la iglesia de la colonia francesa de Roma se puso bajo la advocación de San Luigi dei Francesi.
   Al mismo tiempo, los jesuitas, para exhibir sus relaciones con la Casa real de Francia, adoptaron a san Luis como protector de su orden. Su iglesia parisina de la calle de Saint Antoine se puso bajo su advocación.
   En el siglo XVIII, Luis XV puso bajo la advocación del rey santo la capilla de la Escuela Militar, obra maestra de Gabriel.
   En Italia, san Luis se había hecho popular desde la Edad Media, gracias a la Casa de Anjou que reinaba en Nápoles y también a causa de la propaganda de los franciscanos que se jactaban de contar con un rey de Francia entre los miembros de la tercera orden de san Francisco.
Patronazgos de corporaciones y oficios
   San Luis había hecho componer al preboste de los comerciantes, Étienne Boileau, el Libro de los Oficios, por ello numerosas corporaciones parisinas lo habían elegido como patrón: los albañiles y los carpinteros de obra, porque había hecho construir la Sainte Chapelle, los merceros que tenían tienda en las galerías del Palacio de la Cité, los bordadores de casullas, costureros, pasamaneros y botoneros, a causa de su generosidad hacia las iglesias, los peluqueros, fabricantes de pelucas y barberos, porque, según Joinville, san Luis rey estaba mu bien  y se hizo rasurar la barba antes de la primera cruzada. Pero resulta más difícil explicar la devoción de los pescadores con caña (o línea), que también se habían puesto bajo su patronazgo.
   Según Sauval se habría convertido en el patrón de los fabricantes de ropa blanca, porque había concedido a los comercios de ese ramo la autorización para exhibir sus mercaderías en la calle de la  Lingerie, cerca del cementerio de los Inocentes.
   Se lo invocaba contra la sordera a causa de un juego de palabra con su nombre Luis ('Ouie: el Oído), contra la ceguera, porque fundó el Hospicio Quinze Vingts, y contra la peste, de la que fuera víctima.
   La Asociación de los Amigos de san Luis fue creada en 1945 para mantener el culto «nacional y religioso"  del más cristiano de los reyes de Francia.
ICONOGRAFÍA
   Aunque numerosas imágenes de san Luis se hayan destruido en los tiempos de la Revolución, a causa de las flores de lis que lo ofrecían al fanatismo iconoclasta  de los jacobinos, su iconografía es aún muy rica.
   Desgraciadamente, sólo tiene un escaso valor documental, puesto que la costumbre, en los tiempos monárquicos, era representar a san Luis con los rasgos del rey reinante. La estatua de la iglesia de Mainneville  (Eure), encargada por el Enguerrand de Marigny, quizá sea un retrato de Felipe el Hermoso; el San Luis del Louvre, que procede de la portada del hospital de los Quinze Vingts, reproduce los rasgos de Carlos V; en el retablo del Parlamento (siglo XV), el San Luis que forma pareja con Carlomagno es Carlos VII.
   Dicha tradición sobrevivió hasta el siglo XVII en las iglesias de los jesuitas (capilla del Liceo de Poitiers) donde bajo el nombre del rey santo se glorifica a sus sucesores, Luis XIII y Luis XIV. Todas esas pretendidas imágenes de San Luis, en verdad sólo conciernen a la iconografía de los reyes de Francia. Suele formar pareja con Carlomagno, otro patrón de la corona de Francia.
   Los atributos tradicionales de san Luis son el traje constelado de flores de lis de Francia, la corona y el cetro a los cuales se agrega la corona de espinas y los tres clavos de la Crucifixión considerados como sus más preciosas adquisiciones. A veces tiene en las manos la maqueta de la Sainte Chapelle (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
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            De Martes a Domingos: de 10:00 a 18:00

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La Iglesia de San Luis de los Franceses, al detalle:
Retablo de San Francisco de Borja

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