Intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla", de Onda Cero

Intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla", de Onda Cero, para conmemorar los 800 años de la Torre del Oro

   Otra Experiencia con ExplicArte Sevilla :     La intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla" , presentado por Ch...

domingo, 31 de diciembre de 2023

La Hacienda de Jesús y María, en Alcalá de Guadaira (Sevilla)

     Por Amor al Arte
, déjame ExplicArte la provincia de Sevilla, déjame ExplicArte la Hacienda de Jesús y María, en Alcalá de Guadaira (Sevilla).  
     Hoy, 31 de diciembre, Fiesta de la Sagrada Familia (domingo que cae entre la Octava de Navidad -25 de diciembre al 1 de enero-, o el 30 de diciembre, si no hay un domingo entre estos dos días), Jesús, María y José, desde la que se proponen santísimos ejemplos a las familias cristianas y se invocan los auxilios oportunos [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
     Y que mejor día que hoy, para ExplicArte la Hacienda de Jesús y María, en Alcalá de Guadaira (Sevilla).
   La Hacienda de Jesús y María, se encuentra muy cercana al casco urbano de Dos Hermanas, al sur del término municipal de Alcalá de Guadaira (Sevilla).
     Hacienda de olivar con almazara reformada. Cuenta además con señorío, hoy casa del encargado; antigua gañanías con bancos para jergones; graneros, hoy almacenes. Se han destruido los antiguos tinahones. Conserva antigua noria, hoy pozo  (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e  Iconografía de la Sagrada Familia;
     En el verdadero sentido de la expresión, la Sagrada Familia constituye un grupo mucho más restringido que La Parentela de María. Sólo incluye a los parientes más próximos del Niño Jesús, es decir madre y abuela o madre y padre nutricio. En los dos casos, ya sea santa Ana o san José quienes lo lleven, es un grupo de tres figuras, un grupo trinitario.
     Desde el punto de vista artístico, la disposición de esta Trinidad terrestre (Trias humana), como se la ha llamado muy justamente, plantea los mismos problemas y sugiere las mismas soluciones que la Trinidad celestial.
     No obstante, las dificultades son menores. Ya no se trata de un único Dios en tres personas del cual deba expresarse la unidad esencial al mismo tiempo que la diversidad. Los tres personajes están unidos por vínculos de sangre, ciertamente; pero no constituyen un bloque indivisible. Cada uno de ellos tiene su propia vida y pueden disociarse sin inconvenientes. Además, los tres están representados con forma humana mientras que la paloma del Espíritu Santo introduce en la Trinidad divina un elemento zoomórfico difícil de amalgamar con dos figuras antropomórficas.
1. Santa Ana con la Niña María y el Niño Jesús
     Este tipo de Sagrada Familia que agrupa a las tres generaciones, abuela, madre e hijo, está estrechamente ligado con La Parentela de María de la cual no es más que un fragmento separado.
     También ha encontrado los mayores favores en Alemania, hasta el punto que la expresión Anna selbdritt (santa Ana triple, en tres, trinitaria) se emplea corrientemente en otras lenguas para designar brevemente este grupo.
     Se encuentran ejemplos de este tipo a partir del siglo XIV; pero fue en los siglos XV y XVI cuando el tema se hizo realmente popular, no sólo en los países germánicos sino hasta en Italia y España.
      Agrupar de una manera satisfactoria dos mujeres adultas y un niño no era tarea fácil. Al igual que con la Trinidad divina, los artistas intentaron la superposición, la yuxtaposición, el agrupamiento vertical y el horizontal. En el primer caso, santa Ana lleva a la Virgen y al Niño Jesús, en el segundo, el Niño está sentado entre santa Ana y la Virgen.
   a) Santa Ana lleva a la Virgen y al niño
     Esta disposición vertical puede ser realizada de dos maneras: santa Ana de pie lleva a la Virgen y al Niño sobre cada uno de sus brazos, o bien ella está sentada y tiene sobre las rodillas a su hija que a su vez sostiene al Niño Jesús.
     El inconveniente de esta solución está a la vista: comporta una desproporción chocante entre madre e hija que normalmente deberían ser de la misma talla: la Virgen en brazos o sentada sobre las rodillas de santa Ana se encuentra reducida a la estatura de una niñita. 
   Leonardo da Vinci, en su admirable cuadro del Louvre que señala el apogeo del tema, permaneció fiel a este esquema arcaico; aunque consiguió aligerarlo y animarlo. La Virgen está esviada sobre las rodillas de su madre y tiende los brazos al Niño, de pie en el suelo, a horcajadas del cordero simbólico. Esta composición en diagonal, que confiere vida a las figuras y las libera de la frontalidad, indudablemente comporta un progreso. El conjunto gana en unidad y también en dinamismo, y es una de las últimas y más bellas expresiones de un tema iniciado en Alemania que tomó forma en la Italia del Renacimiento.
   b) El niño Jesús sentado entre su madre y su abuela
     Para respetar las proporciones reales de las figuras, se imaginó sentar a las dos mujeres, madre e hija, sobre un banco, a cada lado del Niño que las separa, pero que en verdad les sirve de vínculo.
     Es cierto que ese agrupamiento horizontal es la solución más feliz desde el punto de vista estético, porque permite restablecer las proporciones y la separación bien clara de las tres figuras yuxtapuestas no presenta el mismo inconveniente que en la Trinidad divina cuyas tres personas son consustanciales. También es natural que el horizontalismo haya primado a partir del siglo XV en las representaciones de la Trinidad humana, mientras que en la Trinidad divina la Iglesia imponía el agrupamiento según el esquema vertical del «Trono de Gracia».
     Puede destacarse una variación bastante graciosa en un cuadro de Holbein el Viejo, en Augsburgo, es el Primer paso del Niño Jesús: en vez de estar tranquilamente sentado entre su madre y abuela, el Niño intenta caminar. Este matiz de intimidad es mucho más frecuente en las Sagradas Familias donde san José reemplaza a santa Ana.
     Al grupo de la Familia trinitaria se suma a veces un cuarto personaje, santa Emerenciana, madre de santa Ana. Así, se encuentran cuatro generaciones reunidas en este grupo que fue bautizado Santa Ana cuaternaria (Anna selbviert). Pero no es más que una curiosidad iconográfica uno de cuyos más notables ejemplares es un grupo escultórico en madera del Museo de Hannover.
     El arte de la Contrarreforma introdujo en este tema desgastado una última va­riante. En un cuadro de Caravaggio se ve a la serpiente aplastada al mismo tiem­po por la Virgen y por el Niño Jesús, quien apoya el pie sobre el de su madre.
     La Trinidad de santa Ana con la Virgen y el Niño Jesús está excepcionalmente asociada en un mismo cuadro con La Parentela de María o Estirpe de Santa Ana, con las dos santas María Cleofás y Salomé, sus maridos e hijos. El ejemplo más conocido de esta amalgama es el retablo de Perugino del Museo de Lyon.
2. José, la Virgen y el Niño
     Lo que comúnmente se entiende por Sagrada Familia es el grupo formado por el Niño Jesús, su madre y su padre nutricio.
     Este motivo, que se hizo tan popular a partir del Renacimiento, ya existe en germen en las Natividades de la Edad Media; pero puede decirse que resulta extraño al arte de la época que no conoció la devoción a la Sagrada Familia.
     El tema sólo se difundió en el arte de la Contrarreforma que estimuló el culto de la Trias humana, Jesús, María y José: es lo que se llama la Trinidad jesuítica.
   Las dos trinidades
     Esta Trinidad terrestre (Trinitas terrestris) está concebida según el mismo modelo que la Trinidad celestial de la cual es un reflejo. «María, Jesús y José -escribe san Francisco de Sales en sus Conversaciones espirituales- es una Trinidad en tierra que en cierta forma representa a la Santísima Trinidad.» San José es la imagen de Dios Padre, y la Virgen sustituye al Espíritu Santo del cual es el templo vivo.
     A veces la Trinidad terrestre está puesta bajo la protección de la Trinidad celeste. En el siglo XVII, el tema de las dos trinidades superpuestas era corriente en la decoración de los retablos franceses, por ejemplo en Saint Sernin de Toulouse.
     En la misma época se lo encuentra en la escuela española, en Murillo, por ejemplo, que agrupó a las dos trinidades en un cuadro expuesto en la National Gallery de Londres.
     También el arte de los Países Bajos pudo complacerse representando la unión de las dos trinidades, celestial y terrenal.
     En una xilografía de Christoffel van Sichem, el Niño Jesús es el punto de intersección de las dos trinidades. La Virgen y san José lo tienen de la mano, por encima de su cabeza planea la paloma del Espíritu Santo con las alas desplegadas, y Dios Padre extiende los brazos en doble gesto de bendición.
     Un cuadro de Jan van Cleef en Gante, combina los dos motivos de una manera aún más ingeniosa: en el centro de la composición, el Niño Jesús, desnudo, de pie sobre los peldaños, coloca una corona de rosas sobre la cabeza de san José arrodillado frente a él. A la derecha, está sostenido por la Virgen que sirve de vínculo entre ambas trinidades y eleva los ojos hacia el Espíritu Santo y hacia Dios Padre quien aparece en medio de un enjambre de ángeles para bendecir a la Sagrada Familia.
   La Sagrada Familia ampliada
     Esa Sagrada Familia trinitaria ha sido muchas veces «ampliada» por los artistas a quienes gustó agrupar alrededor de la Virgen y de Jesús a santa Isabel y al niño san Juan Bautista.
     Esta adición no está en modo alguno justificada por los Evangelios, según los cuales san Juan conoció a Cristo cuando lo bautizó en el Jordán. Pero las meditaciones del Seudo Buenaventura (cap. XI), cuentan que de vuelta en Belén, después de la Huida a Egipto, la Sagrada Familia se detuvo en casa de Isabel: «Los dos niños jugaban juntos y el pequeño san Juan, como si ya hubiera comprendido, demostraba respeto a Jesús».
     Tal es la fuente de la que derivan en el siglo XVI los idilios tan populares de Rafael: La Sagrada Familia de Francisco I, La Bella Jardinera; y en el XVII, los de Murillo y sus imitadores, con frecuencia insulsos a causa de su sentimentalismo dulzón (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
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La pintura "Sagrada Familia, o Trinidad en la tierra", de Juan de Uceda, en la sala IV del Museo de Bellas Artes

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la pintura "Sagrada Familia", de Juan de Uceda, en la sala IV del Museo de Bellas Artes, de Sevilla.  
     Hoy, 31 de diciembre, Fiesta de la Sagrada Familia (domingo que cae entre la Octava de Navidad -25 de diciembre al 1 de enero-, o el 30 de diciembre, si no hay un domingo entre estos dos días), Jesús, María y José, desde la que se proponen santísimos ejemplos a las familias cristianas y se invocan los auxilios oportunos [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
     Y que mejor día que hoy, para ExplicArte la pintura "Sagrada Familia", de Juan de Uceda, en la sala IV del Museo de Bellas Artes, de Sevilla.
     El Museo de Bellas Artes (antiguo Convento de la Merced Calzada) [nº 15 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 59 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la Plaza del Museo, 9; en el Barrio del Museo, del Distrito Casco Antiguo.
     En la sala IV del Museo de Bellas Artes podemos contemplar la pintura "Sagrada Familia", obra de Juan de Uceda (h. 1570-1631), siendo un óleo sobre lienzo en estilo barroco de escuela sevillana, pintado en 1623, con unas medidas de 3,05 x 2,30 m., procedente del propio Convento de la Merced, tras la Desamortización de 1840.
     Sagrada Familia (también llamada Las dos Trinidades o Trinidad en la tierra). El lienzo aparece dividido en un doble plano, uno superior de gloria y otro inferior terrenal.
     El Niño Jesús centra la composición inferior entre san José y la Virgen, hallándose las tres figuras de pie, de frente y a tamaño natural. El Niño lleva la cruz como símbolo de su sacrificio y extiende la mano a la Virgen creando una especie de dialogo entre ellos, al volver María su rostro y su mano hacia él.
     San José, portando en su mano izquierda una vara de azucenas, señala con la derecha al Niño y dirige su mirada hacia arriba mostrando al Salvador el Espíritu Santo en forma de paloma, que centra el coro de querubines.
     La figura central del Niño así como las manos y los rostros de los otros dos personajes quedan destacados, sobre un fondo más oscuro, por un foco de luz que desciende de la parte superior, a su vez fuertemente iluminada. Ya en un segundo plano cierra la composición un fondo de paisaje. (web oficial del Museo de Bellas Artes de Sevilla).
     No se conoce exactamente el año de nacimiento de este pintor, al que se le supone de origen sevillano, aunque puede situarse en torno a 1570. Igualmente se ignora con quien pudo realizar su formación que hubo de finalizar hacia 1590. Los primeros documentos que nos informan de su actividad datan de 1593 aunque son trabajos sin importancia. De mayor interés es su participación en 1603 en la conclusión de El Tránsito de San Hermenegildo, obra actualmente en este Museo que como ya hemos señalado al referirnos a Alonso Vázquez fue terminado por Uceda al marchar aquél a México. A lo largo de las tres primeras décadas del siglo XVII la aparición del nombre de Uceda es frecuente en documentos que nos ofrecen testimonios de su dedicación a la pintura y a la policromía de esculturas y de retablos. Su muerte acaeció en Sevilla en 1631.
     Al desconocerse el maestro con el cual trabajó Juan de Uceda en su primera juventud no pueden hacerse referencias concretas de las influencias que pude tener su pintura a la hora de configurarse su estilo. De todas formas se advierte que hubo de realizarse dentro de la tendencia manierista que dominó en la pintura sevillana a lo largo del último tercio del siglo XVI. Su vinculación con Alonso Vázquez en 1603 permite suponer que de alguna manera estuvo relacionado con este pintor, aunque esta conexión no determinó por completo su técnica artística en el futuro, al advertirse en sus obras cómo en momentos posteriores se fue orientando hacia la corriente naturalista.
     En la iglesia de la Anunciación de Sevilla se conserva un retablo dedicado a San Juan Bautista, propiedad del Museo y existente en dicha iglesia en depósito. Este retablo lo realizó Uceda en colaboración de Juan Martínez Montañés quien se encargó lógicamente de la labor escultórica del mismo. Uceda ejecutó el conjunto de trece pinturas de pequeño tamaño que adorna el retablo y que representan episodios de la vida de San Juan Bautista. Lamentablemente estas pinturas están muy deterioradas, lo que impide el perfecto estudio y la emisión de consideraciones más precisas.
     Importante es la obra de Uceda que se conserva en el propio edificio del Museo; es la llamada Trinidad en la tierra firmada y fechada por este artista en 1623. Procede de este mismo edificio cuando era convento de la Merced, por lo que puede decirse anecdóticamente que es una de las pocas obras desamortizadas que no cambió de emplazamiento. Esta pintura es fundamental para el conocimiento del estilo de Uceda y en ella se advierte una composición de sencilla estructura. Las figuras de la Virgen y de San José flanquean al Niño el cual está captado con fisonomía de adolescente y sujetando una Cruz en sus brazos, detalle alusivo a su futura pasión y muerte. En la parte superior aparece un rompimiento de gloria presidido por la paloma del Espíritu Santo (Enrique Valdivieso González, La pintura, en El Museo de Bellas Artes de Sevilla. Tomo II. Ed. Gever, Sevilla, 1991).
     Bello lienzo de escuela sevillana, firmado y fechado en 1623 por Juan de Uceda Castroverde. Medidas: 305 x 230 cms. En la parte alta, una gloria angelical rodea la Paloma del Espíritu Santo. En la zona terrenal, el Niño Jesús empuña una Cruz entre María y José. A primera vista, el asunto hace pensar en las "Dos Trinidades", pero faltando la figura augusta de Dios Padre, tal lectura queda incompleta. Lo cual no disminuye en absoluto sus brillantes calidades pictóricas, ni su profunda y serena unción religiosa (Juan Martínez Alcalde. Sevilla Mariana, Repertorio Iconográfico. Ediciones Guadalquivir. Sevilla, 1997).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e  Iconografía de la Sagrada Familia
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     En el verdadero sentido de la expresión, la Sagrada Familia constituye un grupo mucho más restringido que La Parentela de María. Sólo incluye a los parientes más próximos del Niño Jesús, es decir madre y abuela o madre y padre nutricio. En los dos casos, ya sea santa Ana o san José quienes lo lleven, es un grupo de tres figuras, un grupo trinitario.
     Desde el punto de vista artístico, la disposición de esta Trinidad terrestre (Trias humana), como se la ha llamado muy justamente, plantea los mismos problemas y sugiere las mismas soluciones que la Trinidad celestial.
     No obstante, las dificultades son menores. Ya no se trata de un único Dios en tres personas del cual deba expresarse la unidad esencial al mismo tiempo que la diversidad. Los tres personajes están unidos por vínculos de sangre, ciertamente; pero no constituyen un bloque indivisible. Cada uno de ellos tiene su propia vida y pueden disociarse sin inconvenientes. Además, los tres están representados con forma humana mientras que la paloma del Espíritu Santo introduce en la Trinidad divina un elemento zoomórfico difícil de amalgamar con dos figuras antropomórficas.
1. Santa Ana con la Niña María y el Niño Jesús
     Este tipo de Sagrada Familia que agrupa a las tres generaciones, abuela, madre e hijo, está estrechamente ligado con La Parentela de María de la cual no es más que un fragmento separado.
     También ha encontrado los mayores favores en Alemania, hasta el punto que la expresión Anna selbdritt (santa Ana triple, en tres, trinitaria) se emplea corrientemente en otras lenguas para designar brevemente este grupo.
     Se encuentran ejemplos de este tipo a partir del siglo XIV; pero fue en los siglos XV y XVI cuando el tema se hizo realmente popular, no sólo en los países germánicos sino hasta en Italia y España.
      Agrupar de una manera satisfactoria dos mujeres adultas y un niño no era tarea fácil. Al igual que con la Trinidad divina, los artistas intentaron la superposición, la yuxtaposición, el agrupamiento vertical y el horizontal. En el primer caso, santa Ana lleva a la Virgen y al Niño Jesús, en el segundo, el Niño está sentado entre santa Ana y la Virgen.
   a) Santa Ana lleva a la Virgen y al niño
     Esta disposición vertical puede ser realizada de dos maneras: santa Ana de pie lleva a la Virgen y al Niño sobre cada uno de sus brazos, o bien ella está sentada y tiene sobre las rodillas a su hija que a su vez sostiene al Niño Jesús.
     El inconveniente de esta solución está a la vista: comporta una desproporción chocante entre madre e hija que normalmente deberían ser de la misma talla: la Virgen en brazos o sentada sobre las rodillas de santa Ana se encuentra reducida a la estatura de una niñita.
     Leonardo da Vinci, en su admirable cuadro del Louvre que señala el apogeo del tema, permaneció fiel a este esquema arcaico; aunque consiguió aligerarlo y animarlo. La Virgen está esviada sobre las rodillas de su madre y tiende los brazos al Niño, de pie en el suelo, a horcajadas del cordero simbólico. Esta composición en diagonal, que confiere vida a las figuras y las libera de la frontalidad, indudablemente comporta un progreso. El conjunto gana en unidad y también en dinamismo, y es una de las últimas y más bellas expresiones de un tema iniciado en Alemania que tomó forma en la Italia del Renacimiento.
   b) El niño Jesús sentado entre su madre y su abuela
     Para respetar las proporciones reales de las figuras, se imaginó sentar a las dos mujeres, madre e hija, sobre un banco, a cada lado del Niño que las separa, pero que en verdad les sirve de vínculo.
     Es cierto que ese agrupamiento horizontal es la solución más feliz desde el punto de vista estético, porque permite restablecer las proporciones y la separación bien clara de las tres figuras yuxtapuestas no presenta el mismo inconveniente que en la Trinidad divina cuyas tres personas son consustanciales. También es natural que el horizontalismo haya primado a partir del siglo XV en las representaciones de la Trinidad humana, mientras que en la Trinidad divina la Iglesia imponía el agrupamiento según el esquema vertical del «Trono de Gracia».
     Puede destacarse una variación bastante graciosa en un cuadro de Holbein el Viejo, en Augsburgo, es el Primer paso del Niño Jesús: en vez de estar tranquilamente sentado entre su madre y abuela, el Niño intenta caminar. Este matiz de intimidad es mucho más frecuente en las Sagradas Familias donde san José reemplaza a santa Ana.
     Al grupo de la Familia trinitaria se suma a veces un cuarto personaje, santa Emerenciana, madre de santa Ana. Así, se encuentran cuatro generaciones reunidas en este grupo que fue bautizado Santa Ana cuaternaria (Anna selbviert). Pero no es más que una curiosidad iconográfica uno de cuyos más notables ejemplares es un grupo escultórico en madera del Museo de Hannover.
     El arte de la Contrarreforma introdujo en este tema desgastado una última va­riante. En un cuadro de Caravaggio se ve a la serpiente aplastada al mismo tiem­po por la Virgen y por el Niño Jesús, quien apoya el pie sobre el de su madre.
     La Trinidad de santa Ana con la Virgen y el Niño Jesús está excepcionalmente asociada en un mismo cuadro con La Parentela de María o Estirpe de Santa Ana, con las dos santas María Cleofás y Salomé, sus maridos e hijos. El ejemplo más conocido de esta amalgama es el retablo de Perugino del Museo de Lyon.
2. José, la Virgen y el Niño
     Lo que comúnmente se entiende por Sagrada Familia es el grupo formado por el Niño Jesús, su madre y su padre nutricio.
     Este motivo, que se hizo tan popular a partir del Renacimiento, ya existe en germen en las Natividades de la Edad Media; pero puede decirse que resulta extraño al arte de la época que no conoció la devoción a la Sagrada Familia.
     El tema sólo se difundió en el arte de la Contrarreforma que estimuló el culto de la Trias humana, Jesús, María y José: es lo que se llama la Trinidad jesuítica.
   Las dos trinidades
     Esta Trinidad terrestre (Trinitas terrestris) está concebida según el mismo modelo que la Trinidad celestial de la cual es un reflejo. «María, Jesús y José -escribe san Francisco de Sales en sus Conversaciones espirituales- es una Trinidad en tierra que en cierta forma representa a la Santísima Trinidad.» San José es la imagen de Dios Padre, y la Virgen sustituye al Espíritu Santo del cual es el templo vivo.
     A veces la Trinidad terrestre está puesta bajo la protección de la Trinidad celeste. En el siglo XVII, el tema de las dos trinidades superpuestas era corriente en la decoración de los retablos franceses, por ejemplo en Saint Sernin de Toulouse.
     En la misma época se lo encuentra en la escuela española, en Murillo, por ejemplo, que agrupó a las dos trinidades en un cuadro expuesto en la National Gallery de Londres.
     También el arte de los Países Bajos pudo complacerse representando la unión de las dos trinidades, celestial y terrenal.
     En una xilografía de Christoffel van Sichem, el Niño Jesús es el punto de intersección de las dos trinidades. La Virgen y san José lo tienen de la mano, por encima de su cabeza planea la paloma del Espíritu Santo con las alas desplegadas, y Dios Padre extiende los brazos en doble gesto de bendición.
     Un cuadro de Jan van Cleef en Gante, combina los dos motivos de una manera aún más ingeniosa: en el centro de la composición, el Niño Jesús, desnudo, de pie sobre los peldaños, coloca una corona de rosas sobre la cabeza de san José arrodillado frente a él. A la derecha, está sostenido por la Virgen que sirve de vínculo entre ambas trinidades y eleva los ojos hacia el Espíritu Santo y hacia Dios Padre quien aparece en medio de un enjambre de ángeles para bendecir a la Sagrada Familia.
   La Sagrada Familia ampliada
     Esa Sagrada Familia trinitaria ha sido muchas veces «ampliada» por los artistas a quienes gustó agrupar alrededor de la Virgen y de Jesús a santa Isabel y al niño san Juan Bautista.
     Esta adición no está en modo alguno justificada por los Evangelios, según los cuales san Juan conoció a Cristo cuando lo bautizó en el Jordán. Pero las meditaciones del Seudo Buenaventura (cap. XI), cuentan que de vuelta en Belén, después de la Huida a Egipto, la Sagrada Familia se detuvo en casa de Isabel: «Los dos niños jugaban juntos y el pequeño san Juan, como si ya hubiera comprendido, demostraba respeto a Jesús».
     Tal es la fuente de la que derivan en el siglo XVI los idilios tan populares de Rafael: La Sagrada Familia de Francisco I, La Bella Jardinera; y en el XVII, los de Murillo y sus imitadores, con frecuencia insulsos a causa de su sentimentalismo dulzón (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
     Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la pintura "Sagrada Familia", de Juan de Uceda, en la sala IV del Museo de Bellas Artes, de Sevilla. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la ciudad.

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sábado, 30 de diciembre de 2023

Los principales monumentos (Barrio Bajo: plaza del Cabildo; Centro cultural La Victoria; Biblioteca Municipal, antiguo Ayuntamiento; Iglesia de la Santísima Trinidad; Iglesia de Nuestra Señora de los Desamparados; Iglesia de San Jorge; Convento de Regina Coeli; Convento de Madre de Dios; Iglesia de Nuestra Señora del Carmen; y, Mercado de Abastos) de la localidad de Sanlúcar de Barrameda (II), en la provincia de Cádiz

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Cádiz, déjame ExplicArte los principales monumentos (Barrio Bajo: plaza del Cabildo; Centro cultural La Victoria; Biblioteca Municipal, antiguo Ayuntamiento; Iglesia de la Santísima Trinidad; Iglesia de Nuestra Señora de los Desamparados; Iglesia de San Jorge; Convento de Regina Coeli; Convento de Madre de Dios; Iglesia de Nuestra Señora del Carmen; y, Mercado de Abastos) de la localidad de Sanlúcar de Barrameda (II), en la provincia de Cádiz.


Barrio Bajo
     El Barrio Bajo se extiende longitudinalmente en paralelo al mar y desde la barranca a la calle Ban­da de la Playa, que supone el límite de este conjunto histórico y recorre la antigua línea de costa. El origen de toda la zona se localiza en los primitivos arrabales formados en el siglo XVI -Balsa, de la Ribera, Archite o de los Gallegos- que quedaron unificados en el siglo XVII. Jalonan el conjunto urbano importantes monumentos renacentistas y barrocos que están estrechamente vinculados a la colonización americana. Estos templos, conventos, edificios públicos, palacetes y casonas de cargadores a Indias establecen un ritmo espacial concatenado que componen una extensa fachada arquitectónica orientada al mar. 
     Debajo de la barranca comenzó a vertebrarse el Barrio Bajo a partir del privilegio ducal de 1478 que permitía edificar en la Ribera. La función comercial de Sanlúcar, como ciudad portuaria, fue tan decisivo que orientó el urbanismo hacia el puerto y frente al mar, quedando centralizado en la Plaza del Cabildo. La calle San Juan se une más adelante con la calle Ancha y luego con la calle Santo Domingo y calle Barrameda, for­malizando esta principal arteria una continuidad viaria que vertebra y cruza todo el Barrio Bajo en el camino del puerto de Bonanza. Estos es­pacios se ordenan de forma geométrica y uniforme mediante una gran planta rectangular que queda reticulada en manzanas regulares según los conceptos quinientistas. Se prolonga aquí la severa ciudad-monasterio iniciada en el Barrio Alto y patrocinada por los Duques de Medina Sidonia, pero prevalecen las calles tiradas a cordel que se cruzan en ángulo recto, donde los gran­des templos y casonas protagonizan volumétrica y visualmente sus entornos más inmediatos.
     Predomina también una arquitectura civil dieciochesca -calles San Juan, Santo Domingo, Regina o Bolsa- cuyos palacetes muestran al exterior sus escudos linajudos, ennoblecen sus portadas con relieves y molduras pétreas, ofrecen espaciosos patios columnados y escaleras monumentales donde prima el mármol blanco. La azulejería sevillana se instala en los zaguanes y las nobles maderas americanas quedan tachonadas con clavos áureos, alzándose sobre los tejados numerosas torres-miradores propias de las casas de cargadores a Indias.
     El reformismo borbónico efectuará importantes mejoras urbanas en el Barrio Bajo. Se amplían las plazas y se embellecen antiguas calzadas, con­virtiéndolas en espaciosas y frescas alamedas. Los cambios del siglo XIX no trastocaron la esencia de la ciudad. Con el movimiento desamortizador desaparecen numerosos conventos, cuyos solares se convierten en bodegas y viviendas y el espacio se irá completando con nuevas calles y edificaciones que, en general, respetaron la fisonomía y las proporciones  de la ciudad barroca (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).   

Plaza del Cabildo
     Fue el corazón de la villa moderna y centro de la ciudad actual. Esta antigua plaza de la Ribera, configurada en el siglo XVI, aglutinó y hoy sigue concentrando la vida comercial y ciudadana. Laica y espaciosa, se opuso en forma y carácter a la Plaza Alta que dejaba arriba, en intramuros, medieval y religiosa, feudal y defensiva. Este céntrico espacio está conformado por tres frentes continuos donde se alzan inmuebles de distintas épocas, que quedaron alineados en el siglo XVIII. En su frente principal se sitúan varias casas barrocas, unificadas en el siglo XIX en alturas y fachadas. En los frentes laterales, más heterogéneos, destaca la gran fachada de un edificio de viviendas de estilo historicista con rasgos neogóticos, situándose en el lado frontero una interesante fachada modernista aunque muy transformada.
     En los años treinta del siglo XX se reformó la plaza y se plantaron naranjos y palmeras traídas del jardín ducal. Recientemente se ha transfor­mado la antigua fuente y se han colocado nuevas farolas.
     Por delante de la plaza del Cabildo corre la calle Ancha, que es la principal arteria y centro comercial de la ciudad. Nació en el siglo XVI cuan­do no era más que un frente de casas que miraba al mar y se encaminaba hacia el puerto de Barrameda. En ella se sitúa la majestuosa fachada del antiguo Ayuntamiento, presidiendo el cuarto frente de la plaza del Cabildo (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).   

Centro Cultural "La Victoria"
     Situada en la plaza de la Victoria, la iglesia fue edificada en 1619 por fray Juan Hurtado y por el maestro cantero Antón Martín Calafate. Tras las desamortización se marchó la comunidad de mínimos de San Francisco de Paula, vendiéndose el conjunto para convertirse en bodegas y talleres. El templo, de estilo manierista, presenta planta rectangular dividida en tres naves de las que sólo existen la central y la del evange­lio. Aunque muy transformada durante la última restauración de 1992, se conserva la bóveda semiesférica de sillería que cubría el presbiterio, tallada por Gaspar Ginés en 1627 con una clási­ca decoración acasetonada y medias esferas cerá­micas de color azul, la cual está centrada por un relieve de la Virgen titular. Asimismo preexisten las bóvedas vaídas de tres capillas, también de sillería, que se situaban en la nave del Evangelio. El edificio tiene su entrada por una pétrea portada con el emblema de la Orden y la fecha de 1762 en la clave que, a manera de arco triunfal, da paso al antiguo compás, desde el que se accedía a la iglesia por una portada de sillería con vano de medio punto enmarcado en sendo moldurón, constituyendo la edificación derecha un añadido  posterior.
     Del antiguo convento se conserva el espacioso claustro con galerías de arcos de medio punto sobre columnas de mármol blanco en el primer cuerpo y balcones entre pilastras en el segundo. En uno de sus frentes luce un sencillo reloj de sol y por el lateral derecho se accede a la antigua escalera monumental que ascendía al convento (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).   
     El edificio se desarrolla en torno a un patio de planta cuadrada y dos plantas con galería porticada y sobre columnas de mármol en planta baja y galería cerrada en planta alta. Adosada a esta galería se disponen las dependencias propias del edificio en tres de sus lados y sobre el cuarto se sitúa la iglesia de tres naves y planta rectangular. Completa el conjunto un ala que cierra la plaza de la Victoria y que constituye el compás del convento. Sobre un segundo patio se ha edificado recientemente una nave almacén de estructura metálica.
     El patio sobre el que se desarrolla la edificación junto con los restos de la iglesia constituye el elemento más interesante del edificio por su magnífica proporción y la perfecta ordenación dentro de su gran sencillez. Las crujías que se abren en torno al patio en planta baja se cubren con un artesonado de madera en perfectas condiciones. De la iglesia se conservan las bóvedas del crucero y las correspondientes a la nave del evangelio.
     La estructura de la obra se resuelve mediante muros de carga que en la iglesia son de sillares de piedra y en el resto de ladrillo. Los forjados que se conservan son de viguería de madera con alfajías del mismo material y ladrillo por tabla o artesonado con viguería y tablazón de madera en los dos salones de planta baja junto al patio. La planta alta se sirve de cerchas de madera y tablazón del mismo material con cubierta de teja a dos aguas. La iglesia muestra bóvedas de piedra en la zona que aún permanece de pie. Como consecuencia de las numerosas transformaciones sufridas presenta una imagen urbana de un caserío popular, destacándose como elemento singular la bóveda de la iglesia y la portada de piedra de entrada al compás. El edificio se encuentra incluido dentro del conjunto histórico- artístico de Sanlúcar de Barrameda.
     La mayoría de los conventos de Sanlúcar estaban amparados por los duques de Medina Sidonia. Una vez que la ciudad comienza a perder importancia en beneficio de otras poblaciones gaditanas, decaerán no sólo las fundaciones sino la misma presencia de conventos. Con todo, en el siglo XVIII la población religiosa de Sanlúcar suponía un tres y medio por ciento de la población total, siendo a finales de dicho siglo más de veinte las personas que habitaban el convento de los Mínimos.
     Antes de ocupar este convento, en el seiscientos, la orden de los Mínimos ya se encontraba en posesiones de los duques de Medina Sidonia, al menos desde mediados del siglo anterior. Necesidades de espacio, seguramente relacionada con el incremento de miembros, les llevó a solicitar al que era séptimo duque de Medina Sidonia un nuevo emplazamiento. Les fue concedida su petición, pues en acuerdo capitular de 1611 aparecen nombrados ya como frailes de Nuestra Señora de la Victoria, por lo que cabe suponer que por entonces ya hacían vida conventual en el edificio de la calle Tartaneros.
     Dos años más tarde los Mínimos van a ser favorecidos, a fin de ampliar y concluir el edificio, con la donación de doña María del Almonte, que por testamento otorgado en 1613 los nombra sus herederos universales. No fue la única ayuda destinada a la finalización de las obras, que se suponen terminadas por lo que se refiere al convento y a la iglesia en 1619. La principal ayuda provino de los duques, de la que son testimonio los escudos de sus armas que se encuentran repartidos en el arco del coro y bóvedas de la iglesia, y el hecho de que los duques fueran declarados patronos de todos los conventos de la Orden en la provincia.
     De su historia posterior destacan los acontecimientos pertenecientes al siglo XIX, que marcan su progresiva ruina. En tiempos de la Guerra de la Independencia fue adaptado para alojar a las tropas francesas, a resultas de lo cual el edificio fue maltratado ya que de la iglesia, por ejemplo, fueron arrancados los herrajes para ser usados como piezas de artillería. 
     Tras la retirada francesa, la comunidad de mínimos volvió a alojarse en él hasta el inicio del Trienio Constitucional, cuando el convento se vio afectado por las disposiciones desamortizadoras, vendiéndose a don Antonio Otaolaurruchi. 
     En 1835 se verificó la incautación definitiva del edificio que fue entregado nuevamente a quienes quince años antes lo habían comprado.
     En 1991 la iglesia fue sometida a una profunda intervención para su adaptación al nuevo uso de Centro Cultural de la ciudad.
     La intervención se realiza en la iglesia del antiguo convento de los Mínimos de la ciudad, con el propósito de adaptar su uso al de centro cultural. 
     Se accede al conjunto desde la plaza de la Victoria a través de la antigua portada del convento, al atrio que se encuentra a los pies de la iglesia.
     Desde el atrio, el acceso al edificio se realiza a través de una pieza de una altura que se sitúa en su flanco derecho, continuando la nave lateral de la antigua iglesia, como sala destinada a exposiciones. La antigua entrada desde el atrio a la iglesia queda cancelada, ocupada por un volumen abocinado revestido en piedra y cerrado en su frente con vidrio, que avanza hacia el atrio recordando la arquitectura silenciosa del portugués Álvaro Siza. 
     El punto de partida de la intervención era enormemente abierto, pues la iglesia se encontraba en un estado ruinoso, habiendo perdido incluso la bóveda que cubría su nave central. Se vuelve a cubrir el espacio de la iglesia con una nueva estructura que recuerda al casco invertido de una embarcación, que arranca de los antiguos arcos que se conservan en el lado norte de la nave, y se apoya puntualmente en el lado Sur, permitiendo la entrada de luz a través de un hueco horizontal.
     El espacio de la iglesia queda destinado a sala de conferencias, que se ocupa en la nave central y en los dos brazos del crucero. A la nave se abre un nuevo acceso a la calle desde el tramo de nave lateral que antecede al crucero en el lado sur. En el lado opuesto a esta escalera, se introduce una liviana escalera que conduce al nivel superior. A los pies de la iglesia, el muro se perfora de manera azarosa, y en su encuentro con el lateral de la nave, se resuelve con un expresivo pliegue (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

Biblioteca Municipal (antiguo Ayuntamiento)
     Presidiendo la plaza del Cabildo, que en el siglo XVIII se hallaba fundida con la plazuela de San Roque, se construyó este edificio consistorial en 1730. Fue compartido con el gremio de comerciantes, que edificó en 1731 su sede en la zona trasera con entrada por  la plaza  de San Roque. El edificio fue ampliado en el siglo XIX por esta plazuela. Sus oficinas fueron trasladadas en el año 1990 al nuevo Ayuntamiento, siendo éste rehabilitado en 2003 para Biblioteca.
     El esquema de su pétrea fachada principal se incluye en un estilo barroco clasicista. La composición, dividida en dos cuerpos, con portada adintelada, flanqueada con columnas adosadas y ornamentada con moldurón mixtilíneo, es característica de la arquitectura civil del siglo XVIII, presentando tres balcones de barandilla corrida en el cuerpo superior, que se coronan con frontones rectos y partidos donde se inscriben los diversos escudos de Sanlúcar. Preside el conjunto un penacho central en el que se sitúa un reloj y campana superior. Del interior destaca el recuperado patio columnario (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).   

Iglesia de la Santísima Trinidad
     Fue el primer recinto sagrado edificado en el Barrio Bajo y la cuarta fundación religiosa de Sanlúcar. La construcción, finalizada en 1441 estuvo financiada por Alonso Fernández de Lugo. Este templo, su hospital y cofradía sirvieron a las necesidades de los conquistadores que volvían del archipiélago canario. En 1638 se realizaron importantes reformas en el templo. De planta rectangular, su única nave se cubre con armadura de madera de par y nudillo con tirantas pareadas. Mayor interés presenta la cubierta del presbiterio, que es otra armadura de lima bordón con cuatro faldones y almizate, apareciendo todo ricamente tallado y policromado con moti­vos de lacería estrellada y ornamentación floral. El coro se sitúa a los pies, en alto. El moldurado perfil de la fachada dibuja las vertientes de la cubierta a dos aguas. Está centrada por una puerta de acceso, que es adintelada y se corona con agudo frontón recto. En la zona superior del muro se abre un gran vano circular moldurado y, coronando el centro del hastial, se alza una espa­daña simple de un solo vano.
     El retablo mayor es de columnas salomónicas y se halla dorado y policromado, siendo obra de González de Herrera del siglo XVII. Presenta banco, un cuerpo con tres calles y ático. Se encuen­tra centrado por la imagen procesional de Nuestra Señora de los Dolores, la cual está realizada en terracota y atribuida a La Roldana hacia 1687. En 1981 Luis Álvarez Duarte le repuso las manos y el candelero. En las calles laterales se sitúan pequeñas figuras policromadas de Santa Ana y San Joaquín, del siglo XVIII; y en el ático se sitúa un relieve de La Trinidad. En el altar mayor se ubica una laude sepulcral de 1450 de Alonso Fernández de Lugo, Gobernador y Ade­lantado General de las Islas Canarias. Se trata de una losa rectangular de mármol azulado, con inscripción en orla perimetral, donde se representa la figura del caballero esculpida en medio relieve a tamaño natural. Entre las obras que alberga el templo destaca la imagen del Cristo de la Misericordia, del siglo XVII, en retablo de altar neoclásico; una imagen policromada de San José y el Niño del siglo XVIII, en un retablo de altar dieciochesco; y un antiguo Crucificado pintado en cruz de madera. Igualmente son interesantes las pinturas de una Dolorosa que parece del siglo XVI, y Jesús Cautivo Trinitario, de 1824 (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).   

Iglesia de Nuestra Señora de los Desamparados
     Perteneciente a la hermandad de la Santa Cari­dad, la edificación de la iglesia fue encargada por el arzobispo Palafox y Cardona a Ignacio Díaz y Juan Rodríguez, finalizándose en 1762 por Láza­ro Rodríguez Portillo, hijo del anterior.
     De planta rectangular, la nave de tres tramos se cubre con bóveda de cañón con lunetos y arcos fajones ornamentados con motivos geométricos, que recaen hacia la nave mediante desarrolladas pilastras jónicas y acanaladas. En el presbiterio se alza una cúpula semiesférica con decoración geométrica sobre pechinas aveneradas. El coro se sitúa a los pies, en alto, ocupando el primer tramo y recayendo sobre bóveda rebajada. Destacan las salientes angulosidades de la acentuada línea de imposta que recorre la nave, así como el perfil ondulado de la base del coro alto que recae sobre repisas gallonadas. La fachada queda centrada por la portada principal, articulada mediante vano de acceso adintelado entre pilastras, al que se superpone un friso clásico y frontón curvo y partido con el escudo pétreo de la hermandad y remates de esferas en los extremos. Una sencilla espadaña de vano único corona la fachada en su extremo derecho.
     El retablo mayor y los dos laterales existentes en la nave, junto a los dos ángeles lampareros del arco toral, son obras de Andrés Marín, de 1774, hallándose todo sin dorar. El mayor se compone de banco, dos cuerpos y ático. En el camarín central se ubica la imagen policromada de Nuestra Señora de los Desamparados, titular del templo, que alberga con su manto las figuras de dos pobres arrodillados a sus pies, cuya figura fue encarnada y estofada por Francisco de Alanís en 1762. En las calles laterales se hallan figuras San Juan Bautista y San Francisco de Asís, ambas del siglo XVIII, situándose en el ático la paloma del Espíritu Santo y el símbolo de Dios Padre. En los retablos laterales se disponen una imagen policromada de San Francisco de Paula, del siglo XVIII, y una figura contemporánea del Sagrado Corazón. En retablos de altar se sitúan las imá­genes de la hermandad de Jesús Cautivo y María Santísima de la Estrella, obras de Eslava Rubio en 1948 y 1949, respectivamente.
     Entre la imaginería del templo sobresale una Natividad y pequeñas imágenes de la Inmacu­lada y San Francisco de Padua, todas del siglo XVIII. Y entre las pinturas destacan los lienzos del siglo XVII, que representan el Beso de Judas, Jesús en el balcón de Pilatos, La Huida a Egipto, un Ecce Homo; y las seis tablas con inscripciones alusivas a la virtud de la Caridad que están en la sacristía. Respecto a las piezas suntuarias, cabe mencionar una custodia de plata de 1762 y un plato petitorio de 1735, también de plata, ambos con inscripciones (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).   
     El templo responde al clásico esquema de planta de cajón. Consta de una sola nave con presbiterio elevado y coro en alto a los pies. La cubierta se resuelve por medio de bóveda de cañón con lunetos y cúpula sobre pechinas en el tramo correspondiente al ante presbiterio. Los paramentos de los muros están animados por pilastras jónicas, sobre las cuales aparece un entablamento corrido, rematado por una cornisa de sección mixtilínea. Este esquema se ve modificado en el tramo cubierto por la cúpula, con unas pilastras donde el orden jónico es sustituido por una serie de molduras. También se aprecian pequeños cambios en los muros correspondientes a la capilla mayor, que se despojan de aparato decorativo para favorecer la visión del retablo. 
     Un elemento importante del templo es el coro, que apoya sobre un arco rebajado. Este sirve como matriz para el interesante trazado de la bóveda del sotocoro, compuesta con diferentes paños de ladrillos. Muy acertada es la resolución del frente del coro con temas extraídos de dicha bóveda, y una atractiva cornisa ondulada. 
     Dentro del esquema general de la iglesia destaca la cripta, situada bajo el nivel del presbiterio, compuesta de tres espacios abovedados de dimensiones reducidas. El acceso a la misma se efectúa a través de la sacristía localizada tras el altar mayor. Se trata de un espacio casi cúbico, rematado por una cúpula aristada con lunetos ciegos. Conectada con la sacristía, y corriendo paralela al muro de la Epístola, aparece una galería, de escaso interés arquitectónico y en mal estado de conservación. 
     En el exterior del templo, hay que destacar la portada principal situada a los pies de la nave. Se compone únicamente de un vano adintelado entre pilastras toscanas, friso clásico y frontón curvo partido; en los extremos de éste aparecen unos elementos decorativos coronados por semiesferas mientras que en el centro se ubica un panel de azulejos con la imagen de la Titular del templo. La portada no aparece en el centro geométrico del frente principal, ya que los paramentos correspondientes a la anchura de la nave se prolongan, sin diferenciación alguna, en los de la galería. Tan sólo la aparición de una sencilla espadaña sobre ella compensa un tanto este hecho.
     Obra de la Hermandad de la Santa Caridad, antigua de Nuestra Señora de los Desamparados, desgajada (1649) de la Hermandad de las Obras de Misericordia, con sede en la Iglesia de la Trinidad. Por desavenencias surgidas en el seno de la primitiva Hermandad, la Casa de Caridad de Nuestra Señora de los Desamparados, con fines hospitalarios y de asistencia benéfica, se trasladó en 1672 al otro lado de la plaza, a unas casas de la calle San Juan cedidas por don Alonso Pérez de Guzmán. Construyeron un oratorio privado en 1682 decorado con pinturas al fresco, lugar en el que se labró la nueva sacristía y se habilitaron salas para pobres y enfermos. 
     Esta Hermandad fue objeto de los favores concedidos por el arzobispo Palafox y Cardona, que la benefició con igual reducción de derechos que a la Caridad de Sevilla, con la que siempre estuvo hermanada; y de los legados de la familia Romero Eón del Porte, que patrocinaron el Hospicio con "seis camas de incurables" (1747), una enfermería, así como la propia construcción de la iglesia, obra encargada por Palafox a los maestros Ignacio Díaz (autor de la Catedral de San Salvador de Jerez) y Juan Rodríguez (autor de la iglesia de San Francisco de Sanlúcar). Las obras se paralizaron treinta años, hasta concluirse entre 1758 y 1762 por Lázaro Rodríguez Portillo (hijo del anterior).
     Es uno de los edificios religiosos más representativos de Sanlúcar, no sólo por su importancia dentro del período artístico barroco, sino por la continuada vinculación del templo a la vida de la ciudad. Sorprende en ella el enorme contraste existente entre la austeridad de su aspecto exterior y el espléndido conjunto barroco que compone el aparato decorativo del interior, reforzado por un interesante conjunto retablístico. 
     El edificio ha estado vinculado a la actividad de hermandades radicadas en Sanlúcar de Barrameda, algunas de ellas de la importancia de la Hermandad de la Santa Caridad y Pobres Desamparados y actualmente radica en esta iglesia la Hermandad y Cofradía de Nuestro Padre Jesús Cautivo y María Santísima de la Estrella, constituida en 1948 (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

Iglesia de San Jorge. Sede Hermandad del Rocío
     Antecedido de un templo anterior, el nuevo se finalizó en 1721. Fue construido por la cofradía inglesa de San Jorge, junto a colegio y hospital, para atender las necesidades de la colonia inglesa establecida en la villa. Al ser incorporada Sanlúcar a la Corona desapareció la cofradía y en 1985 la iglesia católica inglesa cedió la edificación a la hermandad de Nuestra Señora del Rocío para instalar su casa y capilla.
     De planta rectangular, la nave se cubre con bóveda de cañón y lunetos. En el presbiterio se alza una media naranja profusamente decorada con pinturas dieciochescas, representándose en las pechinas a los Doctores de la Iglesia. El coro se ubica a los pies en alto sobre arco rebajado, estando decorada esta bóveda del sotocoro con yeserías vegetales y el escudo de Inglaterra. La portada se organiza en dos cuerpos. En el pri­mero se abre una puerta adintelada flanqueada por pilastras adosadas. Sobre el entablamento se abre una hornacina entre pilastras que se corona con frontón recto. A ambos lados se abren vanos circulares. El retablo mayor, de columnas salo­mónicas, es obra de Pedro Relingh de principios del siglo XVIII y se encuentra dorado y policromado sobre fondo oscuro. En el centro se sitúa la imagen de Nuestra Señora del Rocío, a cuya talla goticista se atribuye un origen quinientista. La figura fue transformada en 1864 y restaurada en 1985. El primitivo Niño Jesús fue sustituido por otro de barro cocido en el siglo XIX. En las calles laterales se encuentran imágenes policromadas de San Pedro y San Pablo, situándose sobre éstos bustos en relieve y San Jorge en el ático, todas piezas dieciochescas. En los laterales de la nave hay dos retablos muy semejantes de la misma época, que resaltan por sus tonalidades doradas sobre fondos oscuros.
     Entre otras obras, son interesantes la marmó­rea lápida sepulcral de un noble inglés situada en el altar mayor; el púlpito del siglo XVIII; y la pintura del Cristo de los Barqueros, de principios del siglo XVII, donde se representa a la Virgen de la Caridad entre los retratos del Du­que de Medina Sicionia y Pedro de Rivera Sarmiento (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).   

Convento de Regina Coeli. Orden de Franciscanas Clarisas
     Antecedido por otro antiguo convento, la duquesa doña Ana de Silva y Mendoza patrocinó el nuevo edificio, que fue levantado en 1609 por Alonso de Vandelvira. En 1730 Juan Rodríguez Portillo efectuó una importante reforma, cubriendo el altar mayor, haciéndose entonces el retablo mayor y los laterales. La iglesia, de planta rectangular, se dispone en paralelo a la calle. La nave, dividida en cinco tramos mediante arcos fajones, se cubre con bóveda de cañón con lunetas, ubicándose un doble coro a los pies. El presbiterio presenta bóveda vaída decorada con relieves geométricos de cartón recortado entre los que se inscriben tondos ovales y octogonales pintados con temas marianos y eucarísticos. En el coro alto se conserva la antigua armadura de madera de par y nudillo y el coro bajo se cubre con alfarje plano decorado con motivos geométricos, siendo obras de Gonzalo Marín y Miguel González a principios del siglo XVII. En la fachada se abre un par de pétreas puertas gemelas, en estilo transicional entre el tardorrenacimiento y el manierismo. Esbeltas columnas pareadas de orden jónico, que recaen en sendos pedestales, flanquean los accesos adintelados del primer cuerpo y en las acasetonadas hornacinas superiores, abiertas entre pilastras cajeadas y coronadas con frontón recto, se sitúan figuras pétreas de la Virgen con el Niño y Santa Clara, de la misma época. A ambos lados de los nichos escudos de la duquesa fundadora, que reaparecen sobre los cuatro vanos cuadrangulares y elípticos que se abren en el lado derecho del paramento. En esta zona se sitúa también un sencillo acceso al compás y locutorio. Y en el extremo izquierdo de la fachada, sobre el altar mayor, se alza un mirador de planta cuadrangular y tejado a cuatro aguas.
     El retablo mayor es obra del tercer tercio del siglo XVIII y está ordenado con estípites. Presenta banco, un cuerpo con tres calles y amplio ático superior. Sobre el manifestador central, que ocupa el lugar del antiguo camarín, se sitúa una imagen de la Virgen con el Niño. En las calles laterales hay figuras de San José con el Niño y Santo Domingo y en el ático se inscribe un relieve con la Tonsura de Santa Clara por San Fran­cisco, ubicándose a ambos lados tallas de Santa Gertrudis y Santa Mónica. Remata la obra una gran corona y cruz sostenida por ángeles. La puerta del sagrario se decora con un relieve del Buen Pastor. Todas las imágenes son obras de la escuela sevillana de los siglos XVII y XVIII.
     El muro frontal de los coros alto y bajo, tratado a modo de retablo, se terminó en 1608 según trazas de Alonso de Vandelvira, donde también intervino Cristóbal de Rojas. Se distribuye en dos cuerpos y tres calles. En la central se sitúan las rejas alta y baja y entre ellas un relieve con la Im­posición de la casulla a San Ildefonso. El confesionario y comulgatorio de las monjas se ubican en los extremos del primer cuerpo, presentando frontones curvos y rotos que albergan relieves del Buen Pastor y dos ángeles sosteniendo el cáliz, respectivamente, coronándose ambos con pequeños frontones rectos y tres remates superiores. Sobre estos elementos se abren hornacinas con las figuras de San Juan Bautista y San Juan Evangelista.
     En el segundo cuerpo, flanqueando la reja central, hay imágenes de Santa Clara y San Francisco, todo del año de construcción. La sillería del coro es obra de Martín Christián y Hernando de Moya de 1608.
     En el primer retablo del lado del evangelio es del siglo XVII y está centrado por una imagen contemporánea de la Virgen de Regla, situándose en las calles laterales San Juan Bautista y Santa Rosa de Lima, ambas del siglo XVIII, y en el ático se inserta un relieve del Ave Fénix.
     Próximo al anterior hay otro retablo similar presidido por una imagen de candelero de Santa Clara, de finales del siglo XVIII o comienzos del XIX, situándose a sus lados imágenes de San Rafael y San Joaquín, del siglo XVIII, y en el ático un relieve del Espíritu Santo. Le sigue un púlpito de pilar central, tallado en madera sin dorar, de mediados del siglo XVIII, coronándose el tornavoz con una pequeña imagen del Niño Jesús del siglo XVII.
     En el lado de la epístola destaca el grupo de Santa Ana enseñando a leer a la Virgen del siglo XVIII; un retablo dorado del segundo tercio del siglo XVIII centrado por una imagen dieciochesca de San Antonio, situándose en las calles laterales imágenes de San Cayetano y Santa Gertrudis, ambos de finales del siglo XVIII; le sigue un retablo dorado de estípites y colum­nas salomónicas, de la primera mitad del siglo XVIII, centrado por una imagen de candelero de Virgen Dolorosa de la misma época relacionada con las obras de Diego Roldán, situándose a sus lados figuras de San Francisco de finales del siglo XVIII y Cristo atado a la columna; y un retablo­ vitrina dorado con dosel de madera policromada, de la segunda mitad del siglo XVIII, el cual está presidido por una Virgen con el Niño. En la parte alta del muro se encuentran una serie de pinturas apaisadas sobre la vida de la Virgen, de escuela sevillana de hacia 1700.
     Entre las piezas conservadas en el coro bajo destaca una imagen de candelero de San Francisco de mediados del siglo XVII atribuido a Luisa Roldán; talla policromada de San José del siglo XVIII; Crucificado con rasgos goticistas del siglo XVI; imagen policromada de Santa Clara del siglo XVI que sostiene una custodia rococó del siglo XVIII; una escultura de Jesús atado a la co­lumna de hacia 1600; y una pequeña imagen de terracota policromada del Niño Jesús colocada sobre el facistol, del siglo XVII y escuela montañesina, en cuyos pies se halla la firma de «G. Cano». Entre las pinturas cabe mencionar una Inmaculada del siglo XVIII; Crucificado del siglo XVII y Jesús Nazareno de la segunda mitad del siglo XVIII. En orfebrería sobresalen una campanita e incensario de plata, de estilo renacentista, la primera con inscripción de 1548 y la segunda del mismo siglo; copón de plata de 1657; custo­dia de sol de plata sobredorada de la segunda mitad del siglo XVII; crismera del XVII y cáliz de plata sobredorada del siglo XIX.
     Las dependencias conventuales se organizan en torno al claustro principal, que presenta un solo cuerpo con arquerías de medio punto sobre columnas de mármol blanco, quedando centrado el espacio por una fuente de mármol blanco de planta octogonal y doble taza con inscripción de 1691, que se ornamenta con tres bajorrelieves de la Inmaculada, San Francisco y Santa Clara, que­dando todo coronado por una figura de Santa Clara de mármol italiano (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).   
     En el mismo compás de entrada se ubica el locutorio, algunas habitaciones para hospedería y una hermosa puerta reglar que da acceso a la clausura conventual. El claustro principal, aunque no el único, se compone de cuatro galerías de arcos de medio punto que apean sobre columnas toscanas. En su centro, una fuente octogonal con la imagen en mármol de Santa Clara. En las paredes de este claustro se hallan diversas hornacinas con imágenes y pinturas realizadas en los siglos XVII y XVIII. A la planta baja del mismo se abren diversas dependencias conventuales, tales como torno, sala de labor, portería, refectorio, sala de profundis, sala capitular, huerto e iglesia. En los pies de la misma se encuentra el coro bajo, rectangular, cubierto por soberbio artesonado de madera cuyos autores son Gonzalo Martín y Miguel González. El cuerpo de la iglesia presenta planta de una sola nave dividida en cinco tramos, todos ellos de proporciones rectangulares. Estuvo cubierta primitivamente por un artesonado de madera, pero en la actualidad éste solo se conserva sobre el coro alto. En la actualidad se cubre con bóveda de medio cañón con lunetos, compartimentada por arcos fajones que, en el presbiterio apean sobre pilares y en la nave sobre pinjantes a la altura de la cornisa. La obra de la cubierta se data en 1730 y su autor fue el maestro Juan Rodríguez Portillo, aunque la obra global de la iglesia se comienza en la primera década del siglo XVII bajo la dirección de Alonso de Vandelvira, cuya mano se advierte en la cubierta de la capilla mayor, donde desarrolló un importante programa decorativo e iconográfico.
     Aunque sus orígenes son del siglo XV, este convento de clarisas franciscanas asentado en el Arrabal de la Ribera del Mar, hoy en pleno casco urbano, se consolida su fundación en 1519, cuando se documenta que García Díaz de Gibraleón transforma unas casas que poseía para dedicarlas a cenobio de clarisas, las cuales probablemente ya estaban establecidas en la ciudad.
     La dotación del convento correrá a cargo del VI Duque de Medina Sidonia, en 1533, con una cuantía de 20.000 maravedís, incrementada poco después en 50 fanegas de trigo por la Condesa de Niebla. La Casa de Medina Sidonia se constituiría en benefactora a lo largo de los años (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

Convento de Madre de Dios. Orden de Dominicas
     Las obras del templo y coro fueron realizadas entre 1558 y 1570 con el patrocinio de los Du­ques de Medina Sidonia, finalizándose hacia el año 1605.
     La iglesia tiene planta rectangular de una sola nave y cabecera cuadrada. La nave se cubre con techumbre plana y sobre el altar mayor se alza una media naranja sobre pechinas que se encuentra acasetonada y decorada con yeserías a la manera clásica. Los coros alto y bajo se sitúan a los pies del templo. La fachada principal del convento, de estilo manierista, es de principios del siglo XVII. La pétrea portada se organiza mediante un arco de medio punto, flanqueado por pares de columnas acanaladas con capiteles corintios, entre las que se sitúan esculturas de Santo Domingo y San Jacinto. Se corona con un singular frontón alabeado, cuyas curvas se rompen para albergar la figura de la Virgen titular, a cuyos lados se ubican los escudos de Guzmán y Béjar. Sobre el tejado se levanta una decorativa espadaña de cantería del siglo XVII, conformada por un solo cuerpo con dos arcos de medio punto entre pilastras, rematándose con un penacho superior entre cuatro merlones piramidales con talla de perro rampante alusivo a la Orden. A la plaza de Madre de Dios se abre la fachada lateral del templo, que está presidida por una doble portada marmórea, de estilo neoclásico, realizada por Torcuato José Benjumeda en 1815. Dos ventanas ovaladas del siglo XVIII se sitúan en el lado izquierdo, las cuales presentan pétreos enmarcamientos mixtilíneas profusamente tallados con motivos vegetales.
     El retablo mayor es de la segunda mitad del siglo XVIII y queda estructurado mediante estípites en dos cuerpos y tres calles. El primero está centrado por una imagen de la Virgen del Rosario, situándose a sus lados figuras de Santo Domingo y San Francisco. Preside el segundo cuerpo un relieve de la Coronación de María y, a sus lados, santas dominicas, todas de la época del retablo. En el lado del evangelio existen dos retablos gemelos de principios del siglo XVIII, que están dorados y estructurados mediante columnas salomónicas, los cuales albergan tallas de Santa Rosa de Lima y Santa Catalina de Siena, situándose en los áticos pinturas de San Antonio y la Virgen Dolorosa. Destaca también en este lado un pequeño retablo del siglo XVIII que está centrado por una pintura de la Virgen de Belén; y un Crucificado con rasgos gotizantes de posible origen mexicano, realizado entre los siglos XVI y XVII. A los pies del templo, junto al coro bajo, se encuentra el Comulgatorio de las monjas, cons­truido en cedro y decorado con chapa de cobre forjado y sobredorado por José Moreno en 1761, cuyo interior está pintado con temas eucarísticos. En el lado de la epístola hay un retablo manie­rista, fechado en 1628, organizado con colum­nas entorchadas que cobija una talla de San José, ubicándose en los lados pinturas de San Antonio y San Pedro y en el ático la Imposición de la casulla a San Ildefonso.
     En el coro bajo está instalada una sillería de cedro de 1758 que presenta relieves tallados con escenas alegóricas y motivos bíblicos. En este coro se conserva una pequeña pintura de la Virgen del Sudor traída de Roma en 1678, que centra un retablo con pinturas del siglo XVII. También destacan una imagen de la Virgen del Rosario de Nápoles del siglo XVIII; una figura de Santo Domingo del siglo XVI; una pintura sobre cobre con La Virgen y el Niño y San Juan, del siglo XVII; y el retrato de la Condesa de Niebla con hábito dominico del siglo XVI.
     El claustro principal, del siglo XVII, se estruc­tura en dos plantas, mediante arquerías de medio punto sobre columnas de mármol en la primera y balcones entre pilastras de orden jónico en la segunda, cuyos vanos se coronan con alternancia de frontones curvos y rectos. De las dependen­cias conventuales destacan el patio de la Condesa del siglo XVI y el de Santo Domingo del siglo XVII, así como el amplio refectorio de 1624 y la tornería, cuyo torno giratorio está enmarcado con azulejería que dibuja una arquitectura fingida que parece de principios del XVII (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).   
     Del convento de monjas dominicas destaca la iglesia, costeada por la madre del séptimo duque de Medina Sidonia y a donde se retiró hasta su muerte, en 1.582. Reformada durante el siglo XVII, presenta una sencilla portada, protobarroca, con dobles pares de columnas y un frontón alabeado, roto al centro para acoger una hornacina con la imagen titular. En un lateral existen, además, dos portadas gemelas, dualidad frecuente en determinados conventos femeninos (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

Parroquia de Nuestra Señora del Carmen
     En 1661 se construyó el primitivo convento de los carmelitas descalzos, que fue sustituido más  tarde por una nueva edificación. La iglesia quedó finalizada en 1689 siendo obra de Francisco Pérez y Juan de Córdoba. Tras la desamortiza­ción el convento sirvió para diferentes usos, conservándose sólo una antigua galería claustral. La planta es rectangular donde se inscribe una cruz latina de brazos cortos y cabecera plana, situándose en los laterales diez capillas comunicadas entre sí que se abren a la nave mediante arcos de medio punto. La nave se cubre con bóveda de cañón con lunetos y arcos fajones, que recaen en sencillas pilastras hacia los muros laterales. En el crucero se alza una cúpula semiesférica con pilastras radiales y zócalo de óculos cegados, que descansa sobre pechinas recayentes en cuatro pilares cruciformes. El coro se sitúa a los pies en alto, extendiéndose su tribuna sobre las capillas laterales del primer tramo. La fachada principal, precedida de un atrio cerrado con murete de la­drillo visto de factura posterior, está centrada por la portada de los pies, que se estructura en dos cuerpos. En el primero se abre un vano de acceso de medio punto, que está flanqueado por dobles semicolumnas adosadas, y sobre el clásico friso se abre en el segundo cuerpo una hornacina con figura de la Virgen titular, flanqueada también por dobles semicolumnas y frontón recto y roto con remates sobre pedestales en los extremos. A am­bos lados de la hornacina se sitúan huecos adin­telados con frontones rectos. En los laterales de la puerta de entrada existen dos portadas ciegas, que son adinteladas y encierran en sus frontones rectos y rotos los escudos de la Orden. Corona la fachada una espadaña doble situada en el extremo del lado del evangelio y una simple sobre el lado de la epístola.
     El retablo mayor, realizado hacia 1762, está resuelto con grandes estípites y presenta banco con puertas laterales, un elevado cuerpo subdividido en dos zonas horizontales y tres calles y ático final. Se encuentra presidido por una imagen de la Virgen del Carmen, situándose en la hornacina superior la figura de un arcángel. En las calles laterales aparecen imágenes policromadas de San José con el Niño y San Pedro, sobre las que se hallan San Ramón y San Antonio de Padua. En el ático, centrado por un relieve de la Trinidad, se ubican otras figuras San Eliseo y San Elías, todas de la misma época que el retablo .
     En las capillas laterales existen dorados retablos rococó y algunos neoclásicos, que albergan imágenes dieciochescas de Santa Teresa, San Roque, Nuestra Señora del Carmen, San José con el Niño y la más tardía Virgen de la Divina Pas­tora. La imagen policromada de San Juan de la Cruz con estofado del siglo XVIII está atribuida a Francisco Antonio Ruiz Gijón, pudiéndose fechar entre 1675 y 1680. Al mismo escultor se atribuye el grupo de la Sagrada Familia, de fina­les del XVII o principios del XVIII, aunque la figura de San Joaquín no forma parte del grupo original. El conjunto de las Angustias, titular de la hermandad de su nombre y ubicado en retablo neoclásico de mediados del siglo XIX, está for­mado por la imagen de candelero de la Virgen, la cual se fecha en 1753 atribuyéndosele a Diego Roldán, cuya figura era en origen una Dolorosa adaptada en 1807 a su actual iconografía de la Piedad cambiándosele también las manos; y la figura de Cristo parece que fue realizada en 1807 por algún escultor gaditano. También radica en este templo la hermandad de Jesús del Consuelo y María Santísima del Mayor Dolor. La imagen de la Virgen es de autor desconocido, del último cuarto del siglo XVII; y la talla completa del Na­zareno, realizada hacia 1700, se atribuye a Pedro Relingh.
     Entre otras piezas cabe destacar la pintura de Jesús del Consuelo, en el altar mayor; seis tablas de santas y otra con la Presentación de la Virgen en el templo, todas del siglo XVII. En orfebre­ría sobresale la puerta del sagrario, de plata repujada; un manifestador también de plata y un copón de oro, ambos del siglo XVIII. Desde el pórtico de entrada se accede a una galería que resta del antiguo convento, la cual está cubierta con bóvedas de arista. En ella se encuentran dos antiguas lápidas sepulcrales destacando la ornamental talla de mármol de la lápida del caballero inglés Francisco Browne, fechada en 1741 (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).   

Mercado de Abastos
     La Plaza de Abastos es el mercado central de Sanlúcar de Barrameda. Pasear por sus puestos, conversar con la gente y comprar allí se convierte en un espectáculo único para el visitante.
     Está habilitado en un edificio municipal, construido en el siglo XVIII para tal fin. Ha sido reformado varias veces a lo largo de su historia.
     El mercado se localiza justo en el corazón de la zona comercial del Conjunto histórico-artístico de Sanlúcar de Barrameda. Se declaró como tal en 1973, habiendo sido distrito comercial de la ciudad desde la Baja Edad Media.
     El proyecto dio el pistoletazo de salida en 1736. Fue en ese año cuando el Ayuntamiento de Sanlúcar compró dos solares para construir un edificio en el que reunir las carnicerías dispersas por la ciudad y un lugar en el que vender frutas, verduras y comestibles. Además, el duque de Medina Sidonia cedió una parte de su jardín.
     En 2009, el Ayuntamiento de Sanlúcar y la Junta de Andalucía llevan a cabo un nuevo proyecto de mercado. Con este, solo se conserva la portada de piedra en una moderna Plaza de Abastos blanca minimalista (Ayuntamiento de Sanlúcar de Barrameda).
     
     Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Cádiz, déjame ExplicArte los principales monumentos (Barrio Bajo: plaza del Cabildo; Centro cultural La Victoria; Biblioteca Municipal, antiguo Ayuntamiento; Iglesia de la Santísima Trinidad; Iglesia de Nuestra Señora de los Desamparados; Iglesia de San Jorge; Convento de Regina Coeli; Convento de Madre de Dios; Iglesia de Nuestra Señora del Carmen; y, Mercado de Abastos) de la localidad de Sanlúcar de Barrameda (II), en la provincia de Cádiz. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la provincia gaditana.

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