Intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla", de Onda Cero

Intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla", de Onda Cero, para conmemorar los 800 años de la Torre del Oro

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viernes, 31 de enero de 2020

La Iglesia de San Juan Bosco, de Antonio Gómez Millán

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la Iglesia de San Juan Bosco, de Antonio Gómez Millán, de Sevilla.  
     Hoy, 31 de enero, Memoria de San Juan Bosco, presbítero, el cual, después de una  niñez dura, fue ordenado sacerdote, y en la ciudad de Turín se dedicó esforzadamente a la formación de los adolescentes. Fundó la Sociedad Salesiana y, con la ayuda de Santa María Doménica Mazzarello, el Instituto de Hijas de María Auxiliadora, para enseñar oficios a la juventud e instruirles en la vida cristiana. Lleno de virtudes y méritos, voló al cielo, en este día, en la misma ciudad de Turín, en Italia (1888) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
       Y que mejor día que hoy para ExplicArte la Iglesia de San Juan Bosco, de Antonio Gómez Millán, de Sevilla.
     La Iglesia de San Juan Bosco, se encuentra en la calle Condes de Bustillo, 17; en el Barrio de Triana Este, del Distrito Triana.
      La capilla del Colegio de los Salesianos de Triana (1926-1944), es la segunda obra, siguiendo el orden cronológico, de Antonio Gómez Millán. Fue consagrada por el Cardenal Segura el 24 de marzo de 1944, siendo en la actualidad la Parroquia de San Juan Bosco. 
   Proyectada en principio como una iglesia de planta "de cajón". le fue posteriormente añadida una sola nave lateral en el lado izquierdo, más estrecha y de menor altura que la principal La nave central está cubierta con una bóveda de cañón rebajada, que cuenta con arcos fajones y lunetos; la lateral, en su primer tramo, concebido como capilla independiente, cuenta con bóveda de aristas y, en el resto, con bóvedas vaídas. Un gran arco triunfal enmarca el presbiterio, convenientemente elevado y decorado con pinturas que fueron dirigidas por Francisco Hohenleiter, quien debió estar al frente del programa decorativo del templo. 
   De los dos proyectos de la fachada que se conservan, el primero -no ejecutado- es una interpretación libre de motivos historicistas barroquizantes, que encajaban correctamente con el resto del conjunto y, en especial, con la primitiva fachada proyectada para el salón de actos, de clara influencia déco. El segundo y definitivo se muestra más claramente historicista, pero sin llegar a reproducir un modelo único. Lo más destacable del conjunto es la torre-fachada, rematada en puntiagudo chapitel e inspirada en modelos andaluces históricos. Iglesia ecléctica e historicista, con influencia barroca, en su concepción muestra la capacidad del arquitecto para crear amplios y correctos espacios con la monumentalidad requerida entonces por este tipo de edificaciones
   El templo cuenta con una espacialidad, amplitud y corrección volumétrica relevantes. Debe medir unos 35 metros de longitud y 18 de anchura, siendo la amplitud de la nave central exactamente el doble que la de la lateral.
   El templo cuenta, como se ha dicho, con una nave central y uno una lateral, más estrecha y de menor altura. el presbiterio quedó literalmente elevado sobre el resto del templo, presidido por la imagen de María Auxiliadora, la popular "Sentaíta", talla de Enrique Orce Mármol en 1944, en una sencilla hornacina, sobre un muro decorado con pinturas murales. Es de suponer que fue la superficie disponible la que inclinó al arquitecto a semejante disposición irregular. 
   Hay algún antecedente sevillano, como la Iglesia del Convento de San Buenaventura, reducida en sus dimensiones en el siglo XIX, perdiendo entonces la nave que completaba su disposición simétrica. Pero Antonio Gómez Millán siempre la conoció -vivió cerca de ella- tal y como hoy está. Era un esquema que, hipotéticamente, podía resultarle familiar. En el caso que ahora nos ocupa, al igual qu el supuesto modelo, la cubierta principal está formada por una bóveda de cañón -en nuestro caso rebajada- con arcos fajones y lunetos. Sin embargo, en la nave lateral, en la primera las bóvedas son de aristas, mientras que en la nueva son vaídas. Ésta se corona por un sencillo retablo neobarroco donde recibe culto la imagen de San Juan Bosco (talla del imaginero José Luis Pires Azcárraga y Francisco de Asís Arcas Báez en 1945) acompañado por las imágenes de la Inmaculada Concepción y de Santo Domingo Savio; a los pies de la nave se venera el Santo Cristo Crucificado, talla de José Luis Pires Azcárraga, que a los pies tiene una pequeña talla de Santa Ángela de la Cruz. Ambas iglesias disponen de un coro a los pies y de arcos de medio punto diferenciando los dos ejes longitudinales. Por tanto, nos estamos refiriendo a un modelo histórico, del primer tercio del siglo XVII, que además contó con magníficos cuadros de Herrera el Viejo y de Zurbarán, e incluso con frescos. De este modo, también la pintura es en esta iglesia uno de los puntos fuertes del programa decorativo, estando a cargo del pintor Francisco Hohenleiter, cuyo nombre quedó inscrito en cerámica, bajo el coro, sobre un decorativo grupo de tres pequeños arcos, que no consta en los planos.
   De la fachada se conservan dos proyectos, el primero de 1928, y el realizado, cuyo alzado -sin fechar- debió realizarse en los años treinta o cuarenta. En el primitivo, el arquitecto se permite una interpretación más libre de los motivos de origen histórico. Las molduras, las pilastras gigantes y la peculiar ordenación de los elementos superiores, incluido el basamento de la espadaña, así lo indican.
   El segundo se muestra de un historicismo más ortodoxo aunque sin llegar a reproducir un modelo único. Existen antecedentes de torres fachadas -Iglesia de San Felipe de Carmona, o Santa María de Utrera-, de chapiteles similares -Iglesia de San Pablo en Aznalcázar, también sobre un grueso primer cuerpo, la de San Pedro, en Sanlúcar la Mayor, alguna otra torre de Carmona- o del tipo de portada, pero no conjuntados de semejante manera. Aún así, encontramos cierta falta de cohesión entre lo que es propiamente fachada, el primer cuerpo de la torre y su remate. A ello contribuye sin duda la combinación de ladrillo visto y enlucido. (María del Valle Gómez de Terreros Guardiola, Antonio Gómez Millán (1883-1956). Una revisión de la arquitectura sevillana de su tiempo. Ediciónes Guadalquivir, Sevilla. 1993).
Conozcamos mejor la Historia, Culto e Iconografía de San Juan Bosco, presbítero;
   Nacido cerca de Turín en 1815, murió en 1888.
   Director de orfelinato y de patronato, fundador de la Sociedad Salesiana, ejerció una benéfica acción social en los medios juveniles obreros.
   Beatificado en 1929, fue canonizado en 1934 a título de apóstol de la ju­ventud, como san Juan Bautista de la Salle, su precursor francés.
Es el patrón de los novicios cristianos (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
   Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la Iglesia de San Juan Bosco, de Antonio Gómez Millán, de Sevilla. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la ciudad.

Horario de misas de la Iglesia de San Juan Bosco:
            Laborables: 10:00 y 20:00 (Invierno); 20:30 (Verano)
            Sábados y Vísperas de Festivos: 20:00 (Invierno); 20:30 (Verano)
            Domingos y Festivos: 09:30, 11:30, 12:30; 20:00. 12:00 y 20:30 (Verano) 

Página web oficial de la Iglesia de San Juan Bosco: www.triana.salesianos.edu/parroquia

La Iglesia de San Juan Bosco, al detalle:
La imagen de María Auxiliadora

jueves, 30 de enero de 2020

El Palacio de Miguel de Mañara (actual sede de la Dirección General de Bienes Culturales de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía)

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el Palacio de Miguel de Mañara (actual sede de la Dirección General de Bienes Culturales de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía), de Sevilla.     
     El Palacio de Miguel de Mañara (actual sede de la Dirección General de Bienes Culturales de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía) [nº 14 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la calle Levíes, 27; en el Barrio de San Bartolomé, del Distrito Casco Antiguo.
     Casa-palacio de dos plantas, de finales del XVI o principios del XVII, mandada construir por Diego de Almansa y posteriormente residencia de los Mañara, desde 1623.
     Se instala sobre una parcela, de trazado bastante regular, situada entre las calles Garci­ Pérez y Levíes, construyendo su fachada principal a esta última. Su disposición organizativa es la habitual de las casas-palacio sevillanas y responde con absoluta nitidez a su esquema tipológico, si exceptuamos la localización del patio en tercera crujía respecto de la calle Levíes. En efecto, se trata de una ordenación de crujías en torno al patio central, con la adición de una más estrecha que construye su fachada principal. Otras piezas de menor entidad y un jardín trasero -a la derecha del patio- terminan por colmatar los lindes de la parcela.
     El apeadero semicubierto dará acceso a las tres zonas de la casa: a la derecha, el área del servicio (en planta baja y entreplanta, sumando ambas la altura normal de la planta baja); a la izquierda, las caballerizas y otras dependencias (planta baja y entreplanta), y al fondo, a las de­pendencias principales de la casa, a través del patio central.
     El patio presenta arquerías superpuestas en sus cuatro frentes, de arcos semicirculares sobre columnas renacentistas con cimacios y pilastras acanaladas en la planta baja y de arcos rebajados y balaustrada de mármol en la alta. En su centro existe una fuente de mármol blanco, de mar octogonal decorado con mascarones y taza sobre angelotes de una gran belleza, presumi­blemente realzada por artistas italianos que trabajarían abundantemente en el palacio. La escalera principal se sitúa en el ángulo superior derecho del patio; es de dos tramos, de grandes proporciones y cubierta por una artesonado de par y nudillo.
     Buena parte de las piezas de la casa se cubren con magníficos artesonados, destacando el situado sobre la antigua capilla.
     La fachada principal está dividida en calles desiguales por pilastras que permiten introducir un elemento de orden en la disposición de sus huecos. Una cornisa, que recoge los capiteles de las pilastras, remata la fachada recibiendo el alero del tejado de cubierta de tejas, a excepción de los dos últimos módulos, qué con una composición más libre dispone de terraza hori­zontal, con pretil de obra rematado por pináculos. La portada de mármol está flanqueada por columnas toscanas, de fuste acanalado sobre pedestales y entablamento con ménsulas -entre las que alternan bucranios y cabezas huma­nas- que recoge el balcón central exento de decoración. A destacar en la fachada, la espléndida colección de herrajes de forja de sus ventanas.
     La  casa  ocupa  en  planta  baja,  incluyendo apeadero, patio principal y los tres más pequeños, una superficie de 1.265 m2. La superficie total construida de la casa asciende a 2.400 m2 , excluyendo los patios (Guillermo Vázquez Consuegra, Cien edificios de Sevilla: susceptibles de reutilización para usos institucionales. Consejería de Obras Públicas y Transportes. Sevilla, 1988).
   A partir del siglo XV son las primeras noticias que se tienen del edificio. Este se construye, por uno de los miembros de la familia de los Almansa, aprovechando elementos de construcciones anteriores. Restos de esta primitiva casa mudéjar son los zócalos con pinturas murales del salón de la planta baja, fechados probablemente en el segundo tercio del siglo XV.
   En 1519 la casa es utilizada como vivienda por Juan de Almansa y su mujer Constanza de Alcocer. En 1532 encarga, al taller del escultor Antonio María Aprile da Carona de Génova, las columnas, balaustradas y solería de mármol con las que decoraría el patio principal.
   En 1623 Diego de Almansa, fiscal de Rey en la Real Audiencia, pone en subasta pública la Casa de Mañara.
   El gran auge experimentado por Sevilla en el siglo XVI, atrajo a numerosos extranjeros que vinieron a buscar riquezas y prosperidad. Uno de ellos fue Tomás de Mañara, Leca y Colona, que compró en el siglo XVI en 13.000 ducados de plata. Tomás de Mañara muere en 1648, queda como heredero su hijo Miguel, quién no heredó las dotes de comerciante de su padre, dedicándose en los últimos años de su vida a la beneficencia, fue Benefactor del Hospital de la Caridad y revitalizador de la Hermandad, cuyo fin primordial era dar sepultura a los ahogados y ajusticiados. En 1674, abandonó su casa del barrio de la judería para vivir en otra más cercana a la Santa Caridad, donde muere en 1679.
   Tras el terremoto,de Lisboa de 1755 un tercio de los edificios de la ciudad quedó en ruina, aunque para el caso de la Casa de Mañara, no se tienen apenas datos de las repercusiones que pudo tener el seísmo. Si bien, únicamente se tienen noticias de algunas obras sin importancia y el remozamiento de la fachada principal en 1767. Durante gran parte del siglo XVIII, esta vivienda fue alquilada, concretamente en 1755, a Pedro Fillot. Posteriormente, entre 1772-1794, se volvió a intervenir sobre la misma, aunque esta vez debido a la estancia de don Manuel Prudencio de Molviedro, como inquilino de la misma.
   Las noticias que se han localizado de la casa en el siglo XIX son las que se refieren a la utilización de la casa, durante la invasión francesa, como cuartel de las tropas del mariscal Soult. Específicamente fue destinada a alojamiento de la escolta del mariscal Duque de Trebiso. Debido al saqueo y destrozo ocasionado en la vivienda durante esta etapa, fue eximida de impuestos durante varios años, para así poder atender a los destrozos ocasionados.

   Posteriormente, la casa fue heredada por los Marqueses de Paterna del Campo. En 1916 la Hermandad de la Santa Caridad compra el edificio por la cantidad de 77.500 pts. A partir de esta fecha el inmueble tuvo usos muy diversos, todos ellos relacionados con labores industriales, como la manufactura del corcho, la fabricación de alfileres de latón y la hilaturas de la fábrica Fabra y Coats. A partir de los años cincuenta y hasta 1970, fue convertida en escuela pública. Finalmente tras un periodo de abandono total y tras ser incluido en el Plan de rehabilitación del Barrio de San Bartolomé, se comenzaron las obras de rehabilitación en 1989, destinándose a sede de la Dirección General de Bienes Culturales de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía.
   La Casa Mañara o Casa natal de Miguel de Mañara, se encuentra situada en el centro de lo que fue la aljama o antigua judería de Sevilla. Esta abarcaba el sector comprendido entre el Alcázar y las proximidades de la puerta de Carmona, es decir, los barrios o collaciones correspondientes a las parroquias de la Santa Cruz y de San Bartolomé, muy cerca de la cual se halla el edificio que tratamos. La judería se abría hacia el exterior de la ciudad por la puerta de la Carne, de la cual partía hacia el interior la calle principal, que hoy toma los nombres sucesivos de Santa María la Blanca y San José y que separaba las collaciones mencionadas.
   La morfología urbana fue transformada al desaparecer la judería en el siglo XVI, acogiendo numerosos ejemplos de arquitectura monumental, tanto civil como religiosa, entre las que se encontraban las casas-palacio de Céspedes, Levíes y de los duques de Béjar, desaparecidas, y las de Altamira y Mañara, rehabilitadas, ambas como sede de la Consejería de Cultura y Medio Ambiente de la Junta de Andalucía.
   Las intervenciones recientes, a la sombra de las que han establecido nuevas sedes institucionales, han dado un formidable impulso de recuperación al barrio, que se hallaba prácticamente perdido.
   La Casa-Palacio de Mañara se sitúa en la calle Levíes, con una fachada trasera a la de Garci Pérez. La fachada principal ocupa prácticamente el rincón que forman Levíes y San Bartolomé, donde se encuentra, muy próxima, la fachada lateral de la iglesia parroquial. En contacto con la de Mañara, con fachada a la calle Garci Pérez, se hallan dos casas destacadas que han merecido la protección Global en la catalogación establecida en el Plan General de Ordenación Urbana de Sevilla. Corresponde la tipología a la más ortodoxa de las casas renacentistas, si bien los diferentes avatares y propietarios por lo que ha ido pasando han ido introduciendo modificaciones que han ido alterando el tipo, aún sin perder la claridad de aquel.
   Se organiza en tres partes diferenciadas, la zona noble o de los señores, la zona de servicio y la zona de cuadras. El acceso se hace a través de zaguán y patio delantero con apeadero, por el que se accede a un gran patio central columnado con galería de arquerías en las dos plantas y fuente de mármol en su centro.

   La escalera, de dos tramos y gran porte, se sitúa en la esquina del fondo, a la derecha según se accede al patio desde el portón de entrada. Las estancias de la parte noble se distribuyen en torno al patio, cubriéndose en su mayor parte por alfarjes y artesonados de madera. La zona de servicios, situada en la parte S.E., a la derecha de la fachada, según el sentido de acceso, evoluciona en torno a un patio lateral, sin galerías. La zona de las cuadras se situaba a la izquierda del patio-apeadero y presenta fachada la calle Levíes.
   Volumétricamente, destaca en el edificio el hueco del patio central y sus cubiertas de faldón, así como la irregularidad de las alineaciones de ambas fachadas, que se ciñeron a los términos sinuosos y quebrados con los que estaba concebido el entorno urbano. En términos generales, la estructura del edificio se basa en muros portantes de ladrillo macizo, que alcanzan y sobrepasan los 50 cm. de espesor y forjados de madera, con artesonados en las estancias y bóveda de escayola en la escalera. A esta estructura general, que ha perdurado mal que bien a lo largo de los siglos y los acontecimientos y usos sobrevenidos, hay que añadir el tratamiento que se le ha dado en la última y decisiva intervención de restauración y rehabilitación.
   La fachada principal del Palacio de Mañara se sitúa en la calle Levíes, estando compartimentada en dos cuerpos y ochos calles articuladas por pilastras adosadas al muro. El vano de acceso a la casa, se localiza en la tercera calle del lado izquierdo del muro. Una serie de vanos rectangulares que sirven de iluminación, se distribuyen tanto en el piso superior como en el inferior. La primera y la segunda calle de la izquierda, son iguales, están ocupadas por un vano de forma rectangular cerrado por una reja en planta baja y otro de las mismas características en planta alta. La tercera calle la ocupa en el primer cuerpo una ventanilla de forma cuadrada y sobre esta un vano de forma rectangular cerrado por una reja y cubierto con tejaroz. El mismo esquema se repite en los cuerpos inferiores de las calles sexta, séptima y octava. En el cuerpo superior de la tercera calle un balcón con barandilla, al igual que en la cuarta y quinta. En el resto de las calles, en el cuerpo superior se repite el esquema de vano rectangular cerrado por reja con tejaroz. Solamente en la planta baja de la quinta calle no existe ningún vano.
   La decoración pictórica conservada en esta fachada, presenta elementos muy variados, las pilastras se decoran con imitación de sillares, mientras que en el resto del muro la decoración es de ladrillos. En los lugares que falta la ornamentación, esta se ha completado con pintura, en el caso de la imitación del ladrillo en roja, mientras que los sillares de color ocre. El cuerpo ocupado por la portada, es el que mayor decoración tuvo, pues se trataba de enmarcar mediante arquitectura fingida el balcón del cuerpo superior, con elementos muy variados tanto arquitectónicos como constructivos, actualmente desaparecidos casi en su totalidad, en las calles laterales se encuentran cartelas con las inscripciones: "SE RENOVO" y "AÑO DE 1767". Hasta la calle sexta la fachada se cubre mediante una cornisa con tejaroz, en cambio el resto de la fachada se cubre mediante una azotea, donde sobresalen unos pináculo, prolongación de las pilastras. El aspecto que presenta actualmente esta fachada es el resultado de las distintas reformas efectuadas desde finales del siglo XVI hasta nuestros días, siendo fundamental la realizada en 1767. En la fachada trasera los únicos elementos destacables son los vanos de iluminación, repartidos en diversas alturas y cerrados por rejas.

   La portada de acceso al inmueble se abre en la fachada principal, en la calle Levíes. De mármol blanco da acceso a la vivienda presenta un vano rectangular. Se encuentra flanqueado por columnas toscanas de fuste acanalado, que apoyan sobre pedestales decorados con atributos militares y mascarones, escudos cruzados con cabeza de león y espadas, que simbolizan el triunfo de las armas. El entablamento, siguiendo el orden clásico, lo compone el arquitrabe, el friso y la cornisa. El friso se encuentra dividido en triglifos, que a modo de ménsulas soportan la cornisa, y metopas, adornadas con cabezas humanas alternadas con bucráneos.
   Existe una portada secundaria que comunica el apeadero con el patio principal. Esta presenta un vano de ingreso, realizado en ladrillo visto, con arco de medio punto sobre pilastras toscanas. El arco se enmarca en una especie de alfiz, formado por una pequeña moldura. El ingreso es rodeado por un enmarque de azulejo decorado con cintas. El conjunto es flanqueado por dos pilastras toscanas sobre las cuales, a modo de pilastra, aparece un registros acanalados, escudos y ménsulas que soportan la cornisa que remata la portada.
   El palacio presenta planta de forma irregular, aproximándose a la de un rectángulo, donde el lado más estrecho lo ocupa la fachada principal. Arquitectónicamente sigue el prototipo de la casa palacio renacentista. El edificio consta de tres partes bien diferenciadas, la zona noble, de mayor extensión, ocupa dos plantas, sirviendo de vivienda de los propietarios. Las dos partes restantes son las dedicadas a dependencias, viviendas de servicio y a las cuadras.
   La zona destinada a cuadras y viviendas del servicio se encontraban en torno al patio apeadero, de planta rectangular, situándose las primeras en el lateral izquierdo y las segundas en el derecho. Estas últimas presentaban diferentes habitaciones y dependencias de planta rectangular y cuadradas, teniendo comunicación con un patio secundario de planta rectangular. La zona noble se localizaba en
torno al patio principal, cuadrado y con galerías de doble altura en sus cuatro frentes. Dichas dependencias alternaban las de planta cuadrada con las rectangulares.
   Sin embargo este esquema ha sido muy transformado por los distintos usos que ha tenido el edificio y su actual remodelación para convertirlo en sede de la Dirección General de Bienes Culturales. Es por tanto, por lo que el edificio actual presenta, en general, el mismo esquema de distribución de las dependencias, pero habiéndoseles cambiado los accesos e incluso algunas han sufrido una nueva compartimentación y otras, en cambio, se han visto alteradas por el proceso inverso.
   El acceso se sigue realizando por el patio apeadero, donde a la izquierda en una dependencia, casi rectangular, se ha colocado el servicio de seguridad. A la derecha, sigue la compartimentación del grupo de habitaciones de planta rectangular y cuadradas, con escaleras de servicio para la subida a los pisos altos. Uniendo ambas partes, en el segundo piso, existe un gran salón rectangular, que recibe su iluminación por los balcones existentes en la fachada principal. Desde dicho patio se accede directamente al patio principal de la casa. En éste, rodeado de una galería en sus cuatro lados, se distribuyen las habitaciones principales del edificio.
   Grandes salones rectangulares ocupan, tanto en planta alta como en baja, las zonas centrales de cada crujía, excepto la crujía ocupada por el apeadero. Uno de estos grandes salones, en la planta baja presenta tres arcos de herraduras. En los ángulos, uniendo dichos salones, existen dependencias cuadradas, que en algunos casos han sido compartimentadas para servicios y aseos y en otros son meros espacios de transito hacia otras dependencias. En uno de ellos, se sitúa la gran escalera de dos tramos.
   En los lados menores del edificio existen dos patios secundarios, uno de planta cuadrada y otro rectangular. A éstos dan una serie de dependencias, rectangulares y cuadradas, actualmente distribuidas en planta baja, entresuelo y piso alto. A las mismas se acceden por escaleras secundarias, de moderna factura.
   Los elementos sustentantes del palacio quedan definidos por el muro perimetral que rodea a la vivienda y las columnas de orden corintio que existen en el patio principal del inmueble.
   Los únicos elementos destacables en alzado son el patio principal y la escalera. El patio principal constituye el núcleo de la vivienda y principal distribuidor de los espacios interiores, compartimentándose, sus alzados, en dos cuerpos. La planta baja está formada por cuatro arcos de medio punto, en cada lado de la galería, estos apoyan sobre altos cimacios de fábrica y columnas de mármol de orden corintio, con escudos nobiliarios. En la planta alta, el ritmo es el mismo, aunque en esta ocasión los arcos son rebajados y se localizan sólo en tres de sus lados, el cuarto se cierra con columnas y entablamento de madera. Las galerías altas se cierran con una balaustrada de mármol. La caja de la escalera de forma cuadrada, consta de dos tramos, con balaustrada de mármol blanco, se ilumina a través de dos vanos, uno orientado a la calle Garci Pérez y el otro al patio jardín.
   En la Casa de Mañara se conservan parte de las cubiertas antiguas del edificio. Estas son estructuras de madera, tanto planas como en artesas. Los techos planos, existentes en algunas dependencias del piso bajo y de las galerías del patio, están formados por vigas de madera y tablazón normal, excepto en la sala situada al fondo del patio, donde se encuentran las pinturas, cuya tablazón está formada por azulejos. Los artesonados, propiamente dichos, se encuentran en la planta alta, correspondiendo a los salones de fachada, crujías del patio principal y las dependencias que se abren al patio cuadrado. De estos destacan los artesonados de par y nudillo del salón de la calle Garci Pérez, y los de lacería de los salones de la fachada principal y la crujía izquierda del patio central. De cuatro lados con lacería son los existentes en lagunas de las dependencias cuadradas del patio secundario (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía). 
Conozcamos la Biografía de Miguel de Mañara;
     Miguel Mañara Vicentelo de Leca, (Sevilla, 3 de marzo de 1627 – 9 de mayo de 1679). Caballero de la Orden de Calatrava y “gran limosnero de Sevilla”.
     A Miguel Mañara se le ha querido confundir a veces, fruto de la literatura romántica francesa del siglo XIX, con el mismo Juan Tenorio, que de gran pecador de disipada juventud, se convirtió en el gran arrepentido, de penitente y piadosa vejez. Nada hay en la juventud de Mañara, que tenga algo que ver cun esis “crímnes tan numeroso —que le atribuye E. Van Loo— como numerosos eran sus triunfos amatorios”; ni nada semejante a ese “llibertini cavallero” que presenta: el de “la espada continuamente ensangrenyada”. Contrario es el juicio que le merece a Marañón, maestro indiscutible en la materia: “Durante toda la época romántica hasta nuestros tiempos —escribe— se ha personificado el donjuanismo en un sevillano del más alto valor emocional, en Don Miguel de Mañara [...], que todavía goza de un alto prestigio de Don Juan. Es igualmente un error, y no sólo porque Mañara es muy posterior a Tirso de Molina y no pudo, por tanto, ser su modelo, sino porque Mañara fue, ante todo, un místico”.
     Nació en Sevilla de una familia rica, originaria de Córcega. Su padre, Tomás, había vuelto de sus viajes al Perú con fama de grosario o de opulento comerciante.
     Pasó los días de su juventud entre las naturales diversiones y el ambiente cristiano de su familia. A los veinticuatro años, el ya caballero de Calatrava quedó de único heredero de la gran fortuna de sus padres, en aquella Sevilla, “amparadora de pobres y refugio de desdichados”, que era considerada entonces como una de las ciudades más ricas de Europa. En 1648 casó con Jerónima Carrillo de Mendoza, de la alta nobleza sevillana. Ésta murió pronto y fue entonces cuando Mañara, quien, al decir de sus contemporáneos, vivía “cuerda y cristianamente”, dio un nuevo cambio de vida. El mismo Mañara confesó que “vivía muy gustoso y teníase por muy afortunado con la compañía de doña Jerónima, su mujer, de quien cada día iba haciendo mayor estimación, al paso que iba conociendo los quilates de su mucha virtud, fuera de las demás prendas que la hacían singularmente amable”.
     Cuando murió Jerónima, contaba con treinta y tres años de edad. En un golpe de gracia, aprendió entonces “a conocer con gran claridad la brevedad de la vida, la certidumbre de la muerte y la vanidad de las glorias del mundo”. Su sobrino, el marqués de Paradas, cuando corrió a su encuentro en la soledad de Montejaque (señorío de Jerónima), le halló “poseído de un sentimiento, aunque muy grande, muy prudente y católico, deseando sólo aprovecharse de golpe semejante y acabar de desatar las pigüelas de este mal mundo, que tanto impiden para volar al cieño”. Pasó, entonces, por un proceso de “conversión interior”; poco a poco se fue desprendiendo de sus inmensos bienes y pronto fue considerado como el gran limosnero de la ciudad. Entró en la cofradía de la Santa Caridad, que se dedicó a favorecer a pobres y necesitados, llegando a ser de por vida hermano mayor de la misma. En una de las actas del Cabildo se lee que “propuso el señor don Miguel Mañara que el principal instituto de la Santa Caridad de Nuestro Señor Jesucristo es cuidar de los pobres, y que los mendigos son los que tienen primer lugar como más desvalidos que andan a la inclemencia del tiempo de noche y de día, del que ha resultado morirse muchos aceleradamente.
     Y que le parecía acudir a estos daños, haciendo el cabildo que los dichos pobres mendigos se recojan de noche y se les dé para que no padezcan mayor daño. Y allí, con lo que pueda, la Hermandad los socorra para que puedan dormir y enjugarse si estuvieren mojados”.
     “Hospicio de pobres y peregrinos”, como llamaban a la Santa Caridad, hizo construir para ella una hermosa capilla, en la que dejaron obras maestras sus amigos Roldán, Valdés Leal y Murillo. Habiéndose desprendido de todos sus bienes, se quedó a vivir en una humilde celda de la Caridad, donde escribió su memorable Discurso de la verdad, y murió santamente el 9 de mayo de 1679. En el Libro nuevo de hermanos se anota lo siguiente: “Murió el día 9 de mayo de 1679 con grande opinión de santidad. Fue padre y restaurador de esta Hermandad. Está su venerable cuerpo debajo del presbiterio de esta santa iglesia de la Caridad, encima de la cual, en una losa, están recopiladas sus heroicas virtudes [...] No merecimos tanto bien. Viva eternamente en la feliz compañía de los Santos”. En los sevillanos quedó la memoria de Miguel Mañara como “limosnero de la ciudad, “varón justo”, “padre de los pobres y consuelo de los afligidos”.
     Se abrió su proceso de beatificación, que todavía sigue pendiente en Roma (Francisco Martín Hernández, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
    Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el Palacio de Miguel de Mañara (actual sede de la Dirección General de Bienes Culturales de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía), de Sevilla. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la ciudad.

Horario de apertura del Palacio de Miguel de Mañara (actual sede de la Dirección General de Bienes Culturales de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía):
             Martes y Jueves (no festivos): de 11:00 a 12:30

Página web oficial del Palacio de Miguel de Mañara (actual sede de la Dirección General de Bienes Culturales de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía): www.juntadeandalucia.es/cultura/blog/los-palacios-de-altamira-y-manara-abren-sus-puertas/

miércoles, 29 de enero de 2020

El Palacio de los Marqueses de La Algaba (Centro Mudéjar)

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el Palacio de los Marqueses de La Algaba (Centro Mudéjar), de Sevilla.  
      El Palacio de los Marqueses de la Algaba (Centro Mudéjar) [nº 44 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 82 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la plaza Calderón de la Barca, 12; en el Barrio de la Feria, del Distrito Casco Antiguo.
     El inicio de la construcción de este edilicio se sitúa hacia 1474. aunque su configuración definitiva corresponde al siglo XVI.
     Fue mandado construir por el primer y segundo señor de la Algaba, que obtiene su marquesado en el XVI. El segundo señor de la Algaba, don Luis Guzmán, fue regidor del concejo sevillano y fundó mayorazgo con La Algaba, Alazar. El Vado de las Estacas, La Isla de Ardiles, El donadío de Albatán y el palacio al que nos referimos. En l882 desaparece el mayorazgo, y es la razón por la que se ha conservado integro hereditariamente hasta esta fecha.
     Los señores de la Algaba construyeron tam­bién la torre defensiva que aún se conserva en el pueblo de La Algaba, cuyo esquema es bastante similar a la torre que franqueaba el palacio de la calle Arrayán. Desde mediados del XIX hasta finales de siglo se convirtió en el Teatro Hércules y más tarde en casa de vecinos. El jardín, al fondo de la edificación, se ha venido utilizando como cine de verano (Cine Arrayán) hasta hace algunos años. Se trata, pues, de un palacio civil mudéjar incluido en la trama urbana que aún mantiene su estructura organizativa, aunque en un estado lamentable de ruina. Se organizaba en romo al gran patio central, con arquerías sobre columnas de mármol, ocupando la crujía de borde los salones y dependencias del palacio.
     La crujía de fachada, con el apoyo de la gale­ría de acceso abierta al patio, situaba en sus flancos la torre a la que aludimos y la portada principal gótico-mudéjar de excepcional interés. En la portada se desarrolla en dos cuerpos: el inferior, de sillares de piedra enmarcada por un baquetón gótico y dintel adovelado, y el superior, sobre un fondo de ladrillo agramilado y una franja de azulejos, se abre un ajimez en alfiz con decoración cerámica y arcos lobula­dos y con un friso inferior de almocárabe de laceria, rellenando los huecos azulejos polícromos. Hoy se encuentra muy deteriorado (afortunadamente ya restaurado), habiendo desaparecido el parteluz del ajimez, sustituido el antepecho por una baranda de hierro y faltando numerosísimas piedras del espléndido tablero de mosaico de lacería.
     En el siglo XIX, cuando se mandó demoler todos los arquillos de la ciudad, también lo fue el pasadizo volado que existía en este palacio y que permitía conectarlo con el coro de la iglesia de Omnium Sanctorum de la que eran patronos. Un edificio, pues, del que casi todo ha desaparecido y del que sólo restan algunos vestigios de su esplendor pasado: artesonados en salones de las crujías laterales, cubierta de madera de pares en el salón principal y los restos de una de las más bellas portadas mudéjares sevillanas.
     El palacio ocupa en planta baja, incluyendo el patio principal (18 x 24 m. =' 432 m2) y otros espacios abiertos más pequeños, una superficie aproximada a los 2.000 m2. La crujía principal de fachada tenía dos plantas, la del fondo cuatro plantas y tres las crujías laterales (Guillermo Vázquez Consuegra, Cien edificios de Sevilla: susceptibles de reutilización para usos institucionales. Consejería de Obras Públicas y Transportes. Sevilla, 1988).
    El inicio de la construcción de este edificio se sitúa hacia 1474, aunque su configuración definitiva corresponde al siglo XVI. Fue mandado construir por el primer y segundo señor de la Algaba, que obtiene su marquesado en el XVI. El segundo señor de la Algaba, don Luis Guzmán, fue regidor del concejo sevillano y fundó mayorazgo con La Algaba, Alazar, El Vado de Estacas, La Isla de Ardiles, El donadío de Albatán y el palacio a que nos referimos. En 1882 desaparece el mayorazgo, y es la razón por la que se ha conservado íntegro hereditariamente hasta esta fecha.
   Desde mediados del XVI hasta finales de siglo se convirtió en el Teatro Hércules y más tarde en casa de vecinos. El jardín, al fondo de la edificación, se ha venido utilizando como cine de verano (Cine Arrayán) hasta fechas cercanas. Se han producido demoliciones en la parte del palacio que hace esquina con la calle Arrayán, construyéndose dos casas, hoy sólo ocupadas en planta baja con locales de comercio.
   Desde el 11 de enero de 2013, alberga el Centro de Arte Mudéjar de Sevilla.
   El Palacio de los Marqueses de la Algaba, está considerado uno de los mejores exponentes del arte mudéjar civil en la ciudad de Sevilla. Se trata de un palacio mudéjar incluido en la trama urbana que aún mantiene su estructura organizativa.
   Se organizaba en torno al gran patio central, con arquerías sobre columnas de mármol, ocupando la crujía de borde los salones y dependencias del palacio.
   La crujía de fachada, con el apoyo de la galería de acceso abierta al patio, situaba en sus flancos una torre, similar a una torre defensiva que los señores construyeron en el pueblo de la Algaba y que aún se conserva, y la portada principal gótico-mudéjar de excepcional interés.
   Esta portada se desarrolla en dos cuerpos: el inferior, de sillares de piedra enmarcada por un baquetón gótico y dintel adovelado, y el superior, sobre un fondo de ladrillo agramilado y una franja de azulejos, se abre un ajimez en alfiz con decoración cerámica y arcos lobulados y con un friso interior de almocárabe de lacería, rellenando los huecos azulejos polícromos. Hoy se encuentra muy deteriorado, habiendo desaparecido el parteluz del ajimez, sustituido el antepecho por una baranda de hierro y faltando numerosas piezas del espléndido tablero de mosaico de lacería.
   Fue rehabilitado íntegramente entre 1998 y 2002 por la Gerencia de Urbanismo del Ayuntamiento de Sevilla, gracias al Plan Urban de fondos europeos.
    Actualmente alberga en su interior la sede la Delegación de Participación Ciudadana y desde Enero de 2013 alberga el Centro de Arte Mudéjar. Actualmente, se exponen un conjunto de 111 piezas relacionadas con este estilo artístico, entre las que destacan tinajas mudéjares, sellos, una pila bautismal, canes polícromos del siglo XV paños de arrocabe , almizates, piñas de mocárabes de madera, fragmentos de yeserías, azulejos y lápidas góticas (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía). 
     Detrás del mercado de abastos, está la plaza de Calderón de la Barca. A ella asoma la her­mosa fachada del palacio de los marqueses de la Algaba, prototipo de la alta arquitectura doméstica de los siglo XV y XVI en Sevilla. Labrada en ladrillo, la fachada da fe de su filiación mudéjar, que se revela con toda su fuerza en la preciosa ventana ajimezada, con arcos polilobulados, que aparece bajo un robusto tejaroz en la segunda planta. Hoy, el uso de este palacio es público, siendo la sede de un centro cívico municipal (Rafael Arjona, Lola Walls. Guía Total, Sevilla. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2006).
    Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el Palacio de los Marqueses de La Algaba (Centro Mudéjar), de Sevilla. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la ciudad.

Horario de apertura del Palacio de los Marqueses de La Algaba (Centro Mudéjar):
     De Lunes a Viernes: de 10:00 a 14:00, y de 17:00 a 20:00.
        Sábados: de 10:00 a 14:00.

Página web oficial del Palacio de los Marqueses de La Algaba (Centro Mudéjar): www.sevilla.org

martes, 28 de enero de 2020

La Iglesia del Convento de Santo Tomás (antiguo Convento de Santa María la Real)

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la Iglesia del Convento de Santo Tomás (antiguo Convento de Santa María la Real), de Sevilla.      
     Hoy, 28 de enero, Memoria de Santo Tomás de Aquino, presbítero de la Orden de Predicadores y doctor de la Iglesia, que, dotado de gran inteligencia, con sus discursos y escritos comunicó a los demás una extraordinaria sabiduría. Llamado a participar en el II Concilio Ecuménico de Lyon por el papa beato Gregorio X, falleció durante el viaje en el monasterio de Fossanova, en la región italiana del Lacio, el día siete de marzo, fecha en la que, años después, se trasladaron sus restos a la ciudad de Toulouse, en Francia (1274)  [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
      Y que mejor día que hoy, para ExplicArte la Iglesia del Convento de Santo Tomás (antiguo Convento de Santa María la Real), de Sevilla.   
      La Iglesia del Convento de Santo Tomás (antiguo Convento de Santa María la Real) se encuentra en la calle San Vicente, 62; en el Barrio de San Vicente, del Distrito Casco Antiguo.
   Una comunidad masculina sustituye a una femenina. Una rápida síntesis del cambio que se produjo en 1992 en el histórico convento de dominicas de Santa María la Real, cuya comunidad se trasladó a un edificio de nueva construcción en la cercana localidad de Bormujos, siendo su lugar originario transformado por el nuevo uso como centro de estudios de la rama masculina de los dominicos. El origen del primitivo convento de Santa María la Real se remonta al siglo XV. En 1410 se concedió el permiso para la edificación solicitada por doña Catalina de Castilla, la madre del rey don Juan, que daba así inicio a la primera  comunidad de dominicas de Sevilla. Fue el papa Benedicto XIII el que concedió la bula de erección y el que concedió notables privilegios al convento. La fundación se estableció en casa de una mujer retirada, la que se conocía como un beaterio, establecido en la casas de María la Pobre, mujer piadosa que vivía con otras mujeres  en una comunidad de vida espiritual. Su casa estaba situada en el enclave que ha llegado hasta nuestros días, entonces conocido como calle de la Zapatería Vieja, aunque antes estuvieron acogidas en unas casas del barrio de Santa Cruz. La primera comunidad del convento llegó proveniente de Toledo, de Santo Domingo el Real (donde, curiosamente, terminaría la existencia del convento sevillano de Dueñas siglos más tarde). El convento, que tardó algún tiempo en seguir la regla de Santo Domingo, fue creciendo en su comunidad y en sus edificaciones. 
   El conjunto arquitectónico se renovó en el siglo XVII, correspondiendo su iglesia  al diseño que el arquitecto Juan de Segarra concertó en el año 1632. A lo largo del siglo XIX creció la comunidad, ya que acogió a las monjas del convento de la Pasión (calle Sierpes) y las de Santa María de Gracia (junto a la Campana). La desgracia llegó en 1868 ya que la revolución "La Gloriosa" convirtió al edificio en un centro de reuniones políticas, perdiéndose buena parte de su gran patrimonio. Al regresar la comunidad dominica se reaprovechó parte del patrimonio que había perdido la comunidad de mercedarios del convento de la Asunción, en la plaza del Museo, también suprimido en la época. En el siglo XX todavía acogería el convento a monjas de Segovia (1972) y a la comunidad de Santa Catalina de Osuna (1992). En 1977 se demolió buena parte del conjunto, conservándose la iglesia y un patio muy alterado. Con el traslado a Bormujos, se mantendría la iglesia se adaptaría el conjunto como centro de estudios y noviciado dominico.
   La iglesia, despojada de buena parte de un patrimonio que se trasladó al Aljarafe, presenta una notable planta de nave única que corresponde al diseño del arquitecto Juan de Segarra. Su austero exterior apenas presenta decoración, el marco del gran portalón de acceso sólo presenta los huecos en el muro para colocar una portada que no llegó a realizarse. El interior, una sola nave paralela a la calle San Vicente, presenta como forma de cubrimiento una bóveda de medio cañón, teniendo coro a los pies. La luminosidad preside los blancos muros, destacando en el conjunto el retablo mayor, procedente del antiguo convento mercedario de la Asunción como atestigua el escudo mercedario que corona la obra (con un emblema dominico superpuesto). El retablo fue comenzado por Luis de Figueroa en 1530, aunque debió ser terminado ya en el siglo XVIII, según se constata por la decoración de hojarasca de los cuerpos superiores. Se compone de dos cuerpos y tres calles; en el primer cuerpo, en barroco camarín se sitúa la Virgen del Rosario, una talla de vestir que aparece flanqueada por las imágenes de Santo Domingo de Guzmán y de San Francisco de Asís. El segundo cuerpo está presidido por una talla de Santo Tomás de Aquino que aparece flanqueado por otros dos santos dominicos. Corona el ático un marco mixtilíneo que acoge una pintura de la Sagrada Familia. Los muros laterales acogen algunas tallas de iconografía dominica que destacan sobre paredes desnudas, apenas decoradas por las yeserías superiores que corresponden a la época de construcción de la iglesia (Manuel Jesús Roldán,  Iglesias de Sevilla. Almuzara, 2010).
     Según Santiago Montoto la iniciativa de la fundación de este convento se debe a la reina Dª Catalina de Castilla, madre del rey Don Juan, la cual considerando que en Sevilla no había un convento de religiosas dominicas pidió a Don Alonso Fonseca, licencia para fundarlo, es por lo que tiene el título de Real.
     La solicitud fue apoyada por el infante Don Fernando de Antequera, tutor del Rey, y el 5 de Octubre de 1410, Don Alonso de Fonseca daba la licencia para su erección, aprobada por bula del papa Benedicto XIII, el 18 de Septiembre de 1411 se dio entero cumplimiento a la fundación que se estableció en unas casas de María la Pobre, piadosa sevillana que en unión de otras mujeres hacía vida espiritual; es esto lo que ha llevado a otros investigadores, siguiendo a Montoto a pensar que fue esta mujer la fundadora del Monasterio.
     Las casas de María la Pobre estaban situadas en la Zapatería Vieja, actual calle de San Vicente donde se alza el convento, antes parece ser que estuvieron en el Barrio de Santa Cruz en la calle denominada de Pedregosa.
     Las monjas para la fundación vinieron de Santo Domingo el Real, de Toledo, y a ellas se unió María la Pobre, aunque en un principio la comunidad no estuvo sujeta a la Orden de Santo Domingo y por eso no figura en las Historias Antiguas de las Casas Dominicas.
     La primera priora fue Dª Sancha González. En 1446 el convento tenía treinta monjas y medio siglo después triplica su número.
     A finales del siglo XV se unió a este monasterio parte del Convento de Santa María del Valle, situado junto a los muros de la ciudad, que en esta época sufrió una gran epidemia y debido a esto y a otros problemas derivados de su ubicación, desapareció, y en parte de sus restos se repartieron en 1507 entre Santa María la Real y San Clemente.
    Las religiosas de Santa María la Real salían anualmente el día de difuntos de su clausura, y en comunidad visitaban la Catedral para orar ante el sepulcro de la insigne sevillana Dª Guiomar, según convenio que con esta dama había concertado.
     En 1975, tras la cesión de la casa a los dominicos, se trasladaron a un chalet en la localidad de Tomares.
     El trazado de su planta se corresponde con el modelo de iglesia conventual de cajón, característico de la arquitectura sevillana de los inicios del siglo XVII su autor es uno de los más destacados nombres de este periodo, junto a los de Juan de Oviedo y Diego López Bueno.
     La iglesia presenta una sola nave, sin crucero y con cabecera de testero plano Está cubierta por bóveda de cañón con arcos fajones y lunetos, en los cuales se abren vanos. A los pies de la nave, y ocupando un tercio de ella, aparece el espacio destinado a los coros, alto y bajo. En el coro bajo la cubierta es de cañón con arcos fajones, mientras que en el superior continúa el esquema de la nave, sin arcos fajones ni entablamento. Por su parte, el presbiterio se cubre con bóveda baída.
     Los muros de la iglesia están decorados por pilastras, sobre las cuales se desarrolla un gran entablamento de orden dórico. formado por cornisa y friso de metopas y triglifos. A su vez entre pilastras se abren arcos-hornacinas, con enjutas decoradas a base de yeserías y vanos de puertas. La principal de estas puertas es la correspondiente al muro del lado del Evangelio.
     Al exterior, la fachada es de gran sencillez, y presenta tan sólo los vanos de iluminación, la cornisa y la portada principal adintelada. La cubierta se realiza a cuatro aguas, y en ella se abren una serie de buhardillas, decoradas por pilastras y rematadas por frontón. Sobre la cubierta se sitúa también una espadaña de dos cuerpos (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de Santo Tomás de Aquino, presbítero y doctor de la Iglesia; 
HISTORIA Y LEYENDA
   Nacido cerca de Aquino, en Campania, en 1225, en principio fue oblato en el monasterio de Montecasino, pero continuó sus estudios en Nápoles, don­de en el año l243, contra la voluntad de su familia, ingresó en la orden de los dominicos.
   Discípulo de Alberto Magno en Colonia y en París, en 1252 profesó como teólogo en la Sorbona y tuvo una segunda residencia en París entre 1269 y 1272.
   Murió en 1274 a los cuarenta y ocho años de edad, en la abadía cisterciense de Fossanova, mientras se dirigía al concilio de Lyon.
   Su obra capital es la célebre Summa theologica que le valió el título de Doctor angelicus, Scholarum prínceps, Lumen Ecclesiae.
   Su biografía ha sido engalanada con numerosas leyendas que inspiraron a los artistas.
   Un ermitaño anunció a su madre que el hijo que iba a parir se convertiría en un gran santo.Con un tizón encendido expulsó a una mujer impúdica que había entrado en su habitación para seducirle. Dos ángeles le ciñeron un cinturón de castidad para protegerlo, de allí en adelante, contra las tentaciones de la carne. Deseaba arenques frescos como los que comiera en París. Un pescador de Terracina se los proporcionó, aunque esa especie ictícola fuese desconoci­da en aquellas latitudes. Un monje dominico de la ciudad de Brescia lo vio aparecer junto a san Agustín, con el pecho adornado con un gran carbúnculo (rubí) que ilumi­naba a la Iglesia.
CULTO
   Canonizado en 1323 por el papa francés de Aviñón Juan XXII, se convinio en motivo de orgullo de la orden de los dominicos, que lo celebraba como el quinto Doctor de la Iglesia latina.
   En 1369 su cuerpo fue trasladado a la iglesia de los dominicos de Toulousse, casa matriz de la orden. El monumento funeral que se le erigió poco después del traslado de sus reliquias, en 1629 fue reemplazado por un nuevo mausoleo. El papa Urbano V concedió su brazo derecho al convento de Saint Jacques de París, de allí la denominación jacobinos (Jacobins), que se aplicó a los dominicos.
   En 1567 el papa Pío V decretó que la Iglesia, a partir de entonces, profesaría a santo Tomás de Aquino el mismo culto que a los Padres de la Iglesia. Así se explica el cuadro de Zurbarán que se conserva en el Museo de Sevilla, donde se lo representa de pie entre los cuatro doctores de la Iglesia latina: san Ambrosio, san Agustín, san Gregorio Magno y san Jerónimo.
   Particularmente venerado en Nápoles, era el patrón no sólo de la orden de santo Domingo, sino de los teólogos en general, de las escuelas y de las universidades católicas. Los libreros y fabricantes de lápices (fabbricanti di ma­tite) también se ponían bajo su protección.
   En España, el convento de los dominicos de Ávila, que hicieron construir los Reyes Católicos y donde se erigió la tumba de don Juan, está puesto bajo su advocación.
   A causa de un episodio de su leyenda, se lo invocaba como protector de la castidad. A su cinturón, que se conserva en Vercelli, se le atribuía la facultad de apaciguar los ardores lascivos (omnem libidinis motum).
ICONOGRAFÍA
   Según los testimonios de sus contemporáneos y su retrato de Montecasino, era muy corpulento, y hasta obeso. 
   Pero los artistas lo adelgazaron para idealizarlo, tal como lo hicieran con el franciscano san Antonio de Padua. Se complacieron en representarlo entre Aristóteles y Platón, pisoteando al herético árabe Averroes. Sobre la túnica lleva el cinturón de castidad (cingulum castitatis) que le colocaran dos ángeles. Sus atributos usuales son la paloma del Espíritu Santo, que le habla al oído, un emblema que comparte con el papa san Gregorio Magno, una estrella o un pequeño sol que, aludiendo a la visión del monje de Brescia, brilla como un carbúnculo ya sobre su pecho, ya sobre su hombro derecho.
   Aunque es infrecuente, en algunas representaciones sostiene una maqueta de iglesia, que significa que se encuentra situado entre los grandes doctores de la Iglesia; un cáliz y un lirio.
   A veces, en alusión a su título de Doctor angelicus se lo ha representado con alas, o tal vez haya sido a causa de una confusión con el predicador domi­nico san Vicente Ferrer (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
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Horario de apertura de la Iglesia del Convento de Santo Tomás (antiguo Convento de Santa María la Real:
        Ver Horarios de misas.

Horario de misas de la Iglesia del Convento de Santo Tomás (antiguo Convento de Santa María la Real):
        Domingos: 12:30

Página web oficial de la Iglesia del Convento de Santo Tomás (antiguo Convento de Santa María la Real): www.dominicoshispania.org/donde-estamos/convento-santo-tomas-de-aquino-sevilla/

lunes, 27 de enero de 2020

El Teatro de la Maestranza

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el Teatro de la Maestranza, de Sevilla. 
    El Teatro de la Maestranza [nº 12 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 20 en el plano oficial de la Junta de Andalucía] se encuentra en el Paseo de Cristóbal Colón, 22; en el Barrio del Arenal, del Distrito Casco Antiguo
     Obra de los arquitectos Aurelio del Pozo y Luis Marín, su situación en un entorno privilegiado de la Sevilla histórica, sus excepcionales características técnicas, la calidad y variedad de su programación y, sobre todo, la respuesta entusiasta del público, han hecho del mismo en pocos años el gran espacio escénico del Sur.
     El Teatro se alza en el Arenal de Sevilla que, a orillas del Guadalquivir, centró las actividades militares y portuarias de la ciudad y fue, desde 1503 a 1680, el lugar de partida y llegada de la flota de Indias por el monopolio del comercio con América y las Filipinas.
      Es este el marco que sirve de escenografía a la bella Sevilla Romántica, se ambientan más de 150 títulos operísticos, algunos protagonizados por personajes como Fígaro, Carmen o Don Giovanni, cuya extraordinaria universalidad y potencia mítica han convertido a Sevilla en un legendario decorado operístico de tanta rotundidad que ha merecido el apodo internacional de "Ciudad de la Ópera".
     El edificio del Teatro acumula, a su vez, gran solera, pues se alza en el solar ocupado desde el siglo XIX por la Maestranza de artillería, dispuesta en 1587 por Felipe II en las Reales Atarazanas, hoy a espaldas del Teatro, reconstruidas en 1252 por Alfonso X "el Sabio" sobre las anteriores del siglo IX.    De la antigua dedicación del edificio militar preexistente toma el Maestranza su nombre, conservando del mismo la fachada de corte neoclásico del siglo XIX.
      Se inscribe el edificio en un entorno cercano al conjunto, Patrimonio de la Humanidad, de la Catedral con la Giralda, Real Alcázar y Archivo General de Indias próximo a la Casa de la Moneda y no muy lejos de la Fábrica de Tabacos y de Plaza de Toros, escenarios donde transcurre Carmen. Frente a la Torre del Oro y el río, junto a las Atarazanas góticas y a la fachada barroca de la Iglesia de la Santa Caridad con sus jardines decimonónicos presididos por la estatua de Don Miguel de Mañara, fundador del Hospital frontero y lejano inspirador, para muchos, del mito de Don Juan.
     La construcción del Teatro de la Maestranza parte de un concurso convocado en 1986 por la Diputación de Sevilla, propietaria del solar del antiguo cuartel de la Maestranza de artillería, para dotar a la ciudad de un Palacio de la Cultura que incluyese un auditorio polivalente, salas de exposiciones, centro de documentación y recursos culturales y centros de estudio, producción e investigación cultural.
      Resultó ganador el proyecto, obra de los arquitectos Aurelio del Pozo y Luis Marín, que incorporaba la fachada existente de la antigua Maestranza como pórtico del volumen principal correspondiente al auditorio, un cilindro cubierto con una bóveda rebajada, y distribuía las dependencias de dotación cultural en torno a un patio público central. Los espacios y volúmenes que conformaban el Palacio de la Cultura se adecuaban, con respeto y complementariedad, al entorno circundante. 
     Especial importancia adquirieron en los trabajos previos los estudios de acústica destinados al auditorio, con un volumen próximo a los 20.000 m3 y capacidad para 1.800 espectadores. Asesorados por el Prof. Lotha Cremer, los autores buscaron el tiempo ideal de reverberación y las mejores condiciones para la recepción del sonido directo y los reflejados. Crearon para ello una topografía de formas convexas, planos truncados, terrazas... que rompiese la concavidad acústica del interior de la sala y destruyese la posibilidad de focalizaciones sobre la audiencia. 
   Se puso especial cuidado en la calidad de los materiales, aislamientos y reflectores acústicos. Incluso las butacas "Carmen", creadas para este espacio por Aurelio del Pozo, la gran lámpara o la estructura de madera que cubre la sala, la "margarita acústica", combinan la funcionalidad con la estética. Tanto la decoración como el mobiliario están diseñados para la comodidad del espectador, la completa visión del escenario y mejor percepción del sonido.
      La Diputación provincial, promotora del Palacio de la Cultura, acudió a la cooperación, mediante firma de convenios, con otras instituciones estatales, autonómicas y locales para acometer la empresa. Se sumaron así al proyecto el Ministerio de Cultura, la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de Sevilla.
      Las obras se iniciaron el 10 de febrero de 1987. A mediados de 1988, y ante la inminencia de la celebración de la Expo '92, que precisaba un espacion para acoger su magno programa lírico y sinfónico, se decide reconvertir la caja escénica en un escenario capaz de acoger espectáculos operísticos de forma compatible con los conciertos de las grandes formaciones sinfónicas, si bien esas modificaciones -que extienden la planta de escena de los 400 m2 originales a 700 m2. Otros cambios del proyecto original afectaron a cuestiones técnicas muy precisas derivadas del tratamiento de la acústica para responder a las diferentes demandas sonoras que requieren el tratamiento de la voz de la ópera y el de la orquesta en un concierto sinfónico, mediante la instalación de una compleja corona formada por 250 cilindros forrados por coquillas de fibra de vidrio colgados de un raíl ocultos en la cara interna de una galería y que entran o salen de sala, según la necesidad del espectáculo, desplazados por carriles motorizados.
     Tras la inauguración del Teatro el 2 de mayo de 1991 y un brillante ciclo operístico, de danza y sinfónico entre la primavera y el otoño de ese año, se realizaron pequeños ajustes y modificaciones antes de dar paso a la irrepetible programación de la Expo 92, donde cada participante presentó en el Maestranza las mejores compañias de ópera y conjuntos sinfónicos de sus respectivos países. Concluído el paréntesis excepcional de la Exposición, el Teatro vuelve a la ciudad abriendo sus puertas a temporadas estables con una programación variada, con producciones propias (como "El barbero de Sevilla", "Fidelio" o "Las bodas de Fígaro").
     El crecimiento del Teatro de la Maestranza y la relevante posición estratégica que ocupa a finales de los años 90 en el contexto de un país cuya cabecera operística ostenta -pues el Liceu de Barcelona ha ardido y el Teatro Real de Madrid está en obras- confiere el impulso definitivo que precisa para abordar la imprescindible expansión y mejora de su espacio escénico y su maquinaria técnica. Así, entre 2005 y 2007, y por un importe de 10.318.000 euros, sin suspender su actividad, cumpliendo a rajatabla su presupuesto de obra y, cuando hay producción de ópera, con hasta 300 trabajadores congestionando el edificio, el Maestranza cambia radicalmente de tripas y se convierte en un teatro rabiosamente moderno. La mutación es un asombroso renacimiento. 
     El teatro, al fin conquistadas para sí las infrautilizadas salas de exposiciones del Arenal, gana 4.500 metros cuadrados, 16 metros de profundidad en el escenario y una inmensa chácena de 800 metros cuadrados. Pero, sobre todo, gana una nueva tecnología de maquinaria y plataformas horizontales deslizantes formada por cuatro carras -cada una, sólo en vacío, pesa 8.000 kilos- que desplazan los decorados, hasta cuatro, dependiendo del tamaño, a través de un delicado sistema de piñones o cremallera tan exacto que, en su encaje, sólo acepta un margen de error de 2 milímetros y que, al fin, le permiten cohabitar simultáneamente dos producciones escénicas. Con esa dotación técnica, que le permite afrontar cualquier reto escénico, por sofisticado que sea, el Teatro de la Maestranza se ha convertido en un moderno escenario europeo, da por concluida su gran travesía urbanística y pasa a ingresar, plenamente, en el siglo XXI (www.teatrodelamaestranza.es).    
     Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el Teatro de la Maestranza, de Sevilla. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la ciudad.

Horario de apertura del Teatro de la Maestranza:
             Ver página web

Página web oficial del Teatro de la Maestranza: www.teatrodelamaestranza.es

domingo, 26 de enero de 2020

El Convento de Santa Paula

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el Convento de Santa Paula, de Sevilla.     
   Hoy, 26 de enero, celebramos la Solemnidad, en Belén de Judea, de la muerte de Santa Paula, viuda, que pertenecía a una noble familia senatorial. Renunció a todo, distribuyó sus bienes entre los pobres y se retiró con la beata virgen Eustoquio, su hija, junto al pesebre del Señor (404) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
   Y que mejor día que hoy, para ExplicArte el Convento de Santa Paula, de Sevilla.
   El Convento de Santa Paula [nº 36 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla, y nº 74 en el plano oficial de la Junta de Andalucía] se encuentra en la calle Santa Paula, 3-5-7-9; en el Barrio de San Julián, del Distrito Casco Antiguo.
   Diecinueve tipos de mermeladas, monjas de tres continentes y una portada que sintetiza el Gótico, el Mudéjar y el Renacimiento. Riqueza repostera, espiritual, histórica y artística en una amplia manzana que abarca desde la calle Santa Paula hasta la calle Enladrillada, casi 9.000 metros cuadrados de superficie de un amplio solar que acoge iglesia, claustros, huertas y diversas dependencias.
   La titular del convento de jerónimas nació el 5 de mayo de 347, época de declive del Imperio Romano, teniendo su padre parentesco con los Escipiones y con los Gracos, y pretensiones de descendencia del mismísimo Agamenón. Paula se casó y tuvo un hijo, llamado Toxocio como su marido, y cuatro hijas: Blesila, Paulina, Eustoquio y Rufina.
   Su historia incide en sus virtudes como mujer casada, aunque con ciertas predilecciones por las glorias mundanas que desaparecieron con la muerte de su marido cuando ella contaba con 33 años. Sería entonces cuando la noble viuda romana Santa Marcela la convencería para entregar su vida a Dios y optar por una mayor austeridad. En Roma conocería a San Jerónimo, que encauzó definitivamente su opción religiosa. Sufrió la dama romana la muerte de sus hijas Blesila y Paulina, lo que le hizo anhelar aún más una vida retirada del mundo. Por ello se decidió a abandonar su casa y partir de Roma, decisión que no cambió a pesar de las lágrimas de Toxocio y Eustaquio, escena representada en el convento en los cuadros de Domingo Martínez (en un lateral de la iglesia) y de Herrera el Mozo (en una dependencia del museo). Santa Paula se embarcó con su hija Eustoquio, el año 385; visitó a San Epifanio en Chipre, y se reunió con San Jerónimo y otros peregrinos en Antioquía. Los peregrinos visitaron los santos lugares de Palestina y fueron a Egipto a ver a los monjes y anacoretas del desierto. Un año más tarde llegaron a Belén, donde Santa Paula y Santa Eustoquio se quedaron bajo la dirección de San Jerónimo. A la espera de la construcción de un monasterio estable, las comunidades se reunían diariamente en la capilla para el oficio divino, y los domingos en la iglesia próxima, llevando una vida penitencial marcada por el ayuno frecuente. Paula se ocupaba de atender a San Jerónimo, y le fue a éste de gran utilidad en sus trabajos bíblicos, pues su padre le había enseñado el griego y en Palestina había aprendido hebreo para cantar los salmos en la lengua original. El gobierno de los monasterios sería continuado por la hija de Toxocio, también llamada Paula. Tras perder el habla, Santa Paula murió el 26 de enero del año 404. Una singular historia para entender el origen de la advocación del convento.
   En 1473 concedía el papa Sixto IV la bula fundacional a Doña Ana de Santillán y de Guzmán que, al enviudar de su marido el jurado Don Pedro Ortiz y al perder a su única hija doña Blanca Ortiz de Guzmán, decidió recluirse en un emparedamiento de San Juan de la Palma. Una decisión, habitual entre las mujeres del siglo XV, que dio lugar al nacimiento de un convento de monjas jerónimas. El paso del tiempo lo iría conformando en cobijo de un enorme patrimonio artístico, económico y espiritual.
   Ana de Santillán había nacido en Sevilla en 1424, siendo hija de Fernando de Santillán, caballero veinticuatro  de la ciudad y de su esposa Leonor de Saavedra, ambos muy cercanos a la Orden de San Jerónimo. Tras enviudar, doña Ana también sufrió la la muerte de su única hija, Blanca, lo que motivó su retirada del mundo en un beaterio, pero con el plan de fundar, en casas propias, un monasterio de monjas de la Orden de San Jerónimo. Para ello adquirió unas casas que fueron del abad de Xerez, lindantes con las suyas. Por bula plomada de 27 de enero de 1473 concedió Sixto IV la deseada fundación de Santa Paula de Sevilla. Parece que la orden la admitió en el Capítulo General de 1474 y el 8 de julio de 1475, se hizo el traslado de las 14 fundadoras del emparedamiento de San Juan de la Palma a su nueva casa, donde recibieron el hábito de la orden. La primitiva casa debió tener una iglesia modesta que correspondería con la actual sala capitular, siendo difícil identificar el resto de dependencias. El día 13 de julio doña Ana firmaría su carta de profesión "fasta la muerte". El rápido crecimiento del convento y la llegada de nuevas vocaciones motivaron que las dependencias quedaran pronto pequeñas para acoger a la creciente comunidad. El esperado patrocinio llegó de doña Isabel Enríquez, biznieta de don Ennrique III de Castilla y del rey don Fernando de Portugal. Casada con don Juan de Braganza, condestable de Portugal y marqués de Montemayor, vivía cerca del monasterio de Santa Paula. Al quedar viuda decidió patrocinar la edificación de la nueva iglesia, cuyas obras se prolongaron entre 1483 y 1489, y que acabaría convirtiéndose en panteón suyo y de su esposo. Durante su dilatada historia el convento no conoció desamortización alguna aunque si sufrió el robo de las tropas francesas del mariscal Soult en la guerra de la Independencia. La continuidad de la comunidad en el lugar y continuas donaciones han permitido la conservación de un patrimonio de incalculable valor.
   El acceso a la iglesia se realiza tras atravesar una portada de ladrillo gótico-mudéjar con un azulejo de la titular del convento, azulejo que vino a sustituir al retablo cerámico desaparecido en la Revolución de 1868. Desde el exterior, especialmente desde la calle Santa Paula, destaca la silueta de la airosa espadaña del convento, de dos cuerpos e inspirada en los tratados arquitectónicos de los años finales del Manierismo. Es obra de Diego López Bueno y se decora con pináculos manieristas, pilastras adosadas y azulejos del siglo XVII con emblemas alusivos a la orden como el león o el capelo cardenalicio de San Jerónimo. Por un camino de ladrillo, blanco conventual, cipreses y recuerdos de los geranios blancos de Pedro, el antiguo portero, se accede a la excepcional portada de la iglesia. Terminada en 1504, es una perfecta conjunción de elementos góticos (es portada ojival que sigue otros modelos sevillanos anteriores), de recuerdos mudéjares (como el empleo de ladrillos bícromos como material) y de elementos del primer Renacimiento (los tondos cerámicos importados de talleres florentinos o los realizados aquí con la técnica italiana). Su aspecto más novedoso radica en la decoración cerámica, debida fundamentalmente a dos autores: el italiano Francisco Niculoso Pisano y el escultor local Pedro Millán, que supo actuar en el arte sevillano como elemento de transición entre el Gótico y el primer Renacimiento. Al centro, en la clave, un tondo cerámico central procedente del taller florentino de los Della Robbia, con el tema de la Sagrada Familia y los característicos tonos blancos y azules, que tanto pueden recordar a los tondos del Hospital de los Inocentes de Florencia. Probablemente es el modelo de los demás, que representan a Santa Elena (con la reliquia de la Cruz de Cristo en sus manos), San Antonio de Padua y San Buenaventura (el santo popular y el santo intelectual), San Pedro con sus llaves y San Pablo con la espada de su martirio, Santa Rosa de Viterbo, los Santos Cosme y Damián atendiendo a un enfermo y San Sebastián, con las flechas de su martirio, junto a San Roque, con las llagas que le provocó la peste, todos ellos realizados por Pedro Millán. El fondo de grutescos y motivos renacentistas en tonos miel, azul y blanco es obra de Niculoso Pisano, que introduce así la técnica del azulejo plano en Sevilla, que adquirirá un enorme desarrollo a lo largo del siglo. En el tímpano aparece el escudo de los Reyes Católicos, coronando la portada ángeles de recuerdo gótico y flameros alternados con cabezas de querubines.
   El interior de la iglesia muestra la tradicional planta de cajón conventual, estructura rectangular que presenta coro alto y bajo a los pies de la nave y con presbiterio de líneas curvas que se cubre con bóveda de nervadura gótica, un estilo retardatario para el momento de su construcción. La decoración pictórica de esta zona corresponde al siglo XVIII, confiriéndole un aire barroco que nada tiene que ver con la estructura original. La nave se cubre con un artesonado de madera obra de Diego López Arenas (1623) con elementos mudéjares que siguen los dictados establecidos por el propio autor en su libro Tratado de la carpintería de lo blanco.
   El retablo mayor, en madera dorada, es obra barroca de José Fernando de Medinilla (1730) que sustituyó al antiguo retablo de Andrés de Ocampo (1592). De este antiguo retablo de Ocampo se conserva la figura de Santa Paula, la fundadora de la rama femenina de la Orden, y las imágenes de San Blas y de San Agustín, identificable por la maqueta de la iglesia que porta sobre sus manos. De Medinilla son las imágenes de de San José y de San Antonio de Padua. Se articula mediante estípites que delimitan cuerpos y calles, estando coronado por un relieve con el tema de la penitencia de San Jerónimo en el desierto. En los muros laterales se encuentran los sepulcros de los marqueses de Montemayor (1592). En el lado izquierdo se sitúa la tumba de doña Isabel Enríquez y su hermano, don León Enríquez, mientras que en el derecho se sitúa el enterramiento de don Juan, condestable de Portugal y marqués de Montemayor. Originalmente ocuparon la zona central del presbiterio pero luego fueron trasladados a la zona actual. En los laterales del presbiterio hay dos cuadros de grandes dimensiones realizados por Domingo Martínez hacia 1730. Representan la muerte de Santa Paula y el embarque de Santa Paula camino de la isla de Citerea para la fundación de nuevos conventos. Los dinámicos ángeles lampareros de los muros laterales fueron realizados por Bartolomé García de Santiago (1730). En la zona del presbiterio se sitúan algunos paños de azulejo en tonos verdes que corresponden a las reformas que se realizaron en la iglesia a finales del siglo XIX.
   En el muro izquierdo, en la parte más cercana al presbiterio se sitúa el retablo de San Juan Evangelista, con un excelente diseño protobarroco de Alonso Cano (1635) y talla principal de Martínez Montañés (1637). Muestra al Evangelista en la isla de Patmos, con actitud de inspiración para la escritura del Apocalipsis, teniendo el águila como símbolo iconográfico propio a sus pies y una pluma de plata en sus manos. El retablo, articulado mediante hornacinas y columnas estriadas, estaba decorado originalmente por pinturas realizadas por Alonso Cano, que, tras ser robadas por el mariscal Soult durante la invasión francesa en 1810, se diseminaron por diversos museos europeos como la Colección Wallace de Londres. Las pinturas actuales son de origen diverso, lo cual se constata en su variada iconografía, pudiéndose identificar a Santa Inés, Santa Rosa de Viterbo, Santa Catalina, Santa Teresa o San Juan de la Cruz. Algunas parecen provenir del primitivo retablo mayor, con atribución a Alonso Vázquez. El retablo se corona con un curioso altorrelieve que muestra el tema de San Juan ante Porta Latina, en su libre interpretación como San Juan en la tina, una apócrifa interpretación de un martirio aplicado a San Juan del que no se tiene constancia histórica. A los pies del testero izquierdo una magna pintura mural representa a San Cristóbal, que algunos atribuyen a Alonso Vázquez y que entra en la tradición de los Cristobalones, representación en tamaño colosal del mítico gigante que aparece en otros lugares de la ciudad como el convento de Santa Clara o la misma Catedral. Es una iconografía que la Iglesia reconoce como legendaria, la del vanidoso gigante que ayudaba a cruzar a las personas por un río y que un día comprobó que llevaba al mismo Jesús sobres sus hombros. "Tú serás Cristóbal, el que porta a Cristo", fue el mensaje que transmitió el Niño en la legendaria escena.
   En el muro derecho y haciendo pareja con el retablo frontal, se sitúa el excelente retablo de San Juan Bautista, realizado por Felipe de Ribas en 1637. La imagen del titular, vestido con pieles y con el cordero a sus pies, es talla de Juan Martínez Montañés. A izquierda y derecha aparecen flanqueada por el tema de la Visitación, con imágenes de la Virgen y de su prima Santa Isabel, tallas de Felipe de Rivas. El retablo se articula mediante columnas estriadas con decoración en forma de espina de pescado, destacando el relieve superior con el tema del Bautismo de Cristo, iconografía habitual que permitía relacionar la figura del Precursor (el Bautista) y de Jesús (el Mesías). Las formas y la composición siguen modelos montañesinos como el del retablo del convento del Socorro hoy conservado en la iglesia de la Anunciación. También destacan los ángeles pasionistas que se sitúan en los frontones del retablo, que siguen de nuevo los modelos de Martínez Montañés, portando dos de ellos la cabeza degollada del Bautista.
   A continuación se sitúa el retablo del Santo Cristo, obra de Felipe de Rivas (1638). La talla de Cristo Crucificado es de fines del siglo XV y se relaciona por algunos autores con la escuela de Pedro Millán o alguno de sus seguidores, estableciéndose la comparación con el crucificado conservado en el coro del monasterio de Madre de Dios. Recibe la advocación del Crucificado del Coral, fue una donación de la hermandad de Montesión y, según el libro del Abad Gordillo, era centro de peregrinación de "los que pretenden tener estado para salvarse y de los que tienen falta de salud o desean el buen suceso de personas ausentes y su venida con prosperidad". En el mismo libro se hace referencia a su advocación, indicando que "hánse visto de esta devoción grandes milagros, en particular el que se manifiesta con un ramo de coral que está a los pies de la Santa Imagen de un hombre que estando en las Indias y haciendo su mujer la referida estación le trajo Dios a su casa cuando menos lo pensaba". En la zona del ático del retablo aparece representado el tema del Descenso de Cristo al Limbo, motivo iconográfico que no admite la teología actual. El retablo debió ser realizado in situ sobre la talla del Crucificado: fue imposible su traslado a una exposición al ser sus medidas superiores a las de la vitrina que lo acoge. El último retablo del muro es obra de Gaspar de Rivas (1640), siendo la pequeña Virgen del Rosario que preside la hornacina central obra del siglo XVIII. No es su iconografía original ya que antiguas fotos muestran que estuvo presidido por el busto de una Dolorosa. A su alrededor se disponen diversas pinturas añadidas en el siglo XIX. Los azulejos que adornan la iglesia son obra de Hernando Valladores del siglo XVII, con emblemas alusivos a la Orden jerónima como el león y el capelo cardenalicio. Destacan los marcos de acceso a los comulgatorios que fingen una arquitectura manierista de la época en tonos blancos y azules. Desde esta zona de la iglesia se puede contemplar el coro bajo, el empleado actualmente por la comunidad en los cultos diarios. Su techo presenta un artesonado del siglo XVII y sus muros se recubren con azulejo fechados en 1616 y que se pueden relacionar con el estilo de Hernando de Valladares. Cerca de la reja se sitúa el órgano, obra del maestro Otín Calvete (1806), autor de otros órganos neoclásicos de la ciudad. Barroca, de finales del siglo XVIII, es la decoración del comulgatorio de las monjas. Acoge el coro bajo la lápida mortuoria de la fundadora del convento, doña Ana de Santillán, que fue trasladada de la iglesia a este lugar en 1830. Entre las pinturas que adornan esta estancia destaca la que representa el diálogo entre San Jerónimo con Santa Paula, lienzo documentado de Herrera el Viejo (1638). También cuelgan en sus muros una Inmaculada de Pedro Rodríguez Miranda (1748), una Virgen de Guadalupe del mexicano Juan Correa, un retrato de la fundadora realizado por Antonio María Esquivel en 1836 y un lienzo que representa la Coronación de la Virgen cercano al estilo de Lucas Valdés, hacia 1660. Entre las esculturas del coro destacan un San Juan Evangelista y un San Lucas, piezas procedentes del primitivo retablo mayor (1592), una talla de la Virgen de la Salud del siglo XVIII y la imagen de la Virgen del Amor, con notable ráfaga y corona del siglo XVIII. En una vitrina se sitúa la copia del San Jerónimo penitente de Pietro Torrigiano conservado en el Museo de Bellas Artes, pieza realizada a comienzos del siglo XIX por Juan de Astorga.
   La visita a la iglesia se continúa con la entrada al museo conventual a través del otro portalón de acceso desde la calle. Una vez atravesado se accede a un recogido compás donde se abren algunos locutorios y la sala de ventas de la repostería monacal. Por una moderna escalera adosada al muro, coronado por la moderna donación de un azulejo de Enrique Orce que representa a Santa Paula, se accede a las dependencias del museo conventual. En su pequeño vestíbulo se sitúa un lienzo de la Virgen de Guadalupe del siglo XVIII firmado por José Páez y de origen mejicano, un lienzo de la Flagelación de San Jerónimo de fines del siglo XVII, un Calvario sobre tabla del siglo XVI y una pintura de la Sagrada Familia de un seguidor de Murillo. Se completa con diversos ornamentos litúrgicos en una vitrina, destacando un terno de seda roja bordado en oro, del siglo XVII. La siguiente estancia muestra un lienzo del Ángel de la Guarda firmado por el granadino José Risueño en el siglo XVII, le sigue un notable lienzo de San Jerónimo cercano a José de Ribera, del siglo XVII; un lienzo de de la Inmaculada del siglo XVIII y dos cuadros de procedencia flamenca en los que unas guirnaldas de flores enmarcan las escenas de Rebeca y Eliecer y de la Sagrada Familia. En el mismo muro se sitúa un San Juan Evangelista escribiendo el Apocalipsis, copia del original de Alonso Cano. A los pies de estas pinturas, en varias vitrinas, se sitúan una imagen del Niño Jesús dormido sobre una calavera, una imagen premonitoria muy propia del Barroco, un Buen Pastor y una delicada composición con la escena de la Visitación, muy cercana al estilo de Cristóbal Ramos. Junto a la puerta de acceso, en una vitrina se sitúan diversos libros corales, jarrones de procedencia oriental, una capa pluvial del siglo XVIII y un San Juan Niño de talla atribuido a José Risueño. En el muro contrario se sitúan algunos grabados de origen madrileño y un busto de Sor Cristina de Arteaga en sus años de juventud.
   La siguiente sala se sitúa en paralelo al claustro principal del convento, pudiendo observarse desde sus ventanales. Está presidida pro un gran lienzo con el tema de la Adoración de los Pastores, que suele atribuirse a Juan Do, seguidor de José de Ribera, pintura tenebrista que sigue claramente el modelo de Ribera que se conserva en la Academia de Bellas Artes de Madrid y de la cual se conserva también otra copia en la capilla sevillana de Santa María de Jesús. Otras pinturas de interés se distribuyen por la sala como un San Blas copia de Zurbarán, tres cobres flamenco del siglo XVII, un San Miguel Arcángel firmado por Eugenio Cajés, un crucificado barroco de escuela granadina y una notable tabla flamenca de San Jerónimo del siglo XVI. Enmarcan al lienzo de la Adoración de los Pastores dos bustos de un Ecce Homo y una Dolorosa, tallas cercanas al granadino Pedro de Mena. En una vitrina se mezclan diversas piezas como un busto de un Ecce Homo en barro, un Niño Jesús, una naveta de filigrana de plata sobre una concha marina, un San Juan en barro cocido y diversos relicarios barrocos. Destaca la la calidad del suntuoso relicario que procede del convento de Santiago de Madrid, donación de la reina Mariana de Austria en 1694, en el que se cobija una cabeza de San Juan Bautista portada por ángeles de bronce dorado sobre una peana de ébano y plata. La tercera sala se corresponde con el coro alto de la iglesia, lo cual permite una excelente visión cenital de la misma, manteniendo la techumbre de madera realizada en el siglo XVII por Diego López de Arenas. Este presidida por un singular Crucificado realizado en pasta de madera y que denota influencias hispanoamericanas. Otro conjunto singular de la estancia es el Nacimiento de finales del siglo XVIII que se muestra en una vitrina. Algunas de sus piezas presentan la firma de Fernando de Santiago y abarca un conjunto de escenas que van desde la Expulsión de Adán y Eva del paraíso, a la Anunciación, la Visitación, la Huida a Egipto, la Matanza de los Inocentes, la Adoración de los Reyes y los Pastores o una abigarrada composición de los ángeles y de los coros celestiales, todo en un conjunto cargado de detalles y con la estética ampulosa y recargada de los nacimientos napolitanas y españoles de finales del siglo XVIII. En la parte superior de la hornacina se sitúa una Virgen sedente del siglo XVII, de origen granadino. Por toda la estancia se cuelgan diversos lienzos entre los que se puede citar un retrato de Fray Alonso de Oropesa, original del siglo XVII; una Piedad, copia de Van Dyck; un Buen Pastor copia de Murillo, o el Nacimiento de la Virgen, del siglo XIX. Las piezas de más interés de la estancia son un lienzo de San Jerónimo haciendo penitencia en el desierto, muy cercano al estilo del napolitano Luca Giordano; el Descanso en la Huida a Egipto, atribuida al granadino Juan de Sevilla, que repite el tema en un lienzo de la Catedral de Granada; y la escena del embarque de Santa Paula hacia la isla de Citerea, lienzo de Herrera el Viejo en el que se muestra la escena con el llanto de Toxocio, el hijo de la titular del convento, en una pintura que formaría pareja con la escena de San Jerónimo que se conserva en el coro bajo. Junto a diversos relicarios y fanales se distribuyen por la sala varias tallas, como un San Juan Niño de principios del siglo XIX realizado por Juan de Astorga y diversas imágenes del Niño Jesús. Entre éstos destacan, por su valor devocional, dos imágenes, la que preside con su palma la sede prioral en la celebración del Domingo de Ramos y el llamado Niño Jesús Manolito, que fue dejado en el torno del convento como eran dejados en tiempos pasados muchos niños abandonados para su cuidado por la comunidad. El Niño Manolito se viste con diversas ropas a lo largo del año y es el que se emplea para la adoración de los fieles en Navidad.
   Desde la segunda estancia se puede contemplar el llamado patio grande, el claustro principal del convento realizado en el siglo XVII según el diseño polifacético Diego López Bueno. Se compone de una doble galería porticada que rodea sus cuatro frentes, el cuerpo inferior presenta trozos de entablamento sobre las columnas bajas para aumentar la altura, presentando el cuerpo superior arcos rebajados. El conjunto fue ejecutado por el albañil Diego Gómez y el carpintero Diego López de Arenas, habituales colaboradores en otros lugares del recinto. Sus paredes están recubiertas de un excelente zócalo de azulejos en el que aparecen diversas fechas, 1617, 1621 y 1631, siendo su estilo cercano al del ceramista Hernando de Valladares. Presenta numerosos paños de variados y originales diseños, alternando fantásticas figuras antropomórficas, elementos arquitectónicos claramente inspirados en el Libro Cuarto de Arquitectura de Sebastián Serlio y elementos vegetales, una original decoración propia de las fantasías estéticas de los últimos años del Manierismo. De las dependencias que se sitúan en esta zona claustral destacan el refectorio y, muy especialmente, la sala capitular. Es una amplia estancia rectangular presidida por una talla de la Divina Pastora del siglo XVIII que alberga notables pinturas como una Asunción del siglo XVI, San Ambrosio y San Jerónimo, copia de Durero, un San Jerónimo de escuela castellana, una Santa Catalina de escuela flamenca del siglo XVI y una escena de los Desposorios Místicos de Santa Catalina inspirada en un original del Museo del Prado.
   Contiguo al claustro principal se encuentra el llamado patio chico, claustro original del convento que debió ser realizado a finales del siglo XVI. Sus columnas sostienen arcos de medio punto enmarcados por un alfiz, siendo todas de diferente altura, lo cual indica el aprovechamiento de materiales anteriores. En esta zona las paredes se recubren por un excelente paño de azulejos del tipo cuenca, también de finales del siglo XVI. Se comunican ambos patios mediante una galería porticada en cuyo extremo se sitúa la capilla de la Virgen de Belén, capilla abierta presidida por una pintura de la Virgen de comienzos del siglo XVII. A estos patios hay que añadir las modernas construcciones añadidas en el siglo XX, las huertas, el jardín o la galería porticada que los comunica.
   Hasta diecinueve tipos de mermeladas aparecen entre las especialidades de la repostería del convento, la principal fuente de ingreso de la comunidad. Su secreto radica en la calidad de la fruta empleada, ya que es su único ingrediente junto al azúcar. Otros productos que elaboran las monjas jerónimas son las cremas de batata, la crema de azahar, y las gelatinas de rosa, jazmín o azahar. Hay productos que se elaboran por temporada, destacando los tocinos de cielo, el plum-cake, las magdalenas, los alfajores o el turrón. Una característica peculiar de su producción es que algunas de las materias primas empleadas proceden del huerto propio que acoge el recinto conventual, donde también se cultivan verduras para el consumo propio de la comunidad. De gran calidad es el dulce de membrillo, para su elaboración se cuece la fruta, se pela y se pasa por un tamiz fino. Con la misma cantidad de azúcar que el peso de la fruta se hace un almíbar en el que se introduce ésta, hasta que se alcance el punto deseado. Una vez hecho se vierte en moldes, que solo deben taparse con un papel celofán colocado antes de que se enfríe el envase. Junto a la repostería como fundamental fuente de ingresos, también es posible el encargo de rosarios o de ornamentos litúrgicos confeccionados en el convento.
   Siguiendo la antigua regla de San Agustín las monjas jerónimas de Santa Paula comienzan su jornada poco antes de las seis de la mañana, ya que a las 6.30 horas rezarán laudes con oficios, a los que seguirá un tiempo de oración que culminará con la misa de las 8 de la mañana. Tras el rezo de tercia y el desayuno, a las 9.30 comienza el trabajo, repartido entre las diversas faenas de mantenimiento y producción. Antes del almuerzo se realiza el rezo de sexta, existiendo un descanso de una hora hasta las cuatro de la tarde. Tras el rezo del rosario y la lectura en comunidad sigue un tiempo de recreo que concluye a las seis y cuarto con la lectio divina. Antes del rezo de vísperas hay un tiempo dedicado al ensayo de cantos, de gran variedad en una comunidad que acoge a numerosas monjas de origen africano y, especialmente, de origen indio. A las ocho y media llega la cena, seguida de un tiempo de lectura individual que culmina con el rezo de completas a las 9.30 de la noche.
   Celebraciones litúrgicas especiales en la vida del convento son los días de San Jerónimo y Santa Paula, el día de San Agustín y la festividad de San Juan (San Juanito para las hermanas) del día 24 de junio. Con solemnidad se hace el rezo del vía crucis en Cuaresma y, hasta hace unos años, se celebraba una especial Semana Santa a la usanza sevillana. Una peculiar procesión, inmortalizada en el libro Sevilla Oculta, se formaba con el paso del Ecce Homo y el llamado "de la Amargura", realizados con imágenes de pequeño tamaño cobijadas en artísticos pasos que discurrían por los claustros, un cortejo que organizaba sor María Belén, conocida como "la sevillana". Peculiar es también el cántico de las lamentaciones, rezo cantado basado en el libro de Jeremías, que se lleva a cabo en la noche del Viernes y del Sábado Santo. En la actualidad son de gran interés la procesión de palmas del Domingo de Ramos y la procesión del Corpus, ya que ambas permiten el acceso del público al claustro principal del convento para la participación comunitaria en la liturgia.
   Sin duda la monja más relevante de la historia reciente del convento fue sor Cristina de Arteaga, nacida en Zarautz (Guipúzcoa) el 6 de septiembre de 1902, cuarta de los nueve hijos que tuvieron don Joaquín de Arteaga y Echagüe, marqués de Santillana entonces, y después duque del Infantado, y doña Isabel Falguera y Moreno, condesa de Santiago. Amadrinada por la reina María Cristina, recibió una sólida formación cristiana e intelectual, licenciándose en el año 1920 con premio extraordinario por su brillante expediente académico. También le dieron premio extraordinario por su tesis sobre El Venerable Don Juan de Palafox y Mendoza, en 1926. Llegó a ser nombrada presidenta de Acción Católica, siendo su libro de poesía Sembrad prologado por Antonio Maura. Pero sus éxitos no le impidieron optar por la vocación monástica que tuvo desde la infancia: "Vocación que casi precede a la razón. O monja o bailarina". Y no fue el baile su destino final. Después de un primer intento con las benedictinas de Solesmes en 1926, tomó el hábito con las concepcionistas jerónimas de Madrid, convento que abandonó forzosamente en la guerra civil, refugiándose en la embajada argentina, de donde pudo pasar, vía Marsella, a la localidad de Biarritz. Finalizada la guerra y tras superar una enfermedad, acabó profesando solemnemente en Santa Paula el 9 de mayo de 1943. 
   La comunidad la eligió priora el 20 de abril de 1944, cargo que ocupó hasta su muerte. Ya priora de Santa Paula, emprendió la tarea de elevar la vida espiritual, la formación y las observancias monacales y la organización de la federación de los conventos de monjas jerónimas. Se iniciaba así una larga andadura en la que se acometió una profunda renovación espiritual de la comunidad junto a una modernización y profundización intelectual que colocaría al convento de Santa Paula como ejemplo de adaptación de la clausura a los nuevos tiempos. Sus numerosos libros, su profundización en la oración, su nombramiento como académica de la Historia de Madrid en 1944 y de Buenas Letras en Sevilla en 1967, y numeraria en la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría de Sevilla en 1973, sus visitas a las jerónimas de la orden, sus artículos e incluso sus entrevistas, la convirtieron en un referente de la espiritualidad española durante décadas. Murió el 13 de julio de 1984: "El dolor será fecundo", fueron unas de sus últimas palabras. Fecundidad transmitida en décadas siguientes que vivieron un auge inusitado con el ejemplo de monjas como Sor Esperanza, la maestra de novicias que formó a varias generaciones o la llegada de nuevas espiritualidades provenientes de la India o de África. Como dice la hermana Mari Cuñi, "ser monja sigue siendo una llamada: hay un valor supremo que te llama" (Manuel Jesús Roldán, Conventos de Sevilla, Almuzara, 2011).
     Precede a la iglesia del monasterio un amplio compás ajardinado que presenta a la calle una sencilla portada realizada a comienzos del siglo XVI en ladrillo agramilado. Estructuralmente consta de un solo cuerpo que se enmarca con baquetones, y se remata con una hornacina con azulejos que representan a Santa Paula, realizados en el siglo XIX y que sustituyen al primitivo, del siglo XVI. La portada de la iglesia es una obra característica del reinado de los Reyes Católicos, en la que se unen estructuras góticas, técnica constructiva mudéjar y decoración renacentista. Fue construida por encargo de la marquesa de Montemayor, y en ella colaboraron el escultor Pedro Millán y el ceramista Francisco Niculoso Pisano. Al primero corresponden los ángeles de las enjutas y los tondos, que se disponen en la rosca del arco, en los que se represen­tan de izquierda a derecha, a Santa Elena, San Antonio de Padua con San Buenaventura, San Pedro con San Pablo, San Roque con San Sebastián, San Cosme con San Damián y Santa Rosa de Viterbo, que copian el estilo del dedicado al Nacimiento, obra atribuida al italiano Andrea della Robbia, situado en la clave del arco. Francisco Niculoso es el autor de los azulejos pintados y decorados con grutescos en blan­co, azul y amarillo, que aparecen en el tímpano y en la rosca del arco, así como del conjunto de flameros y cabezas de querubines que constituyen el remate. En el tímpano se dispone un escu­do real, realizado en mármol blanco, flanqueado por el yugo y las flechas. La obra está fechada en 1504 apareciendo la firma de Pedro Millán en el tondo de San Cosme y San Damián, y la de Francisco Niculoso en una cartela sobre la rosca del arco.
     La iglesia presenta un interior de nave única, cubierta con una magnífica armadura realizada en 1623 por Diego López de Arenas.
     El retablo mayor es obra del escultor José Fernando de Medinilla, quien lo realizó en 1730. Está presidido por una escultura de Santa Paula, que por su estilo puede fecharse a finales del siglo XVI, y que pudiera ser la imagen que hizo Andrés de Ocampo para el retablo anterior al actual, en 1592. Sobre la escultura de Santa Paula figura una Inmaculada y un relieve de San Jerónimo. Completan el retablo imágenes de San José con el Niño, San Blas, San Antonio de Padua y San Agustín. En los muros laterales del presbiterio se disponen los sepulcros del marqués y la marquesa de Montemayor, patronos del convento, recubiertos de azulejos de cuenca, con los escudos nobiliarios realizados en la técnica de cuerda seca. Los dos grandes cuadros que figuran también en los muros laterales de este presbiterio representan escenas de la vida de Santa Paula y fueron realizados por el pintor Domingo Martínez en 1730. Al propio Domingo Martínez, ayudado por su taller, pertenecen las pinturas al temple que adornan las bóvedas y que, entre elementos vegetales, representan diversos ángeles. Los dos ángeles lampareros que enmarcan el presbiterio son obra del maestro escultor Bartolomé García de Santiago, que los hizo hacia 1730. En el muro de la izquierda figura el retablo de San Juan Evangelista, que fue realizado por Alonso Cano, quien terminó la obra, a falta de algunos detalles, en 1635; la ima­gen del santo titular que preside  la hornacina principal del retablo es obra de Juan Martínez Montañés, en 1637. Las pinturas originales que adornaban este retablo eran de Alonso Cano, pero desaparecieron como consecuencia de la rapiña del mariscal Soult en 1810. Están sustituidas por otras pinturas de distinta mano y entre ellas figura un San Antonio de Padua y una Santa Catalina de Siena, que corresponden al estilo de Alonso Vázquez pudiendo fecharse al final del siglo XVI. Pueden pertenecer al conjunto pictórico que este artista realizó para el antiguo retablo mayor de esta iglesia. Junto a la reja del coro se localiza una pintura mural de San Cristóbal de hacia 1600.
     En el muro de la derecha se dispone el retablo de  San Juan  Bautista, realizado en 1637 por Felipe de Ribas. En su hornacina central figura una escultura del titular realizada por Martínez Montañés, en 1638; en el retablo figuran también imágenes de Santa Ana y Santa Isabel, dos ángeles sosteniendo la cabeza degollada del Bautista y dos virtudes. En el ático figura un relieve del Bautismo de Cristo que tam­bién corresponde a Felipe de Ribas. El retablo del santo Cristo fue realizado igualmente por Felipe de Ribas en 1638 y en él se alberga una escultura de Cristo Crucificado de fines del siglo XV, atribuido a Pedro Millán; en el ático figura un relieve de Cristo bajando al Limbo, de la misma época que el retablo. El último retablo de este muro, dedicado a la Dolorosa se fecha en 1640 y es obra de Gaspar de Ribas; originalmente contuvo pinturas de Francisco de Zurbarán.
Museo conventual. El museo del Monasterio de Santa Paula se dispone en varias dependencias altas y constituye un ejemplo a imitar de lo que pudieran ser museos conventuales. En el vestí­bulo se expone una pintura de la Sagrada Familia, de un discípulo anónimo de Murillo, obra de finales del siglo XVII; una Virgen de Guadalupe del siglo XVIII, firmada por José Páez en México; una Flagelación de San Jerónimo, de finales del siglo XVII; una Santa Paula del siglo XVIII y una tabla del Calvario del siglo XVI. En una vitrina se exponen un terno de seda roja, bordado en oro, del siglo XVII.
     En la primera sala del museo figura, a la izquierda y en primer lugar, una guirnalda de flores en torno al ángel de la Guarda, firmada por José Risueño, pintor granadino del siglo XVII; siguen después pinturas de San Jerónimo, del siglo XVII; la Inmaculada, del XVIII; una guirnalda de flores en torno a la Sagrada Familia, obra flamenca de mediados del siglo XVII y otra guirnalda de flores en torno a Rebeca y Eliecer, de la misma escuela y época de la anterior. Siguen la visión de San Juan Evangelista en Patmos, copia de Alonso Cano. Tres vitrinas albergan esculturas del Niño Jesús dormido sobre una calavera, el Buen Pastor, que se ha relacionado con la obra de Cristóbal Ramos, y el Nacimiento, obras todas barrocas. Otra vitrina alberga una escultura de San Juan Niño atribuida a José Risueño, una capa pluvial del siglo XVIII, dos casullas del siglo XVII y libros de coro.
     La segunda sala del museo, llamada de San Isidoro, ocupa el espacio de un antiguo locutorio y desde ella se puede contemplar el claustro principal del monasterio. En ella figura el siguiente conjunto de pinturas: San Francisco de Asís y San Vicente Ferrer, anónimos del siglo XVII; La Adoración de los Pastores de Juan Do, discípulo de Ribera; San Blas, copia de Zurbarán; retrato de fray Diego de Olmedo, del siglo XVII; tres cobres flamencos del siglo XVII, que representan el Camino del Calvario, la Imposición de la Casulla a San Ildefonso y la Adoración de los Pastores, este último copia de Rubens; un San Jerónimo pintado en tabla, obra flamenca de mediados del siglo XVI; un gran lienzo de San Miguel Arcángel, firmado por Eugenio Cajés, pintor madrileño del siglo XVII; y un Cristo crucificado, de escuela granadina del mismo siglo XVII. Asimismo figuran en esta sala las siguientes esculturas: un busto de la Dolorosa y otro de Ecce Homo, obras de algún seguidor de Pedro de Mena, y un Niño Jesús del siglo XVIII. En unas vitrinas figuran pequeñas esculturas de los siglos XVI al XVIII, junto con relicarios y obras de orfebrería. En el frente de la sala destaca un espléndido relicario, regalado por la reina Mariana de Austria al convento de Santiago de Madrid en 1694 y realizado en bron­ce, ébano y plata. Desde la ventana de esta sala de San Isidoro puede contemplarse el admirable claustro principal del convento, levantado en dos cuerpos de altura, con armoniosas arquerías en cada uno de los pisos. Es obra realizada por Diego López Bueno a comienzos del siglo XVII. El coro alto, donde finaliza el recorrido  del museo, está cubierto por una techumbre mudéjar, que prolonga el de la iglesia, y que es obra del siglo XVII realizada por Diego López de Arenas. En sus muros figuran pinturas que representan un retrato de Fray Alonso de Oropesa, del siglo XVII; el Nacimiento de la Virgen, la Inmaculada, y Santa Isabel de Hungría, obras del siglo XIX, al igual que la Piedad, que es copia de Van Dyck, y el Buen Pastor, copia de Murillo. Figura también una Dolorosa, del siglo XVII; un San Jerónimo, obra napolitana del siglo XVII próxima a Lucas Jordán; y el Descanso en la Huida a Egipto, pin­tura atribuible al granadino Juan de Sevilla, del siglo XVII. Un valioso grupo de vitrinas se dispo­nen en los muros de este coro, albergando pequeñas esculturas, generalmente del siglo XVIII. Igualmente en las hornacinas que se abren en los muros, existen pequeñas esculturas del siglo XVIII. Destaca el vistoso nacimiento de finales de este siglo, que narra también algunas escenas de la vida de la Virgen. En algunas de las figuras aparece la firma de Fernando de Santiago; en la parte superior de esta hornacina se alberga una bella escultura sedente de la Virgen con el Niño, obra granadina de mediados del siglo XVII. En otras vitrinas se conservan varios Niños Jesús, de los siglos XVIII y XIX, junto con un San Juan Niño de principios del siglo XIX, obra de Astorga.
     El convento posee una abun­dante colección de orfebrería con piezas de gran calidad. Como obra más antigua puede citarse una patena de plata dorada con representación de un león en relieve e inscripción en latín bajo-medieval, datable en el siglo XV. Del siglo XVI hallamos un hermoso cáliz de ancha peana adornada con bichas y grutescos y un copón muy semejante. De estilo rococó es un ostensorio de plata dorada con nudo en forma de aéreo templete donde se aloja el Cordero adornado de pedrerías. Sobre el tem­plete pequeñas esculturas de ángeles sostienen racimos de uvas formados por perlas. Obra tan fastuosa se debió a Miguel María Palomino en 1790. Seis años antes Vicente Gargallo había rea­lizado un portaviático de oro en forma de cora­zón que aún se conserva.
     Muy abundante es la colección de candeleros, que llegan a la veintena y proceden de distintas ciudades españolas. Dos llevan el punzón de Barcelona y su astil tiene forma de estípite; otros dos son granadinos y el resto sevillanos. Decora­dos con rocalla y de origen francés son dos grandes centros de mesa, uno de ellos con la marca Fray Harleux, París. También francés parece el juego de aguamanil y palangana de plata, obra para uso civil del siglo XIX que imita a los estilos anteriores. Como piezas especialmente interesantes hay que citar una arqueta de carey y plata de fines del siglo XVII y una naveta en forma de pájaro, de filigrana de plata con núcleo de molusco, obra probablemente americana (Alfredo J. Morales, María Jesús Sanz, Juan Miguel Serrera y Enrique Valdivieso. Guía artística de Sevilla y su provincia. Tomo I. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2004).
     El Monasterio de Santa Paula se encuentra situado en la collación de San Román, entre las calles Santa Paula, Enladrillada y Pasaje Mallol, próximo al convento de Santa Isabel, a la parroquia de San Marcos y a la de San Román, en un entramado de calles muy cercanas a la antigua calle Real hoy San Luis que comunicaba la puerta de la Macarena con los Reales Alcázares.
     El monasterio de Santa Paula se encuentra situado en el extremo de una manzana de grandes dimensiones. Sus huertas ocuparon extensiones considerables en el pasado, en el lugar donde se alzaron, más tarde, las naves industriales de la calle Pasaje Mallol.
     El convento fue fundado en 1475, permaneciendo en uso hasta la actualidad, por lo que conserva todos los elementos que componen un convento femenino de clausura, compás, iglesia, portería, claustros, refectorio, enfermería, cocinas, sala de profundis, huertas, etc.
     Desde el punto de vista volumétrico, destacan una serie de volúmenes entre el conjunto edilicio, de los que cabe destacar los tejados a dos aguas de la iglesia, a cuatro aguas de la caja de escaleras, así como la airosa espadaña que se sitúa a los pies del templo, elementos que sobresalen en altura del conjunto de casas que rodean al cenobio.
     Su estructura es sumamente compleja, como resultado de las reformas que se han realizado en el transcurso de su historia. Se alternan grandes espacios vacíos que sirven de compases, patios o jardines y construcciones de gran porte, contrastando frente a fábricas de dimensión doméstica y configuración laberíntica.
     Al convento se accede por dos puertas, una que abre al compás de los locutorios y otra que lo hace al compás principal o de la iglesia. Entre ambas se sitúa la vivienda del capellán.
     La primera permite acceder a la puerta reglar, los cuartos de las hermanas porteras, la entrada al museo conventual y la capilla del Sagrado Corazón.
     La segunda posee una portada de principios del siglo XVI, construida con fábrica de ladrillo agramilado y presenta un arco conopial y un cuerpo único entre baquetones, rematada por una hornacina de azulejos en la que figura Santa Paula abrazada a un crucifijo. Desde el compás al que da paso se accede a la iglesia y a algunas antiguas edificaciones destinadas al servicio.
     El interior de la iglesia presenta la típica disposición sevillana de la nave única cubierta por artesonado mudéjar, estructura que se puede encontrar en otros cenobios locales.
     La iglesia fue construida entre 1483 y 1489. Su estructura es de cajón de nave única, cabecera plana con contrafuertes en diagonal y coros alto y bajo a los pies. El presbiterio se encuentra ligeramente elevado respecto al resto del templo. En cuanto a la cubrición, la cabecera presenta bóvedas nervadas de tracería gótica decoradas con pinturas murales, mientras que la nave lo hace con un magnífico artesonado de Diego López de Arenas ejecutado en 1623, con lacería, tirantes y piñas de mocárabes. Por último, en la sacristía se conserva una interesante bóveda esquifada mudéjar, montada sobre trompas.
     En los muros laterales de la nave de la iglesia se distribuyen una serie de retablos embutidos en grandes vanos de medio punto, distribuyéndose en los paramentos perimetrales una rica decoración de yeserías realizadas por Diego López Bueno entre 1615-1623.
     A los pies de la nave se encuentran ubicados los coros alto y bajo, dependencias de gran tamaño y planta rectangular separadas en planta baja por una doble reja de hierro y el la alta por una celosía de madera distribuida entres vanos, uno central de medio punto sobre columnas y dos laterales rectangulares sobre los que se abre un óculo.
     El coro bajo carece de sillería contando en su lugar con un banco corrido con zócalo realizado por azulejos cerámicos entre 1615 y 1616, realizados por Hernando de Valladares. En el coro alto se encuentra ubicado el museo conventual.
     La portada de la iglesia, perteneciente al llamado estilo Reyes Católicos, se finalizó en 1504 y en ella se mezclan los estilos gótico, mudéjar y renacentista, lo que la dota de gran originalidad. Fue ejecutada por el escultor Pedro Millán y el ceramista Francisco Niculoso Pisano y en ella se mezclan el ladrillo agramilado con los arcos apuntados, alfices, flameros, láureas y medallones. La portada, achaflanada y adosada al muro de la iglesia, parte de un vano apuntado abocinado, con decoración en el tímpano del arco central que porta el escudo de los Reyes Católicos. Se encuentra recorrida por baquetones góticos, enmarcado el conjunto abocinado por un gran arco apuntado cuya rosca se presenta
decorada con paneles cerámicos entre los que se disponen siete tondos en relieve realizados en el mismo material. Las enjutas de este gran arco también se decoran con azulejos y relieves de ángeles con los escudos de la orden. Por último la portada se remata por un entablamento coronado por una cenefa de azulejos en tonos blancos y verdes sobre la que se distribuyen remates alternados de flameros y cabezas de querubines en torno a una cruz central.
     Tras la cabecera del templo se encuentra la sacristía interior y lindando con el compás se dispusieron la sacristía de afuera y los confesonarios.
     La clausura cuenta con un claustro principal y otro más pequeño conocido con el nombre "patio viejo", que centralizan la vida conventual. El primero es obra de Diego López Bueno del siglo XVII, época en que se amplía el convento como respuesta al aumento de la comunidad de monjas, convirtiéndose en claustro principal en sustitución del patio viejo.
     Mediante una arquería de cuatro vanos, que emplea arcos de medio punto sobre columnas pareadas, se produce el tránsito entre uno y otro.
     El patio viejo es de planta cuadrada levemente irregular, de galerías de arcos peraltados sobre columnas de mármol y enmarcados por alfiz, con fustes anillados, de diversas alturas y procedencias en el orden inferior, aunque de gran armonía. El segundo cuerpo se resuelve de forma desigual ya que un frente presenta balcones mientras que los restantes arcos de medio punto enmarcados por alfiz sobre pilares ochavados. Alrededor de él se distribuyen el refectorio, diversas celdas y el área de cocinas y procuración. Desde este patio se puede acceder a la enfermería, a diversas celdas, al refectorio y al callejón de las Gracias. El refectorio es una nave alargada ampliada recientemente, añadiéndosele una cabecera poligonal que penetra en el patio de Santa Paula.
     Mediante una arquería de cuatro vanos de medio punto sobre columnas pareadas, se pasa del patio viejo al patio grande.
     Éste presenta planta cuadrada y doble arquería con columnas de mármol sobre las que apoyan arcos de medio punto, con capitel de castañuelas y cimacio en el inferior y capiteles toscanos en el cuerpo superior. Alrededor de él se distribuyen la enfermería, la iglesia, el despacho de la abadesa, las capillas de la Bendición y del Señor de la Corona, y la sala capitular.
     Este claustro recibe perpendicularmente a su ala norte una larga sala rectangular, cubierta con bóveda de cañón, donde estaban los antiguos dormitorios bajos y altos. La pieza divide los grandes espacios libres al norte del monasterio: el jardín de Tiberiades y el de la Tebaida, y que en la actualidad se utiliza como sala de labor y estudio abajo, mientras que arriba tiene celdas dormitorios individuales.
     El perímetro del monasterio se reserva para espacios auxiliares de menor entidad arquitectónica: almacenes, lavaderos, ropería, algunas celdas dispersas, sin olvidar el antiguo noviciado, con estructura diferenciada de casa.
     En Enero de 1473 el Papa Sixto IV concedió la bula fundacional de un monasterio a doña Ana de Santillán y Guzmán, ilustre dama de la nobleza que tras enviudar de su marido el jurado don pedro de Ortiz y perder a su única hija, decidió en 1469 recogerse en el emparedamiento o convento de San Juan de la Palma. En su retiro concibió la creación de un convento de clausura para la Orden de San Jerónimo bajo la advocación de Santa Paula, para la cual entregó unas casas de su propiedad en la collación de San Román, a las que se agregaron otras cercanas que fue adquiriendo la comunidad.
     El 8 de junio 1475, se bendijo la iglesia, trasladándose al nuevo cenobio la fundadora y un grupo de doce monjas. Unos años después, en 1483 doña Isabel Enríquez, marquesa de Montemayor, viuda de don Juan, Condestable de Portugal, y amiga de la fundadora, promovió la edificación de la actual iglesia. En los muros laterales de la cabecera conservan los sepulcros del condestable, de doña Isabel y de un hermano de ésta, con sus empresas heráldicas en que se combinan las armas de los Enríquez y de Portugal.
     Posteriores reformas y ampliaciones se sucedieron con particular intensidad en los siglos XVI y XVII, adquiriendo su configuración actual donde se mezclan estilos diversos.
     El monasterio de Santa Paula fue el primero de la ciudad de Sevilla que recibió la declaración como Monumento Histórico, hecho que se produjo durante la Segunda República.
     A finales del siglo XX el convento se ha visto sometido a numerosas obras de restauración y adaptación, entre ellas las relacionadas con la apertura del museo conventual - único instalado en una clausura sevillana y que ocupa algunas estancias como el salón de San Isidoro o la nave de "los trojes".
     Entre las actividades que desempeñan las monjas destaca la realización de mermeladas artesanas que venden en el torno del convento (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     Siguiendo la calle Enladrillada, desde la plaza de San Román, se llega a este convento de monjas jerónimas fundando en 1475 por doña Juana de Santillán, marquesa de Montemayor. Se ve primero la espadaña, que se alza sobre el caserío, preciosa, de ladrillo visto adornado con tiras de azulejos. A continuación, ya en la calle Santa Paula, se descubre la puerta de entrada al sereno compás, una sen­cilla portada de ladrillo formando un arco conopial enmarcado por alfiz. La iglesia está al otro lado del compás. La portada, mudéjar en su construcción, reúne los estilos gótico y renacentista. Presenta arquivoltas en ojiva con amplia rosca enmarcada por un fino baquetón, y encima un cornisamiento con angelitos y balaustres alternos. La decoración es obra conjunta del escultor Pedro Millán y del ceramista Niculoso Pisano. El templo tiene una sola nave cubierta con una extraordinaria arma­dura de madera fechada en 1623 y construida por Diego López Arenas. El presbiterio lleva bóveda de nervios, decorada con una preciosa policromía. En él luce el retablo mayor, labrado por Fernando de Medinilla en 1730 para sus­tituir a otro anterior del siglo XVI. Entre la rica ornamentación, sobresale la imagen de Santa Paula, que lo preside, obra atribuida a Andrés de Ocampo, perteneciente al primer retablo. Un alto zócalo de azulejos, con maravillosos dibujos de angelitos rodeados de guirnaldas, recorre los muros de la nave, en la que, entre sus abundantes y magníficas obras, sobresalen los retablos de San Juan Evangelista y de San Juan Bautista, en los muros izquierdo y derecho, presididos ambos por sus correspondientes titulares, cuyas imágenes se deben a las gubias de Alonso Cano, el primero, y Martínez Montañés, el segundo, pudiéndose datar en 1635 y 1637 respectivamente. En el muro de la derecha está también el retablo del Santo Cristo, obra de Felipe Ribas realizada en 1638, cuyo Crucificado se remonta al siglo XV, atribuyéndose a Pedro Millán.
     El convento tiene también un excelente Museo*, situado en la planta alta, única zona visitable, junto con la iglesia y el compás. A lo largo de un vestíbulo y tres salas que incluyen el coro alto, se exhibe una abundante y mag­nífica colección de pinturas y de objetos sacros, incluida orfebrería, de distintas épocas y escuelas, que merece una detenida visita. Desde la segunda sala, ubicada en un antiguo locutorio, del que conserva la reja, se tiene la oportunidad de contemplar el patio principal del cenobio, alzado en dos plantas, con arquerías de medio punto sobre finas columnas de mármol, con una fuente en medio y con un zócalo de azulejos en las galerías (Rafael Arjona, Lola Walls. Guía Total, Sevilla. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2006).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de Santa Paula
   Viuda romana de familia ilustre que tuvo como maestro a san Jerónimo junto al cual fue a acabar sus días en Belén, con su hija santa Eustoquia. Allí murió en 404. Su tumba fue cavada en la gruta de la Natividad y san Jerónimo compuso su epitafio.
   La catedral de Sens pretendía poseer el cuerpo de santa Paula desde el siglo IX.
   Suele estar representada en las iglesias de los monasterios jerónimos de los cuales es patrona. Sus atributos, copiados de su maestro san Jerónimo, son la Vulgata, traducción latina de la Biblia, y un crucifijo (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
       Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el Convento de Santa Paula, de Sevilla. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la ciudad.

Horario de apertura del Convento de Santa Paula:
              Todos los días: De 07:45 a 08:30; y de 10:00 a 13:00

Horario de misas del Convento de Santa Paula:
             Laborables: 08:00
             Domingos y Festivos: 09:30

Página web oficial del Convento de Santa Paula: www.santapaula.es

El Convento de Santa Paula, al detalle:

Iglesia:
Portada
              San Blas, de Andrés de Ocampo
Retablo de San Juan Evangelista
                San Pedro, mártir