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martes, 30 de noviembre de 2021

El Asilo de San Andrés, en Lebrija (Sevilla)

     Por Amor al Arte
, déjame ExplicArte la provincia de Sevilla, déjame ExplicArte el Asilo de San Andrés, en Lebrija (Sevilla).  
   Hoy, 30 de noviembre, Fiesta de San Andrés, apóstol, natural de Betsaida, hermano de Pedro y pescador como él. Fue el primero de los discípulos de Juan el Bautista a quien llamó el Señor Jesús junto al Jordán y que  le siguió, trayendo consigo a su hermano. La tradición dice que, después de Pentecostés, predicó el Evangelio en la región de Acaya, en Grecia, y que fue crucificado en Patrás. La Iglesia de Constantinopla lo venera como muy insigne patrono (s. I) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
   Y que mejor día que hoy para ExplicArte el Asilo de San Andrés, en Lebrija (Sevilla).
   El Asilo de San Andrés, se encuentra en la plaza Manuela Murube, 2; en Lebrija (Sevilla).
   Una de las personas que continuó la obra social que en su día iniciasen Andrés Sánchez de Alva y Otilia Calderón fue su prima Manuela Murube, quien dedicó gran parte de su vida a ayudar a mantener el asilo y proporcionar unas buenas condiciones de vida a quienes allí vivían. Además de esto, Doña Manuela donó unos valiosos cuadros de la pintora lebrijana Antonia Rodríguez Sánchez de Alva al asilo. Entre los cuadros que se pueden ver aún en su interior destacan San Francisco de Paula, Los desposorios de la Virgen con San José, San Pablo Ermitaño y San Esteban.
     Además de todo ello, Doña Manuela Murube fundó, en el año 1917, el colegio San José, al que sólo podían asistir niñas. Este colegio estuvo en manos de las Hijas de la Caridad del Asilo de San Andrés. Actualmente, el Asilo es en una reconocida residencia de ancianos. 
     Una de las personas que continuó la obra social que en su día iniciasen Don Andrés Sánchez de Alva y Dña. Otilia Calderón, fue su prima Doña Manuela Murube quien dedicó gran parte de su vida a ayudar a mantener el asilo y proporcionar unas buenas condiciones de vida a quienes allí vivían. Además de esto, Doña Manuela donó unos valiosos cuadros, de la pintora lebrijana Antonia Rodríguez Sánchez de Alva, al asilo. Dichos cuadros se pueden ver aún en su interior.
     Debido a su gran dedicación, en el año 1962 se le dio el nombre de Plaza de Manuela Murube al lugar en el que se encuentra ubicado el asilo.
     Además de todo ello, Doña Manuela Murube fundó, en el año 1917, el colegio San José, al que solo podían asistir niñas. Este colegio estuvo en manos de las Hijas de la Caridad del Asilo de San Andrés. Actualmente el Asilo es en una reconocida residencia de ancianos.
     Fue D. José Monge quien realizó el diseño y llevó a cabo la construcción del Asilo San Andrés. Este lebrijano fue también el artífice de la conocida “Casa de Dña. Salud”, ubicada en la calle Ignacio Halcón, junto al Ayuntamiento. Ayuntamiento.
     Durante los siglos XV y XVI la plaza Manuela Murube, junto con las actuales plazas “Juan Díaz de Solís” y “Manuel Halcón” (también conocida como “El Pilar”), formaron un único emplazamiento que llevó el nombre de “Campo del Príncipe”. A este lugar llegaban los ganaderos en busca de un sitio donde descansar y dar agua a sus reses, por lo que popularmente fue llamado “El abrevadero”.
     Posteriormente llevó diferentes nombres como “Plaza de San Francisco” y “Plaza del Príncipe Alfonso”, hasta que finalmente se le dio su nombre actual. 
   Antonia Rodríguez Sánchez de Alva, fue una reconocida pintora romántica lebrijana. Nació el 19 de mayo de 1835, en el número 4 de la calle Trinidad, y murió el 23 de enero de 1868. Comenzó a pintar siendo sólo una niña y destacó pronto en este difícil mundo gracias a sus pinturas de temática religiosa y al género del retrato.
     Aunque desafortunadamente murió muy joven, dejó un importante legado artístico. Hubo dos obras que marcaron especialmente su carrera artística, “Autorretrato” y “San Cristóbal”. Esta última obra estuvo durante varios años en la Parroquia de Santa María de la Oliva (Lebrija). Lo más sorprendente de esta pintura, no era su gran tamaño ya que mide 5,29 x 2,73 m, sino que fue realizada cuando Antonia contaba con apenas 17 años y fue terminada en tan solo 43 días.
     En diferentes lugares de nuestro pueblo podrá observar algunas de sus obras. En el Asilo de San Andrés, por ejemplo, se encuentran algunas de ellas, de las que podemos destacar: “San Francisco de Paula”, “Los desposorios de la Virgen con San José”, “San Pablo Ermitaño” y “San Esteban”.
     En los años 60, la Hermana Sor María Rodríguez decidió organizar, en la antigua huerta del asilo, una tómbola para ayudar a las personas más necesitadas de otros países. Con el paso de los años, esta tómbola se convirtió en una tradición que llega hasta nuestros días.
     Así, cada año aprovechando los meses de verano, las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paul junto con la ayuda de los jóvenes de JMV (Juventudes Marianas Vicencianas) y un grupo de mujeres de la Medalla de la Milagrosa, organizan este festival benéfico conocido popularmente como “Mercadillo misionero”.
     Se celebra, generalmente, durante las tardes del primer fin de semana de agosto en la Plaza Manuela Murube. En él podrá encontrar desde libros y juguetes hasta ropa, donados por diferentes empresas y comercios. Durante las noches se puede disfrutar de diferentes tapas típicas lebrijanas y de las actuaciones de distintos grupos musicales, que también colaboran de forma altruista con la causa. Todos los beneficios recaudados son destinados a labores sociales, entre las que podemos destacar las misiones de los Padres Paúles en Madagascar y las misiones que tienen las Hermanas de la Caridad en Marruecos (Ayuntamiento de Lebrija).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de San Andrés, apóstol
   Hermano mayor de san Pedro, y como él, simple pescador de Galilea, su nombre, que es griego y no judío, significa viril.  Fue el primero en seguir a Cristo. Por ello los griegos lo motejaron Protokletos o Protoclite (el primer llamado) y los rusos Pervozvanny.
   En los Evangelios se lo menciona dos veces, a propósito de las vocaciones de los dos primeros apóstoles y del milagro de la Multiplicación de los pa­nes. Su leyenda sólo cuenta con la garantía de los Hechos apócrifos.
   Después de la muerte de Cristo habría sido designado para evangelizar la Escitia, es decir, la actual Rusia. Ese apostolado es tan fabuloso como la evangelización de España por el apóstol Santiago. A lo sumo podría admi­tirse que hubiese estado en Ucrania, a orillas del mar Negro; pero se pretendió que había llegado a Roma por «la ruta de los varegos», pasando por Kiev, un itinerario que supera los límites de la credulidad.
   Al tiempo que predicaba en Escitia, un ángel se le apareció y le dijo: «Ve hacia Mateo.» Fue milagrosamente guiado hacia Etiopía donde el apóstol y evangelista san Mateo había sido cegado y metido en prisión. Las puertas de la cárcel se abrieron ante él, se arrodilló junto al mártir, se puso a orar, y al pun­to los ojos reventados de san Mateo volvieron a abrirse a la luz.
   Cumplida su misión, llegó a Grecia y luego a Asia Menor, donde consumó una serie de milagros. Expulsó de la ciudad de Nicea siete demonios metamorfoseados en perros, y en Tesalónica apagó un incendio.
   Encarcelado por el procónsul romano Quirino, gobernador de Macedonia, que lo acusaba de incitar a la destrucción de los templos y desviar al pueblo del culto de los dioses, fue arrojado a las fieras. Lo respetaron un jabalí, un toro y hasta un tigre, que en vez de devorarlo, saltó a la tribuna del circo y trituró con los dientes la cabeza del hijo del gobernador.
   Cuando visitó el Peloponeso, en Patras, que gobernaba el procónsul Egeas, curó a su mujer, Maximila. No obstante Egeas, quien le reprochaba predi­car la desobediencia al  emperador, lo hizo azotar con varas, luego ordenó que lo ataran con cuerdas a una cruz con forma de X (crux decussata), sin cla­varlo, para que la muerte se demorara más. Habría agonizado dos días en la cruz y expirado en el tercero. Fue enterrado por Maximila. En cuanto a Egeas, fue estrangulado por dos demonios.
   Su crucifixión, de la que se habla por primera vez en los Hechos gnósticos, fue imaginada para igualar a la de su hermano san Pedro. Pero al mismo tiem­po era necesario diferenciarla, por ello se le atribuyó un modo diferente de crucifixión que cabeza abajo en una cruz latina. Se supuso, sin la menor prue­ba, que había sido descuartizado sobre una cruz en forma de X, letra que recordaba la inicial griega del nombre de Cristo.
CULTO
   Su culto también se explica, en Oriente al menos, por el deseo de competir con san Pedro que había sido acaparado por la Iglesia de Roma. Por ello Andrés fue reivindicado por la Iglesia griega.
1. Culto en Oriente
   En 357 las reliquias de san Andrés habrían sido trasladadas de Patras a Constantinopla centro que, falto de poder para procurarse las osamentas de los príncipes de los apóstoles, san Pedro y san Pablo, quería poseer el cuer­po de uno de los primeros discípulos de Cristo.
   Pero los habitantes de Patras pretendían haber conservado el cuerpo auténtico del apóstol y hacia 1850 lo cedieron al gobierno ruso a cambio de una canalización de agua potable de cuya financiación se hizo cargo éste. Fue así como san Andrés, a quien se suponía evangelizador de la Escitia y muerto en Patras, se convirtió en patrón de Grecia y también de Rusia. De acuerdo con el cronista Néstor, habría plantado una cruz en el emplaza­miento de Kiev y predicho la grandeza futura de esa ciudad.
   Una de las principales iglesias de Kiev, construida en el siglo XVIII por Rastrelli, en estilo rococó, está puesta bajo su advocación.
2. Culto en Occidente
   Sin embargo la Iglesia latina no quería dejarse confiscar por los griegos cismáticos un apóstol de primera categoría, el propio hermano de san Pedro. Tres países, Escocia, Italia y Francia hicieron valer sus reivindicaciones con­tradictorias.
   Se imaginó que las reliquias de san Andrés habían sido llevadas desde Patras hasta Escocia. De ahí el nombre de la ciudad universitaria de Saint Andrews, adonde habrían llegado, y la introducción en las armas de Escocia de una cruz de san Andrés que está junto a la cruz de san Jorge sobre la Union Jack del Reino Unido de Gran Bretaña.
   Esas pretensiones concordaban mal con las de Italia donde se afirmaba que el cuerpo del apóstol había sido transferido en 1210 desde Constantinopla a la catedral de Amalfi, cerca de Nápoles. Por otra parte, la cabeza de san Andrés (o al menos una de las cabezas de este apóstol policéfalo) fue depo­sitada en Roma en 1462, por el papa Pío II que ambicionaba reunir los restos de los dos hermanos. Junto al Volto santo de santa Verónica, la lanza de Longinos y un fragmento de la Vera Cruz, es una de las cuatro grandes reli­quias veneradas en San Pedro de Roma.   
   Roma le dedicó una de sus principales iglesias bajo la advocación de S. Andrea della Valle. Además, San Andrés es el patrón de Pesara, Vercelli, Mantua, Brescia y Rávena, ciudad ésta que le consagró una iglesia muy an­tigua llamada S. Andrea dei Goti.
   Pero el principal centro de su culto sigue siendo Amalfi cuya catedral le está dedicada y expone en su cripta, para la veneración  de los peregrinos, la pretendida osamenta del apóstol de la que rezuma un aceite milagroso que se llama maná de san Andrés.
   La ciudad de Santander, en España, es el antiguo Fanum sancti Andreae.
   Inglaterra le consagró las catedrales de Rochester y de Wells.
   En Alemania, su sandalia es una de las piezas principales del tesoro de la ca­tedral de Tréveris.
   En Francia, el apóstol se convirtió en patrón de la Casa ducal de Borgoña, porque se lo consideraba evangelizador de la Escitia de la que creían proceder los burgundos. Felipe el Bueno puso bajo su protección a la orden del Toisón de Oro cuyos caballeros llevaban como insignia una cruz en X. El grito de guerra de los borgoñones era Montjoie saint Andrieu.
   Además de Borgoña, en el reino de Francia deben citarse la catedral de Saint André de Burdeos, fundada por san Marcial al mismo tiempo que la de Saint Pierre de Poitiers, la iglesia de Saint André de Ruán y la abadía de Saint André en Villeneuve, Aviñón, frente al palacio de los papas. En París, la iglesia Saint André des Arts fue edificada sobre el emplazamiento de una capilla dedicada a su casi hornónimo san Andeolo, apóstol del Vivarais. El hueso braquial del santo se conservaba en un relicario de Notre Dame de París.
   Además, San Andrés había sido adoptado como patrón por las corporaciones emparentadas de los pescadores de agua dulce (de coulce yaue), los pescaderos y los cordeleros que proveen a los pescadores la cuerda para las redes. Lo invocaban las mujeres casaderas que deseaban encontrar un marido, quizá porque el nombre Andrés evocaba en griego (andros) la idea de un macho, como san Colomán (Mann) en los países de lengua alemana.
   Como curador, era invocado contra la gota, calambres, tortícolis, (stiffneck), erisipela y disentería que se llamaba el mal de san Andrés.
ICONOGRAFÍA
   El atributo más popular de san Andrés es la cruz aspada de brazos oblicuos en forma de X, que los latinos llamaban crux decussata (de decem o decussis: diez, en números romanos, se expresa X), y que tornó el nombre de cruz de san Andrés. También se la llamaba cruz de Borgoña, porque en 1433, el duque Felipe el Bueno, habiendo recibido de Constantinopla un fragmento de la cruz que se habría empleado en la crucifixión del apóstol en Patras, la con­virtió en la insignia de su orden del Toisón de Oro.
   Esta tradición no se apoya en texto alguno. La Patrología griega (t.II,col.1238) sólo nos dice que el cuerpo de san Andrés fue «distendido con juncos», que la leyenda interpretó diciendo que el procónsul lo hizo atar a la cruz con cuer­das para hacerle sufrir más tiempo. En ninguna parte se habla de una cruz con forma de X.
   De hecho, el arte cristiano de la Edad Media ha vacilado mucho tiempo antes de adoptar la cruz en X como atributo de san Andrés. Hasta el siglo XV, la mayoría de las veces se lo representa sobre una cruz latina de brazos hori­zontales, en todo semejante a la de Cristo.
   Los ejemplos abundan.
   En el arte italiano del Quatroccento, la cruz latina todavía es la regla, como lo prueban las pinturas de Fiorenzo di Lorenzo, en Perusa, de Pinturicchio en Spello, de Fra Angelico en Florencia, la Virgen de la Victoria de Mantegna (Louvre) y el tondo de terracota esmaltada de Luca della Robbia en la capilla de los Pazzi, en Santa Croce de Florencia.
   ¿En qué momento aparece la cruz en X? Según E. Mille, el ejemplo más antiguo se encontraría en una vidriera del siglo XIII, en la catedral de Tours. En sus Caracteristiques des saints, el padre Cahier pretende, por otra parte, que «la cruz oblicua o en X, que lleva hoy entre nosotros el nombre de cruz de san Andrés, no se remonta más allá del siglo XIV».
   Esas dos afirmaciones son inexactas. En realidad, la cruz de san Andrés aparece a partir del siglo X en el Tropario de Autun. Debe dejarse de lado el capitel de Saint Pons (Hérault), actualmente conservado en la Universidad de Montpellier, que ha sido reproducido con una leyenda errónea por el ar­queólogo norteamericano Kingsley Porter en su Corpus de la escultura romana. Ese capitel no representa en modo alguno el martirio de san Andrés sino la crucifixión de san Pons, patrón de la abadía del Languedoc.
   Fue a partir del siglo XV cuando la cruz en X se convirtió en parte integrante de la iconografía de san Andrés, posiblemente por la influencia de la insignia de la orden del Toisón de Oro. Esta innovación apareció simultánea­mente en Francia, los Países Bajos y Alemania. Entre otros ejemplos, pue­den citarse en el arte francés una vidriera de la catedral de Ruán, la minia­tura de Jean Fouquet en el Libro de Horas de Étienne Chevalier, una pintura de Holbein el Viejo, un grabado de Lucas Cranach; y en el arte alemán, la estatuilla de bronce de Peter Vischer adosada al relicario de la iglesia de San Sebaldo, en Nuremberg. Al mismo tiempo, la cruz, que era portátil, se con­virtió en gigantesca.
   En el siglo XII, la cruz en X triunfó definitivamente, como lo prueban las pinturas de Ribera, Murillo (Museo del Prado), Cario Dolci (Gal. Pitti), Rubens o la estatua colosal de François Duquesnoy bajo la cúpula de San Pedro de Roma. No obstante, hacia 1610, Caravaggio representaba todavía a san Andrés con las muñecas atadas con cuerdas al travesaño horizontal de una cruz latina.
   ¿Cómo explicar esta sustitución de la cruz latina por la cruz en X cuando los textos no precisan la forma del instrumento del suplicio de san Andrés? Es posible que se haya querido diferenciar la crucifixión de los apóstoles de la de Cristo y que, así como San Pedro había querido ser crucificado cabeza abajo por humildad, se haya tenido la idea de representar a su hermano no sólo atado con cuerdas como los dos ladrones, sino descuartizado sobre la cruz. En principio se había supuesto que había sido crucificado horizontalmente, per transversum. 
   El capitel de la iglesia de Besse (Auvernia) que lleva la extraña inscripción en acusativo: Passionem sancti Andreä Apostoli, copiada literalmente de la primera frase de la leyenda del santo en un manuscrito de la Biblioteca de Clermont, sugiere otra hipótesis. Se observa en efecto, que sobre ese capitel, san Andrés está atado a una cruz latina mediante cuerdas anudadas en forma de X alrededor de brazos y piernas. Quizá esas cuerdas entrecruzadas hayan dado a los artistas la idea de representar al apóstol ligado a una cruz con los brazos en diagonal. Ya se sabe cuantas leyendas deben su nacimiento a imá­genes malinterpretadas.
   Los pies y las manos del mártir están casi siempre atadas con cuerdas. La miniatura del Menologio de Basilio donde está clavado sobre la cruz es una excepción.
   Señalemos, también a título de excepción,  un segundo atributo de san Andrés que alude al oficio que ejercía antes de su vocación: una gran red de pescador de la cual a veces emergen cabezas de peces, como en las pintores­cas sillas del coro de la catedral de San Pedro de Ginebra (siglo XV). Una es­tatua de piedra del siglo XVI, en la colegiata de Saint Vulfran de Abbeville presenta la misma particularidad (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).   
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La Capilla de San Andrés, de Juan de Hoces, en la Catedral de Santa María de la Sede

     Por Amor al Arte
, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la Capilla de San Andrés, de Juan de Hoces, en la Catedral de Santa María de la Sede, de Sevilla.
     Hoy, 30 de noviembre, Fiesta de San Andrés, apóstol, natural de Betsaida, hermano de Pedro y pescador como él. Fue el primero de los discípulos de Juan el Bautista a quien llamó el Señor Jesús junto al Jordán y que  le siguió, trayendo consigo a su hermano. La tradición dice que, después de Pentecostés, predicó el Evangelio en la región de Acaya, en Grecia, y que fue crucificado en Patrás. La Iglesia de Constantinopla lo venera como muy insigne patrono (s. I) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
     La Catedral de Santa María de la Sede  [nº 1 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 1 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la avenida de la Constitución, 13; con portadas secundarias a las calles Fray Ceferino González, plaza del Triunfo, plaza Virgen de los Reyes, calle Cardenal Carlos Amigo, y calle Alemanes (aunque la visita cultural se efectúa por la Puerta de San Cristóbal, o del Príncipe, en la calle Fray Ceferino González, s/n, siendo la salida por la Puerta del Perdón, en la calle Alemanes); en el Barrio de Santa Cruz, del Distrito Casco Antiguo.
     En la Catedral de Santa María de la Sede, podemos contemplar la Capilla de San Andrés [nº 050 en el plano oficial de la Catedral de Santa María de la Sede]; Esta capilla ha tenido dos patronatos y dos denominaciones: la de Alvar Pérez de Guzmán, desde 1384, y la de sus sucesores, los condes de Cifuentes; su último patrono fue el duque de Pastrana, en el primer cuarto del siglo XVIII. Desde 1948 a 1992 ha sido Sagrario bajo la advocación del Corazón de Jesús, cuya imagen y retablo supusieron una agria polémica con las autoridades de Bellas Artes, cuando el cardenal Segura decidió instalarlos aquí; hoy alberga al Cristo de la Clemencia, de Juan Martínez Montañés (Alfonso Jiménez Martín, Cartografía de la Montaña hueca; Notas sobre los planos históricos de la catedral de Sevilla. Sevilla, 1997).
     La Capilla de San Andrés se encuentra en el muro de la Epístola; es obra de Juan de Hoces, entre 1488 y 1496, y está ahora presidida por el Cristo de la Clemencia, una de las obras cumbres de Juan Martínez Montañés (1603), imagen esculpida para la Cartuja y que, tras la desamortización de 1835, pasó a la Catedral. Acoge también unos sepulcros góticos de 1400 y dos importantes pinturas de fines del siglo XVII que muestran escenas del Antiguo Testamento. Son obras de Lucas Jordan o de su seguidor Francisco Solimena (Manuel Jesús Roldán, Iglesias de Sevilla. Almuzara, 2010).
Sepulcros de los Pérez de Guzmán y Ayala
     Se hallan en la Capilla de San Andrés y del Sagrado Corazón de Jesús.
     Proceden de la anterior catedral, estuvieron colocados en el centro de la actual capilla; mas en 1796 fue­ron trasladados los de un caballero, la dama y el don­cel, al muro de la Epístola y el otro caballero al frontero del altar, bajo la reja.
     Los bultos sepulcrales marmóreos corresponden el primero a D. Álvaro Pérez de Guzmán y Ayala, el Viejo, a su esposa Dª María o Dª Elvira de Ayala y el doncel, hijo? de éstos; el del otro caballero pertenece a D. Álvar o D. Alfonso Pérez de Guzmán, padre?, hijo? o nieto? de aquéllos.
     El primero de los yacentes citados está revestido con arreos militares, casquete, loriga, aljuba, armadura, guanteletes y espada; un lebrel guarda su sueño eterno echado a los pies, con rico collarino finamente ornamentado.
     El otro caballero está paramentado de forma análoga.
     Dª María o Dª Elvira, es de mayor interés artístico y lleva casquete, collar, brial, con mangas monacales, largo manto y libro. A sus pies, mutiladas figuras de lebrel y mujer.
     El doncel tiene descubierta la cabeza, collar con joyel, brial y espada. El collarino del lebrel lleva una inscripción gótica difícil de leer; pero puede distinguirse lo siguiente: «amor mío im o mi».
     Parece que la dotación de la Capilla en la antigua Catedral data de 1384. Las citadas esculturas se clasifican como de un taller toledano vinculado al escultor Ferrand González, de hacia 1400 para unos o de la segunda mitad del siglo XIV, para otros. Son los más antiguos sepulcros conservados en la Catedral.
Crucificado de la Clemencia (272-273)
     Presidía la Sacristía de los Cálices, venerándose actualmente en la Capilla de San Andrés. Es obra de excepcional valor, tanto en lo sagrado como en lo artístico. 
     Fue encargado a Juan Martínez Montañés por el Arcediano de Carmona D. Mateo Vázquez de Leca, en 1603, con destino a su oratorio, otorgando el maestro carta de finiquito, tres años después. En 1614 el prebendado lo donó a la Cartuja de las Cuevas, viniendo a la Catedral por diversas circunstancias.
     El maestro nos ha legado esta imagen de excepción, una obra magistral, iconográficamente considerada. Ya en la escritura de concierto se estipula que el Cristo «ha de estar vivo, antes de haber expirado con la cabeza inclinada sobre el lado derecho mirando a cualquier persona que estuviese orando al pie de Él como que le está el mismo Cristo hablándole y como quejándose que aquello que padece es por el que está orando y así ha de tener los ojos y rostro con alguna severidad y los ojos del todo abiertos».
     Montañés supo captar en plenitud este mensaje, ofreciéndonos una obra pura idea, legado salvífico, presentado en una figura que posee la augusta grandeza y hermosura del Dios Salvador, en cuanto pudo ser representado por un hombre. No posee cruencias angustiosas, su mirada es la placidez sobrehumana, con dejo de tristeza ante el pecador buscando su arrepentimiento para el cual no es Juez, sino Redentor.
     Precisa valorar otro elemento, también de interés iconográfico y es presentar sus pies cruzados, sujetos al madero arbóreo, cada uno con un clavo, respondiendo a las revelaciones de la escandinava Santa Brígida, según nos refirió Pacheco, advirtiéndose de la existencia de un modelo original de Miguel Ángel traído de Roma en 1597 del que se hicieron copias por su discípulo Jacopo del Duca (quedando aquél en poder de Pablo de Céspedes), cuyos pies ofrecían análoga com­posición.
     Paralelo interés tienen sus valores artísticos, en cuanto el «Dios de la Madera» quiso superarse al consignar en la citada escritura notarial que deseaba hacer la imagen para que quedase en «España... y se sepa el maestro que la hizo para gloria de Dios» , añadiendo que habría de ser «mucho mejor que uno..., que hice para las provincias del Perú», y en efecto lo logró.
     Su composición es serena, reposada, con canon alar­gado, cuatro clavos y sudario que envuelve las caderas tan suavemente, tan acariciadoramente, como si su Madre hubiera podido colocarlo, cubriendo su desnudez.
     Perfecto de dibujo, modelado, talla y anatomía, donde todo está equilibrado, sirviendo la materia  como puro soporte de la idea. Acrece también su interés la magnífica policromía, a cargo del citado Francisco Pacheco, subrayando y valorando las perfecciones de la plástica.
     Tanto interés tiene esta obra, una de las más perfectas entre las producidas por Juan Martínez Montañés, que antes de ahora he afirmado que es el Crucificado que hubieran podido desear los Padres del Concilio de Trento, respondiendo a su mentalidad.
     Es imagen de oratorio, no procesional, propia para la contemplación y gozo de Teólogos o fieles bien formados.
     La crítica moderna lo ha considerado como el más bello Cristo Crucificado de la escultura barroca española; una de las más bellas realizaciones del arte universal; que aúna magníficamente el sentimiento religioso con las fórmulas de tradición manierista; tan bueno como una buena obra de Praxí­teles (José Hernández Díaz, Retablos y esculturas, en La Catedral de Sevilla. Ediciones Guadalquivir, Sevilla, 1991).
     En la capilla de San Andrés se conserva una copia del Martirio de San Andrés, de finales del siglo XVIII del original de Roelas que actualmente figura en el Museo de Sevilla. Estuvo co­locada en el altar mayor de dicha capilla hasta que fue desplazada hacia 1900 cuando fue sustituida por un retablo dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, estando ahora situado en lo alto del muro derecho. Es obra de débil calidad que justifica las criticas de Ceán Bermúdez al referirse a ella para censurar que en una Catedral de tanta magnificencia como la de Sevilla estuvie­sen al culto copias de pinturas cuyos originales existían en la misma ciudad.
     Guarda relación con Zurbarán otro Cristo en la Cruz que figura en lo alto del muro de la Capilla de San Andrés, donde por ser inaccesible no había podido ser estudiado. Un reciente examen de esta obra realizado en el taller de restauraciones de la Catedral ha permitido comprobar que se trata de una copia del siglo XIX del original de Zurbarán que se conserva en el Museo del Ermitage de San Petersburgo.
     Lucas Jordán es uno de los pintores más prolíficos de la historia del arte; nació en Nápoles en 1632 y en esta misma ciudad murió en 1709. Diez años de su vida, de 1692 a 1702, los pasó trabajando en España al servicio de Carlos II, realizando en este tiempo una copiosa producción. A este pintor pertenecen dos magní­ficas composiciones de gran tamaño, cuyos asuntos es­tán inspirados en temas del Antiguo Testamento; se exponen en la capilla de San Andrés. La primera de ellas representa La Translación del Arca de la Alianza, donde se narra el episodio del segundo libro de Samuel 6, 1-16. La descripción de esta obra es real­mente espectacular, mostrando el tumultuoso cortejo que precede a los portadores del arca ante la cual danza el rey David. Es esta una obra perfectamente resuel­ta en sus aspectos compositivos que el artista ensayó en dos bocetos preparatorios conservados en los Mu­seos de Viena y de Kansas City.
     La segunda pintura representa El cántico de la profetisa María, hermana de Moisés, cuando acompañada de las mujeres de Israel celebra el feliz paso del Mar Rojo, según cuenta el Éxodo 15, 20-21. Es también esta pintura el resultado de un ambicioso planteamien­to compositivo perfectamente resuelto en la conjunción de numerosos personajes que integran la escena, cuyas actitudes se centralizan en la expresiva figura de la profetisa entonando solemnemente su canto. 
     Éstas dos últimas obras se atribuyen actualmente a Francisco Solimena, en 1700. También hay que mencionar la pintura Calvario, copia de Scipione Pulzone (Enrique Valdivieso, La Pintura en la Catedral de Sevilla. Siglos XVII al XX, en La Catedral de Sevilla. Ediciones Guadalquivir, Sevilla, 1991).
     De Arnao de Flandes es la vidriera "La Santa Cena" (1555), en la nave lateral de la Epístola, sobre la Capilla de San Andrés. Se dispone en un vano alargado terminado en forma de arco apuntado, y unas medidas de 7'22 x 2'20 m. (Víctor Nieto Alcaide, Las Vidrieras de la Catedral, en La Catedral de Sevilla. Ed. Guadalquivir, 1991).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de San Andrés, apóstol
   Hermano mayor de san Pedro, y como él, simple pescador de Galilea, su nombre, que es griego y no judío, significa viril.  Fue el primero en seguir a Cristo. Por ello los griegos lo motejaron Protokletos o Protoclite (el primer llamado) y los rusos Pervozvanny.
   En los Evangelios se lo menciona dos veces, a propósito de las vocaciones de los dos primeros apóstoles y del milagro de la Multiplicación de los pa­nes. Su leyenda sólo cuenta con la garantía de los Hechos apócrifos.
   Después de la muerte de Cristo habría sido designado para evangelizar la Escitia, es decir, la actual Rusia. Ese apostolado es tan fabuloso como la evangelización de España por el apóstol Santiago. A lo sumo podría admi­tirse que hubiese estado en Ucrania, a orillas del mar Negro; pero se pretendió que había llegado a Roma por «la ruta de los varegos», pasando por Kiev, un itinerario que supera los límites de la credulidad.
   Al tiempo que predicaba en Escitia, un ángel se le apareció y le dijo: «Ve hacia Mateo.» Fue milagrosamente guiado hacia Etiopía donde el apóstol y evangelista san Mateo había sido cegado y metido en prisión. Las puertas de la cárcel se abrieron ante él, se arrodilló junto al mártir, se puso a orar, y al pun­to los ojos reventados de san Mateo volvieron a abrirse a la luz.
   Cumplida su misión, llegó a Grecia y luego a Asia Menor, donde consumó una serie de milagros. Expulsó de la ciudad de Nicea siete demonios metamorfoseados en perros, y en Tesalónica apagó un incendio.
   Encarcelado por el procónsul romano Quirino, gobernador de Macedonia, que lo acusaba de incitar a la destrucción de los templos y desviar al pueblo del culto de los dioses, fue arrojado a las fieras. Lo respetaron un jabalí, un toro y hasta un tigre, que en vez de devorarlo, saltó a la tribuna del circo y trituró con los dientes la cabeza del hijo del gobernador.
   Cuando visitó el Peloponeso, en Patras, que gobernaba el procónsul Egeas, curó a su mujer, Maximila. No obstante Egeas, quien le reprochaba predi­car la desobediencia al  emperador, lo hizo azotar con varas, luego ordenó que lo ataran con cuerdas a una cruz con forma de X (crux decussata), sin cla­varlo, para que la muerte se demorara más. Habría agonizado dos días en la cruz y expirado en el tercero. Fue enterrado por Maximila. En cuanto a Egeas, fue estrangulado por dos demonios.
   Su crucifixión, de la que se habla por primera vez en los Hechos gnósticos, fue imaginada para igualar a la de su hermano san Pedro. Pero al mismo tiem­po era necesario diferenciarla, por ello se le atribuyó un modo diferente de crucifixión que cabeza abajo en una cruz latina. Se supuso, sin la menor prue­ba, que había sido descuartizado sobre una cruz en forma de X, letra que recordaba la inicial griega del nombre de Cristo.
CULTO
   Su culto también se explica, en Oriente al menos, por el deseo de competir con san Pedro que había sido acaparado por la Iglesia de Roma. Por ello Andrés fue reivindicado por la Iglesia griega.
1. Culto en Oriente
   En 357 las reliquias de san Andrés habrían sido trasladadas de Patras a Constantinopla centro que, falto de poder para procurarse las osamentas de los príncipes de los apóstoles, san Pedro y san Pablo, quería poseer el cuer­po de uno de los primeros discípulos de Cristo.
   Pero los habitantes de Patras pretendían haber conservado el cuerpo auténtico del apóstol y hacia 1850 lo cedieron al gobierno ruso a cambio de una canalización de agua potable de cuya financiación se hizo cargo éste. Fue así como san Andrés, a quien se suponía evangelizador de la Escitia y muerto en Patras, se convirtió en patrón de Grecia y también de Rusia. De acuerdo con el cronista Néstor, habría plantado una cruz en el emplaza­miento de Kiev y predicho la grandeza futura de esa ciudad.
   Una de las principales iglesias de Kiev, construida en el siglo XVIII por Rastrelli, en estilo rococó, está puesta bajo su advocación.
2. Culto en Occidente
   Sin embargo la Iglesia latina no quería dejarse confiscar por los griegos cismáticos un apóstol de primera categoría, el propio hermano de san Pedro. Tres países, Escocia, Italia y Francia hicieron valer sus reivindicaciones con­tradictorias.
   Se imaginó que las reliquias de san Andrés habían sido llevadas desde Patras hasta Escocia. De ahí el nombre de la ciudad universitaria de Saint Andrews, adonde habrían llegado, y la introducción en las armas de Escocia de una cruz de san Andrés que está junto a la cruz de san Jorge sobre la Union Jack del Reino Unido de Gran Bretaña.
   Esas pretensiones concordaban mal con las de Italia donde se afirmaba que el cuerpo del apóstol había sido transferido en 1210 desde Constantinopla a la catedral de Amalfi, cerca de Nápoles. Por otra parte, la cabeza de san Andrés (o al menos una de las cabezas de este apóstol policéfalo) fue depo­sitada en Roma en 1462, por el papa Pío II que ambicionaba reunir los restos de los dos hermanos. Junto al Volto santo de santa Verónica, la lanza de Longinos y un fragmento de la Vera Cruz, es una de las cuatro grandes reli­quias veneradas en San Pedro de Roma.   
   Roma le dedicó una de sus principales iglesias bajo la advocación de S. Andrea della Valle. Además, San Andrés es el patrón de Pesara, Vercelli, Mantua, Brescia y Rávena, ciudad ésta que le consagró una iglesia muy an­tigua llamada S. Andrea dei Goti.
   Pero el principal centro de su culto sigue siendo Amalfi cuya catedral le está dedicada y expone en su cripta, para la veneración  de los peregrinos, la pretendida osamenta del apóstol de la que rezuma un aceite milagroso que se llama maná de san Andrés.
   La ciudad de Santander, en España, es el antiguo Fanum sancti Andreae.
   Inglaterra le consagró las catedrales de Rochester y de Wells.
   En Alemania, su sandalia es una de las piezas principales del tesoro de la ca­tedral de Tréveris.
   En Francia, el apóstol se convirtió en patrón de la Casa ducal de Borgoña, porque se lo consideraba evangelizador de la Escitia de la que creían proceder los burgundos. Felipe el Bueno puso bajo su protección a la orden del Toisón de Oro cuyos caballeros llevaban como insignia una cruz en X. El grito de guerra de los borgoñones era Montjoie saint Andrieu.
   Además de Borgoña, en el reino de Francia deben citarse la catedral de Saint André de Burdeos, fundada por san Marcial al mismo tiempo que la de Saint Pierre de Poitiers, la iglesia de Saint André de Ruán y la abadía de Saint André en Villeneuve, Aviñón, frente al palacio de los papas. En París, la iglesia Saint André des Arts fue edificada sobre el emplazamiento de una capilla dedicada a su casi hornónimo san Andeolo, apóstol del Vivarais. El hueso braquial del santo se conservaba en un relicario de Notre Dame de París.
   Además, San Andrés había sido adoptado como patrón por las corporaciones emparentadas de los pescadores de agua dulce (de coulce yaue), los pescaderos y los cordeleros que proveen a los pescadores la cuerda para las redes. Lo invocaban las mujeres casaderas que deseaban encontrar un marido, quizá porque el nombre Andrés evocaba en griego (andros) la idea de un macho, como san Colomán (Mann) en los países de lengua alemana.
   Como curador, era invocado contra la gota, calambres, tortícolis, (stiffneck), erisipela y disentería que se llamaba el mal de san Andrés.
ICONOGRAFÍA
   El atributo más popular de san Andrés es la cruz aspada de brazos oblicuos en forma de X, que los latinos llamaban crux decussata (de decem o decussis: diez, en números romanos, se expresa X), y que tornó el nombre de cruz de san Andrés. También se la llamaba cruz de Borgoña, porque en 1433, el duque Felipe el Bueno, habiendo recibido de Constantinopla un fragmento de la cruz que se habría empleado en la crucifixión del apóstol en Patras, la con­virtió en la insignia de su orden del Toisón de Oro.
   Esta tradición no se apoya en texto alguno. La Patrología griega (t.II,col.1238) sólo nos dice que el cuerpo de san Andrés fue «distendido con juncos», que la leyenda interpretó diciendo que el procónsul lo hizo atar a la cruz con cuer­das para hacerle sufrir más tiempo. En ninguna parte se habla de una cruz con forma de X.
   De hecho, el arte cristiano de la Edad Media ha vacilado mucho tiempo antes de adoptar la cruz en X como atributo de san Andrés. Hasta el siglo XV, la mayoría de las veces se lo representa sobre una cruz latina de brazos hori­zontales, en todo semejante a la de Cristo.
   Los ejemplos abundan.
   En el arte italiano del Quatroccento, la cruz latina todavía es la regla, como lo prueban las pinturas de Fiorenzo di Lorenzo, en Perusa, de Pinturicchio en Spello, de Fra Angelico en Florencia, la Virgen de la Victoria de Mantegna (Louvre) y el tondo de terracota esmaltada de Luca della Robbia en la capilla de los Pazzi, en Santa Croce de Florencia.
   ¿En qué momento aparece la cruz en X? Según E. Mille, el ejemplo más antiguo se encontraría en una vidriera del siglo XIII, en la catedral de Tours. En sus Caracteristiques des saints, el padre Cahier pretende, por otra parte, que «la cruz oblicua o en X, que lleva hoy entre nosotros el nombre de cruz de san Andrés, no se remonta más allá del siglo XIV».
   Esas dos afirmaciones son inexactas. En realidad, la cruz de san Andrés aparece a partir del siglo X en el Tropario de Autun. Debe dejarse de lado el capitel de Saint Pons (Hérault), actualmente conservado en la Universidad de Montpellier, que ha sido reproducido con una leyenda errónea por el ar­queólogo norteamericano Kingsley Porter en su Corpus de la escultura romana. Ese capitel no representa en modo alguno el martirio de san Andrés sino la crucifixión de san Pons, patrón de la abadía del Languedoc.
   Fue a partir del siglo XV cuando la cruz en X se convirtió en parte integrante de la iconografía de san Andrés, posiblemente por la influencia de la insignia de la orden del Toisón de Oro. Esta innovación apareció simultánea­mente en Francia, los Países Bajos y Alemania. Entre otros ejemplos, pue­den citarse en el arte francés una vidriera de la catedral de Ruán, la minia­tura de Jean Fouquet en el Libro de Horas de Étienne Chevalier, una pintura de Holbein el Viejo, un grabado de Lucas Cranach; y en el arte alemán, la estatuilla de bronce de Peter Vischer adosada al relicario de la iglesia de San Sebaldo, en Nuremberg. Al mismo tiempo, la cruz, que era portátil, se con­virtió en gigantesca.
   En el siglo XII, la cruz en X triunfó definitivamente, como lo prueban las pinturas de Ribera, Murillo (Museo del Prado), Cario Dolci (Gal. Pitti), Rubens o la estatua colosal de François Duquesnoy bajo la cúpula de San Pedro de Roma. No obstante, hacia 1610, Caravaggio representaba todavía a san Andrés con las muñecas atadas con cuerdas al travesaño horizontal de una cruz latina.
   ¿Cómo explicar esta sustitución de la cruz latina por la cruz en X cuando los textos no precisan la forma del instrumento del suplicio de san Andrés? Es posible que se haya querido diferenciar la crucifixión de los apóstoles de la de Cristo y que, así como San Pedro había querido ser crucificado cabeza abajo por humildad, se haya tenido la idea de representar a su hermano no sólo atado con cuerdas como los dos ladrones, sino descuartizado sobre la cruz. En principio se había supuesto que había sido crucificado horizontalmente, per transversum. 
   El capitel de la iglesia de Besse (Auvernia) que lleva la extraña inscripción en acusativo: Passionem sancti Andreä Apostoli, copiada literalmente de la primera frase de la leyenda del santo en un manuscrito de la Biblioteca de Clermont, sugiere otra hipótesis. Se observa en efecto, que sobre ese capitel, san Andrés está atado a una cruz latina mediante cuerdas anudadas en forma de X alrededor de brazos y piernas. Quizá esas cuerdas entrecruzadas hayan dado a los artistas la idea de representar al apóstol ligado a una cruz con los brazos en diagonal. Ya se sabe cuantas leyendas deben su nacimiento a imá­genes malinterpretadas.
   Los pies y las manos del mártir están casi siempre atadas con cuerdas. La miniatura del Menologio de Basilio donde está clavado sobre la cruz es una excepción.
   Señalemos, también a título de excepción,  un segundo atributo de san Andrés que alude al oficio que ejercía antes de su vocación: una gran red de pescador de la cual a veces emergen cabezas de peces, como en las pintores­cas sillas del coro de la catedral de San Pedro de Ginebra (siglo XV). Una es­tatua de piedra del siglo XVI, en la colegiata de Saint Vulfran de Abbeville presenta la misma particularidad (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
         Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la Capilla de San Andrés, de Juan de Hoces, en la Catedral de Santa María de la Sede, de Sevilla. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la ciudad.

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lunes, 29 de noviembre de 2021

La localidad de Utrera, en la provincia de Sevilla

     Por Amor al Arte
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     La villa se encuentra situada en el sur de la provincia, próxima a la capital. En su término han aparecido vestigios arqueológicos calcolíticos y del bronce final, si bien los más numerosos son posteriores y corresponden a época romana. Desgraciadamente la mayor parte de las piezas romanas citadas por los antiguos escritores y que comprendían esculturas, elementos arquitectónicos, monedas y ajuar doméstico se hallan en la actualidad en paradero desconocido (Alfredo J. Morales, María Jesús Sanz, Juan Miguel Serrera y Enrique Valdivieso. Guía artística de Sevilla y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2004).
Utrera, Cuna Histórica del Flamenco y del Toro Bravo
     Utrera se encuentra a 32 km de Sevilla capital, al sureste y en la comarca de la Campiña. Su término municipal está incluido en el Paraje Natural del Brazo del Este, así como en la Reserva Natural del Complejo Endorreico de Utrera.
     Utrera, pertenece a la Comarca de La Campiña, con una extensión de 681'30 km², a una altitud de 49 m. sobre el nivel del mar, y con 50.665 habitantes.
    Al sureste de Sevilla, en la comarca de la Campiña, un destino singular repleto de historia, su arte y cultura aguarda al visitante: Utrera.
     Es una de las ciudades más longevas de la provincia sevillana. Su cultura se remonta a los tiempos del Neolítico con el descubrimiento de la necrópolis de Oliver Alto. En la época romana Plinio la situó entre las ciudades más importantes de la Bética con el nombre de Castra binaria. Su actual nombre es posible que proceda de Odres o Utres, donde se transportaba el vino. En la época visigoda se pierde la historia de Utrera, aunque más tarde, en la época musulmana, renueva su importancia, alcanzando su cenit cuando, tras la conquista por parte de Fernando III, fue donada a más de 200 caballeros.
     En 1253, Alfonso X consolidó la conquista castellana, aunque los musulmanes volvieron a conquistarla en 1340, en tiempos de Alfonso XI, y la destruirían en 1368. Ya una vez acabada la conquista cristiana, en el siglo XVI, la belleza e importancia de Utrera no volvería a perderse. Tanto es así que cuando Felipe II visitó Sevilla en 1570 figuró como la primera población del reino. Sin embargo, en 1649, la peste bubónica acabó con más de la mitad de sus habitantes, dejando al pueblo en la miseria. De nuevo en el siglo XIX, en la guerra de la Independencia, Utrera padeció unos efectos devastadores y no fue hasta 1842 cuando volvió a emerger de esta nueva crisis.
     Utrera posee una impresionante riqueza monumental como se puede deducir del importante patrimonio histórico existente en la localidad. Desde las ruinas medievales, iglesias góticas y palacios nobiliarios, hasta las haciendas y cortijos propios de la comarca, han definido la idiosincrasia de esta localidad.
     Utrera ha sido siempre de tradición agrícola y ganadera. Sus yeguadas, de gran reconocimiento internacional, presentan ejemplares únicos. Aunque si algo la distingue de verdad es su esencia taurina. Aquí se origina la cría del toro de lidia y las primeras ganaderías de la tauromaquia. Por eso se la conoce como la Cuna del Toro Bravo.
     Además, esta señera ciudad del bajo Guadalquivir es madre de grandes artistas del flamenco, de renombre y fama internacional. Enrique Montoya, las hermanas Fernanda y Bernarda o el inimitable Bambino, padre de la rumba moderna, nacieron y vivieron en Utrera, entre otros cantaores populares oriundos de esta tierra. Pasea por sus calles y respira el arte de su gente en cualquiera de sus añejas tabernas, solo así entenderás por qué Utrera es la Cuna Histórica del Flamenco.
     Y, por supuesto, prueba el famoso mostachón de Utrera, el rico bizcocho típico que puedes consumir a cualquier hora del día y durante todo el año.
     Vive Utrera, un rincón de Andalucía ligado al toro y el flamenco, símbolos internacionales.
     Para llegar en coche desde Sevilla debes tomar la A-376 hasta llegar a tu destino.
     En tren, la línea de cercanías C1 desde la Estación de Santa Justa de Sevilla hace parada en Utrera. Pero si decides viajar en autobús, la línea M-221 que parte de la capital sevillana tiene conexión directa con este destino.
     Disfrutarás descubriendo cada rincón de Utrera paseando por su casco histórico. Pero si no quieres cansarte, tienes la posibilidad de usar el autobús urbano. Este cuenta con dos líneas que comunican cada punto de la ciudad. La empresa encargada es Los Amarillos.
     Visita la iglesia de Consolación y descubre la primera Virgen que tuvo la romería más grande de España, prohibida en el siglo XVIII.
     Disfruta de un auténtico espectáculo con más de 600 años de historia: el repique de los campaneros en la iglesia de Santiago el Mayor durante las fiestas locales. Son verdaderos acróbatas en el aire.
     Entra en las tabernas de Utrera y embriágate del cante flamenco de alguno de los espontáneos.
     Monta un Pura Raza Española en las yeguadas utreranas, ejemplares únicos de reconocido prestigio internacional.
     Conoce la historia del toro bravo visitando alguna de las ganaderías importantes de Utrera.
     Celebra un Día de Andalucía diferente en Utrera con la marcha tradicional en bicicleta por el pueblo.
     Degusta la exquisita gastronomía uterana con platos típicos como la cola de toro y los potajes gitanos.
     Prueba el mostachón de Utrera, un dulce tradicional que ha dado fama a la localidad.
     Goza del flamenco en sus dos festivales famosos, El Potaje de Utrera en junio y El Festival del Mostachón en otoño.
     Si quieres conocer la riqueza monumental de Utrera comienza tu visita en la Plaza Gibaxa, donde se ubica el Ayuntamiento. Sorpréndete por su singularidad, ya que anteriormente fue el palacio del Conde de Vistahermosa, el primer ganadero de toros bravos de nuestro país. Pasea por sus espectaculares salones, cada uno de ellos con una decoración y temática diferente.
     En la esquina verás la actual oficina de Correos. Tiene una lápida conmemorativa a los dos grandes dramaturgos que en ella nacieron, los hermanos Serafín y Joaquín Álvarez Quintero. Y es que Utrera es tierra de artistas, algo que comprobarás recorriendo sus calles. Dirígete ahora hacia la Iglesia de Santa María de la Mesa, llamada así porque está sobre un cerro con forma de meseta. Es un templo medieval diferente al que puedes ver en otros lugares, pues su torre es central, una característica de las iglesias góticas de Utrera.
     A tan solo cinco minutos a pie llegarás a otra zona monumental muy importante. En ella puedes visitar la iglesia de Santiago, en la cual cada fiesta los campaneros hacen un espectáculo digno de admirar. En frente está el convento de las Carmelitas, donde puedes comprar su exquisita repostería, además, si tienes suerte, las escucharás cantar. Dicen que son voces celestiales. Cerca de aquí tienes la Plaza de la Constitución, en la que se levanta el monumento al gran cantaor flamenco, Enrique Montoya. Este rincón es muy querido por los utreranos, pues ellos mismos solicitaron este homenaje al artista local. De igual modo, existen otros dedicados a Bambino, las hermanas Fernanda y Bernarda y a Enrique Morante, en diferentes puntos de la localidad.
     Por este barrio se alza también el castillo árabe. Aquí aprenderás mucho sobre la historia medieval de Utrera, gracias al Centro de Interpretación del interior de la Torre del Homenaje. Pero para pasear por un lugar curioso de esta localidad, adéntrate en el callejón del Niño Perdido en pleno centro histórico. Este corresponde a la antigua judería y tiene un encanto especial, siendo uno de los rincones más fotografiados.
     Para terminar esta ruta, debes visitar el Santuario de Ntra. Sra. de Consolación, donde reside la patrona de los utreranos. La romería en honor a esta virgen fue antaño la más importante de nuestro país, hasta que el rey Carlos III la prohibiera por considerarla incontrolable. Aún así, son muchos los devotos que siguen rogando sus milagros. Un dato curioso es el barco de oro que porta en su mano, el cual fue donado por una tripulación a la que según cuenta la tradición, salvó del hundimiento. La Virgen de Consolación de Utrera fue muy venerada por los marineros que en el siglo XVI salían del puerto de Sevilla hacia el Nuevo Mundo, por eso se considera la primera imagen marinera en zona de tierra (Turismo de la Provincia de Sevilla).
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La localidad de Utrera, al detalle:
Casa El Conde
Casa de la Cultura
Casa Palacio de los Marqueses de Tous
Casa Surga
Casas Solariegas
Caserío del Conde
Castillo - Fortaleza
Castillo de la Alcantarilla
Ciudad romana de Salpensa
- Colegio Salesiano Nuestra Señora del Carmen
- Convento de la Purísima Concepción
- antiguo Convento de San Francisco
Cortijo El Torbiscal
Cruz del Gato
Cruz del Gato I
Fábrica de Aguardientes La Flor de Utrera y Horizonte
Fuente de los Ocho Caños
Fuente Vieja del Campo I
Hacienda La Montañesa
Hacienda de Vallehermoso
- Iglesia de San Bartolomé
- Iglesia de San Francisco
- Iglesia de Santiago
- Iglesia de Santa María de Mesa
La Machorra La Garbana
Pinzón
Pozos de Sal de Valcargado
Presa de Lopera
Puente de los Acarreadores
Puente de Alcantarilla
Salinas de Valcargado
- Santuario de Consolación
- Teatro Municipal Enrique de la Cuadra
Torre del Águila
Torre Alocaz
Torre del Bollo
Torre Lopera
Torre de la Marisma
Torre de Valcargado
Torre de la Ventosilla

La Portada de la Capilla del Palacio de La Calahorra, de Egidio de Grandia, en el Patio de los Bojes del Museo de Bellas Artes

     Por Amor al Arte
, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la Portada de la Capilla del Palacio de La Calahorra, de Egidio de Grandia, en el Patio de los Bojes, del Museo de Bellas Artes, de Sevilla.
     Hoy, 29 de noviembre, es el aniversario (29 de noviembre de 2011) del Decreto 357/2011, por el que se inscribe en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz la delimitación del Bien de Interés Cultural, con la tipología de Monumento, del Castillo de La Calahorra (Granada), de ahí que hoy sea el mejor día para ExplicArte la Portada de la Capilla del Palacio de La Calahorra, de Egidio de Grandia, en el Patio de los Bojes, del Museo de Bellas Artes, de Sevilla.
      El Museo de Bellas Artes [nº 15 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 59 en el plano oficial de la Junta de Andalucía] se encuentra en la plaza del Museo, 9; en el Barrio del Museo, del Distrito Casco Antiguo.
     En el Patio de los Bojes del Museo de Bellas Artes podemos contemplar la Portada de la Capilla del Palacio de La Calahorra, obra de Egidio de Grandia (s. XVI) realizada en piedra arenisca tallada, hacia 1510-12, en estilo renacentista, con unas medidas de 3,59 x 2,20 m., y procedente del Castillo de La Calahorra, Granada, mediante la donación de Concepción Ybarra e Ybarra, en 1966.
     Es una portada decorativa formada por treinta y siete piezas, en forma de arco del triunfo, con ingreso de medio punto entre pilastras corintias decoradas con grutescos, gran entablamento y frontón semicircular rematado por cruz, entre flameros, todo igualmente decorado con grutescos. 
     El intradós del arco, en casetones rectangulares, incluye representaciones de la Trinidad, el Padre Eterno, y el Ángel y la Virgen de la Anunciación. En el interior de las pilastras, a la derecha, se sitúan las imágenes de san Juan Bautista y de santa Catalina, y en la izquierda, las de san Juan Evangelista y santa Bárbara. 
     A pesar de tratarse de una puerta de acceso a un espacio con funciones religiosas, en los plintos, se han esculpido representaciones de personajes paganos, habitualmente identificados como Hércules y el León de Nemea y Hércules y Anteo, en los laterales de los plintos, y en los frentes, Flora y Baco (web oficial del Museo de Bellas Artes de Sevilla).
     Sobre el ambiente goticista hispalense de finales del siglo XV va incidir un hecho fun­damental que pondrá las bases de la renovación estética que tendrá lugar en las primeras décadas del nuevo siglo: la creciente riqueza de la ciudad, centro del comercio con el Nuevo Mundo, y la nobleza humanística, que propician, primero, la importación de obras escultóricas italianas y, después, la venida de artistas italianos o nórdicos ya imbuidos de las novedades renacentistas italianas.
     Numerosos son los ejemplos que completan este panorama de las obras importadas que significaron la introducción del nuevo estilo. Si estos artistas genoveses abastecieron, con sus trabajos y presencia esporádica, las necesidades, fundamentalmente necrológicas, de la nobleza y el clero hispalense, otros maestros escultores, principalmente florentinos, vinieron a establecerse permanentemente en Sevilla e influir trascendentalmente en los posteriores artistas sevillanos.
     Entre 1509 y 1512 se construyó, por mandato del marqués del Zenete, don Rodrigo de Mendoza y Díaz de Vivar, el castillo-palacio de La Calahorra (Granada); una obra italiana en tierras moriscas. Su inmensa robustez exterior contrasta con la delicadeza del interior, construido al modo de los castillos-palacio de la Toscana y la Umbría, y en donde se quiso que lucieran los grutescos italianos en columnas y balaustradas, en la guarnición de puertas y chimeneas, en el patio, etc. A tal fin contrató a Egidio de Grandia y su equipo de artífices de Liguria y Lombardía, quienes, con piedra del país y mármoles importados, labraron las diversas portadas; los salones y dependencias palaciegas. Nosotros conservamos esta Portada de la Capilla del palacio, riquísima de ornamentación, con pedestales,  pilastras y entablamento, todo plagado de candelabros, animales fantásticos, hojarascas y molduras. No faltan los motivos mitológicos, apareciendo las figuras de Flora y Baco, Hércules y el León, ni los cristianos, como la cruz que remata el conjunto y los querubines de las enjutas (Enrique Pareja López, Escultura, en El Museo de Bellas Artes de Sevilla, Tomo I. Ed. Gever, Sevilla, 1991).
     Su esquema es, en efecto, el mismo que el de las portadas del entresuelo y del salón de Occidente, si bien con el añadido sobre el entablamento de dos candelabros y un remate de roleos coronado por una pequeña cruz bajo el que discurre la siguiente inscripción: «ADORABO AT SANCTVM  TEMPLVM TVVM IN TIMORE  TVO» (Salmos, 5, 8).
     Una pareja de grifos ante un candelabro, sirenas y otros seres antropomorfos y vegetalizados conectados por tallos y flores decoran el friso. Recurrente en La Calahorra, el primero de los motivos citados procede del arte romano, apareciendo en concreto en los relieves del cantharus, el tabernáculo que, intacto hasta 1574 en el patio delantero del viejo San Pedro, custodiaba la colosal piña de bronce que hoy da nombre a uno de los patios del Vaticano. Su difusión puede rastrearse en la escultura del quattrocento desde Bérgamo a Venecia. pasando por Urbino, siendo recogido en uno de los dibujos del Códex Escurialensis (fol. 59). 
     Las pilastras se cajean con un repertorio también fantástico dispuesto a candelieri que es el mismo que el de la portada del salón de Occidente, y derivado por tanto de las labores ornamentales que la bottega de los Lombardo dejó en Urbino y Venecia. También idéntico es el estilo con el que está resuelto el ornato de una y otra portada, relacionable a su vez con el del friso de la del salón de la Justicia.
     En el intradós del arco se representa la Encarnación a través de cuatro imágenes esculpidas en otros tantos casetones. En los centrales, Dios Padre y el Espíritu Santo, y en  los extremos, la Virgen y el arcángel Gabriel. El carácter lombardo de esta figuración es bien patente, recordando la imagen del Padre la que corona el monumento Zanetti, obra de Pietro Lombardo en el duomo de Treviso.  
     En las dos parejas de hornacinas que se abren en las jambas -otro expediente característico de portadas lombardas-, están esculpidos en altorrelieve los santos Juanes -en las de arriba- y las santas Bárbara y Catalina. En los pedestales se representan temas mitológicos, lo que también es frecuente en portadas lombardas y, por extensión, ligures. El deterioro de los relieves dificulta enormemente su identificación. En los tableros exteriores se reconoce, en el de la izquierda, una figura semidesnuda que cabalga sobre un carnero sosteniendo un ánfora. Se trata de una copia literal de uno de los dibujos (fol. 10) del Códex Escurialensis que reproduce a su vez uno de los medallones de la volta dorata de la Domus Aurea. En el otro, sólo se adivina una figura femenina de pie. En los tableros interiores, Hércules reduce a un contrincante, quizás Anteo, aferrándole del brazo y pisando  su cabeza contra el suelo (Miguel Ángel Coloma, Un programa ornamental italiano: las portadas del palacio de La Calahorra, 1997).
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domingo, 28 de noviembre de 2021

La localidad de Umbrete, en la provincia de Sevilla

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       La villa está situada en el centro de la comarca del Aljarafe, habiendo sido originalmente una alquería islámica. Su crecimiento se inició a partir de la Reconquista al ser entregada por Alfonso X al arzobispo y cabildo eclesiástico de Sevilla. Estos consiguieron de la corona una carta-puebla que consolidó la población definitivamente. Desde este instante la vida del pueblo fue irremisiblemente unida a la de la iglesia de Sevilla, junto a la que encontró sus momentos de esplendor y de crisis. El siglo XVIII supuso para la villa uno de sus periodos más brillantes al construirse la nueva iglesia parroquial y remozarse el viejo palacio arzobispal por deseo del prelado don Luis de Salcedo y Azcona. El mecenazgo de este arzobispo determinó en gran parte la fisonomía actual del pueblo (Alfredo J. Morales, María Jesús Sanz, Juan Miguel Serrera y Enrique Valdivieso. Guía artística de Sevilla y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2004).
Umbrete, Ciudad del Mosto y villa arzobispal
       Umbrete está a 16 km de Sevilla, en la parte occidental de la provincia y en el corazón de la comarca del Aljarafe. Su paisaje está formado por campos de cultivo de olivos, cereales y viñedos que producen el mosto, seña de identidad del municipio.
       El accidente geográfico más significativo relativo a la hidrografía de Umbrete lo constituye el arroyo de Majalberraque, que nace en el término municipal de Espartinas, al norte de Umbrete.
       Umbrete, pertenece a la Comarca del Aljarafe, con una extensión de 12'40 km², a una altitud de 120 m. sobre el nivel del mar, y con 8.768 habitantes.
      Algunos autores coinciden en señalar que Umbrete ocupa el sitio de la antigua Osca turdetana, mencionada por Ptolomeo. El origen de la actual villa se remonta a la época musulmana como floreciente alquería. Durante la conquista castellana comienza a cobrar cierta importancia al ser donada por el rey Alfonso X el Sabio, mediante carta pueblo, al cabildo eclesiástico y arzobispado de Sevilla. Desde estos momentos la vida e historia de Umbrete se unen a la Iglesia de Sevilla.
       Umbrete es conocida como la Ciudad del Mosto por la tradicional elaboración de este vino joven que se ha convertido en seña de identidad del pueblo. Además, Umbrete presume de ser villa arzobispal, porque en él veraneaban los clérigos de Sevilla. Muestra de ello lo encontramos el palacio arzobispal, el edificio más importante de la localidad.
       Otro símbolo de Umbrete es el arco que une el palacio con la iglesia de Ntra. Sra. de Consolación, conocida popularmente como la catedral del Aljarafe. Este arco es el rincón más pintoresco del pueblo y el más fotografiado. Pero si algo define a los umbreteños es su devoción rociera. La peregrinación a la aldea del Rocío se ha convertido en todo un acontecimiento local, llegando a ser la fiesta más esperada por sus vecinos.
       Y es que en Umbrete se mezcla el arte y la tradición para ofrecer un destino turístico señero. En febrero se celebra su popular Feria del Mosto y de la Aceituna Fina, donde despliega su exquisita gastronomía. Aquí degustarás un plato único, las habitas a la cacería, toda una delicia para el paladar.
       Para llegar a Umbrete desde Sevilla en coche, circula por la autovía A-49 que comunica la capital con Huelva y Portugal. Después toma la salida 11 hasta llegar a tu destino.
       En tren, la estación más cercana a Umbrete está en Benacazón. Allí para el tren de cercanías del Aljarafe, la línea C5, que parte desde la Estación de Santa Justa en Sevilla. Desde Benacazón puedes coger la línea de autobús M-168 para llegar a Umbrete.
       De igual modo, si decides viajar en autobús la línea M-168 la puedes coger desde Sevilla, o si vas a moverte por los pueblos de alrededor de Umbrete, tienes la línea circular del Aljarafe, la M-102.
       Recorre sus bellas calles, sumérgete en el buen ambiente de su gente y pasea por sus amplias plazas. Solo así conocerás el sentir de este pueblo del Aljarafe.
       Disfruta de la buena gastronomía y del vino joven de la tierra en la Fiesta del Mosto y de la Aceituna Fina que celebran cada mes de febrero.
       No te pierdas en mayo la salida de las carretas al Rocío, todo un acontecimiento en este pueblo devoto de la Blanca Paloma.
       Haz una visita guiada a Bodegas Salado, donde se produce el famoso mosto umbreteño que encontrarás en todos los bares del municipio.
       Prueba un plato original umbreteño, las habitas a la cerería, seguro que repites.
       Entra en la iglesia de Ntra. Sra. de la Consolación y descubre por qué la llaman la catedral del Aljarafe.
       Recorre las antiguas haciendas olivareras de Umbrete, tan características por sus torres de contrapeso.
       Vive en agosto la fiesta del Corpus Christi, único pueblo que lo celebra en estas fechas gracias a una concesión pontificia especial.
       Comienza tu visita en la Plaza de la Constitución para contemplar la belleza del monumento más importante de Umbrete, la iglesia de Ntra. Sra. de Consolación. Lo más pintoresco del lugar es el arco que une el templo con el palacio que fue la residencia de verano de los arzobispos sevillanos. Este rincón es el más fotografiado, convirtiéndose en símbolo de la localidad. Servía para que los clérigos pasaran a la iglesia sin tener que pisar la calle.
       Entra en la iglesia y te darás cuenta de porqué la conocen como la catedral del Aljarafe. De estilo barroco, te impresionará por su grandeza y las numerosas obras de arte que alberga en su interior. Al lado se encuentra el palacio arzobispal, declarado Bien de Interés Cultural, uno de los más grandes de Andalucía. En él veraneaban los arzobispos sevillanos desde el siglo XIV. En la actualidad sus instalaciones albergan uno de los colegios privados más importantes de la provincia. También hay adosada una plazuela donde antes estaban los jardines del palacio. Ahora es de uso público.
       Continúa tu recorrido turístico y descubre rincones tan queridos por sus vecinos como el convento de las hermanas de la Cruz o la capilla de San Bartolomé. También son pintorescas las antiguas haciendas destinadas al cultivo del olivo y la vid, en las que destacan las torres de contrapeso. Antiguamente había hasta veinte haciendas, pero hoy solo se conservan cuatro. Otro detalle curioso que notarás en tu visita es que en las entradas al pueblo verás una cruz de bienvenida a las que llaman de humilladero.
       Pero lo más diferente que podrás visitar en Umbrete es el Museo del Circo, Cirklas, en el que serás uno más del espectáculo y aprenderás los orígenes de este arte ancestral.
       Por último, qué mejor manera para descansar de esta ruta que en algún bar local degustando el famoso mosto umbreteño. Y si lo acompañas de una tapa de aceitunas de esta tierra, mucho mejor (Turismo de la Provincia de Sevilla).
         Si quieres, por Amor al Arte, déjame, ExplicArte la provincia de Sevilla, déjame ExplicArte la localidad de Umbrete, en la provincia de Sevilla. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la provincia sevillana.

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La localidad de Umbrete, al detalle:
- Capilla de San Bartolomé
- Cementerio de San Bartolomé
- Centro de Interpretación del Mosto de Umbrete
Hacienda Lopaz
Hacienda Quitapesares
Hacienda de Serafín Lagar
- Iglesia de Nuestra Señora de Consolación
Jardines del Arzobispo
Lagar de Isidro González Porrúa
Lagar de Salado
- Museo del Circo - Cirklas
Noria Mudéjar
Palacio Arzobispal