Intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla", de Onda Cero

Intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla", de Onda Cero, para conmemorar los 800 años de la Torre del Oro

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sábado, 31 de agosto de 2019

Las imágenes "San José de Arimatea y San Nicodemo", atribuidos a Pedro Roldán, en la Capilla de la Quinta Angustia, de la Iglesia de la Magdalena


     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte las imágenes "San José de Arimatea y ´San Nicodemo", atribuidos a Pedro Roldán, en la Capilla de la Quinta Angustia, de la Iglesia de la Magdalena, de Sevilla.         
   Hoy, 31 de agosto, en Jerusalén, Conmemoración de los Santos José de Arimatea y Nicodemo, que recogieron el cuerpo de Jesús bajo la cruz, lo envolvieron en una sábana y lo depositaron en el sepulcro. José, noble decurión y discípulo del Señor, esperaba el reino de Dios, y Nicodemo, fariseo y principal entre los judíos, que había ido de noche a ver a Jesús para interrogarle acerca de su misión, defendió luego su causa ante los sumos sacerdotes y los fariseos que buscaban la detención del Señor (s. I)  [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
   Y que mejor día que hoy, para ExplicArte las imágenes "San José de Arimatea y San Nicodemo", atribuidos a Pedro Roldán, en la Capilla de la Quinta Angustia, de la Iglesia de la Magdalena, de Sevilla.
   La Real Parroquia de Santa María Magdalena [nº 16 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 60 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la calle Cristo del Calvario, 2 (aunque la entrada habitual se efectúa por la calle San Pablo, 12); en el Barrio del Museo, del Distrito Casco Antiguo.
   En la capilla de la hermandad de la Quinta Angustia de la iglesia de la Magdalena encontramos el grupo escultórico del Descendimiento, uno de los mejores conjuntos de la Semana Santa. El Cristo es obra de Pedro Roldán (1659); la Virgen fue realizada por Vicente Rodríguez Caso (1934); el resto de las figuras son de Pedro Nieto (1633), aunque últimamente la crítica la crítica los atribuye a la gubia de Pedro Roldán. Componen un perfecto conjunto de teatralidad barroca que sigue los modelos del barroco europeo, como el que representó Rubens en la Catedral de Amberes. Todavía gana mayor expresividad en la procesión de la tarde del Jueves Santo ya que la imagen del Crucificado se mueve al estar sostenida por una bisagra al madero (Manuel Jesús Roldán, Iglesias de Sevilla. Almuzara, 2010).
   Las imágenes de los Santos Varones (175 cm.) van sobre escaleras apoyadas en el madero, descendiendo el cuerpo de Jesús. José de Arimatea, hombre rico e ilustre consejero del Sanedrín, es el de mayor edad y de mayor consideración social, por lo que se sitúa a la derecha de Cristo. Sus cuerpos son maniquíes articulados, pero sus cabezas presentan una gran calidad plástica, mostrándonos un serio estudio del natural y del paso del tiempo en el hombre. Las facciones de José de Arimatea se acentúan marcándonos los rasgos propios de un hombre de avanzada edad. Estas cabezas son un claro ejemplo del nuevo estilo europeo introducido por el flamenco José de Arce en imágenes como las del apostolado que tallara en 1657 para la Cartuja de la Defensión de Jerez de la Frontera. Las maravillosas testas muestran una larga y poblada barba, realizadas a base de grandes y ondulados mechones, algunos de los cuales, nacen desde el bigote para pasar por encima de la boca, asemejándose a algunas figuras de San Pablo que talló el maestro Roldán, como la del retablo mayor de la Parroquia de las Virtudes en Villamartín (Cádiz) (web oficial de la Hermandad de la Quinta Angustia).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de los Santos José de Arimatea y Nicodemo;
SAN JOSÉ DE ARIMATEA
   Es el tercer José de la Biblia.
   Habría recogido en el Gólgota la sangre de Cristo en el santo Grial. Él fue quien pidió permiso a Pilato para enterrar a Jesús y quien, ayudado por Nicodemo, desclavó su cadáver de la cruz.
   Encarcelado después del Enterramiento, fue liberado por Jesucristo después de la Resurrección.
   De acuerdo con una leyenda tardía y sin fundamento histórico, se habría em­barcado con Magdalena y Lázaro, y habría llegado a Marsella  para, a continuación, evangelizar Gran Bretaña.
CULTO
   El papel que jugó en el Enterramiento de Cristo hizo que los embalsamadores de cadáveres lo reivindicasen como patrón (se lo creía conocedor de los bálsamos que preservaban la carne de la putrefacción), y que los enterradores, los sepultureros, y los empleados de pompas fúnebres en general hicieran otro  tanto.
   Era particularmente venerado en Francia, en la región de Aix en Provence y en la abadía de Moyenmoutier, en Los Vosgos, que pretendía poseer sus reliquias; en Inglaterra, la abadía de Glastonbury tenía idénticas pretensiones.
ICONOGRAFÍA
   Está representado sosteniendo el sudario de Cristo, la corona de espinas, clavos, tenaza o un vaso de perfumes.
SAN NICODEMO
   Fue quien ayudó a José de Arimatea a desclavar el cuerpo de Jesucristo en la cruz y a enterrarle en el Santo Sepulcro después de haberlo ungido con bálsamos.
   Habría tallado una imagen de madera de Cristo crucificado, que se veneraba en Lucca con el nombre de Volto Santo.
   Como san José, cuya desgracia comparte, suele tener un papel ridículo en el teatro de los autos sacramentales, donde ofrece sus servicios para ungir el cuerpo de Jesús: «con cien libras de mermeladas.»
   Por ello su nombre se convirtió en  sinónimo de necio, ingenuo. Dicha reputación sin duda se explica por la etimología popular. Nicodemo, en francés arcaico, recordaba la expresión nice (necio) que se asemeja a nigaud (bobo).
CULTO
   La abadía de Bec, en Normandía, conservaba en su tesoro de reliquias el guante ensangrentado que habría usado Nicodemo para desclavar a Jesucristo. Tenía un altar dedicado en la catedral de Parma, que se pretendía en posesión de una parte de su cuerpo. Se ha conjeturado que el famoso relieve del Descendimiento de la Cruz, esculpido en 1178 por Benedetto Antelami, antiguamente decoraba el frontal de dicho altar.
   Los herreros lo adoptaron como patrón porque arrancó con una tenaza los clavos de la Crucifixión.
   Como se lo consideraba un ingenuo, o un tonto, en Bretaña se convirtió en el santo patrón de los animales, sobre todo, el de los cerdos. En Pluméliau, cerca de Pontivy y en Questembert, existe una capilla y una fuente de san Nicodemo.
ICONOGRAFÍA
   La iconografía de san Nicodemo se confunde con la del Descendimiento de la cruz y la del Enterramiento de Cristo. Siempre se lo representa en los Santos Sepulcros frente a José de Arimatea, su lugar habitual es al costado de los pies de Cristo.
   Su representación en solitario es muy infrecuente (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
Conozcamos mejor la Biografía de Pedro Roldán, autor a quien están atribuidas las imágenes reseñadas
   Pedro Roldán (Sevilla, 14 de enero de 1624 – 3 de agosto de 1699). Escultor.
   Sus padres fueron Marcos Roldán e Isabel de Nieva, u Onieva, ambos naturales y vecinos de Antequera (Málaga), donde se habían casado en 1609. Pedro Roldán fue el segundo hijo de este matrimonio. Su familia paterna tenía unos antepasados ilustres por su valor durante la Reconquista: Cristóbal Roldán y su esposa, Isabel de Arévalo, procedían de las montañas de León.
   La primera noticia que hay del capitán Cristóbal Roldán data de 1347, cuando por su arrojo se hizo notar en la toma de la villa de Luque (Málaga). En reconocimiento a sus méritos, Alfonso XI le premió en el repartimiento de dicha villa, concediéndole, a él y a sus descendientes, la hidalguía y un escudo de armas. Sin embargo, el transcurso de los siglos determinó la natural decadencia de esta familia y su empobrecimiento, hasta llegar en esa situación al padre del escultor.
   La primera incógnita que planteaba la vida de Pedro Roldán era la del lugar en el que nació, pues hubo muchas dudas al respecto, pues el propio interesado, en su expediente matrimonial, se declaraba natural de Orce (Granada) y así lo corroboraban sus testigos. Por el contrario, Palomino, quien conoció a su hija, Luisa Roldán, y posteriormente Ceán, que fueron sus primeros biógrafos, afirmaban que el escultor era natural de Sevilla. En 1925, Gallego Burín consideraba que había nacido en Antequera, por ser éste el lugar donde matrimoniaron sus padres. Heliodoro Sancho Corbacho, principal biógrafo del artista, confirmaba, en 1950, que Roldán era originario de Sevilla, pues sus padres estaban avecindados en la collación del Sagrario desde una fecha desconocida. Pedro fue bautizado en dicha parroquia, el domingo 14 de enero de 1624. Poco tiempo después, teniendo el niño muy poca edad para recordarlo, regresaron a Orce. Por este motivo, el escultor consideraba Sevilla como la de su nacimiento.
   En 1638 Pedro se desplazó a Granada para aprender el oficio en el taller de Alonso de Mena. Ceán yerra cuando mencionaba su aprendizaje con Montañés.
   A los dieciocho años, el 1 de octubre de 1642, en la iglesia de San Nicolás, celebró su boda con Teresa de Jesús Ortega Villavicencio, a quien Gallego Burín consideraba pariente de Alonso de Mena, pues a veces usó este apellido. Sancho Corbacho desestimó esta hipótesis.
   Teresa aportó 400 ducados de dote al matrimonio, a diferencia del novio que no contribuyó con bien alguno. El 14 de agosto de 1644 nació la primera hija: María.
   Cuando en 1646 murió Alonso de Mena, la familia Roldán encontró el momento idóneo para trasladarse a Sevilla, centro artístico de gran pujanza, en una época en que trabajaban importantes artífices, como Martínez Montañés y los Ribas, pero, como novedad, se empezaba a percibir un cambio estético, pues el escultor flamenco José de Arce difundía, en el arzobispado hispalense, el barroco internacional, que influyó decisivamente en el estilo del biografiado. En esta segunda época, el matrimonio residía, en 1647, en la plaza de Valderrama, collación de san Marcos, mudándose, en 1651, a la de Santa Marina. Posiblemente en estas fechas debió de nacer su hija Francisca.
   En el aspecto profesional, el 27 de junio de 1652, recibió el encargo de tallar seis esculturas para el retablo mayor del Convento de Santa Ana de Montilla.
   También de esta etapa es el Arcángel San Miguel de la parroquia de San Vicente.
   En 1654, nació Luisa Ignacia. En 1655 la familia estaba avecindada en la calle Colcheros, en la Magdalena (hoy Tetuán), y entre 1656 y 1665 se encontraba en la calle de la Muela (hoy O’Donnell). En 1658 Roldán solicitó ser examinado como dorador y estofador, profesión que luego enseñó a su hija Francisca. La familia siguió aumentando, hasta llegar al número de ocho hijos.
    El 22 de abril fue bautizada su hija Isabel. La apadrinó Valdés Leal. En 1660, nació Teresa Josefa. El 14 de mayo de 1662, fueron bautizados los gemelos Ana Manuela y Marcelino José y el 15 de febrero de 1665, Pedro de Santa María, benjamín de la familia.
   Tan numerosa prole llevó a Roldán efectuar constantes compras y arrendamientos de casas y talleres.
   Por citar solamente algunos, el 26 de mayo 1664 efectuó la compra de un corral de vecinos en San Juan de la Palma, compuesto por cuatro aposentos bajos. El 17 de junio de 1665 tomaba a renta perpetua una casa en la plaza de Valderrama, adaptada a taller y vivienda. Sus encargos iban en aumento. El 20 de septiembre de 1667, compró un solar también en dicha plaza, donde hizo levantar la casa en la que moró el resto de su vida. El 5 de febrero de 1668, tomaba a tributo perpetuo otro solar en San Juan de la Palma, parroquia de San Marcos; tres días después, alquilaba otro solar junto al anterior, propiedad de la parroquia de la Magdalena, añadiendo un tercero, “que todos tres son un jardín”. El 3 de diciembre de 1668, compró una enfermería al convento de Capuchinos.
   Edificó en ella una tahona. Era habitual que un artista armonizara sus intereses artísticos con inversiones patrimoniales.
   En 1666 se le encargó una de sus obras maestras, el retablo mayor de la capilla de los Vizcaínos (actualmente en el Sagrario), para el que esculpió el Descendimiento de Cristo, usando parcialmente en su creación diversas estampas, la Crucifixión de Johan Sadeler (1550-1600), sobre composición de Martín de Vos, de hacia 1580, para los edificios del fondo y la figura de Gestas, mientras que para la de Dimas utilizó una de 1631 de Boetius a Bolswert sobre La Lanzada de Rubens (Amberes). Su otra obra fundamental es el retablo mayor de la iglesia de San Jorge del Hospital de la Caridad, en la que representa el Entierro de Cristo; aquí también fue usada la estampa de Sadeler, anteriormente mencionada, en la figura de san Dimas. Hizo el retablo entre 1670 y 1672, siendo su arquitectura de Bernardo Simón de Pineda. Como fiador intervino Juan Valdés Leal, a quien cabe atribuir la policromía.
   En 1670, el Cabildo de la catedral le encargó la efigie de San Fernando, para conmemorar su canonización, creando una iconografía del santo como guerrero, cuya originalidad tuvo gran trascendencia en la escultura andaluza. Esta talla se conserva en la sacristía mayor de la Catedral de Sevilla.
   En los años 1675 al 1684, estuvo tallando los relieves de la fachada de la Catedral de Jaén. En esta tercera época hizo frecuentes viajes a causa de éste y otros encargos fuera de Sevilla. En la fachada jiennense esculpió personalmente la Huida a Egipto y Jesús entre los Doctores. Diseñó los de San Miguel y la Asunción, pero los materializó su sobrino. En 1677 se le encargaron las imágenes de San Pedro, San Pablo y la Santa Faz sostenida por ángeles, que también realizó personalmente, considerándose lo mejor del conjunto.
   También talló nueve estatuas para la cornisa de la fachada, cuya iconografía, los cuatro evangelistas y los cuatro doctores de la Iglesia, es idéntica a la del sagrario sevillano, creada por José de Arce en 1657, demostrándose el interés que en Pedro Roldán había despertado el escultor flamenco; la diferencia con su referente sevillano es que en Jaén están centradas por la figura de san Fernando, algo natural, dada su reciente canonización en 1671. Este encargo lo simultaneó con compromisos en la Cartuja de la Defensión, de Jerez, para la que hizo los relieves del Sagrario, que se conservan, así como un Crucificado hoy desaparecido.
   También trabajó para el Sagrario de las Cuevas (Sevilla), según Ceán, en 1676. Dos años más tarde, en 1678, estaba ocupado en tallar las esculturas del retablo mayor de la parroquia de las Virtudes de Villamartín (Cádiz), cuya arquitectura había diseñado Francisco Dionisio de Ribas y, al morir éste, fue continuada por su hijo Francisco Antonio.
   Roldán fue pionero en la educación que dio a sus hijas, equiparable a la de los varones, pues todos fueron formados en el taller paterno en el que trabajaron también las jóvenes, como unas perfectas profesionales y al que se incorporaron sus esposos e hijos. Especialmente destacó Luisa Ignacia, La Roldana, quien renovó la estética barroca, abocándola a las formas del siglo xviii. Su talento y su decidido carácter la llevaron a enfrentarse a su padre y jefe, debido a una elección matrimonial que para Pedro resultaba inaceptable, por ser el novio un oscuro aprendiz del taller, Luis Antonio de los Arcos, quien nunca llegó a destacar en el oficio. Esta relación hubiese sido normal dadas las costumbres gremiales de la época. A pesar de la oposición paterna, el matrimonio se celebró el 25 de diciembre de 1671, cuando la novia contaba diecisiete años de edad, lo que enfrentó durante años al padre y a la hija, hasta su reconciliación, formalizada al colaborar con ella, haciendo los diseños para esculpir la imágenes de los patronos de Cádiz, San Servando y San Germán, que Luisa hizo en 1687.
   Los matrimonios de los otros hijos fueron los convencionales.
   En 1674, Francisca, doradora y pintora, casó con el escultor José Felipe Duque Cornejo. Fueron padres del también magnifico escultor Pedro Duque Cornejo Roldán, nacido en 1678. En 1676 contrajeron matrimonio María y Matías de Brunenque.
   Ambos eran escultores y posiblemente formarían parte del gran taller familiar. En 1677, Isabel matrimonió con Alejandro Martagón. Fueron padres de una hija, llamada Flor. Teresa Josefa desposó dos veces: en 1679 con Manuel Caballero, y en 1701, con Pedro de Castillejos, también escultor. Por último, Ana Manuela, hacia 1684, contrajo matrimonio con José de Quiñones y, tras enviudar, en 1689, se casó con José Fernández de Arteaga. Fueron padres de Domingo José y de Pedro Fernández de Arteaga. En 1680, Marcelino contrajo su primer matrimonio con Ana María Ponce de León y el segundo en 1698 con Josefa de Velasco y Serrallonga. Uno de los hijos de este matrimonio también fue escultor.
   Muchos de sus herederos fueron los continuadores de su estilo, formando la larga serie de “Roldanes” que dejaron su obra en el arzobispado hispalense, si bien con desigual calidad, entre los que destaca Pedro Duque Cornejo.
   En una cuarta época, después de unos años de viajes para cumplir los encargos que se le hicieron fuera de Sevilla, Roldán decidió permanecer más tiempo en la ciudad. Por entonces, comenzó a vender inmuebles: en 1680, vendió al escultor Cristóbal Pérez el corral de San Juan de la Palma; el 22 de marzo de 1687, otorgó un documento renunciando al arrendamiento de una casa que tenía en el Salvador.
   En 1689 actuó como fiador de Bernardo Simón de Pineda en el contrato del retablo mayor de los Descalzos.
   En 1690, se comprometió a tallar las esculturas para el retablo mayor del Convento de Santa María de Jesús, cuya arquitectura corrió a cargo de Cristóbal de Guadix, consiguiendo hacer una obra sobresaliente por su calidad. La salud de Roldán se deterioró en estos años e hizo testamento. Sus biógrafos han llamado la atención sobre el hecho de que en este documento mejorase a su hija Isabel. Al recuperarse de su enfermedad, siguió trabajando para sus muchos clientes. En estos años, parece que tuvo dificultades económicas, pues otorgó poderes a personas de su confianza para cobrar rentas atrasadas y arrendamientos de la tahona, que seguía conservando. En 1695, aún trabajaba con sus manos.
   Así consta en documentos de conciertos de obra con su taller, ya que especificaban que la obra la hiciese “Pedro Roldán el Viejo”, cuando eran encargos especialmente delicados. De 1698 datan dos de estas obras, el San Pedro como Pontífice y el San Fernando que se conservan en la iglesia del Hospital de Venerables Sacerdotes, ambas de las más logradas de su producción.
   En el verano de 1699 hizo un nuevo testamento en el que nombraba albaceas a su hijo Marcelino y a su yerno Felipe Duque Cornejo. Murió el 3 de agosto de ese año y fue enterrado el día 4 en la parroquia de San Marcos, en una sepultura situada bajo el retablo del Rosario.
   El académico Ponz, dejaba sus prejuicios aparte, cerrando su biografía de esta forma: “[Pedro Roldan] con quien se enterraron los residuos de la buena arquitectura y escultura”.
   Es un escultor de larguísima trayectoria, pero del cual se han conservado pocas obras documentadas.
   Realizó muchas que se han perdido, pero se conservan otras, en todo el arzobispado hispalense, que se han considerado como suyas, si bien algunas de ellas han sido documentadas como de otros autores; se trata de un escultor valioso cuyo catálogo merece una revisión a fondo.
   En relación a su estilo, Roldán muestra, en su obra más antigua de las conocidas, la Virgen de la Antigua, su formación granadina en el patetismo de la Dolorosa, arrodillada y con influencias del arte noreuropeo.
   Cuando comienza a trabajar en Sevilla, el contacto con los escultores locales hace evolucionar su estilo hasta acercarse al dinamismo y la libertad de formas propias del flamenco José de Arce, verdadero renovador de la escultura sevillana del siglo xvii. El conocimiento de estampas flamencas, entre otras la citada de Sadeler, también usada para algunos de sus Crucificados, contribuyó a esta evolución que se manifiesta en la forma de emplear la gubia, simplificando planos y resaltando los valores ilusionistas y pictóricos de la escultura. Esto se percibe especialmente, en el San Hermenegildo de la parroquia de San Ildefonso (Sevilla) de 1674, cuya composición es análoga a la del San Fernando catedralicio, pero cuya técnica, mucho más suelta, muestra claramente la influencia de dicho artista. En las esculturas del retablo de la Caridad, especialmente San Roque; en las del retablo mayor de Villamartín, cuyo San Pablo tiene una evidente afinidad con la figuras de la Cartuja jerezana, en la iconografía de la fachada de la Catedral jiennense, por citar sólo algunas, el gran escultor muestra haber conocido y admirado los nuevos modelos que se estaban imponiendo en la ciudad, dejando atrás las tradicionales formas tardo manieristas vigentes a su llegada a Sevilla y pasándole el testigo a su hija Luisa Ignacia, quien culminó dicha evolución.
   Sin embargo, su espíritu es más clásico que el de Arce e, incluso, que el de su hija, debido a su formación granadina y a sus primeros referentes sevillanos.
   Tiene obras en las que manifiesta una especial dulzura, como en el atribuido Nazareno de la O (parroquia de Nuestra Señora de la O, Triana), donde predomina el equilibrio entre forma y expresión contenida.
   Asimismo, en imágenes como la Inmaculada de los Trinitarios Descalzos de Córdoba, sabe realizar un rostro de naturalismo cercano al retrato, como representante del realismo escultórico del barroco sevillano.
   Su colaboración con Bernardo Simón de Pineda, en retablos salomónicos, hace evolucionar el estilo hacia un mayor ilusionismo y hacia la ruptura del marco arquitectónico. Con Cristóbal de Guadix también tuvo afinidad estética, por eso su colaboración con ambos ha dado algunos de los retablos más memorables de estos años en Sevilla (Esperanza de los Ríos Martínez, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
     Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte las imágenes "San José de Arimatea y San Nicodemo", atribuidos a Pedro Roldán, en la Capilla de la Quinta Angustia, de la Iglesia de la Magdalena, de Sevilla. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la ciudad.

Más sobre la Iglesia de la Magdalena, en ExplicArte Sevilla.

viernes, 30 de agosto de 2019

El edificio de viviendas y locales "Ybarra y Lasso de la Vega", de José Galnares Sagastizábal y Albert Wespi Schneider, en la calle Adolfo Rodríguez Jurado, 6


     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el edificio de viviendas y locales "Ybarra y Lasso de la Vega", de José Galnares Sagastizábal y Albert Wespi Schneider, en la calle Adolfo Rodríguez Jurado, 6; de Sevilla.    
      El edificio de viviendas y locales "Ybarra y Lasso de la Vega", se encuentra en la calle Adolfo Rodríguez Jurado, 6; en el Barrio del Arenal, del Distrito Casco Antiguo.
     José Galnares Sagastizábal, nacido en Sevilla en 1904, se tituló tras diversas peripecias en la Escuela de Barcelona. Allí recibe la influencia de las nuevas corrientes racionalistas que se asientan en Cataluña, y esta influencia es patente en parte de su obra. Construye este edificio de la calle Rodríguez Jurado para el Conde de Ybarra, en los años 1935-36, junto al arquitecto suizo Albert Wespi Schneider. 
 El edificio se sitúa en el centro histórico de Sevilla, ofreciendo su fachada a la Avenida de la Constitución, en el entorno del área monumental de la Catedral, Alcázar y Archivo de Indias. La apertura de la Avenida de la Constitución fue iniciada en 1906 con proyecto del arquitecto municipal José Sáinz y López, y concluida en 1915, en lo que supuso la mayor operación de ensanche interior desarrollada en la ciudad. La idea subyacente en esta reforma urbana, de monumentalización del centro histórico a través del espacio público, quedó subrayada por la inclusión de arquitecturas historicistas acordes con las corrientes hegemónicas de la época. 

   El edificio se sitúa en el plano de fachada urbana de la calle Adolfo Rodríguez Jurado, que resuelve la transición entre la Avenida de la Constitución y la calle Santander. Se beneficia de la resolución de este encuentro entre estas vías, que se realiza a través de un espacio abierto de planta triangular, que encuadra la perspectiva con el Archivo de Indias en primer plano, y la Catedral en el fondo. En la dirección opuesta, este espacio permite la visión de la fachada completa del antiguo teatro Coliseo España, así como la portada de la Casa de la Moneda; antigua ceca de la ciudad. La presencia del edificio resulta notoria en su contexto, especialmente por el contraste de lenguaje que ofrece con los edificios de estilo mayoritariamente regionalista de la zona. No obstante, en su composición y materiales procura contribuir a la representatividad del entorno.
   Si bien la significación social del edificio es limitada, por tratarse de un uso privado desde sus orígenes, su impacto estético fue enorme en el momento de su construcción, debido al contraste de su imagen racionalista respecto al peso de la arquitectura histórica del entorno monumental de la Catedral, Archivo de Indias y Alcázar, y a los edificios regionalistas que constituyen la seña de identidad de la Avenida de la Constitución.
   El proyecto pasó por vicisitudes diversas que son muestra tanto de la incertidumbre cultural y estética imperante en la ciudad tras la Exposición de 1929, y de la capacidad ecléctica del autor. Tras diversas soluciones iniciales de corte historicista, Galnares Sagastizábal logró finalmente sacar adelante su proyecto en claves absolutamente racionalistas. Esta cierta vacilación aparece en algunos proyectos del mismo autor en la misma época, contrapuestos a otros de una decidida factura racionalista, con la magnífica Factoría de Hilaturas y Tejidos Andaluces S.A. (HYTASA), de 1937-1944. Contrasta absolutamente con el ejercicio historicista que Galnares realizó como sede de Hacienda en los albores del Franquismo, en la vecina calle Santander.
   Fue uno de los primeros edificios modernos construidos en el centro histórico de Sevilla, aún en la etapa republicana, tras el edificio Lastrucci, finalizado en el año de inicio de esta obra. Se trata, no obstante, de la primera obra netamente moderna construida en el entorno monumental de la Catedral, Archivo de Indias y Alcázar de Sevilla, y sigue siendo una de las contadas muestras del Movimiento Moderno en la zona.
   Este inmueble es uno de los casos más claros de apuesta por el racionalismo en la anteguerra en Andalucía. Situado en pleno centro histórico, da una brillante lección de cómo la vanguardia es capaz de convivir con un entorno monumental. Se trata de un edificio con una altura total de siete plantas, en el que se distinguen formalmente la planta baja, a modo de gran zócalo comercial, y la última planta retranqueada, que no se muestra a la calle, atenuando la presencia del edificio en el entorno.
    El programa a desarrollar originariamente mezclaba el uso residencial con el comercial. Un total de siete viviendas, con una superficie de 262 m2 cada una, se integraban en la finca, que incluye asimismo un local comercial destinado a albergar las oficinas de la naviera del promotor originario.  

   La planta baja aloja el local comercial con acceso directo desde la calle, de doble altura, consiguiéndose un paño transparente que enfatiza la estructura del edificio. Los huecos de las plantas tipo superiores se disponen en hilera consiguiendo un único paño acristalado, destacando su horizontalidad mediante el pretil sobresaliente y corrido a lo largo de dos terceras partes de la fachada, que se reviste con aplacado de piedra. Tanto el pretil como la carpintería sobresalen del plano principal de la fachada, curvándose ambos en sus extremos en el encuentro con la misma. La tercera parte restante al extremo derecho de la fachada, se marca por la disposición de una cristalera corrida vertical que recorre el edificio en toda su altura, enmarcada en una retícula matriz de dos calles en vertical y tres divisiones horizontales por planta, formada por elementos de piedra.
    La propuesta de fachada supuso para el arquitecto un auténtico reto de implantación de sus ideas renovadoras, y es, de hecho, el elemento de mayor interés, recordando a ciertas obras iniciales centroeuropeas en el uso del hormigón, para liberarla de su capacidad portante. El volumen curvo volado y el hueco vertical citado son expresión de lo anterior, es decir, de la utilización de este plano para llevar la luz al interior y hacerse expresión de una nueva arquitectura. Esto sirve para distinguir la iluminación de la primera crujía desde el interior de las estancias: mientras que la que ocupa la posición central y la de la izquierda cuentan con el hueco horizontal alargado, la de la derecha, detrás del hueco vertical, se abre al exterior desde el suelo al techo, con seis huecos en cada planta detrás de la mencionada retícula de piedra. Desde el interior del edificio, los generosos huecos permiten una relación visual directa con el entorno del Archivo de Indias y el Alcázar de Sevilla.
   El acceso al edificio se realiza desde una puerta situada bajo la retícula vertical. Un vestíbulo alargado que avanza hacia el interior de la finca pegado a la medianera derecha, hasta alcanzar el arranque de la escalera principal del edificio. Este arranque de la escalera es un episodio singular que afortunadamente ha sobrevivido a la reforma realizada, abriéndose de manera generosa y mostrando los elementos de cerrajería; barandilla y pasamanos, que perviven de la obra original. La escalera, de dos tramos por planta, se mantiene igualmente en su estado original, vinculada al patio principal del edificio, con un hueco vertical que la ilumina en toda su altura.

   La construcción del edificio explotó las posibilidades que ofrecía el empleo del hormigón armado, si bien se muestra conservador a la hora de llevar hasta sus últimas consecuencias la fenêtre en longueur de la fachada. Es de señalar el cuidado en la resolución de los detalles, en especial el mantenimiento de la directriz curva en la vuelta del balcón volado en los elementos de piedra, carpintería y vidrios, que constituyen una de las señas de identidad del edificio.
   El edificio se encuentra en uso y en buen estado de conservación. Entre 1988 y 1991, fue sometido a una renovación integral para su adecuación íntegra a usos comerciales y administrativos, a costa del uso residencial original. El motivo de la reforma fue interés del nuevo propietario, la compañía Seguros Bilbao, por ampliar su sede en el centro de Sevilla y disponer de espacio para el alquiler de oficinas a profesionales. Esto se encuadra en un escenario de progresiva desaparición de usos residenciales en la zona a favor de los administrativos, resultado del proceso de terciarización del centro histórico de Sevilla, iniciado en la década de los años 60. El edificio no se libró de estos cambios, sustituyéndose progresivamente el uso residencial desde la posguerra en adelante, y manteniéndose solamente una única vivienda en el momento en que se acometieron las reformas del finales de los años 80.

   La reforma mantuvo esencialmente la singularidad de la fachada, aun con la sustitución de la carpintería original por una de perfiles de mayor sección en aluminio, y el vidrio transparente por un vidrio reflectante. De igual manera, fueron mantenidos elementos singulares como la escalera principal, cuyo arranque sigue siendo el elemento singular que caracteriza el vestíbulo. Se mantuvieron los patios previstos en el proyecto original, con atención especial hacia el patio que ilumina la escalera. Igualmente, tanto en la azotea, como en la caja de escaleras, se mantienen los elementos originales de carpintería metálica y cerrajería de acero, característicos de la época.
   No obstante, la reforma ha alterado significativamente la distribución y materialidad interior del edificio, completamente reconfigurada. En la planta baja, se aprovechó la altura del local originariamente destinado a la sede de la naviera del promotor, creándose la oficina de atención al público de Seguros Bilbao, que incluye una nueva entreplanta dispuesta en maisonette, ofreciendo su doble altura a la fachada principal. 
   En las plantas superiores, la distribución original de las viviendas, algo caótica, fue completamente reformada para ofrecer tres locales de oficinas por planta; dos a la fachada principal, y uno en el fondo de la parcela. Hacia el patio principal, y junto a la escalera, se dispusieron aseos comunes por planta, que sirven a las oficinas. No obstante de la profundidad de la reforma, se mantienen del proyecto original el funcionamiento del ascensor de doble puerta, así como la escalera principal (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía y Docomomo Ibérico).
     Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el edificio de viviendas y locales "Ybarra y Lasso de la Vega", de José Galnares Sagastizábal y Albert Wespi Schneider, en la calle Adolfo Rodríguez Jurado, 6; de Sevilla. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la ciudad.

Más sobre la calle Adolfo Rodríguez Jurado, en ExplicArte Sevilla.

jueves, 29 de agosto de 2019

El relieve "Sacrificio de San Juan Bautista", de Nufro Sánchez y Pierre Dancart, en la Sillería del Coro de la Catedral de Santa María de la Sede


     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el relieve del Sacrificio de San Juan Bautista en la sillería del coro de la Catedral de Sevilla.   
     Hoy, 29 de agosto, Memoria del martirio de San Juan Bautista, a quien el rey Herodes Antipas retuvo encarcelado en la fortaleza de Maqueronte, en el actual Israel, y al cual mandó decapitar en el día de su cumpleaños, a petición de la hija de Herodías. De esta suerte, el Precursor del Señor, como lámpara encendida y resplandeciente, tanto en la muerte como en la vida dio testimonio de la verdad (s. I) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
     Y que mejor día que hoy, para ExplicArte el relieve "Sacrificio de San Juan Bautista", de Nufro Sánchez y Pierre Dancart, en la Sillería del Coro de la Catedral de Santa María de la Sede, de Sevilla.
     La Catedral de Santa María de la Sede  [nº 1 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 1 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la avenida de la Constitución, 13; con portadas secundarias a las calles Fray Ceferino González, plaza del Triunfo, plaza Virgen de los Reyes, y calle Alemanes (aunque la visita cultural se efectúa por la Puerta de San Cristóbal, o del Príncipe, en la calle Fray Ceferino González, s/n, siendo la salida por la Puerta del Perdón, en la calle Alemanes); en el Barrio de Santa Cruz, del Distrito Casco Antiguo.  
     En la Catedral de Santa María de la Sede, podemos contemplar el Coro [nº 004 en el plano oficial de la Catedral de Santa María de la Sede]; Tampoco ha cambiado de nombre, aunque las sillas han estado, al menos, en cuatro lugares diferentes; el actual, salvo las interrupciones debidas a obras o accidentes, es el que posee desde 1514. En el antiguo estaban sepultados los arzobispos don Remondo y don Pedro Gómez Barroso (Alfonso Jiménez Martín, Cartografía de la Montaña hueca; Notas sobre los planos históricos de la catedral de Sevilla. Sevilla, 1997).
   En la Catedral de Santa María de la Sede, encontramos el coro, cerrado por una reja realizada por Francisco Salamanca (1518-23). Su sillería consta de 117 sitiales de madera, con esculturas de santos y relieves del Antiguo y Nuevo Testamento. Es un conjunto realizado por Nufro Sánchez, comenzado en 1478 y acabado en el siglo XVI (Manuel Jesús Roldán, Iglesias de Sevilla. Almuzara, 2010).
   Pues bien en uno de los sitiales encontramos la escena del Sacrificio de San Juan Bautista. El friso, tallado por Nufro Sánchez y Pierre Dancart entre 1470 y 1480, narra en secuencia de imágenes la entrega de la cabeza del Bautista en el banquete de Herodes. La narración comienza por la derecha donde se aprecia el cuerpo decapitado de san Juan, cuya cabeza es ofrecida por un lacayo a Salomé. A continuación la mesa del banquete, presidida por Herodes y asistida por sirvientes y bufones y una última escena con otra figura femenina, Herodías, y Herodes que porta una bandeja (Guía digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de San Juan Bautista;
EL ÚLTIMO DE LOS PROFETAS DE ISRAEL Y EL PRECURSOR DEL MESÍAS
   San Juan Bautista (en su traducción de los Cuatro Evangelios -1943-, Hubert Pernot sustituyó la denominación usual de San Juan Bautista por la de San Juan el Inmersor, pero la innovación no tuvo eco), el Precursor o, como dicen los griegos, el Prodromos del Mesías, es la "fíbula" viva que une el Antiguo con el Nuevo Testamento. Pertenece al reino de la Ley y al mismo tiempo al reino de la Gracia: ha vivido sub lege y sub gratia.
   Aunque su historia sea contada en el Nuevo Testamento, no se podría separar de los profetas de la Antigua ley: es el último y el más grande de la estirpe ¿Acaso el propio Cristo no lo ha llamado profeta y más que un profeta? "Hic est enim propheta et plus quam propheta." Pasa por ser la reencarnación del profeta Elías: "Delante del cual irá él, con el espíritu y la virtud de Elías", dice Lucas (1: 17).
   La piedad popular y el arte cristiano siempre le han reservado un lugar aparte de los apóstoles y de los santos. En la Coronación de la Virgen, del primitivo artista de Aviñón Enguerrand Quarton (1453), San Juan esta en las filas de los profetas, en el lado opuesto a San Pedro y a los apóstoles. En la Asunción del Libro de Horas de Étienne Chevalier, Jean Fouquet lo sitúa junto a Moisés. A principios del siglo XVI, en su pintura La Adoración de la Santísima Trinidad por todos los santos o de la Santísima (Allerheiligenbild) en el Museo de Viena, A. Durero, fiel a la tradición, sitúa a Juan el Bautista en la cohorte de los justos del Antiguo Testamento, junto a Moisés y el rey David. 
   Pero si Juan Bautista es el último de los profetas, también es el primero de los mártires de la fe de Cristo. Merecería, más que el díácono Esteban, el título de protomártir. La Iglesia le rinde el mismo culto que a los santos. En la hagiografía ocupa un lugar análogo al de San Miguel, venerado como arcángel y como santo al mismo tiempo.
   Así se explica que pueda figurar dos veces en un mismo programa iconográfico, donde representa simultáneamente el Antiguo y el Nuevo Testamento. Es el caso de la portada de la iglesia de San Servais, de Maastrich, donde se encuentra en los dos derrames: a la izquierda, pisoteando a Herodes y a Herodías, y a la derecha, bautizando a Cristo en el Jordán.
HISTORIA
   La historicidad de San Juan ha sido discutida tanto como la de Cristo. Ciertos mitólogos lo identifican, como a Jonás, con el dios pez babilonio Oannes.
   El historiador judío Josefo dice sólo que su predicación inspiraba gran esfervecencia en el pueblo, lo cual provocó su detención (Antigüedades judías, Lib. XVIII). Ese relato no concuerda con las fuentes cristianas.
   Brevedad de los Evangelios canónicos. Lo que las Sagradas Escrituras nos enseñan acerca de su vida puede resumirse en pocas palabras.
   Hijo del sacerdote Zacarías y de Isabel, prima de la Virgen María, recibió el nombre de pila Johanan o Jochanaan. Se retiró muy joven al desierto de Judea para llevar allí una vida ascética y predicar la penitencia. En Jesús, que se hizo bautizar por él en el Jordán, reconocía al Cordero de Dios, al Mesías anunciado por los Profetas. Ese acontecimiento capital habría ocurrido en el año 28.
   Arrestado en el 29, en la fortaleza transjordana de Macarea o Macerón (Mekavar) por el tetrarcade Galilea Herodes Antipas, cuyo matrimonio con Herodías, que era su sobrina y su cuñada a la vez (Herodes no podía justificarse por la ley judía de los levitas puesto que Herodías tenía cuatro hijos de su primer matrimonio), se había atrevido a censurar, fue decapitado sin que Jesús interviniese para salvarlo.
   Sólo en Marcos y en Mateo encontramos el relato de la Pasión de Juan desde su detención hasta su decapitación. El cuarto Evangelio no hace ninguna alusión al hecho, y San Pablo calla al respecto.
   Las adiciones de los Apócrifos. Sobre ese delgado cañamazo bíblico la leyenda bordó innumerables anécdotas que inspiraron al arte cristiano durante siglos.
   Los hagiógrafos desprovistos de imaginación recurrieron a otras fuentes mal disfrazadas. El evangelista Lucas ya había dado un ejemplo en tal sentido, contando el anuncio del nacimiento de San Juan Bautista según el modelo de los nacimientos de Isaac (Gen. 18: 10), de Sansón (Jue. 13:2) y de Samuel (I Rey. :1). El ángel Gabriel se apareció a Zacarías y le anunció el nacimiento de un hijo que se llamaría Juan. Zacarías, tan escéptico como la vieja Sara, respondió que era demasiado anciano, al igual que su mujer, como para creer en esta buena noticia. Para castigarlo por su incredulidad, el ángel le declaró que permanecería mudo hasta el día en que se realizara la promesa divina.
   La Virgen embarazada fue a visitar a su prima Isabel. Al acercarse Jesús, el niño se estremeció de alegría en el vientre de su madre.
   El mismo día de su nacimiento, contrariando la costumbre judía, recibió el nombre de Juan: tan pronto como su padre Zacarías, que hasta entonces permaneciera mudo, lo escribió sobre una tabla, recuperó la palabra; su lengua se liberó y se repuso de su largo silencio profetizando.
   De acuerdo con una tradición que se remonta Orígenes y a San Ambrosio, y que ha sido recogida por Pedro Comestor y por Jacopo de Vorágine en la Leyenda Dorada. el futuro precursor habría sido recibido en su nacimiento por la Virgen María. Buenaventura cuenta que María tomó en sus brazos al hijo de Isabel. El niño fijaba la mirada en ella como si hubiese comprendido quién era y cuando ella quiso devolverlo a su madre, él inclinaba la cabeza hacia la Virgen y sólo parecía encontrar placer en ella.
   Lucas no dice nada acerca de la infancia de Juan Bautista, pero los Apócrifos colman la laguna. Ahí se inventa la huida de Isabel con su hijo en el momento de la Matanza de los Inocentes, fuga poco motivada puesto que habitaban lejos de Belén.
   Retirado en el desierto (o en los bosques), Juan, vestido con una túnica de pelo de camello, se contenta con alimentarse de langostas (este alimento no tiene nada de anormal para un habilitante del desierto. Todavía en la actualidad los árabes comen sin asco alguno langostas secas, limpias de élitros, que se venden a espuertas en los mercados al aire libre o en los zocos. Han seguido "acridófagos". No obstante, numerosos comentaristas piensan que un asceta sólo podía ser vegetariano y pretenden que la palabra akrides ha sido traducida por langostas pero que debería interpretarse como brotes tiernos o frutas silvestres, quizás algarrobas , que en alemán se llaman Johannessbrotfrüchte -panes de San Juan-. Cf. Henri Grégoire, Les sauterelles de saint Jean-Baptiste, 1930. En inglés el algarrobo se denomina locust-tree, y las algarrobas locust-beans) y miel silvestre (locustae et mel sylvestre). Exhorta a la penitencia a sus discípulos, que lo toman por el Mesías, anunciándoles que el Reino de los Cielos está próximo.
   Después del Bautismo de Cristo deja de predicar. Como Natán censurando el adulterio de David, reprocha al tetrarca de Galilea Herodes Antipas el incesto con su cuñada. Para vengarse, Herodías aconseja a su hija Salomé, que había embrujado al tetrarca con su danza, que le pida como recompensa la cabeza de San Juan Bautista.
   Según el Evangelio de Nicodemo, habría precedido a Cristo en los Infiernos, donde habría servido de anunciador, igual que en la tierra.
   El profeta fue perseguido aún después de su muerte: se contaba que el emperador Juliano el Apóstata, para poner fin al culto que se le rendía, hizo desenterrar y quemar sus huesos.
   Puede advertirse lo que agregan los Apócrifos al relato de los Evangelios canónicos: la presencia de la Virgen en el nacimiento de Juan, la leyenda de la montaña que se abre frente a la madre y al niño, su descenso a los Infiernos donde precede y anuncia a Cristo, la incineración de sus reliquias.
   La ciencia moderna. El descubrimiento de los manuscritos hebreos en el desierto de Judá, al fondo de las grutas cavadas en los cantiles del mar Muerto, en 1947, ha renovado nuestro conocimiento de los orígenes del monacato cristiano. Sobre todo se descubrió que las prácticas y enseñanzas de los Esenios había ejercido profunda influencia en la predicación del Bautista. La traducción de los rollos del mar Muerto sin duda confirmará esta filiación espiritual.
CULTO
   San Juan Bautista es el primero en la jerarquía de los santos. Su primado es reconocido por la liturgia. En las Letanías se lo invoca inmediatamente después de los arcángeles, antes que a San José, esposo de la Virgen. En el Confiteor, su nombre es enunciado antes que el de San Pedro, príncipe de los Apóstoles. San Pedro Crisólogo lo glorifica como un superhombre, el igual de los ángeles: major homine, par angelis.
FIESTAS
   Por un privilegio excepcional, la Iglesia celebra el día de su nacimiento y el de su muerte: su Natividad es el 24 de junio, su Decapitación el 29 de agosto. Ahora bien, sólo hay otras dos Natividades inscritas en el calendario litúrgico, la del Mesías y la de la Santa Virgen.
   Antiguamente había incluso otra fiesta de San Juan Bautista, la de la Concepción de San Juan Bautista. Celebrada en Oriente, en el calendario romano ha sido reemplazada por la Visitación, que conmemora implícitamente la santificación de San Juan en el vientre de su madre.
   La fiesta de la Natividad de San Juan, fijada en junio, seis meses antes de la Natividad de Jesús, se llamaba en otros tiempos Navidad de verano. Durand de Mende nos enseña en su Rational (VII, 14) que entonces, como en la Nochebuena, se cantaba un doble oficio: el primero al anochecer y el segundo a medianoche.
   Más popular todavía, la Pasión o Decapitación, celebrada en agosto, reemplaza fiestas paganas que el cristianismo, consciente de la fuerza de su tradición, supo desviar en su provecho. Los fuegos encendidos en las cimas durante el solsticio de verano, después de la puesta de sol, se convirtieron en los fuegos de San Juan.
RELIQUIAS
   El culto de los santos generalmente está fundado en sus milagros y sus reliquias. Ahora bien, los judíos nunca han atribuido al Bautista un solo milagro y sus reliquias habrían sido reducidas a cenizas.
   Un panegirista de San Juan que escribiera en el siglo XII, se alegra de que éste no haya sido elevado al cielo como Cristo, la Virgen y San Juan Evangelista, porque si hubiese resucitado -agrega, ingenuamente- estaríamos privados de sus reliquias.
   A decir verdad, la historia de la combustión de los huesos de San Juan por órdenes de Juliano el Apóstata resultaba muy molesta porque parecía quitar a los santuarios de la cristiandad toda esperanza de conquistar las reliquias del primero de los santos. En verdad, quedaban las cenizas que los genoveses se jactaban de haber recogido. Pero se las arreglaron para sortear el obstáculo: se supuso que la combustión no había sido total y que un discípulo había conseguido sustraer al fuego huesos que fueron transportados a Alejandría y se difundieron y multiplicaron a través del mundo.
   Numerosas iglesias se disputaban la gloria y las ventajas de poseer las reliquias del Precursor. A causa de una confusión de nombre, se considera que la tumba de San Juan Damasceno en la mezquita de los Omeyas de Damasco contiene el cuerpo de San Juan Bautista.
   Los Juanistas o Caballeros de San Juan habrían recogido un brazo en su iglesia de Malta.
   Las pequeñas iglesias se contentaron, modestamente, con los dedos del Precursor. San Juan de Maurienne poseía su pulgar y San Juan del Dedo -en Bretaña- el índice, todavía más precioso, que señaló al Cordero de Dios a orillas del Jordán.
   El duque Juan de Berry legó a los cartujos de París el mentón y las sandalias de su santo patrón contenidos en un relicario de plata.
   Pero la reliquia más codiciada era la cabeza del decapitado que Constantinopla pretendía poseer en el monasterio de Studios.
   Sólo en Italia se conocían cinco ejemplares de su cabeza. En dos iglesias de Roma, S. Silvestre in capite y S. Juan de los Florentinos, en S. Lorenzo de Génova, en S. Marcos de Venecia y en la catedral de Anagni.
   A las pretensiones italianas se oponían las reivindicaciones francesas. En 1204, después de la cuarta Cruzada, un canónigo de Picardía habría llevado desde Constantinopla a Amiens la parte anterior de la cabeza de San Juan Bautista con la marca del cuchillo de Herodías. La parte posterior de la "cabeza del Señor San Jehan" había quedado en Constantinopla. San Luis la adquirió a precio de oro para la Sainte Chapelle; era la pieza más preciosa del tesoro, después de las reliquias de la Pasión.
   Otra cabeza (de otro San Juan), encontrada en 1014 y conservada en un magnífico relicario, atraía a los peregrinos a San Juan de Angély, en Saintonge (Calvino se burla en su Tratado de las Reliquias: "Los de Amiens se jactan de tener el rostro y la máscara que muestran hay una marca de una cuchillada sobre el ojo que dicen que le asestó Herodías. Pero los de San Juan de Angély los contradicen y muestra la misma parte."). Santa Verónica habría aportado a Bazas una "mappula" con la cual habría secado la sangre del Precursor en la prisión.
   En España, la iglesia de San Isidoro de León se jactaba de poseer la mandíbula del Precursor.
   A causa de esta multiplicación, a finales de la Edad Media se contaba doce cabezas y sesenta dedos del Bautista, lo cual es evidentemente excesivo. Pero como sólo se presta a los ricos, se han atribuido al Bautista huesos que pertenecían a sus homónimos, tales como San Juan de Edesa.
LUGARES DE CULTO
   La popularidad de San Juan está probada no sólo por el número paradójico de sus reliquias que parece haber tenido, como el fénix, el privilegio de renacer de sus cenizas, sino además por la multitud de iglesias puestas bajo su advocación.
   Roma no le consagró menos de ocho, la más célebre de las cuales es San Juan de Letrán, madre de todas las iglesias, "omnium ecclesiarum mater et caput", fundada por Constantino, el primer emperador cristiano. En Italia era, además, patrón de Génova, de Florencia -que estampaba en sus florines la imagen de San Juan Bautista- y de Turín, que le dedicó su catedral.
   En Venecia, la iglesia de San Giovanni Decollato se llama en dialecto San Zan Degola.
   En Francia, le están dedicadas numerosas catedrales, especialmente la de Lyon, sede del Primado de las Galias. Además, era venerado en Perpiñán, que le dedicó dos iglesias: San Juan el Viejo y San Juan el Nuevo, en Bazas; San Juan de Angély en Saintonge; San Juan del Dedo en Bretaña, San Juan de Maurienne en el Delfinado y la abadía de San Juan de las Viñas en Soissons.
   A ello hay que agregar que los baptisterios que en otros tiempos se levantaban junto a las catedrales, estaban obligatoriamente consagrados al Bautista: tal es el caso del baptisterio San Juan de Poitiers; de San Giovanni in Fonte, en Ravena, y los baptisterios de Parma, Pisa y Florencia. En Francia se los llamaba San Juan de las Fuentes o San Juan el Redondo, a causa de su planta circular.
   Numerosas órdenes religiosas o militares se vindican de San Juan Bautista: Los caballeros de San Juan de Jerusalén expulsados a Rodas por la reconquista musulmana, que luego pasaran a Malta; los cartujos, cuya devoción se repartía entre San Juan, patrón de los ascetas y San Bruno, fundador (Claus Sluter lo ha representado en la portada de la Cartuja de Dijon como patrón de los Cartujos, protegiendo a Felipe el Atrevido. La cartuja del Valle de la Bendición, fundada por el papa Inocencio VI en Villeneuve de Aviñón, originalmente estaba consagrada a San Juan Bautista; por ello los frescos de la capilla ilustran escenas de su vida. En España, Fernando Gallego pintó para la Cartuja de Miraflores un ciclo de la historia del Bautista) de la orden.
   En 1310, en Haarlem, se fundó una Encomienda de la orden de San Juan. Para ella fue ejecutado el gran retablo de Geertgen Tot sint Jans, uno de cuyos paneles se encuentra en el Museo de Viena.
CULTO POPULAR
   Numerosos santos nunca han recibido más que un culto litúrgico y, por así decir, oficial, pero San Juan Bautista es, por el contrario, el tipo del santo popular.
   Los fuegos de San Juan, las hierbas de San Juan (las verbenas) son una herencia del paganismo que sobrevive en el folklore cristiano.
   Las corporaciones y las cofradías se disputaban el patronato de tan poderoso intercesor: por ello su imagen es tan frecuente en los báculos procesionales de las cofradías.
   San Juan Bautista era el patrón de los sastres porque se vistió a sí mismo en el desierto; de los peleteros, a causa de la túnica de pelo de camello; de los fabricantes de cinturones, zurradores y talabarteros porque llevaba cinturón de cuero; de los cardadores de lana porque tenía un cordero como atributo.
   En Florencia había adquirido la clientela del Arte di Calimala, es decir, del gremio de comerciantes de paño francés.
   En memoria del festín de Herodes, era venerado por los posaderos. La prisión le valió la clientela de los pajareros porque también él había sido metido en una jaula y su decapitación la de los cuchilleros y afiladores porque le habían cortado la cabeza.
   A causa de su prisión y decapitación también era el patrón de los prisioneros y condenados a muerte. Las cofradías de la Misericordia que se habían fijado como misión acompañar a los condenados al suplicio y sepultarlos, habían elegido como emblema la cabeza de San Juan en una bandeja. Por eso la capilla de los Penitentes Negros de Aviñón, adosada a la prisión, está dedicada a San Juan Bautista, y los bajorrelieves de la fachada representan a dos ángeles que llevan su cabeza en una bandeja.
   Sin embargo, a primera vista se explica difícilmente, que también sea el patrón de cantores y músicos. En este sentido, es necesario recordar que los nombres de las notas de la escala han sido tomadas por el monje benedictino Guido d'Arezzo de un himno en su honor: ut (luego do), re, mi, fa, sol, la son las sílabas iniciales de los versos donde se lo celebraba, y la nota si está compuesta por la S y la I de San Juan (Sancte Iohannes), invocada al final de la estrofa.
   Como todos los santos populares, el Bautista era también un santo curador.
   La cabeza de San Juan en una bandeja (Johannischüsse) era objeto de una particular devoción por parte de los fieles que sufrían de migraña o jaqueca: se les presentaba la bandeja de San Juan, y a veces incluso se les colocaba su cabeza de metal hueco para "aspirar" la enfermedad.
   En Amiens, la cabeza de San Juan curaba la epilepsia (se llamaba a la epilepsia el mal de San Juan). En San Juan de las Viñas de Soissons, a donde los pacientes acudían en peregrinación, se lo invocaba contra las enfermedades de garganta, las anginas y los ahogos.
   En el Tirol, los campesinos conseguían la curación de los dolores de cabeza dando tres vueltas en torno al altar con una "Johannisschüssel" (algarroba). Arrojada al agua, la cabeza de San Juan ayudaba a a encontrar los cuerpos de los ahogados.
   A causa del Bautismo en el Jordán, tradicionalmente se consideraba a San Juan protector de las fuentes.
   En Rusia, los popes recomendaban abstenerse de todo fruto o legumbre, pera o calabaza cuya forma pudiera recordar la de la cabeza humana en el día de la fiesta de la Decapitación del Prodromo.
   Si a todas esas creencias populares se suma el hecho de que los nombres de San Juan y Juana eran extremadamente usuales en todos los países y que su empleo hacía que quienes lo eligieran se hicieran pintar bajo la protección de su santo patrón, se explica fácilmente la profusión de imágenes de San Juan en el arte cristiano.
ICONOGRAFÍA
   Tipos. La mayoría de los santos no tienen más que un tipo iconográfico. A nadie se le ocurriría representar un San Pedro o un San Pablo niños. Pero San Juan Bautista aparece en el arte cristiano, por el contrario, con dos aspectos diferentes: como niño y como adulto, como compañero de juegos del Niño Jesús y con los rasgos de un predicador ascético. Desde este punto de vista puede compararse con David, representado ya como joven pastor vencedor de Goliat, ya como rey coronado tocando el arpa.
San Juanito
   Fue el Renacimiento italiano el que popularizó el tipo del bambino de cabellos rizados jugando respetuosamente con el Niño Jesús bajo la tierna vigilancia de la Madona.
   El tema del pequeño San Juan asociado con el Niño Jesús no tiene fundamentos alguno en la Biblia, porque si hay que creer en el testimonio de San Juan Evangelista (1: 31), el Bautista habría dicho al ver a Jesús avanzar hacia él para ser bautizado en las aguas del Jordán: "Yo no le conocía".
   Pero se explica sin dificultad el atractivo que un tema semejante debía ejercer sobre los pintores de la maternidad y de la infancia. Según Botticelli, fue Leonardo da Vinci quie en su Virgen de las Rocas ha ofrecido el modelo más perfecto de esas Sagradas Familias ampliadas que luego inspiraron a Rafael (bastará recordar la Madonna della Tenda en la Pinacoteca de Munich; la Virgen del vel o y ls Sagrada Familia de Francisco I, en el Museo del Louvre) y a Murillo tantas obras maestras de gracia conmovedora.
   Señalemos sólo que desde el punto de vista iconográfico ese tema se presta a las variaciones más delicadas: San Juanito es ya el compañero del Niño Jesús al que entrega su cordero, ya el adorador de Aquél a quién, a la sazón, confusamente, siente "mayor que él" ¡Pero cuántos matices entre la camaradería y la adoración!
   Aunque los dos niños hayan nacido con algunos meses de intervalo, la diferencia de edades está muy marcada: Juan aparece siempre muy claramente como el mayor.
   Los artistas florentinos del Quattrocento representaron a San Juan adolescente con los rasgos de un efebo imberbe de nerviosa elegancia (Donatello, Verrocchio) o de gracia andrógina (da Vinci).
   En el siglo XVII, Murillo lo transformó en muchacho andaluz.
   En el siglo XIX, los escultores franceses Paul Dubois y Dampt enriquecieron el tema.
San Juan adulto
   Por encantador que resulte el tipo pueril o juvenil del Giovannino italiano, San Juan aparece en el arte cristiano casi siempre con los rasgos de un asceta demacrado "alimentado con langostas y miel silvestre", predicando la penitencia en el desierto de Judea.
   El arte realista de finales de la Edad Media y del Renacimiento lo representa de buena gana como un faquir esquelético, uno yogui hindú o un beduino nómada macilento y quemado por el sol, de barba descuidada y cabellos hirsutos.
   No obstante, ese San Juan ascético de origen oriental estuvo precedido por representaciones de tipo pastoral o sacerdotal en las manifestaciones paleocristianas de Ravena.
   Vestimenta. Según los Evangelios de Mateo (3, 4) y de Marcos (1, 6), está vestido con una túnica corta (exomis). Pero su vestidura característica es un sayo de pelo de camello (trikhinon himation) ajustado en la cintura mediante un cinturón de cuero. (Joannes erat vestitus pilis cameli et zona pellicea circa lumbos ejus.) En el arte pictórico del siglo XV, la piel de la cabeza del camello pende entre sus piernas. La piel manchada de un tigre que viste en un mosaico bizantino de Parenzo, en Istria, es una excepción. El sayo tejido con pelo de camello se reemplazó en Occidente con una piel de oveja o de cabra que le deja los brazos, las piernas y hasta una parte del torso desnudos. El palio púrpura que tiene encima en la escena de la intercesión del Juicio Final, alude a su martirio.
   Atributos. En el arte bizantino, está representado como un ángel con grandes alas (alígero). Esta concepción del Prodromo alado se remonta a una profecía de Malaquías (3:1): "He aquí que envío a mi mensajero para preparar mi camino, el ángel de la Alianza que deseáis." En el principio del Evangelio de San Marcos (1:2), se lo califica de mensajero celestial; no es otra cosa que la traducción literal de las palabras de Cristo que lo glorifica como "el igual de un ángel".
   En su mano, como los santos "cefalóforos", tiene una bandeja con su cabeza cortada: con frecuencia esa bandeja es reemplazada por un cáliz donde reposa como una hostia viva el Niño Jesús desnudo.
   Sus atributos son muy diferentes en el arte de Occidente. El más frecuente es el cordero cruciforme que presenta en un tondo, en un pliegue de su manto, apoyado sobre un libro o derramando su sangre en un cáliz, a sus pies. Ese símbolo es el que conviene más a un Precursor, puesto que saluda a Jesús diciendo: "He aquí el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo."
   Con frecuencia tiene una cruz de cañas en la que una filacteria lleva la inscripción: Ecce Agnus Dei. Un panal de miel alude a su alimento en el desierto.
   Por el índice elevado expresa, como el arcángel Gabriel, su misión de Anunciador (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).   
         Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el relieve "Sacrificio de San Juan Bautista", de Nufro Sánchez y Pierre Dancart, en la Sillería del Coro de la Catedral de Santa María de la Sede, de Sevilla. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la ciudad.

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miércoles, 28 de agosto de 2019

El antiguo Convento de San Agustín


     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el antiguo Convento de San Agustín, de Sevilla.
     Hoy, 28 de agosto, Memoria de San Agustín, obispo y doctor eximio de la Iglesia, que, convertido a la fe católica después de una adolescencia inquieta por los principios doctrinales y las costumbres, fue bautizado en Milán por San Ambrosio y, vuelto a su patria, llevó con algunos amigos una vida ascética y entregada al estudio de las Sagradas Escrituras. Elegido después obispo de Hipona, en la actual Argelia, durante treinta y cuatro años fue maestro de su grey, a la que instruyó con sermones y numerosos escritos, con los cuales también combatió valientemente los errores de su tiempo y expuso con sabiduría la recta fe (430) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
     Y que mejor día que hoy, para ExplicArte el Antiguo Convento de San Agustín, de Sevilla.
     El antiguo Convento de San Agustín, se encuentra en la calle San Alonso de Orozco, 4; en el Barrio de San Roque, del Distrito Nervión.
   La fundación del Convento de San Agustín data del año 1249, aunque inicialmente se implantaba en otro lugar. No será hasta 1292 cuando la orden se traslade a unas casas extramuros de la ciudad, donde permanecerá hasta su definitiva exclaustración en 1835. Las dependencias del convento fueron edificadas progresivamente desde el siglo XIII hasta el siglo XVIII. El convento con su fisonomía actual no sería edificado hasta los últimos años del siglo XVI, y comienzos del XVII, antes de 1612. Su destrucción comenzó en el siglo XIX y continuó a lo largo del siglo XX, derribándose la iglesia, uno de los claustros, la portada de ingreso al compás y otros elementos.

   Desde la exclaustración, el convento ha sido utilizado para desempeñar numerosas funciones: Presidio Peninsular, mercado de abastos, Cuartel de Intendencia y finalmente almacén de hierros hasta hace muy pocos años. La arquitectura gótica del refectorio es una de las máximas realizaciones de este estilo en Sevilla, anteriores a la construcción de la catedral - a partir de 1401 -. El compás del convento fue diseñado por Hernán Ruiz II, y derribado en 1949. Se disponía en forma de arco triunfal y se remataba por una cruz. El lugar donde se ubicaba el segundo claustro lo ocupa hoy el patio de un bloque de viviendas situadas junto a los restos del convento, y que fueron levantadas sobre terrenos pertenecientes a éste.

   El convento se encontraba situado extramuros, al Este de la ciudad, muy cerca de la Puerta de Carmona y el acueducto que abastecía de agua a Sevilla, en el tramo que discurría por la actual calle Luis Montoto. Por su situación se encontraba próximo a la Iglesia de San Benito, así como a la parroquial de San Esteban y cercana a la de San Roque y San Bartolomé.
   La fachada del edificio que da a la calle Fray Alonso de Orozco, presenta elevados muros en los que se abren vanos de distinta forma y tamaño, fruto de intervenciones de distintas épocas, entre los que alternan vanos apuntados, cuadrados y alguno mudéjar. El convento constaba de las dependencias habituales de estas edificaciones, en planta baja se situaban entre otras el compás, la iglesia, el claustro principal, un segundo claustro más pequeño situado al Este del anterior y otros patios más pequeños, el refectorio y la sala de Profundis. A la segunda planta se accedía por una magnífica escalera, y una vez allí, sobre el refectorio se ubicaba la biblioteca, y en el sector Este del claustro principal, los dormitorios y las celdas individuales. De las dependencias antes mencionadas sólo se conservan hoy el refectorio y el claustro principal, incluida la escalera.

   El refectorio es el elemento más destacable de los restos del antiguo convento. Se trata de un amplio salón de planta rectangular cubierto por bóvedas de nervaduras góticas de aristas, realizadas en cantería, divididas en siete tramos por arcos fajones que descansan en ménsulas suspendidas de gruesos pilastrones rectangulares achaflanados de escasa altura. Los arcos fajones y formeros se decoraban con puntas de diamante, los nervios que confluyen en la clave con motivos figurativos y las ménsulas con el escudo de la familia de los Ponce de León. Este salón se comunicaba con el claustro por su lado Sur mediante tres aberturas, de ellas, aún subsiste una pequeña ventana abierta en el ángulo sureste, de clara raigambre mudéjar, compuesta por un arco apuntado con cinco lóbulos, y un arco ojival, hoy cegado, que apea sobre pilares rectangulares y cuya línea de impostas se decora con hojas de acanto. En el lado Norte se abren una serie de ventanales ojivales que iluminan la sala. Al otro lado de este muro, donde hoy se encuentra la plaza de San Agustín, se instalaban las cocinas y despensas. Los pilares, arcos y nervaduras de las bóvedas y recercado de los huecos son de piedra caliza y las paredes de tapial (Hoy utiliza el refectorio la Hermandad de San Esteban).
   El claustro es de planta cuadrangular cerrada en todos sus frentes. El alzado de los lados Norte y Este presenta tres cuerpos y el de los lados sur y oeste, dos. La escalera se sitúa en el ángulo noreste. El primer cuerpo presenta diez arcos en cada lado, aunque ha sido profundamente intervenido, por lo que encontramos muchos de ellos cegados, y en los lados Sur y Este se han abierto huecos mucho mayores para permitir el paso de vehículos, ligados a la función que el claustro tuvo como almacén. Una sencilla cornisa separa al primer cuerpo del segundo. Éste presenta arcos carpaneles que apean sobre columnas pareadas, que en los ángulos se sustituyen por pilastras, con entablamento tripartito; las enjutas se decoran con medias bolas cerámicas de color azul y otras con motivos chinescos. El segundo cuerpo se separa del tercero mediante un friso almohadillado regular y una cornisa, sólo en los lados Sur y Oeste, que es donde hay una tercera planta, que se compone de pilares cuadrados sobre los que apoyan arcos carpaneles, de dimensiones mayores que los de la planta inferior, con clave resaltada y molduraje en torno a la rosca. Este cuerpo se remata con una cornisa sobre la que apoya el alero del tejado. La totalidad del conjunto se construye en ladrillo, excepto las columnas y el entablamento, que son de mármol. En cuanto a la decoración, las galería bajas se recubrían mediante zócalos de azulejo hasta una altura considerable, que representaban un repertorio alegórico de ideas religiosas y en el centro del claustro se encontraba una fuente.

   El claustro pequeño, inexistente hoy, era coetáneo con este y de esquema más sencillo, con arcos de medio punto que cabalgaban sobre columnas de mármol, repitiendo igual esquema en las dos plantas. En cuanto a la escalera adosada al primer claustro o claustro principal, se situaba en una caja en la que se abrían ventanales en la parte alta de los muros, inmediatamente debajo de la cubierta, y que proporcionaban iluminación al conjunto. Lo más destacable de ella es el artesonado ochavado inscrito en un espacio cuadrangular que la cubre, y que debió ser construido en el periodo bajorrenacentista. En cuanto a las ventanas, aparecen flanqueadas por pilastras lisas que terminan en un sencillo entablamento rematado en cornisa y que dan apoyo a arcos de medio punto. Los vanos son rectangulares, y en el espacio comprendido entre éstos y la clave del arco se dispone un tondo.
   La portada del convento, realizada en piedra, se conserva desmontada en el suelo del patio o claustro principal (Guía digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía, de San Agustín, obispo y doctor de la Iglesia
HISTORIA Y LEYENDA
   Es uno de los cuatro grandes doctores de la Iglesia latina.
   Nació en 354 en Tagaste, cerca de Hipona, en el norte de África. Estudió retórica en Cartago, luego en Roma hacia donde se fugó en 383. En sus Confesiones ha contado los extravíos de su juventud disipada y la obstinación con que se ató a la herejía de los maniqueos.
   Su conversión tardía, por la influencia de las plegarias de su madre Mónica  las instrucciones de San Ambrosio, tuvo lugar en Milán, en 387. Estaba acostado bajo una higuera en un jardín cuando oyó una voz que le decía: "Toma y lee (Tolle, lege)." Abrió al azar las Epístolas de San Pablo que tenía a mano y cayó en este pasaje (Rom. 13_ 13-14): "Andemos decentemente (...) no en amancebamiento y libertinaje (...), antes vestíos del Señor Jesucristo (Induite Dominum Jesum Christum)." En su espíritu, las tinieblas de la duda se disiparon de inmediato. Recibió el bautismo con su amigo Alipio y su hijo Adeodato.
   Mónica, su madre, murió en Ostia en el momento en que él se embarcaba para regresar a África. Volvió a su patria y en 395 fue consagrado obispo de Hipona, donde murió en 430, después de haber escrito la Ciudad de Dios durante el sitio de Hipona por los vándalos.
   El episodio más popular de su leyenda es la aparición ante el santo de un niño -a veces convertido en angelito o en Niño Jesús- cuando meditaba acerca del misterio de la Santísima Trinidad. El niño se esforzaba en la playa queriendo vaciar el mar con una concha o cuchara: la empresa era tan insensata como pretender explicar el misterio de la Santísima Trinidad.
   Esta historia apareció a principios del siglo XIII, en una compilación de Exempla para uso de los predicadores que reunió el cisterciense renano Cesario de Heisterbach. Pero en esa obra se hablaba de un teólogo anónimo. Fue el dominico francés Thomas de Cantimpré quien tuvo la idea de sustituir al scolasticus quidam por San Agustín, a causa del tratado que éste escribiera: De Trinitate. Al mismo tiempo, dicho autor transfiere la escena a la costa mediterránea africana, cerca de Hipona; aunque otros autores la sitúan en Civita Vecchia. Puede verse la inconsistencia de esta leyenda que sólo se hizo popular en el siglo XV.
CULTO
   En el siglo VIII su cuerpo fue transportado por Luitprando, rey de los lombardos, a Pavía, cerca de Milán, en cuya iglesia de San Pietro in Ciel d'Oro se edificó su tumba. Algunos fragmentos de sus reliquias fueron depositados en el emplazamiento de Hipona en el siglo XIX.
   Lo reivindican fundador de orden los ermitaños y los religiosos regulares de San Agustín, agustinianos o agustinos, quienes se diferencian de los franciscanos por un cinturón de cuero que les ciñe el hábito, el lugar del cordón.
   En Padua, la capilla de los Eremiti o Eremitani fue decorada por Mantegna con unos frescos destruidos en 1944, durante la guerra.
   La regla de San Agustín fue adoptada además por los antonitas, los premonstratenses, los servitas, los trinitarios, los mercedarios y las órdenes de Santa Brígida.
   Por sus escritos lo han elegido como patrón los teólogos y los impresores. En Florencia su protección se extiende a los pezzai (recolectores de residuos) que juntan los papeles viejos.
   Aunque no sea un santo curador, en los países de lengua germánica la etimología popular, que estableció una relación entre Agustín y Auge (ojo), le confirió el poder de curar enfermedades oculares. Y también el de calmar la tos (Husten).
   Por su carácter africano, se lo invocó contra las plagas de langosta.
ICONOGRAFÍA
   Está representado casi siempre como obispo, con mitra y báculo; pero a veces como el simple monje Agustín con hábito negro y cinturón de cuero. Su atributo habitual es el corazón inflamado, atravesado por una o tres flechas (cor caritate divina sagittatum), del que habla en el IX libro de sus Confesiones: "Habías herido mi corazón con las flechas de tu amor (Sagittaveras tu cor meum charitate tua)." Lleva el corazón en la mano o pintado sobre el pecho. Así como hay santo cefalóforos, puede decirse que Agustín pertenece a la categoría de los cardióforos.
   A partir del siglo XV con frecuencia se lo caracteriza por la presencia de un niño que se aparece en la playa, donde se empeña en vaciar el mar con una concha o cuchara (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
         Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el antiguo Convento de San Agustín, de Sevilla. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la ciudad.

martes, 27 de agosto de 2019

La pintura "Santa Mónica", anónima, en los muros del Convento de Santa Inés


     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la pintura "Santa Mónica", anónima, en los muros del Convento de Santa Inés, de Sevilla.     
     Hoy, 27 de agosto, Memoria de Santa Mónica, que, aún jovencísima, fue dada en matrimonio a Patricio, con quien tuvo hijos, entre ellos a Agustín, por cuya conversión derramó abundantes lágrimas y oró mucho a Dios, y, anhelante de la vida celestial, abandonó la terrenal en Ostia Tiberina, en Italia, cuando regresaba de África (387)  [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
     Y que mejor día que hoy, para ExplicArte la pintura "Santa Mónica", anónima, en los muros del Convento de Santa Inés, de Sevilla.
     El Convento de Santa Inés [nº 29 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 50 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la calle Doña María Coronel, 5; en el Barrio de la Encarnación - Regina, del Distrito Casco Antiguo.
   En los muros del Convento de Santa Inés encontramos entre sus pinturas murales al fresco, la representación de la madre de San Agustín, de autoría anónima y fechables en torno a 1545-1553. La imagen de Santa Mónica se cobija en una hornacina de medio punto que se apoya en columnas toscanas decoradas con hojas de acanto. La santa viste con el hábito agustino, túnica y toca blanca y manto negro, en honor de su hijo San Agustín. En sus manos porta un libro cerrado (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de Santa Mónica;
   Madre de san Agustín.
   Nació hacia 330 en Tagaste, en el norte de África, y consiguió la conversión al cristianismo de su marido y de su hijo. En Milán se reunió con su hijo, san Agustín, y murió en Ostia en 387, en el momento en que se disponía a embarcar hacia África .
CULTO
   Su culto se remonta al siglo XV. Fue en 1430, bajo el pontificado de Martín V, cuando su cuerpo fue solemnemente trasladado desde Ostia hasta la iglesia de Sant' Agostino, en Roma. En Florencia se la veneraba en la iglesia del San Spirito de la orden de los ermitaños agustinos (It.: Eremiti Agostiniani). Pavía, que contaba con el cuerpo de san Agustín, obtuvo del papa  una costilla  de santa Mónica, quien también era la santa patrona de Ostia.
   Los agustinos portugueses de Goa pusieron bajo su advocación una iglesia de la India.
   Venerada como «auténtico espejo de las viudas y protectora de las religiosas agustinas», su culto fue difundido por san Francisco de Sales en el siglo XVII, quien presentó a santa Mónica como modelo a su hija espiritual, la señora de Chantal. Junto a santa Ana, es la patrona de las madres de familia cristianas.
   El cinturón de santa Mónica se consideraba eficaz para facilitar los partos.
ICONOGRAFÍA
   La relativa abundancia de su iconografía tardía se debe sobre todo al celo de los conventos de agustinos y agustinas, que la hacían pintar junto a los dos mayores santos de la orden: san Agustín  y san Nicolás de Tolentino.
   Está representada con ropas de viuda o de matrona, con el velo y el griñón, asistiendo al bautismo de san Agustín o despidiéndose de éste (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
    Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la pintura de Santa Mónica en los muros del Convento de Santa Inés, de Sevilla. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la ciudad.

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