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lunes, 22 de julio de 2019

La Real Parroquia de Santa María Magdalena


   Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la Real Parroquia de Santa María Magdalena, de Sevilla.     
   Hoy, 22 de julio, Memoria de Santa María Magdalena, que, liberada por el Señor de siete demonios, se convirtió en su discípula, siguiéndole hasta el monte Calvario, y en la mañana de Pascua mereció ser la primera en ver al Salvador retornando de la muerte y llevar a los otros discípulos el anuncio de la resurrección (s. I) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
   Y que mejor día que hoy, para ExplicArte la Real Parroquia de Santa María Magdalena, de Sevilla.  
    La Real Parroquia de Santa María Magdalena [nº 16 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 60 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la calle Cristo del Calvario, 2 (aunque la entrada habitual se efectúa por la calle San Pablo, 12); en el Barrio del Museo, del Distrito Casco Antiguo.
   Una cruz y una espada. Y un lema borroso: "levántate Señor y juzga tu causa". Es el escudo de la Inquisición, apenas visible, la espada de Damocles que se sitúa sobe los visitantes de la actual parroquia de la Magdalena para recordar el pasado dominico de una espectacular iglesia. Porque el título parroquial de la Magdalena no tuvo en este lugar su origen. La primitiva parroquia estuvo ubicada en la actual plaza de la Magdalena, y fue derribada por los franceses en 1810 como parte del proyecto de reformas urbanísticas de la ciudad. Se perdió así buena parte de su notable patrimonio, que incluía el lugar donde se enterraron los restos de Martínez Montañés. Aunque hubo intentos de edificación de un nuevo templo en el solar, se traslado en 1842 administrativamente al antiguo convento dominico de San Pablo que, a su vez, había sido desamortizado en 1835.

   El origen del convento está en fechas inmediatamente posteriores a la conquista de la ciudad por Fernando III. En el reparto de los nuevos terrenos confiscados al Islam, el Rey realizó una división en la que participaron órdenes nobiliarias y órdenes religiosas. La Orden de los dominicos edificó en las cercanías de la Puerta de Triana su casa grande, de enorme importancia en los siglos XVI y XVII por su vinculación con la evangelización de América y por el protagonismo de los dominicos en el tribunal de la Inquisición sevillana. La iglesia medieval se hundió, en parte, en el año 1691, hecho que motivó la construcción del impresionante templo actual entre 1692 y 1724. Las trazas de la nueva iglesia fueron realizadas por Leonardo de Figueroa. Las sucesivas reformas urbanísticas de los siglos XIX y XX eliminaron buena parte del recinto, perdiéndose el compás del convento, por la actual apertura de la calle San Pablo, y todo el claustro barroco, donde hoy se levanta un conocido hotel y otras edificaciones modernas. También quedó exenta en este proceso la antigua capilla de la Virgen de la Antigua, hoy sede de la hermandad de Montserrat. 

   La iglesia presenta al exterior dos portadas barrocas de comienzos del siglo XVIII, la de los pies suele estar cerrada y presenta en un lateral un artístico retablo cerámico de la Virgen del Amparo. La portada lateral, la habitual de acceso al templo, se encuentra flanqueada por un retablo cerámico del Cristo del Calvario, existiendo otra pequeña portada lateral en el mismo muro que está coronada por una escultura de Santo Domingo de Guzmán, situándose en el frontón el perro con la antorcha encendida que anticipó su nacimiento. Una triple espadaña suple la falta de torre. Difícilmente visible es el coronamiento exterior de la cúpula, con los característicos elementos barrocos de Leonardo de Figueroa: apilastrados mixtilíneos, formas curvas, decoración vegetal, empleo de la bicromía ... De gran originalidad son los relieves con cabezas de indígenas que se sitúan en el tambor de la cúpula, que también se decora con una corona de bronce.
   El fastuoso interior de la iglesia presenta tres naves sobre grandes pilares cruciformes, estando la nave central cubierta por bóveda de cañón con arcos fajones y las laterales por bóvedas de arista. La zona del crucero se cubre por una cúpula. Todo el templo presenta una profusa decoración de pinturas murales realizada en la segunda década del siglo XVIII. La mayor parte de esta decoración fue pintada por Lucas Valdés, con escenas que glorifican la Orden de los dominicos. Los pilares están decorados con apóstoles pintados por Clemente Torres, Alonso Miguel de Tovar, y Germán Lorente. En las pechinas de la cúpula aparecen unos relieves realizados por Pedro Roldán, correspondiendo la decoración pictórica a Lucas Valdés. De gran interés iconográfico son las escenas de la zona del crucero. La del muro derecho representa la entrada de las tropas de San Fernando en la ciudad de Sevilla en 1248, mostrando el cortejo con las representaciones de órdenes religiosas y con la procesión de la Virgen de los Reyes bajo palio. En el muro derecho se representa un auto de fe de la Inquisición, con el cortejo, los ajusticiados revestidos con sus sambenitos y una interpretación iconográfica de la ciudad desde la perspectiva del siglo XVIII.

   El espectacular retablo mayor es de principios del XVIII, probablemente diseñado por Pedro Duque Cornejo, que realizaría todas las esculturas excepto la Magdalena que lo preside, notable talla realizada en 1704 por el escultor Felipe Malo de Molina, que procede de la antigua parroquia. Fue realizado entre 1709-1724 y consta de banco, dos cuerpos con tres calles y ático. Columnas compuestas por fustes salomónicos y con relieves subdividen los cuerpos de un retablo dedicado a la figura de San Pablo, cuya imagen preside la hornacina central del segundo cuerpo. En el primer cuerpo aparecen también las tallas de la Magdalena y de San Francisco, mientras que en el segundo cuerpo se sitúan San Pío V y San Benedicto XI. En el ático, entre Santa Catalina de Siena y Santa Rosa de Lima, se sitúa la escena de la conversión de San Pablo. Diversos santos y santas de la Orden dominica se reparten entre los intercolumnios. Destacan, a ambos lados del retablo mayor, dos grandes lienzos de Lucas Valdés que representan escenas eucarísticas: David ante el Arca de la Alianza y la Ofrenda del Sumo Sacerdote Melquisedec. Bajo estos cuadros se sitúan dos originales puertas de mármol enmarcadas con columnas salomónicas y que están rematadas por esculturas que representan a la Esperanza y a la Caridad.   

   El recorrido por el muro del Evangelio, comenzando a la izquierda del presbiterio, comienza en la capilla de la Virgen del Amparo. Presenta una reja y un retablo del XVIII, obra de Juan de Valencia. La imagen titular es obra del XVI atribuida a Roque Balduque, aunque reformada en el siglo XVIII. Es imagen de gran devoción histórica, según se constata en los numerosos grabados de siglos pasados que la representan. Posee hermandad propia, muy relacionada con la nobleza en otro tiempo, siendo su  elegante procesión a comienzos de noviembre la que cierra el ciclo "de las Glorias" de invierno de la ciudad. Le sigue la capilla de la Milagrosa, con retablo y reja del XVIII, siendo la imagen contemporánea. Mayor interés tienen los relieves con escenas de la vida de San Pablo, cercanos al taller de Pedro Roldán.
   Ya en el muro del crucero se sitúa el retablo dedicado a San Joaquín, Santa Ana y la Virgen, una obra de cronología dispar ya que San Joaquín es obra de Cristóbal Ramos del tercer cuarto del siglo XVIII; mientras que Santa Ana y la Virgen están atribuidas a Francisco Antonio Gijón, datándose hacia 1675. El siguiente retablo cobija la talla de la Virgen de las Fiebres, excepcional imagen que esculpió en 1565 Juan Bautista Vázquez el Viejo y que muestra toda la delicadeza del Renacimiento, una imagen que mantiene una vieja advocación de origen medieval. Contiguo está el retablo dedicado a Nuestra Señora de la Antigua y Siete Dolores. Esta imagen fue la titular de una de las hermandades de penitencia que contó en Sevilla con mayor devoción hasta el siglo XVIII. Es una dolorosa de talla completa, con ciertos rasgos propios de la escuela castellana, siendo obra temprana de Pedro Roldán. Contó con capilla propia en el convento, hoy ocupada por la hermandad de Montserrat. Del rico patrimonio de la hermandad se conserva la imagen del Nazareno (actual titular de la Hermandad de la Candelaria) y los ricos bordados del actual paso de palio del Valle. Ya en la nave encontramos, a modo de trampantojo, una curiosa pintura mural de 1996 que representa la entrada y visión del claustro que había en esta zona hasta su derribo en el siglo XX. De notable interés la imagen que le sigue, el llamado Cristo  del Gonfalón, talla renacentista de la primera mitad del siglo XVI que se suele atribuir a Nicolás de León. En el mismo muro se sitúa el retablo del XVIII con la Virgen del Buen Consejo, talla de mediados del siglo XX que realizó Sebastián Santos. En la pared opuesta se encuentra se encuentra el retablo dedicado al Nazareno de las Fatigas, obra anónima del XVII realizada en papelón, que tuvo en siglos pasados una notable devoción según apunta el abad Alonso Sánchez Gordillo. Ya a los pies de la nave, un discreto retablo neoclásico acoge al grupo escultórico de la Sagrada Familia.

   Pasando por la puerta de los pies y por la zona del coro, llegaremos al muro derecho, donde se sitúa, junto a la puerta lateral de entrada, la capilla de la hermandad de la Quinta Angustia. Hay que entenderla como una pequeña iglesia dentro de la iglesia, siendo su alargada nave el único resto del templo medieval. Seguramente la reja nos recibirá con una austera necrológica de algún hermano fallecido, detalle propio de tiempos pasados que nos introducirá en la nave mudéjar del siglo XIV. Presenta tres bóvedas ochavadas sobre trompas, con decoración de lacería y ataurique, estando realizada en fina labor de ladrillo y con algunos elementos en barro vidriado. La capilla está ocupada por la hermandad de la Quinta Angustia, que es el fruto de dos hermandades: la del Descendimiento y la del Dulce Nombre de Jesús, ambas fundadas en el siglo XVI. Se encuentra presidida por el grupo escultórico del Descendimiento, uno de los mejores conjuntos de la Semana Santa. El Cristo es obra de Pedro Roldán (1659); la Virgen fue realizada por Vicente Rodríguez Caso (1934); el resto de las figuras son de Pedro Nieto (1633). Componen un perfecto conjunto de teatralidad barroca que sigue los modelos del barroco europeo, como el que representó Rubens en la Catedral de Amberes. Todavía gana mayor expresividad en la procesión de la tarde del Jueves Santo ya que la imagen del Crucificado se mueve al estar sostenida por una bisagra al madero. También se encuentran en esta capilla dos importantes esculturas de Jerónimo Hernández del último tercio del XVI: el Niño Jesús, que forma parte del cortejo del Corpus de la Magdalena, y el Resucitado, notable talla de suaves formas que sigue los postulados estéticos del manierismo. Toda la capilla se encuentra decorada por una serie de nueve lienzos que Valdés Leal pintó para el convento de San Benito de Calatrava, destacando las grandes composiciones de la Inmaculada y del Calvario. De regreso al muro de la nave nos encontramos un fresco enmarcado por yeserías que nos muestra la Batalla de Lepanto, con la consagración de esta victoria por Pío V a la Virgen del Rosario. Esta obra fue realizada por Lucas Valdés, siendo un muestrario de diversas embarcaciones de la época y un reflejo de la devoción de la Orden dominica a la Virgen del Rosario. A continuación se sitúa la acogedora capilla sacramental, cerrada por una reja de 1588. Presenta un retablo del XVIII, ya cercano a los presupuestos del academicismo, estando presidido por una dinámica talla de la Inmaculada de hacia 1740, flanqueada por imágenes de los arcángeles San Miguel y San Rafael. El interior de la capilla se encuentra decorado por dos lienzos de Francisco Zurbarán, la Curación del beato Reginaldo de Orleans y Santo Domingo in Soriano, cuadros que formaban parte de un ciclo pictórico que el pintor extremeño contrató con la comunidad dominica. También destaca la excelente custodia procesional de plata comenzada a fines del XVII por el orfebre Cristóbal Sánchez de la Rosa y concluida por Juan Laureano de Pina. Fue reformada en el siglo siguiente, momento en el que se le añadió la peana actual por el platero Blas de Amat. Es la pieza que sale en la señorial procesión del Corpus de la Magdalena.   

   Saliendo de nuevo a la nave lateral de la iglesia, el siguiente retablo es el de la Asunción de la Virgen, conjunto que realizó en 1619 el cordobés Juan de Mesa. Ya en la pared del crucero, bajo la pintura mural del Auto de Fe, se sitúa el retablo dedicado a San José y es una obra atribuida a José Montes de Oca, de mediados del siglo XVIII. Le sigue el retablo dedicado a la Virgen del Carmen, imagen de vestir, también de mediados del siglo XVIII. Del primer cuarto del siglo XVIII es el retablo de la Virgen del Rosario, obra documentada de Cristóbal Ramos de finales del mismo siglo, con tallas de San Francisco de Asís y de Santo Domingo de Guzmán. Ya en la cabecera del crucero hay dos capillas, la primera dedicada a San Antonio de Padua, con reja y retablo del siglo XVIII con pinturas en los muros laterales que representan escenas de la vida de Santo Domingo, el fundador de la Orden dominica. La siguiente capilla es la de la hermandad del Calvario ubicada en la antigua capilla de la Orden Tercera de los dominicos. Esta hermandad tiene su origen en la antigua hermandad de los Mulatos fundada en 1527 en la iglesia de San Ildefonso, un ejemplo de las hermandades "de raza" que existieron en Sevilla. En 1731 realizó su última estación de penitencia, extinguiéndose unos años más tarde. En 1798 llegó a San Ildefonso el Cristo del Calvario procedente del convento de San Francisco. Esta imagen sustituye al antiguo Cristo de los Mulatos. En 1820 llega una nueva talla de la Virgen de la Presentación. En 1882 unos devotos refundan la cofradía que vuelve a salir el Miércoles Santo de 188, pasando posteriormente a procesionar en la Madrugada del Viernes Santo. En 1908 se trasladan a San Gregorio; y en 1916 a la Parroquia de la Magdalena. El Cristo del Calvario es de Francisco de Ocampo (1611), una excelente talla que sigue el modelo montañesino del Cristo de la Clemencia aunque con elementos peculiares en su nacarada policromía. La Virgen de la Presentación fue realizada por Juan de Astorga a principios del siglo XIX. El testero derecho del crucero suele ser empleado por la parroquia como lugar de celebración de algunos cultos o lugar de ubicación temporal de algunas imágenes, por lo que son habituales los cambios de ornamentación del espacio.

   Aunque sea menos accesible, la parroquia guarda una importante colección de orfebrería ya que aglutinó las piezas del antiguo convento y las de la parroquia derribada. Numerosas personalidades tuvieron alguna relación con el templo, desde Fray Bartolomé de las Casas, que formó parte de la comunidad, pasando por Bartolomé Esteban Murillo, que fue aquí bautizado, o Juan Martínez Montañés, de cuya boda y cuyo entierro guarda documentación el archivo parroquial  (Manuel Jesús Roldán, Iglesias de Sevilla. Almuzara, 2010).
   Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de Santa María Magdalena;
LEYENDA
   La primera pregunta que se plantea a propósito de María de Magdala, la Magdalenense, que con el tiempo se convirtió en la Magdalena, es saber si se trata de la pecadora anónima de quien habla el Evangelio según san Lucas (7: 37), o si es María de Betania, hermana de Marta y de Lázaro. Es lo que se denomina el problema de las tres Marías.
   Los teólogos han publicado numerosas disertaciones acerca de este tema: De tribus aut unica Magdalena sin que llegaran a ponerse de acuerdo. Bossuet creía en tres Magdalenas, y efectivamente, parece que la Magdalena santificada por la Iglesia sea una amalgama de tres personalidades diferentes que la leyenda fundió en una sola.
   Lo que sí es seguro es que no pertenece a la casta legión de las vírgenes ni a la de las mártires. Un sermón del  siglo XIII habla de la doncella santa Magdalena, pero aclarando: quae non virgo, sed puella dici potest.
   Ya hemos hablado a propósito de la iconografía de Cristo, de las escenas en las que Magdalena (una o trina) se encuentra en relación con Jesús. Limitémonos a recordarlas brevemente.
   Aparece por primera vez en la Comida en casa de Simón el leproso (o el fariseo), donde unge con preciosos perfumes los pies de Cristo y los seca con sus cabellos.
   Desde entonces se apega al maestro que ha elegido y lo recibe junto a su hermana Marta en su casa de Betania. Ambas obtienen del taumaturgo la resurrección de su hermano Lázaro.
   Asiste a la Crucifixión y Jesús la favorece con su primera Aparición, pero conminándola a no tocarle (Noli me tangere), aunque algo más tarde invite a Santo Tomás a palpar la herida de su costado.
   ¿En qué se convierte ella después de la Ascensión de Cristo?
   Según la versión greco-oriental, se habría retirado con la Virgen y san Juan en Éfeso, donde murió, para que luego sus reliquias fueran transportadas a Constantinopla.
   De acuerdo con otra leyenda forjada en Borgoña en el transcurso del siglo XI y cuyo objeto era justificar la presencia y la autenticidad de las reliquias de santa Magdalena en la iglesia de peregrinación de Vézelay, María Magdalena se habría embarcado junto a su hermana Marta y su resucitado hermano Lázaro, en compañía del obispo Maximino y de las santas Marías, en una barca sin vela ni timón que llegó hasta las costas de Provenza, o al puerto de Marsella. Después de haber convertido a la fe cristiana al príncipe pagano del lugar, se retiró para hacer penitencia en las soledades de la Sainte Baume, es decir, la santa gruta, donde vivió aún treinta años más. En ese lugar se muestra una fuente alimentada por sus lágrimas. Todos los días los ángeles la arrebataban al Paraíso para hacerle oír un concierto ce­lestial. Cuando estuvo a punto  de morir, la transportaron hasta Aix en Provence, donde san Maxirnino le administró la última comunión.
   Todo ese suplemento provenzal de la penitencia de María Magdalena en Sainte Baume fue copiado de la leyenda de santa María Egipcíaca, de manera que Magdalena, que ya en los primeros tiempos del cristianismo estaba compuesta por tres personas diferentes, en la Edad Media se transformó en una amalgama de cuatro mujeres diferentes, puesto que la Magdalena provenzal sería una religiosa del siglo VIII, llamada sor santa Magdalena, quien, después de la destrucción de su convento por los sarracenos, habría vivido diecisiete años en la gruta de Sainte Baume y habría muerto en Saint Maximin.
   Los monjes borgoñones de Vézelay no forjaron esta novela en beneficio del santuario provenzal de Saint Maximin, como se puede imaginar, sino que, junto con ella, difundieron el rumor del traslado a Borgoña de las reliquias de santa Magdalena. Los provenzales protestaron contra ese rapto imaginario. En 1279 hicieron saber que el príncipe Carlos de Salerno, que además era conde de Provenza, había sido gratificado con una aparición de santa Magdalena, en cuyo transcurso ésta le reveló que su cuerpo nunca había abandonado Saint Maximin, y que por temor a los piratas sarracenos, se lo ha­bía sustituido en la tumba por los restos de san Cedonio de Lindisfarne, cuyas reliquias habían sido llevadas a Aix por los monjes irlandeses de Lérins; y que eran esos huesos, infinitamente menos preciosos, los que se habían llevado a su tierra los borgoñones.
   Después de esta revelación, Carlos de Salerno hizo abrir la tumba de la santa y allí encontró, como por azar, el nombre de Magdalena escrito por el propio san Maximino sobre un trozo de corteza. Todos los desvergonzados alegatos de los monjes de Vézelay se derrumbaron en el acto. Y los peregrinos, desengañados, abandonaron Vézelay para regresar a la gruta de la Sainte Baume, de nuevo centro de culto y veneración de la santa. Esta guerra de monjes a golpes de falsificación, que buscaba asegurarse la explotación de los huesos de una santa ficticia, oscurece las bases de la devoción medieval; pero pese a todo le debemos las admirables iglesias de Saint Maximin y de Vézelay, lo cual no es poco.
CULTO
   Aunque la historicidad de santa Magdalena sea tan indemostrable como la de Santa María Egipcíaca, Thais y Pelagia, es, con gran ventaja, la más po­pular de todas las pecadoras arrepentidas y santificadas. Dicha popularidad se debe a que se le atribuyó haber conocido, amado y servido a Jesús, quien habría tenido por ella la misma predilección que por san Juan.
   En la Edad Media se la llamaba la muy santa Señorita pecadora e incluso, la bienaventurada  amante de Cristo (beata Dilectrix Christi). Y se la veneraba como un modelo de penitencia.
Lugares de culto
   En Francia, los dos centros principales del culto de santa Magdalena eran Provenza y Borgoña, o más precisamente, la gruta de la Sainte Baume, cerca de Saint Maximin y la acrópolis cluniacense de Vézelay. Se contaba que las reliquias habían sido llevadas a Vézelay por Girard de Roussillon, cuñado de Carlomagno, en el siglo IX. Los acólitos del Tour de Francia siempre se detenían al pasar frente a la gruta de la Sainte Baume.
   Como centros secundarios pueden citarse Marsella, en Provenza, y Vernon y Vemecuil, en Normandía.
   La Iglesia de Sainte Madeleine, en París, pretendía poseer un fragmento de la piel de su frente retirado en el sitio donde la tocara Cristo resucitado. En el siglo XVIII se puso bajo su advocación otra iglesia en el barrio de LaVille l'Évèque, que Napoleón transformó en Templo de la Gloria y que Luis XVIII devolvió al culto católico y consagró a la memoria de Luis XVI. La pecadora arrepentida, en los tiempos de la Restauración se convirtió en el símbolo de Francia arrepentida del martirio de su rey.
   Desde Provenza, el culto de santa Magdalena pasó a Italia, gracias a los príncipes de la Casa de Anjou, que también eran condes de Provenza y reyes de Nápoles. Se la veneraba muy especialmente en Sinigaglia, cerca de Ancona. En Inglaterra hay  numerosas iglesias puestas bajo su advocación. Y en Alemania, hacia 1215 se creó la orden de las penitentes de Santa MaríaMagdalena
Patronazgos
   Los patronazgos de santa Magdalena eran extremadamente numerosos.
   En memoria de los preciosos perfumes con que ungiera los pies de Cristo en casa de Simón el leproso, o el fariseo, es la patrona de los perfumeros. Raban Maur la llama la devota perfumadora de Jesucristo.
   Por la misma razón la reivindican los fabricantes de guantes, porque la gente elegante en la Edad Media, y hasta el siglo XVI, usaba guantes perfumados con benjuí o franchipán. A este título se la ha representado con guantes, incluso al pie de la Cruz.
   A causa de la forma del vaso de perfumes, que se asemeja a un aguamanil, en Chartres era la santa patrona de los aguadores, quienes le dedicaron una vidriera en la catedral.
   Sus cabellos rubios que enjugaron los pies de Jesucristo, la hicieron elegir como patrona por los peluqueros y los peinadores.
   Los hortelanos, porque no olvidaron que después de la Resurrección, Cristo se le apareció con el aspecto de un hortelano.
   Los presos recurrían a su intercesión. Una vez liberados, iban a colgar sus cadenas ante su tumba, a la manera de un exvoto.
   Pero sobre todo, ella era la patrona de las mujeres arrepentidas o prostituta confiadas a una orden de religiosas que en Italia se llamaban las Donne Convertite della Maddalena, y en Francia, con mayor brevedad y gentile­za, las Madelonnettes. Auténtico espejo de la penitencia (speculum poenitentiae), ella, como dijo santa Brígida, había lavado todas sus faltas en los «arroyos de sus lágrimas». Además, era el refugio de las pecadoras a quienes su ejemplo animaba a no perder la fe en la salvación. A las vírgenes ne­cias, que desgraciadamente ignoraban el latín, dirigía esta exhortación inscrita en una filacteria: «Ne desperetis vos,qui peccare soletis: exemploquc meo vos reparate Deo.»
   Un predicador,cuando se dirigía a sus parroquianas, las exhortaba a seguir el ejemplo de esta santa, quien se había redimido mediante la penitencia de sus pecados de juventud: «Mujeres mundanas, y acaso voluptuosas, apren­ded a volver de vuestros extravíos igual que la Magdalena.»
   En el Tirol, el nombre de pila Magdalena se daba a las hijas naturales, nacidas fuera del matrimonio.
   No era una santa curadora. No obstante, su almohada de piedra de la gruta de la Sainte Baume, que se conserva en la abadía de Saint Víctor de Marsella, se consideraba eficaz para curar la fiebre.
   A diferencia de muchas santas que se eclipsaron después de la Reforma, su persistente popularidad en el siglo XVII está probada por una abundante literatura magdalenense en prosa y en verso. Los poetas devotos rimaron Magdaleidas y Magdalíadas, según los modelos de la Ilíada o de la Francíada.
   Fue celebrada por el austero cardenal de Bérulle, fundador del Oratorio, como la amante mística  cuyo corazón fue a fundirse a los pies de Jesús como una bola de nieve al sol.
   No obstante, la Iglesia de París se dejó ganar por el escepticismo de los teólogos del Siglo de las Luces que ya no aceptaban la identidad de la pecadora de Magdala con la hermana de Marta y de Lázaro. El Breviario del cardenal de Noailles establece dos fechas diferentes, una el 19 de enero, para
María de Betania, y la otra el 22 de julio para María Magdalena.
ICONOGRAFÍA
   Las características y los atributos de santa Magdalena permiten reconocer­la fácilmente, aunque a veces pueda confundírsela con santa María Egipcíaca, quien le ha copiado ciertos rasgos de su leyenda. Así, por ejemplo, la larga cabellera suelta que le sirve de vestido en la Sainte Baume, la tiene en común con la cortesana penitente de la Tebaida.
   Su atributo más antiguo, típico y constante es el vaso de perfumes de alabastro u orfebrería, cuyo contenido esparce sobre los pies de Jesucristo, o el que llevara al Santo Sepulcro con las otras dos Santas Mujeres. Dicho vaso está cerrado, pero a veces ella levanta la tapa.
   Su vestimenta varía naturalmente, según se la represente antes o después de la penitencia. En su período de vida mundana, se exhibe con ropas de cortesana (in habitu meretricio). En el rico atavío que le concediera la puesta en escena de los autos sacramentales o teatro de los Misterios, llevaba un peinado llamativo, pendientes en las orejas, mangas cuchilladas y guantes, que el Maestro de Colonia del retablo de san Bartolomé, le hace llevar incluso al pie de la Cruz.
   Retirada en la Sainte Baume, se la ve acostada  y semidesnuda o vestida sólo con el manto dorado de su largo pelo rubio, de manera que a pesar de la calavera ante la cual medita, generalmente resulta menos casta en penitencia que en sus extravíos. A partir del Renacimiento, la mayoría de los pintores encontraron en el tema de Magdalena, desprovisto de todo carácter religioso, un pretexto para excitar la hastiada sensualidad de los lectores de La Religiosa de Diderot, o las Memorias eróticas de Casanova (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
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Horario de apertura de la Real Parroquia de Santa María Magdalena:
     Lunes y Viernes: de 07:45 a 11:00 (todo el año), y de 18:30 a 21:00 (sólo Invierno).
     Martes a Jueves, y Sábados: 07:45 a 11:00 (todo el año, y de 18:30 a 21:00 (sólo Invierno).
     Domingos y Festivos: de 08:45 a 11:00, y de 19:30 a 21:45 (Tardes, sólo en Verano).

Horario de Misas de la Real Parroquia de Santa María Magdalena:
     Laborables: 08:00, 09:00, 10:00, 10:30, 19:00 (Invierno), y 20:15
     Domingos y Festivos: 09:00, 10:30, 12:00, 13:00 (Invierno), 19:00 (Invierno), 20:15, y 21:15 (Verano).
   
Página web oficial de la Real Parroquia de Santa María Magdalena:  www.rpmagdalena.org/es/

La Real Parroquia de Santa María Magdalena, al detalle:
Capilla de la Virgen de la Antigua y Siete Dolores
Capilla de la Hermandad del Calvario
Capilla Sacramental
Capilla de la Quinta Angustia

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