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jueves, 11 de julio de 2019

La Iglesia de San Benito, abad


      Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la Iglesia de San Benito, abad de Sevilla.          
      Hoy, 11 de julio, Fiesta de San Benito, abad, patrono principal de Europa, que, nacido en Norcia, en la región de Umbria, pero educado en Roma, abrazó luego la vida eremítica en la región de Subiaco, donde pronto se vio rodeado de muchos discípulos. Pasado un tiempo, se trasladó a Casino, donde fundó el célebre monasterio  escribió una Regla, que se propagó de tal modo por todas partes que por ella ha merecido ser llamado "Patriarca de los monjes de Occidente". Murió, según la tradición, el veintiuno de marzo (547) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
   Y que mejor día que hoy, para ExplicArte la Iglesia de San Benito Abad de Sevilla.
    La Iglesia de San Benito, abad [nº 116 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla]; se encuentra en la calle San Benito, 2; en el Barrio de La Calzada, del Distrito Nervión.
   La antigua calle Oriente, vía de acceso a la ciudad desde los caminos de Granada y Málaga, acogió desde el siglo XIII un monasterio benedictino del cual sólo ha llegado hasta nuestros días su iglesia. El 6 de junio de 1259, el rey Alfonso X el Sabio donaba al abad de Santo Domingo de Silos unas tierras en las que algunos autores apegados a leyenda quisieron situar una antigua mezquita e, incluso, una presunta iglesia visigoda dedicada a San Cristóbal. Más verismo histórico tiene la llegada a Sevilla de los monjes benedictinos en 1248, junto a las tropas castellanas que reconquistaron la ciudad, figurando la comunidad como beneficiaria de unas tierras en Aznalcázar tras el proceso de repartimiento de la ciudad. El monasterio se fundó con el título de Santo Domingo de Silos, en recuerdo de la procedencia de los monjes originarios, cambiándose esta advocación en el siglo XVI por la de San Benito de Silos, en deferencia a doña Leonor de Figueroa, marquesa de Tarifa, que dotó al convento de cuantiosas rentas.

   Numerosas han sido las transformaciones experimentadas por el monasterio a lo largo de la historia. Ya en el siglo XVI se realizaron reformas que motivaron el traslado de la comunidad a unas casas cercanas al convento de monjas de la Paz. Importantes fueron también las reformas del siglo XVII, momento en el que se edificó bajo la dirección de Juan de Oviedo la iglesia que ha llegado hasta nuestros días. Así lo atribuía Francisco Pacheco y así lo confirmó Celestino López Martínez. La obra se realizó entre 1610 y 1612 por el albañil Andrés de Oviedo, que siguió las trazas y planta diseñada por el arquitecto. Sufrió el recinto la invasión francesa, ya que fue ocupado por las tropas invasoras, con la consiguiente exclaustración de la comunidad. Volvieron los frailes al edificio y procedieron a su restauración aunque la desamortización de 1835 conllevó el fin de un monasterio del que sólo sobrevivió su iglesia, que sería considerada como ayuda de la parroquia de San Roque.
   La iglesia, hoy cercada por las excesivas construcciones de la calle Luis Montoto, presenta una planta de tres naves, con cúpula que precede a la capilla mayor y una torre lateral del siglo XVIII que fue recompuesta en 1888, tras los daños que sufrió en una de las algaradas revolucionarias del siglo XIX. Conoció nuevas intervenciones en su historia, como la de las cubiertas en 1935 o las necesarias reparaciones tras las inundaciones que sufrió en 1948 y en 1961. Fue declarada parroquia autónoma en 1958, separándose de la de San Roque. Todavía sería nuevamente restaurado en la década de 1970, bajo la dirección de Rafael Manzano. 

   En su exterior presenta dos portadas, a la lateral se accede por la calle Luis Montoto, tras descender unos escalones que constatan la subida de nivel de la calle. Es obra del siglo XVIII, con arco de medio punto y decoración con el escudo de Castilla y León, cruces griegas y escudos de la Orden de Calatrava. Sobre la hornacina superior se dispone un retablo cerámico que representa la aparición milagrosa de la Virgen de Valvanera, patrona de Logroño. La portada principal es adintelada y se decora con otro retablo cerámico que representa a San Benito Abad.
   El interior presenta la característica división espacial de un templo de tres naves, con cruz latina poco marcada, columnas pareadas toscanas que separan las naves, balconaje superior de sencilla decoración protobarroco y bóveda semiesférica en la zona que antecede al presbiterio. Las cubiertas se diferencian entre la bóveda de cañón con lunetos de la nave central y las bóvedas rebajadas de las naves laterales. El retablo mayor es una obra neoclásica de dos cuerpos y tres calles, repolicromada recientemente con pinturas alusivas a santos locales, como Santa Justa y Rufina, San Isidoro y San Leandro. Preside el primer cuerpo la imagen de Nuestra Señora de Valvanera, devoción riojana medieval representada por una talla del siglo XVII que recuerda a la original que apareció en el hueco de un roble sobre un panel de abejas. En su procesión de septiembre es acompañada por las tallas de Nuño Óñez y de Domingo, el cura de Brieva, atribuidas a Juan de Astorga. Tiene hermandad que le rinde culto, con reglas aprobadas en 1725 por el arzobispo mecenas del arte sevillano, Luis Salcedo, que incluso fue su hermano mayor. En la nave izquierda del templo destaca un lienzo que representa a Santa Gertrudis la Magna, la benedictina precursora de la devoción al Sagrado Corazón, cuadro realizado por el sevillano Juan del Castillo hacia 1625. De 1958 es una Inmaculada, colocada en retablo neoclásico, obra de Francisco Buiza que sigue modelos clásicos. En la capilla de la cabecera de esta nave, añadida en 1972 siguiendo el diseño de Jesús Gómez Millán, se sitúa el Crucificado de la Sangre, uno de los titulares de la hermandad penitencial del templo. Fue realizado por Francisco Buiza en 1966 y recoge la advocación de un antiguo crucificado trianero.

   En la nave derecha destaca especialmente la conocida como Virgen del Buen Alumbramiento, excelente talla completa del escultor flamenco Roque Balduque que porta al Niño sobre sus brazos y una rosa en una de sus manos. En la misma nave se sitúan una talla de San José, de finales del siglo XVIII, y una imagen de la Virgen del Carmen de la misma época. En la cabecera se sitúa la capilla sacramental, presidida por los demás titulares de la hermandad penitencial de la Presentación de Jesús al pueblo. Fue fundada en 1921, recuperando la devoción de una antigua hermandad trianera, la de la Encarnación, creada en 1554 en el desaparecido monasterio de Nuestra Señora de la Victoria. Su esplendorosa capilla propia fue derribada en el siglo XIX, perdiéndose buena parte de sus enseres. Preside la capilla la imagen del Cristo de la Presentación, obra de Antonio Castillo Lastrucci que procesiona en un popular paso de misterio en el que la imagen de Poncio Pilato lo presenta al pueblo sevillano cada Martes Santo. Está flanqueado por la imagen de la Virgen de la Encarnación Coronada, notable talla anónima del siglo XVII que procede de la desaparecida hermandad trianera. La talla de San Juan también es obra de Castillo Lastrucci, estando la capilla decorada por un zócalo de azulejos pintado por Juan Oliver entre 1954-61 con motivos eucarísticos. En la sencilla decoración de la iglesia destaca algún cuadro anónimo en sus muros, como el que representa a la Adoración de los Pastores y un interesante crucificado barroco que procede de la sacristía de la iglesia (Manuel Jesús Roldán,  Iglesias de Sevilla. Almuzara, 2010).
     La construcción del templo data de los primeros años del siglo XVII. El arquitecto Juan de Oviedo fue el autor de los planos, figurando al frente de las obras, que se finalizaron en 1612 gracias al patronato de los marqueses de Tarifa, el maestro Andrés de Oviedo. Presenta tres naves, más amplia y alta la central, con crucero y capilla mayor cuadrada. Las naves laterales, cubiertas con bóvedas rebajadas y separadas de la central por columnas  pareadas,  se  abren  en un segundo piso a la central por medio de tribunas enmarcadas con sencillas molduras de yese­rías. El presbiterio se cubre con bóveda semiesférica sobre pechinas y se decora con yeserías y pinturas de santos de la orden benedictina. Dos pequeñas portadas con geométricos enmarques de yeserías, comunican las naves laterales con los brazos del crucero. La nave central se cubre con bóveda de cañón con arcos fajones y lunetos, que cobijan ventanas termales. Las dos portadas del templo están realizadas en ladrillo y corresponden al siglo XVIII, fecha en la que también se realizó el cuerpo de campanas de la torre. El templo, así como el campanario, se repararon entre 1888 y 1889.
     El retablo mayor, se compone por banco, dos cuerpos de tres calles y áticos. En su hornacina central se cobija una imagen de la Virgen de Valvanera, que parece del siglo XVII, situándose en las calles laterales esculturas de  San Francisco, Santa Clara, San Bernardo y San Fernando, del siglo XVIII. A la misma fecha corresponde la imagen de San Benito, situada sobre el camarín central, así como los lienzos del Nacimiento de la Virgen, Adoración de los Pastores y San Bernardo con los atributos de la Pasión, colocados en los muros del presbiterio. En  la capilla situada en el brazo izquierdo del crucero se encuentran las imágenes del Cristo de la Sangre, tallado por Francisco Buiza en 1966, de la Presentación de Cristo al Pueblo, realizada por Antonio Castillo Lastrucci en 1928, y de la Virgen de la Encamación, fechable en el siglo XVIII. Existe un lienzo representando a Santa Gertrudis, obra del pintor sevillano del primer tercio del siglo XVII Juan del Castillo. En la nave izquierda se encuentra colocada una escultura de la Virgen del Carmen, fechable en el siglo XVIII. Al último tercio de este siglo pertenece la escultura de San José situada en la nave derecha. En ésta destaca la imagen de la Virgen del Buen Alumbramiento, próxima al escultor del siglo XVI Roque Balduque, situada en un retablo neoclásico (Alfredo J. Morales, María Jesús Sanz, Juan Miguel Serrera y Enrique Valdivieso. Guía artística de Sevilla y su provincia. Tomo I. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2004).
     La Iglesia de San Benito Abad se encuentra situada extramuros de la ciudad, cercana a la llamada Puerta de Carmona y al acueducto a abastecía de agua a Sevilla. Por su situación se encuentra próxima a la Iglesia parroquial de San Roque, así como a la de San Esteban, al convento de San Agustín y a la Real Fábrica de Artillería.
     El conjunto edilicio ocupa una manzana del viario, por lo que desde el punto de vista volumétrico se observa la superposición de volúmenes de las naves laterales a un agua y nave central a dos aguas, así como la cubierta de la cabecera y elementos añadidos como el camarín y dependencias de la Hermandad de la Presentación al Pueblo.
     La iglesia es de planta de cruz latina de tres naves divididas en cinco tramos, más amplia y alta la central, con crucero y capilla mayor cuadrada. La nave central se separa de las laterales mediante pares de columnas toscanas sobre las que campean arcos de medio punto. Las naves laterales, cubiertas con bóvedas rebajadas y separadas de la central por columnas pareadas, se abren en un segundo piso a la central por medio de tribunas, de vanos rectangulares protegidos por celosías, enmarcadas con sencillas molduras de yeserías a modo de pilastras, coronándose los vanos de forma alterna con frontones curvos rotos.
     El presbiterio se cubre con bóveda semiesférica sobre pechinas, y se decora con yeserías y pinturas de santos de la orden benedictina. Dos pequeñas portadas, con geométricos enmarques de yeserías, comunican las naves laterales con los brazos del crucero. La nave central se cubre con bóveda de cañón con arcos fajones y lunetos, que cobijan ventanas termales.
     Por su carácter exento aunque con dependencias parroquiales adosadas en el muro del Evangelio, podemos ver que el edificio presenta tres fachadas. La principal se encuentra situada a los pies del templo al que se accede a la calle San Benito, la del lado del Evangelio y cabedera dan a los jardines del Asilo de Ancianos de las Hermanas de los Pobres, y la del lado de la Epístola a la calle Luis Montoto.
     La fachada principal situada a los pies del templo presenta un gran imafronte rectangular, con la portada al centro, que camufla las naves laterales sobresaliendo el chaflán del tejado a dos aguas de la nave central. En el lado de la Epístola sobresale la torre-campanario, presentando algunos vanos de distinto tamaño y forma para dar luz al interior, coro alto, cala de escaleras de la torre, etc.
     La portada se estructura en torno a un vano adintelado flanqueado por pilastrones de sillares sobre los que se asienta una cornisa que sirve de apoyo a un retablo cerámico de San Benito rodeado y coronado por decoración de recortes planos de influencia barroca.
     La fachada del lado de la Epístola presenta la disposición de volúmenes de las nave lateral, la torre y un a construcción que se adosa a la cabecera, quedando unificado el espacio mediante una reja de forja, disponiéndose en su interior una zona ajardinada. En este lado destaca la portada del muro de la Epístola fue realizada en el siglo XVIII, y se conforma mediante un vano de medio punto dovelado, flanqueado por pilastras almohadilladas sobre las que campea un entablamento con el friso decorado con metopas y triglifos, las primeras decoradas con cruces. Sobre la cornisa se dispone el segundo cuerpo que se organiza en torno a una hornacina plana de medio punto que aloja un azulejo cerámico de la Virgen de Valvanera flanqueado por pilastras jónicas y a su vez por grandes mensulones que sostienen perinolas. El conjunto se remata por un entablamento simple coronado por un frontón de medio punto que recuerda a los de triple inflexión. La fachada portada alternancia de color entre amarillo albero y tonos crema, este último para los paramentos y algunos elementos estructurales.
     La fachada de la cabecera presenta los tejados a dos aguas de la nave y del camarín, que se decora exteriormente mediante una serie de pilastras apoyadas en cornisas que simulan las distintas alturas, enmarcando dos vanos rectangulares que aportan luz al interior del camarín.
     La torre-campanario se encuentra situada a los pies de la nave de la Epístola. Es de planta cuadrada y cuenta con dos cuerpos claramente diferenciados. La caña o fuste se encuentra embutida dentro de los que es la fachada principal, presentando algunos vanos desiguales que dan luz al interior de la caja de escaleras. Sobre la cornisa se sitúa el segundo cuerpo que arranca de un antepecho decorado con azulejos cerámicos. Este cuerpo, denominado de campanas, simula un arco cuadrifonte, es decir, un vano de medio punto en cada uno de sus cuatro frentes. Los vanos se encuentran flanqueados por pares de pilastras toscanas que llegan hasta la imposta del arco, sobre la que continúan nuevas especies de pilastras decoradas con azulejos vidriados en azul. Sobre ellas recorre el conjunto un entablamento rematado en una cornisa rematada por pequeños pilares con copetes al hilo de las pilastras del cuerpo inferior. Del centro emerge un chapitel octogonal decorado con azulejos cerámicos que alternan el blanco y el azul, coronándose el conjunto con una bola con cruz y veleta de forja.
     Los muros y paramentos del edificio presentan un juego bícromo destacando el color crema para los muros y el amarillo albero para los elementos estructurales horizontales y verticales. Esta bicromía contrasta con la decoración de azulejos vidriados en blanco y azul que presenta la torre y los retablos cerámicos de ambas portadas.
     Tras la reconquista de Sevilla en 1248 por parte de Fernando III, El Santo, el monarca repartió una serie de solares a instituciones religiosas que le acompañaban en la campaña militar. De esta forma llegaron a Sevilla los monjes benedictinos de Santo Domingo de Silos en Burgos, ocupando unos terrenos próximos a la Puerta y Caños de Carmona linderos a la Calzada de la Cruz. En 1259, Alfonso X, cedió al Abad de la congregación, don Rodrigo, los citados terrenos, donde se erigió un monasterio con la misma advocación al citado de Burgos. Sin embargo la advocación del convento fue cambiada en el siglo XVI por el de San Benito de Silos.
     Desde un principio ostentó el título de priorato hasta que en 1513 se erigió como abadía, continuando la comunidad en el convento hasta que fueron desalojados en 1810 por la invasión francesa. Tras esta coyuntura los religiosos volvieron al convento siendo desamortizados en 1835, llegándose a poner en venta el edificio. Pese a ello la iglesia continuó estando abierta al culto como filial de la Iglesia parroquial de San Roque.
     La construcción del templo data de los primeros años del siglo XVI, y es de estilo manierista tardío. El arquitecto Juan de Oviedo fue el autor de los planos, figurando al frente de las obras, que se finalizaron en 1612 gracias al patronato de los marqueses de Tarifa, el maestro Andrés de Oviedo. Las principales reformas tuvieron lugar entre 1888 y 1889 afectando incluso al campanario.
     Las cubiertas del templo fueron reparadas en 1935 por el arquitecto Luis Fernández-Palacios Palazuelos. Unos años más tarde, concretamente el 27 de enero de 1948 la iglesia se vio afectada por una inundación que provocó que fuese cerrada al culto, situación que se repetirá el 21 de noviembre de 1961.
     En 1959 la Iglesia de San Benito se desmembró de la Iglesia parroquial de San Roque, erigiéndose como parroquia autónoma. Con posterioridad, y en la década de 1970, el arquitecto Rafael Manzano Martos, llevó a cabo la restauración del templo. En esta misma década, concretamente entre los años 1975 y 1976 los arquitectos Tomás Carmona Álvarez y Julián del Pozo de Vicente llevaron a cabo la construcción del edificio destinado para vivienda y dependencias parroquiales siguiendo el estilo del que existía para no romper la armonía existente entre la sacristía y la iglesia.
     En 1984 el arquitecto Fernando Vidal Díaz sustituyó las tejas de las cubiertas de la casa parroquial, realizando se dos años después una reforma del interior del edificio de manos de Juan Manuel García Blanco (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía, de San Benito, abad;
HISTORIA Y LEYENDA
   Los diálogos de San Gregorio Magno son la fuente principal y casi única de su biografía.
   Nacido hacia 480 en la provincia de Norcia (también, aunque de empleo menos frecuente, “Nursia”, ciudad de la provincia de Perusa), en Umbría, era hermano gemelo de Santa Escolástica.
   Hacia el año 500 se retiró a una gruta llamada Sacro Speco, cerca del lago de Subiaco, para llevar una vida de ermitaño.
   En 528, a mitad de camino entre Roma y Nápoles, fundó el monasterio del monte Cassino (Montecassino), sobre una antigua acrópolis consagrada en la antigüedad al culto de Júpiter. Allí compuso la regla de la orden de los benedictinos, y allí murió en 547.
   Sobre esta trama histórica el ingenio de los monjes y la imaginación popular bordaron adornos que Santiago de Vorágine recogió cuidadosamente en su Leyenda Dorada, de la que tomaron sus temas los artistas.
   En principio fue el milagro del tamiz partido. Cuando a su nodriza se le cayó un tamiz, él tomó las dos mitades y las volvió a unir sin que quedara huella alguna de su fractura.
   Cuando vestía hábito monástico, se retiró a la caverna del Sacro Speco donde era aprovisionado por el monje Romano, que le bajaba el pan en un cesto atado a una cuerda, y le avisaba con el sonido de una campanilla. Satán rompió la campanilla.
   Como no consiguió rendirlo por hambre, el diablo desató contra él las tentaciones carnales. Hizo aparecer una mujer que encendió su concupiscencia. San Benito rodó desnudo entre las zarzas espinosas que rodeaban la gruta, expulsó la codicia sensual mediante las llagas de su carne, y así se impuso al pecado.
   Elegido abad del monasterio de Vicovaro, por su rigor se atrajo el odio de los monjes que envenenaron su comida. Pero escapó a la tentativa de envenenamiento haciendo la señal de la cruz sobre el vaso que se quebró de inmediato en pequeños fragmentos, como si lo hubiese golpeado una piedra, mientras un cuervo se llevaba el pan envenenado en el pico.
   Salvó al monje Plácido, su discípulo, cuando estaba a punto de ahogarse, enviando en su auxilio a San Mauro, quien sostenido por su bendición, lo salvó de la muerte caminando sobre el agua.
   En el monasterio sólo quedaban cinco panes, pero al día siguiente, ante la puerta de la celda de San Benito se encontraron cien moyos (medida antigua de capacidad que equivale a ocho cántaros o ciento veintinueve litros) de harina.
   Totila (rey de los ostrogodos de Italia, que se confunde con frecuencia con Atila, rey de los hunos), rey de los godos, intentó engañarlo sin éxito, cuando delegó a uno de sus oficiales disfrazado de rey.
   Su hermana Santa Escolástica, a punto de morir, le impidió partir desencadenando una tormenta y haciendo caer una lluvia torrencial. El santo vio el alma de su hermana ascender al cielo en forma de paloma.
   Cuando murió su alma también ascendió al cielo en un chorro de luz. Como el profeta Elías en su carro de fuego.
CULTO
   Patrón de la orden de los benedictinos, de los conventos de Subiaco y del monte Cassino, San Benito es un santo más monástico que popular.
   Sus reliquias, transportadas en 672 desde Montecassino a la abadía de Fleury, en Francia, que adoptó el nombre de Saint Benoît sur Loire, nunca atrajeron tantos peregrinos como las de San Martín de Tours o las de Santiago de Compostela.
   En verdad, su autenticidad siempre ha sido cuestionada por los italianos quienes creen haber encontrado los auténticos huesos de San Benito y de su hermana Escolástica en Montecassino, en 1950.
   Se lo invocaba contra el veneno, la erisipela y sobre todo contra los cálculos de los que habría curado al emperador de Alemania, Enrique II. También se recurría a su intercesión para obtener la gracia de una buena muerte.
ICONOGRAFÍA
   Se lo representa ya imberbe, ya barbudo. Vestido con una cogulla negra de benedictino. No obstante, en los cuadros encargados por los benedictinos reformados, cistercienses, camaldulenses y olivetanos, aparece con una túnica blanca.
   Sus atributos son un tamiz partido, varas con las que habría corregido a un monje, una copa de la que escapa una serpiente venenosa, alusión a la tentativa de envenenamiento de los monjes  de Vicovaro (comparte este atributo con San Juan Evangelista) y finalmente un cuervo que se lleva el pan envenenado en el pico. Se observará que a diferencia del cuervo proveedor de San Pablo ermitaño, que le lleva el pan cotidiano, el de San Benito retira un pan envenenado.
   Para diferenciar su copa envenenada de la de San Juan, los escultores alemanes del siglo XVIII hacen salir de ella dos pequeños serpientes (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
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La Iglesia de San Benito, abad, al detalle:

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