Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el Ayuntamiento de Sevilla. El Ayuntamiento [nº 17 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 45 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la plaza Nueva, 1 (aunque la antigua entrada antigua se efectuaba por la plaza de San Francisco, s/n); en el Barrio de la Alfalfa, del Distrito Casco Antiguo.
Hasta mediados del siglo XVI el Concejo de Sevilla tuvo su sede en unas casas situadas en el Corral de los Olmos, a espaldas de la catedral. El edificio, de reducidas dimensiones, se compartía con el Cabildo eclesiástico y era poco representativo del poder e importancia de la ciudad. Por eso a raíz de la visita de Carlos V en 1526, para celebrar su matrimonio con la emperatriz Isabel, se vio la necesidad de un nuevo emplazamiento. Esta idea, sin duda patrocinada por el propio emperador, se puso en práctica de inmediato, eligiéndose para la construcción el lugar de las antiguas Pescaderías, inservibles desde el tiempo de los Reyes Católicos. Al frente de las obras estuvo, desde 1527 hasta 1534, Diego de Riaño, a quien hay que considerar el autor de las trazas y el constructor no sólo del Apeadero, sino también de la Sala de Cabildo baja y de la fachada de la Plaza de San Francisco.
El sector antiguo del edificio, que se intentó continuar en el pasado siglo, siguiendo un proyecto de Demetrio de los Ríos, presenta un trazado en línea quebrada. Cada uno de sus paramentos está compuesto por dos plantas, a excepción del cuerpo correspondiente al arquillo que posee tres, siendo el último producto de las intervenciones del siglo XIX. La fachada de la plaza de San Francisco se distribuye en cinco módulos por medio de pilastras y columnas que presentan su fuste cubierto por decoración de grutescos. Motivos de esta misma naturaleza aparecen en las jambas y dintel de los vanos y en los entablamentos, distribuyéndose por el zócalo, remates y enjutas, una serie de medallones con personajes históricos y mitológicos entre los que se reconoce a Hércules y Julio César. La ingente labor de talla que esta obra supuso fue llevada a cabo por artistas procedentes de diversas regiones españolas e incluso del extranjero: Juan de Begines, Diego Guillén, Hernando de la Teja, Pedro de Pamanes, Pedro de Guadalupe, Toribio de Liébana, Tomás Francés, Juan de Trujillo, Germán Francés y otros muchos. El arquillo, que daba paso al desaparecido convento de San Francisco, y la contigua Sala de Fieles Ejecutores, fueron construidos bajo la dirección de Juan Sánchez, arquitecto sucesor de Riaño, entre 1535 y 1540. Las esculturas de Hércules y Julio César, situadas en las hornacinas que flanquean el arco, se realizaron durante las campañas de restauración emprendidas en el siglo XIX.
El Apeadero es una sala rectangular, paralela a la fachada de la Plaza de San Francisco, cuyos muros presentan elementos góticos, en armónica unión con otros renacentistas. Este carácter poseen los escudos y emblemas imperiales, la decoración de las bóvedas y las inscripciones latinas que, junto a las situadas en las puertas y en la Sala Capitular, indican que el edificio fue concebido como un Templo de Justicia. La mencionada Sala Capitular está rodeada por una doble fila de bancos y se cubre por una bóveda muy rebajada de casetones, en cada uno de los cuales aparece esculpida la imagen de un rey. Los muros presentan un friso con medallones y grutescos, unas inscripciones latinas alusivas a la Justicia, imágenes heráldicas, de virtudes, un Calvario y un gran escudo de la ciudad, siendo este último obra del escultor Roque Balduque. Sobre una de las paredes se sitúa un lienzo representando a Santa Justa y Santa Rufina, que fue realizado por el pintor sevillano Juan de Espinal en 1760. En otro frente se dispone una pintura con una Vista de Sevilla desde Triana, que está fechado en 1726. También es del siglo XVIII el lienzo que representa el Curso del Río Guadalquivir desde Sevilla hasta su desembocadura.
La escalera de acceso al piso alto surge del Apeadero y está constituida por dos tramos diferenciados, uno con bóveda casi plana y otro cubierto por una elegante cúpula. Ambos se ejecutaron bajo la dirección del maestro mayor de las obras Juan Sánchez, trabajando en el primero el entallador Toribio de Liébana e interviniendo en el segundo el ya citado Roque Balduque. Las dependencias superiores fueron terminadas en torno a 1562, destacando entre ellas la Sala Capitular, cubierta con un hermoso artesonado de casetones, que fue dorado por los pintores Antón Velázquez y Miguel Vallés, unos diez años después de aquella fecha. En la actualidad se exponen en este espacio algunas de las principales pinturas de la colección municipal. Es el caso de la Inmaculada y del retrato de Fray Pedro de Oña, de Francisco de Zurbarán; del Tríptico de la Mendicidad, obra del siglo XVI, y de la Procesión de Santa Clara y la Derrota de los Sarracenos, que fueron pintados entre 1652 y 1653 por Juan de Valdés Leal para el Convento de Santa Clara de Carmona y que donó al Ayuntamiento Mr. Archer Huntington.
Por haberse construido la zona alta del arquillo en fecha más avanzada, sus muros manifiestan una clara filiación manierista, sensible tanto estructural como decorativamente. En este sentido hay que resaltar el empleo de esquemas compositivos y motivos ornamentales extraídos de los tratados arquitectónicos del momento, concretamente del redactado por Sebastián Serlio. Los lados sur y oeste de la zona del arquillo se remodelaron durante la construcción de las fachadas de la Plaza Nueva, llevada a cabo en el siglo pasado por el arquitecto Balbino Marrón. Aunque el diseño pretendía dotar al edificio de un sentido clásico, el resultado no fue muy feliz, especialmente en la unión con el núcleo renacentista. Con motivo de las actuaciones realizadas en el XIX, que pretendían la uniformidad del edificio, se derribó la galería porticada situada a continuación de la fachada del Apeadero en la Plaza de San Francisco, que había sido diseñada por Hernán Ruiz, en torno a 1563. En estas tareas intervino el arquitecto Demetrio de los Ríos, autor de la monumental escalera de tipo imperial, que centraliza el nuevo sector del edificio hacia la fachada de Plaza Nueva.
Tras las obras efectuadas en el Ayuntamiento entre 1990 y 1992, en una primera etapa por el arquitecto Aurelio de Pozo y en la última por Luis Fernando Gómez-Stern, el edificio ofrece una imagen renovada. Al eliminarse casi por completo las dependencias y los servicios administrativos, diferentes salas han sido acondicionadas para exhibir parte de las riquísimas y variadas colecciones municipales. Otras, aunque aún mantienen su uso administrativo, también son escenario de actos protocolarios, que resultan ennoblecidos por la calidad de los objetos y las obras artísticas que constituyen su decoración.
Ha vuelto a presidir la monumental escalera de mármol antes mencionada el lienzo pintado por Joaquín Domínguez Bécquer en 1870 que representa la Paz de Wad-Ras. En varias dependencias de la planta superior con vistas sobre la Plaza de San Francisco se han situado recientemente algunos de los objetos y elementos simbólicos del patrimonio artístico del Ayuntamiento. Allí se exhiben el Pendón de la Ciudad, obra textil del siglo XV que presenta en sus dos caras la imagen sedente de San Fernando y una orla de castillos y leones; el llamado Pendón Chico, realizado a fines del siglo XVI; las dalmáticas de los reyes de armas, de la misma fecha, y las espléndidas mazas de plata dorada que Francisco de Valderrama terminó en los primeros años del siglo XVII. También se exponen algunas piezas del riquísimo monetario municipal, así como varios de los regalos y otros presentes ofrecidos a la ciudad por visitantes ilustres.
En el antiguo comedor se ha agrupado una numerosa serie de pinturas de dispar procedencia, si bien en su mayoría proceden de la extinguida Biblioteca Pública de San Acacio y de la donación efectuada en 1898 por los herederos de los Duques de Montpensier. A la primera pertenecen los retratos de Martínez Montañés, firmado por Varela en 1616, el de Murillo, pintado por Domingo Martínez, y los de Velázquez, Ortiz de Zúñiga y Nicolás Antonio, pintados a mediados del siglo XVIII, entro otros. La segunda estaba integrada por cincuenta y un retratos de personajes vinculados a la historia de la ciudad. Así incorporaba los de Fernando III, Alfonso X, Pedro I, los Reyes Católicos, San Fernando, San Hermenegildo, San Isidoro, San Leando, Santa Justa, Santa Rufina, Santa Teresa de Jesús, Miguel de Mañara, la Venerable Madre Dorotea, el Venerable Padre Contreras, Cervantes, Calderón de la Barca, Lope de Vega, Roelas, Pacheco, Zurbarán, Cristóbal Colón, Hernán Cortés, Hernando Colón, etc. Estos retratos se deben a pintores que trabajaron en la corte de los Duques de Montpensier, caso de Joaquín Domínguez Bécquer, Francisco Cabral Bejarano, Andrés Cortés, Manuel Alonso, Augusto Manuel de Quesada, Ignacio Verdeja y Alfred Dehodencq, quienes lo realizaron entre 1856 y 1862.
En el llamado Salón Colón, modernamente también denominado Salón de los Borbones, se ha agrupado una serie de retratos reales, destacando los de Felipe V e Isabel de Farnesio, Fernando VI y Bárbara de Braganza, obras anónimas del siglo XVIII, y los de Fernando VII y María Cristina, obras de Luis de la Cruz. Copia de Vicente López es el de Isabel II. Al pintor Manuel Wsell de Guimbarda se debe el retrato de Alfonso XII, existiendo dos de la reina María de las Mercedes, uno de tipo oficial realizado por Manuel Cabral Bejarano y otro de carácter más íntimo pintado por José María Romero. En 1890 pintó Gonzalo Bilbao el retrato de Doña María Cristina y el Rey Alfonso XIII niño.
En distintas dependencias y en las galerías se han distribuido algunas otras pinturas de interés. El lienzo titulado La Reina Isabel II visita la Quinta de San Antonio de Córdoba es obra que se ha relacionado con Antonio Gisbert. En 1845 está fechado el retrato que Antonio María Esquivel hizo del General don Baldomero Espartero. El pintor José María Romero fue el autor en 1852 del retrato de Don Luis Daoiz y de los comprados en 1883, el Rey Alfonso XII contemplando en la Capilla Real el cuerpo incorrupto de San Fernando y El Rey don Alfonso XII firmando el acta de la colocación de la primera piedra del monumento a San Fernando en Sevilla. En 1852 pintó Andrés Cortés el lienzo titulado Feria de Sevilla. La pintura titulada Pompeyanas y Vestales es obra fechada en Roma en 1890 por Rico Cejudo. El mismo año y en la misma ciudad pintó José Villegas Cordero su Viriato. El pintor Alfonso Grosso es el autor del lienzo Misa ante el Cristo tendido [Alfredo J. Morales, María Jesús Sanz, Juan Miguel Serrera y Enrique Valdivieso. Guía artística de Sevilla y su provincia I. Diputación de Sevilla y Fundación José Manuel Lara, 2004].
Ha vuelto a presidir la monumental escalera de mármol antes mencionada el lienzo pintado por Joaquín Domínguez Bécquer en 1870 que representa la Paz de Wad-Ras. En varias dependencias de la planta superior con vistas sobre la Plaza de San Francisco se han situado recientemente algunos de los objetos y elementos simbólicos del patrimonio artístico del Ayuntamiento. Allí se exhiben el Pendón de la Ciudad, obra textil del siglo XV que presenta en sus dos caras la imagen sedente de San Fernando y una orla de castillos y leones; el llamado Pendón Chico, realizado a fines del siglo XVI; las dalmáticas de los reyes de armas, de la misma fecha, y las espléndidas mazas de plata dorada que Francisco de Valderrama terminó en los primeros años del siglo XVII. También se exponen algunas piezas del riquísimo monetario municipal, así como varios de los regalos y otros presentes ofrecidos a la ciudad por visitantes ilustres.
El edificio se compone de dos módulos diferentes, renacentista y neoclásico, el primero debido a la construcción original y el segundo debido a la ampliación del siglo XIX.
De planta rectangular, presenta cuatro fachadas en línea quebrada y tres plantas. El edificio renacentista ocupa las dos primeras plantas en la zona sur y este del conjunto. La ampliación del siglo XIX se desarrolla en la tercera planta y comprende el espacio entre la Plaza Nueva y la Plaza San Francisco.
Dicha ampliación se divide en dos fases, la primera corresponde a 1861 y la ejecutó Balbino Marrón en estilo neoclásico, y la segunda, de 1868, se atribuye a Demetrio de los Ríos, que la ejecutó imitando la construcción original.
En el interior destaca La Sala Capitular Baja, cubierta con bóveda vaída acasetonada de carácter renacentista, decorada con figuras de reyes y emblemas del emperador Carlos V.
De la escalera destaca la cúpula de remate que la cubre, ya que en su época representó un avance artístico y técnico, atribuido a Hernán Ruiz II.
En la planta alta encontramos otra Sala Capitular que dispone de un notable artesonado de madera, dorado y estofado, que guarda cierta relación con el del techo del Salón de Carlos V del Alcázar. Lateralmente a esta sala se halla el Archivo del Ayuntamiento y Contaduría, que constituye una pieza alargada hacia la Plaza de San Francisco y la Avenida. En su decoración encontramos las hornacinas, las pilastras de grutescos al oeste y dos parejas de columnas como vestigios de la obra renacentista que persistieron al siglo XIX.
En la fachada a la Plaza de San Francisco encontramos dos plantas ejecutadas en distinto momento pero con igual esquema compositivo, desarrollando en su decoración todo el repertorio plateresco.
La primera planta se resuelve con zócalo y pilastras con decoración a candieleri articulando los entrepaños, en el cuerpo alto el esquema es similar pero se ubican columnas en los laterales y pilares en la zona del centro. Los entrepaños son todos de igual tamaño, excepto el central donde se ubica la puerta que es de mayor anchura, en la segunda planta este vano se resuelve con ventana geminada.
Las ventanas son de distinto tamaño, más anchas en la zona de la puerta y más estrechas a ambos lados. La decoración de las mismas se diversifica según su tamaño, disponiéndose en las de mayores dimensiones emblemas heráldicos. En el apeadero, de planta rectangular y cubierto con bóvedas vaídas decoradas con nervios corvados, cabe destacar los detalles góticos de su decoración, los frisos, tondos y tenantes que se integran dentro del repertorio plateresco que Pissano introdujera con su obra del retablo del Alcázar.
El alzado se desarrolla según un esquema de arco triunfal, con figuras decorativas de Hércules y Julio César, coronándose en la planta alta con un vano adintelado decorado por heráldica. El mensaje iconográfico alude a la concepción del edificio como templo de la justicia y como testigo y reflejo de la historia de la ciudad.
Antes se encontraba unido al Convento Casa Grande de San Francisco y es posiblemente por el arquillo existente por donde se permitía el acceso al compás del convento.
Las trazas del edificio y su esquema decorativo son de 1528 y las realizó Diego de Riaño quien no pudo finalizar su construcción que se retrasó hasta 1532. La ejecución en el periodo comprendido entre 1535 y 1560 la continuó uno de sus discípulos, Juan Sánchez, quien realizó la fachada a la Plaza de San Francisco y la escalera.
Posteriormente, entre 1561 y 1569 la dirección de la obra corrió a cargo de Hernán Ruiz II. A él se le atribuyen la planta sobre el arquillo, por similitudes en su uso decorativo habitual, y la cúpula de la escalera del archivo. También se encuentran indicios de su actuación en la planta alta de la fachada a la Plaza de San Francisco.
A Hernán Ruiz II le sucedió Benvenuto Tortello entre 1569 y 1571, atribuyéndose al mismo la Capilla del Concejo.
Durante el siglo XIX sufrió un proceso de ampliación y reforma, elevándose una nueva planta. De este periodo es la Fachada a la Plaza Nueva, 1861, de Balbino Marrón, y la ampliación hacia la Plaza de San Francisco en 1868 de Demetrio de los Ríos. Las últimas reformas y restauraciones datan de 1989-1992 a cargo de Aurelio del Pozo (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
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