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martes, 6 de septiembre de 2022

La Ruta Magallanes y la primera vuelta al mundo 1519-1522

     Por amor al Arte
, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la "Ruta Magallanes y la primera vuelta al mundo 1519-1522", de Sevilla, dando un paseo por ella
     Hoy, 6 de septiembre, es el aniversario de la llegada a Sanlúcar de Barrameda (6 de septiembre de 1522), de la nao Victoria, al mando de Elcano, tras efectuarse la primera circunvalación a la Tierra, así que hoy es el mejor día para ExplicArte la Ruta Magallanes y la primera vuelta al mundo 1519-1522, de Sevilla, dando un paseo por ella.
      En 1517, hace ahora 500 años, el marinero portugués Fernando Magallanes llega a Sevilla, por entonces una gran metrópoli colonial y epicentro del comercio con las Indias, con la intención de obtener permisos y financiación para su proyecto de llegar a las Islas de las Especias inaugurando una nueva ruta marítima por Occidente y bordeando el continente americano descubierto por Cristóbal Colón apenas 25 años antes.
     Un viaje hacia el Oriente por Occidente, una aventura arriesgada que convenció a al rey Carlos I y convirtió los puertos de Sevilla y Sanlúcar de Barrameda en piezas clave de esta expedición inicialmente comercial que terminaría por ser la primera vuelta al mundo de la historia, realizada entre 1519 y 1522.
     Durante todo el siglo XVI las playas y el puerto de Sanlúcar de Barrameda fueron protagonistas de las constantes partidas y arribadas de las armadas y flotas que se dirigían o volvían del Nuevo Mundo. Por su parte, el hecho de que el puerto de Sevilla fuera el único habilitado para la salida y la llegada de los navíos en los viajes ultramarinos, permitió que Sanlúcar desempeñara también un papel fundamental en dichos viajes.
     La primera razón para ello fue su situación geográfica:
     Una vez descartada Huelva por su localización periférica, mal conectada con el resto de la península; y Cádiz, tan abierta al mar que la convertía en una plaza poco segura, expuesta a cualquier ataque, Sevilla se convierte en el puerto de referencia para el comercio con las Indias -desde donde llegaban riquezas nunca vistas hasta entonces- al estar más resguardada como ciudad de interior que, sin embargo, tenía un fácil acceso gracias al cauce del Guadalquivir.
     Sanlúcar de Barrameda, por su parte, en la desembocadura del río, será el cordón umbilical que conectaba las expediciones de Ultramar con Sevilla. Asimismo, su pertenencia a los duques de Medina Sidonia, quienes como Capitanes Generales del Mar Océano y de las costas de Andalucía, eran los encargados de la preparación y del despacho de las flotas, hace que este pequeño municipio adquiera una importancia estratégica en la época de mayor esplendor del reino de España.
     De este modo, MAGALLANES EN RUTA plantea revivir el inicio de esta gesta universal a través de un itinerario cultural y turístico con 30 paradas en torno a los escenarios que fueron claves en la gestación de la expedición liderada por Fernando de Magallanes, y que incluye los enclaves más importantes por los que discurrió la vida del navegante entre Sevilla, donde pasó dos años enfrascado en los preparativos del viaje; y Sanlúcar de Barrameda, donde terminaron de aprovisionar las cinco naves que conformaban la escuadra del viaje, para zarpar finalmente al mar el 20 de septiembre de 1519.
     Esta ruta cultural cuenta con una señalización identificativa propia en 15 escenarios localizados en Sevilla y otros 12 en Sanlúcar de Barrameda, que nos permitirán descubrir el pasado más glorioso de ambas ciudades, su importancia dentro del comercio marítimo del mundo conocido en el siglo XVI y su posición privilegiada dentro del reino de España como recepcionarias de las riquezas que llegaban a raudales del nuevo mundo.

Conozcamos los 15 enclaves de la Ruta Magallanes y la primera vuelta al mundo 1519-1522:

     1.- PUERTA DE JEREZ. Capilla Santa María de Jesús
. "Capilla Santa María de Jesús. Fundada en 1506 por Maese Rodrigo, es el único vestigio que queda en pie de lo que fue la primitiva Universidad de Sevilla".
     Este pequeño templo nació como capilla de la primera Universidad de la ciudad, fundada por Maese Rodrigo Fernández de Santaella en 1505 gracias a las gestiones realizadas con el papa Julio II, que le concedió una bula para este propósito. El Colegio universitario se derribó en los primeros años del siglo XX para construir la actual Avenida de la Constitución y abrir el centro histórico hacia el nuevo ensanche de la ciudad, donde se proyectaba la Exposición Iberoamericana de 1929. La capilla pudo salvarse adosándose a los nuevos edificios que se fueron construyendo en el entorno. La ruta por la Sevilla que conoció Fernando de Magallanes a su llegada a la ciudad en 1517 parte de la plaza que se abría justo al cruzar la ya llamada por aquel entonces Puerta de Jerez, una de las principales vías de acceso al recinto amurallado de la ciudad. A mediados del siglo XVI, la Puerta de Jerez es un terreno diáfano en plena transformación urbanística, debido a su cercanía con el puerto y los centros de poder que comenzaron a conformarse tras el Descubrimiento de América, y con el inicio del comercio con Las Indias. Poco queda en pie de aquella entrada a la ciudad de intramuros, tan sólo la capilla del colegio fundado en 1506 por Maese Rodrigo, obra gótico-mudéjar cuya decoración, con pinturas de la venerada Virgen de la Antigua, se remataba en las fechas en las que Magallanes residía en la ciudad.
     Tras más de una década cerrada al público, la capilla de Santa María de Jesús es hoy un templo visitable gracias a una serie de obras de mejora en el interior y la fachada. Con una sola nave, el recinto religioso cuenta con una cubierta mudéjar de madera a dos aguas y un arco toral decorado con elementos vegetales que da acceso al presbiterio, cubierto con una bóveda de nervaduras góticas. Asimismo, el exterior de la capilla alberga una serie de elementos sumamente interesantes, como la espectacular ventana gótica que da luz al presbiterio, el almenado de tradición omeya que recorre las cornisas superiores, las gárgolas o el uso del ladrillo en la espadaña y en la bellísima portada decorada con un sencillo pero elegante arco conopial.
     Ya en el interior, sobresale un retablo que es célebre por la exuberancia del gótico tardío sevillano. Éste, completamente pictórico siguiendo el estilo de la escuela italiana, fue creado en torno al 1520 por Alejo Fernández. En él destaca la Virgen de la Antigua y, como curiosidad, aparece el donante que motivó la construcción del edificio, el citado Maese Rodrigo Fernández de Santaella.

     2.- PLAZA DE LA CONTRATACIÓN. Casa de la Contratación. "La Casa de la Contratación de Indias nace en 1503 para regular las relaciones comerciales y navieras con los territorios españoles de Ultramar. Originariamente estaba adosada a la espalda de los Reales Alcázares."
     La Casa de la Contratación de Indias fue una institución esencial en el germen, organización y consecución de la expedición de la Especiería, que así se llamaría el proyecto de Fernando de Magallanes por el que pretendía llegar por mar hasta las Islas Molucas o Islas de las Especias, siguiendo una nueva ruta por Occidente. Esta institución estuvo al cargo de la organización de la armada y del resto de detalles necesarios para el viaje. Las dependencias de la Casa ocupaban un conjunto de estancias desde la plaza en la que nos encontramos hasta el interior del Alcázar. Como controladora del tráfico marítimo y receptora de todos los cargamentos y tesoros llegados en los barcos procedentes de las Indias, la Casa de la Contratación se encargaba de la inspección, el aprovisionamiento y del pertrecho de las flotas y barcos que se disponían a zarpar para América. Sus funcionarios aparejaban las naves, compraban mercancías, daban instrucciones a las flotas, fomentaban el trato con Indias, estaban atentos a las necesidades de Ultramar, y cuidaban del registro de todas las embarcaciones. Fue, pues, una institución fundamental para preparar la expedición con la que Magallanes pretendía inaugurar una nueva ruta comercial con las Indias.
     Buscando el favor de la Corona española para financiar la aventura, nuestro navegante llega a Sevilla en 1517 acompañado de Ruy Faleiro, cosmógrafo portugués con el que se asocia para llevar a cabo esta empresa. Juntos, Magallanes y el cosmógrafo se afanan por iniciar relaciones con la Casa de la Contratación, una institución tan poderosa que convirtió a Sevilla en la capital de un imperio. Y es que la elección de la ciudad como primera sede de la Casa de la Contratación donde permanecería 214 años hasta su traslado a Cádiz- no fue casual. Huelva tenía una localización periférica y malas comunicaciones con el resto del reino; y Cádiz, por contraposición, adolecía del problema contrario: era prácticamente una isla, tan abierta al mar que la convertía en una plaza insegura.
     Sevilla era una ciudad de interior a la que, sin embargo, se podía acceder en barco en un recorrido relativamente cómodo a través del Guadalquivir, y era más segura, podía guardarse mejor ante cualquier ataque. La Casa de la Contratación convirtió a Sevilla en el epicentro del comercio con las Indias, con un monopolio en las relaciones comerciales gracias al cual desbancó a Amberes como centro financiero de Europa.
     Tras un breve paso por las Atarazanas -los antiguos astilleros medievales de Sevilla-, pronto fue trasladada a las dependencias del Alcázar, donde quedó instalada al oeste del palacio de Pedro I, en la zona denominada de los Almirantes, alrededor de un hermoso patio almohade y con una puerta estratégicamente orientada hacia el río, por donde llegaban directamente las mercancías desembarcadas en el puerto. Hoy sólo quedan algunos arranques de muro bajo el edificio de la actual Delegación de Gobierno y el nombre de la plaza.
     Dos años tuvieron que pasar desde que por primera vez Magallanes se dirigiera a la Casa de la Contratación hasta que los barcos salieran rumbo a Las Molucas. En medio: tratos con los funcionarios de la Casa, con sus oficiales, sometidos a inspecciones y todo tipo de controles para que la exploración cumpliera con todos los requisitos y resultara exitosa.

     3.- PATIO DE BANDERAS. Real Alcázar de Sevilla. "El Real Alcázar de Sevilla es uno de los palacios en uso más antiguos del mundo. Residencia oficial de la realeza desde sus orígenes en el siglo X, en su conjunto de edificios se ubicaron las antiguas dependencias de la Casa de la Contratación"
     El 20 de octubre de 1517, el rey Carlos I llega a Sevilla. Viene desde Santander y, exhausto, se aloja en el Real Alcázar. Fernando de Magallanes le sale al encuentro gracias a la amistad que forja, nada más llegar a la ciudad, con Diego Barbosa, portugués, al igual que nuestro protagonista, que acaba de ser nombrado Teniente de Alcaide del Alcázar. Magallanes quiere ganar el favor del monarca para financiar el viaje que plantea hacia las Islas Molucas desde Occidente. Es en este conjunto palaciego donde comienza a hacerse realidad la primera vuelta al mundo. A la llegada de Fernando de Magallanes a Sevilla, en 1517, el Alcázar era ya un extraordinario recinto palaciego, residencia frecuente de los Reyes Católicos y, posteriormente, Carlos I que, además, celebró en el interior de sus jardines -en la zona conocida hoy como Cenador de la Alcoba-, su boda con Isabel de Portugal. Por aquel entonces, la jurisdicción del Alcázar incluía la gestión y administración de las Atarazanas y se extendía hacia la Catedral y la torre del Oro, de modo que tanto las instituciones y oficinas encargadas del comercio con las Indias, así como las competencias portuarias recaían bajo su órbita. Por todas estas razones, Magallanes tuvo unas estrechas relaciones con el Alcázar, que fueron definitorias gracias al vínculo de amistad que generó con dos personas clave durante la estancia del navegante en la ciudad.
     A saber: cuando Magallanes llega a Sevilla, es alcaide del Alcázar su paisano el aristócrata Jorge de Portugal, que no dudó en hacer valer su influencia para facilitar el proyecto de su compatriota. No obstante, fue su Teniente de Alcaide -responsable efectivo de los edificios reales-, Diego Barbosa, quien jugaría un papel mucho más decisivo: también portugués, se convirtió en el más firme apoyo y en la persona de confianza de Magallanes en la capital sevillana. Tanto que llegó a casar a su hija Beatriz con el navegante y lo alojó en su casa.
     La ruta tiene parada en la entrada del Alcázar a la que se accede por el denominado Patio de Banderas, puesto que es en este núcleo más próximo donde se distribuían las estancias habilitadas entre 1503 y 1515 para la Casa de la Contratación, donde, según relatan los cronistas, ocurren todos los negocios de Indias. En concreto, abarcó desde los edificios occidentales del patio de la Montería hasta la plaza de la Contratación, donde tenía su fachada principal. Hablamos, principalmente, de los actuales Cuarto del Almirante y Sala de Audiencias. No es difícil imaginar cómo por todas estas dependencias del Alcázar, pasadizos y pasillos circulaba un constante trajín de funcionarios, caballeros, cosmógrafos, pilotos y mercaderes involucrados en los negocios de ultramar, como Magallanes.

     4.- CALLE MATEOS GAGO. Antigua Borceguinería. "La actual calle Mateos Gago fue denominada desde antiguo como calle de la Borceguinería, por residir en ella el gremio de este oficio, fabricantes de zapatos y borceguíes, hasta el siglo XVIII. Aquí residió Magallanes."
     Fernando de Magallanes fue alojado en Sevilla por su compatriota Diego Barbosa, Teniente de Alcaide del Alcázar de Sevilla, siendo Alcaide principal Jorge de Portugal, uno de los representantes más destacados de la nobleza lusa que se afincó en Sevilla a inicios del siglo XV. Con una de las mansiones nobiliarias más importantes en el entorno de la calle de la Borceguinería, allí Magallanes fue recibido, alojado y tratado como a un familiar más, convirtiéndose estos dos personajes en los principales valedores ante el rey Carlos I del proyecto transoceánico de nuestro navegante. Magallanes llegó a Sevilla con un firme propósito: darle a conocer su empresa al Alcaide de los Alcázares, Jorge de Portugal (ca. 1490-1543), el representante más destacado de los ilustres linajes portugueses afincados en Sevilla desde el siglo XV. Una figura sin duda influyente en la Corte junto con su lugar teniente, Diego Barbosa, por aquel entonces Teniente de Alcaide, que pasaría a convertirse en el más firme defensor de las ideas de Magallanes, que pretendía inaugurar una nueva ruta comercial con las Indias por occidente, bordeando el continente americano aún a medio descubrir. Los lazos entre ambos compatriotas fueron tan fuertes, que Barbosa lo alojó en su casa y pasó a convertirse en su suegro. Magallanes se casó en Sevilla con Beatriz Barbosa, hija de Diego Barbosa y María Caldeira en 1518, y tuvo dos hijos: Rodrigo, que falleció aún siendo un niño, y Carlos, que corrió la peor de las suertes y murió al nacer.
     Junto a ellos, toda la colonia portuguesa que habitaba en la ciudad, arropó a Magallanes en su intención de conseguir financiación, reunir los recursos materiales y obtener el favor del rey Carlos I para llegar a las denominadas Islas de las Especias o Islas Molucas abriendo una nueva ruta comerciales a través de occidente, bordeando el continente americano. Todo ello para no atravesar las aguas y territorios portugueses que habían quedado delimitados tras el Tratado de Tordesillas firmado entre los Reyes Católicos y Juan II de Portugal.
     Durante aquellos meses, Fernando de Magallanes anduvo alojado en la selecta Borceguinería, actual calle Mateos Gago. En este entorno se encontraban las mejores edificaciones de la ciudad, y de entre ellas sobresalía la mansión nobiliaria -con unas propiedades aledañas tan extensas que llegaban hasta la plazuela de Doña Elvira- de Jorge de Portugal.
     La calle fue denominada De la Borceguinería debido a los numerosos negocios del Gremio de los Borceguineros (fabricantes de zapatos), que residieron en esta calle hasta el siglo XVIII. Durante la Edad Media, la calle se llamó también Entalladores, en el corte que va desde la Plaza Virgen de los Reyes hasta la confluencia con la Calle Mesón del Moro. Esto es debido, a que en este tramo vivían los obreros que trabajaban en la construcción de la Giralda. Desde Mesón del Moro hasta Fabiola, se llamaba Borceguineros. En 1869, se unificaría el nombre pasando a llamarse íntegramente Comuneros. Ya en 1893, tomaría el nombre de Mateos Gago (1827-1890), en honor del teólogo, catedrático, filósofo y canónigo de la Catedral. Este sacerdote fue también fundador de la Academia Sevillana de Estudios arqueológicos.

     5.- CALLE ALEMANES. Gradas de la catedral "La actual Calle Alemanes. Gradas de la Catedral"
     Desde el inicio de sus tiempos, las gradas o escalinatas que circundan la Catedral de Sevilla, en la margen derecha de la actual calle Alemanes ha sido uno de los espacios más frecuentados y bulliciosos de la ciudad. Recorrido hoy por una muchedumbre de transeúntes y turistas, en los arranques del XVI eran el centro de tratos y negocios más concurrido de Sevilla. Lonja abierta de comerciantes y banqueros, púlpito para los pregones de toda clase de productos y ventas de esclavos, retablo de maravillas y escaparate de la sociedad sevillana. En concreto, la calle Alemanes debe su nombre a que, desde la Edad Media, estaban asentados en ella los mercaderes de origen alemán llegados a la ciudad. Se trata de uno de los lugares de Sevilla que menos transformaciones ha sufrido con el paso del tiempo, por eso aún puede contemplarse de manera casi idéntica esas escalinatas o gradas, rodeadas de cadenas, que a principios del siglo XVI fueron el lugar más importante del mundo, visitado y frecuentado por los más grandes mercaderes, comerciantes y señores de alta alcurnia de la tierra, que trataban variopintos negocios entre los que preponderaba la compraventa de oro, plata labrada, sedas, piedras preciosas e incluso esclavos.
     Podríamos decir que las Gradas de la calle Alemanes eran el mentidero en el que se mezclaban letrados y vagabundos, pícaros y mancebas, frailes y monjes, marinos y cargadores de esportilla… Todos habituales de un mercado tan lujoso que el Ayuntamiento creó el cuerpo de Alguaciles de las Gradas, para cuidar y guardar de tan importante y tan productivo lugar.
     En los andenes de las Gradas se abre la puerta del Perdón de la catedral. En los años de la travesía que dio la primera vuelta al Mundo, entre 1519 y 1522, se revistió con yeserías y esculturas, rematándose con un relieve de la expulsión de los mercaderes del templo. Una clara advertencia para que los negociantes se abstuvieran de su costumbre de reunirse y hacer sus tratos en el interior de la catedral, como comenzó a ocurrir en días de lluvia y como prolongación natural del mercado exterior conforme cobraba importancia y se iba llenando de puestos y mercaderes las zonas de la calle.
     Prueba de su irrefrenable dedicación mercantil, en las Gradas se remató la suerte de la nao Victoria al volver de su gloriosa travesía, como documenta el historiador Juan Gil. Sin hacer caso a quienes reclamaron su conservación “por memoria” de su hazaña, en 1523 fue subastada en las Gradas y adquirida por el genovés Esteban Centurión, empleándose en la navegación de la carrera de Indias hasta perderse su pista en 1525.

     6.- AVENIDA DE LA CONSTITUCIÓN. Catedral de Sevilla "Construida para hacer de Sevilla la sede del mayor templo de la Cristiandad -aún hoy es la catedral gótica cristiana más grande del mundo-, la Catedral fue punto de salida y regreso de los navegantes que partieron en la expedición de Magallanes."
     Levantada sobre el solar de la antigua mezquita de la ciudad, la Santa Catedral de Sevilla en su estilo gótico tal y como la conocemos hoy, se hace realidad en el cabildo catedralicio celebrado en julio de 1401. Según la tradición oral sevillana, la decisión de los canónigos habría sido: "Hagamos una iglesia tan grandiosa que los que la vieren labrada nos tengan por locos", y según el acta capitular de aquel día, la nueva obra debía ser "una tal y tan buena, que no haya otra su igual". A su llegada a la ciudad en 1517, Magallanes se encuentra un edificio, centro de todas las devociones, de máximo esplendor, que había terminado de construirse, en su fase inicial, en 1506. Se había levantado, en tiempo récord, el gran símbolo del auge y esplendor de Sevilla que suponía la Catedral de Sevilla, un edificio magno que pone de manifiesto, no sólo la prosperidad de la ciudad como uno de los emporios económicos más importantes del mundo en el siglo XVI; sino que convierte a Sevilla en capital mundial de la Cristiandad. El cuerpo edificatorio, como decíamos, se concluye en 1506; y al año siguiente, en 1507, tiene lugar la consagración del templo, aunque aún quedaban pendientes algunas obras por concluir, como las portadas, capillas y retablos. El resultado fue un grandioso templo gótico de enormes dimensiones y riguroso diseño. El cierre de las bóvedas de crucero se remató, dando por concluidas las obras, en 1517, año en el que hacen presencia en la ciudad Fernando de Magallanes y Rui Faleiro, dispuestos a conseguir financiación para su expedición comercial hasta las islas de las Molucas.
     La relación de Magallanes con la Catedral de Sevilla fue intensa. En el templo, que cuenta con cinco naves y 25 capillas, destaca la llamada "capilla de la Virgen de la Antigua", situada en el flanco meridional, que custodia la imagen del mismo nombre. Según cuenta la leyenda, fue un ángel quien condujo al rey conquistador de Sevilla, Fernando III El Santo, hasta esta imagen escondida en la anterior Mezquita de la ciudad.
     La Virgen de la Antigua, considerada un símbolo de la maternidad, despertó gran devoción entre los marinos y exploradores, a la que se encomendaban antes y después de navegar. Según la tradición, los expedicionarios de Magallanes rezaron ante ella antes de partir en 1519, y ante ella se postraron, igualmente, los 18 supervivientes de la nao Victoria -de los 265 que zarparon- al regresar de su periplo en 1522, "en camisa y descalzos, con un cirio en la mano". En septiembre de 2011 se colocó una inscripción de bronce en la puerta de la capilla para rememorarles: “La expedición que dio la primera vuelta al mundo con la nao Victoria partió y finalizó en dicha capilla”.
     El contacto de Magallanes con la Catedral tiene continuación, asimismo, en la figura de Sancho de Matienzo, uno de los influyentes canónigos de la iglesia mayor que, al ser también tesorero de la Casa de la Contratación, jugó un papel crucial en el apresto de la armada de la Especiería. Pese a los roces que tuvo con Magallanes, éste acabó otorgando su confianza a Matienzo al nombrarlo albacea de su testamento.

     7.- AVENIDA DE LA CONSTITUCIÓN. Archivo de Indias "El Archivo General de Indias custodia más de 40.000 documentos relacionados con la Conquista de América y su edificio se levanta sobre la Casa Lonja de Mercaderes del siglo XVI, con la que terminó el comercio en las gradas de la Catedral"
     Carlos III ordenó en 1785 convertir en Archivo General de Indias la que fuera antigua Lonja de los Mercaderes, levantada en 1572 para desalojar a los comerciantes que se habían acostumbrado a realizar su trabajo en las gradas y el interior de la Catedral de Sevilla (ver punto 5 - calle Alemanes, gradas de la Catedral). A partir de ese momento, el edificio pasó a guardar la totalidad de los fondos documentales relacionados con la conquista del Nuevo Mundo y actualmente, está considerado como uno de los mayores centros de investigación sobre la Historia de América, con más de 40.000 documentos, entre los que destacan los Diarios de Cristóbal Colón. Las continuas protestas del Cabildo catedralicio contra el mercadeo de todo tipo de productos -incluso de esclavos- que se llevaba a cabo, desde el siglo XV, en las gradas de la Catedral en la calle Alemanes, derivan en la creación de la Casa Lonja de Mercaderes como espacio acotado en el que realizar la actividad comercial de la ciudad. Los tratos y compra ventas se habían extendido ya al interior del Patio de los Naranjos e incluso dentro del propio templo en días de lluvia, lo que ocasionaba las continuas quejas y protestas del arzobispo. Así pues, la Lonja se levanta finalmente a mediados del XVI en los terrenos donde hoy se encuentra el Archivo General de Indias, el mayor centro de investigación de la Conquista de América, parte fundamental del conjunto declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco -junto con la Catedral y el Alcázar- en 1987.
     El edificio se encarga al arquitecto real Juan de Herrera y se levanta sobre unas gradas para superar el desnivel del terreno, elegido junto a la antigua judería, entre la Catedral y las murallas del Alcázar. Su planta es prácticamente un cuadrado, albergando en su interior un patio monumental al estilo del Claustro de Los Evangelistas del Monasterio del Escorial, trazado por el propio Herrera, y con el que la Lonja sevillana guarda similitudes. Cuando en el siglo XVIII Carlos III decidió crear el Archivo de Indias, se realizaron algunas obras de acondicionamiento del edificio, como la redecoración de la gran escalera principal, con planchas de mármol, y la ejecución de una serie de estanterías construidas con ricas maderas de Cuba.
     Hasta la construcción del Archivo General de Indias sobre el edificio original de la Casa Lonja de Mercaderes, toda la documentación relativa a la administración de los territorios de Ultramar estaba repartida entre los archivos de Simancas, Cádiz y Sevilla. Con esta unificación en la capital andaluza, se daba respuesta a ese deseo reinante en el espíritu de la Ilustración de escribir una historia de la conquista e hispanización de América que contestara a los escritos extranjeros que habían tratado el tema, como el francés Histoire des deux Indes (Guillaume-Thomas Raynal, 1770) o el anglosajón The History of America (William Robertson, 1777).
     Asimismo, de la importancia que tiene en la historia la expedición organizada por Magallanes, que daría como resultado la I Circunnavegación a la Tierra, es consciente el Archivo, y ha dedicado una de sus salas para exponer la carta que Elcano escribió al emperador Carlos V desde Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), el 6 de septiembre de 1522, nada más concluir la mayor gesta de la navegación de todos los tiempos: "Mas sabrá su Alta Majestad lo que en más avemos de estimar y temer es que hemos descubierto e redondeado toda la redondeza del mundo, yendo por el occidente e veniendo por el oriente".

     8.- CALLE TEMPRADO. Reales Atarazanas de Sevilla "Edificadas en 1252 por encargo del rey Alfonso X El Sabio, las Atarazanas son los astilleros más antiguos que se conservan en España"
     Importante centro de construcción y reparación de embarcaciones, las Reales Atarazanas de Sevilla son uno de los espacios patrimoniales más enigmáticos y desconocidos de la ciudad, algo que no debe ocultar el importantísimo papel que ha jugado, tanto en la historia de Sevilla como en la de todos los territorios de Ultramar. En la época en la que Magallanes frecuentaba Sevilla, estas atarazanas aún funcionaban como constructora de barcos. El edificio tuvo otros usos: alojó a la primera sede que tuvo la Casa de Contratación de Indias, fue aduana e incluso un almacén de mercurio. La mayor edificación asociada al puerto de Sevilla eran las Atarazanas, nacidas como astilleros en el siglo XIII para construir y reparar embarcaciones, especializándose en la fabricación de galeras. Industria naval propiedad de la corona, se ubicaron en unos terrenos junto al río fuera de las murallas de la ciudad, un arenal cercano a las torres del Oro y de la Plata y a solo un metro sobre el nivel del agua, para facilitar el traslado de las embarcaciones. Se levantaron 17 naves de fábrica de ladrillo en sentido perpendicular al Guadalquivir -actualmente sólo quedan siete de ellas- y delante de la cerca almohade de la ciudad, que cubrían unos 15.000 metros cuadrados. Se trató de una de las mayores instalaciones industriales de la Baja Edad Media en Europa, de extensión comparable a la que tenía por entonces el Arsenal de Venecia.
     Estuvieron operativas entre los siglos XIII y XV como astilleros, y a partir de ahí dejó paso a su uso por instituciones públicas y almacén de cargadores, arrendadas a comerciantes. En el siglo XVIII se transforma en parque de Artillería, utilizándose las actuales siete naves para fabrica, almacenamiento de material de artillería y depósito de material para el ejército. En la actualidad subsisten varias naves de esta magnífica construcción, integradas en el hospital de la Caridad y la antigua Maestranza de Artillería.
     Una vez que Magallanes consiguió la financiación necesaria para preparar su travesía, por las Atarazanas pasaron las cinco naves que salieron de Sevilla capitaneadas por Fernando de Magallanes para su expedición de ultramar: La Trinidad, San Antonio, Victoria, Santiago y la Concepción, donde iba Juan Sebastián Elcano como maestre. Compradas en Cádiz y llevadas a Sevilla en un estado lamentable, en los meses previos a su partida se vararon para limpiar, reparar, calafatear, emplomar las costuras y embrear sus cascos, labores que requirieron tan abundante mano de obra que hubo de traerse hasta de las comarcas vecinas. Se trataba de pequeñas naves de unos 25 metros de largo (eslora) y 8 metros de ancho (manga).
     Las naos portaron ballestas, flechas, picas y otras armas medievales porque no sabían qué les podía pasar durante la arriesgada travesía. Magallanes era el único que llevaba una armadura completa. Llevaban alimentos poco perecederos como 200 botes de sardinas, 430 cabezas de ajo y 10.000 kilos de galletas de mar muy secas. Para poder tomar leche fresca cargaron siete vacas vivas. La bodega se cargó de toneles de agua y de más de 250 barriles de vino de Jerez, necesario para cuando el agua se pusiera putrefacta.

     9.- CALLE SANTANDER. Torre de la Plata "La Torre de la Plata, hoy escondida en la margen izquierda que sube de la Catedral hacia el río por la calle Santander, era el final de la Muralla de Sevilla por el Sur, y se unía con un muro a la Torre del Oro, cerrando el espacio del Arenal"
     Construida en el siglo XIII, fue conocida también como la Torre de los Azacanes -o porteadores de agua- , nombre que ya en el siglo XVI se cambió por los más sonoros Torre de la Plata y Torre del Oro, al ser ésta la entrada desde el río hacia la Casa de la Contratación de los caudales de tesoros y metales preciosos procedentes de las Indias, que, entre otras cosas, se emplearon en costear parte de la armada de la Especiería que saldría de Sevilla capitaneada por Magallanes en 1519 y que tendría como resultado la I Circunnavegación de la Tierra. Era el final del recinto amurallado de Sevilla por el sur, y se unía por un paño de la muralla de la ciudad a la Torre del Oro cerrando el espacio del Arenal. Sin embargo, y aunque nacieron de manera similar para cumplir las mismas funciones, la Torre de la Plata ha tenido una suerte mucho más desigual que la Torre del Oro con el paso de los siglos. Podríamos decir que son hermanas mellizas con destinos diferentes. Ambas fueron testigos del esplendor que vivió Sevilla con la llegada del oro de América a través del Guadalquivir. Seis siglos mimadas casi por igual hasta que la muralla almohade que las unía, su particular cordón umbilical, fue destruido en el siglo XIX, comenzando el declive de una en la misma proporción que crecía el mito de la otra.
     En concreto, cuando las murallas perdieron su utilidad como elemento de defensa, sus muros sirvieron como soporte a multitud de casas, almacenes y otros tipos de inmuebles. En concreto, desde principios del siglo XVI, la Torre de la Plata se vio rodeada de almacenes y casas, con la consiguiente pérdida visual de su arquitectura. Hasta época reciente sirvió como vivienda, quedando escondida su silueta entre edificios adosados, entre los cuales solo asomaban las almenas y poco más. Fue restaurada parcialmente en 1992 y tanto la torre como su entorno inmediato está en estudio para su mejor revalorización.
     Se trata de una torre de planta octogonal de lados irregulares en la cual se sabía de la existencia de dos dependencias: una situada en planta baja, sobre la que se situaba una en planta principal con salida a la cubierta superior, cerrada por un antepecho almenado. No obstante, las obras de restauración han descubierto un espacio inferior que servía de aljibe para la recogida de aguas.
     La planta inferior se cubre con una bóveda de crucería de un gótico primitivo, dispuesta en ocho elementos que soportan otras tantas nervaduras y que arrancan de unas sencillas pilastras con unas no menos simples impostas y vienen a unirse todas en una clave de forma poligonal. Una disposición similar se advierte en la planta alta, solo que aquí la bóveda de nervaduras aparece reforzada por una serie de tirantes de hierro que parten de un zuncho de igual material que trasciende al exterior.

     10.- PASEO DE CRISTÓBAL COLÓN. Torre del Oro "La Torre del Oro acoge hoy el Museo Naval de Sevilla. Propiedad de la Armada española, fue construida en 1220 y su misión era formar parte de la línea de muralla que defendía a los Reales Alcázares"
     Su nombre ha dado lugar a multitud de leyendas: desde que se debe al reflejo dorado que su imagen dejaba sobre el río debido a los materiales empleados en su exterior (mortero de cal y paja prensada), hasta que fue utilizada para almacenar el oro llegado de los territorios de Ultramar. Lo cierto es que la Torre del Oro, construida durante la dominación almohade de Sevilla, jugó un papel fundamental en la Sevilla del siglo XVI, como elemento principal del Puerto de la ciudad desde donde partían y regresaban todos los navegantes empeñados en emprender la aventura de las Indias. Con la construcción de la Torre del Oro se dio por completado el sistema defensivo de la Sevilla almohade y fue el punto más importante de la Sevilla intramuros, ya que defendía al puerto de la ciudad, un espacio que iría ganando en importancia en la vida comercial y administrativa del Sur de Europa, hasta alcanzar su cénit en la Sevilla del XVI, con motivo del descubrimiento de América y el inicio de las relaciones comerciales con los territorios de Ultramar. Durante los dos años que Fernando de Magallanes pasó en Sevilla preparando su expedición hacia las islas de las Especias inaugurando una nueva ruta marítima desde occidente -lo que daría como resultado la primera vuelta al mundo-, la Torre del Oro era, efectivamente, la primera recepcionaria de los cargamentos llegados de Ultramar. En concreto, en el muelle de la Torre del Oro, el más cercano a la Casa de la Contratación y las Atarazanas, los oficiales reales controlaron el embarque y desembarque de personas y cargamentos de las naves de Magallanes y Elcano.
     La Torre del Oro tiene tres cuerpos perfectamente distinguibles y cada uno de ellos fue construido en un período distinto. El primer cuerpo fue construido entre 1220 y 1221 por orden del gobernador de Sevilla almohade Abù I-Ulà. El segundo cuerpo fue obra de Pedro I en el siglo XIV. Por último, en 1760 el ingeniero militar Sebastián Van der Borcht finalizó la torre con otro cuerpo rematado en cúpula. Esta torre albarrana (dedicada a la defensa de la ciudad) ha atravesado varios momentos complicados, pero uno de los más críticos fue durante la Revolución de 1868, cuando los revolucionarios demolieron los lienzos de las murallas y los pusieron a la venta. Gracias a la intervención de los ciudadanos, que se opusieron en todo momento, la Torre no fue destruida.

     11.- PASEO DE MARQUÉS DEL CONTADERO. Puerto de Sevilla "El puerto fluvial de Sevilla, hasta el siglo XVIII, ocupaba el Arenal de la ciudad, una enorme explanada que se extendía entre las murallas y la orilla izquierda del Guadalquivir, y entre la Torre del Oro y el Puente de Barcas."
     Cuando Magallanes llegó a Sevilla el 20 de octubre de 1517, el Puerto en el que desembarcó era un espacio abigarrado, de enorme concurrencia, tráfico sin igual de navegantes, funcionarios, pícaros y buscavidas llegados de todas partes del reino de España y el resto de Europa esperando la oportunidad de embarcarse hacia las Indias en busca de fortuna. La salida de las expediciones suponía todo un acontecimiento en la ciudad. La industria local se volcaba en la reparación de las naves y en procurar todas las necesidades para el viaje, entre ellas, la localización de tripulación disponible. Una encrucijada de sueños". Así se definía en el Siglo de Oro español el Puerto de Sevilla: un lugar único, digno de admiración, un espacio registrado en la literatura por sus tunantes y bribones, cruce y mezclas de culturas, razas y procedencias. Aunque ya lo era desde mucho tiempo antes, después del descubrimiento de América -cuando Sevilla se universalizó- se convirtió en escala obligada para el comercio entre el viejo y el nuevo continente. Toda la actividad comercial confluyó en aquel puerto, convirtiéndolo en un lugar bullicioso y lleno de vida.
     En principio puede parecer curioso que se eligiera para el comercio y las expediciones hacia los territorios de Ultramar un puerto fluvial, a cien kilómetros de la costa, en un rio sinuoso. Sin embargo, la costa de Huelva caía fuera de las principales rutas terrestres de comunicación con el resto de España, era la periferia; y en la costa de Cádiz, Sanlúcar de Barrameda carecía de puerto abrigado y Cádiz, que con su bahía podía haber sido perfectamente Puerto de Indias -lo fue dos siglos más tarde- en los primeros años del siglo XVI era una ciudad pequeña, casi aislada de la península y expuesta a los ataques por mar. Tanto Sanlúcar como la capital gaditana estaban demasiado abierta, demasiado expuestas, y no eran seguras.
     En cambio, Sevilla era un puerto interior, a sólo 100 kilómetros del mar y por tanto más protegido de los ataques del exterior e incluso del contrabando. Meterse en el río y ascenderlo era una aventura, dejando tras de sí la posibilidad de un bloqueo en la desembocadura. Además, Sevilla tenía experiencia como puerto comercial desde la antigüedad. Por tanto, gracias a su situación estratégica, con el Descubrimiento de América, el puerto de Sevilla se convierte en uno de los más importantes de Europa.
     En el caso de la expedición de Magallanes, el puerto de Sevilla fue testigo de la enorme cantidad de provisiones que allí cargaron para poder abastecer a más de doscientos hombres durante dos años: más de cien toneladas de bizcocho, pan de harina de trigo, más de 6.000 litros de aceite, vino en gran medida de Jerez y vinagre de Moguer, habas, garbanzos, lentejas, harina, arroz, cebollas y ajos, pescado curado, quesos... Cargaron además un buena colección de objetos para hacer trueques con los indígenas, así como cañones, lanzas, picas y armaduras.
     En las cinco naves de Magallanes embarcaron unos 265 hombres. Algo más de la mitad eran españoles, con gran número de onubenses y vascos; pero se reclutaron también portugueses, italianos, muchos de ellos genoveses; griegos, flamencos, alemanes y franceses, y unos pocos naturales de otros continentes, como un hindú y un malayo. Una tripulación muy cosmopolita, que da la medida de la primera aventura global.

     12.- PUENTE DE TRIANA. Antiguo Puente de Barcas "Situado en el mismo lugar donde está el actual Puente de Isabel II, conocido como Puente de Triana, estuvo el llamado Puente de Barcas, un viaducto flotante creado sobre una hilera de barcas para comunicar la ciudad con Triana"
     Cruzar de una orilla del Guadalquivir a otra es una rutina diaria de miles de sevillanos. Durante setecientos años este hecho cotidiano que los habitantes de hoy hacen hasta por seis puentes y una pasarela (sin contar que cruza el río en la autovía de circunvalación SE-30) se hacía por un único puente flotante, creado sobre una serie de barcazas encadenadas entre sí y junto al cercano castillo de San Jorge. Cuando Fernando de Magallanes recaló en la ciudad para preparar su expedición, este puente era por tanto la única forma de comunicar Sevilla con el arrabal de Triana. Durante los primeros once siglos de la era cristiana, Sevilla no contó con ningún puente que uniera sus dos orillas, ni siquiera durante la dominación romana, cultura que ha dejado viaductos por toda la geografía española y andaluza. No fue hasta el siglo XI cuando comienza a construirse este primer puente, que permaneció en uso más de siete siglos. Eso sí, con constantes renovaciones, porque los materiales de los que se componía, maderas y cadenas, sufrían deterioros por la humedad y el paso del tiempo.
     Está documentado que la construcción fue encargada por el califa almohade Abu Yaqub Yusuf, quien fue el responsable de abundantes reformas urbanísticas, entre ellas la reedificación de las murallas del río en 1169 o el minarete que la base la Giralda, el sábado 5 de septiembre de 1171, cuando acababa de volver de un viaje a Córdoba. Tras siete siglos sin puentes, aunque siempre hubo barcas que cruzaban a los habitantes de una orilla a otra, bastaron 36 días para ejecutar aquel primer puente de Sevilla, ejecutado por carpinteros y alarifes. Al día siguiente de su conclusión, el 10 de octubre de aquel año fue inaugurado.
     La solución técnica que adoptaron los almohades para salvar la dificultad de enlazar amabas orillas con una estructura fija fue construir una pasarela de madera sobre una serie de barcas que estaban unidas entre sí por cadenas de hierro. Los historiadores discrepan sobre el número de embarcaciones que flotaban para sostener el puente, entre 10 y 17 según el estudioso. El historiador Antonio Herencia Ruiz dice que se construyó con 17 barcas mientras que Fernando Díaz de Valderrama -más conocido por su seudónimo de Fermín Arana de Varflora- calculó que fueron 11 y que se redujeron posteriormente a 10.
     Para el historiador José María de Mena, la construcción se hizo partiendo de sendos muelles que flotaban en sus extremos gracias al uso de pieles de cabra infladas. Los muelles flotantes servían para paliar el efecto de las mareas, que hacía oscilar la altura hasta en dos metros y medio. Las barcas estaban ancladas al fondo y sujetas entre sí por garfios de hierro y al fondo por nueve anclas con un peso de entre 6 y 9 quintales. Las cadenas estaban unidas al castillo de San Jorge en la orilla trianera.
     En la época en la que Fernando de Magallanes pudo cruzar este puente, era también frecuente que los condenados por la Inquisición lo hicieran camino de la prisión que albergaba el Castillo de San Jorge, donde esperaban los reos a la celebración de los autos de fe que se realizaban en el Prado de San Sebastián y, posteriormente, en los terrenos de Tablada.

     13.- MERCADO DE TRIANA. Castillo de San Jorge "Justo en los terrenos donde hoy se ubica el Mercado de Triana, se levantaba el denominado Castillo de San Jorge, fortificación de origen medieval que fue sede y prisión de la Santa Inquisición."
     La fortificación almohade fue la sede de la Inquisición -de hecho, los restos que quedan del castillo acogen hoy día el centro de interpretación y museo sobre el tribunal eclesiástico- y cuando Fernando de Magallanes preparaba su viaje en Sevilla, el Santo Oficio estaba en pleno apogeo. Aunque era su sede y se usaba como cárcel, el castillo no era la única prisión asociada al Tribunal de la Iglesia, que contaba también con una prisión permanente en las inmediaciones de la Iglesia del Salvador. El Castillo de San Jorge fue construido por los visigodos como fortificación defensiva de las inmediaciones del río a su paso por Sevilla, entonces denominada Spalis. Posteriormente, durante el dominio almohade, el conjunto defensivo llegó a contar con una muralla con diez torres, un foso y una barbacana. Estuvo unido en esa época al puente flotante creado sobre una hilera de barcas que separaba las orillas de la ciudad y el arrabal de Triana, el llamado Puente de Barcas (ver punto 12. Puente de Triana). El castillo y el puente tuvieron un protagonismo indiscutible en la reconquista de Sevilla: Fernando de Castilla, con la ayuda de la flota de Ramón de Bonifaz, rompería las cadenas que unían el puente y el castillo y logró así eliminar la barrera de defensa que suponían. Esto ayudaría a San Fernando a conseguir tomar la ciudad en 1248. Bajo el dominio del rey castellano y hasta 1280, el castillo pertenecería a la Orden Militar de San Jorge, patrón de los caballeros y los soldados.
     Con el paso de los siglos, la fortificación fue perdiendo relevancia en el entramado defensivo de la ciudad y su uso fue cambiando hasta que en 1481 se convirtió en sede de la Inquisición Española, que lo ocupó hasta 1626, cuando lo abandonó porque las frecuentes crecidas del río habían deteriorado sus murallas. Tras dejarlo el Santo Oficio, el castillo pasó a manos del Conde Duque de Olivares, que lo restauró y se hizo cargo de vigilar las actividades comerciales que se hacían ante la fortificación. En 1639, la Inquisición recuperó el castillo, donde permaneció más de un siglo, ya que lo dejó por segunda vez -ya definitiva- en 1785. Desde ese año y hasta su demolición, datada entre 1800 y 1803, fue ocupado por el Colegio de las Becas.

     14.- IGLESIA DE SANTA ANA "Considerada la Catedral de Triana, la iglesia de Santa Ana es el templo cristiano más antiguo de Sevilla. Construida en el siglo XIII por el rey Alfonso X El Sabio, en un principio estaba fortificada al estar extramuros de la ciudad"
     Cuenta la leyenda que Alfonso X mandó a levantar este templo tras curarse de una enfermedad que padecía en los ojos, una vez se hubo encomendado a la Virgen María. Como señal de agradecimiento a su actuación milagrosa se erigió la Iglesia de Santa Ana en honor a la madre de la Virgen. Hoy en día, la popularmente conocida como 'Catedral de Triana' alberga la imagen de la Virgen de la Victoria, que estuvo inicialmente custodiada en la cercana iglesia del mismo nombre -destruida en el siglo XIX- y ante la que se postraron los 265 tripulantes de la Expedición de Magallanes antes de partir del cercano Muelle de las Mulas. La iglesia de la Señora Santa Ana, de estilo gótico-mudéjar, tiene la peculiaridad de haber nacido como un templo fortificado, ya que se trataba de la primera iglesia construida tras la Reconquista de Sevilla, apartada del castillo de Triana, y, por tanto, lejos del recinto amurallado de la ciudad. De planta rectangular sin crucero, con tres naves, siendo la mayor más alta y ancha que las demás, y terminada en capillas poligonales, Santa Ana es un icono religioso y popular en Sevilla, epicentro de la vida del célebre barrio de Triana y objeto de veneración y culto de buena parte de los vecinos de la ciudad.
     La iglesia tiene tres portadas: una a los pies y dos en los laterales. La que mejor conserva su aspecto original es la lateral izquierda, correspondiente a la nave del evangelio, realizada en piedra y que se enmarcada con el escudo de Castilla. La portada de la nave de la epístola se encuentra muy reformada y está construida en ladrillo.
     La Iglesia está presidida por Santa Ana, con la Virgen y el Niño, obra de la segunda mitad del siglo XIII; y se completa con pinturas de alta calidad, renacentistas obra de Pedro Campaña, escenas de San Joaquín, el nacimiento, la presentación de la Virgen, el nacimiento de Jesús , los desposorios de la Virgen y San José, María Salomé y María Cleofás. Tras el descubrimiento de América y el establecimiento en Sevilla de la Casa de la Contratación, la ciudad se había convertido en el epicentro de la aventura de Ultramar, sede de marinos y navegantes y receptora de los tesoros venidos de las Indias. Eran muchos los trianeros que se marchaban al nuevo continente, encomendándose a su Santa, y si les iba bien, cuando volvían la obsequiaban con alguna obra de arte que hoy forma parte de su valiosa colección.
     Aunque sobrevivió al terremoto de 1755, su fisonomía medieval quedó muy dañada y tuvieron que ejecutarse importantes reformas llevadas a cabo por el arquitecto Pedro de Silva entre 1756 y 1758. Desde entonces el templo ha mantenido la misma estructura y sólo se le han realizado algunas restauraciones.
     Tras la destrucción del convento y de la Iglesia de Santa María de la Victoria en el siglo XIX -que se encontraba a un par de calles de la iglesia de Santa Ana, la imagen de la Virgen de la Victoria fue recogida en la ‘Catedral de Triana’. La talla es de autor desconocido y se cree que fue realizada a mediados del siglo XVI. Fue restaurada en 1898, cuando se le eliminaron las humildes ropas que la cubrían y quedaron al descubierto sus colores originales. En el altar de la Virgen, un azulejo conmemora la gesta del primer viaje alrededor del mundo. Es una recreación de la nao Victoria en cuyas velas lleva escrito un lema junto a la Cruz de Santiago: "Esta es la figura de nuestra bienaventura".

     15.- PLAZA DE CUBA. Puerto de las Mulas "El 10 de agosto de 1519 partieron del Muelle de las Mulas las cinco naves capitaneadas por Fernando de Magallanes. Desaparecido hoy, se encontraba en la orilla contraria al Puerto, en lo que actualmente es conocido como la Plaza de Cuba."
     También conocido como muelle de las Muelas, el Puerto de las Mulas se encontraba en la orilla opuesta a la Torre del Oro. Hoy no queda en pie ningún vestigio de aquel emblemático muelle que una calurosa mañana del 10 de agosto de 1519, vio cómo los 265 hombres que formaban la expedición de Magallanes desplegaban las velas de trinquete de las cinco naos y anunciaban su partida con dirección al nuevo mundo: Trinidad, San Antonio, Concepción, Victoria y Santiago. A este mismo lugar regresará sólo una de ellas, la nao Victoria, capitaneada por Juan Sebastián Elcano, un 8 de septiembre de 1522.Después de los dos años de trabajos preparatorios, del avituallamiento de las naves con provisiones, armas y mercancía para intercambiar con la población indígena, Fernando de Magallanes ve finalmente cumplidas sus aspiraciones de completar la ruta de las Especias con un nuevo itinerario que culminaría con la Primera Circunnavegación de la Tierra. Las cinco embarcaciones dispuestas para la gran aventura salen del Puerto de las Mulas el 10 de agosto de 1519, para recalar en Sanlúcar de Barrameda, puerto en el que terminaron de rematar los preparativos del viaje durante 40 días, para echarse a la mar definitivamente en septiembre de ese mismo año.
     Antes de su partida, Magallanes y sus 265 expedicionarios realizaron de rodillas el juramento de fidelidad a la bandera española y al rey ante una multitud congregada en la Iglesia del convento de Santa María de la Victoria, hoy desaparecido. En ese momento recibió el estandarte imperial de manos del corregidor, un funcionario real. Presidiendo el altar mayor, la Virgen de la Victoria, una imagen de la Virgen con el niño sobre sus rodillas. Se cree que a este convento de los Hermanos Mínimos, que estuvo en el solar que hoy ocupa el colegio José María del Campo en el barrio de Triana, Magallanes prometió entregar una gran suma de dinero a la vuelta de la expedición a cambio de que los monjes rezaran por el éxito del viaje.
     Tres años más tarde y tras conseguir dar la vuelta al mundo en un viaje que narró para la posteridad el navegante italiano Antonio Pigafetta, que ejerció de cronista de la gesta, regresaron a este mismo Muelle de las Mulas 18 supervivientes. Magallanes había muerto en Filipinas el 27 de abril de 1521, en un combate con los habitantes de la pequeña isla de Mactan. Descalzos, de aspecto cadavérico, los que consiguieron regresar lo hacen capitaneados por Juan Sebastián Elcano en una única nave, la Nao Victoria. Cuentan que una multitud los ve llegar sumida en un completo silencio, mientras desde la nave resuenan las salvas de los cañones con las que tradicionalmente se celebraba la llegada a un nuevo puerto. La nao, que viene remolcada río arriba desde Sanlúcar, apenas se mantiene a flote. De inmediato, los supervivientes vuelven a postrarse a los pies de la Virgen de la Victoria, que casualmente lleva el mismo nombre que la única embarcación superviviente.
     En la plaza de Cuba, enfrente de la torre del Oro, recuerdan esta epopeya global una placa colocada en 2010 en el antiguo convento de Los Remedios, al comienzo de la calle dedicada a Juan Sebastián Elcano, y la Milla Cero de la Tierra, el monumento conmemorativo de la primera circunnavegación con una esfera armilar. La expedición estaba formada por cinco naves con 265 hombres al mando de Magallanes. - Concepción (45 tripulantes) - Trinidad (55 tripulantes) - San Antonio (60 tripulantes) - Victoria (42 tripulantes) - Santiago (32 tripulantes) (Magallanes en ruta).

Conozcamos mejor la Biografía de Magallanes, artífice principal de la primera circunnavegación a la Tierra
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     Fernando de Magallanes (Sabrosa, Tras-os-Montes -Portugal-, c. 1480 – Isla de Mactán -Islas Filipinas-, 27 de abril de 1521); navegante y descubridor portugués al servicio de la Corona de España, caballero comendador de la Orden de Santiago.
   Nació en el norte de Portugal en el seno de una familia noble, los Magalhais, que en 1095 se establecieron en Portugal procedentes de Borgoña. El lugar y la fecha de su nacimiento no se conocen con exactitud, aunque la mayoría de las fuentes se inclinan por Sabrosa (cercana a Vila Real) como el lugar en el que vio la luz por primera vez, otras fijan su nacimiento en Oporto, Lisboa o Ponte da Barca (distrito de Viana do Castelo). En cuanto a la fecha se puede afirmar que fue en torno a 1480.
   Era el menor de los tres hijos de Ruy de Magallanes, hijo de Pedro Alonso de Magallanes, y de Alda de Mesquita, hija de Martín Gonzálvez Pimenta y de Inés de Mesquita. Sus hermanos se llamaban Isabel y Diego.
   De niño ingresó como paje de Leonor de Lancaster, esposa de Juan II, rey de Portugal desde 1481. En la Corte recibió lecciones de equitación, música, danza y adquirió conocimientos científicos que incluían clases de Ciencias Náuticas, Cartografía y Astronomía, impartidas por competentes maestros nacionales y extranjeros, también recibió una férrea formación religiosa que marcó en buena forma la conducta de su vida.
   Los años de su infancia fueron testigos de grandes descubrimientos geográficos llevados a cabo por españoles y portugueses con el doble propósito de extender la fe católica y averiguar la verdadera situación de las islas de las especias que, como la pimienta, clavo, nuez moscada, jengibre o canela, aparte de ser estimulantes del apetito, eran inmejorables conservantes, al tiempo que disfrazaban con su sabor la podredumbre de las viandas. En 1487, Bartolomé Díaz descubrió el cabo de las Tormentas, hoy cabo de Buena Esperanza; en 1492, Cristóbal Colón descubrió el Nuevo Mundo; Vasco de Gama dobló el cabo de Buena Esperanza en noviembre de 1497 y llegó a Mozambique; en 1500, Álvarez Cabral llegó, llevado por los vientos, a la Tierra de Santa Cruz, actual Brasil, cuya parte norte había sido descubierta unos meses antes por Vicente Yáñez Pinzón y Diego de Lepe. El mismo año de 1500 Juan de la Cosa dio a conocer la carta náutica de su nombre. 
  En el Portugal medieval que conocieron y en el que vivieron los antepasados de Fernando de Magallanes la náutica, los nuevos descubrimientos y el comercio eran los temas obligados en las conversaciones cotidianas que desde niño estuvo habituado a escuchar y que, sin duda, forjaron su espíritu aventurero y le llevaron a realizar la gesta que hizo que su nombre figure en los anales de la historia.
   De la Corte de Leonor de Lancaster pasó al servicio del rey Manuel I. Embarcó en la flota que, al mando de Francisco de Almeida, partió de Lisboa el 25 de marzo de 1505 camino de la India, de la que Almeida fue nombrado virrey.
   Esta fuerza naval tomó sucesivamente Quiloa, actual Kilwa Kisiwani (Tanzania) y Mombasa (Kenia), para concluir viaje en Cananore (costa de Malabar) el 21 de octubre. Aquí, el 16 de marzo de 1506, tuvo lugar un gran combate naval en el que los lusitanos al mando de Lorenzo de Almeida, hijo mayor del virrey, destruyeron la flota del Zamorín de Calicut (India), que había pretendido sorprenderle.
   En noviembre del mismo año partió Magallanes de Cochin (India), a las órdenes de Nuño Vaz Pereira, para sofocar unas agitaciones en Tanzania, desde donde viajó a Mozambique. 
  En marzo de 1509, enrolado en la armada de Diego López de Sequeira, partió hacia Malaca, con escalas en Madagascar, Ceilán, actual Sri Lanka, y Sumatra. El 11 de septiembre, fondeados en Malaca, fueron atacadas las naves por los indígenas, mientras los mandos de la escuadra se encontraban en tierra parlamentando con el rey, perecieron sesenta portugueses en un encarnizado combate y varios tripulantes de la nave de Sequeira quedaron prisioneros en tierra; Magallanes salvó de una muerte segura al capitán Francisco Serrano, lo que volvió a hacer unas semanas más tarde, cuando la nave de Serrano fue atacada por un junco armado. De estos hechos surgió una gran amistad entre estos dos hombres. Este primer reconocimiento de Malaca resultó, por tanto, un verdadero desastre, que fue en gran parte compensado por las valiosas informaciones náuticas conseguidas y las noticias auténticas de las islas de las Molucas, a donde llegó Francisco Serrano.
   En octubre de 1510 Magallanes se encontraba nuevamente en Cochin y pasó al servicio del nuevo virrey Alfonso de Albuquerque, con quien participó a fines de noviembre en la conquista de Goa la Vieja, capital de la entonces India portuguesa. Acompañado de Serrano, se unió otra vez a las tropas de Alburquerque para llevar a cabo la conquista de Malaca en agosto de 1511. De regreso a la metrópoli fue admitido al servicio de la Corte como mozo fidalgo y luego como fidalgo escudeiro.
   En agosto de 1512, enrolado en la gran armada de Jaime de Braganza, salió de Lisboa hacia la costa atlántica africana de Berbería, con la misión de someter a Muley Zeyam, jefe del entonces estado tributario de Azamor, que intentaba eliminar el poderío portugués en la zona; aquí fue herido en combate con una lanza que le dejaría cojo para siempre. 
   Como consecuencia de su ejemplar comportamiento en la última expedición, su jefe, Juan de Meneses, le nombró cuadrillero mayor, título honorífico que sólo había sido otorgado a dos soldados en el ejército portugués. El nuevo cargo le hacía responsable de la seguridad de los prisioneros de guerra y encargado de la custodia del botín capturado a los moros que ascendía a doscientas mil cabezas de ganado lanar y cerca de tres mil entre caballos y camellos.
   En mayo de 1514 murió su gran valedor en las tierras marroquíes, Juan de Meneses, y los enemigos de Magallanes, envidiosos por su cargo de responsabilidad, iniciaron una campaña de desprestigio contra él, acusándolo de malversación de fondos, de abuso de su cargo y de entendimiento con el enemigo. El nuevo jefe, Pedro de Sousa, que no sentía gran simpatía por él, lo destituyó y ordenó que se le abriese un proceso y que fuese juzgado por un consejo de guerra.
   Magallanes, convencido de su recto proceder, no le dio importancia al tema y regresó a Portugal sin haber nombrado una defensa legal para rebatir las causas que se le imputaban.
   Nuevamente en Lisboa, el rey, Manuel I el Afortunado, le ordenó trasladarse a Marruecos para ser juzgado de las faltas que se le acusaba. Salió absuelto del juicio y volvió a Lisboa, donde en audiencia con el Rey, tras enumerar sus méritos, desde su servicio como paje de la Reina madre hasta su herida en la plaza de Azamor, solicitó la gracia llamada de “moradía en la casa real”, que suponía el ascenso de rango en la vida social, y autorización para servir a la Corona en una de las carabelas que partiesen hacia las Molucas o viajar en una nave particular a las islas de las Especias, lo que le fue denegado. Magallanes pensó que se le hacía una gran injusticia y decidió salir de su patria.
     Recibió noticias de Francisco Serrano, en las que le comunicaba que las islas de las Especias, las Molucas, estaban muy lejos de la costa de Malaca y que sospechaba que, a tenor del Tratado de Tordesillas, de 7 de junio de 1494, que modificaba la bula (Inter Caetara II) del papa Alejandro VI, estableciendo una línea de demarcación a 370 leguas a occidente de las islas de Cabo Verde, a poniente de la cual podrían explorar los españoles y a oriente los portugueses, las Molucas estaban dentro de la demarcación reconocida a España. 
   Por aquel entonces, concretamente el 25 de septiembre de 1513, Vasco Núñez de Balboa había descubierto desde el istmo panameño el que llamó “mar del sur”, actual océano Pacífico, confirmando las conjeturas de cartógrafos y navegantes sobre la existencia de un océano entre las islas Indias colombinas y el continente asiático. Quedaba por descubrir un paso interoceánico que uniese el Atlántico y el Pacífico y, como consecuencia de las exploraciones por la zona realizadas hasta la fecha por Alonso de Ojeda, Vicente Yáñez Pinzón, Diego de Lepe, Díaz de Solís, Álvarez de Pineda y el propio Núñez de Balboa, parecía manifiesto que el supuesto estrecho no estaba en las zonas conocidas del Nuevo Mundo, pero nada se oponía a su existencia en regiones más australes o más boreales.
   De hecho, en algunas representaciones cartográficas de la época, como el mapa de Martín Waldseemüller (1507), el del polaco Stobnicza (1512) o el globo terráqueo de Johann Schöner (1515), en las que, quizás por similitud con el continente africano o con la península indostánica, se afinaba el aún desconocido sur del Nuevo Mundo y podía atisbarse un paso marítimo. La existencia de este paso permitiría a España llegar a las Molucas sin vulnerar ningún tratado.
   El trato de Magallanes con navegantes y cosmógrafos, su correspondencia con Serrano y su resentimiento con el rey portugués, le llevaron a buscar el apoyo de España para tratar de hallar el sospechado paso. Para ello renunció públicamente a la ciudadanía portuguesa y, dispuesto a buscar la ruta que permitiría llegar a las Molucas por poniente, se trasladó a Sevilla, eje de todos los negocios relativos a la expansión ultramarina, allí se unió a otros personajes como el cosmógrafo Faleiro, el también portugués Diego de Barbosa, empleado de las Reales Atarazanas, y el factor de la Casa de Contratación de Sevilla, Juan de Aranda, por cuya mediación pudo conocer a altos personajes a quienes expuso sus proyectos y consiguió una audiencia real en Valladolid.
   En la Corte de Lisboa se conocieron estas gestiones, con el consiguiente temor de que los castellanos pudiesen perturbar el monopolio portugués sobre las especias, hasta el extremo de que llegaron a pensar en entorpecer de algún modo la empresa e incluso en eliminar a su promotor, razón por la que el obispo de Burgos, Juan Rodríguez de Fonseca, vicepresidente del Consejo de Indias, puso una escolta a Magallanes.
   En Sevilla, Magallanes contrajo matrimonio con Beatriz Barbosa, hija del influyente Diego Barbosa, con la que tuvo un hijo.
   En España habían ocurrido hechos importantes, había muerto el rey Fernando el Católico y estuvo como regente el cardenal Cisneros hasta la llegada de Carlos I, que a finales de 1517 desembarcaba en las costas cantábricas acompañado de un gran séquito de cortesanos flamencos, que, aunque mal recibidos por el pueblo español, rápidamente se hicieron los dueños de la política hispánica.
   Carlos I se informó a fondo del proyecto de Magallanes y le dio su aprobación. En el documento de capitulación firmado en Valladolid el 22 de marzo de 1518, quedó bien claro que, por un período de diez años, Magallanes y Faleiro se reservaban los derechos a los viajes posteriores que se realizasen, no concediendo la Corona permiso a nadie que no fuese a ellos, siempre y cuando la búsqueda del paso se intentase por la ruta que ellos señalaban en la costa de América. Quedaba también muy claro que tenían que respetar la demarcación de Portugal. Dada la importancia del viaje, se les concedía la vigésima parte de los beneficios obtenidos, el título de adelantado y gobernador de las islas y tierras que se descubriesen a favor de Magallanes, sus hijos y herederos, y la quinta parte de los beneficios obtenidos con las especias que trajesen al regreso. 
   A comienzos de septiembre de 1518, comenzados los preparativos para emprender el viaje, el Rey le concedió a Magallanes el título de caballero comendador de la Orden de Santiago y también en esos días nació su primer hijo, al que bautizó con el nombre de Rodrigo, nombre muy español a la vez que portugués, ya que éste era el nombre del padre de Magallanes.
   Para el viaje se hizo un gasto de 8.000.000 de maravedís y se prepararon cinco naves: la Trinidad, de 110 toneladas; la San Antonio, de 120 toneladas; la Concepción, de 90 toneladas; la Victoria, de 85 toneladas; y la Santiago, de 75. Las tripulaciones estaban integradas por unos doscientos cuarenta hombres, entre ellos, el burgalés Gonzalo Gómez de Espinosa, alguacil mayor y luego capitán general de la flota; el portugués Estevao Gomes o Esteban Gómez, piloto de la Trinidad, que desertaría con la San Antonio; el genovés Juan Bautista de Punzorol, maestre de la Trinidad; el portugués Duarte Barbosa, que llegó a mandar la expedición; el piloto francés Francisco Albo, autor del más valioso documento náutico del viaje; el jerezano Ginés de Mafra, conocedor del arte de navegar y transcriptor de una versión de la campaña; el ligur León Poncaldo de Manfrino, piloto y autor de una historia de la derrota e islas halladas; el lusitano Alvaro de Mesquita, primo de Magallanes, que actuaría como capitán de la San Antonio; Juan de Cartagena, primer capitán de la última nave citada y veedor general de la Armada; el sevillano Andrés de San Martín, cosmógrafo inquieto y piloto inicial de la misma San Antonio; el guetarense Juan Sebastián Elcano, contratado como maestre de la Concepción y capitán después de la Victoria; Gaspar de Quesada, capitán de la Concepción; el portugués Joao Carvalho, piloto de la misma nao y más tarde capitán general de la flota; el onubense Martín de Ayamonte, grumete de la Victoria; cuya declaración ante los portugueses es fuente directa para el estudio del viaje; Juan Serrano, capitán de la Santiago y piloto mayor de la flota, y Antonio Pigafetta, caballero de Rodas, nacido en Vicenza, que actuó como cronista y relator de los hechos, sin cuyo relato no se habría tenido conocimiento de tantos datos interesantes y valiosos como ha proporcionado su obra.
   El 10 de agosto de 1519 las cinco naos iniciaron su viaje hasta fondear en Sanlúcar de Barrameda, desde donde se hicieron a la mar el 20 de septiembre. Entre el 27 de septiembre y el 2 de octubre hicieron provisiones y completaron las dotaciones hasta doscientos sesenta y cinco hombres en Tenerife, luego se acercaron a la costa africana de Sierra Leona para buscar los vientos del sudeste que les llevarían al cabo brasileño de Santo Agostinho y, desde allí, hasta la bahía carioca de Santa Lucía, hoy Guanabara. Hacia el 27 del mismo mes, siempre navegando hacia el sur, reconocieron el cabo Santa María, descubierto por Díaz Solís cinco años antes, y el 10 de enero llegaron a la desembocadura del río de la Plata, que estuvieron explorando hasta el 7 de febrero.
   Durante la travesía desde Canarias hasta las costas sudamericanas surgieron tensiones y rivalidades; nada más zarpar, Magallanes ordenó a sus capitanes que, durante la noche, siguiesen el resplandor del farol que iba en la nao capitana, para que no perdiesen el rumbo. Ordenó también que, al atardecer, las cuatro naves saludasen a la capitana con un disparo de artillería. Juan de Cartagena, capitán de la San Antonio, no lo hizo, y el capitán general le ordenó que se aproximase con su barco, le preguntó por qué no saludaba como se había ordenado y éste contestó que era persona conjunta y tenía el mismo rango. Más tarde, Juan de Cartagena fue relevado en el mando, sustituyéndole Álvaro de Mesquita, como consecuencia de un nuevo enfrentamiento ocasionado por los cambios de rumbo que había ordenado el capitán general sin solicitar el parecer de sus oficiales.
   El 24 de febrero llegaron a una gran bahía, que bautizaron con el nombre de San Matías, en la que no encontraron el paso que buscaban. El 2 de marzo penetraron en una nueva bahía, que bautizaron como bahía de los Trabajos, actualmente conocida como Puerto Deseado, y el 31 del mismo mes llegaron al puerto que denominaron San Julián donde pasaron una fría y dramática invernada de cinco meses de duración.
   Aquí salieron a relucir abiertamente los resentimientos y agravios acumulados durante el viaje, Magallanes invitó a comer en su nao a capitanes y pilotos, pero sólo Mesquita aceptó la invitación. El clima de descontento y sedición aumentó de tal manera que, una noche, Juan de Cartagena y el capitán de la Concepción, Gaspar de Quesada, se dirigieron con treinta hombres a la San Antonio, prendieron a Mesquita y mataron al maestre Juan de Elorriaga.
   Adueñados de la San Antonio, la Concepción y la Victoria, los amotinados requirieron a Magallanes que se atuviera a las instrucciones reales y la contestación fue el apresamiento de los mensajeros y el envío de un batel con gente armada a la Victoria, donde sabía que tenía muchos partidarios, al mando de Gómez de Espinosa, quien dio muerte al capitán Luis de Mendoza y convenció a la vacilante tripulación para que volviera a la legalidad. Magallanes bloqueó la entrada a la bahía con los tres barcos leales, la San Antonio fue vencida cuando intentaba escapar y la Concepción se rindió. Los oficiales amotinados fueron apresados, Álvaro de Mesquita fue nombrado capitán de la San Antonio, Juan Serrano de la Santiago y Duarte Barbosa de la Victoria.
   Poco después, durante ese mismo invierno en San Julián, la Santiago naufragó cuando exploraba la costa hacia el sur y la tripulación tuvo que realizar una penosa marcha por tierra para regresar a San Julián.
   El capitán de la primera nao perdida, Juan Serrano, tomó el mando de la Concepción.
   El 24 de agosto, reanudaron la marcha las cuatro naves que quedaban, pero a los dos días tuvieron que refugiarse de los vientos junto a la desembocadura del río Santa Cruz, a poco más de 50º de latitud sur, donde permanecieron hasta el 18 de octubre, fecha de comienzo de la primavera en aquellas latitudes; el 21 de octubre avistaron y bautizaron el cabo de las Once Mil Vírgenes, a poco más de 52º de latitud sur. La San Antonio penetró por la embocadura unas cincuenta leguas y regresó con la noticia de que estaban en un estrecho que bautizaron con el nombre de Todos los Santos, festividad religiosa del día, y al que la historia le daría el nombre de Magallanes. Perdura el topónimo con que los expedicionarios denominaron al macizo que les quedaba por babor, Tierra de los Fuegos, o Tierra del Fuego, en alusión a las hogueras nocturnas que señalaban los campamentos de los indígenas.
   Durante la navegación por el estrecho, Magallanes ordenó a la San Antonio que explorase una de las posibles aperturas al mar. Durante la exploración el piloto Esteban Gómez hizo prisionero al capitán Mesquita y convenció a la tripulación para desertar y volver a España pasando por Guinea. El 27 de noviembre, los tres buques que quedaban llegaron al océano, en el que navegaron durante tres meses y veinte días sin provisiones frescas ni agua, lo que hizo que empezasen a padecer de escorbuto. Durante este tiempo no encontraron una sola tormenta, por lo que denominaron océano Pacífico al mar que Núñez de Balboa había bautizado como Mar del Sur. Inicialmente pusieron rumbos de componente norte a lo largo de la costa chilena, el 24 de enero, ya de 1521, avistaron una isla que bautizaron con el nombre de San Pablo, donde no encontraron lugar apropiado para desembarcar, por lo que continuaron navegando hasta el 4 de febrero, que descubrieron la que llamaron isla de los Tiburones, incluida con la anterior en la denominación de Infortunadas o Desventuradas, que bien pudieron ser las actuales Fakahina y Flint. No encontraron en estas islas los víveres que necesitaban y, una vez cortada la línea del ecuador, entre el 12 y 13 de febrero, navegaron hacia el noroeste hasta el día 28, que pusieron rumbo oeste, una vez en latitud 13º norte. El día 6 de marzo avistaron el actual archipiélago de las Marianas, que bautizaron islas de los Ladrones. Fondearon en la mayor de las islas, la de Guam. Allí fueron recibidos por los nativos, afables pero codiciosos, que asaltaron los tres buques y se llevaron todo lo que podía ser trasladado: las vajillas, cuerdas, cabillas y hasta las chalupas.
   Permanecieron allí solamente tres días para abastecerse y una semana después avistaron la isla de Siargao, al nordeste de Mindanao, en las actuales Filipinas, el 16 de marzo la de Dinagat, y posteriormente llegaron a Limasawa el 28 de marzo, festividad de Jueves Santo, donde el reyezuelo de la isla les acogió amistosamente y les proporcionó víveres. Allí, sobre un altar improvisado, se ofició la primera misa en tierra filipina.
   Una semana más tarde, ayudados por un piloto filipino, dejaron Limasawa y llegaron a la isla de Cebú, donde el rey Humabón les recibió con los brazos abiertos, y el domingo 14 de abril, después de una misa celebrada en la plaza del poblado, fue bautizado con el nombre del rey de España, Carlos.
   Magallanes le regaló a la Reina una imagen del Niño Jesús tallada en madera negra, que el arzobispo de Sevilla le había entregado antes de salir de España. Es curioso que más de cuarenta años después, el 16 de mayo de 1565, los soldados de Legazpi encontraran en la misma isla aquella imagen, a la que el pueblo filipino rinde aún hoy en día un culto entrañable en una capilla del convento cebuano de los padres agustinos.
   Con el fin de afianzar la soberanía española en toda la comarca pidió a los caciques vecinos que se sometiesen al dominio del rey de Cebú. Éstos enviaron regalos al monarca isleño como símbolo de su adhesión, excepto uno de ellos, Silapulapu, gobernador de Mactán, que no aceptó la invitación del capitán general, que reaccionó tratando de humillarle por la fuerza. Humabón y los oficiales españoles desaconsejaron un enfrentamiento abierto, pero Magallanes insistió en llevar a cabo una operación de castigo y tomó personalmente el mando de la acción. En la mañana del 27 de abril, con unos setenta hombres a bordo de dos bateles y escoltado por varias canoas cebuanas, se dirigió al poblado de Mactán, donde desembarcaron bajo una lluvia de flechas envenenadas y consiguieron prender fuego a las chozas del poblado.
    Magallanes recibió una pedrada en el rostro y fue herido en el brazo derecho. Durante la retirada, que llevaron a cabo con precipitación, recibió un machetazo en la pierna y luego fue rematado en el suelo.
   Las gestiones de los españoles para que les fuese entregado su cadáver y los de los que murieron con él fueron inútiles. Más tarde fue erigido un monumento/ memorial, que hoy en día se puede contemplar, en el lugar donde Magallanes fue asesinado por los nativos en la pequeña isla de Mactán.
   Nuevos problemas determinaron que Juan López de Carvalho tomase el mando de la expedición y de la Trinidad, Gonzalo Gómez de Espinosa fue designado capitán de la Victoria y Juan Sebastián Elcano el de la Concepción.
   Auxiliados por prácticos nativos llegaron a la pequeña isla de Panglao, donde Carvalho fue destituido, la Concepción fue incendiada debido al mal estado en que estaba y a la falta de tripulantes y Elcano tomó el mando de la Victoria.
   El 7 de noviembre de 1521 las dos naos llegaron a la isla Tidore, en las Molucas, alcanzándose así el objetivo marcado por Magallanes. Aquí cargaron especias y el 18 de diciembre iniciaron el viaje de regreso a España, pero la Trinidad hacía mucha agua y tuvieron que volver a Tidore, donde Elcano se comprometió ante Gómez de Espinosa a conducir la Victoria directamente a España por la ruta portuguesa, mientras que la Trinidad intentaría volver a América, una vez reparada. Fue entonces cuando surgió la idea de dar la vuelta al mundo, pues la expedición de Magallanes había salido con el fin de llegar a las Molucas por poniente y regresar por el mismo camino de ida.
   La Trinidad intentó sin éxito cruzar el Pacífico hasta Panamá y regresó a las Indias Orientales. La Victoria, en mejores condiciones para navegar, bajo el mando de Juan Sebastián Elcano, tomó la ruta occidental por el cabo de Buena Esperanza y el 8 de septiembre de 1522, llegaron a Sevilla los dieciocho exhaustos miembros de la tripulación que sobrevivieron al hambre, la sed, el escorbuto y a las hostilidades de los portugueses, que detuvieron a la mitad de los hombres de Elcano cuando hicieron escala en las islas de Cabo Verde.
   En el Panteón de Marinos Ilustres, en San Fernando (Cádiz), existe una lápida dedicada a la memoria de Magallanes por el entonces Colegio Naval Militar, que fue colocada al instalarse éste en el edificio contiguo en 1853 (Carlos Márquez Montero, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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