Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la calle Mateos Gago, de Sevilla, dando un paseo por ella.
Hoy, 15 de junio, es el aniversario del nacimiento (15 de junio de 1827) de Francisco Mateos Gago, a quien está dedicada esta vía del callejero sevillano, así que hoy es el mejor día para ExplicArte la calle Mateos Gago.
La calle Mateos Gago es, en el Callejero Sevillano, una vía que se encuentra en el Barrio de Santa Cruz, del Distrito Casco Antiguo, y va de la plaza Virgen de los Reyes, a la calle Fabiola.
La calle, desde el punto de vista urbanístico, y como definición, aparece perfectamente delimitada en la población histórica y en los sectores urbanos donde predomina la edificación compacta o en manzana, y constituye el espacio libre, de tránsito, cuya linealidad queda marcada por las fachadas de las edificaciones colindantes entre si. En cambio, en los sectores de periferia donde predomina la edificación abierta, constituida por bloques exentos, la calle, como ámbito lineal de relación, se pierde, y el espacio jurídicamente público y el de carácter privado se confunden en términos físicos y planimétricos. En las calles el sistema es numerar con los pares una acera y con los impares la opuesta. También hay una reglamentación establecida para el origen de esta numeración en cada vía, y es que se comienza a partir del extremo más próximo a la calle José Gestoso, que se consideraba, incorrectamente el centro geográfico de Sevilla, cuando este sistema se impuso. En la periferia unas veces se olvida esta norma y otras es difícil de establecer.
La vía, en este caso una calle, está dedicada a Francisco Mateos Gago, intelectual sevillano, que vivió en sus inmediaciones.
Resultado de la unión bajo un solo topónimo en 1869 de dos calles, la que iba de la plaza Virgen de los Reyes hasta la confluencia de Mesón del Moro y la otra desde ésta a Fabiola. La primera fue conocida desde el s. XIII como Borceguinería o de los Borceguineros, porque allí tenían sus tiendas estos fabricantes de zapatos o borceguíes, que tuvieron ordenanzas aprobadas por los Reyes Católicos. Con esta denominación será conocida hasta 1869, en que pasará a denominarse Comuneros, en recuerdo de las comunidades de Castilla enfrentadas a Carlos I y derrotadas en Villalar; en 1875, de nuevo Borceguinería, hasta 1893, en que se acuerda rotularla Mateos Gago en reconocimiento de Francisco Mateos Gago (1827-1890), teólogo, catedrático y decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Sevilla, que había vivido y muerto en las inmediaciones. El segundo tramo, el que va de Mesón del Moro a Fabiola, era conocido al menos desde el s. XVI como Corral de don Juan, por el que allí existió. Con esta denominación fue conocido hasta finales del s. XVII en que la orden de Clérigos Regulares Menores labraron iglesia y convento (1657-1728), pasando a denominarse calle de los Menores. En 1869 se une con Borceguinería para ser rotulada Comuneros, poco después Borceguinería y finalmente Mateos Gago.
Describe un amplio arco; el primer tramo es ancho y rectilíneo y más estrecho e irregular el segundo; se ensancha a modo de plaza triangular al confluir con Fabiola. Según González de León era "bastante angosta, desigual y torcida", descripción que le hará justicia hasta los años veinte de este siglo en que se ensancha. La fisonomía tradicional nos es conocida por los numerosos dibujos y fotografías conservados, dado que desde ella se conseguía una de las más amplias y bellas perspectivas de la Giralda. Desde el s. XIX existieron proyectos para comunicar el centro con la estación de San Bernardo por el barrio de Santa Cruz, que incluía su ensanche, pero éstos no se iniciaron hasta la segunda década del presente siglo y afectaron especialmente a la acera de los impares en su primer tramo, siendo culminados en los años de la Exposición Iberoamericana de 1929, según proyecto de A. Arévalo, al amparo de los beneficios legales promulgados para la misma. Como consecuencia de este ensanche desapareció el tacón constructivo y el ángulo que hacía Don Remondo al confluir con Virgen de los Reyes; también desapareció el ángulo en la confluencia con Abades. En la acera de los pares se actuó también en este período en la confluencia con el callejón de Santa Marta, que perdió su primer tramo, plaza del Tambor (hoy Rodrigo Caro), Mesón del Moro, Guzmán el Bueno y Fabiola. Hace algunos años desaparecieron las columnas unidas por cadenas existentes en la puerta de la parroquia de Santa Cruz, siendo sustituidas por marmolillos y permitiendo así un pequeño ensanche en la confluencia con Guzmán el Bueno.
Estuvo originariamente enladrillada y desde comienzos del s. XVII empedrada. La actividad económica que en ella se desarrollaba y las posadas, con el consiguiente tráfico de calesas, dieron lugar a numerosas quejas del vecindario por el mal estado del empedrado y a continuas reparaciones. En 1617 ordenó el Cabildo que se taparan los caños que vertían a la calle aguas procedentes de los bodegones, tintoreros y otros establecimientos para evitar el lodo y las inmundicias que llegaban hasta las gradas de la Catedral. Las quejas y las reparaciones con piedra continuarán en los s. XVIII y XIX hasta 1859, en que fue adoquinada poco después de haber instalado el gas. En las primeras décadas del presente siglo fueron adoquinados los espacios incorporados a la vía pública con la demolición de casas y en los años setenta cubierta de asfalto. Recientemente se ha recuperado el adoquinado. Las aceras son de losetas de cemento. En un primer tramo existen naranjos en alcorques y se ilumina con farolas fernandinas; el segundo tramo carece de árboles y posee farolas tipo gas adosadas.
La actual fisonomía es consecuencia de las actuaciones en las primeras décadas del s. XX; casi todos los edificios constan de tres o cuatro plantas. Quedan, sin embargo, edificios notables de épocas anteriores concentrados en el segundo tramo, como la parroquia de Santa Cruz, originariamente iglesia de los Mínimos bajo la advocación del Espíritu Santo, terminada en 1728 y cuya fachada se levantó en 1929 con diseño del arquitecto Juan Talavera; la casa-patio núm. 39, esquina a Fabiola, del s. XIX, con dos plantas, fachada avitolada y portada de piedra con pilastras cajeadas y un riquísimo patio de columnas; destaca asimismo la núm. 19, con tres plantas, fachada avitolada y cierre de madera. En el primer tramo y ya en los años veinte de nuestro siglo, destaca el edificio esquina a Virgen de los Reyes, obra de Vicente Traver, que conserva una bóveda octogonal sobre trompas, restos de una sala de baños árabes; y la núm. 9, obra del mismo arquitecto. Las casas núms. 24 y 25 con fachadas de ladrillo visto, ésta última inspirada en la famosa Casa de las Conchas de Salamanca, son de Aníbal González; merece mencionarse también la construida por Juan Talavera esquina a Rodrigo Caro, de fachada avitolada con cinco plantas y mirador, y la realizada por Antonio Arévalo en el núm. 18.
Tuvo desde antiguo una gran actividad comercial. Así tras el asentamiento de los borceguineros en el s. XIII hay referencias de que hubo tintoreros y bodegones en el s. XVI, y desde el s. XVII empieza a ser característica la función de hospedaje, con la proliferación de tabernas, mesones y posadas, a la que no sería ajena la transformación, en el mismo siglo, en bodegones y casas de mala nota del Corral de los Olmos y del Corral de don Juan, situados en ambos extremos de la calle. Lo estrecho y quebrado del espacio y la proliferación de calesas de camino y "sillas volantes" obligaron al Ayuntamiento a prohibir en 1726 el estacionamiento de estos vehículos porque dificultaban el tránsito; esta prohibición se mantuvo a lo largo del siglo, como lo demuestran los escritos que propietarios y arrendatarios dirigen al municipio pidiendo excepciones, prórrogas y hasta autorización para construir cobertizos extramuros donde albergar los carruajes. Por otra parte en 1800 se solicita autorización para abrir una posada de carruajes "cómoda y decente", lo que habla de la persistente función y de la concurrencia de forasteros. Esta concurrencia se vería aumentada con la presencia de la oficina de administración general de Rentas Nacionales instalada en la que fue casa de los duques de Veragua y condes de Gelves, que permaneció hasta 1839, así como la Casa Real de Postas existente en el s. XIX. Santiago Montoto también sitúa, sin precisar fecha, la Carnicería de los Dolientes, encargada de proporcionar carne a los enfermos durante la Cuaresma. Hazañas y la Rúa sitúa el Corral de don Juan en el solar que hoy ocupa la parroquia de Santa Cruz y el colegio público propiedad de Juan Ortiz y posteriormente de Juan Ponce de León. Este corral de vecinos, de gran capacidad, fue convertido en corral de comedias, en donde actuaron en el s. XVI Lope de Rueda y el italiano Alberto Nacer de Ganassa y se representaron las obras de Juan de la Cueva. Posteriormente, en el s. XVII, fue ocupado por mujeres de mala fama.
En la actualidad sigue teniendo funciones semejantes; los viajeros de otro tiempo son los turistas de hoy que abarrotan los numerosos bares y restaurantes, y junto a ellos las agencias de viajes, tiendas de recuerdos (souvenirs), algún anticuario y un hostal. Los atascos de los siglos pasados se repiten hoy durante todo el día a pesar del ensanche, de la circulación en un solo sentido y de la implantación en la zona de aparcamiento limitado; aquéllos son provocados en las mañanas fundamentalmente por los repartidores y por la noche por los muchos asistentes a los bares. Entre los más concurridos se encuentran el Bar Giralda y la tradicional bodeguita de Juan García Avilés, que expende vinos de Manzanilla; ambos tienen gran atractivo para los jóvenes universitarios. Los restaurantes allí instalados están orientados para el turismo. Hay, asimismo, tres librerías, una de ellas especializada en libros antiguos de Sevilla. En la casa núm. 21 nació y murió Santiago Montoto, ilustre historiador y polígrafo, autor entre otros muchos libros del titulado Las calles de Sevilla. En la puerta se conserva una lápida referida a su padre con la siguiente inscripción: "En esta casa morada falleció el día 30 de Septiembre de 1929 el Excmo. Sr. D. Luis Montoto y Rautenstrauch, poeta del lugar, cantor de los mártires del trabajo, polígrafo insigne, cronista de Sevilla, a la que consagró su corazón y su pensamiento, espejo de caballeros y dechado de humildad. La ciudad de Sevilla dedica este mármol a la grata memoria de su hijo predilecto. 1929".
Por sus peculiaridades esta vía ha atraído a muy diversos artistas: escritores, pintores y fotógrafos; así, la han descrito literariamente o han situado escenas en ella Vélez de Guevara en El diablo cojuelo (1646), Ford en el Manual para viajeros por Andalucía (1830), Luis Montoto en un episodio de En aquel tiempo (1873), Palacio Valdés en La Hermana San Sulpicio (1880), Sánchez del Arco en Cruz de guía (1943), Grosso en Giralda 2 (1984), Barrios en La Espuela (1964), etc. Este último la describe así: "Se sabe cada sonido y cada piedra. Se sabe el énfasis de la lápida al prócer y el quejido perezoso de la verja que cierra la parroquia de Santa Cruz; la vieja blancura de las figurillas de marfil -como muertos pequeñitos- en la tienda de antigüedades, las risas que se escapan de la Academia de Corte, el olor del vino repuntado y peleón de las tascas vecinas -"La Goleta", "Las Campanillas",..- y la bandera descolorida y lacia del Distrito de la Policía Urbana con penumbras en las que se amontonan bicicletas y carretillas de reparto". Se han conservado numerosas pinturas, dibujos y fotografías en los que el propósito principal fue dejar constancia de la Giralda, pero a la vez se han recogido la fisonomía de la calle y el ambiente humano; así destacan el lienzo de G. Pérez de Villaamil (1830- 1840), la litografía de D. Roberts (1833), que supone una visión un tanto distorsionada y en la que aparecen soportes de hierro para entoldar la calle, y la litografía de A. Haig (1885).
A mediados del s. XIX formaba parte del recorrido de la procesión de Nuestra Señora de la Alegría de la parroquia de San Bartolomé. El Martes Santo es escenario de la salida procesional de las imágenes de la Hermandad de la parroquia de Santa Cruz. Existía en la entrada de la Borceguinería un retablo callejero dedicado a la Purísima Concepción que se libró de la limpieza revolucionaria realizada en 1868; existió también una pequeña capilla sobre las gradas de la parroquia de Santa Cruz dedicada a Nuestra Señora de la Rosa de Jericó, que ya hubo intentos de retirar en 1859. En 1990, con motivo de obras de infraestructura y pavimentación, se puso de manifiesto la muralla de la Judería que corre desde la esquina de Mesón del Moro a Fabiola girando en este punto hacia Aire [Salvador Rodríguez Becerra, en Diccionario histórico de las calles de Sevilla, 1993]
Mateos Gago, 1. En la planta baja de este edificio se conserva una bóveda octogonal sobre trompas sostenida por cuatro columnas y rodeada por espacios abovedados de probable origen musulmán, posiblemente una sala de baños.
Mateos Gago, 8. Edificio de dos plantas y ático con vanos de medio punto. En el interior, patio de columnas.
Mateos Gago, 32. PATIO DEL ANTIGUO CONVENTO DE MENORES. Consta de tres plantas, la inferior con galería de pilares cruciformes sobre los que cabalgan arcos rebajados. La planta principal está compuesta por pilastras toscanas, que enmarcan esbeltos arcos ciegos semicirculares en los que se abren balcones. En la tercera planta, balcones separados por pilastras. La escalera se cubre con bóveda en cuyo centro se conserva un fresco de la Resurrección. En torno a este patio se conservan algunas salas.
Mateos Gago, 39. Casa de dos plantas, con fachada avitolada y portada de piedra con pilastras cajeadas a media altura que sostienen un entablamento. El zaguán está cerrado por una cancela interesante. En el interior, patio de columnas con una rica decoración de yesería de tipo plateresco, en ambas plantas. Algunas salas se cubren con artesonados [Francisco Collantes de Terán Delorme y Luis Gómez Estern, Arquitectura Civil Sevillana, Excmo. Ayuntamiento de Sevilla, 1984].
Conozcamos mejor a quien está dedicada esta vía del callejero sevillano, Mateos Gago:
Francisco Mateos Gago (Grazalema, Cádiz, 15 de junio de 1827 – Sevilla, 10 de octubre de 1887), numismático, profesor universitario de Teología, erudito y activo miembro de los círculos intelectuales sevillanos del siglo XIX.
Nació en una familia de medianos recursos y, tras la epidemia de cólera de 1834 quedó huérfano, encargándose de su custodia su tío materno, médico titular de Grazalema. No obstante su educación se realizó en Sevilla, ingresando en la Universidad Literaria en 1840, donde cursó la carrera de Filosofía y Letras y siete años de Teología, asistiendo además a clases de Jurisprudencia. Durante ese período, participó también en la creación de la Biblioteca Provincial de Sevilla.
En 1850 ganó por oposición la cátedra de Latín y Castellano del seminario conciliar de San Isidoro y San Francisco Javier de Sevilla. Dos años más tarde fue ordenado presbítero y poco después nombrado vicerrector del seminario conciliar de Cádiz. Tras estos importantes hitos en su carrera académica, Mateos Gago se planteaba acceder como docente en la Universidad consiguiendo, tras adquirir el grado de doctor en Teología, la cátedra interina en 1855. Ganó por méritos propios la cátedra de Teología en la Universidad Central, aunque acabaría siendo transferido a la Hispalense en 1859. Ejerciendo en ella como decano interino de la Facultad de Teología, abrió el curso académico de 1860-1861 con su “Discurso sobre el paganismo y la Teología”.
El mencionado artículo es el comienzo de la parte más notoria de su obra, los Opúsculos, y refleja cuáles fueron los principales intereses de la misma. En efecto, Mateos Gago se vio acuciado a exponer su pensamiento tras el auge del liberalismo que siguió a la Revolución de 1868, señalándose como uno de los más acendrados defensores de la tradición católica a través de una producción escrita sembrada de airadas diatribas contra políticos del momento, cosa que marcó su fama de activo polemista. La defensa de sus ideas se tradujo en la colaboración con varias publicaciones periódicas hispalenses, dependientes en algunos casos de la Iglesia, pero no siempre.
Sus actividades no se limitaron a este campo y sus inquietudes y aficiones arqueológicas y numismáticas le valieron ser nombrado censor de la Diputación Arqueológica Sevillana en 1865, miembro de la Comisión de Monumentos Históricos Sevillana en 1868 y académico electo de la Academia de Buenas Letras de la misma ciudad, un año después. Fue notable su preocupación por el Patrimonio artístico y arquitectónico hispalense que sufría en aquellos días importantes mermas por incapacidad del gobierno local según Mateos Gago, mientras que por su parte reunía objetos arqueológicos y, muy en especial, monedas de las que era buen conocedor. Activo miembro del Circulo Numismático Sevillano, colaboró escribiendo algunos artículos en la conocida obra de Antonio Delgado Catálogo de las medallas de las colonias y pueblos de España. Su excelente colección de monedas, formada por más de doce mil piezas, sería vendida tras su muerte por su hermano al Ayuntamiento Hispalense, cuyo catálogo se está actualizando.
Varios viajes le sirvieron para acrecentar sus colecciones, especialmente la estancia de año y medio (1869-1870) en Roma como teólogo para la preparación del Concilio Ecuménico Vaticano, y algunas visitas al norte de África. Extinta la Diputación Arqueológica, fue miembro fundador de la Sociedad Arqueológica Sevillana en 1870, continuando la labor de protección y difusión del Patrimonio histórico y arqueológico, tarea que le valdría ingresar como académico correspondiente de la Real Academia de la Historia, en 1887.
Su ideología, plasmada básica pero no exclusivamente en los Opúsculos, muestra una faceta de polemista apegado a un tradicionalismo a ultranza, pero fue la Numismática lo que dejó una huella más viva de Mateos Gago. Para entenderle es interesante transcribir una frase que él dijo de sí mismo: “No soy político ni historiador, ni teólogo ni filósofo, sino a condición de ser católico”.
Muerto a los sesenta y tres años, los reconocimientos a sus méritos fueron numerosos y el Ayuntamiento hispalense rotuló con su nombre una céntrica calle de Sevilla en 1893 (Francisca Chaves Tristán y Manuel Fernández Chaves, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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La calle Mateos Gago, al detalle:
El edificio de la calle Mateos Gago, 1
El edificio de la calle Mateos Gago, 8
El edificio de la calle Mateos Gago, 9
El edificio de la calle Mateos Gago, 14
El edificio de la calle Mateos Gago, 18
El edificio de la calle Mateos Gago, 19
El edificio de la calle Mateos Gago, 24
El edificio de la calle Mateos Gago, 25
El edificio de la calle Mateos Gago, 32 (Patio del Antiguo Convento de Menores)
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