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sábado, 12 de junio de 2021

La Ermita de Nuestra Señora del Águila, en Alcalá de Guadaira (Sevilla)

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Sevilla, déjame ExplicArte la Ermita de Nuestra Señora del Águila, en Alcalá de Guadaira (Sevilla).  
   Hoy, sábado 12 de junio, como todos los sábados, se celebra la Sabatina, oficio propio del sábado dedicado a la Santísima Virgen María, siendo una palabra que etimológicamente proviene del latín sabbàtum, es decir sábado
   Y que mejor día que hoy, para ExplicArte la Ermita de Nuestra Señora del Águila, en Alcalá de Guadaira (Sevilla).
  La Ermita de Nuestra Señora del Águila se encuentra en la calle Santa María, 18, de Alcalá de Guadaira (Sevilla).
   Construida sobre los restos de una mezquita musulmana, el actual edificio es una obra mudé­jar del siglo XIV. Tiene cabecera poligonal y tres naves separadas por pilares que soportan arcos apuntados y crean cinco tramos. En el primer cuarto del siglo XVI se levanta la capilla que se abre en la cabecera de la nave izquierda, cubier­ta, al igual que el presbiterio, por una bóveda de nervadura. Reformada ampliamente la ermita tras el terremoto de 1755, en 1936 desaparecie­ron las cubiertas de madera, restaurándola con posterioridad el arquitecto Gómez Millán. La portada de los pies, con arquivoltas apuntadas, es de la etapa fundacional y la de la nave derecha de finales del XVIII. La torre está exenta y se levanta en la cabecera de la ermita.
   El templete neogótico del presbiterio lo diseñó el pintor Jiménez Aranda y en él aparece la imagen de Nuestra Señora del Águila, ejecutada en 1937 por Antonio Illanes siguiendo el modelo de la desaparecida. En la capilla de cabecera de la nave derecha se han recuperado recientemente restos de una pintura  mural de principios del siglo XVI representando a Santiago y a San Mateo. La escultura de Santiago existente en la nave es obra moderna de Pineda Calderón (Alfredo J. Morales, María Jesús Sanz, Juan Miguel Serrera y Enrique Valdivieso. Guía artística de Sevilla y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2004).
   La iglesia de Santa María del Águila, se construyó con dinero público, del Tesoro de Castilla, no eclesiástico, por lo que durante siglos fue considerada Patronato regio, interviniendo el Rey en el nombramiento de Párrocos y Beneficiados, régimen de administración y conservación, enterramientos etc. De todas formas, habiendo sido el Castillo alcalareño residencia real no sólo de Fernando III, sino de varios reyes medievales posteriores, Santa María debió ser remodelada y embellecida. Sobre la ventana del torreón que antaño albergó la pila bautismal, hay tallada en piedra una sugestiva Flor de Lis, signo de realeza. Lo mismo se diga, durante el tiempo en que la fortaleza perteneció al Marqués de Cádiz, que la reedificó casi totalmente. De esta época se conserva una interesante pintura mural al fresco que encabeza la nave de la epístola, y que constituye un interesante ejemplar de pintura de estilo gótico internacional. (S.XV), muy similar a las existentes en San Isidoro del Campo (Santiponce).
   
La iglesia tuvo feligreses hasta el siglo XVI en que las epidemias de pestes y el fin de la guerra, permitió a la población abandonar el recinto amurallado y descender buscando la comodidad del agua y las riberas del Guadaíra. Pese a ello, las Fiestas Mayores, Oficios de Semana Santa, Procesión del Corpus etc.., siguieron celebrándose hasta final del siglo XVIII en esta iglesia, cuya Cruz parroquial revestida de damasco carmesí, mantiene su preeminencia sobre las demás.
   En 1791 perdió los fueros y privilegios de «Iglesia Mayor» a favor de Santiago, y con ello el traslado a dicha parroquia de las fiestas mayores.
   En 1796, se produjo el desplome de parte de la techumbre de la nave central, pasando el culto y la Imagen de la Virgen a Santiago. El visitador dispuso su total derribo y absorción por Santiago de sus imágenes y rentas; pero el pueblo se opuso frontal y radicalmente, consiguiendo que se rehabilitase el templo y la Virgen volviese a su casa. Concluyeron las obras de reconstrucción hacia 1803.
   Con la invasión francesa, (1808 ) la Imagen ha de ser trasladada nuevamente a Santiago, pues el Templo recientemente restaurado se utiliza para acuartelamiento de las tropas napoleónicas causando grandes destrozos en el mobiliario. Del Altar Mayor son expoliadas algunas pinturas.
   La reacción se registra en 1891, con la creación de la Hermandad. Párrocos, sacerdotes y seglares, van a dedicar sus esfuerzos a rehacer la casa de la Virgen. Desde entonces la historia de la Hermandad está enlazada con permanentes obras y mejoras en el templo.
   En el siglo XX se han realizado tres grandes intervenciones. En 1911, bajo la dirección de Don José Gestoso y Diaz, se acometió un amplio proyecto de reforma artística. Con los sucesos de 1936, la iglesia, a excepción de la Capilla Mayor, quedó reducida a cenizas, siendo reconstruida en 1943. Finalmente hubo otra gran reconstrucción en 1963 cuando debido a la escasa calidad de las maderas utilizadas solo veinte años antes, cedieron nuevamente las techumbres.
   La pintura mural existente, corresponde a restos de un conjunto mural gótico. En ellas aparecen representados Santiago, Patrón de España recibiendo el evangelio de manos de San Mateo, Patrón de Alcalá. El fondo es adamascado con bandas semejantes a pilastras con decoración de candelieri que podría ser una intervención posterior a la fecha de su realización. En el intradós del arco aparecen escudos y decoraciones vegetales góticos.
   Cuando la iglesia fue pasto de las llamas en 1936, al desprenderse el retablo de Santa Ana apareció esta pintura hasta entonces desconocida. Había permanecido oculta desde el siglo XVI, primero por un retablo dedicado a San Gregorio y después por el referido de Santa Ana. Esto ha permitido que la obra se conserve en estado original sin repintes, ni restauraciones. La escasez de medios en el momento de la reconstrucción de la iglesia tras los sucesos de 1936, obligó a que la obra fuera tapada con el altar de San Mateo a la espera de una restauración.
   En 1993, este retablo fue trasladado dejando a la vista la pintura mural que fue restaurada en 1995 por la Dirección General de Bienes Culturales de Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía.
   En 1951 Manuel Pineda Calderón realiza por encargo del Ayuntamiento alcalareño una imagen del Santo Patrón de la Ciudad para ser colocada en la iglesia de la Santísima Virgen del Aguila.
   El imaginero alcalareño realizó la obra en madera tallada siguiendo la estética neobarroca imperante en la escultura religiosa procesional andaluza. El santo, de potente cabeza de rizada cabellera y espesa barba oscura.
   Aparece inclinado hacia delante en actitud itinerante, ostentando en sus manos la pluma y el libro de su Evangelio. Destacan en la escultura el tratado de los paños, cuya calidad no sólo se debe al fino y rico estofado que ostente, sino también al movimiento y corporeidad que posee.
   La mencionada imagen del Patrón de Alcalá se encuentra sobre un retablo del s. XVIII, procedente del convento de los Carmelitas de Carmona.
Horario de apertura de la Ermita de Nuestra Señora del Águila:
INVIERNO:
        – De Noviembre a Marzo de 16.00h a 19.00h.
PRIMAVERA Y OTOÑO:
        – De Abril a Mayo y de Septiembre a Octubre de 17.30h a 20.30h.
VERANO:
        – De Junio a Agosto de 19.30h a 21.30h.
Además, durante todo el año, los domingos y festivos abrirá de 10.00h a 13.30 h (web oficial de la Hermandad de la Virgen del Águila).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e  Iconografía de la Virgen con el Niño;
   Tal como ocurre en el arte bizantino, que suministró a Occidente los prototipos, las representaciones de la Virgen con el Niño se reparten en dos series: las Vírgenes de Majestad y las Vírgenes de Ternura.
La Virgen de Majestad 
 Este tema iconográfico, que desde el siglo IV aparecía en la escena de la Adoración de los Magos, se caracteriza por la actitud rigurosamente frontal de la Virgen sentada sobre un trono, con el Niño Jesús sobre las rodillas; y por su expresión grave, solemne, casi hierática.
   En el arte francés, los ejemplos más antiguos de Vírgenes de Majestad son las estatuas relicarios de Auvernia, que datan de los siglos X u XI. Antiguamente, en la catedral de Clermont había una Virgen de oro que se mencionaba con el nom­bre de Majesté de sainte Marie, acerca de la cual puede dar una idea la Majestad de sainte Foy, que se conserva en el tesoro de la abadía de Conques. 
 Este tipo deriva de un icono bizantino que el obispo de Clermont hizo emplear como modelo para la ejecución, en 946, de esta Virgen de oro macizo destinada a guardar las reliquias en su interior.
   Las Vírgenes de Majestad esculpidas sobre los tímpanos de la portada Real de Chartres (hacia 1150), la portada Sainte Anne de Notre Dame de París (hacia 1170) y la nave norte de la catedral de Reims (hacia 1175) se parecen a aquellas estatuas relicarios de Auvernia, a causa de un origen común antes que por influencia directa. Casi todas están rematadas por un baldaquino que no es, como se ha creído, la imitación de un dosel procesional, sino el símbolo de la Jerusalén celeste en forma de iglesia de cúpula rodeada de torres. 
   Siempre bajo las mismas influencias bizantinas, la Virgen de Majestad aparece más tarde con el nombre de Maestà, en la pintura italiana del Trecento, transportada sobre un trono por ángeles.
   Basta recordar la Madonna de Cimabue, la Maestà pintada por Duccio para el altar mayor de la catedral de Siena y el fresco de Simone Martini en el Palacio Comunal de Siena.
   En la escultura francesa del siglo XII, los pies desnudos del Niño Jesús a quien la Virgen lleva en brazos, están sostenidos por dos pequeños ángeles arrodillados. La estatua de madera llamada La Diège (Dei genitrix), en la iglesia de Jouy en Jozas, es un ejemplo de este tipo.
El trono de Salomón
   Una variante interesante de la Virgen de Majestad o Sedes Sapientiae, es la Virgen sentada sobre el trono con los leones de Salomón, rodeada de figuras alegóricas en forma de mujeres coronadas, que simbolizan sus virtudes en el momento de la Encarnación del Redentor.
   Son la Soledad (Solitudo), porque el ángel Gabriel encontró a la Virgen sola en el oratorio, la Modestia (Verecundia), porque se espantó al oír la salutación angélica, la Prudencia (Prudentia), porque se preguntó como se realizaría esa promesa, la Virginidad (Virginitas), porque respondió: No conocí hombre alguno (Virum non cognosco), la Humildad (Humilitas), porque agregó: Soy la sierva del Señor (Ecce ancilla Domini) y finalmente la Obediencia (Obedientia), porque dijo: Que se haga según tu palabra (Secundum verbum tuum).
   Pueden citarse algunos ejemplos de este tema en las miniaturas francesas del siglo XIII, que se encuentran en la Biblioteca Nacional de Francia. Pero sobre todo ha inspirado esculturas y pinturas monumentales en los países de lengua alemana.
La Virgen de Ternura
   A la Virgen de Majestad, que dominó el arte del siglo XII, sucedió un tipo de Virgen más humana que no se contenta más con servir de trono al Niño divino y presentarlo a la adoración de los fieles, sino que es una verdadera madre relacionada con su hijo por todas las fibras de su carne, como si -contrariamente a lo que postula la doctrina de la Iglesia- lo hubiese concebido en la voluptuosidad y parido con dolor.
   La expresión de ternura maternal comporta matices infinitamente más variados que la gravedad sacerdotal. Las actitudes son también más libres e imprevistas, naturalmente. Una Virgen de Majestad siempre está sentada en su trono; por el contrario, las Vírgenes de Ternura pueden estar indistintamente sentadas o de pie, acostadas o de rodillas. Por ello, no puede estudiárselas en conjunto y necesariamente deben introducir en su clasificación numerosas subdivisiones. 
    El tipo más común es la Virgen nodriza. Pero se la representa también sobre su lecho de parturienta o participando en los juegos del Niño.
El niño Jesús acariciando la barbilla de su madre
   Entre las innumerables representaciones de la Virgen madre, las más frecuentes no son aquellas donde amamanta al Niño sino esas otras donde, a veces sola, a veces con santa Ana y san José, tiene al Niño en brazos, lo acaricia tiernamente, juega con él. Esas maternidades sonrientes, flores exquisitas del arte cristiano, son ciertamente, junto a las Maternidades dolorosas llamadas Vírgenes de Piedad, las imágenes que más han contribuido a acercar a la Santísima Virgen al corazón de los fieles.
   A decir verdad, las Vírgenes pintadas o esculpidas de la Edad Media están menos sonrientes de lo que se cree: la expresión de María es generalmente grave e incluso preocupada, como si previera los dolores que le deparará el futuro, la espada que le atravesará el corazón. Sucede con frecuencia que ni siquiera mire al Niño que tiene en los brazos, y es raro que participe en sus juegos. Es el Niño quien aca­ricia el mentón y la mejilla de su madre, quien sonríe y le tiende los brazos, como si quisiera alegrarla, arrancarla de sus sombríos pensamientos.
   Los frutos, los pájaros que sirven de juguetes y sonajeros al Niño Jesús tenían, al menos en su origen, un significado simbólico que explica esta expresión de inquieta gravedad. El pájaro es el símbolo del alma salvada; la manzana y el racimo de uvas, aluden al pecado de Adán redimido por la sangre del Redentor.
   A veces, el Niño está representado durante el sueño que la Virgen vela. Ella impone silencio a su compañero de juego, el pequeño san Juan Bautista, llevando un dedo a la boca.
   Ella le enseña a escribir, es la que se llama Virgen del tintero (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
Conozcamos mejor la historia de la Sabatina como culto mariano; 
  Semanalmente tenemos un culto sabatino mariano. Como dice el Directorio de Piedad Popular y Liturgia, en el nº 188: “Entre los días dedicados a la Virgen Santísima destaca el sábado, que tiene la categoría de memoria de santa María. Esta memoria se remonta a la época carolingia (siglo IX), pero no se conocen los motivos que llevaron a elegir el sábado como día de santa María. Posteriormente se dieron numerosas explicaciones que no acaban de satisfacer del todo a los estudiosos de la historia de la piedad”. En el ritmo semanal cristiano de la Iglesia primitiva, el domingo, día de la Resurrección del Señor, se constituye en su ápice como conmemoración del misterio pascual.  Pronto se añadió en el viernes el recuerdo de la muerte de Cristo en la cruz, que se consolida en día de ayuno junto al miércoles, día de la traición de Judas. Al sábado, al principio no se le quiso subrayar con ninguna práctica especial para alejarse del judaísmo, pero ya en el siglo III en las Iglesias de Alejandría y de Roma era un tercer día de ayuno en recuerdo del reposo de Cristo en el sepulcro, mientras que en Oriente cae en la órbita del domingo y se le considera media fiesta, así como se hace sufragio por los difuntos al hacerse memoria del descenso de Cristo al Limbo para librar las almas de los justos.  
   En Occidente en la Alta Edad Media se empieza a dedicar el sábado a la Virgen. El benedictino anglosajón Alcuino de York (+804), consejero del Emperador Carlomagno y uno de los agentes principales de la reforma litúrgica carolingia, en el suplemento al sacramentario carolingio compiló siete misas votivas para los días de la semana sin conmemoración especial; el sábado, señaló la Santa María, que pasará también al Oficio. Al principio lo más significativo del Oficio mariano, desde Pascua a Adviento, era tres breves lecturas, como ocurría con la conmemoración de la Cruz el viernes, hasta que llegó a asumir la estructura del Oficio principal. Al principio, este Oficio podía sustituir al del día fuera de cuaresma y de fiestas, para luego en muchos casos pasar a ser añadido. En el X, en el monasterio suizo de Einsiedeln, encontramos ya un Oficio de Beata suplementario, con los textos eucológicos que Urbano II de Chantillon aprobó en el Concilio de Clermont (1095), para atraer sobre la I Cruzada la intercesión mariana.
   De éste surgió el llamado Oficio Parvo, autónomo y completo, devoción mariana que se extendió no sólo entre el clero sino también entre los fieles, que ya se rezaba en tiempos de Berengario de Verdún (+962), y que se muestra como práctica extendida en el siglo XI. San Pedro Damián (+1072) fue un gran divulgador de esta devoción sabatina, mientras que Bernoldo de Constanza (+ca. 1100), poco después, señalaba esta misa votiva de la Virgen extendida por casi todas partes, y ya desde el siglo XIII es práctica general en los sábados no impedidos. Comienza a partir de aquí una tradición devocional incontestada y continua de dedicación a la Virgen del sábado, día en que María vivió probada en el crisol de la soledad ante el sepulcro, traspasada por la espada del dolor, el misterio de la fe.  
    El sábado se constituye en el día de la conmemoración de los dolores de la Madre como el viernes lo es del sacrificio de su Hijo. En la Iglesia Oriental es, sin embargo, el miércoles el día dedicado a la Virgen. San Pío V, en la reforma litúrgica postridentina avaló tanto el Oficio de Santa María en sábado, a combinar con el Oficio del día, como el Oficio Parvo, aunque los hizo potestativos. De aquí surgió el Común de Santa María, al que, para la eucaristía, ha venido a sumarse la Colección de misas de Santa María Virgen, publicada en 1989 bajo el pontificado de San Juan Pablo II Wojtyla (Ramón de la Campa Carmona, Las Fiestas de la Virgen en el año litúrgico católico, Regina Mater Misericordiae. Estudios Históricos, Artísticos y Antropológicos de Advocaciones Marianas. Córdoba, 2016).
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