Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte los Jardines de la Caridad, de Sevilla.
Hoy, 5 de junio es el Día de la Caridad. El pasado jueves y mañana domingo la Iglesia celebra la Solemnidad del Corpus Christi. La celebración de la fiesta del Corpus Christi nos ofrece una vez más la oportunidad de agradecer y alabar a Dios por el don de la creación, y, sobre todo, el regalo de su Hijo Jesucristo sobre el ara del altar, y es por ello que en esta Solemnidad se celebra el Día de la Caridad.
Y que mejor día que hoy para ExplicArte los Jardines de la Caridad, de Sevilla.
Los Jardines de la Caridad, se encuentran en la calle Temprado, 8, aunque también tienen acceso por el Paseo Cristóbal Colón, 22; en el Barrio del Arenal, del Distrito Casco Antiguo.
Los Jardines de la Caridad se sitúan entre las calles Temprado, Núñez de Balboa, el Paseo Cristóbal Colón, y el Teatro de la Maestranza, frente al Hospital de la Caridad.
Fueron cedidos durante 75 años desde el 23 de septiembre de 2004 al Ayuntamiento de Sevilla por parte de la Diputación.
Cuenta con treintena de especies vegetales, y es obra del arquitecto Manuel García Sánchez.
En el citado parque se encuentra la estatua dedicada a Miguel de Mañara, obra póstuma de Antonio Susillo sobre pedestal de mármol rojo, inaugurada en 1902 junto al Parque.
Los terrenos que ocupaban estos jardines en el último tercio del siglo XIX, ofrecían tal aspecto de abandono, que el hermano mayor de la Caridad, solicitó al Cabildo su cesión para adecentarlo y convertirlo en un jardín. A principios de 1990, se transfirió este jardín a la Diputación de Sevilla, para que lo remodelase armónicamente con el entorno del Teatro de la Maestranza.
Tras la Exposición de 1992, los jardines sufrieron actos vandálicos, y tenían ocupas por lo que se cerraron durante 20 años.
Tras la reapertura se ha ubicado un monumento a Mozart realizado por Rolando Campos, inaugurado en 1991 con motivo del segundo centenario de la muerte del músico (www.sevilla.org).
Conozcamos mejor la Biografía de Miguel de Mañara, fundador del Hospital de la Santa Caridad, al que hacen alusión el nombre de estos jardines;
Miguel Mañara Vicentelo de Leca (Sevilla, 3 de marzo de 1627 – 9 de mayo de 1679), caballero de la Orden de Calatrava y “gran limosnero de Sevilla”.
A Miguel Mañara se le ha querido confundir a veces, fruto de la literatura romántica francesa del siglo XIX, con el mismo Juan Tenorio, que de gran pecador de disipada juventud, se convirtió en el gran arrepentido, de penitente y piadosa vejez. Nada hay en la juventud de Mañara, que tenga algo que ver cun esis “crímnes tan numeroso —que le atribuye E. Van Loo— como numerosos eran sus triunfos amatorios”; ni nada semejante a ese “llibertini cavallero” que presenta: el de “la espada continuamente ensangrenyada”. Contrario es el juicio que le merece a Marañón, maestro indiscutible en la materia: “Durante toda la época romántica hasta nuestros tiempos —escribe— se ha personificado el donjuanismo en un sevillano del más alto valor emocional, en Don Miguel de Mañara [...], que todavía goza de un alto prestigio de Don Juan. Es igualmente un error, y no sólo porque Mañara es muy posterior a Tirso de Molina y no pudo, por tanto, ser su modelo, sino porque Mañara fue, ante todo, un místico”.
Nació en Sevilla de una familia rica, originaria de Córcega. Su padre, Tomás, había vuelto de sus viajes al Perú con fama de grosario o de opulento comerciante.
Pasó los días de su juventud entre las naturales diversiones y el ambiente cristiano de su familia. A los veinticuatro años, el ya caballero de Calatrava quedó de único heredero de la gran fortuna de sus padres, en aquella Sevilla, “amparadora de pobres y refugio de desdichados”, que era considerada entonces como una de las ciudades más ricas de Europa. En 1648 casó con Jerónima Carrillo de Mendoza, de la alta nobleza sevillana. Ésta murió pronto y fue entonces cuando Mañara, quien, al decir de sus contemporáneos, vivía “cuerda y cristianamente”, dio un nuevo cambio de vida. El mismo Mañara confesó que “vivía muy gustoso y teníase por muy afortunado con la compañía de doña Jerónima, su mujer, de quien cada día iba haciendo mayor estimación, al paso que iba conociendo los quilates de su mucha virtud, fuera de las demás prendas que la hacían singularmente amable”.
Cuando murió Jerónima, contaba con treinta y tres años de edad. En un golpe de gracia, aprendió entonces “a conocer con gran claridad la brevedad de la vida, la certidumbre de la muerte y la vanidad de las glorias del mundo”. Su sobrino, el marqués de Paradas, cuando corrió a su encuentro en la soledad de Montejaque (señorío de Jerónima), le halló “poseído de un sentimiento, aunque muy grande, muy prudente y católico, deseando sólo aprovecharse de golpe semejante y acabar de desatar las pigüelas de este mal mundo, que tanto impiden para volar al cieño”. Pasó, entonces, por un proceso de “conversión interior”; poco a poco se fue desprendiendo de sus inmensos bienes y pronto fue considerado como el gran limosnero de la ciudad. Entró en la cofradía de la Santa Caridad, que se dedicó a favorecer a pobres y necesitados, llegando a ser de por vida hermano mayor de la misma. En una de las actas del Cabildo se lee que “propuso el señor don Miguel Mañara que el principal instituto de la Santa Caridad de Nuestro Señor Jesucristo es cuidar de los pobres, y que los mendigos son los que tienen primer lugar como más desvalidos que andan a la inclemencia del tiempo de noche y de día, del que ha resultado morirse muchos aceleradamente.
Y que le parecía acudir a estos daños, haciendo el cabildo que los dichos pobres mendigos se recojan de noche y se les dé para que no padezcan mayor daño. Y allí, con lo que pueda, la Hermandad los socorra para que puedan dormir y enjugarse si estuvieren mojados”.
“Hospicio de pobres y peregrinos”, como llamaban a la Santa Caridad, hizo construir para ella una hermosa capilla, en la que dejaron obras maestras sus amigos Roldán, Valdés Leal y Murillo. Habiéndose desprendido de todos sus bienes, se quedó a vivir en una humilde celda de la Caridad, donde escribió su memorable Discurso de la verdad, y murió santamente el 9 de mayo de 1679. En el Libro nuevo de hermanos se anota lo siguiente: “Murió el día 9 de mayo de 1679 con grande opinión de santidad. Fue padre y restaurador de esta Hermandad.
Está su venerable cuerpo debajo del presbiterio de esta santa iglesia de la Caridad, encima de la cual, en una losa, están recopiladas sus heroicas virtudes [...] No merecimos tanto bien. Viva eternamente en la feliz compañía de los Santos”. En los sevillanos quedó la memoria de Miguel Mañara como “limosnero de la ciudad, “varón justo”, “padre de los pobres y consuelo de los afligidos”.
Se abrió su proceso de beatificación, que todavía sigue pendiente en Roma (Francisco Martín Hernández, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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Más sobre la Ruta Barrio del Arenal, en ExplicArte Sevilla.
Los Jardines de la Caridad, al detalle:
Monumento a Miguel de Mañara
El olivo tricentenario
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