Intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla", de Onda Cero

Intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla", de Onda Cero, para conmemorar los 800 años de la Torre del Oro

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jueves, 29 de febrero de 2024

El Castillo y Casa de la Encomienda, en Guadalcanal (Sevilla)

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Sevilla, déjame ExplicArte el Castillo y Casa de la Encomienda, en Guadalcanal (Sevilla).  
El Castillo de la Encomienda
     Para hacerles una descripción del castillo y casa de la Encomienda, hemos contado con el artículo que Aurora Ruiz-Mateos, escribió en nuestra revista de Guadalcanal del año 1994.
     Las primeras noticias de la casa de la Encomienda de Guadalcanal, figuran en el documento de 1313, que es la entrega de la Encomienda Mayor de León por don Arias Gómez, su comendador, al Maestre Diego Muñiz, por falta de salud, recibiendo a cambio las encomiendas de Coriel y de Guadalcanal. En él se compromete a nin labrar nin fortalecer el cortijo de Guadalcanal, sin licencia del maestre. Por la primera historia de la Orden de Santiago sabemos que el maestre don Lorenzo Suárez de Figueroa, hizo entre otras la casa de bastimentos de Guadalcanal.
     En 1406 Gonzalo Domínguez vende a dicho maestre unas casas con su corral que tienen linderos, los palacios de la Orden y dos partes a la calle pública.
     Es en 1494 cuando por primera vez se habla del castillo y después de esto, visitaron la persona de don Fadrique Enríquez, comendador de la dicha Guadalcanal y la casa con su castillo.
     Nada sabemos de la distribución del castillo en esta fecha, solamente que tiene en su interior una huerta con naranjos y árboles, que está en buenas condiciones.
     En 1498 sí hay una distribución de las partes del castillo, si bien no se puede hacer un esquema de dibujo debido a que hay habitaciones que la descripción sitúa de una manera muy imprecisa.
     Pero tanto por estas descripciones como por las sucesivas que son reformas que se verifican hasta 1549, sabemos , una vez atravesada la muralla, había un gran corral y pasando éste y a través de un zaguán, se llegaba al patio, que tenía dos corredores bajos, uno de cuatro arcos y otro de dos, y un pozo.
     En torno al patio se distribuían las distintas dependencias, siendo la zona noble de dos plantas, ubicadas en la parte éste y creemos que también en la del sur; en la zona este estaban las habitaciones más importantes, una de ellas con pinturas en las paredes y otra con ciertas armas pintadas en los pilares. Esta última tenía salida directa a la huerta, que tenía su noria y alberca. La zona de servicios, bodegas, bastimentos, caballerizas, etc. estaban en el ala oeste y en el trascorral, con excepción de una bodega que estaba en el corral delantero.
     En 1549 se están haciendo obras que cambian la distribución interior de la ciudadela. En el corral delantero se hace un palacio, de nueva planta, cuya ejecución se termina totalmente en 1604, lo que fue casa principal se transforma en el corral con los servicios, quedando en éste, como elemento claramente reconocible de aquella, el corredor de cuatro arcos.
     Interviene en la realización del palacio Pedro Merino, en quien está rematada la obra de la caballeriza y cuartos nuevos, pero no sabemos en qué parte, dado que el documento que lo cita lo hace únicamente en relación con la compra de unos materiales, procedentes del derribo de una caballeriza y un pajar de la antigua casa, y que el edificio se hace en distintas fases, y no se conservan los libros de todas las visitas realizadas.
     El molino de aceite lo citan por primera vez los libros en 1604 y se instala donde antes estaban los hornos. En esta misma fecha amplían el granero que suponemos lo hacen tomando las alcobas situadas junto al bastimento del pan. El trascorral situado detrás del corral de pozo, o parte de él, puesto que no sabemos sus dimensiones, se destina a sembrar cebada.
     El muro del castillo estaba todo almenado y tenía saeteras en la zona norte, donde estaba situada la puerta principal. Tuvo otras dos puertas, una en la zona sur y otra en el oeste. Las únicas torres que citan los documentos son una coracha y un torreón, en la zona de la huerta, que tiene un almendro en su interior en 1575. Existe un pasadizo que no se sabe de dónde sale ni a dónde va. Entre la muralla y las distintas partes del palacio hay un espacio que las rodea y comunica las zonas norte, sur y oeste. Los documentos no dicen nada de la zona este, que al ser la huerta, podía estar pegada al muro. De dicho espacio sabemos que, en la zona oeste, era un callejón y en el norte, por estar la puerta principal era más amplio.
     En la zona norte, tanto la muralla como el palacio tuvieron una espléndida portada. En 1549, la puerta de la muralla era un simple vano, nos figuramos qué de cantería, mientras que la del palacio era una portada de cantería buena, hecha al romano, con unas columnas despegadas sobre sus pedestales, con friso y cornisa, con unos candeleros y remates encimas de sus columnas, y en medio unas armas del Marqués de Aguilar.
     En 1604 la puerta de la muralla se cierra y se abre otra, hacia la zona este con respecto a la anterior, muy grande y lujosa y a los lados tienen unas figuras de salvajes, labrados en piedra de cantería, con sus maças que están como por guardar de la casa y encima está un escudo dorado con las armas de Castilla y Portugal. La puerta de acceso al palacio es la misma que 1549.
     La cantería también se utilizó en las basas, fustes y capiteles de los corredores del patio, mientras que los arcos eran de ladrillo. De este último material era la escalera principal. En el resto del edificio se empleó la mampostería y el ladrillo.
     Las maderas empleadas en las techumbres de las zonas nobles del palacio son: en el anterior a 1549 el roble, en el palacio nuevo el castaño, y en sólo tres dependencias el pino. La forma de las mismas en el primero es desconocida. En el segundo la armadura de la pieza grande de la planta alta del ala oeste (fig.3) la parte más antigua, es de tijera; el resto son alfarjes y en ocasiones simples jácenas sobre las que descansan las vigas de menor escuadría, que en algunas ocasiones son sustituidas por ladrillo. Las salas se cubren casi siempre con alfarjes, sin que se pueda establecer una regla general.
     El castillo sufrió una reforma entre 1604 y 1690. En el muro de su entrada principal se abrió un corredor de dieciséis arcos pequeños. Dicho corredor se comunicaba con la capilla mayor de la iglesia de Santa María mediante una terraza. A él se accedía por una escalera, situada en el espacio comprendido entre la muralla y la fachada del palacio.
     Consta documentalmente que se conservó todo el castillo hasta 1690. Iniciado el deterioro, el Consejo de las Órdenes dispuso demoler el interior por ser dificultoso e inútil su reparo. Los materiales se vendieron en pública subasta y con su producto se compró otra vivienda principal en la calle Granillos.
     En 1766 sólo queda la muralla con la arquería que debía dar ligereza y realce a la plaza mayor. En su interior se sembraba forraje.
     En toda la documentación, la referencia para situar el castillo es la iglesia de Santa María, iglesia que está unida a la muralla, como demuestran los documentos, pero en el exterior de ella. Si hubiese estado en su interior, la documentación habría descrito su estructura y decoración.
La Casa de la Encomienda
     Ante la ruina del castillo, el comendador de turno compró una nueva casa, para residencia del mismo.
     La estructura de la casa corresponde al plano que antecede, cuya descripción corresponde al año 1756. Había una bodega, situada en la planta alta, que es convertida en pajar, bien por problemas de peso o de comodidad, para no tener que subir el vino; la sala y la alcoba situadas a la derecha del zaguán, en la planta baja en bodega, y se taparon cuatro arcos del corredor alto (que ahora están abiertos), al que dan el pajar y la bodega, junto al granero, y se utiliza dicho espacio como carbonera.
     El patio estaba empedrado y había un pozo debajo de uno de los corredores. Los pilares de éstos eran de ladrillo, a excepción de los dos de la planta baja, frente a la entrada principal, que eran de mármol, siendo también de este material el pilar que soportaba las dos vigas que reciben las maderas de la cubrición del granero sotanado. La escalera principal era de ladrillo, con un pasamano de cantería. Esta Casa de la Encomienda, ubicada en las calles Andrés Mirón y Milagros, es propiedad privada, ha sido restaurada por su dueña actual, María Cárdenas (Asociación Cultural Benalixa).
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Más sobre la localidad de Guadalcanal (Sevilla), en ExplicArte Sevilla.

El Puente del Alamillo, de Santiago Calatrava

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el Puente del Alamillo, de Santiago Calatrava, de Sevilla.
     Hoy, 29 de febrero, es el aniversario de la inauguración (29 de febrero de 1992), del Puente del Alamillo, así que hoy es el mejor día para ExplicArte el Puente del Alamillo, de Santiago Calatrava, de Sevilla.
   El Puente del Alamillo [nº 104 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla], se encuentra, salvando el cauce (actual dársena) del río Guadalquivir, formando parte de la Ronda Urbana SE-30; en los Barrios de San Jerónimo, y La Paz-Las Golondrinas, del Distrito Macarena, y en el Barrio Triana Oeste, del Distrito Triana.
   La celebración de la Exposición Universal de Sevilla de 1992 supuso, de manera necesaria, la remodelación de las grandes infraestructuras viarias imprescindibles para acoger un evento de tales características. La ampliación del aeropuerto de San Pablo; la remodelación de la red ferroviaria con la eliminación de las barreras internas de la ciudad y la centralización en una gran estación central de pasajeros, el cambio de vía y el trazado de la red de alta velocidad entre Madrid y Sevilla con apeadero en la Isla de la Cartuja; el justificado desdoblamiento de las carreteras de enlace de la ciudad con el resto de la Península, o la construcción de nuevos puentes que resolvieran a nivel urbano y metropolitano la conexión entre las dos márgenes del Guadalquivir. En este último capítulo, Sevilla pasó de tener tres puentes fijos y uno levadizo, todos ellos en el interior de la ciudad, a seis puentes fijos urbanos, con la incorporación de la pasarela de la Cartuja, el puente de la Barqueta y el del Cristo de la Expiración, de Chapina o del "Cachorro"; uno levadizo, el de las Delicias, que vino a sustituir el Puente de Hierro o de Alfonso XIII, y dos grandes puentes metropolitanos: el del Quinto Centenario, con gálibo que salvara el uso del puerto sin necesidad de hacerlo levadizo, y el del Alamillo.
     Este último fue proyectado como un puente simétrico, atirantado desde dos mástiles y tablero inferior, conectando con el viaducto de la Cartuja con una luz total de 1500 metros. Finalmente se ejecutó sólo un mástil, en la orilla de Sevilla, de 142 metros de altura y 200 metros de luz que conecta con el viaducto, salvando el tablero de hormigón armado exclusivamente el ancho del río. Se ejecuta con una estructura mixta de hormigón y acero: el mástil, inclinado 58º respecto de la horizontal para recibir los esfuerzos de los tirantes, forrado de chapa de acero y núcleo de hormigón armado; el tablero, con una estructura metálica central y tablero de hormigón volado para las calzadas.
     Aparte de la solución estructural, deben destacarse su escala metropolitana y su concepción formal. Se trata de un objeto, que domina la perspectiva del valle del Guadalquivir a su paso por la ciudad, de extraordinaria plasticidad. La desconvencionalización de su geometría, por inclinación y asimetría, lo convierten en una poderosa imagen que acota la dimensión de la ciudad hacia al norte. La continuidad del tablero con el viaducto impone además una raya que trasciende el territorio colaborando en su estructuración.
     Formalmente coherente con las soluciones construidas del mismo autor en tantos lugares (aligeramiento de la estructura metálica concebida como un costillar que evoca un mundo antropomórfico, color blanco, trazado de paseos peatonales y rodados, cuidado en el acabado, etc.), adquiere cierta singularidad al acertar en su escala contribuyendo acertadamente a la transformación del paisaje de la ciudad (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     La Exposición Universal Expo '92 brindó a las autoridades de Sevilla una oportunidad para mejorar las infraestructuras de la ciudad y su entorno en la Provincia de Andalucía. Esta iniciativa incluía la dotación de mejores conexiones por carretera con las localidades vecinas, una circunvalación de Sevilla y ocho nuevos puentes sobre el río Guadalquivir. Encargado por La Junta de Andalucía como parte de estas obras, el Puente del Alamillo se extiende 200 metros sobre el tramo del río conocido como Meandro San Jerónimo y está conectado a un viaducto para automóviles, ciclistas y peatones que cruza la isla de La Cartuja. .
     El Viaducto de La Cartuja, de 526,5 metros de largo, fue construido como puerta de entrada a la entrada norte del recinto de la Expo '92. Es una estructura continua con una parte inferior abovedada y niveles superpuestos: un nivel superior, de unos 22 metros de ancho, para el tráfico de vehículos, y dos niveles inferiores para peatones y bicicletas, de 4,4 metros de ancho. Cada una de sus dos calzadas de 10 metros se eleva a cinco metros de la parte superior de la estructura, brindando sombra a los peatones en el paseo en voladizo que se encuentra debajo. La estructura recibe la luz a través de tres hileras continuas de pozos de luz circulares, una en la coronación de la bóveda entre las dos calzadas y las otras dos laterales, entre la calzada y los paseos.
     El puente del Alamillo, de 250 metros de largo y una luz máxima de 200 metros, se caracteriza hacia la isla La Cartuja por un pilón de 142 metros de altura e inclinado 58 grados sobre la horizontal. El pilón sostiene el puente con trece pares de cables. El pilón se construyó levantando segmentos de la carcasa de acero hasta su lugar con una grúa grande y de alta capacidad, luego soldándolos y llenándolos con hormigón armado. El peso del pilón es suficiente para contrarrestar la plataforma, por lo que no se necesitan tirantes traseros. Este nuevo tipo de puente atirantado, que sustituye el peso de un pilón inclinado por un juego de tirantes, crea un diálogo de equilibrio entre pilón y tablero.
     Este concepto se remonta a la escultura de Calatrava de 1986 titulada 'Running Torso', en la que cubos de mármol apilados inclinados se equilibran mediante un alambre tensado. El tablero del puente consta de una viga de acero hexagonal a la que se unen los tirantes. Las alas de acero, que sostienen la plataforma a ambos lados, están en voladizo sobre esta columna, cuyo lado superior de 3,75 metros de ancho, elevado unos 1,6 metros sobre el nivel de la carretera, sirve como una acera elevada y una ruta ciclista entre los carriles de circulación separados. Las vigas cajón y los elementos voladizos de la plataforma de la carretera se construyeron inicialmente sobre cimbra continua, apoyada en el lecho del río, mayoritariamente seco. El sitio de Alamillo es inusual porque el mismo río se cruza dos veces.
     Como respuesta a la demanda natural de simetría, inicialmente se propusieron dos puentes para salvar las dos secciones del río. Los puentes espejados, con sus pilones inclinados uno hacia el otro, aproximadamente a 1,5 kilómetros de distancia y conectados por el Viaducto de la Cartuja, habrían sugerido un enorme triángulo, con su vértice en lo alto del cielo. Por diversos motivos se optó por una solución asimétrica, y sólo se construyó el puente sobre el Meandro San Jerónimo y el viaducto (Santiago Calatrava).
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miércoles, 28 de febrero de 2024

Los Jardines de la Plaza de Andalucía, en la antigua Universidad Laboral, actual Universidad Pablo de Olavide, en Dos Hermanas (Sevilla)

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Sevilla, déjame ExplicArte los Jardines de la Plaza de Andalucía, en la antigua Universidad Laboral, actual Universidad Pablo de Olavide, en Dos Hermanas (Sevilla)
     Hoy, 28 de febrero, es el Día de la Comunidad Autónoma de Andalucía, al cumplirse el aniversario (28 de febrero de 1980) del referéndum sobre la iniciativa del proceso autonómico de Andalucía del año 1980 que dio autonomía plena a la comunidad andaluza, así que hoy es el mejor día para ExplicArte los Jardines de la Plaza de Andalucía, en la antigua Universidad Laboral, actual Universidad Pablo de Olavide, en Dos Hermanas (Sevilla).
     La Plaza de Andalucía es un espacio abierto, de planta irregular, que se encuentra situada entre el edificio 18 Celestino Mutis y la antigua central térmica. 
     En esta plaza se localizan una cafetería y un aparcamiento, estando los jardines dispuestos a ambos lados de éste. 
     En un lado se distinguen dos parterres rectangulares con base de tierra, dispuestos en hilera y cuyo perímetro se delimita por una línea de adoquines por encima del nivel del suelo. En paralelo al segundo de ellos, se localiza una estructura vertical dispuesta en otro parterre más estrecho.
     Aquí pueden verse ejemplares de Grevilea roja (Grevillea banksii), Viburno dulce (Viburnum odoratissimum), Eucalipto azul (Eucalyptus globulus), Pacífco (Hibiscus rosa-sinensis), Arce americano (Acer negundo) y Fresno de for (Fraxinus ornus).
     La Grevilea presenta hojas simples y alternas, con haz verde y envés grisáceo; sus flores se disponen en racimos cilíndricos de color rojo y los frutos presentan folículos leñosos.
     El Viburno dulce es un arbusto perenne, con hojas lustrosas de ovadas a obovadas (huevo invertido) y sin pelo. Sus flores se agrupan en cimas de unos 10 centímetros de diámetro, son olorosas y de color blanco.
     El Eucalipto azul es un árbol que puede llegar a medir 60 metros de altura. El tronco está retorcido la mayoría de las veces, es de color gris y se desprende en tiras de gran longitud. Las hojas son opuestas, de ovadas a lanceoladas. Sus flores son solitarias o en grupos de 2 o 3, que se encuentran sentadas o encima de un pequeño pedúnculo. El fruto tiene forma de cápsula globosa a piramidal.
     El Pacífico es un arbusto perennifolio que puede alcanzar los 2 metros de altura, con hojas simples y alternas, de color verde brillante; las flores son solitarias, axilares y tienen forma de embudo, pudiendo ser de color rojo, naranja, rosa o amarillo.
     El Arce americano es árbol caducifolio que puede alcanzar hasta 20 metro de altura; en otoño es muy llamativo por la tonalidad dorada que adquiere su copa. Presenta hojas brillantes en el haz y mates en el envés, flores verde amarillentas y frutos con forma de ala.
     El Fresno de flor puede alcanzar los 15 metros de altura y presenta una copa esférica. Las hojas son opuestas, compuestas, de color verde oscuro y caducas. Flores blancas y olorosas; frutos en sámaras de 2,5 centímetros de longitud.
     En el otro extremo del aparcamiento se encuentra una zona arbolada compuesta por ejemplares de Pino carrasco (Pinus halepensis) en la que se disponen una serie de merenderos donde los alumnos pueden comer y descansar.
     Esta especie puede alcanzar los 20 metros de altura, y sus hojas son muy finas, con forma de acícula. Las piñas son pequeñas y se sujetan a las ramas por un rabillo ligeramente grueso; en los ejemplares adultos muchas piñas se mantienen en el árbol una vez secas. Los piñones también son pequeños, y presentan un ala que les ayuda en la dispersión. 
     Las Oficinas Técnicas de Arquitectura e Ingeniería S.A. (OTAISA), recibieron el encargo de construir la Universidad Laboral de Sevilla en 1949.
     Además de las edificaciones destinadas a acoger a los alumnos, los arquitectos encargados del proyecto tuvieron en cuenta la importancia de los jardines en un campus como este, creando diferentes composiciones. Con el paso del tiempo los espacios se han ido modernizando, añadiendo nuevas construcciones pero sin olvidar el papel esencial que tienen los jardines en esta universidad.
     Actualmente todos estos jardines forman parte de la Universidad Pablo de Olavide, que se asienta en los terrenos de la Antigua Universidad Laboral (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
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La escultura "Andalucía", de Agustín Sánchez-Cid, en la sala XIII (y en los Almacenes) del Museo de Bellas Artes

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la escultura "Andalucía", de Agustín Sánchez-Cid, en la sala XIII (y en los Almacenes) del Museo de Bellas Artes, de Sevilla.        
     Hoy, 28 de febrero, es el Día de la Comunidad Autónoma de Andalucía, al cumplirse el aniversario (28 de febrero de 1980) del referéndum sobre la iniciativa del proceso autonómico de Andalucía del año 1980 que dio autonomía plena a la comunidad andaluza, así que hoy es el mejor día para ExplicArte la escultura "Andalucía", de Agustín Sánchez-Cid, en la sala XIII (y en los Almacenes) del Museo de Bellas Artes, de Sevilla.
     El Museo de Bellas Artes, antiguo Convento de la Merced Calzada [nº 15 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 59 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la Plaza del Museo, 9; en el Barrio del Museo, del Distrito Casco Antiguo.
     En la sala XIII (y en los Almacenes) del Museo de Bellas Artes podemos contemplar la escultura "Andalucía", de Agustín Sánchez-Cid (1886-1955), realizada en 1929.
     Agustín Sánchez-Cid, compaginó su profesión de médico, siguiendo la tradición familiar, con la escultura. Se doctoró en escultura anatómica en Madrid, actividad que desarrolló en la Facultad de Medicina de Sevilla. Paralelamente, estudió dibujo con el pintor José García Ramos y de modelado y vaciado en la Escuela Provincial de Artes e Industrias. En 1942 se convierte en catedrático de Anatomía artística en Escuela de Bellas Artes sevillana. Con estas credenciales, su dominio de la técnica escultórica queda patente en esta alegoría titulada “Andalucía” que él personifica en el busto desnudo de una mujer madura que asoma de la piedra basta todavía sin trabajar en acusado contraste con el mármol pulido de la figura.
     Agustín Sánchez-Cid compaginó su profesión de médico, siguiendo la tradición familiar, con la escultura. Se doctoró en escultura anatómica en Madrid, actividad que desarrolló en la Facultad de Medicina de Sevilla. Paralelamente estudió dibujo con el pintor José García Ramos y modelado y vaciado en la Escuela Provincial de Artes e Industrias. En 1942 se convierte en catedrático de Anatomía artística en la Escuela de Bellas Artes sevillana.
     Con estas credenciales su dominio de la técnica escultórica queda patente en esta obra titulada "Andalucía", como alegoría de la identidad andaluza, que él personifica en el sensual busto desnudo de una mujer madura que emerge de la piedra en basto, rugosa, todavía sin trabajar, en acusado contraste con el mármol pulido de la figura.
     De fuerte personalidad, esta representación femenino tiene un sentido trascendente, respira hondura y recoge esa vertiente trágica de fatalismo asociado al pensamiento andaluz, que se refleja en el cante jondo o en las desdichadas protagonistas de las coplas. El sentir opuesto a esa otra cara de la Andalucía pícara, alegre y vital. Esta escultura transmite melancolía, angustia y padecimiento, sentimientos que se potencian estéticamente por medio de la veta más oscura del mármol que recorre su rostro desde la frente. El resultado es una imagen sobria, contenida pero poderosa, y dotada de un dinamismo que rompe la frontalidad habitual en el retrato.
     Realizada en el mismo año de la Exposición Iberoamericana de Sevilla, participa en ella, en la Exposición de Bellas Artes e Industrias junto con otras obras del mismo autor, como Triana, Granada, la cabeza de Martínez Montañés realizada para la escultura que se encuentra en la plaza del Salvador y la de Garci Pérez de Vargas para el monumento a San Fernando de la Plaza Nueva, estas dos últimas sus obras más conocidas (web oficial del Museo de Bellas Artes de Sevilla).
   Tres notas  dominantes van a distinguir la producción escultórica hispalense durante todo el siglo XIX y buena parte del actual: por un lado, la larga perduración de la tradición barroca, tan arraigada, y tan propiciada por la demanda de Cofradías y Hermandades; por otro, la falta de maestros locales que pueden estar al alcance de las nuevas corrientes; por último, y como consecuencia, las necesidades locales se cubren con obras traídas de fuera o con artistas foráneos que vienen aquí a esculpir, especialmente en las empresas  monumentales.
     El Academicismo lo representan artistas foráneos llegados a suelo sevillano como Felipe de Castro, José Esteve Bonet y, sobre todo, Blas Molner que, desde 1770, trabaja en Sevilla desde la Real Escuela de las Tres Nobles Artes, fundada en 1775, de la que fue Director desde 1793 a 1810. El trabajo de los profesores de esta notable institución propició, durante la época fernandina, un tímido arraigo de la estética del neoclasicismo, pero, eso sí, de la mano de artistas foráneos como José Bover o Rafael Plagniol. El triunfo del Romanticismo hizo brotar en Sevilla un cierto momento de brillantez, pues, junto a artistas no hispalenses venidos aquí a trabajar, surge la figura del malagueño, afincado en Sevilla, Juan de Astorga Cubero (1779- 1849), autor de valoradas imágenes dolorosas de María.
     La segunda mitad del siglo XIX viene marcada, como repetidamente ha indicado de la Banda y Vargas, por dos estéticas sucesivas: la historicista y la del triunfo del naturalismo realista, amén de la perduración de la neobarroca imaginería procesional. Artistas extranjeros, como Frappolí, o hispanos, como Ricardo Bellver, van a seguir dominando el desolado panorama escultórico hispalense, en el que tan sólo destacan maestros de segundo orden como Gabriel de Astorga o Manuel Gutiérrez Cano. Tan sólo la aparición de Antonio Susillo arrancará a nuestra plástica de su postración y la conducirá, con su arte y su círculo de discípulos, hacia los caminos del realismo imperante en las décadas de la época de la Restauración.
     Las primeras cuatro décadas de nuestro siglo estarán marcadas por hechos significativos: la perduración de los encargos importantes a artistas de fuera de nuestra tierra, como es el caso de Mariano Benlliure; la salida de Sevilla de nuestros artistas, intentando adquirir nuevos conocimientos más allá, incluso, de nuestras fronteras, especialmente en París y Roma; la continuación de la renovación estética de Susillo a través de la obra de Joaquín Bilbao y Lorenzo Coullaut Valera, y, finalmente, la participación de estos escultores y sus discípulos en la rees­tructuración monumental y artística que supuso para Sevilla la Exposición Iberoamericana de 1929, siendo de destacar la labor de jóvenes artistas como Agustín Sánchez-Cid, Manuel Delgado Brakembury o Enrique Pérez  Comendador (Enrique Parejo López, Escultura, en Museo de Bellas Artes de Sevilla, Tomo I. Ed. Gever, Sevilla, 1991).
Conozcamos mejor la Biografía de Agustín Sánchez-Cid, autor de la obra reseñada;
   Agustín Sánchez-Cid y Agüero, (Sevilla, 1886 – Sevilla 16 de octubre de 1955). Escultor.
     Se le debe las restauraciones de las imágenes de los Crucificados de la Expiración (Cachorro) 1930, de la Buena Muerte (Estudiantes) 1938, Fundación y Calvario 1940; en los trabajos de estos últimos encontraría en su interior papeletas que acreditan sus autorías, Andrés de Ocampo y Francisco de Ocampo, respectivamente; como así realizó la de Jesús Nazareno (Silencio) en 1941. Nombrado el 15 de noviembre de 1933 académico de la Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría (Juan Carrero Rodríguez, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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martes, 27 de febrero de 2024

El sitio arqueológico Las Botantas, en Gines (Sevilla)

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Sevilla, déjame ExplicArte el sitio arqueológico Las Botantas, en Gines (Sevilla)
     En superficie se localizaron fragmentos de tegulae, ladrillos, ánforas y dolia romana (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
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El Palacio de los Marqueses de Villapanés (actual Hotel Palacio de Villapanés)

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el Palacio de los Marqueses de Villapanés (actual Hotel Palacio de Villapanés), de Sevilla.  
     Hoy, 27 de febrero, es el aniversario del nacimiento (27 de febrero de 1677) de Manuel López Pintado, quien mandara construir el Palacio de los Marqueses de Villapanés, así que hoy es el mejor día para ExplicArte el Palacio de los Marqueses de Villapanés, de Sevilla.
      El Palacio de los Marqueses de Villapanés, se encuentra en la calle Santiago, 31; en el Barrio de Santa Catalina, del Distrito Casco Antiguo.
     Casa-palacio construida en el primer tercio del siglo XVIII para el almirante López Pintado y hoy propiedad de los marqueses de Villapanés.
     Es una magnífica construcción de dos plantas de altura y miradores con dobles arcadas sobre columnas, con una amplia fachada a la calle Santiago, frente a la pequeña placita de Jesús de la Redención.
     La organización en planta de la casa adopta el esquema tipológico de la casa con patio sevillana. Una larga crujía de fachada que incluye el zaguán y las cocheras y las restantes que se disponen en torno al magnífico patio central y al jardín trasero. La relación entre zaguán y patio se resuelve con una triple arcada, cerrada con espléndida cancela de tres cuerpos. El patio consta de galerías en los cuatro frentes, con arquerías de arcos de medio punto sobre colum­nas de mármol y fuente central.
     En uno de los ángulos del patio, y en una situación que permite articular éste con el jardín trasero, se encuentra la escalera principal cubierta con una bóveda de carroza. La fachada es de fábrica de ladrillo avitolado, rematada con un antepecho igualmente de fábrica, con cornisa y entablamento y con la presencia de un torreón-mirador que adopta una posición asimétrica respecto a la composición formal de la fa­chada.
     La portada de ingreso se compone con el típico moldurón mixtilíneo que recoge el balcón central corrido de planta alta.
     La casa ocupa en planta baja una extensión aproximada de 1.200 m2. La superficie total construida en ambas plantas podría aproximarse a los 1.790 m2 (Guillermo Vázquez Consuegra, Cien edificios de Sevilla: susceptibles de reutilización para usos institucionales. Consejería de Obras Públicas y Transportes. Sevilla, 1988).
    Esta casa-palacio del primer tercio del siglo XVIII constituye una magnífica construcción de dos plantas de altura y miradores de dobles arcadas sobre columnas, con una amplia fachada a la calle Santiago, frente a la pequeña placita de Jesús de la Redención.
     La organización de la casa adopta el esquema tipológico de la casa con patio sevillana. Una larga crujía de fachada que incluye el zaguán y las cocheras y las restantes que se disponen en torno al magnífico patio central y al jardín trasero. La relación entre zaguán y patio se resuelve con una triple arcada, cerrada con espléndida cancela de tres cuerpos. El patio consta de galería en los cuatro frentes, con arquerías de arcos de medio punto sobre columnas de mármol y fuente central.
     En uno de los ángulos del patio, y en una situación que permite articular éste con el jardín trasero, se encuentra la escalera principal cubierta con unas bóvedas de carroza. La fachada es de fábrica de ladrillo avitolado, rematada con un antepecho igualmente de fábrica, con cornisa y entablamento y con la presencia de un torreón- mirador que adopta una posición asimétrica respecto a la composición formal de la fachada. La portada de ingreso se compone con el típico moldurón mixtilíneo que compone el balcón central corrido de planta alta.
     Construida en el primer tercio del siglo XVIII para el almirante López Pintado, pasó luego a ser propiedad de los marqueses de Villapanés y de Torreblanca del Aljarafe.
     Actualmente el palacio fue vendido por sus propietarios y convertido en hotel de lujo a partir del año 2.006 tras una completa rehabilitación (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía). 
Conozcamos la Biografía de Manuel López Pintado, personaje que mandó construir la obra reseñada;
     Manuel López-Pintado y Almonacid, I Marqués de Torre Blanca del Aljarafe. (Tembleque, Toledo, 27 de febrero de 1677 – Sevilla, 21 de octubre de 1745). General, almirante real de la Armada del Mar Océano, mariscal de campo de los Reales Ejércitos, comerciante, hacendado, caballero de la Orden de Santiago, veinticuatro de Sevilla y familiar del Santo Oficio de la Inquisición de Sevilla.
     Hijo de Juan López Almonacid Pintado y de María Fernández de los Carneros, nació en el seno de una familia tradicional de Tembleque. Contrajo matrimonio alrededor de 1710 con la sevillana, de padre asturiano, Inés Solano León, en la iglesia de Santa Cruz de Sevilla. A dicho matrimonio ella no aportó ninguna dote, algo que sí hizo él, con 10.000 pesos de plata. Fruto de este matrimonio fueron los tres hijos que tuvieron, Manuel José (1710), María Antonia (1714) y Josefa (1716).
      La gran riqueza de López-Pintado, mezcla de marino, soldado y negociante, se originó a partir del título de maestre de plata que le concedió Sebastián de Talledo en Madrid en 1704, donde ya tenía tratos con mercaderes de Indias como consignatario de mercancías enviadas al centro de la Península. Ser maestre de plata le permitió ir en la capitana de la flota dirigida por Diego Fernández de Santillán en 1705. De hecho, desde esa fecha comerció asiduamente con las Indias como maestre, cargador y fiador de dueños de navíos, aparte de tener situados a familiares con cargos en diferentes lugares de América, como Andrés López Pintado, sargento mayor en la provincia de Buenos Aires. En 1710 viajó a Nueva España como jefe de la expedición de azogues. Fue diputado de las reales flotas hasta que consiguió el título de almirante de la Flota de Indias de 1715-1716, y en ese puesto adquirió una gran fortuna que le permitió invertir en tierras, comprando y mejorando diversas haciendas y molinos en distintos pueblos de la provincia de Sevilla, como Bollullos de la Mitación, Marchena, Gerena, Gelves, etc. Entre esas haciendas se encontraban dos especialmente ricas, la de Torreblanca y la de Cabrejas, que luego darían nombre a su título nobiliario. Asimismo, invirtió capitales en la compra de diversas casas en la ciudad de Sevilla, como ya había hecho en 1712 al añadir al Hospital de las Cinco Llagas unos inmuebles en Santa Cruz. Con dicha fortuna pudo acrecentar su influencia en Sevilla merced al préstamo de 16.000 pesos que hizo al Ayuntamiento de la ciudad antes de 1721. A su vez, logró adquirir el rentable arrendamiento de las alcabalas de Bollullos de la Mitación y su jurisdicción en 1722, con potestad para nombrar juez de Vara Alta. Su opulencia se manifestaría, una vez más, en la magnífica construcción del hoy conocido como palacio de Villapanés en Sevilla.
     Tales inversiones no le alejaron del origen de su fortuna, ya que prosiguió comerciando con América por medio de barcos que pasaron a ser de su propiedad, como el Nuestra Señora de Begoña. De esta forma, viajó de nuevo a Tierra Firme en 1728-1729, en 1730-1731 como comandante de galeones y en 1735-1737 como jefe de la Escuadra de Nueva España, asumiendo en esta última el título añadido de mariscal de campo de los Reales Ejércitos.
     El creciente poder de López-Pintado se fue manifestando en los cargos y mercedes que fue logrando a lo largo de su vida, como la merced en 1717 que le hizo Felipe V del hábito de la Orden de Santiago, para lo cual estuvo destinado a la flota de galeras y hubo de aprender la regla de la Orden en el convento de Vélez. También en 1717 compró, por mediación del marqués de Thous, la propiedad del oficio perpetuo y hereditario de regidor veinticuatro de Sevilla a Manuel de Arce. En 1722 logró la merced de poder fundar junto a su esposa un mayorazgo, con más de un tercio de la riqueza familiar, tal y como había convenido el matrimonio en 1715 antes del viaje de López-Pintado como almirante de la flota de Indias. Pero, además, este mayorazgo tenía la potestad de incrementar sus bienes siempre que quisieran, lo cual hicieron en 1729, 1732, 1735 y 1737. Nombraron como heredero, lógicamente, al hijo primogénito Manuel José López Almonacid Pintado. En 1722, ya pertenecía también a la familia de la Inquisición. Finalmente, en 1737, Felipe V le concedió el título de marqués de Torre Blanca del Aljarafe, con el vizcondado previo de Cabrejas (José Luis Caño Ortigosa, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
     Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el Palacio de los Marqueses de Villapanés (actual Hotel Palacio de Villapanés), de Sevilla. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la ciudad.

lunes, 26 de febrero de 2024

El sitio arqueológico de la Acebuchosa, en Gilena (Sevilla)

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Sevilla, déjame ExplicArte el sitio arqueológico de la Acebuchosa, en Gilena (Sevilla).  
   El yacimiento se encuentra en la parte superior y en la vertiente de un cerro de gran pendiente, donde aparecen materiales cerámicos y constructivos (entre ellos algún sillar toscamente labrado).
     Aunque los materiales indican una posible ocupación del cerro con bastante anterioridad a la romana, la afloración de la roca madre por todo el cerro no permite pensar en una secuencia estratigráfica potente. (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
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La Ópera "El testamento de Fígaro", ambientada en Sevilla, de Calisto Bassi, y Antonio Cagnoni

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la ópera "El testamento de Fígaro", ambientada en Sevilla, de Calisto Bassi, y Antonio Cagnoni.
     Hoy, 26 de febrero, es el aniversario del estreno (26 de febrero de 1848) de la ópera "El testamento de Fígaro", en el Teatro Rè, de Milán (Italia), así que hoy es el mejor día para ExplicArte la ópera "El testamento de Fígaro", ambientada en Sevilla, con libreto de Calisto Bassi, y música de Antonio Cagnoni.
     El testamento de Fígaro es un melodrama cómico en dos actos, deudor evidentemente de las Bodas de Fígaro, de Rossini, por lo que hay que estudiar esta ópera para comprender mejor esta ópera de Bassi, y Cagnoni.
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Ruta de los Tres Mitos: Mito de Fígaro.

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domingo, 25 de febrero de 2024

Los sitios arqueológicos de Arroyo Molinos, en Gerena (Sevilla)

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Sevilla, déjame ExplicArte los sitios arqueológicos de Arroyo Molinos, en Gerena (Sevilla).  
   En el término municipal de Gerena podemos contemplar varios sitios arqueológicos, denominados Arroyo Molinos:
Arroyo Molinos IFragmentos de ladrillos, tegulae y cerámica sigillata clara D. La villa estaría ocupada hasta el s. IV d. C.
Arroyo Molinos IIEn el momento del laboreo se descubrieron fragmentos de tegulae, ladrillos, dolia, cerámica y sigillata clara D. La villa estaría ocupada hasta el s. IV d. C. (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
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La Puerta de Córdoba

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la Puerta de Córdoba, de Sevilla.
      La Puerta de Córdoba [nº 108 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla], se encuentra en la calle Puerta de Córdoba, s/n, en el Barrio de San Gil, del Distrito Casco Antiguo, de Sevilla.
     Del recinto amurallado que en otros tiempos rodeó a Sevilla, son escasos los restos que se conservan en la actualidad. Atendiendo a su técnica constructiva puede asegurarse que fueron levantadas en la primera mitad del siglo XII por los almorávides, si bien en épocas posteriores, almohades y cristianos recrecieron los muros y ampliaron el sistema defensivo. La fábrica está realizada en tapial, con cal y guijarros, alcanzando un grosor de dos metros. El trazado del contorno era ondulante, facilitando, mediante los entrantes y salientes, la defensa del recinto. Un número considerable de puertas y postigos daban acceso a la ciudad, comunicándola con los principales núcleos agrícolas y las más importantes vías de comunicación. Actualmente el sector más completo es el comprendido entre el Arco de la Macarena y la Puerta de Córdoba, que aparece precedido por una barbacana. Este sector de murallas presenta en su trazado siete torreones cuadrados, proyectados hacia fuera del paramento y colocados con regularidad a una distancia próxima a los cuarenta metros, más una torre poligonal llamada Torre Blanca. Los torreones cuadrados son macizos hasta la altura del paseo de ronda que los atraviesa, contando con un departamento abovedado en el que se aloja la escalera de acceso a la azotea. La Torre Blanca tiene planta hexagonal, dos pisos abovedados y decoración de fajas de ladrillo.
      La Puerta de Córdoba, adosada a la iglesia de San Hermenegildo, constituye uno de los límites de la muralla conservada, y ha sido restaurada recientemente devolviéndole en parte su estructura primitiva [Alfredo J. Morales, María Jesús Sanz, Juan Miguel Serrera y Enrique Valdivieso. Guía artística de Sevilla y su provincia I. Diputación de Sevilla y Fundación José Manuel Lara, 2004].
     La muralla levantada por Ali ibn Yusuf en el s. XII planteaba, como uno de los accesos principales a la ciudad, la puerta norte de la Macarena. Junto a ésta, y repartidos a lo largo del lienzo más septentrional, se dispusieron otros puntos de entrada, como la puerta de Córdoba. Si bien, este acceso no tuvo tanta importancia estratégica, su denominación aparece reconocida desde el siglo XIII y hace pensar que constituía una de las salidas naturales hacia dicha ciudad.
     En esta época, el entorno de la ciudad amurallada estaba constituido por una serie de huertas y alquerías que conformaban su zona de alfoz. Se trataba de un verdadero sistema territorial que vinculaba fuertemente el ámbito urbano y el rural, bajo una misma jurisprudencia. De este modo, la ciudad se abastecía a través de los suministros agrarios proporcionados por el campo, mientras que a su vez, ofrecía amparo y diferentes servicios a este territorio. La existencia de puertas en todo el perímetro facilitaba esta permeabilidad entre el campo y la ciudad.
     La puerta de Córdoba ejemplifica bien estas conexiones en la muralla almorávide, pues quizás sea la que mejor mantiene su estructura original de entre todas las conservadas en Sevilla.
     Las transiciones en la arquitectura islámica nunca son inmediatas, tanto por motivos defensivos, especialmente en este caso de la muralla, como por sus propios principios conceptuales. Concretamente esta puerta refleja bien la tipología de acceso en recodo, muy recurrente en esta arquitectura y que evitaba un acceso directo intramuros. Constituye un complejo defensivo que consta de un sistema de doble puerta con un pequeño patio interior, como punto de control. De esta forma, el acceso desde el exterior de la ciudad, se producía a través de una primera puerta abierta en el flanco este de la torre (hacia la calle Madre Dolores Márquez), y junto al lienzo de muralla que ya no se conserva. Este modo de aproximación, de manera tangencial a la muralla, ofrecía muchas ventajas defensivas. Una vez flanqueada esta primera puerta, se alcanza un pequeño patio, en cuyo lado izquierdo se ubica la segunda puerta (la que puede observarse hacia la calle Puerta de Córdoba).
     Este patio interior es la parte más singular del conjunto, pues desde él parte una escalera que permite el ascenso a las mazmorras, donde según la tradición se ubica el encarcelamiento y martirio de San Hermenegildo. Este hecho motivó que pronto se convirtiera en un lugar de culto para la ciudad, instalándose para tal fin una capilla en su interior.
     En el siglo XVI, la ciudad de Sevilla comienza su época dorada, y se llevan a cabo diferentes operaciones de reforma en todas las puertas de la ciudad. Sin embargo, en este caso, la puerta de Córdoba se preservó para el culto al Santo, conservándose así la estructura originaria hasta la actualidad. En cambio, se abre una nueva puerta de manera contigua siguiendo los dictados imperantes de la época, pues tras la reconquista cristiana, la función militar original ya no era fundamental. Esta nueva entrada, adosada a la primitiva torre-puerta almorávide, es la que aparece en las representaciones conservadas de los grabados del siglo XIX. Se ideó a modo de arco triunfal mediante arcos de medio punto rebajados que permitían el acceso directo a la ciudad.
     A principios del siglo XVII, la configuración actual de la puerta se finaliza, cuando se inicia la construcción de una iglesia en honor al Santo, la actual Iglesia de San Hermenegildo. Ésta se dispondrá adosada al muro norte de la puerta, quedando de esta forma situada extramuros. La constituida Hermandad de San Hermenegildo queda así vinculada a la inmediata collación de San Julián, donde fundó además un Hospital.
     La imagen definitiva de este lugar se alcanza en el siglo XIX. En este momento, surgen planteamientos higienistas para la ciudad y las murallas medievales comienzan a derribarse en un proceso de expansión urbana. De este modo, la nueva puerta del siglo XVI que venía utilizándose se elimina, junto con el lienzo de muralla de su flanco oriental, quedando solamente la construcción almorávide integrada dentro del complejo eclesiástico (Universidad de Sevilla).
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sábado, 24 de febrero de 2024

El sitio arqueológico Cortijo del Cañuelo, en Gelves (Sevilla)

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Sevilla, déjame ExplicArte el sitio arqueológico Cortijo del Cañuelo, en Gelves (Sevilla).  
     Aunque el lugar parece que no obedece al clásico emplazamiento de una villa romana, la presencia de un manantial de agua potable pudo ser el foco de atracción al que debemos la presencia de estos vestigios (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
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Un paseo por la plaza Don Juan de Austria

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la plaza Don Juan de Austria, de Sevilla, dando un paseo por ella
    Hoy, 24 de febrero, es el aniversario del nacimiento (24 de febrero de 1547) de Don Juan de Austria, personaje representado en esta enjuta de la Plaza de España, así que hoy es el mejor día para Explicarte la plaza Don Juan de Austria, de Sevilla, dando un paseo por ella.
     La plaza Don Juan de Austria es, en el Callejero Sevillano, una vía que se encuentra en el Barrio de Santa Cruz, del Distrito Casco Antiguo; en el Barrio de San Bernardo, del Distrito Nervión; y en el Barrio de El Prado-Parque de María Luisa, del Distrito Sur; en la confluencia de las calles San Fernando, Menéndez Pelayo, avenida de Carlos V, y del Cid
     La plaza responde a un tipo de espacio urbano más abierto, menos lineal, excepción hecha de jardines y parques. La tipología de las plazas, sólo las del casco histórico, es mucho más rica que la de los espacios lineales; baste indicar que su morfología se encuentra fuertemente condicionada, bien por su génesis, bien por su funcionalidad, cuando no por ambas simultáneamente. Con todo, hay elocuentes ejemplos que ponen de manifiesto que, a veces, la consideración de calle o plaza no es sino un convencionalismo, o una intuición popular, relacionada con las funciones de centralidad y relación que ese espacio posee para el vecindario, que dignifica así una calle elevándola a la categoría de la plaza, siendo considerada genéricamente el ensanche del viario.
     También hay una reglamentación establecida para el origen de esta numeración en cada vía, y es que se comienza a partir del extremo más próximo a la calle José Gestoso, que se consideraba, incorrectamente el centro geográfico de Sevilla, cuando este sistema se impuso. En la periferia unas veces se olvida esta norma y otras es difícil de establecer. 
     El espacio que hoy ocupa la plaza formaba parte del Prado de San Sebastián y comenzó a tener nombre propio tras la construcción en 1759 de una puerta de la ciudad, que fue conocida como Nueva, y en 1848 como de San Fernando, simultaneando ambos topónimos durante mucho tiempo. Tras la construcción de una estructura metálica elevada o pasarela sobre el cruce del eje Menéndez Pelayo, Cid y San Fernando-Carlos V en 1895, se difundió entre toda la población el término Pasarela o Pasadera, y jocosamente "pasa lila", el primero de cuyos nombres conserva en nuestros días a pesar de la rotulación oficial aprobada en 1928. Don Juan de Austria (1545-1578) fue hijo natural de Carlos V, que mandó la flota cristiana que venció en Lepanto. Llama po­derosamente la atención cómo una construcción metálica de escasa utilidad y dudosa estética, que se mantuvo sólo 26 años, haya podido dar nombre y permanecer inalterable al cabo de casi cien años, ignorando la mayoría de los sevillanos su nombre oficial. Otro elemento de referencia toponímica fue la Alcantarilla Nueva sobre el arroyo Tagarete, construida frente a la Puerta Nueva.
     La construcción de una nueva Fábrica de Tabacos paralela a la muralla del Alcázar y separada de ella por el arroyo Tagarete, exigió la apertura de una calle (San Fernando),el embovedamiento del Tagarete en el recorrido por la fachada de la fábrica, la apertura de una nueva Puerta sobre un postigo del Alcázar y la construcción extramuros de un ancho puente o alcantarilla. Entre 1849 y 1860 se cubrieron los tramos urbanos y más próximos del Tagarete trazándose arrecifes que desde la Puerta Nueva se dirigían hacia la Enramadilla, Puerta de la Carne y otro que rodeaba el foso de la Fábrica de Tabacos. La necesidad de ampliar las comunicaciones de la ciudad con la estación del ferrocarril a Cádiz, la estrechez que su­ponía este paso los días de feria, las dificultades que entrañaba para los vecinos de San Bernardo o San Roque el cerrar las puertas cuando había horarios industriales, junto a las ideas revolucionarias de 1668, determinaron el derribo de la puerta más moderna construida, apenas había transcurrido un siglo. Con ello, el espacio anterior a la calle San Fernando se ensancha y el cruce de los arrecifes por los que se llega a la feria ganarán en consideración, hasta el punto de concebir el Ayuntamiento la idea de construir un puente o pasarela sobre el entubado Tagarete. Cuando su disfuncionalidad fue manifiesta por la intensidad del tráfico y el tamaño de los vehículos, se desmontó. Hacia los años veinte se reformaron los arrecifes del Prado de San Sebastián. La Exposición Iberoamericana dotó a esta glorieta de una fuen­te centrada sobre las cuatro avenidas. En 1945 fue nuevamente remodelada y ampliada. En 1964, por necesidades de la circulación rodada, se amplió la calzada a costa de tramos de los jardines de Catalina de Ribera y de la Universidad. Actualmente está conformada la plaza por la capilla de la Universidad, la fachada lateral de la casa regionalista del Bar España, obra de A. Arévalo (1920-26) y los edificios de la la Audiencia y Juzgados, construidos en 1967-70, delante de los cuales hay una pequeña plaza.
     Cuando fueron trazados los arrecifes en el s. XIX se construyeron con materiales sueltos; entre 1879 y 1903 fueron reparados; entre 1901-1907 adoquinados, y en 1926 nuevamente pavimentados. En 1947 y 1964 la plaza fue readoquinada de nuevo y en los años 70 fue cubierta con capa asfáltica. Las aceras son de terrazo de colores en su mitad norte y de losetas de cemento, casi desaparecidas, en su mitad sur; están separadas de la calzada por un seto y unas vallas metálicas. En 1960 fue dotada de semáforos y dispone de cabinas telefónicas y papeleras. En el s. XIX existía una fuente pública junto a la Puerta que se alimentaba de los Caños de Carmona. Hacia 1911 estuvieron instalados urinarios públicos junto al foso. Se iluminó originariamente con luces de gas que resul­taban muy llamativas; fueron sustituidas por energía eléctrica hacia 1929. Hoy se ilumina con farolas de báculo de dos brazos.
     En este espacio se construyó la Puerta de San Fernando o Nueva, con dos gruesas torres cúbicas almenadas que abrazaban a la puerta de menor altura. Estas torres no formaban parte del muro de la ciudad, o al menos una de ellas, y estaban dispuestas convergiendo hacia el interior. La puerta era de arco de medio punto con columnas y pilatras adosadas de orden dórico rematada por entablamento y balaustrada con siete gruesas perinolas. Ofrecía frentes decorados tanto al interior como al exterior; éste último terminado a finales del s XVIII o principios del s. XIX. Otra edificación notable fue la citada Pasarela, proyectada por el ingeniero Dionisio Pérez Tobía y construida en la fundición sevillana Perea Hermanos, siendo inaugurada el 18 de abril de 1896 en la Feria de Primavera, para facilitar el paso de carruajes, caballistas y peatones; fue también lugar de observación del Real y lugar de juego para niños; fue desmontada en 1920. La estructura metálica, llamada la Torre Eiffel sevillana, constaba de cuatro amplias escaleras dobles en cuya confluencia se elevaba un mirador al que se accedía por escalera de caracol. En el lugar que ocupaba la torre se instaló, poco antes de 1930, una fuente llamada de las Cuatro Estaciones, obra de Manuel Delgado Brackenbury. Desde la apertura de la Puerta de San Fernando, este espacio fue lugar de paso y cruce de cami­nos, y durante un siglo el centro de la fiesta mayor de la ciudad, la Feria ele Abril. En ella y sus proximidades tenían parada casi todas las líneas de tranvías, realizándose trasbordos de unas a otras. Actualmente los autobuses las tienen en las inmediaciones. Su estratégica situación la ha convertido en los últimos decenios en el nudo de tráfico más importante de la ciudad, por ser paso obli­gado para trasladarse a cualquier dirección [Salvador Rodríguez Becerra, en Diccionario histórico de las calles de Sevilla, 1993].
Conozcamos mejor la Biografía de Don Juan de Austria, personaje que da nombre a la vía reseñada;
     Juan de Austria. (Ratisbona, Alemania, 24 de febrero de 1547 – Namur, Bélgica, 1 de octubre de 1578). Hijo natural de Carlos V, almirante y general, gobernador de los Países Bajos, consejero de Estado.
     La biografía de Juan de Austria es, sin duda, una de las más desconcertantes del Renacimiento, aunque esta época fuese tan rica en personajes extraordinarios.
     Trayectoria tan excepcional se entiende con facilidad cuando se recuerdan los orígenes del personaje.
     Fue hijo natural del emperador Carlos V —ya viudo de la emperatriz Isabel desde hacía más de siete años— y de una joven alemana, de dieciocho o diecinueve años, Bárbara Plumberger (luego llamada Blomberg en Flandes), hija de burgueses o de artesanos, que Carlos V tuvo la oportunidad de conocer durante una estancia de varios meses en la ciudad de Ratisbona, con motivo de un importante coloquio y de la Dieta del Imperio. El mismo Emperador lo confiesa en el codicilo de su testamento redactado en Bruselas el 6 de junio de 1554, que entregó a su hijo Felipe en septiembre de 1556.
     La fecha de nacimiento de este hijo dio lugar a debate y varios autores siguen atribuyendo ésta al año 1545. Pero, además de ser casi imposible, considerando las idas y vueltas del Emperador, hay pruebas contundentes, especialmente una medalla del busto de don Juan con el Collar del Toisón de Oro, acuñada en Nápoles por Giovanni Melon, que ya no deja lugar a duda.
     No se sabe casi nada de los primeros años de la vida de Juan de Austria, cuyo nombre de pila fue Jerónimo.
     Se sabe que el Emperador, “por consolar la soledad”, tuvo varios amores “dondequiera ha estado [...] con mujeres de alta o baja condición”, según la Relación de España del embajador veneciano Federigo Badoaro.
     Pero el César no deseaba dar la menor publicidad a sus deslices amorosos. Por otra parte, la madre del recién nacido no ofrecía garantías de criar bien al niño.
     De modo que el Emperador quitó pronto el niño a su madre, tal vez cuando aún era lactante. Se sabe que le puso al cuidado de su ayuda de cámara, Luis de Quijada, a la sazón aún soltero, y la única hipótesis correcta es que este último se lo encargó a una mujer de confianza, quizás una nodriza elegida con esmero, y que no la perdió de vista. Sólo tres o cuatro personas estaban informadas y ni siquiera el heredero de la Monarquía, don Felipe, lo supo hasta 1556.
     En cambio, a partir de los tres años y medio, se conoce bastante bien la educación del hijo natural del Emperador, que no sospechaba cuál era su estirpe. Lo cierto es que se puede afirmar que desde entonces, desde su llegada al pueblo castellano de Leganés, la educación del desconocido príncipe casi fue modélica.
     De 1550 a 1564, dicha educación se desarrolló en tres fases y, durante las dos primeras, el joven Jerónimo siguió ignorando el secreto de su nacimiento y las mismas personas que le cuidaban también, con la excepción de Luis de Quijada.
     Del verano de 1550 al de 1554, el joven vivió en una casa sencilla de Leganés bajo la tutoría de un violero de Su Majestad, Francisco Massy, ya jubilado, y de su mujer, Ana de Medina. La pareja se encargó del niño un año antes, en Flandes, según lo testifica un recibo firmado por Francisco Massy, y se lo llevó con ella en el viaje a Castilla. Como Ana de Medina era analfabeta, el cura de Leganés, Bautista Vela, tenía teóricamente el deber de enseñar al chico las primeras letras y los rudimentos de la religión. Pero, muy holgazán y sin sospecha de la identidad del rapaz, Bautista Vela no le hizo caso, de modo que, durante tres años completos, Jerónimo vivió con toda libertad.
     Compartió la vida sana de los pilluelos de Leganés, corriendo en el campo, cazando pájaros y conejos, jugando a combates de moros y cristianos. Evidentemente, a los siete años, el muchacho era fuerte, ágil, despabilado, pero no sabía nada: a duras penas podía deletrear el alfabeto.
     Luis de Quijada, que, entre tanto, se había casado con una mujer de elite, Magdalena de Ulloa, enterado de los resultados de este modo de vida muy elemental, los dio a conocer al Emperador. Ambos resolvieron dar rumbo nuevo a la crianza de Jerónimo, con un cambio drástico de su medio ambiente y de los responsables de su educación.
     La segunda fase de esta pedagogía original, desde 1554 a 1559, fue a cargo de Luis de Quijada y de su joven esposa, inteligente y cariñosa, que tampoco estaba enterada de la estirpe de Jerónimo: para el niño, ya bien vestido, que vivía en una casa señorial, en Villagarcía de Campos, el cambio fue asombroso. La misma Magdalena cuidó de la formación espiritual de su pupilo, oyendo con él la misa diaria, incitándole más bien a una caridad activa. Unos capellanes dieron a Jerónimo lecciones de Gramática, Retórica, Matemáticas, Astronomía y Latín, estas últimas con poco éxito. En cambio, el joven supo rápidamente expresarse con soltura y la historia le apasionaba. Cuando llegaba Luis de Quijada a casa, Jerónimo no se cansaba de escuchar, durante horas, las relaciones políticas y militares del ayuda de campo del Emperador, las sutilezas de la diplomacia, los juegos complicados de la Europa del siglo, con los problemas que planteaban la Reforma protestante, la competencia con Francia, el auge del imperio turco. Por otra parte, Jerónimo aprovechaba con éxito la enseñanza de un antiguo escudero de Luis Luis de Quijada, Juan de Galarza: equitación, manejo de armas, táctica, uso de la artillería, etc.
     Quizá, más inesperadas aún para el joven fueron unas visitas al Emperador en Yuste. Cuando, en febrero de 1557, Carlos V se estableció en el monasterio extremeño, pidió a Luis y a Magdalena tomar residencia en el pueblo vecino de Cuacos. Luego invitó varias veces a Magdalena a visitarle con su paje, es decir, Jerónimo. Pero el Emperador no quiso reconocer a su hijo en público ni en privado. Murió el 21 de septiembre de 1558 sin haberlo hecho, confiando esta misión a Felipe II que, el 28 de septiembre de 1559, aprovechando una cacería, en presencia de unos grandes señores, reveló el secreto. El muchacho, de doce años y medio, quedó mudo.
     Ya incorporado a la Casa Real como un príncipe más, el nuevo don Juan recibió el tratamiento de un infante de Castilla con casa propia. Ahora empieza la tercera fase de su educación: la experiencia de la Corte, con un trato privilegiado de parte del Rey y de la Reina (incluso llevaría en sus brazos el día de su bautismo a la recién nacida Isabel Clara Eugenia), pero el tiempo fuerte de esta tercera fase sería el de los estudios en la Universidad de Alcalá de Henares, con dos príncipes más: sus “sobrinos” don Carlos, el hijo de Felipe, heredero de la Monarquía, ya que, según el Rey la influencia de don Juan podía ser positiva, y Alejandro Farnesio, hijo de Margarita de Parma y de Octavio Farnesio, nieto a la vez de un Papa y de un Emperador (caso poco corriente), que se revelaría como uno de los políticos y generales más dotados de su tiempo. El programa de estudios que Juan y Alejandro siguieron puntualmente (Carlos algo menos) durante cuatro años académicos era muy completo: Artes Liberales, Gramática, Derecho, Arte Militar más ejercicios físicos. Es cierto que don Juan, al contrario de Alejandro, no se entusiasmó por las Artes Liberales, a pesar de la excelencia de los maestros, pero sí por la estrategia. El joven príncipe cumplía con los deberes religiosos, pero sin mucho fervor. Ya se podía vaticinar que la ilusión de Carlos V, expresada explícitamente en el codicilo de su testamento, que su hijo “de su libre y espontánea voluntad tomase hábito en alguna religión de frayles reformados”, quedaría frustrada.
     Llama la atención esta propensión de los reyes de esta época a que sus hijos o hijas naturales redimiesen por una vida de oraciones y penitencias los pecados de sus padres.
     Así, a los dieciocho años, concluyó esta educación variada, original, tal vez más pertinente que la de muchos príncipes. Empezó entonces un período relativamente corto de transición (1564-1568): en 1565, don Juan, con ansias de demostrar sus dotes y dejar patente la cualidad de su “sangre real”, cabalgó hasta Zaragoza con dos jóvenes caballeros, a pesar de la prohibición de su hermano, para acudir al socorro de Malta sitiada por los turcos. Fue también el tiempo de los primeros amores, con María de Mendoza, pariente de la princesa de Éboli, de quien tuvo una niña que cuidó Magdalena de Ulloa. En diciembre de 1567, don Juan no se dejó ya seducir por las locuras de don Carlos, cuando éste quiso huir de la Corte para viajar a Flandes, y avisó a Felipe II. Así demostró ser digno de la confianza del Rey y poseer sentido de la responsabilidad.
     Como dos de sus primeras hazañas destacan la Guerra de Granada, durante dos años (desde abril de 1569 hasta noviembre de 1570) y el mando de la Santa Liga con el colofón de la extraordinaria victoria de Lepanto, el 7 de octubre de 1571. Asimismo, se puede aludir a la conquista efímera de Túnez. El asunto de Flandes, por su parte, fue una trampa que acabaría con la vida de don Juan.
     Felipe II, convencido de las cualidades de su hermano y deseoso de brindarle oportunidades para demostrarlas, aprovechó, en abril de 1568 la dimisión de García de Toledo de su doble cargo de virrey de Sicilia y capitán general del mar para nombrar a don Juan en este último cargo. Para más seguridad Felipe nombró al lado de don Juan a Luis de Requesens y Zúñiga, vicealmirante de la Armada. Así, durante tres meses y medio, navegando en las zonas costeras de Levante y Andalucía, en busca de los corsarios, don Juan aprendió las técnicas de navegación, el conocimiento de las maniobras delicadas de las galeras, especialmente de la boga, supo leer los movimientos del viento y los colores del mar, adivinar la venida de los temporales. Pero, en octubre de 1568, en una escala en Barcelona, se enteró de la mala salud de la reina Isabel, cuyo nuevo embarazo llevaba un rumbo fatal.
     Viajó pronto a Madrid, donde estuvo presente en los últimos días de la joven reina.
     El levantamiento de Fernando de Córdoba y Valor, veinticuatro de Granada, elegido Rey bajo el nombre de Aben Humeya en vísperas de la Navidad de 1568 en el valle de Lecrín, y la extensión rápida del movimiento a gran parte de las Alpujarras, se convirtió en pocas semanas en una gran preocupación de Felipe II: en febrero de 1569, los rebeldes eran unos ciento cincuenta mil, cuarenta y cinco mil de ellos con capacidad de luchar. Al principio, el marqués de Mondéjar, virrey de Granada, cosechó unos éxitos, pero la irrupción del Ejército del marqués de Los Vélez en la parte oriental del reino de Granada acabó con la unidad de mando, ya que los dos marqueses se odiaban cordialmente.
     Harto de estas discrepancias, cuyo efecto era fatal, el Rey resolvió en abril poner a todos bajo un mando único, el de su hermano don Juan, que había reivindicado el puesto. Felipe no fue tan acertado con la elección del Consejo encargado de asesorar a don Juan, pues en él entraban personalidades que no se llevaban bien; así, el marqués de Mondéjar y Diego de Deza, presidente de la Audiencia de Granada, y un jefe militar competente pero muy suyo, el duque de Sessa. Por suerte, entró también en el Consejo el preceptor de don Juan, tan querido por él, Luis de Quijada.
     En el pensamiento de Felipe II, don Juan no tenía que participar directamente en la guerra. Hasta había prohibido a su hermano salir de Granada. De hecho, don Juan no tuvo parte en las operaciones de la primera fase de la guerra. Además, los jefes militares despreciaron las instrucciones de don Juan: así en junio de 1569, el marqués de Los Vélez no acudió al socorro de la plaza de Serón y la dejó caer a manos de Aben Humeya. Tampoco al principio don Juan logró imponer la disciplina y la prohibición del saqueo a su ejército. La primera intervención de don Juan, la reconquista de Serón, acabó muy mal: las tropas cayeron en la trampa de los moros, se entregaron al pillaje, el contraataque las cogió de sorpresa y los españoles huyeron sin vergüenza. Para colmo de males, Luis de Quijada fue herido mortalmente.
     En esta coyuntura desafortunada, don Juan, al frente de tropas de poco valor, que no tenían nada que ver con los famosos tercios, demostró dotes de caudillo.
     Fue capaz de exaltar a sus hombres y de llevarlos a superarse. Por otra parte, dio pruebas de un sentido estratégico agudo. Así, en el sitio de Galera, plaza que el marqués de Los Vélez no lograba vencer, don Juan entendió inmediatamente la importancia de la artillería gruesa y no dio el asalto antes de abrir brechas profundas en las murallas. Lo mismo hizo, tomar todas las ventajas, antes de asaltar Serón, Tíjola, Purchena, Padules... Por otra parte, supo negociar. Por fin, aunque hubiera preferido una solución más suave, el 1 de noviembre de 1570, conformándose a las órdenes de Felipe II, decretó la expulsión de los moriscos. Había cumplido con su misión, y Felipe II, satisfecho por los éxitos de su hermano y por el temperamento de jefe que acababa de exhibir, estaba dispuesto a confiarle otra de alcance mayor, y con mucho.
     Desde hacía casi un año, el papa Pío V se empeñaba en fomentar la concordia entre estados o príncipes cristianos para organizar una Santa Liga dirigida contra el turco. La empresa era difícil por los recelos que existían entre los aliados potenciales, especialmente venecianos y españoles, por la tentación veneciana de concluir una paz separada con los turcos, por las maniobras francesas que lo intentaban todo para conseguir el fracaso del proyecto. El mismo Felipe II formulaba un pronóstico pesimista a principios del año 1571. A pesar de todo, gracias a la energía del Sumo Pontífice, la Liga fue proclamada el 25 de mayo de 1571 en la basílica de San Pedro de Roma, con participación de España, Venecia, Génova, la Santa Sede y caballeros de Malta. Un detalle importante se había resuelto: el generalísimo de la armada aliada sería don Juan de Austria. Era el deseo de Felipe II pero, aunque España tomase a su costa la mitad de los gastos de la empresa, el Rey dejó la última palabra al Papa. Se conoce la premonición de Pío V, citando al Evangelio de san Juan: “Fuit homo missus a Deo, cui nomen era Joannes”.
     Este nombramiento pudo parecer, sino una locura, por lo menos un atrevimiento arriesgado. Don Juan había probado ser un buen caudillo, pero carecía de la experiencia de la batalla naval, en contraste con la del marqués de Santa Cruz, Álvaro de Bazán, un marino prestigioso, y de Gil de Andrade, con Juan Andrea Doria, el genovés, otro marino de gran talento, con los almirantes venecianos Sebastián Veniero, Agostino Barberigo y Marco Quirini. Pero con este cargo, don Juan, un joven de veinticuatro años, llevaba una responsabilidad aplastante. La armada turca, a pesar de su fracaso en el sitio de Malta, tenía fama de ser casi invencible en un combate naval de gran vuelo. Por si fuera poco, la concentración en Mesina de todas las fuerzas de la armada, iniciada a fines de julio, no se acabó antes del 5 de septiembre, fecha tardía, pues se consumía el verano y muchos pensaban que era demasiado tarde para emprender una campaña decisiva.
     El equilibrio de las fuerzas que se enfrentaron en Lepanto fue impresionante. Casi el mismo número de hombres: noventa y tres mil los cristianos y noventa y dos mil los turcos, sumando remeros, hombres de mar y soldados. Si los turcos tenían más galeras (doscientas treinta contra doscientas siete) y navíos ligeros (setenta contra cuarenta) les faltaban galeazas con gran poder de fuego, tales como las seis venecianas, y la masa de fuego de la Santa Liga era algo superior.
     Considerando este equilibrio, hay que explicar porqué una victoria tan amplia y cuál fue el papel personal de don Juan.
     Se puede esgrimir el derroche de energías previo de la armada turca durante mes y medio en su campaña de Creta, islas Jónicas y Adriática, mientras las chusmas y los soldados cristianos estaban frescos, y no gastados por meses de boga; también ha de contarse el deseo de venganza de los cristianos, especialmente de los venecianos cuando supieron, el 3 de octubre, la falta de palabra de los turcos que habían degollado a los defensores de Famagusta, en Cipra. Sin embargo, los méritos de don Juan fueron sobresalientes, quizá decisivos.
     Primero, sobresalió la voluntad ofensiva de don Juan, bien entendida por Pío V. Se hizo patente en el Consejo de Guerra casi dramático del 1 de octubre, en Igumenitza (Albania). Contra los prudentes que aconsejaban una estrategia defensiva, y aprovechando la obligación de los venecianos de lograr resultados, don Juan resolvió atacar. Es muy probable que Alí Bajá, el almirante turco, se dejara encerrar en el golfo de Lepanto, porque no creía que los cristianos se atreverían a tomar la iniciativa. Así, no pudo desplegar su armada como lo hubiera hecho con más espacio.
     En segundo lugar, destacó la táctica elaborada en el consejo, en que don Juan tuvo un gran papel: colocar a dos galeazas delante de cada ala y del centro, para abrir brechas al principio en la armada enemiga, poner en las alas a dos marinos de gran experiencia, Barberigo y Doria, situar a Álvaro de Bazán en la reserva, contando con su rapidez de decisión, y poner a su lado con el pretexto de honrarles, a Veniero y Colonia, pero con el fin de controlarles. Esta táctica dio frutos magníficos.
     Por último, y tan importante como todo lo anterior, fue la energía y el entusiasmo que don Juan supo comunicar a todo el personal de la armada.
     La victoria cristiana tuvo un carácter absoluto. Provocó en toda la cristiandad un fervor extraordinario: en Venecia, en Roma, en Génova, en España, en Viena. Hasta el rey de Escocia, Jaime VI, compuso un poema a la gloria de Lepanto. De la noche a la mañana, don Juan se volvió uno de los hombres más famosos del siglo, un auténtico héroe. Los artistas se apoderaron del tema de Lepanto y de sus vencedores: lienzos, frescos, retablos, grabados, medallas. Por otra parte, a pesar de lo que pretenden algunos historiadores, las consecuencias no fueron nulas: Fernand Braudel demostró lo contrario.
     Es cierto que la Santa Liga no cosechó los frutos esperados. La campaña de 1572 no resultó, a pesar de que la armada era tan poderosa como en 1571: la falta de conexión entre los aliados, la estrategia defensiva del almirante Uluch Ali, la pérdida de dos oportunidades en Navarino y Modon (la segunda quizá por culpa de don Juan, que no intentó forzar el puerto de Modon) explican esta frustración que provocó discrepancias entre aliados. Además, Pío V había muerto. Luego, la paz separada acordada entre Venecia y los turcos, el 7 de marzo de 1573, significaba el fin de la Santa Liga.
     Don Juan vivió dos inviernos de ensueño en Nápoles. El cardenal Granvelle, virrey de Nápoles, le acogió, según ciertos autores, con estas palabras: “Nápoles es la ciudad apropiada para que de las hazañas en el campo de Marte, paséis, aunque novicio, al jardín de Venus”. De hecho, don Juan, a sus veinticinco o veintiséis años, gozaba de condiciones óptimas para triunfar en las lides de Venus. El francés Brantome lo describe así: “Un príncipe hermoso y muy cabal. Era muy guapo, como acabo de decirlo, de buen tono, muy gentil en todas sus actuaciones, cortés, afable, de gran espíritu, sobre todo muy bravo y valiente [...]”.
     Otros contemporáneos opinaban lo mismo.
     Al parecer, don Juan cambió algo en el curso de estos años: quizá, por los humos de la gloria, por el ambiente especial de Nápoles. Antes tan moderado y discreto en su comportamiento amoroso, ahora casi libertino, dando rienda suelta a su libido. Fue el tiempo de los amores con Diana de Falangola, la piu bella donna de Napoli. Poco tiempo después de salir don Juan a la conquista de Túnez (10-11 de octubre de 1573), Diana dio a luz a una niña, Juana, que cuidaría la hermana de don Juan, Margarita de Parma. Pero, al volver de Túnez, don Juan no hizo caso a Diana (sí que le otorgó una pingüe dote) y vivió otra aventura con una tal Zenobia Saratosia. El episodio siguiente olía a escándalo y perjudicó la fama de don Juan, porque la querida, esta vez, era nada menos que Ana de Toledo, esposa del gobernador militar de Nápoles, la cual aprovechó la circunstancia para enriquecerse.
     En aquellos tiempos, don Juan soñaba ser rey. Le parecía que sólo un Trono real podría borrar la mácula de su nacimiento. Primero, recibió una oferta de los cristianos de la Morea, pero el país quedaba por conquistar y don Juan hubo de admitir que el proyecto tenía poca sustancia. Luego, se perfiló la hipótesis del reino de Túnez: la conquista la realizó el propio don Juan, con cierta facilidad, pero sin destruir las tropas turcas que se retiraron tierra adentro. Desde el punto de vista geopolítico, un reino de Túnez con un soberano español era un proyecto coherente pero, en 1574, la hacienda de Felipe II, al borde de la quiebra, no podía aguantar la inversión precisa. Así Felipe II resolvió alejar a don Juan de Túnez y le envió a Génova con la misión de apaciguar un conflicto entre los bandos de la ciudad. Entre tanto, los turcos reconquistaron Túnez. Felipe II, ya en ese momento, pensaba en su hermano para el tan difícil gobierno de los Países Bajos, y una carta del Rey alcanzó a don Juan, el 3 de mayo de 1576, en Vigevano, cerca de Milán, donde tomaba las aguas para curar dolores de hígado.
     La carta le ordenaba “volar” hasta Flandes para asumir el gobierno de los Países Bajos.
     Don Juan no obedeció. Remitió a su secretario Juan de Escobedo un memorándum en que exponía sus condiciones para aceptar tal cargo: trato personal con presupuesto adecuado, respecto de los usos del país y empleo casi exclusivo de agentes de la tierra, y, por último, last but not least, una política inglesa conforme al sueño real de don Juan: se trataba de la restauración del catolicismo en Inglaterra con la liberación de María Estuardo que se casaría con un príncipe cristiano, evidentemente el mismo don Juan. El príncipe contaba con el apoyo entusiasta del papa Gregorio XIII.
     Ya que no recibía contestación al memorándum, don Juan zarpó hacia Barcelona y se fue hasta El Escorial donde forzó a su hermano a recibirle. La discusión fue larga y difícil pero, a la postre, los dos hombres se pusieron de acuerdo, por lo menos teóricamente.
     Felipe II aprobaba el proyecto de don Juan, pero con la condición previa de la pacificación de los Países Bajos. Durante la estancia de don Juan en la Corte, que se prolongó hasta mediados de octubre de 1576, el príncipe entabló una relación con Antonio Pérez, secretario del Rey y amante de la princesa de Éboli. Don Juan, aún cándido, no se dio cuenta de que el turbio personaje jugaba con dos barajas y pagaría el precio muy pronto.
     El 17 de octubre, don Juan salió disfrazado de mozo de cuerda (de manos de Magdalena de Ulloa) para atravesar clandestinamente Francia con Octavio Gonzaga.
     El 3 de noviembre de 1576 estaba en Luxemburgo.
     La coyuntura no podía ser peor: el día anterior, las tropas españolas (también alemanas, italianas, etc.), exasperadas por el retraso de varios años en el abono de su paga, habían saqueado la gran ciudad de Amberes, cometiendo una matanza y toda clase de atrocidades. La misión de don Juan, encargado de conseguir la paz, parecía imposible. Tuvo que aceptar la salida del Ejército, que empezó el 21 de abril de 1577. Se esfumaba su esperanza de conquista de Inglaterra, ya que no le quedaba instrumento militar.
     Sin embargo, en julio, don Juan, convencido de que Guillermo de Orange y sus partidarios no querían la paz, envió a Escobedo a España con una relación detallada.
     Por otra parte, gracias a las remesas de las Indias, en especial de Potosí, la hacienda de Felipe II mejoró mucho. A principio de 1578, los regimientos españoles de elite estaban de vuelta en los Países Bajos y, el 31 de enero de 1578, en Gembloux, aprovechando el genio militar de Alejandro Farnesio, su querido compañero de Alcalá, don Juan lograba una victoria total sobre el Ejército de los Estados de los Países Bajos. La empresa inglesa se volvía posible: la carta de don Juan a Felipe II del 6 de febrero formulaba explícitamente el proyecto.
     Don Juan ignoraba que, en España, Antonio Pérez tejía su red de mentiras y calumnias para desprestigiarle, sugiriendo que don Juan preparaba una traición por ambición. Pérez insinuó que Escobedo, que seguía en Madrid y que había entendido el juego doble de Pérez, era el mal consejero de don Juan y consiguió el asentimiento tácito del Rey para asesinarle. Simultáneamente, el Rey no contestaba a las cartas de don Juan y no hacía caso a sus sugerencias; al contrario exigía un arreglo pacífico con los Estados, que la voluntad de Guillermo de Orange hacía ilusorio. Cuando, en abril de 1578, don Juan, ya gravemente enfermo, se enteró de la muerte de Escobedo, apuñalado, sospechó lo que pasaba en la Corte. Pero, gastado por las fiebres y la disentería, no podía más. El 28 de septiembre nombró a Alejandro Farnesio por su sucesor y murió el 1 de octubre de 1578 a la una de la tarde.
     Quedaba el problema del doble funeral: el de Namur, a los dos días de la muerte, y el traslado al panteón de San Lorenzo de El Escorial de marzo a mayo de 1579, conforme al deseo de don Juan y por orden del Rey. ¿Por qué este traslado con todos los honores, este recorrido solemne a través de Castilla? La explicación parece sencilla; Mateo Vázquez de Leca, otro secretario del Rey, le hizo descubrir a Felipe la perfidia de Antonio Pérez; luego, la consulta de los archivos de don Juan, llevados a El Escorial, demostró que el príncipe no traicionó nunca a su hermano. Nada se oponía al desarrollo del mito. Don Juan, ya presente en la pintura, el grabado, los tapices y la escultura, entró en la gran literatura: todo el canto XXIV de la Araucana de Alonso de Ercilla está dedicado a Lepanto y a don Juan. Y don Juan aparece en la Galatea y en el capítulo XXXIX de la primera parte del Quijote.
     Su retrato aparece en cuadros de artistas famosos como Alonso Sánchez Coello, en grabados, en medallas, y sigue en pie, en Mesina, su estatua colosal (Bartolomé Bennassar, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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La Plaza Don Juan de Austria, al detalle:
Bar España
Fuente de las Cuatro Estaciones
Puerta Nueva, o de San Fernando (desaparecida)
Pasarela (desaparecida)