Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la escultura "Andalucía", de Agustín Sánchez-Cid, en la sala XIII (y en los Almacenes) del Museo de Bellas Artes, de Sevilla.
Hoy, 28 de febrero, es el Día de la Comunidad Autónoma de Andalucía, al cumplirse el aniversario (28 de febrero de 1980) del referéndum sobre la iniciativa del proceso autonómico de Andalucía del año 1980 que dio autonomía plena a la comunidad andaluza, así que hoy es el mejor día para ExplicArte la escultura "Andalucía", de Agustín Sánchez-Cid, en la sala XIII (y en los Almacenes) del Museo de Bellas Artes, de Sevilla.
El Museo de Bellas Artes, antiguo Convento de la Merced Calzada [nº 15 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 59 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la Plaza del Museo, 9; en el Barrio del Museo, del Distrito Casco Antiguo.
En la sala XIII (y en los Almacenes) del Museo de Bellas Artes podemos contemplar la escultura "Andalucía", de Agustín Sánchez-Cid (1886-1955), realizada en 1929.
Agustín Sánchez-Cid, compaginó su profesión de médico, siguiendo la tradición familiar, con la escultura. Se doctoró en escultura anatómica en Madrid, actividad que desarrolló en la Facultad de Medicina de Sevilla. Paralelamente, estudió dibujo con el pintor José García Ramos y de modelado y vaciado en la Escuela Provincial de Artes e Industrias. En 1942 se convierte en catedrático de Anatomía artística en Escuela de Bellas Artes sevillana. Con estas credenciales, su dominio de la técnica escultórica queda patente en esta alegoría titulada “Andalucía” que él personifica en el busto desnudo de una mujer madura que asoma de la piedra basta todavía sin trabajar en acusado contraste con el mármol pulido de la figura.
Agustín Sánchez-Cid compaginó su profesión de médico, siguiendo la tradición familiar, con la escultura. Se doctoró en escultura anatómica en Madrid, actividad que desarrolló en la Facultad de Medicina de Sevilla. Paralelamente estudió dibujo con el pintor José García Ramos y modelado y vaciado en la Escuela Provincial de Artes e Industrias. En 1942 se convierte en catedrático de Anatomía artística en la Escuela de Bellas Artes sevillana.
Con estas credenciales su dominio de la técnica escultórica queda patente en esta obra titulada "Andalucía", como alegoría de la identidad andaluza, que él personifica en el sensual busto desnudo de una mujer madura que emerge de la piedra en basto, rugosa, todavía sin trabajar, en acusado contraste con el mármol pulido de la figura.
De fuerte personalidad, esta representación femenino tiene un sentido trascendente, respira hondura y recoge esa vertiente trágica de fatalismo asociado al pensamiento andaluz, que se refleja en el cante jondo o en las desdichadas protagonistas de las coplas. El sentir opuesto a esa otra cara de la Andalucía pícara, alegre y vital. Esta escultura transmite melancolía, angustia y padecimiento, sentimientos que se potencian estéticamente por medio de la veta más oscura del mármol que recorre su rostro desde la frente. El resultado es una imagen sobria, contenida pero poderosa, y dotada de un dinamismo que rompe la frontalidad habitual en el retrato.
Realizada en el mismo año de la Exposición Iberoamericana de Sevilla, participa en ella, en la Exposición de Bellas Artes e Industrias junto con otras obras del mismo autor, como Triana, Granada, la cabeza de Martínez Montañés realizada para la escultura que se encuentra en la plaza del Salvador y la de Garci Pérez de Vargas para el monumento a San Fernando de la Plaza Nueva, estas dos últimas sus obras más conocidas (web oficial del Museo de Bellas Artes de Sevilla).
Tres notas dominantes van a distinguir la producción escultórica hispalense durante todo el siglo XIX y buena parte del actual: por un lado, la larga perduración de la tradición barroca, tan arraigada, y tan propiciada por la demanda de Cofradías y Hermandades; por otro, la falta de maestros locales que pueden estar al alcance de las nuevas corrientes; por último, y como consecuencia, las necesidades locales se cubren con obras traídas de fuera o con artistas foráneos que vienen aquí a esculpir, especialmente en las empresas monumentales.
El Academicismo lo representan artistas foráneos llegados a suelo sevillano como Felipe de Castro, José Esteve Bonet y, sobre todo, Blas Molner que, desde 1770, trabaja en Sevilla desde la Real Escuela de las Tres Nobles Artes, fundada en 1775, de la que fue Director desde 1793 a 1810. El trabajo de los profesores de esta notable institución propició, durante la época fernandina, un tímido arraigo de la estética del neoclasicismo, pero, eso sí, de la mano de artistas foráneos como José Bover o Rafael Plagniol. El triunfo del Romanticismo hizo brotar en Sevilla un cierto momento de brillantez, pues, junto a artistas no hispalenses venidos aquí a trabajar, surge la figura del malagueño, afincado en Sevilla, Juan de Astorga Cubero (1779- 1849), autor de valoradas imágenes dolorosas de María.
La segunda mitad del siglo XIX viene marcada, como repetidamente ha indicado de la Banda y Vargas, por dos estéticas sucesivas: la historicista y la del triunfo del naturalismo realista, amén de la perduración de la neobarroca imaginería procesional. Artistas extranjeros, como Frappolí, o hispanos, como Ricardo Bellver, van a seguir dominando el desolado panorama escultórico hispalense, en el que tan sólo destacan maestros de segundo orden como Gabriel de Astorga o Manuel Gutiérrez Cano. Tan sólo la aparición de Antonio Susillo arrancará a nuestra plástica de su postración y la conducirá, con su arte y su círculo de discípulos, hacia los caminos del realismo imperante en las décadas de la época de la Restauración.
Las primeras cuatro décadas de nuestro siglo estarán marcadas por hechos significativos: la perduración de los encargos importantes a artistas de fuera de nuestra tierra, como es el caso de Mariano Benlliure; la salida de Sevilla de nuestros artistas, intentando adquirir nuevos conocimientos más allá, incluso, de nuestras fronteras, especialmente en París y Roma; la continuación de la renovación estética de Susillo a través de la obra de Joaquín Bilbao y Lorenzo Coullaut Valera, y, finalmente, la participación de estos escultores y sus discípulos en la reestructuración monumental y artística que supuso para Sevilla la Exposición Iberoamericana de 1929, siendo de destacar la labor de jóvenes artistas como Agustín Sánchez-Cid, Manuel Delgado Brakembury o Enrique Pérez Comendador (Enrique Parejo López, Escultura, en Museo de Bellas Artes de Sevilla, Tomo I. Ed. Gever, Sevilla, 1991).
Conozcamos mejor la Biografía de Agustín Sánchez-Cid, autor de la obra reseñada;
Agustín Sánchez-Cid y Agüero, (Sevilla, 1886 – Sevilla 16 de octubre de 1955). Escultor.
Se le debe las restauraciones de las imágenes de los Crucificados de la Expiración (Cachorro) 1930, de la Buena Muerte (Estudiantes) 1938, Fundación y Calvario 1940; en los trabajos de estos últimos encontraría en su interior papeletas que acreditan sus autorías, Andrés de Ocampo y Francisco de Ocampo, respectivamente; como así realizó la de Jesús Nazareno (Silencio) en 1941. Nombrado el 15 de noviembre de 1933 académico de la Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría (Juan Carrero Rodríguez, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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