Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la Casa Luca de Tena, de Aníbal González (actual sede de PTV Telecom), de Sevilla.
Hoy, 21 de febrero, es el aniversario del nacimiento de Torcuato Luca de de Tena y Álvarez-Ossorio (21 de febrero de 1861), promotor y personaje que da nombre al edificio reseñado, así que hoy es el mejor día para ExplicArte la Casa Luca de Tena, de Sevilla.
La Casa Luca de Tena, de Aníbal González (actual sede de PTV Telecom), se encuentra en la avenida de la Palmera, 48; en el Barrio Sector Sur-La Palmera-Reina Mercedes, del Distrito Bellavista-La Palmera.
Casa construida para don Torcuato Luca de Tena por su primo el arquitecto Aníbal González. El proyecto es de 1923 y las obras concluyen en 1926.
Se trata de una hábil concepción del objeto arquitectónico conseguida a partir de la utilización de todos los recursos formales que ya habían sido empleados en la Plaza de España, pero llevados con indudable maestría a la escala más doméstica de la casa, en la que la loggia se erige en protagonista fundamental de su composición.
Ya desde 1915 los arquitectos sevillanos, que renunciaron a sus convicciones modernistas, se encuentran de pleno inmersos en los esquemas historicistas y revivalistas de la arquitectura del regionalismo, que habría de nacer de la conjunción entre el uso indiscriminado de las referencias históricas -aquí, claramente renacentista y el empleo de elementos constructivos originales surgidos de la espléndida colaboración entre los distintos oficios de la construcción: tallistas de ladrillo, ceramistas, forjadores, carpinteros, etc.
Si este perfecto acuerdo en la utilización de los materiales de construcción con los de revestimiento ha estado siempre presente en la obra de Aníbal González, será en esta casa en la que sin duda alguna alcanzará una de sus cotas más brillantes. Ladrillo tallado de una calidad excepcional, azulejos con escenas diseñadas por el propio arquitecto en zócalos, enjutas de arcos, cajeado de pilastras -y, sobre todo, en la espléndida cornisa que remata el primer cuerpo de la construcción-, mármoles, rejas de hierro forjado, artesonados policromados, madera tallada, etc., componen el amplio repertorio de materiales tan queridos a las composiciones estilísticas de la producción arquitectónica sevillana de estos años.
La planta de la casa se resuelve mediante la yuxtaposición de dos piezas de neta geometría: el rectángulo, al que se le adosa la loggia superpuesta y el cuadrado, que ocupará la parte trasera del edificio. En la unión de ambas piezas se situará la escalera. Las dependencias se organizan en base a un esquema de extrema simplicidad.
Resulta interesante observar en la documentación del proyecto la distinta valoración dada por el arquitecto al tratamiento de las plantas -resueltas con un esquema convencional, simple y sin complicaciones- frente a lo prolijo y laborioso del dibujo de la fachada principal lo que hace presumir una bien distinta actitud de Aníbal González, más atenta a aspectos de la composición y tratamiento de las fachadas que a la resolución de los temas espaciales y de distribución.
La parcela ocupa una extensión aproximada de 4.500 m2. La superficie total construida de la casa podría estimarse alrededor de los 1.100 m2. (Guillermo Vázquez Consuegra, Cien edificios de Sevilla: susceptibles de reutilización para usos institucionales. Consejería de Obras Públicas y Transportes. Sevilla, 1988).
La Casa Luca de Tena se sitúa en la Avenida de la Palmera. Fue construida para don Torcuato Luca de Tena por su primo el arquitecto Aníbal González. El proyecto es de 1923 y las obras se concluyen en 1926. En planta, el inmueble está constituido por dos figuras geométricas básicas: el rectángulo y el cuadrado. El primero se convierte en la parte más lúcida de la casa, a través de una loggia que se plantea en su lado mayor que mira hacia la Avenida. En el contrario, que funciona como trastero, se adosa el cuerpo cuadrangular. En la crujía de unión de éste se levanta un segundo piso, o altillo, que separa las azoteas de ambos cuerpos.
La distribución interior ha cambiado considerablemente respecto al proyecto original. Sólo en la planta baja del cuerpo rectangular pueden reconocerse habitaciones y elementos coincidentes con los primitivos.
La entrada principal se sitúa en el lado corto del lado norte del cuerpo rectangular. Está compuesta por sendas escalinatas enfrentadas de ladrillo, con contrahuellas de azulejos y zócalo de ladrillo tallado, que llevan hasta la puerta.
Por ella se accede a un vestíbulo, que da paso a una amplia estancia o recibidor. Su elemento más destacado son un par de columnas de orden compuesto en mármol, sobre pedestal corrido, y que actúan como soporte central de una elegante cubrición de viguería de madera sobriamente decorada.
Al fondo aparece una pieza rectangular, que fue originariamente el corredor de la casa, y que actualmente funciona como Sala de Juntas de la entidad bancaria que ocupa el inmueble. Se trata de una estancia muy interesante, con sus altos zócalos de azulejos de motivos neorrenacentistas, su artesonado plano de complejo entramado de lacerías con piñas de mocárabes y una magnífica fuente ornamental en su muro oeste.
La escalera principal permite el acceso hasta el piso alto, muy modificado, y a las azoteas. Estas se extienden a ambos lados de un altillo de planta rectangular en lugar de unión de los módulos principales del edificio. Es una graciosa estructura ordenada por pilastras en ladrillo con los fustes decorados por azulejos; sobre ella aparecen frisos de azulejería con motivos de niños, a modo de los putti italianos, entre frondosa hojarasca. En el costado oeste de este altillo se sitúa una interesante escalera de caracol, de alto vuelo, que permite el acceso a la azotea antes comentada.
Está realizada artísticamente en hierro forjado, con sus peldaños calados.
En cuanto a las fachadas, sin duda la mejor es la correspondiente a la cara este, que da a la Avenida. En ella se encuentra la loggia o pórtico, tanto en planta baja como en alta, a base de arquerías de medio punto en ladrillo cortado y tallado, sobre columnas de mármol de orden compuesto. Lateralmente, encuadran la loggia machones formados por pilastras dobles toscanas sobre pedestales, asimismo en ladrillo. Las enjutas de los arcos y los fustes de estas pilastras se encuentran decorados por azulejos policromos. Las fachadas de los lados menores del cuerpo rectangular se resuelven por medio de pilastras toscanas en ladrillo, que encuadran arcos semicirculares con las roscas realizadas del mismo material. También las fachadas del cuerpo cuadrangular presentan idéntica decoración.
Muy interesante es la ornamentación de los jardines alrededor de la casa, que se conservan con escasos cambios respecto al proyecto original. La zona más vistosa es la correspondiente a la loggia. Aquí se coloca, como elemento principal, una fuentecilla de planta estrellada, rodeada por bancos.
Representa el perfecto acuerdo en la utilización de los materiales de construcción con los de revestimiento que siempre ha estado presente en la obra de Aníbal González, siendo en esta casa donde sin duda alguna alcanzará sus cotas más brillantes. Ladrillo tallado de una calidad excepcional, azulejos con escenas diseñadas por el propio arquitecto en zócalos, enjutas de arcos, cajeados de pilastras -y, sobre todo, en la espléndida cornisa que remata el primer cuerpo de la construcción-, mármoles, rejería de hierro forjado, artesonados policromados, madera tallada, etc., componen el amplio repertorio de materiales tan queridos a las composiciones estilísticas de la producción arquitectónica sevillana de estos años.
Resulta interesante observar en la documentación del proyecto la distinta valoración dada por el arquitecto al tratamiento de las plantas -resueltas con un esquema convencional simple y sin complicaciones- frente a lo prolijo y laborioso del dibujo de la fachada principal, lo que hace presumir una bien distinta actitud de Aníbal González, más atenta a aspectos de la composición y tratamiento de las fachadas que a la resolución de los temas espaciales y de distribución.
Casa construida para don Torcuato Luca de Tena por su primo el arquitecto Aníbal González. el proyecto es de 1923 y las obras se concluyen en 1926.
Se trata de una hábil concepción del objeto arquitectónico conseguida a partir de la utilización de todos los recursos formales que ya habían sido empleados en la Plaza de España, pero llevados con indudable maestría a la escala más doméstica de la casa, en la que la loggia se erige en protagonista fundamental de su composición.
Ya desde 1915 los arquitectos sevillanos, que renunciaron a sus convicciones modernistas, se encuentran de pleno inversos en los esquemas historicistas y revivalistas de la arquitectura del regionalismo, que habría de nacer de la conjunción entre el uso indiscriminado de las referencias históricas - aquí, claramente renacentistas- y el empleo de elementos constructivos originales surgidos de la espléndida colaboración entre los distintos oficios de la construcción: tallistas de ladrillo, ceramistas, forjadores, carpinteros, etc.
El estado de conservación de la casa es excelente. Sin embargo han debido de realizarse obras para su adaptación a sede representativa de una entidad bancaria. Estas obras afectaron a la pieza cuadrada de la composición en planta del edificio, alterando su distribución interior y el tratamiento de los materiales originales de la construcción (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
Conozcamos mejor la Biografía de Aníbal González, autor de la obra reseñada;
Aníbal González y Álvarez- Ossorio (10 de junio de 1876 - 31 de mayo de 1929), arquitecto.
Fue el primero de los tres hijos del matrimonio formado por José González Espejo y Catalina Álvarez- Ossorio y Pizarro. Se tituló como arquitecto en 1902 en la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid, superando la reválida de sus estudios con el número uno de su promoción. Su formación respondió a los fundamentos tradicionales entonces imperantes, provenientes del origen académico de ese título, y que se puede constatar por la naturaleza de sus trabajos escolares que se han conservado. Figuras clave de esa formación fueron Ricardo Velázquez Bosco y Vicente Lampérez y Romea, arquitectos esenciales del panorama español de entonces.
Su vocación arquitectónica se manifestó tempranamente y se vio acrecentada con los años. Daban prueba de ello tanto su biblioteca como sus viajes, siempre vinculados a los intereses disciplinares, y se aprecia con plena nitidez en el éxito de sus estudios y en su temprana actividad, aun cuando era estudiante, en el pabellón que llevó a cabo en la Exposición de Pequeñas Industrias que, en 1901, se celebró en el Retiro madrileño. Al siguiente año realizaría un anteproyecto para Palacio de Exposiciones de Bellas Artes en los sevillanos jardines del Cristina. También en ese año de 1902 redactó una Memoria acerca de la reorganización del servicio de incendios de Sevilla, que presentó al alcalde de la ciudad, siendo acompañado por Nicolás Luca de Tena, a cuya familia estaba ligado por lazos familiares, lo que resultaría ser decisivo para su vinculación tanto a la sociedad y las instituciones sevillanas como a los gobiernos del reinado de Alfonso XIII. Por otra parte, su matrimonio con Ana Gómez Millán, hija del constructor y maestro de obras José Gómez Otero, significaría su conexión con una de las sagas arquitectónicas más prolíficas de Sevilla.
Los arquitectos activos entonces eran pocos, y la disposición y cualidades que adornaban al joven González, le habilitaron, junto con las circunstancias referidas, para una pronta fortuna en el ejercicio de la arquitectura. De inmediato se le encargó llevar a término un proyecto de cárcel celular, y estuvo en disposición de iniciar sus primeros encargos privados de diverso tipo, especialmente viviendas, que le ocuparon ya durante la primera década del novecientos. Así, las casas de la calle Alfonso XII y Almirante Ulloa; la reforma del edificio de la calle Monsalves, la de Martín Villa esquina a Santa María de Gracia; la desaparecida central térmica del Prado de San Sebastián y la subcentral de la calle Feria, para la naciente Compañía Sevillana de Electricidad, o la fábrica de la calle Torneo, hoy rehabilitada como Instituto de Fomento de Andalucía; el grupo escolar Reina Victoria en Triana; panteones en el cementerio de San Fernando, o sus primeros proyectos en Aracena debidos a su vínculo con la familia Sánchez-Dalp, como el casino Arias Montano.
En esa primera década no permaneció ajeno a las corrientes innovadoras que entonces afloraban en Europa, y que en España se reconocen en el modernismo catalán. Algunas de las obras citadas lo manifiestan, pero tal experimentación estilística se inscribía dentro de las habilidades que su formación y la cultura predominante configuraban bajo un eclecticismo historicista, en el que, como un estilo más, llevó a muchos de los arquitectos jóvenes de entonces a ensayar formas que pudieran identificarse con el espíritu de los tiempos nuevos. No obstante, el carácter conservador de las ideas subyacía, y la obra de Aníbal González estaba destinada a figurar destacadamente dentro del panorama nacional de la arquitectura de intención tradicional que, más allá del historicismo, contribuyó a procurar una salida a la crisis del noventa y ocho en el filón de las identidades diversas de los pueblos de España, dando lugar a lo que se conoce como regionalismo, teniendo en la arquitectura una de sus manifestaciones más notables, especialmente en la dualidad del norte y del sur de la Península, la arquitectura montañesa y vasca, por una parte, y por otra lo que vino en denominarse “estilo sevillano”, en el que Aníbal González se reconoció y fue reconocido en toda España, por más que otros arquitectos locales, como Juan Talavera o José Espiau, contribuyeran igualmente a fortalecerlo.
Esa construcción cultural, si fuera de Sevilla produjo admiración, en la ciudad propició una rara identificación social con la arquitectura. Y para ello, el acontecimiento que lo canalizó fue la Exposición Iberoamericana, celebrada en 1929 pero iniciada como objetivo ciudadano veinte años antes, tras los festejos “España en Sevilla”, organizados en la primavera de 1909, y a cuya conclusión lanzaría la idea Luis Rodríguez Caso. El objetivo de una Exposición Hispano- Americana, como fue originalmente denominada, se traduciría en un concurso convocado en 1911, y del que resultaría ganador Aníbal González, bien es cierto que con una muy escasa participación, ausentes los demás arquitectos sevillanos.
Su vida, que se vio truncada poco antes de que tuviera lugar la inauguración del certamen, el 31 de mayo de 1929, quedó vinculada al proyecto general y a las obras que resultarían más relevantes: la plaza de América y la plaza de España. Supo compaginar una amplísima actividad profesional, centrada en Sevilla, pero con ejemplos diseminados por distintas poblaciones, especialmente de la baja Andalucía, aunque también fuera de ella, como el edificio proyectado para ABC en la Castellana de Madrid, cuya fachada sobrevive como muestra definitiva de la admiración y apoyo que siempre encontró en la familia Luca de Tena.
Su trayectoria en Sevilla es difícil de resumir: proyectos urbanísticos (como el del cortijo Maestrescuela, que originaría el barrio de Nervión); viviendas aisladas en áreas de crecimiento de la ciudad (en el Porvenir o en la Palmera); casas familiares urbanas (por ejemplo, en la calle de San José esquina a Conde de Ibarra, calle de Almansa esquina a Galera o calle de Monsalves esquina a Almirante Ulloa); numerosas casas de renta (paseo de Colón, cuesta del Rosario, calles Cuna, Cuesta del Rosario, Tetuán, Francos o actual avenida de la Constitución); “casas baratas” (Portaceli, Ramón y Cajal o avenida de Miraflores); edificios religiosos (para la Compañía de Jesús en la calle de Trajano, la capillita de la Virgen del Carmen en el Altozano o la basílica de la Inmaculada Milagrosa cuya construcción se interrumpió tras su fallecimiento); panteones (como los de los Luca de Tena, Peyré o González) y otros muchos proyectos y obras, que se pueden cerrar con la referencia a la reforma de la plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería y su sede en el paseo de Colón. Una serie ingente que, junto a la de otros arquitectos regionalistas, cambió la fisonomía de Sevilla, en ocasiones mediante las alteraciones de aperturas interiores, desde la Campana a la Avenida, en incrementos de alturas y cambios de tipos formales del caserío que, en conjunto, significó una renovación intensa de la ciudad.
Hay que volver a la Exposición Iberoamericana para comprender sintéticamente la evolución producida en la arquitectura de Aníbal González y completar la glosa de este sevillano. Basta comparar el proyecto premiado en 1911 con los desarrollados posteriormente, incluido el frustrado de la Universidad Hispano Americana, tercera de las grandes obras que se pretendió vincular a la Exposición. Sobre todo, basta comparar la arquitectura de la plaza de América (1911-1919: Pabellón de Arte Antiguo, Pabellón Real y Pabellón de Bellas Artes, con sus jardines) con la de la plaza de España (1914-1928), para apreciar la transición de una concepción pintoresca a otra más monumental; por más que en ambas se contengan las habilidades del dominio ecléctico de los estilos del pasado español y en ambas se desarrollen las aplicaciones múltiples de los oficios y artesanías tradicionales recuperados y potenciados al amparo de las prolongadas obras de la Exposición. De manera que si tuviésemos que elegir un desenlace de su evolución, quizá éste radicara en el virtuosismo con que se desenvolvieron las obras de Aníbal González, en especial las aplicaciones del ladrillo en limpio y su talla.
La donación a la ciudad de la mayor parte de los jardines desarrollados por los duques de Montpensier y la acertadísima intervención de J. C. N. Forestier, renombrado jardinero y urbanista parisino, en la configuración del parque de María Luisa, constituyen el acontecimiento matriz para el desencadenamiento de la transformación urbana que comportó la Exposición Iberoamericana. Lo que finalmente fue el certamen, por el impulso final producido bajo la dictadura de Primo de Rivera, contravino la idea unitaria que Aníbal González había soñado completar. Pero, por más que aquella quiebra trajera la desilusión, la enfermedad y la muerte de nuestro arquitecto, al apreciar hoy el interés de muchas de las obras proyectadas por otros arquitectos (el casino de la Exposición y el teatro Lope de Vega, de Vicente Traver, o varios pabellones americanos, como los de Argentina de Noel, Chile de Martínez, Perú de Piqueras o México de Amábilis), ello no impide percibir la identidad sustancial que se reconoce a la Exposición de 1929 tres cuartos de siglo después.
En años de fuerte convulsión social, el fallido atentado contra Aníbal González en 1920 debe ser leído en clave de su extraordinaria relevancia como figura pública. Lamentable en cualquier caso, ese acto respondía a la rara popularidad del arquitecto, intensificándose la identificación de la ciudad con él durante la década final de su vida. Poco antes de morir pronunciaba su conferencia, impresa entonces, sobre La Giralda; el máximo símbolo arquitectónico de Sevilla era descrito con su verbo comedido. La manifestación de duelo popular que le acompañó a su muerte, sólo comparable entonces con la de los ídolos de la tauromaquia, contribuyó a otorgarle la aureola de mito contemporáneo de la ciudad.
Puede afirmarse que Aníbal González es el arquitecto más estimado en Sevilla a lo largo del siglo XX.
La consideración popular por sus obras, especialmente las de la Exposición Iberoamericana de 1929, se manifiesta en el modo como se han integrado en el paisaje urbano comúnmente reconocido, y en la valoración que de ellas hacen tanto los sevillanos como los forasteros que visitan la ciudad (Víctor Pérez Escolano en Biografías de la Real Academia de la Historia).
Conozcamos mejor la Biografía de Torcuato Luca de Tena, promotor y personaje que da nombre a la obra reseñada;
Torcuato Luca de Tena y Álvarez Ossorio, I Marqués de Luca de Tena (Sevilla, 21 de febrero de 1861 – Madrid, 15 de abril de 1929). Periodista.
Hijo primogénito de Torcuato Luca de Tena y Reina (1838-1903) y de Dolores Álvarez-Ossorio y Pizarro.
Torcuato Luca de Tena terminó sus estudios de Derecho en la Universidad Central de Madrid.
Fue agregado diplomático en la embajada de España en Marruecos entre 1876 y 1878. Posteriormente, se dedicó durante diez años a negocios familiares y alta banca.
Su primera creación periodística fue el semanario infantil La Educación, que realizó con doce años, junto con compañeros de estudios.
Su rasgo más destacado fue la modernización e innovación en la prensa nacional. Realizó viajes por Suiza, Alemania y Francia, en los que investigó la tipografía, el periodismo y la aplicación de las Artes Gráficas.
Tras estudiar la organización de la revista alemana Fliengende Blätter, proyectó y editó, el 10 de mayo de 1891, el primer ejemplar de Blanco y Negro, del que se vendieron veinte mil ejemplares. Fue el fundador y primer director del diario ABC. El 1 de enero de 1903 se publicó el primer número de este periódico. A través de ABC, promovió campañas patrióticas, numerosos concursos y suscripciones benéficas.
Fundó otras publicaciones como Gedeón (1895-1907), Gente menuda (1906-1910), Actualidades (1908-1910), El Teatro (1909-1910) y Ecos (1912).
Fue diputado del partido liberal, por Martos en las legislaturas de 1893, 1898, 1899 y 1901. Senador por Jaén en 1903 y 1905, y por Sevilla en 1907. En 1909 fue nombrado senador vitalicio. Sus intervenciones propiciaron reformas en la libranza de prensa, franqueo concertado y modificaciones en el giro postal.
Recibió la Cruz de Alfonso XII, la Gran Cruz de Isabel la Católica y la Legión de Honor francesa y fue agraciado por el rey Alfonso XIII con la merced de marqués de Luca de Tena.
Torcuato Luca de Tena fue uno de los periodistas españoles más importantes entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX (Miguel Ángel Ramírez Carrasco, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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Más sobre la avenida de la Palmera, en ExplicArte Sevilla.
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