Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la calle León XIII, de Sevilla, dando un paseo por ella.
Hoy, 20 de febrero, es el aniversario (20 de febrero de 1878) del inicio del pontificado de León XIII como papa de la Iglesia Católica, así que hoy es el mejor día para ExplicArte la calle León XIII, de Sevilla, dando un paseo por ella.
La calle León XIII es, en el Callejero Sevillano, una vía que se encuentra en los Barrios de la Cruz Roja-Capuchinos, El Carmen, y León XIII-Los Naranjos, del Distrito Macarena; y va de la confluencia de las calles Puerta de Triana, Santas Patronas, y Reyes Católicos, a la confluencia de las calles Canalejas, y Marqués de Paradas.
La calle, desde el punto de vista urbanístico, y como definición, aparece perfectamente delimitada en la población histórica y en los sectores urbanos donde predomina la edificación compacta o en manzana, y constituye el espacio libre, de tránsito, cuya linealidad queda marcada por las fachadas de las edificaciones colindantes entre si. En cambio, en los sectores de periferia donde predomina la edificación abierta, constituida por bloques exentos, la calle, como ámbito lineal de relación, se pierde, y el espacio jurídicamente público y el de carácter privado se confunden en términos físicos y planimétricos. En las calles el sistema es numerar con los pares una acera y con los impares la opuesta.
También hay una reglamentación establecida para el origen de esta numeración en cada vía, y es que se comienza a partir del extremo más próximo a la calle José Gestoso, que se consideraba, incorrectamente el centro geográfico de Sevilla, cuando este sistema se impuso. En la periferia unas veces se olvida esta norma y otras es difícil de establecer.
Se rotula en 1951 en memoria de Joaquín Vicente, conde de Pecci (1810-1903), que fue Pontífice entre los años 1878-1903. Tiene disposición radial pero, a diferencia de otras, no se traza sobre ningún antiguo camino, sino que se abre a través de las huertas de Capuchinos, Soldado, Santa Ana, Rosario, Mato Donato y Macarena. Su apertura obedece al Plan General Urbano de 1946, en el que se contempla como una vía totalmente recta, pero su salida a la "ronda" se tiene que adaptar a un solar entre la edificación ya existente, en el que estuvo el cine de verano Capuchinos, hasta su definitiva apertura h. 1962. Por ello, actualmente a pocos metros de la "ronda" gira hacia la izquierda para adoptar definitivamente su configuración rectilínea. En el resto, el proyecto distingue dos tramos: el primero hasta Fray Isidoro de Sevilla que aparece con 16 m. de anchura, y desde ahí hasta el final se reduce a 10 m.
En éste último se comienza a edificar a comienzos de los años cincuenta, configurándose una pequeña plaza en la acera de los impares en el cruce con Jorge de Montemayor. En el primer tramo, hasta los años sesenta no se levantan los bloques que hacen esquina con Ronda de Capuchinos y la barriada de los Naranjos. Hasta 1975 permaneció incomunicado por la persistencia de una tapia que separaba dos propiedades, que se situaba muy próxima a donde gira hacia la izquierda y que impedía la libre circulación. Otra fecha importante en la configuración de su trazado es la terminación de la primera fase del núcleo residencial Jardines de Capuchinos, construidos sobre la huerta del mismo nombre. Sus bloques se disponen en torno a un espacio rectangular que se desarrolla fundamentalmente hacia la derecha de la calzada mediante una vía en forma de U que rodea un jardín y desde la que se accede a las viviendas. A la izquierda sólo queda un espacio triangular con una calzada de servicio separada de la principal mediante una estrecha acera o isleta alargada. Su perfil longitudinal tiene una leve pendiente desde el comienzo hasta el final y su apéndice en forma de U se eleva también desde sus dos extremos, por lo que queda el jardín a modo de terraza para compensar el desnivel. Las aceras en general son amplias, y tanto su pavimentación como la de la calzada se encuentran en buen estado de conservación. La iluminación se hace hasta Antonio Machín mediante báculos de pie o murales y desde ésta mediante farolas de tipo jardín. Sólo se encuentra arbolada en algunos tramos; hasta Antonio Machín hay naranjos en una y otra acera, pero desde ahí hasta el final sólo vuelven a aparecer en la placita esquina a Jorge de Montemayor; en la barriada Edificio León XIII se encuentran casuarinas, boneteros y brachichitones. En los pares confluyen Medalla Milagrosa, Fray Luis de Granada y Correa de Arauxo; por la de los impares lo hacen Antonio Pantión y Dionisio Alcalá Galiano; la atraviesan Manuel Mateos, Fray Isidoro de Sevilla y Jorge de Montemayor.
La edificación que la flanquea que la flanquea pierde altura y gana antigüedad conforme se camina hacia la "segunda ronda" (Doctor Leal Castaño y Sor Francisca Dorotea). De las seis, siete y ocho plantas de los bloques de los Jardines de Capuchinos y la barriada de los Naranjos, se pasa a tres, dos y una planta una vez rebasada Fray Isidoro de Sevilla. La tipología edificatoria presenta también una gran variedad: de los bloques entre medianeras se va pasando por la casa de escalera hasta la popular de autoconstrucción, para aparecer de nuevo los bloques hacia el final, todo lo cual refleja las distintas fases en que se ha formado. Hasta Fray Isidoro de Sevilla hay dos importantes actuaciones; la primera, cronológicamente hablando, es la barriada de los Naranjos, de la que los bloques con fachada a León XIII constituyen la última fase de construcción (1974). Al mismo tiempo se termina el núcleo de los Jardines de Capuchinos, que es un proyecto de Manuel Gómez Ester, de unas 300 viviendas. El nuevo conjunto rompe la alineación de la calle, transformándola en un gran "patio" hacia el que dan todas las ventanas y terrazas de las viviendas. A partir de Fray Isidoro de Sevilla en la acera de los pares, predomina el tipo de casa de escalera como las conocidas como Casas de Rojas, de 1950, en la antigua Huerta del Rosario; más adelante aparece la edificación en bloque, como el núcleo del Mato Donato, en la huerta del mismo nombre de 1983. En cambio en la de los impares lo es la casa popular, actualmente sometida a un proceso de sustitución; por último aparece el Edificio León XIII, terminado de construir en 1972, en la antigua Huerta de la Macarena.
En estos últimos veinte años se ha modificado notablemente la configuración social y funcional de la calle. Las primeras viviendas de autoconstrucción de los años cincuenta son fundamentalmente de clase obrera, en la que generalmente se destina el bajo para pequeños talleres. Desde los años sesenta hasta la actualidad se edifican sobre todo bloques de viviendas de renta libre que alcanzan las mayores alturas de la calle y en sus bajos se han ido instalando numerosos y variados comercios. de los que algunos tienen un cierto grado de especialización. Su importante actividad económica y la notable densidad de población que soporta le dan un especial ambiente durante la mayor parte del día. Junto a esta función predominante hay un centro de formación especial de sordos Divina Pastora, de la Asociación Provincial de Sordos, que está ocupando unas antiguas dependencias del convenio de los Capuchinos. Entre los establecimientos destinados al ocio cuenta con varios bares y restaurantes. El tráfico circula únicamente hacia Ronda de Capuchinos y el cruce con Fray Isidoro de Sevilla; hasta la instalación de semáforos, ha sido el punto más conflictivo tanto para los vehículos como para los peatones, y no es raro que al hablar con algún vecino cuente un accidente que ha presenciado o que, en el peor de los casos, ha estado a punto de sufrir, ya que las dos vías canalizan un constante tráfico y un importante movimiento de personas, por el comercio que en ellas se concentra. En cuanto a sus espacios libres, la pequeña plaza que comparte con Jorge de Montemayor no deja de ser un reducido espacio; a pesar del calificativo dado, está cubierta de albero y rodeada de naranjos y sólo admite que los pequeños se arremolinen en torno al puesto de chucherías o de helados en verano y que las personas de edad se reúnan para charlar en las aceras. El jardín del núcleo residencial Capuchinos es privado y cercado, pero parece ser que esta destinado más al deleite de la vista, por lo bien cuidado, que al disfrute de los vecinos, ya que es raro ver a alguien paseando o descansando en él, a excepción de los niños, que se entretienen en el rincón destinado a sus juegos [Joaquín Cortés José, en Diccionario histórico de las calles de Sevilla, 1993].
Vincenzo Gioacchino Pecci, el sexto hijo de una familia humilde, vino al mundo el 2 de marzo de 1810, en la ciudad de Carpineto, situada al sur de Roma.
Vicenzo fue educado primero en el colegio jesuita de Viterbo (1818-24), luego en el Colegio Romano (1824-32) y posteriormente estudió en la Academia de Estudios Eclesiásticos (1832-37).
Ordenado sacerdote del Señor en 1837, fue inmediatamente integrado al servicio papal, y como gobernador fue enviado primero a Benevento (1838-41) y luego a Perugia (1841-43). Se distinguió por ser muy capaz y justo en el gobierno de los estados pontificios a él encomendados, por lo que tuvo una reconocida popularidad. Su profunda preocupación social le llevó, entre otras iniciativas, a crear un banco para ayudar a los pobres.
En 1843 fue consagrado obispo, siendo enviado por Su Santidad Gregorio XVI a Bélgica para asumir allí la nunciatura. Dos años más tarde, nuevamente en Italia, le era encargado el gobierno pastoral de la diócesis de Perugia. En 1853 es creado Cardenal por el Papa Pío IX.
Durante su paternal presencia como Pastor de su diócesis, insistió mucho en fomentar una profunda instrucción religiosa de sus fieles. Para dar un fuerte impulso al estudio del tomismo, fundó en el año 1859 la Academia de Santo Tomás de Aquino.
Cuando el año 1860 el estado pontificio de Perugia era anexado a Cerdeña, una legislación fuertemente secularista era introducida por los nuevos gobernantes —conocidos con el nombre de piamonteses—, poniendo fuertes trabas a la libertad religiosa de los fieles católicos. La situación llevó a Mons. Pecci a alzar firme su voz de protesta, siendo constante y firme en la defensa que hacía de los derechos de la Iglesia y de su grey en particular. Sin embargo, a pesar de esta actitud de oposición, supo mantener siempre una buena relación con el nuevo gobierno.
En una serie de cartas pastorales publicadas entre 1874-77 el Cardenal Pecci hacía público su deseo de lograr un mayor acercamiento entre el catolicismo y la cultura contemporánea.
El año 1877 es trasladado a Roma y —luego del tránsito del Papa Pío IX— es nombrado camarlengo (Cardenal que administra los asuntos de la Iglesia cuando sobreviene la vacancia de la Sede Apostólica). Será él el elegido, el 20 de febrero de 1878, para sucederle en la cátedra de Pedro.
Su pontificado
Tras un cónclave de tres días la elección de un nuevo Pontífice recaía un tanto inesperadamente sobre el Cardenal Gioacchino Pecci, por entonces un hombre que con una salud bastante precaria llegaba a los casi 69 años. Acaso por ello pensaron algunos que se trataba de un pontificado "de transición". Sin embargo, a despecho de toda cábala humana, el Espíritu Santo elegía a este siervo suyo para guiar la Barca de Pedro por el umbral del siglo adveniente, nuestro siglo XX.
Al asumir la misión apostólica que Dios le confiaba, la de confirmar a su hermanos en la fe, el nuevo Pontífice elegía el nombre de León. ¿Una inspiración divina para que su nombre fuese como un signo o anuncio de lo que sería la nota esencial de su pontificado? Lo cierto es que el nuevo Papa, que a más de uno habría sugerido la idea de que el suyo sería un pontificado breve, habría de guiar la barca de Pedro —con ejemplar firmeza— ¡durante casi veintiséis años! Y vaya que, cual rugido de león, haría resonar más de una vez la firme voz de la Iglesia en todo el mundo, la voz que con singular energía se alza en defensa de sus hijos, especialmente cuando ve que se maltrata y desprecia a los más débiles e indefensos.
En este sentido, Su Santidad León XIII ha llegado a ser conocido como el primer Papa de las encíclicas. Muy prolífico en su labor magisterial —publicó alrededor de cincuenta documentos—, hizo conocer al mundo entero la enseñanza de la Iglesia iluminando con la luz del Evangelio los más diversos problemas que se iban presentando en su tiempo.
La más importante de sus encíclicas, sin duda, es la conocida con el nombre de Rerum novarum, y fue promulgada el 15 de mayo de 1891. Con esta encíclica se iniciaba una nueva etapa conocida como Magisterio Social Pontificio, etapa que de ninguna manera desconoce sino que, todo lo contrario, hunde sus raíces en el Evangelio mismo, así como en el pensamiento y la acción social que, inspirándose en las enseñanzas evangélicas del Maestro, han acompañado a la Iglesia desde el inicio de su caminar.
Por medio de esta encíclica el Papa de los obreros, con tono firme, hacía resonar en el mundo entero la voz de la Iglesia que, una vez más, se alzaba en defensa de los débiles, los pobres, los «sin voz». Advertía claramente de los peligros que traerían para el mismo hombre las nuevas concepciones políticas, sociales y económicas que no tomaban en cuenta a la persona humana y que, además, evadían sus responsabilidades sociales por su marcada tendencia individualista. Ciertamente, la creciente pobreza y explotación del hombre por el hombre —en el campo del trabajo— hacía necesario este llamamiento universal que, en nombre de Dios y con hondo clamor humano defendiese a los obreros.
Al publicar la Rerum novarum, el Papa León XIII mostraba una vez más la profunda preocupación que, como Pastor Universal, movía su corazón para alzar su enérgica voz de protesta al agravarse cada vez más la llamada "cuestión social". No sin razón su encíclica ha sido llamada la «Carta Magna del Trabajo».
Es conocido también el gran empeño que Su Santidad León XIII pusiera en favorecer la unidad entre la fe y el pensamiento. Con este fin dio un nuevo impulso a la doctrina de Santo Tomás de Aquino, proponiendo en su encíclica Aeterni Patris a este santo como modelo para los estudios filosóficos y teológicos.
En el terreno ecuménico se dio un verdadero cambio, al menos en lo que se refiere a las relaciones con la Iglesia Oriental. El objetivo del Papa León XIII, en este sentido, era lograr la reunificación de quienes se habían separado de la Iglesia. Fruto de esos esfuerzos fueron, en 1879, el fin del cisma caldeo y del cisma armenio.
En este mismo campo, la cosas no fueron tan bien en lo que se refiere a los anglicanos. Con ellos no sólo no se llegó a ningún acuerdo, sino que se abrió más aún la brecha cuando en 1896 una comisión pontificia, nombrada por el mismo Santo Padre con el objeto de estudiar la validez de las ordenaciones anglicanas, llegó a la conclusión que no se había dado entre ellos la continuidad de la sucesión apostólica.
La actitud que el Papa León XIII mostró frente a las diversas ciencias fue la de un vivo interés y deseo de que se llegase siempre al conocimiento de la verdad. Entre otras cosas, fue él quien abrió las puertas del Archivo Vaticano en 1883 —de acceso muy restringido durante siglos—, dando amplias facilidades para la investigación histórica.
Relaciones internacionales
A lo largo de su pontificado, León XIII mostró extraordinarias habilidades para el gobierno y el manejo de las relaciones internacionales con otros Estados.
Una de las intenciones de su pontificado fue la de lograr ubicar adecuadamente a la Iglesia en la sociedad tal y como se iba perfilando por entonces. Para ello, por medio de una hábil política eclesiástica, buscó mejorar en lo posible las frágiles o quebradizas relaciones con los diversos Estados europeos.
Para entonces las posesiones territoriales del papado —luego de serle arrebatados los estados pontificios— se reducían a un minúsculo estado: el Vaticano. Al publicar su primera encíclica, el Papa León XIII aclaraba que, en este sentido, la Iglesia jamás había perseguido el gobierno temporal por ambición o por afán de dominio, sino porque «cuando se trata del poder temporal de la Sede Apostólica, está a la vez en juego el bienestar común y la salvación de toda la sociedad humana». Se trataba de la independencia y de la libertad de la Iglesia para cumplir con su misión.
En lo que se refiere a las negociaciones diplomáticas con el Estado italiano no se dieron frutos positivos. Tampoco fueron mayores los éxitos en las relaciones con el Estado francés, aunque con el alemán sí se dieron mejores resultados: se obtuvo la paz y tranquilidad para los católicos que por ese entonces se habían visto gravemente afectados por la "guerra religiosa" o Kulturkampf, emprendida por Bismark por medio de leyes, publicadas principalmente el año 1873, contra el clero católico y los demás fieles. Asimismo fue exitoso el arbitraje ejercido por León XIII en torno a las Islas Carolinas, cuya posesión territorial se disputaban Alemania y España.
Su legado
El Papa León XIII sería llamado a la casa del Padre Eterno a los casi 94 años, el 20 de julio de 1903. Tras de sí había dejado un valiosísimo legado a sus hijos y a la humanidad entera.
Sin duda, su amoroso servicio pastoral ha redundado en inmensos beneficios para la Iglesia de nuestro siglo, frutos de los que podrá cosechar la Iglesia también en los siglos venideros. Verdaderamente, como decía el Señor, uno es el que siembra, otro es el que riega, otro el que cosecha y se beneficia con los frutos... y en los sabios designios del Señor, lo que León XIII sembró, lo que el Señor mismo ha hecho crecer y madurar por la gracia de su Espíritu, eso es lo que hoy recibimos y cosechamos, los frutos de los que nos nutrimos.
Su Santidad León XIII, con su firme y valiente defensa del hombre frente a los peligros de las erradas concepciones antropológicas que nutren las ideologías y economías de este siglo, ha hecho sentir muy fuerte en el mundo entero la voz de la Iglesia que sale en defensa de lo que para ella es lo más sagrado: el ser humano y su dignidad, dignidad que le viene de ser hijo de Dios, por quien Cristo en la cruz pagó un precio de Sangre.
El "rugido" de León XIII sigue resonando fuerte en el corazón de la Iglesia y en el mundo entero, recordando a todos lo que casi un siglo después proclamaron los Padres conciliares: para la Iglesia «nada hay de verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón» (Lumen gentium, 1) [www.catholic.net].
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La calle León XIII, al detalle:
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