Intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla", de Onda Cero

Intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla", de Onda Cero, para conmemorar los 800 años de la Torre del Oro

   Otra Experiencia con ExplicArte Sevilla :     La intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla" , presentado por Ch...

viernes, 31 de marzo de 2023

Procesiones de hoy, Viernes de Dolores

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte las procesiones de hoy Viernes de Dolores, en Sevilla.
   Hoy, 31 de marzo es Viernes de Dolores, y se inicia la Semana Santa sevillana, siendo el mejor día para ExplicArte las procesiones de hoy, Viernes de Dolores. Así en el día de hoy procesionan las hermandades siguientes:

     Hdad. de Pino Montano: La Hermandad y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús de Nazaret, María Santísima del Amor, San Marcos Evangelista y San Isidro Labrador, con sede canónica en la iglesia parroquial de San Isidro Labrador, donde se funda la corporación en 1982, siendo sus imágenes titulares Nuestro Padre Jesús de Nazaret, obra de Fernando Castejón en 1989; María Santísima del Amor, tallada por Fernando Castejón en 1998, y San Marcos evangelista, obra también de Fernando Castejón.
Enlace a la web oficial de la Hermandad de Pino Montano: www.hermandadpinomontano.es

     Hdad. de la Misión: La Archicofradía del Inmaculado Corazón de María, Hermandad Sacramental y Cofradía de Nazarenos del Santo Cristo de la Misión, Nuestra Señora del Amparo, San Juan Evangelista y San Antonio María Claret; es ésta una corporación fundada en 1948, con sede canónica en la iglesia parroquial de San Antonio María Claret, del sevillano barrio de Heliópolis, siendo sus imágenes titulares el Inmaculado Corazón de María, obra de Rafael Barbero Medina en 1960; el Santo Cristo de La Misión, obra de José Manuel Bonilla Cornejo en 1988; Nuestra Señora del Amparo, obra de Miguel Laínez Capote en 1967 y remodelada por Alfonso Berraquero García en 1975, realizando José Manuel Bonilla Cornejo una copia exacta debido a su mal estado en 1999; y San Juan Evangelista, obra de Antonio Eslava Rubio en 1970.
Enlace a la web oficial de la Hermandad de la Misión: www.archicofradiaclaret.org
 
   Hdad. del Dulce Nombre de Bellavista: La Hermandad de Penitencia y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús de la Salud y Remedios y María Santísima del Dulce Nombre en sus Dolores y Compasión,  con sede canónica en la iglesia parroquial del Dulce Nombre de María, del sevillano barrio de Bellavista, donde se funda en 1975, y refundada en 1992, y cuyas imágenes titulares son Nuestro Padre Jesús de la Salud y Remedios, obra de Antonio Castillo Lastrucci en 1964; y María Santísima del Dulce Nombre en sus Dolores y Compasión, obra de Luis Álvarez Duarte en 1968
Enlace a la web oficial de la Hermandad del Dulce Nombre de Bellavista: No tiene.
 
 
    Hdad. de Pasión y Muerte: La Hermandad de Santa María del Buen Aire y Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo de Pasión y Muerte, Resurrección de Nuestro Señor y Nuestra Señora del Desconsuelo y Visitación, con sede canónica en la iglesia parroquial de Nuestra Señora del Buen Aire, del sevillano barrio de Triana, fundada en 1991, y cuyas imágenes titulares son el Santísimo Cristo de Pasión y Muerte, y Nuestra Señora del Desconsuelo y Visitación, obras de José Antonio Navarro Arteaga en 1996 y 2001, respectivamente; y Santa María del Buen Aire, talla anónima del siglo XVIII.
Enlace a la web oficial de la Hermandad de Pasión y Muerte: www.pasionymuerte-dyv.blogspot.com

     Hdad. del Cristo de la Corona: La Hermandad y Cofradía del Santísimo Cristo de la Corona y Nuestra Señora del Rosario, es una corporación muy antigua de la ciudad, refundada en 1994, con residencia canónica en la parroquia del Sagrario, siendo sus imágenes titulares el Santísimo Cristo de la Corona, obra anónima del último cuarto del siglo XVI, y Nuestra Señora del Rosario, de Manuel Pereira, anterior a 1683, de carácter letífico.
Enlace a la web oficial de la Hermandad del Cristo de la Corona: www.cristocorona.blogspot.com


     Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte las procesiones del Viernes de Dolores, en Sevilla. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la ciudad.

La Hermandad de la Misión

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la Hermandad de la Misión, de Sevilla.  
     Hoy, 31 de marzo, es Viernes de Dolores, y qué mejor día que hoy para ExplicArte la Hermandad de la Misión, de Sevilla, que efectúa su estación de penitencia en la tarde del Viernes de Dolores.
     La Hermandad de la Misión, tiene su sede canónica en la Iglesia Parroquial de San Antonio María Claret, que se encuentra en la avenida Padre García Tejero, 8; mientras que la Casa-Hermandad se encuentra en la calle Teba, 1; ambas en el Barrio Sector Sur-La Palmera-Reina Mercedes, del Distrito Bellavista-La Palmera.
     La Archicofradía del Inmaculado Corazón de María, Hermandad Sacramental y Cofradía de Nazarenos del Santo Cristo de la Misión, Nuestra Señora del Amparo, San Juan Evangelista y San Antonio María Claret; es ésta una corporación fundada en 1948, con sede canónica en la iglesia parroquial de San Antonio María Claret, del sevillano barrio de Heliópolis, siendo sus imágenes titulares el Inmaculado Corazón de María, obra de Rafael Barbero Medina en 1960; el Santo Cristo de La Misión, obra de José Manuel Bonilla Cornejo en 1988; Nuestra Señora del Amparo, obra de Miguel Laínez Capote en 1967 y remodelada por Alfonso Berraquero García en 1975, realizando José Manuel Bonilla Cornejo una copia exacta debido a su mal estado en 1999; y San Juan Evangelista, obra de Antonio Eslava Rubio en 1970.
     El escudo de la Hermandad lo constituye un corazón en rojo, rematado por llamas y con dos varas de azucenas, atravesado por un puñal y rodeado de una corona de rosas; saliendo de las llamas una Custodia con Sagrada Forma en el viril y anagrama de Jesús. Circunda el corazón una orla con el lema de la Hermandad. Todo ello superpuesto a una cruz de San Juan, en cuyo brazo inferior aparece un sol con el anagrama de María.
   La Archicofradía, desde su fundación en la Parroquia de Nuestra Señora de las Victorias de París el 11 de Diciembre de 1836, se fue extendiendo por todo el Mundo, llevada de la mano de los Misioneros del Inmaculado Corazón de María (Misioneros Claretianos).
     En Sevilla, se establecen en la Capilla de la Puerta de Jerez, corría el año de 1907, residiendo la Comunidad Claretiana en la calle San Gregorio nº 22 (actualmente Sede del Consejo General de Hermandades y Cofradías de Sevilla).
     En 1940 los Misioneros Claretianos se trasladan a Heliópolis solicitando al Arzobispado de Sevilla permiso para el establecimiento de la Cofradía del Inmaculado Corazón de María en la Iglesia de su Residencia en el citado Barrio sevillano.
     El 15 de julio de 1948 el Excmo. y Rvmo. Sr. Cardenal de Sevilla, concede "autorización y licencia" para que el Superior de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María estableciera la Cofradía en el Barrio, "ateniéndose a las facultades que tienen de la Santa Sede y en conformidad con las Disposiciones Canónicas". Se inicia una intensa labor misionera en la que participan sacerdotes y laicos dentro y fuera del Barrio.
     Con fecha 30 de diciembre de 1960 todas las Archicofradías del Inmaculado Corazón de María quedaron vinculadas a la del mismo nombre radicada en la Basílica que los Misioneros Claretianos poseen en la Piazza Euclide de Roma (Italia).
     A inicio de los años 80, y tras las lógicas adaptaciones de la piedad popular al Concilio Vaticano II, el Párroco y la Junta de Gobierno de entonces, ven la conveniencia en crear la faceta Sacramental, agregándoles imágenes pasionistas.
     En Febrero de 1983, por la Asociación de los Antiguos Alumnos Claretianos, llegó al Colegio Claret la imagen de Ntra. Sra. del Amparo, procedente del Convento de Santa Rosalía. Quedó instaurada al culto en una de las capillas interiores del citado Colegio, saliendo de la misma para hacer Vía Crucis público los Viernes de Dolores en desde 1983 hasta 1987. En el último año quedaría unida a la Hermandad.
     Será en el mismo año de 1987 cuando se reconoce la labor misionera de los hermanos en virtud del Decreto Arzobispal de 25 de marzo de 1987, gracias al cual se constituyó la Archicofradía como Hermandad con facetas de Gloria y Sacramental, con sede canónica en la Parroquia de San Antonio Mª Claret.
     El día 3 de Marzo de 1988, la talla del Santo Cristo de la Misión se bendice en Misa Solemne y donada a la Archicofradía por el Grupo Joven, haciendo su primera salida Procesional el 25 de marzo del mismo año.
     El 22 de Septiembre del 2007, en Cabildo General Extraordinario se consensúan y aprueban las nuevas Reglas con el visto bueno de la Congregación Claretiana.
     Examinadas las Reglas por las que en lo sucesivo ha de regirse la Archicofradía, el Excmo. y Rvmo. Sr. D Carlos Amigo Vallejo, Cardenal Arzobispo de Sevilla, decreta la aprobación de las mismas y agrega el carácter penitencial, a los otros dos ya existentes de gloria y sacramental, con fecha del 25 de Diciembre del 2007, Solemnidad de la Natividad del Señor, determinando que la denominación actual sea:
     Archicofradía del Inmaculado Corazón de María, Hermandad Sacramental y Cofradía de Nazarenos del Santo Cristo de la Misión, Nuestra Señora del Amparo, San Juan Evangelista y San Antonio María Claret.
     La devoción al Corazón de María sigue siendo el centro y eje de ésta Archicofradía, herencia de la primitiva Hermandad de gloria, como lo refleja su Escudo, y de los que brotan las dos nuevas facetas la Sacramental y la Penitencial dimanadas por las necesidades pastorales del Barrio y sus Hermanos.
     Imágenes Titulares:
     Inmaculado Corazón de María obra de Rafael Barbero Medina (1960) .
     El Santo Cristo de la Misión (1988) y las Santas Mujeres (María Magdalena 1995, María Salomé 1996, María Cleofás 1997) son obra del escultor José Manuel Bonilla Cornejo.
     Ntra. Sra. del Amparo también del mismo escultor es copia exacta de la primitiva imagen del imaginero Miguel Laínez Capote (en 1967) y remodelada por Alfonso Berraquero García (en 1975), la talla original se custodia en la Casa Hermandad. Cierra el conjunto pasionista San Juan Evangelista tallada por Antonio Eslava Rubio (1970) (Web oficial del Consejo de Hermandades y Cofradías de la Ciudad de Sevilla).
Conozcamos mejor la Solemnidad de los Dolores de la Virgen María;  
     En primer lugar debemos decir que la advocación de los Dolores de María se encuentra entre los títulos soteriológicos de la Madre de Dios, vividos a lo largo de toda su vida, en torno a los misterios de su Maternidad Divina (nacimiento, infancia y vida pública de Jesús) y de su Compasión (Pasión y Muerte del Señor).  Aunque los dolores de María aparecen en las Sagradas Escrituras y la reflexión sobre ellos se remonta a la época patrística, esta devoción sólo ha tenido un desarrollo litúrgico en Occidente.  En Oriente sólo los Católicos Rutenos tienen una fiesta de la Madre Dolorosa el Viernes posterior a la Octava del Corpus Christi, aunque en la iglesia bizantina el recuerdo de la Dolorosa está muy presente en el oficio del Viernes Santo y todos los miércoles y jueves del año, en que se conmemora el sacrificio del Calvario de una manera especial, y se reza una antífona mariana llamada staurotheotókion, que canta a María al pie de la Cruz. Esta memoria mariana se gestó en el corazón de Europa. Fue preparada por la literatura ascético-mística renana de los siglos XII y XIII, en la que, insistiendo en la humanidad de Cristo, revaloriza también la figura de María, indisolublemente unida a Él, sobre todo en lo referente a la pasión: junto al Varón de Dolores, se contempla a la Reina de los Mártires. 
     La conmemoración litúrgica de los dolores de Nuestra Señora, en la opinión más extendida, se remonta al siglo XIV, con Alemania como foco principal. En principio fue colocada en diversas fechas y recibió distintos nombres: Angustias, Compasión, Conmiseración, Desmayo, Lamentación de María, Llanto de María, Martirio del Corazón de María, Pasmo, Piedad, Siete Dolores, Transfixión, Traspaso... Mas los testimonios más antiguos de una fiesta litúrgica anual provienen de Iglesias locales. Los encontramos en la Fiesta de la Transfixión, establecida por el Obispo Lope de Luna en Zaragoza el año 1399, y en el Concilio Provincial de Colonia, presidido por el Arzobispo Teodorico de Meurs, que el veintidós de abril de 1423 instituye la Commemoratio angustiae et doloris B. Mariae Virginis, para el viernes posterior al domingo Jubilate, actual cuarta semana de Pascua, por decreto sinodal, como desagravio de los sacrílegos ultrajes de los herejes husitas a las imágenes de Cristo y de la Virgen, y para venerar exclusivamente los dolores de María en el Calvario.  En 1482 el Papa Sixto IV della Rovere introdujo en el rito romano una misa centrada en los sufrimientos de María al pie de la cruz, denominada de Nuestra Señora de la Piedad, que se fue extendiendo por todo Occidente. 
     A fines de la Edad Media una fiesta de María Dolorosa estaba establecida en las diócesis del norte de Alemania, Escandinavia y Escocia, con diferentes denominaciones y fechas, la mayoría movibles (durante el tiempo pascual o poco después de Pentecostés), aunque algunas eran fijas (sobre todo en julio: el dieciocho en Merseburg; el diecinueve en Halberstadt, Lübeck o Meissen, el veinte en Naumberg). Sus textos eucológicos son variados, limitándose desde la consideración de las angustias de María durante la Pasión hasta extenderla a todos los dolores de la vida de la Madre de Dios. Durante el siglo XVI, esta memoria de la Compasión de la Virgen se va extendiendo por toda la Iglesia Occidental con sus varias denominaciones y fechas. En 1506 fue confirmada a las monjas de la Anunciación bajo el título de Pasmo de la Bienaventurada Virgen María para el lunes siguiente al Domingo de Pasión. En el Breviario de Erfurt, impreso en Mainz (Maguncia) en 1518, encontramos la fiesta con el título de Commendatio B. Mariae Virginis el viernes después del Domingo in Albis (actual Segundo de Pascua). En algunos lugares se le asignó el día que luego se extendería, el viernes anterior al Viernes Santo, como el caso de la concesión en 1600 a las monjas servitas de Valencia bajo el título de Bienaventurada Virgen María al pie de la Cruz; en otros se coloca el sábado siguiente, día por excelencia de la Virgen, o incluso un día fijo, el dieciocho de marzo, ocho días antes del veinticinco, que es el día en que la Tradición señala la muerte de Cristo.  En Francia se hizo popular esta fiesta en el siglo XVII, y la llamaban de Nuestra Señora del Pasmo o Nuestra Señora de la Piedad, celebrándose el viernes de la Semana de Pasión. Clemente X Altieri (1670-6) concedió esta memoria de los Dolores de Nuestra Señora a toda España. Esta misma fecha fue asignada a todo el Imperio Alemán en 1674.  El dieciocho de agosto de 1714 el Papa Clemente XI Albani la concede a los Siervos de María. El Papa Benedicto XIII Orsini, a petición de éstos, el veintidós de agosto de 1727, la extendió a toda la Iglesia Romana, con el nombre de Fiesta de los Siete Dolores de la Bienaventurada Virgen María, fijándola el Viernes de la Semana de Pasión o Quinta de Cuaresma. 
     En este día la celebraban la fiesta los servitas y los dominicos, Orden a la que pertenecía el Pontífice, así como los franceses, españoles y alemanes. Esta jornada acaba recibiendo el nombre popular de Viernes de Dolores. A pesar del título de la fiesta, contempla la compasión de María al pie de la cruz. Suprimida como una duplicación en la reforma del calendario de 1969 en beneficio de la del quince de septiembre, aunque fuera más antigua para no oscurecer la austeridad cuaresmal, en la última edición del Misal Romano se ha rescatado esta memoria, tan arraigada en nuestra tierra, en una colecta alternativa a la del día. “Señor Dios, que en este tiempo ayudas con bondad a tu Iglesia: concédenos imitar a la Santísima Virgen María en la contemplación de la Pasión de Cristo, con un corazón sinceramente entregado. Te pedimos, por la intercesión de la misma Virgen, unirnos en estos días con firmeza a tu Hijo Unigénito, y así poder llegar a la plenitud de su gracia”. Los servitas la siguen celebrando como fiesta con el título de Santa María al pie de la Cruz (Ramón de la Campa Carmona, Las Fiestas de la Virgen en el año litúrgico católico, Regina Mater Misericordiae. Estudios Históricos, Artísticos y Antropológicos de Advocaciones Marianas. Córdoba, 2016).
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Más sobre las Hermandades y Cofradías de Sevilla, en ExplicArte Sevilla.

Página web oficial de la Hermandad de la Misión: www.archicofradiaclaret.org

La Hermandad de la Misión, al detalle:
- Día de Salida Procesional: Viernes de Dolores
- Imágenes Titulares: Inmaculado Corazón de María
                                   Santo Cristo de la Misión
                                   Nuestra Señora del Amparo
                                   San Juan Evangelista
                                   San Antonio María Claret

jueves, 30 de marzo de 2023

La Casa-Museo Bonsor - Castillo de Luna, en Mairena del Alcor (Sevilla)

     Por Amor al Arte
, déjame ExplicArte la provincia de Sevilla, déjame ExplicArte la Casa-Museo Bonsor - Castillo de Luna, en Mairena del Alcor (Sevilla).
     Hoy, 30 de marzo, es el aniversario del nacimiento (30 de marzo de 1855) del arqueólogo e hispanista Jorge Bonsor, a quien está dedicado la Casa-Museo, de ahí que hoy sea el mejor día para ExplicArte la Casa-Museo Bonsor - Castillo de Luna, en Mairena del Alcor (Sevilla)
     La Casa-Museo Bonsor - Castillo de Luna se encuentra en la calle Real, 2; en Mairena del Alcor (Sevilla).
     El castillo de Luna está situado en el núcleo urbano de Mairena del Alcor, en su extremo noreste y sobre la cota más alta del entorno, a 141 metros. A él se accede a través del viario urbano interior o a través de la carretera que rodea el pueblo.
     La primera fase constructiva del castillo debe enmarcarse en pleno siglo XIV. A ella corresponden las torres y muros de unión entre las mismas. La construcción general es de tapial, con zócalo de mampuestos y esquinas reforzadas con sillares. Constaría de cuatro torres, con posible puerta en el flanco norte y un patio de armas de 750 metros cuadrados.
     Las torres, orientadas hacia los cuatro puntos cardinales, son de planta cuadrangular de 8,5 metros de lado, englobando dos cámaras superpuestas cubiertas por bóvedas vaídas.
     Este núcleo se completa con la construcción de un foso y barbacana envolvente con troneras para armas de fuego. El acceso al castillo cambia al flanco este con la realización avanzada a la barbacana de un puente de doble vano en eje acodado. Todo ello podría datarse entre 1471 y 1474, en el contexto de las luchas nobiliarias de las casas de Arcos y Medina Sidonia.
     Sobre este castillo, en proceso de ruina desde el siglo XVI, organiza Jorge Bonsor su residencia- museo desde 1902, efectuando obras de restauración. Las transformaciones que realiza el arqueólogo inglés son generales. De esta forma, transforma la puerta de recodo en estudio, dos torres en dormitorios y patio de armas en jardín. A la vez desescombra el foso y consolida los paños de muralla más deteriorados, construyendo adosados al interior una sala, comedor, cocina y lavadero. También abrió un acceso para carruajes en la zona suroeste.
     El castillo está construido en su mayor parte en tapial, con las esquinas reforzadas con sillares. Consta de cuatro torres esquineras, una torre de acceso, todas unidas por cortinas muy mal conservadas.
     Según los datos de Jorge Bonsor, cita una pequeña cantera romana reutilizada como necrópolis encontrando dos hornacinas con urnas cinerarias. También encuentra una inscripción D.M../ TIBER / VIXIT / NOS / MES.
     Como otras necrópolis podría estar relacionada con la Peñuela, villa o aglomeración próxima.
     En el medievo se cita una torre de Mairena en el Repartimiento, por lo que parece que el castillo tuviera ese origen islámico. En el medievo cristiano se construye en dos fases (s. XIV y s. XV) , la fortificación por parte de los señores, Los Ponce de León, Duques de Arcos.
     En la zona exterior del castillo hacia el escarpe, bajo un olivar se observan restos de muros y artefactos de los siglos XIV al XVI, quizás asociables a un pequeño núcleo de población junto al castillo.
     El nombre de Castillo de Luna, proviene, al parecer, de Doña María de Luna, unida por matrimonio al linaje de los Ponce de León, poseedores del término de Mairena desde 1342. Con esta nueva donación de la corona se consolida un proceso de señorialización general de la zona. Estratégicamente, la fortaleza ocupa un lugar intermedio en la cresta del Alcor, entre las poblaciones amuralladas de Alcalá y Carmona, constituyendo la antesala defensiva de Sevilla. Para los Ponce de León supone el control del enclave más cercano a la capital en su amplio estado del futuro ducado de Arcos.
     En 1978, el Ayuntamiento de Mairena del Alcor adquiere la colección de objetos arqueológicos de Bonsor, mientras que en 1985 la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía adquiere el Castillo de Luna y un lote inmobiliario. Tras las constantes obras de consolidación que se prolongan hasta hoy en día, se pretende rehabilitar el conjunto como museo (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     El Castillo de Mairena del Alcor conocido popularmente como Castillo de Luna, se sitúa en un cerro equidistante de las actuales fuentes públicas de la población “Gorda” y “Alconchel”, junto al complejo de los molinos hidráulicos harineros llamados “De Campo”. Esta localización, que coincide con el puerto de entrada de la Vega hacia las terrazas de Los Alcores, es un puesto de vigilancia privilegiado desde el que se controla visualmente la Vega de Carmona, la población y el tránsito de los caminos y veredas antiguamente frecuentados por los trabajadores del campo, los viajeros y los ganaderos que acudían a la primera feria de ganado de Andalucía, la feria de Mairena del Alcor.
     Los últimos estudios realizados fechan su origen en 1342 tras la donación del lugar de Mairena a Don Pedro Ponce de León por el rey Alfonso XI, como parte del programa de repoblación y fortificación de la campiña sevillana, en compensación por la ayuda prestada en las campañas militares de la batalla del Salado y el Sitio de Algeciras. Su construcción se realizó en 4 fases repartidas desde mediados del siglo XIV hasta el primer tercio del siglo XVI. Por su morfología, la fortaleza es considerada como una de las primeras construcciones dedicadas a la defensa artillera. Está compuesta por 4 torres que en origen estaban exentas unidas mediante una muralla que discurría por sus esquinas interiores. En fases posteriores se amplía el recinto tomando su forma definitiva con un encintado formado por un antemuro dotado de troneras de artillería y merlones, y un foso excavado en la roca, cuya cava fue reutilizada en parte como cantera para la obtención de sillares destinados a la propia construcción del Castillo.
     La puerta de entrada se situaba orientada hacia el noreste coincidiendo con el trazado de un camino que comunicaba el núcleo de población con la Vega. En el siglo XV estaba inserta en el lienzo de muralla enmarcada con una portada de sillares a la que más tarde se le añadiría un cuerpo de guardia para reforzar su seguridad al que se accedía, según las fuentes consultadas, a través de un puente. El Castillo tan sólo cumplía funciones de plaza fuerte, la familia nobiliaria residía en la Casa-Palacio edificada a pocos metros presumiblemente en el siglo XV.
     A partir de la segunda mitad del siglo XVI bajo el reinado de los Reyes Católicos perdió su sentido defensivo y cayó en el abandono. A principios del XIX, siguiendo los consejos dados por las tropas francesas de ocupación, fue utilizado por un corto espacio de tiempo como cementerio municipal del que aún permanecen algunos enterramientos entre sus murallas, y de forma más continuada como cerca para guardar ganado e incluso como cantera para reutilizar sus elementos constructivos en edificaciones cercanas.
     La ruina en la que sumió a la familia el XII Duque de Osuna, Mariano Téllez Girón, forzó la enajenación de la fortaleza en 1879 a favor de Felipe Delgado Aguilera, vecino de la población. Esta coyuntura dará lugar al comienzo de una nueva etapa en la historia del monumento.
     La estampa del Castillo rodeado de olivares inmortalizada en una fotografía tomada en 1902 desvelará la nueva imagen de la fortaleza. En estas fechas George Bonsor Saint-Martin, más conocido como Jorge Bonsor, la comprará por 2000 pesetas al historiador Antonio Blázquez y Delgado Aguilera, quien la recibió en herencia tras el deceso de su tío Felipe Delgado Aguilera.
     Jorge Bonsor, pintor anglo-francés llevaba varios años residiendo en Carmona donde decidió dedicar su vida a la arqueología tras la visión de los frescos de una de las tumbas de la necrópolis romana de la antigua Carmo. Tras participar en la compra de los campos, la investigación y presentación al público de la citada necrópolis, dedicó sus esfuerzos a la exploración de la comarca de Los Alcores.
     El producto de sus investigaciones, que lo llevaron a ser considerado como uno de los precursores de la arqueología científica en el suroeste peninsular necesitaban de un espacio para su presentación al público. Con esta intención acomete las obras de acondicionamiento dirigidas a convertir a la fortaleza en un museo de las antigüedades prerromanas de Los Alcores.
     Con un criterio funcionalista reconstruye las esquinas perdidas de las torres y edifica un pabellón para albergar el museo en cuya factura se mezclan elementos heredados de la arquitectura inglesa con otros del pasado islámico de la región. El antiguo patio de armas se transformará en un jardín de vestigios y la puerta de entrada de la fortaleza se cegará y se abrirá una nueva en el lienzo sur del Castillo a semejanza de la puerta de Sevilla de la cercana localidad de Carmona. Esta nueva reorientación abría el edificio hacia la nueva trama urbana pudiendo ser fácilmente identificado desde la Vega y la cercana estación del tren. 
   Sin embargo, el destino de la fortaleza volvería a dar un nuevo giro el 4 de marzo de 1907, fecha en la que Bonsor decidió trasladar al Castillo su residencia personal coincidiendo con la celebración de su boda con su primera esposa Gracia Sánchez Trigueros.
     Con su ayuda el museo se enriquecerá convirtiéndose en la residencia de un hispanista a tenor de las colecciones que atesoró y los estudios que llevó a cabo. Los bienes arqueológicos procedentes de sus exploraciones compartieron espacio con las colecciones de carácter etnográfico, los cuadros y las armas históricas y una nutrida biblioteca y archivo personal.
     Tal fue la relevancia de la institución que llegó a ser recomendada su visita por la Sección de turismo de la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929. Gracias a la implementación de novedosas herramientas de gestión patrimonial por parte de su propietario, el monumento fue frecuentado por numerosos turistas de todo el mundo que acudían al monumento en visitas concertadas con las principales agencias de viaje de la época. Allí su propietario los agasajaba con la posibilidad de tomar un refrigerio en sus jardines y comprar algún souvenir como recuerdo de su paso por la localidad.
     Tras su muerte el 15 de agosto de 1930 la familia Peñalver-Simó, y en particular su viuda Dolores Simó con quien contrajo matrimonio tres años antes en segundas nupcias pasarán a ser los garantes de la conservación del Legado del Castillo de Mairena del Alcor. Aún acuciada por las consecuencias de la Guerra Civil, Dolores y su familia procuraron conservar unidos el Castillo y sus colecciones, lo que nos ha permitido a día de hoy reconstruir la herencia patrimonial recibida.
     Con la llegada del nuevo siglo se produjo la cesión de la gestión integral del monumento al Ayuntamiento de Mairena del Alcor y acto seguido comenzaron los trabajos destinados a su rehabilitación y reapertura, que se han extendido a lo largo de las dos últimas décadas. Esto venía a colmar el perseguido deseo de la población y las distintas Corporaciones municipales de recuperar el Castillo para el disfrute local. Desde 1985 la fortaleza y parte de sus colecciones habían pasado a formar parte del patrimonio público tras la compra realizada por parte de la Junta de Andalucía. Esta operación se sumó a la compra de la colección arqueológica y su archivo personal realizada en 1978 por el Consistorio, con el objeto de ayudar a la viuda a sufragar los gastos de su conservación y asegurar su permanencia en Mairena.
     El fruto de las intervenciones llevadas a cabo en el inmueble han permitido la rehabilitación integral de la fortaleza, la restitución de la museografía original del museo creado por Bonsor y la dotación de elementos que aseguran la accesibilidad del público al edificio, sus colecciones y su historia.
     Son muchos los investigadores que acuden a consultar sus colecciones. Las piezas arqueológicas, fotografías y documentos conservados en sus fondos siguen vigentes siendo clave en algunas investigaciones en curso en yacimientos como la ciudad romana de Baelo Claudia, la necrópolis romana de Carmona, los alfares romanos del Guadalquivir y el propio Castillo.
     Con el objetivo de crear un espacio de socialización del conocimiento se han realizado esfuerzos para crear un programa de actividades que ha permitido la entrada del público a la fortaleza a través de la oferta de visitas guiadas y la celebración de conciertos, representaciones teatrales y diversas actividades lúdico-educativas.
     La conservación del ecosistema creado en torno al Castillo ha sido otro de los pilares fundamentales de los trabajos de los últimos años. La conciliación de la restauración de las murallas con la preservación de la colonia de cernícalos primilla, una de las mejor conservada de la región, y la conversión del olivar creado por Bonsor en torno a la fortaleza en un parque público redundarán en el compromiso con la preservación del legado heredado. Este nuevo espacio concebido por Bonsor como un elemento imprescindible para la preservación de la imagen rural del Castillo, más aún cuando se encuentra inserto en la trama urbana, es la herramienta ideal para la preservación del ecosistema nacido el entorno de la fortaleza y la divulgación del cultivo tradicional del olivo (Ayuntamiento de Mairena del Alcor).
    La casa museo Jorge Bonsor de Mairena del Alcor está ubicada en el Castillo de la Luna, de estilo mudéjar. El edificio fue comprado por el arqueólogo George Bonsor Saint-Martin en 1902 con el fin de acondicionarlo como residencia y museo.
     Los elementos arquitectónicos, propios del gusto neoislámico de los viajeros románticos, se funden con una jardinería ecléctica andaluza. En el interior se ha conservado el discurso expositivo diseñado por el propietario. Cuenta con colecciones, arqueológicas y etnográficas, así como con un vasto fondo fotográfico y documental.
     Los bienes arqueológicos procedentes de sus exploraciones compartieron espacio con las colecciones de carácter etnográfico, los cuadros y las armas históricas y una nutrida biblioteca y archivo personal.
     Tal fue la relevancia de la institución que llegó a ser recomendada su visita por la sección de turismo de la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929. Gracias a la implementación de novedosas herramientas de gestión patrimonial por parte de su propietario, el monumento fue frecuentado por numerosos turistas de todo el mundo que acudían al monumento en visitas concertadas con las principales agencias de viaje de la época.
Horario
De lunes a viernes de 10:00 a 14:00.
     El Castillo de Mairena del Alcor conocido popularmente como Castillo de Luna, se sitúa en un cerro equidistante de las actuales fuentes públicas de la población “Gorda” y “Alconchel”, junto al complejo de los molinos hidráulicos harineros llamados “De Campo”. Esta localización, que coincide con el puerto de entrada de la Vega hacia las terrazas de Los Alcores, es un puesto de vigilancia privilegiado desde el que se controla visualmente la Vega de Carmona, la población y el tránsito de los caminos y veredas antiguamente frecuentados por los trabajadores del campo, los viajeros y los ganaderos que acudían a la primera feria de ganado de Andalucía, la feria de Mairena del Alcor.
     Los últimos estudios realizados fechan su origen en 1342 tras la donación del lugar de Mairena a Don Pedro Ponce de León por el rey Alfonso XI, como parte del programa de repoblación y fortificación de la campiña sevillana, en compensación por la ayuda prestada en las campañas militares de la batalla del Salado y el Sitio de Algeciras. Su construcción se realizó en 4 fases repartidas desde mediados del siglo XIV hasta el primer tercio del siglo XVI. Por su morfología, la fortaleza es considerada como una de las primeras construcciones dedicadas a la defensa artillera.
     Los resultados de las últimas investigaciones realizadas en este parque han tenido como resultado el hallazgo de diversas estructuras que aportan cronologías medievales posiblemente anteriores a la construcción de la fortaleza. Muros y silos de diferentes dimensiones se hallan dispuestos a lo largo de la manzana que hemos preservado libre de instalaciones e infraestructuras que pudiesen afectar sus contextos históricos. Nuestro objetivo es poder llevar a cabo el estudio de estos vestigios en un futuro próximo.
     El cultivo del olivo es relativamente reciente, quizás comenzase con el abandono de la función defensiva del castillo, ya que con anterioridad, a todas luces, esta zona estaría habitada. La parcela no siempre fue única sino que es el fruto de la compra de los campos que rodeaban al castillo por Jorge Bonsor con una finalidad productiva y funcional, creando un cinturón verde que preservaba el aislamiento tradicional de la fortaleza. Conservó el cultivo del olivo y el almendro, y los fosos que aún no habían sido excavados los dedicó a la siembra de cereales y legumbres para uso doméstico.
     En 2001 con la cesión gratuita del Castillo y el olivar por parte de la Junta de Andalucía al Ayuntamiento de Mairena del Alcor, y la adición de la parcela que linda con las traseras de la Calle Real se dio forma definitiva al nuevo parque en cuya planificación prima la preservación, fomento y difusión de sus valores patrimoniales tradicionales (Turismo de la Provincia de Sevilla).
Conozcamos mejor la Biografía de Jorge Bonsor, personaje que dan nombre a la Casa-Museo reseñada;  
     Jorge Bonsor Saint‑Martin. (Lille, Francia, 30 de marzo de 1855 – Mairena del Alcor, Sevilla, 15 de agosto de 1930). Arqueólogo e hispanista.
     Hijo del ingeniero inglés James Bonsor y de la dama francesa Pauline Saint Martin, que falleció en el parto, transcurren los primeros años de su vida, por este funesto hecho, entre Francia e Inglaterra bajo la tutela de sus tíos paternos y maternos. Al llegar a la edad escolar, su padre decidió que lo acompañara en sus viajes profesionales, por lo que cursó sus estudios primarios en varias escuelas de distintos países europeos, como el Ateneo de Tournai (Bélgica), el colegio alemán de Moscú, en los liceos de Albi y Mountaban (Francia) y en el colegio Huddersfield (Inglaterra). Tras estudiar bellas artes en la Escuela de South Kensington de Londres, ingresó en la Real Academia de Bellas Artes de Bruselas. Al obtener su licenciatura, quiso recorrer España, y especialmente Andalucía, en viaje de estudios, en 1880. Tras breves estancias en Burgos, Madrid, Toledo, Córdoba, Sevilla, Granada y Marruecos, decidió instalarse en Carmona (Sevilla). Aquí entró en contacto con una serie de eruditos locales, que venían interesándose activamente por las antigüedades de su ciudad y sus contornos. Junto con el personaje que se mostraba más activo en este ejercicio en la antigua Carmo, el farmacéutico Juan Fernández López (1850-1925), se asoció para la compra de una serie de terrenos (1881), donde descubrieron y excavaron la necrópolis romana de Carmona y el anfiteatro entre 1882 y 1885, que constituye la primera excavación sistemática moderna en nuestro país y, como tal, debe considerarse uno de los hitos de la arqueología española de la Restauración, aunque sus resultados fueron publicados por Juan de Dios de la Rada y Delgado (1885) en las Memorias de la Real Academia de la Historia. No obstante, las excavaciones en la necrópolis se prolongaron hasta 1905. 
   Jorge Bonsor, además, llevó a cabo la musealización del yacimiento y levantó un edificio en el mismo yacimiento en el que albergó y dispuso los objetos recogidos en las excavaciones, que constituye el primer museo de sitio que ha existido en España. En este museo de la necrópolis de Carmona, que se comenzó a construir el 2 de abril de 1887, tuvo también su sede la Sociedad Arqueológica de Carmona, fundada en 1885 por Jorge Bonsor, Juan Fernández López y otros eruditos de Carmona. En este mismo año fue nombrado académico correspondiente de las Reales Academias de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando.
     Como era natural, Jorge Bonsor realizó todos los dibujos de las tumbas, de sus pinturas y de los objetos que contenían. No obstante, todo ese material se lo entregó en 1898 al hispanista norteamericano Archer M. Huntington.
     La excursión que realizó la Sociedad Arqueológica de Carmona a la antigua Arva, ciudad ribereña del Guadalquivir, en 1885, fue la causa que dio origen para que Jorge Bonsor emprendiera la exploración sistemática del Guadalquivir y del Genil en sus tramos navegables. Entre otros hallazgos en el transcurso de esta excursión, se recogieron abundantes marcas impresas sobre las asas de las ánforas, que atrajeron el interés de Bonsor, que las dio a conocer en el artículo “Marcas de alfareros romanos” (1887).
     En Roma, por otra parte, Heinrich Dressel (1845- 1920) había descubierto el importante depósito de ánforas, que constituía el Monte Testacio, en el que se recogieron un número muy elevado de este tipo de inscripciones. Sin embargo, este importante hallazgo no era aún conocido por Bonsor y sus compañeros, cuando realizaron y publicaron sus trabajos sobre Arva, aunque el descubrimiento italiano ya había sido por aquel entonces difundido en España por Emil Hübner.
     Consciente Bonsor de la importancia del descubrimiento, decidió presentar un proyecto a la Universidad de Cambridge, la cual envió, a través de la Fundación Craven, al reverendo William Gilchrits Clark-Maxwell. Los objetivos del proyecto consistían en identificar todos los yacimientos romanos, y especialmente los alfares, así como los oppida mencionados por Plinio en el Libro III de su Historia Natural, y realizar excavaciones donde fuera necesario. Así, Bonsor y Clark-Maxwell reconocieron todo el tramo del Guadalquivir entre Sevilla y Córdoba y también parte del curso del Genil, en sus respectivos tramos navegables, entre diciembre de 1889 y abril de 1890. A partir de junio de este último año, Bonsor continuó en solitario la exploración y, una vez concluida esta primera fase de la exploración, presentó los resultados a la segunda convocatoria del Concurso Martorell en 1892, bajo el título Carte du Guadalquivir de Cordue a Seville. Exploration archeologique des rives du fleuve en 1890, por el que obtuvo el tercer accésit.
     En 1899, Heinrich Dressel dio a conocer en el Corpus Inscriptionum Latinarum (vol. XV) las marcas del Monte Testacio y Clark-Maxwell a su vez publicó The Roman Towns in the valley of Baetis between Cordova and Seville (1899), mientras que Bonsor publicó los aspectos fundamentales de la exploración en la introducción de su obra de Les Colonies agricoles prerromaines de la valleé du Betis (1899). Es entonces cuando Bonsor inicia una segunda exploración, que se centra en el antiguo Singilis (junio de 1900), y reconoce más detalladamente los yacimientos de las riberas del río Guadalbacar, principalmente en la zona arqueológica de Setefilla, el yacimiento de La María y nuevamente Arva, en junio de 1901. A raíz de esta segunda exploración, y demostrada y corroborada la procedencia de las marcas anforias, Bonsor decide dar publicidad a sus trabajos, de los que ofreció un avance en el artículo Los pueblos antiguos del Guadalquivir y las alfarerías romanas (1902). Poco después comenzó a redactar la versión definitiva de la exploración, que concluyó en 1905. La obra, redactada en francés, fue entregada a Archer M. Huntington, presidente de Hispanic Society of America, para su publicación. Sin embargo, debido a diversas circunstancias, el trabajo no puedo ser publicado hasta 1931, una vez fallecido su autor. En el curso de ambas exploraciones, Bonsor registró ochenta y nueve yacimientos y recogió trescientos setenta y cuatro marcas de alfareros distintas además de ubicar todas las grandes poblaciones ribereñas del valle desde Córdoba hasta Sevilla. Muchas de estas antiguas poblaciones habían sido fijadas, con mayor o menor precisión, por diversos anticuarios y eruditos de los siglos xvii y xviii. Sin embargo, la investigación de Bonsor se llevó a cabo bajo otros supuestos que eran de absoluta modernidad en su época, y han marcado, por el concepto con que fueron llevados a cabo, el punto de arranque de la investigación contemporánea sobre la economía rural de la Bética, una de sus más importantes contribuciones a la arqueología hispanorromana.
     Poco tiempo después de finalizada la primera exploración del Guadalquivir, J. Bonsor emprendió la exploración de Los Alcores, una cadena de colinas de origen terciario que se extiende entre las localidades de Alcalá de Guadaíra y Carmona, que llevó a cabo entre los años 1894 y 1898. Si Bonsor ya había mostrado cierto interés por los tiempos protohistóricos y había efectuado excavaciones en algunos túmulos funerarios prerromanos existentes en la necrópolis romana de Carmona, su interés por investigar esta época se debió en cierta medida al estrecho contacto que mantenía con los arqueólogos franceses Arthur Engel (1855-1920) y Pierre Paris (1859-1931). En cualquier caso, Jorge Bonsor llevó a cabo la exploración de Los Alcores en solitario y, como sus anteriores empresas arqueológicas, con sus propios medios económicos.
     En el curso de esta exploración, Bonsor identificó y excavó varios asentamientos y necrópolis tartésicas, hoy ya míticas en la historiografía de esta antigua civilización. Los resultados de la exploración fueron publicados en su obra más conocida: Les colonies agricoles prerromaines de la Vallée du Betis, que apareció en la Revue Archeologique de París, en 1899, la primera obra moderna sobre la civilización tartésica y el colonialismo fenicio en España. En ella Bonsor no sólo dio a conocer por primera vez importantes aspectos de la cultura material y de las costumbres funerarias de Tartessos, hasta entonces desconocidas, sino que subrayó la importancia cultural, desde el positivismo arqueológico, que la colonización fenicia tuvo en la conformación de los pueblos hispanos del mediodía peninsular, al demostrar que dicha colonización no se restringía sólo a la fundación de factorías costeras, como hasta entonces se creía, sino que alcanzó el interior de Andalucía y tuvo aquí un móvil agrícola, como indica explícitamente el título de su obra, y que han corroborado las investigaciones más recientes.
     Inmediatamente finalizada la primera fase de exploración de Los Alcores, Bonsor acometió la identificación de las Cassiterides como prolongación de sus investigaciones en Andalucía occidental, que él suponía debían de corresponder al archipiélago de las islas Scilly o Sorlingas, situadas frente a la península de Cornwall, en el suroeste de Inglaterra. El objetivo principal de esta exploración, que llevó a cabo entre 1899 y 1902, era encontrar indicios y pruebas arqueológicas que demostrasen la presencia de los fenicios o de los colonos fenicios de la Península Ibérica en las islas Scilly, archipiélago tradicionalmente identificado en la historiografía británica con las Cassiterides de la antigüedad. Bonsor, sin embargo, no pudo ver culminados los objetivos de su investigación. En las islas Scilly no había ni un solo elemento que delatara la presencia fenicia. Pese a este contratiempo, la investigación que llevó a cabo fue de gran interés para la arqueología europea, que se debatía en esos momentos en la polémica de aquellos que defendían el modelo histórico helenista y los que lo hacían del modelo histórico oriental, respecto a las raíces culturales europeas.
     Ante los importantes resultados obtenidos en su primera exploración, Jorge Bonsor continúo en distintas fases intermitentes la excavación de diversos yacimientos en Los Alcores, además de completar, la exploración de los ríos Guadalquivir y Genil. Estos trabajos se desarrollaron entre 1900 y 1911, aunque apenas publicó sus resultados, que han sido conocidos recientemente por sus diarios de excavación. En efecto, Bonsor continuó excavando las necrópolis tartésicas ya localizadas en la primera exploración. Todos esos años de excavaciones le permitieron, al trabajar sólo en necrópolis, aquilatar aún más la secuencia cultural de la región y matizar la caracterización de la civilización tartésica y del colonialismo fenicio.
     En el curso de estas exploraciones, Bonsor también aportó, dado el carácter territorial de sus investigaciones, importantes datos para el conocimiento del período calcolítico al descubrir cerámica campaniforme en el yacimiento de El Acebuchal (Carmona), así como al fenómeno megalítico en Andalucía occidental al excavar varios dólmenes en las inmediaciones de la Mesa del Gandul (Mairena del Alcor/Alcalá de Guadaíra) entre 1902 y 1910.
     En 1910 emprendió la excavación de la necrópolis romana de la Cañada Honda, correspondiente a la ciudad romana que existió en la Mesa del Gandul (Alcalá de Guadaíra), identificada con la Lucurgentum mencionada por Plinio. Excavó alrededor de 178 tumbas romanas, de las que dejó escasas noticias publicadas pero que se conocen bien por sus diarios de excavación. Gran parte de los objetos recogidos fueron adquiridos por el hispanista norteamericano Archer M. Huntington y constituyen el grueso de la colección arqueológica de Hispanic Society of America de Nueva York, donde hoy en día se conservan.
     Otra parte fueron conservados en el castillo de Mairena del Alcor, antigua propiedad de los Ponce de León, que Bonsor adquirió en 1902 a Antonio Blázquez y Delgado-Aguilera y donde residió desde 1907 hasta su fallecimiento.
     La ley de Excavaciones y Antigüedades de 1911 obligó a Jorge Bonsor a reorientar sus actividades arqueológicas al verse taxativamente restringida la exportación de objetos artísticos y arqueológicos, además de obligar a entregar los materiales extraídos de las excavaciones, por lo que comenzó a colaborar con la recién creada École de Hautes Etudes Hispaniques y con la Hispanic Society of America, dirigidas por Pierre Paris y Archer M. Huntington, respectivamente. Con la primera de ellas participó en las campañas de excavación en la ciudad romana de Baelo Claudia (Bolonia, Cádiz) que se llevaron a cabo entre 1917 y 1920, en las que dirigió los trabajos de excavación en la necrópolis y cuyos resultados fueron publicados por la escuela. Con estos trabajos, Bonsor se erigió como el principal especialista en el mundo funerario hispanorromano.
     Coincidiendo con sus trabajos en Cádiz, Jorge Bonsor presentó un proyecto a la Hispanic Society of America en 1918 para prospectar el litoral onubense y la desembocadura del Guadalquivir con el fin de determinar la situación de la ciudad de Tartessos, según la descripción que ofrecía un poeta latino tardío, Rufo Festo Avieno, en su Ora marítima. La Hispanic Society aceptó financiar el proyecto y Bonsor emprendió la prospección del litoral onubense en 1920. La Real Academia de la Historia también apoyó esta iniciativa y gracias a las gestiones del marqués de Cerralbo contó con todas las facilidades para prospectar también el coto de Doñana en 1921. Los resultados de la prospección de la región y sus conclusiones sobre la topografía antigua de la desembocadura del Guadalquivir fueron dados a conocer en varios trabajos publicados por la Real Academia de la Historia en castellano, Tartessos (1921), El Coto de Doña Ana (una visita arqueológica) (1922), y en inglés por la Hispanic Society of America, Tartesse (1922). Al año siguiente emprendió excavaciones con el historiador alemán Adolf Schulten, quien también estaba interesado en localizar la supuesta ciudad, en el cerro del Trigo, en el coto de Doñana, que no dieron el resultado apetecido. En cualquier caso, la investigación de estos años sobre Tartessos no supuso para Bonsor sino la maduración de su investigación sobre la protohistoria de Andalucía occidental, con la aportación de nuevos datos, sobre todo en lo referente a la geografía antigua del litoral, que enriquecieron su discurso histórico al apoyarse tanto en fuentes documentales como en los datos arqueológicos. Bonsor partió de una investigación arqueológica previa, lo cual concedió cierta objetividad al discurso histórico planteado.
     Aquí es donde radica la diferencia fundamental respecto a Schulten, que nunca aportó argumentos arqueológicos a su discurso.
     Jorge Bonsor culminó sus investigaciones arqueológicas sobre la civilización tartésica con la excavación de la necrópolis de Setefilla (Lora del Río, Sevilla), en colaboración con Raymond Thouvenot (1896- 1981), miembro de la École des Hautes Études Hispaniques (Casa de Velázquez), entidad que financió las excavaciones, que se desarrollaron entre 1926 y 1927, y que publicó sus resultados en la conocida monografía titulada Nécropole ibérique de Setefilla, Lora del Río (Sevilla), fouilles de 1926-1927 (1928). Las excavaciones dieron como resultado la localización de una serie de estructuras funerarias tumulares que guardaban muchas analogías con las de Los Alcores. Por todo ello se considera que Jorge Bonsor fue el primer arqueólogo que trató de definir arqueológicamente la cultura tartésica, precisando su cronología, definiendo su delimitación territorial y su cultura material, así como sus costumbres funerarias.
     En los últimos años de su vida se ocupó de preparar la edición que desde años atrás tenía proyectada la Hispanic Society of America de sus dibujos de la necrópolis romana de Carmona, así como del manuscrito de la exploración de las riberas del Guadalquivir que no alcanzó a ver concluidas y que aparecieron póstumamente en 1931. Si pudo aún, en un rasgo ejemplar, donar los terrenos y el museo de la Necrópolis Romana de Carmona al Estado pocos días antes de su fallecimiento, en el castillo de Mairena del Alcor (Jorge Maier Allende, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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El busto de Goya, en la enjuta, entre los arcos de las provincias de Soria y de Tarragona, en la Plaza de España

     Por Amor al Arte
, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el busto de Goya, en la enjuta, entre los arcos de las provincias de Soria, y de Tarragona, en la Plaza de España, de Sevilla.
     Hoy, 30 de marzo, es el aniversario del nacimiento (30 de marzo de 1746) del pintor Francisco de Goya, personaje representado en esta enjuta de la Plaza de España, así que hoy es el mejor día para Explicarte el busto de Goya, en la enjuta, entre los arcos de las provincias de Soria, y de Tarragona, en la Plaza de España, de Sevilla.
     La Plaza de España consta de cuatro tramos de catorce arcos cada uno, en cuya parte inferior se sitúan bancos de cerámica dedicados a cada provincia española. Flanquean el conjunto dos torres, denominadas Norte y Sur, intercalándose tres pabellones intermedios, que corresponden a la Puerta de Aragón, la Puerta de Castilla y la Puerta de Navarra. El central o Puerta de Castilla es de mayor envergadura y alberga la Capitanía General Militar.
     En las enjutas de los arcos que componen la gran arcada que circunda toda la plaza, dentro de unos tondos de profundo sabor renacentista italiano, modelados en alto relieve y esmaltados en blanco sobre fondo azul cobalto, aparecen los bustos de personajes de especial relevancia en la historia de España. Su ejecución original corrió a cargo de las Fábricas de Mensaque Rodríguez y Cía. y de Pedro Navia.
     En orden cronológico, figuran tanto aquellos destacados en las ciencias, en las humanidades, en las artes o en las armas, como reyes o santos.
     Son un total de cincuenta y dos, distribuidos en cuatro series de trece personajes, dispuestos entre los catorce arcos de cada tramo de la plaza.
     Es sorprendente el repertorio  de estos personajes ilustres que desde sus privilegiados balcones en la arcada, disfrutan del ancho espacio de la hermosa plaza. Simultáneamente, ellos son vistos por los paseantes  como muestra de la gloria de España y como ejemplo a seguir (La Cerámica en la Plaza de España de Sevilla, 2014). 
     En este caso el personaje histórico representado es Goya, en un busto que directamente hay que relacionarlo con los autorretratos que el genio de Fuendetodos realizó.
Conozcamos mejor a Francisco de Goya, personaje representado en la obra reseñada;
     Francisco de Goya y Lucientes. (Fuendetodos, Zaragoza, 30 de marzo de 1746 – Burdeos, Francia, 16 de abril de 1828). Pintor.
     Goya nació accidentalmente en Fuendetodos, pueblo de su familia materna. Braulio José Goya, dorador, de ascendencia vizcaína, y Gracia Lucientes, de familia campesina acomodada, residían en Zaragoza, donde contrajeron matrimonio en 1736. Francisco fue el cuarto de seis hermanos: Rita (1737); Tomás (1739), dorador también, citado a veces como pintor; Jacinta (1743); Mariano (1750), muerto en la infancia, y Camilo (1753), eclesiástico y capellán desde 1784 de la colegiata de Chinchón.
     Tras la escuela, que la tradición acepta con reservas como la de los padres escolapios de Zaragoza, entró en el taller de José Luzán (1710-1785), hijo también de un dorador vecino de los Goya, de formación napolitana y vinculado a la Academia de Dibujo.
     Javier Goya, en las notas biográficas sobre su padre para la Academia de San Fernando (1832), aseguraba que “estudió el dibujo desde los trece años en la Academia de Zaragoza bajo la dirección de José Luzán”, y Goya, en la autobiografía del catálogo del Museo del Prado (1828), decía que le “había dado a copiar las más bellas estampas que tenía”, aunque no hay apenas en sus primeras obras conocidas huellas del estilo tardo-barroco de aquél. Más adelante siguió su formación con Francisco Bayeu Subías (1734-1795), relacionado por lejano parentesco con los Goya, y que, años después, sería su cuñado por esa unión tradicional entre familias de artistas. En 1771, la Academia de Parma citaba a Goya como “scolaro del Signor Francesco Vajeu” y lo confirmaba él mismo en 1783, con motivo del matrimonio de su cuñada María Bayeu, a la que conocía desde hacía veinte años por haber estudiado “en casa” de Bayeu.
     Después de los modestos inicios en Aragón, donde se le atribuye, de hacia 1765, el relicario, destruido, de la parroquia de Fuendetodos con la Aparición de la Virgen del Pilar a Santiago, así como varias pinturas para la devoción privada confirmadas como de su mano en los últimos, la carrera cortesana se perfilaba como la única posible para un joven con ambiciones. Se trasladó a Madrid en 1763, siguiendo a Bayeu, que trabajaba en la decoración del Palacio Real. En diciembre de 1763 Goya quiso obtener una pensión de la Academia de Bellas Artes de San Fernando y en 1766 se presentó al premio de primera clase de pintura, aunque fracasó en ambos.
     En un arranque de independencia Goya viajó a Italia por sus propios medios, según decía más tarde en un memorial a Carlos III (24 de julio de 1779), y está documentado en Roma en la primavera de 1771, aunque viajó a Italia en junio de 1769, como ha revelado la última documentación localizada de sus capitulaciones de boda. La tradición le situó en Roma en el n.º 48 de la Strada Felice (Via Sistina), barrio de los artistas, en casa del pintor polaco Taddeus Kuntz, amigo de Mengs, como la familia de éste aseguraba años más tarde, aunque no hay noticias documentales de ello. El Cuaderno italiano (Madrid, Museo del Prado), álbum de apuntes comprado en Italia, recogía anotaciones de las ciudades que visitó, todas del norte, entre ellas Bolonia, Venecia, Parma y Milán, viajando de regreso a través de Génova y Marsella.
     En abril de 1771 envió el cuadro Aníbal que por primera vez mira Italia desde los Alpes (Fundación Selgas Fagalde) al concurso de la Academia de Parma por el que recibió una mención, reseñada en el Mercure de France en 1772. Varios dibujos del Cuaderno italiano copian esculturas clásicas de Roma, un fresco de Giaquinto, así como presentan composiciones propias y las primeras ideas documentadas de cuadros tempranos, algunos pintados ya en España, donde regresó entre mayo y julio de 1771. Su primer encargo fue el fresco del coreto de la basílica del Pilar, de 1771-1772, con la Adoración del Nombre de Dios, de excepcional y moderna grandeza, auto titulándose en esa ocasión “Profesor de Dibujo en esta Ciudad [Zaragoza]” (22 de noviembre de 1772).
     Se casó, sin embargo, en Madrid, en la iglesia de San Martín (25 de julio 1773) con Josefa Bayeu (nacida el 19 de marzo de 1747), hermana de Francisco, que fue padrino de la boda con su mujer, Sebastiana Merklein, aunque el primer hijo de Goya, documentado en el Cuaderno italiano, Antonio Juan Ramón Carlos, nació en Zaragoza (29 de agosto de 1774), donde el artista trabajaba en los frescos de la cartuja de Aula Dei.
     Goya dejó nuevamente Zaragoza el 3 de enero de 1775, llegando a Madrid el día 10 (anotación en su Cuaderno italiano) para iniciar su trabajo como pintor de cartones de tapices para la Real Fábrica de Santa Bárbara con el sueldo de 8.000 reales de vellón al año. Recomendado por Bayeu, Goya aseguraba más tarde, orgulloso, que fue Mengs quien le hizo volver de Roma para el Real Servicio, aunque sus primeros cartones, fechados en la primavera de 1775 para la serie ya comenzada con destino al comedor de los príncipes de Asturias en El Escorial, se pintaron según ideas de Bayeu. Los temas representados, elegidos por el rey, eran de caza, que fue la afición más importante del artista a lo largo de su vida. Perros, escopetas y lugares de caza favoritos, a veces en compañía de sus egregios mecenas, aparecerán en la importante correspondencia con su amigo de infancia, el comerciante zaragozano Martín Zapater (Madrid, Museo del Prado), como los alrededores de Madrid, la sierra de Guadarrama y El Escorial, Arenas de San Pedro, Chinchón, la Albufera de Valencia y el Coto de Doñana en las tierras de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz). El segundo hijo, Eusebio Ramón, nació en Madrid (15 de diciembre de 1775); vivía Goya entonces en la calle del Reloj, tal vez en casa de Bayeu, y entre 1776 y 1778 pintó los cartones para el comedor de los príncipes de Asturias en el palacio de El Pardo con escenas de la vida popular en Madrid, como el Baile a orillas del Manzanares y El quitasol, ya de su propia invención, con tipos populares caracterizados con perfección magistral, y divertidas historias cargadas de contenido satírico y moralizante, enlazando con la corriente popular favorecida por la Ilustración. El artista se acercaba más que otros compañeros suyos, en el naturalismo y sentido del humor de sus escenas, a los tipos y situaciones descritos en los sainetes de un amigo de esos años, el autor teatral Ramón de la Cruz, mientras que en la caracterización de sus figuras demostraba el mismo conocimiento de tipos y modas que las ilustraciones del grabador Juan de la Cruz, hermano del anterior, en su Colección de Trages de España. El Cuaderno italiano revela que Goya intentó regresar a Italia con Mengs, en 1777, pero enfermó gravemente a fines de ese año, asegurando a Zapater que había “escapado de buena”, y había recibido el encargo de dos series más para la Fábrica de Tapices. Nacieron en Madrid otros dos hijos, Vicente Anastasio (21 de enero de 1777) y María del Pilar Dionisia (9 de octubre de 1779), cuando Goya vivía en la carrera de San Jerónimo, en la casa de la marquesa de Campollano, aunque poco después habitaba ya en casa propia, en el nº 1 de la calle del Desengaño, donde vivió hasta junio de 1800. Entre 1778 y 1780 pintó las series de cartones de tapices del dormitorio de los príncipes de Asturias, en El Pardo, con escenas como El cacharrero y El ciego de la guitarra. Se fechan entonces las estampas sobre obras de Velázquez de la colección real, que valoró el erudito Antonio Ponz, y El agarrotado y El ciego de la guitarra, de invención propia. En enero de ese mismo año, según contaba a Zapater, había sido presentado al Rey y a los príncipes de Asturias, “... y les besé la mano que aun no abia tenido tanta dicha jamás”.
     El 7 de julio de 1780, con el clasicista Cristo en la cruz (Madrid, Museo del Prado), ingresó como miembro de mérito, por unanimidad, en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Nació su quinto hijo (22 de agosto de 1780), Francisco de Paula Hipólito Antonio Benito, y en el otoño Goya se trasladó con su familia a Zaragoza para pintar el fresco de la cúpula de Regina Martyrum en el Pilar. La obra fue rechazada en 1781 por la Junta de la basílica a causa de la incorrección de la figura de la Caridad y la oscuridad general del colorido, imponiéndosele la supervisión de Bayeu, a lo que se negó. Se produjo la ruptura entre los cuñados que duró varios años y afectó a la actividad de Goya, que perdió encargos proporcionados por su cuñado. Su honor de artista, que tan profundamente sintió toda su vida, quedó restaurado al encargársele por orden del ministro de Estado, el conde de Floridablanca, uno de los cuadros para la basílica de San Francisco el Grande, la Predicación de San Bernardino de Siena, concluido en enero de 1783. Había nacido una niña, Hermenegilda Francisca de Paula (13 de abril de 1782), admirándose su cuñado cartujo, fray Manuel Bayeu, en sus cartas a Zapater, de la fecundidad del artista, aunque todos sus hijos, salvo el último, Javier (2 de octubre de 1784), murieron en la infancia. En el decenio de 1780 comenzó de lleno la actividad de Goya como retratista, de la que no se conoce hasta entonces más que un Autorretrato, de hacia 1772-1775 (Zaragoza, Museo de Bellas Artes). Destaca el Retrato del conde de Floridablanca como protector del Canal de Aragón (1783, Madrid, Banco de España), y los que pintó para su nuevo mecenas, el infante don Luis de Borbón, en el exilio de su palacio de Arenas de San Pedro (Ávila). Para entonces Goya era ya reconocido por importantes figuras de la cultura de su tiempo, como el citado Antonio Ponz, Gaspar Melchor de Jovellanos, a quien retrató hacia 1783 (Oviedo, Museo de Bellas Artes), y el erudito y coleccionista Juan Agustín Ceán Bermúdez, aunque su amistad con otras figuras, como Leandro Fernández de Moratín y Juan Meléndez Valdés, debió de comenzar algo después, según las noticias de Ceán Bermúdez.
     Goya fue nombrado teniente director de Pintura de la Academia de San Fernando (1 de mayo de 1785) con el sueldo de 25 doblones anuales (2.000 reales), y al año siguiente, en julio de 1786, limadas sus diferencias con Bayeu y a propuesta de Maella, se le nombró pintor del Rey con el sueldo de 15.000 reales.
     Fray Manuel Bayeu le refería a Zapater el nombramiento de su cuñado: “Esta accion de Francho [Bayeu], como azía tiempo no se trataban, a sido para mí la de más satisfacción que he tenido. Dios quiera vivan en paz y como Dios manda”. Se reanudaron efectivamente sus trabajos para la Fábrica de Tapices tras seis años de inactividad, y en 1786-1787 realizó la serie de las Cuatro Estaciones para el comedor del príncipe en El Pardo, y en 1788 los bocetos para los cartones de tapices del dormitorio de las infantas, entre los que destacan La pradera de San Isidro y La gallina ciega, único del que ejecutó el cartón porque se suspendieron los trabajos por la muerte de Carlos III. En ese período había comenzado, además, su larga relación con la casa ducal de Osuna, mantenida hasta después de la guerra de la Independencia.
     Goya había alcanzado una excelente situación en la Corte, que le halagaba profundamente, pintando ya entonces, como le contaba a Zapater, sólo para la más alta aristocracia, y desde luego para el Rey, de quien realizó el retrato como cazador hacia 1787 (Madrid, Museo del Prado). Concluyó ese decenio con su nombramiento como pintor de Cámara (30 de abril de 1789) y con los retratos de los nuevos reyes, Carlos IV y María Luisa de Parma (Madrid, Academia de la Historia). La correspondencia con Zapater, numerosa en la década de 1780, revela la amistad de Goya con ilustres zaragozanos, entre los que se hallaban Juan Martín de Goicoechea; Manuel Fumanal, director del seminario de San Carlos; Tomás Pallás, militar y de la Real Sociedad Económica Aragonesa; Alejandro Ortiz y Márquez, médico y catedrático de la universidad; José Yoldi, administrador general del Canal de Aragón, y Ramón Pignatelli, fundador de la Real Sociedad Económica Aragonesa, rector de la Universidad e impulsor del Canal de Aragón. Esas relaciones culminaron con la elección del artista como socio de mérito de la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País (22 de octubre de 1790). En Valencia había pintado las obras para la capilla de la duquesa de Osuna en la catedral, y tenía relación con la Academia de Bellas Artes de san Carlos a través de su secretario, Mariano Ferrer y Aulet, fue nombrado académico de mérito de ésta (20 de octubre de 1790). Según le refería a Zapater en noviembre de 1787, estaba aprendiendo el francés, el italiano ya lo hablaba y se había vuelto “viejo con muchas arrugas que no me conocerías sino por lo romo y por los ojos undidos [...] lo que es cierto es que boy notando mucho los 41”. La correspondencia con su íntimo amigo revela las aficiones de Goya, además de demostrar lo buen hijo, hermano y padre que era y la cálida relación con sus amigos. Le gustaban las corridas de toros, incluso Moratín decía, ya en los años de Burdeos, que Goya se jactaba de haber toreado en su juventud, pero también asistía al teatro, a la ópera y a los conciertos de música en la Corte. Su carácter alegre se revela en su gusto por las “tiranas”, las fiestas con sus amigos y familiares, los viajes a Valencia, por ejemplo, para “tomar los aires marítimos”, o a Zaragoza para asistir a las fiestas del Pilar. Desde 1783 se firmaba como “Francisco de Goya”, señalando así orígenes hidalgos por su ascendencia vizcaína, pero todos los esfuerzos que hizo para obtener una infanzonía resultaron fallidos, ya que nada encontró en los archivos zaragozanos que probara su pretendida nobleza.
     Hacia fines del año 1790 aparecieron los primeros síntomas de la grave enfermedad que le sobrevino a principios de 1793, temblores y mareos a los que se refiere en cartas de ese período a Zapater. En 1791 Goya puso dificultades para seguir pintando cartones de tapices a las órdenes de Maella y fue acusado de ello al Rey por Livinio Stuyck, director de la Real Fábrica, aunque la intervención de Bayeu y la amenaza de que se reduciría su salario le hicieron reconsiderar su postura; tras ello el artista comenzó la preparación de su última serie, trece cartones para el despacho del rey Carlos IV en El Escorial, con escenas “campestres y Jocosas”, de las que sólo pintó seis, como entre las que destacan La boda o El pelele. El 14 de octubre de 1792 Goya firmaba el informe solicitado por la Academia de San Fernando sobre las enseñanzas de las Bellas Artes, en el que expresaba la necesidad de libertad en el estudio de la pintura, que definió como “Sagrada ciencia”. Asistió a la Junta Extraordinaria del 28 de octubre, pero no a la del 18 de noviembre por unos cólicos que padeció, y recogió su nómina de académico a principios de enero de 1793. Viajó entonces a Sevilla, donde cayó enfermo a finales de ese mes según se deduce de la correspondencia entre sus amigos Zapater y el comerciante gaditano Sebastián Martínez, a cuya casa en Cádiz fue trasladado Goya, ya enfermo, por su amigo Ceán Bermúdez. Martínez aseguraba en enero que “la naturaleza del mal es de las más temibles” y a fines de marzo que “el ruido en la cabeza y la sordera nada han cedido, pero está mucho mejor de la vista y no tiene la turbación que tenía que le hacia perder el equilibrio”. Zapater decía que “a Goya, como te dije, le ha precipitado su poca reflexión”. Esa ambigua frase ha dado pie a numerosas interpretaciones sobre la naturaleza de la enfermedad, de la que Goya quedó definitivamente sordo: sífilis, saturnismo, “cólico de Madrid” —envenenamiento por metales en los utensilios de preparar la comida—, y “perlesía” —hemiplejia—.
     Regresó a Madrid a principios de mayo de 1793  y en enero del año siguiente presentó a la Academia de san Fernando la decisiva serie de cuadros de gabinete sobre hojalata, con escenas de toros y otras “diversiones nacionales”, como Los cómicos ambulantes (Madrid, Museo del Prado), y temas de carácter dramático, El naufragio, Incendio de noche (colecciones privadas), Corral de locos (Dallas, Meadows Museum) y Prisioneros en una cueva (Bowes Museum), pintadas con independencia y sin estar sometido a las imposiciones de la clientela. Es posible que fuera en los meses que siguieron cuando Goya terminó los últimos cartones para los tapices del comedor del rey, comenzados antes de su enfermedad. Reanudó plenamente su actividad en 1795, con retratos y cuadros de encargo, como los de la Santa Cueva de Cádiz. Se fecha entonces su acercamiento a Godoy, así como el mecenazgo de los duques de Alba, que dio pie incluso a la moderna leyenda, basada en débiles indicios, de los amores del artista con la duquesa. A la muerte de Bayeu, en agosto de 1795, Goya fue nombrado director de Pintura de la Academia e inició en ese brillante período sus álbumes de dibujos, los llamados Álbum de Sanlúcar y Álbum de Madrid, fechados ahora hacia 1794-1795, sin que se advierta en su técnica segura y delicada rastro alguno de los temblores de su enfermedad. Planteó en ellos las primeras ideas para esas obras maestras de la sátira contra vicios y costumbres de la sociedad que fueron Los Caprichos, publicados en enero de 1799, y, según su primer biógrafo, L. Matheron, gestados en el entorno de las duquesas de Alba y de Osuna.
     Parte del año 1796 lo pasó en Andalucía, en Cádiz, donde tuvo casa propia, según Moratín, y en Sevilla, de donde las noticias que llegaban sobre su salud no eran muy favorables. Visitó a la duquesa de Alba en Sanlúcar y pintó el célebre retrato de la dama vestida de negro (Nueva York, Hispanic Society, 1797). A principios de 1797 se encontraba de regreso en Madrid, para renunciar a su cargo de director de Pintura de la Academia porque “ve en el día que en vez de haber cedido sus males se han exacerbado más”. La liberación de las responsabilidades de la Academia determinó los años más prolíficos de la vida de Goya con retratos excepcionales entre los que destacan el de Jovellanos (1798) (Madrid, Museo del Prado) y La Tirana (1799) (Madrid, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando), y obras como la Maja desnuda, documentada en el palacio de Godoy en 1800, y la Maja vestida, más tardía, documentada en enero de 1808. Se fechan a fines de ese decenio también los cuadros con Asuntos de brujas para los duques de Osuna, los frescos de la ermita de San Antonio de la Florida y en diciembre de 1798 el Prendimiento para la catedral de Toledo, así como los nuevos retratos reales, María Luisa con mantilla, Carlos IV cazador y el Retrato ecuestre de María Luisa en el otoño de 1799.
     Culminó la década de 1790 con el nombramiento de Goya como primer pintor de Cámara, escalón supremo de su carrera cortesana, firmado el 31 de octubre de 1799 por el Primer Ministro, Mariano de Urquijo, y con el sueldo de 50.000 reales de vellón. Goya escribía ese día su última carta a Zapater (fallecido en 1803): “Los Reyes estan locos con tu amigo”. Ese patrocinio real, y de Godoy, siguió durante los primeros años del siglo XIX, iniciado iniciándose en junio de 1800 con la espectacular Familia de Carlos IV. En ese mismo mes Goya se había trasladado a su nueva casa de la calle de Valverde n.º 35  y había vendido su anterior vivienda a Godoy, cuyo servicio se hace patente en el Retrato de la condesa de Chinchón (abril de 1800)  (Madrid, Museo del Prado), en el del ministro con motivo de la Guerra de las Naranjas (1801) (Madrid, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando) y en los grandes lienzos alegóricos para la decoración de su palacio (c. 1802-1804), como la Alegoría del Tiempo y la Historia (Estocolmo, Nationalgalleriet). La faceta de los retratos privados es excepcionalmente rica en estos años; en ellos Goya define el retrato aristocrático, de inusitada variedad, como los del Conde y la condesa de Fernán Núñez (1803) (Madrid, colección Fernán Núñez), de la Marquesa de Villafranca pintando a su marido (1804) (Madrid, Museo del Prado), de la Marquesa de Santa Cruz (1804) (Madrid, Museo del Prado) y del Marqués de San Adrián (1804) (Pamplona, Museo de Bellas Artes). Al mismo tiempo, el auge de la sociedad burguesa propició el retrato de esa nueva clase social que Goya pintó desde sus inicios en obras más íntimas, sobrias y realistas, de aguda psicología, como el del pintor Bartolomé Sureda y su mujer Teresa Sureda, 1804-1805 (Washington, National Gallery), de Antonio Porcel (1806) (Buenos Aires, Jockey Club, destruido), de los actores Isidoro Máiquez (Chicago, Art Institute) o de la actriz retirada Antonia Zárate (c. 1808) (Dublín, National Gallery).
     En junio de 1803 Goya compró una nueva casa en el nº 7 de la calle de los Reyes, que no llegó a habitar, y el 7 de julio, en carta a Miguel Cayetano Soler, regaló al Rey las planchas de cobre de los Caprichos y doscientos ejemplares a cambio de una pensión de 12.000 reales para su hijo Javier, que deseaba estudiar Pintura. Goya preparaba el futuro de su hijo, de quien no hay noticias fidedignas de sobre su actividad como pintor, y que casó el 8 de julio de 1805 con Gumersinda Goicoechea, hija del comerciante madrileño, Martín Miguel de Goicoechea, a los que también retrató el artista en dos espléndidos y novedosos retratos de cuerpo entero (colección Noailles). En 1806 nació el único nieto del artista, Mariano, retratado por su abuelo en 1810 vestido con elegancia y tirando de un carretón de juguete (Madrid, col. Larios). En los inicios del siglo XIX comienzan los elogios al artista por la altura de su arte, entre los que destaca el poema de Manuel José Quintana, de 1805, valorando su figura por encima de la de Rafael de Urbino y augurándole la fama universal en siglos venideros. Debió de continuar con sus cuadernos de dibujos, de difícil y amplia datación, pues las composiciones se relacionan con temas que van desde principios del siglo XIX hasta 1820, como los de los Álbumes C, D, E y F.
     Goya permaneció en Madrid durante la Guerra contra Napoleón (1808-1814) y juró fidelidad a José Bonaparte como oficial de palacio, recibió también la orden de España, que no recogió, y retrató a alguno de los ministros y autoridades del nuevo gobierno francés. Por otra parte, como pintor de cámara del nuevo rey proporcionó listas de cuadros de la colección real con destino al museo creado por Napoleón en París, aunque se tienen escasas noticias documentales de su actividad en esas fechas, con largos períodos de silencio. El inventario de sus bienes y de Josefa Bayeu, fallecida al final de la guerra (12 de julio de 1808), registra numerosas obras que revelan su actividad incesante. Trabajó también en los aguafuertes de los Desastres de la guerra, denuncia de la violencia sobre el pueblo indefenso, y en la Tauromaquia, publicada en 1815. En febrero y marzo de 1814 se gestó, por la Regencia, el encargo de los dos grandes lienzos del Dos y Tres de mayo en Madrid (Madrid, Museo del Prado), con el brutal ataque de los patriotas víctimas de la invasión y de la despiadada respuesta de los franceses.
     En mayo Goya pasó favorablemente la depuración de los funcionarios de palacio al servicio del gobierno francés, recuperó su salario y sus derechos y pintó de nuevo para la Corona y sus altos dignatarios (Retrato de Fernando VII con manto real, Madrid Museo del Prado, y Retrato del duque de San Carlos, Zaragoza, Museo de Bellas Artes). A partir de 1815 el artista se fue alejando de la Corte, sustituido en el gusto del monarca por Vicente López, y se centró entonces en su actividad privada: retratos (Retrato del X duque de Osuna, Bayonne, Musée Bonnat), cuadros para la Iglesia, que había sido fiel mecenas desde su juventud (Santas Justa y Rufina, Sevilla, Sacristía de los cálices de la Catedral, y La última comunión de san José de Calasanz, Madrid, Padres Escolapios), en los dibujos de los álbumes de ese período, C, D y E, en  las últimas láminas de los Desastres, los llamados Caprichos enfáticos, y en la serie de los Disparates.
     Vivía Goya aún en la calle de Valverde cuando en 1818 adquirió una casa de campo a las afueras de Madrid, conocida como la “Quinta del Sordo”, que guardaría sus “Pinturas negras”. Desde 1815 vivían en su casa Leocadia Zorrilla y sus dos hijos; la joven, que hacía las veces de gobernanta, era prima de la mujer de su hijo y ha sido considerada por indicios y por algunas referencias de Moratín, ya en Burdeos, como la compañera de sus últimos años, aunque no existen noticias fidedignas al respecto.
     El 2 de mayo de 1824 Goya solicitó del Rey permiso para marchar a Francia a tomar las aguas minerales de Plombières (Vosgos). Desde la llegada a España en septiembre de 1823, de los Cien Mil Hijos de San Luis, para restituir el poder absoluto del Rey, Goya pudo decidir su exilio, al que se habían visto obligados muchos de sus amigos y familiares. No hay, sin embargo, noticias fiables de su marcha pues los viajes que hizo entre 1824 y 1828 a Madrid desde Burdeos, así como sus cartas al Rey para solicitar su licencia y jubilación, no indican que estuviera perseguido. En febrero de 1824 Goya otorgó un poder general a Gabriel Ramiro para administrar su sueldo como funcionario de palacio, en mayo de ese año hizo donación de la Quinta del Sordo a su nieto Mariano, y en junio, tras obtener la licencia del rey, marchó a Burdeos. Moratín narraba al abate Melón (27 de julio de 1824), amigo común, la llegada del artista, “sordo, viejo, torpe y débil, y sin saber una palabra de francés [...] y tan contento y deseoso de ver mundo”. De inmediato siguió viaje a París, donde los documentos de la policía, que espiaba a los exiliados políticos españoles, revelan que vivía solo, paseaba por los lugares públicos y visitaba los monumentos. Es posible que la intención del artista fuera visitar el Salon, que ese año se había retrasado hasta el mes de agosto.
     Goya pintó en París dos sobrios retratos de sorprendente modernidad, los del político exiliado Joaquín María Ferrer y su mujer, y regresó a Burdeos en septiembre, donde se reunió con Leocadia Zorrilla y sus hijos. Tuvo algunos achaques y enfermedades en esos años que, sin embargo, no le impidieron hacer cuatro viajes a Madrid para solucionar sus asuntos y, seguramente, visitar a su hijo y a su nieto. Moratín dio cuenta regularmente a sus conocidos madrileños de la vida y la salud de Goya: “Goya, con sus setenta y nueve pascuas floridas y sus alifafes ni sabe lo que espera ni lo que quiere [...] le gusta la ciudad, el campo, el clima, los comestibles, la independencia y la tranquilidad que disfruta”. Pintó sólo retratos de algunos de sus amigos, como el del propio Moratín (Bilbao, Museo de Bellas Artes), el de Jacques Galos (Filadelfia, Barnes Foundation) y los últimos, pocos meses antes de morir, de su nieto Mariano (Dallas, Texas Meadows Museum) y del comerciante Juan Bautista de Muguiro (Madrid, Museo del Prado). Su actividad se centró en obras íntimas, de pequeño formato, como una serie de miniaturas sobre marfil, de las que se conocen algunos ejemplos, con figuras singulares, expresivas y mordaces, que Goya describió como más cercanas a “los pinceles de Velázquez que a los de Mengs” por la libertad y expresiva fuerza de las pinceladas. El período de Burdeos se define, sin duda, por las obras sobre papel, como los dibujos a lápiz negro de los Álbumes G y H, con escenas inspiradas en la realidad y otras en las que recurrió a recuerdos y temas que le habían interesado siempre, como las sátiras contra el clero o sobre el engaño y la locura, y figuras distorsionadas con una estética que precede al expresionismo del siglo XX. Se apasionó entonces por una técnica nueva, la litografía, y se sirvió del establecimiento de Cyprien Gaulon para imprimir la serie de los Toros de Burdeos, impresionantes visiones de la “fiesta nacional” que sobrecogen por su gran tamaño y su brutal denuncia de la violencia del ser humano idea que le había preocupado toda su vida. Cuando murió, era apreciado solamente por el pequeño grupo de amigos y familiares que le acompañaron fielmente hasta el final, pues su arte, profundamente individual, estaba lejos de las modas del momento. Murió en la noche del 15 al 16 de marzo de 1824, descrita con realismo estremecedor por Leocadia Zorrilla, y fue enterrado en el cementerio de la Chartreuse en la misma tumba que su consuegro, Martín Miguel de Goicoechea. Años después, los que se creyeron sus restos mortales se trasladaron a Madrid, donde reposan en la ermita de San Antonio de la Florida, bajos los frescos que había pintado en 1798 (Manuela B. Mena Marqués, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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