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jueves, 23 de marzo de 2023

El Palacio del Pumarejo

     Por Amor al Arte
, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el Palacio del Pumarejo, de Sevilla.  
   El Palacio del Pumarejo, se encuentra en la plaza del Pumarejo, 3; en el Barrio de San Gil, del Distrito Casco Antiguo.
     Este palacio, que perteneció a la familia de D. Pedro Pumarejo, es un interesante edificio de dos plantas, construido en el siglo XVIII, y convertido en 1883 en casa de vecinos.
     Esta adaptación supuso una fuerte alteración en su estructura organizativa, de la que sólo permanecen determinadas piezas de la casa. Entre ellas, es de destacar el patio central con galerías en planta baja, formalizadas por arcos rebajados sobre columnas de madera de caoba y basas de piedra.
     En la fachada principal destaca su portada, flanqueada por medias columnas sobre pedestales, en la que las jambas están decoradas con molduras mixtilíneas, y el balcón, en esquina, con el escudo de armas de los Pumarejo.
     El palacio cuenta con otro patio trasero, que carece de interés, y amplias galerías en ambas plantas que permiten registrar las habitaciones, ocupadas hoy por más de veinte vecinos.
     El edificio tiene dos partes diferenciadas, acotadas y definidas en el PRICA con distinta calificación. La zona calificada B ocupa en planta baja una superficie aproximada de 490 m2, y podría estimarse para esta zona de la casa una superficie total construida de 1.000 m2., excluido el patio principal (50 m2). La zona calificada C ocupa en planta baja una superficie de 830 m2, estimándose una superficie total construida de l.200 m2., excluido el patio de servicio (60 m2) (Guillermo Vázquez Consuegra, Cien edificios de Sevilla: susceptibles de reutilización para usos institucionales. Consejería de Obras Públicas y Transportes. Sevilla, 1988).
     El Palacio del Pumarejo ocupa el extremo de una manzana alargada, definida por la plaza del mismo nombre y las calles Fray Diego de Cádiz, Aniceto Sáenz y Antonia Sáenz. Presenta sendas fachadas a las tres primeras, y acceso desde la Plaza del Pumarejo.
     De dos plantas, abarca una superficie total construida que supera los dos mil metros cuadrados. Aunque su transformación en casa de partido en el siglo XIX supuso una modificación de la distribución original del espacio, el edificio se estructura tal como fue inicialmente concebido en torno a dos espacios: el primero de ellos constituye la parte noble, donde se concentran los elementos constructivos y ornamentales de mayor interés histórico y artístico; y el segundo, la de servicios, en torno a un patio secundario que distribuye las viviendas interiores.
     La planta baja tiene altura suficiente para permitir una entreplanta, aunque ésta se encuentra sólo en algunas partes del edificio. La edificación se organiza en torno a dos patios de características muy diferentes, que reflejan la jerarquía de los usos originales del edificio. Es de gran valor el patio porticado, único en Sevilla, con falsas bóvedas sostenidas por singulares columnas y vigas de madera de caoba clara de Cuba. Embellecen el conjunto una serie de balaustradas de mármol labradas manualmente en talleres de la ciudad que cierran el patio, y los lienzos o paños de azulejos policromados de cuenca o arista y cuerda seca situados en los zócalos interiores, así como originales detalles decorativos en toda la bóveda del claustro. También destaca la amplia escalera por el arco lobulado de la entrada, la elevada y despejada bóveda, el notable pasamanos de madera y los ricos azulejos que decoran los escalones y las paredes. Al tiempo, las anchas y elevadas galerías o corre d o res que conducen a las viviendas crean un espacio ventilado y diáfano que es muy característico de la arquitectura noble sevillana. El segundo patio, de configuración mucho más simple, en huecos y elementos decorativos, ha sufrido una ocupación progresiva que ha modificado sustancialmente su forma que, en la actualidad, solamente es reconocible desde la planta de cubiertas.
     En las propias viviendas resaltan los suelos hidráulicos policromados, las puertas que se rematan con cristales traslúcidos y la propia disposición de las mismas circundando los dos patios interiores. Es de interés también el mobiliario utilizado y la decoración de las casas; porque son muestras de la organización doméstica de los espacios así como de los gustos populares.
     En general se trata de un edificio bastante regular en su composición. No obstante, la simetría respecto del eje configurado por los patios es solamente aparente: las crujías norte y sur no tienen la misma dimensión, ni las destinadas a vivienda ni las más pequeñas que constituyen las galerías; los patios tampoco están exactamente alineados entre sí ni respecto al zaguán. El sistema estructural de muros de carga también difiere en ambas bandas.
     Existe una diferencia considerable entre las fachadas norte y sur, dado que la fachada sur ha sido siempre una fachada a vía pública, mientras que la fachada norte, al principio daba a una zona de huertas, y el trazado de la calle es posterior al edificio. Algo parecido ocurre con la fachada este que hoy en día es medianera con edificaciones de diferentes alturas, pero que en su configuración original era un callejón anejo al inmueble. De hecho, todo el tejado de la crujía trasera del edificio vierte aguas a este callejón, una buena parte de la crujía trasera dispone de ventanas a la zona no edificada en altura del callejón, y a la dependencia existente bajo una de las escaleras se accede a través de una carpintería que ocupa la parte del callejón que da a la calle Fray Diego de Cádiz.
     La fachada principal es una interesante muestra del estilo característico de la arquitectura civil sevillana del siglo XVIII. Destaca la portada flanqueada por pilastras dóricas sobre pedestales, cuyas jambas están decoradas por molduras mixtilíneas y un rostro humano tallado en el centro (convertido en el símbolo de la Plataforma por la Casa el Pumarejo). Es también de interés la elegante balconada que se sitúa en una de las esquinas del inmueble, donde se localiza el escudo de armas de los Pumarejo.
     Las distintas etapas sufridas en su edificación se reflejan en diferentes soluciones constructivas. Así, la fase más antigua se corresponde con los muros de carga de ladrillo de dos pies y medio (unos 60 centímetros) y forjados de viguería de madera. Existe un segundo tipo de actuación en el edificio, que se levanta sobre muros de doble hoja de ladrillo macizo a la capuchina, con forjados de viguería (de madera, metálicos o de hormigón), y un tercer tipo de actuación, mucho más reciente y de peor calidad, con fábrica de citara de ladrillo hueco y cubrición de fibrocemento. Esta evolución responde a la progresiva colmatación del edificio y se refleja con bastante claridad en la ocupación del segundo patio; pero también tiene su refrendo en el interior del edificio, en procesos como la construcción de zonas de entreplanta o pequeños espacios en los intersticios de las escaleras y las esquinas de las galerías.
     Cada etapa se corresponde también con una diferente carga ornamental en la edificación: las zonas más antiguas disponen de mayor decoración de un repertorio formal más cuidado, que se manifiesta en la regularidad de huecos en fachadas tanto exteriores como interiores. Por el contrario, las actuaciones posteriores presentan una casi total desnudez decorativa, acompañada de la ausencia de organización en la apertura de huecos y una total carencia de criterio estético en las instalaciones eléctricas y las dotaciones de saneamiento y ventilación al edificio.
     La cubierta del edificio es uno de los elementos que ha sufrido un mayor número de transformaciones. Originalmente parece que consistía en faldones de teja curva, en las crujías de fachada, que se disimulaban en las dos fachadas principales (a la Plaza y a calle Fray Diego de Cádiz) mediante un pretil (como se mantiene todavía en parte de la calle Fray Diego de Cádiz), y que vertía directamente a la calle en la fachada de Aniceto Sáenz o las crujías traseras del edificio.
     Sin embargo en las crujías perimetrales a los patios, la cubierta de teja vertía sobre unas cubiertas planas, transitables, en el segundo patio y no transitables (sin pretil) en el patio principal.
     Posiblemente por problemas de filtraciones o de mantenimiento, se han ido desmontando una buena parte de los faldones de teja de la cubierta que vierten a la calle Fray Diego de Cádiz y la totalidad de la fachada a la Plaza así como las crujías entre los dos patios. Además, las superficies de azoteas han sido parcialmente sustituidas por cubiertas de fibrocemento, o reparadas con impermeabilización de láminas asfálticas autoprotegidas. Los castilletes de salida de las escaleras disponen también de cubierta de teja curva a un agua, excepto el castillete de uso no identificado, que se remata con una cubierta plana a dos aguas. Las construcciones posteriores presentan un variado repertorio de soluciones constructivas, desde teja plana sobre viguería de madera, fibrocemento opaco o translúcido o cubierta plana no transitable.
     La Casa del Pumarejo es un notable edificio de la arquitectura civil sevillana del último cuarto del siglo XVIII, que perteneció a la familia de Don Pedro de Pumarejo y fue transformado en vivienda colectiva o Casa de Partido a finales del XIX. En la actualidad, constituye uno de los escasos ejemplos, que quedan en Sevilla, del proceso de transformación de antiguos palacios en casas de vecinos, debido, por una parte, a la decadencia económica de la clase que los erigió y, por otra, a la escasez de viviendas, durante los siglos XVIII y XIX. Desde la segunda mitad del siglo XX, el noble edificio ha sufrido un deterioro progresivo que ha hecho mella en su elegante factura y ha supuesto la pérdida o el desperfecto de algunos de sus elementos muebles más notables.
     Como palacio, pese a las transformaciones que los distintos usos han producido en él, responde a las características de las casas-palacio de la arquitectura civil sevillana del siglo XVIII conservando importantes elementos de la traza primitiva.
     Como casa de vecinos su aún significativo número de inquilinos conservan vivo el modo de vida tradicional asociado a las antaño numerosas casas y corrales de vecinos sevillanos. Un modo de vida que se expresa tanto en la realidad de la convivencia cotidiana como en la reproducción, año tras año, de los rituales asociados a las pequeñas comunidades que constituyeron estas casas, como es la fiesta de las Cruces de Mayo. Además de residencia de numerosas familias, ha acogido y aún alberga diferentes talleres artesanos, pequeñas tiendas y tabernas, ubicados en los bajos del edificio y abiertos a las calles que lo bordean (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía). 
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