Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Sevilla, déjame ExplicArte la Casa-Museo Bonsor - Castillo de Luna, en Mairena del Alcor (Sevilla).
Hoy, 30 de marzo, es el aniversario del nacimiento (30 de marzo de 1855) del arqueólogo e hispanista Jorge Bonsor, a quien está dedicado la Casa-Museo, de ahí que hoy sea el mejor día para ExplicArte la Casa-Museo Bonsor - Castillo de Luna, en Mairena del Alcor (Sevilla).
La Casa-Museo Bonsor - Castillo de Luna se encuentra en la calle Real, 2; en Mairena del Alcor (Sevilla).
El castillo de Luna está situado en el núcleo urbano de Mairena del Alcor, en su extremo noreste y sobre la cota más alta del entorno, a 141 metros. A él se accede a través del viario urbano interior o a través de la carretera que rodea el pueblo.
La primera fase constructiva del castillo debe enmarcarse en pleno siglo XIV. A ella corresponden las torres y muros de unión entre las mismas. La construcción general es de tapial, con zócalo de mampuestos y esquinas reforzadas con sillares. Constaría de cuatro torres, con posible puerta en el flanco norte y un patio de armas de 750 metros cuadrados.
Las torres, orientadas hacia los cuatro puntos cardinales, son de planta cuadrangular de 8,5 metros de lado, englobando dos cámaras superpuestas cubiertas por bóvedas vaídas.
Este núcleo se completa con la construcción de un foso y barbacana envolvente con troneras para armas de fuego. El acceso al castillo cambia al flanco este con la realización avanzada a la barbacana de un puente de doble vano en eje acodado. Todo ello podría datarse entre 1471 y 1474, en el contexto de las luchas nobiliarias de las casas de Arcos y Medina Sidonia.
Sobre este castillo, en proceso de ruina desde el siglo XVI, organiza Jorge Bonsor su residencia- museo desde 1902, efectuando obras de restauración. Las transformaciones que realiza el arqueólogo inglés son generales. De esta forma, transforma la puerta de recodo en estudio, dos torres en dormitorios y patio de armas en jardín. A la vez desescombra el foso y consolida los paños de muralla más deteriorados, construyendo adosados al interior una sala, comedor, cocina y lavadero. También abrió un acceso para carruajes en la zona suroeste.
El castillo está construido en su mayor parte en tapial, con las esquinas reforzadas con sillares. Consta de cuatro torres esquineras, una torre de acceso, todas unidas por cortinas muy mal conservadas.
Según los datos de Jorge Bonsor, cita una pequeña cantera romana reutilizada como necrópolis encontrando dos hornacinas con urnas cinerarias. También encuentra una inscripción D.M../ TIBER / VIXIT / NOS / MES.
Como otras necrópolis podría estar relacionada con la Peñuela, villa o aglomeración próxima.
En el medievo se cita una torre de Mairena en el Repartimiento, por lo que parece que el castillo tuviera ese origen islámico. En el medievo cristiano se construye en dos fases (s. XIV y s. XV) , la fortificación por parte de los señores, Los Ponce de León, Duques de Arcos.
En la zona exterior del castillo hacia el escarpe, bajo un olivar se observan restos de muros y artefactos de los siglos XIV al XVI, quizás asociables a un pequeño núcleo de población junto al castillo.
El nombre de Castillo de Luna, proviene, al parecer, de Doña María de Luna, unida por matrimonio al linaje de los Ponce de León, poseedores del término de Mairena desde 1342. Con esta nueva donación de la corona se consolida un proceso de señorialización general de la zona. Estratégicamente, la fortaleza ocupa un lugar intermedio en la cresta del Alcor, entre las poblaciones amuralladas de Alcalá y Carmona, constituyendo la antesala defensiva de Sevilla. Para los Ponce de León supone el control del enclave más cercano a la capital en su amplio estado del futuro ducado de Arcos.
En 1978, el Ayuntamiento de Mairena del Alcor adquiere la colección de objetos arqueológicos de Bonsor, mientras que en 1985 la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía adquiere el Castillo de Luna y un lote inmobiliario. Tras las constantes obras de consolidación que se prolongan hasta hoy en día, se pretende rehabilitar el conjunto como museo (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
El Castillo de Mairena del Alcor conocido popularmente como Castillo de Luna, se sitúa en un cerro equidistante de las actuales fuentes públicas de la población “Gorda” y “Alconchel”, junto al complejo de los molinos hidráulicos harineros llamados “De Campo”. Esta localización, que coincide con el puerto de entrada de la Vega hacia las terrazas de Los Alcores, es un puesto de vigilancia privilegiado desde el que se controla visualmente la Vega de Carmona, la población y el tránsito de los caminos y veredas antiguamente frecuentados por los trabajadores del campo, los viajeros y los ganaderos que acudían a la primera feria de ganado de Andalucía, la feria de Mairena del Alcor.
Los últimos estudios realizados fechan su origen en 1342 tras la donación del lugar de Mairena a Don Pedro Ponce de León por el rey Alfonso XI, como parte del programa de repoblación y fortificación de la campiña sevillana, en compensación por la ayuda prestada en las campañas militares de la batalla del Salado y el Sitio de Algeciras. Su construcción se realizó en 4 fases repartidas desde mediados del siglo XIV hasta el primer tercio del siglo XVI. Por su morfología, la fortaleza es considerada como una de las primeras construcciones dedicadas a la defensa artillera. Está compuesta por 4 torres que en origen estaban exentas unidas mediante una muralla que discurría por sus esquinas interiores. En fases posteriores se amplía el recinto tomando su forma definitiva con un encintado formado por un antemuro dotado de troneras de artillería y merlones, y un foso excavado en la roca, cuya cava fue reutilizada en parte como cantera para la obtención de sillares destinados a la propia construcción del Castillo.
La puerta de entrada se situaba orientada hacia el noreste coincidiendo con el trazado de un camino que comunicaba el núcleo de población con la Vega. En el siglo XV estaba inserta en el lienzo de muralla enmarcada con una portada de sillares a la que más tarde se le añadiría un cuerpo de guardia para reforzar su seguridad al que se accedía, según las fuentes consultadas, a través de un puente. El Castillo tan sólo cumplía funciones de plaza fuerte, la familia nobiliaria residía en la Casa-Palacio edificada a pocos metros presumiblemente en el siglo XV.
A partir de la segunda mitad del siglo XVI bajo el reinado de los Reyes Católicos perdió su sentido defensivo y cayó en el abandono. A principios del XIX, siguiendo los consejos dados por las tropas francesas de ocupación, fue utilizado por un corto espacio de tiempo como cementerio municipal del que aún permanecen algunos enterramientos entre sus murallas, y de forma más continuada como cerca para guardar ganado e incluso como cantera para reutilizar sus elementos constructivos en edificaciones cercanas.
La ruina en la que sumió a la familia el XII Duque de Osuna, Mariano Téllez Girón, forzó la enajenación de la fortaleza en 1879 a favor de Felipe Delgado Aguilera, vecino de la población. Esta coyuntura dará lugar al comienzo de una nueva etapa en la historia del monumento.
La estampa del Castillo rodeado de olivares inmortalizada en una fotografía tomada en 1902 desvelará la nueva imagen de la fortaleza. En estas fechas George Bonsor Saint-Martin, más conocido como Jorge Bonsor, la comprará por 2000 pesetas al historiador Antonio Blázquez y Delgado Aguilera, quien la recibió en herencia tras el deceso de su tío Felipe Delgado Aguilera.
Jorge Bonsor, pintor anglo-francés llevaba varios años residiendo en Carmona donde decidió dedicar su vida a la arqueología tras la visión de los frescos de una de las tumbas de la necrópolis romana de la antigua Carmo. Tras participar en la compra de los campos, la investigación y presentación al público de la citada necrópolis, dedicó sus esfuerzos a la exploración de la comarca de Los Alcores.
El producto de sus investigaciones, que lo llevaron a ser considerado como uno de los precursores de la arqueología científica en el suroeste peninsular necesitaban de un espacio para su presentación al público. Con esta intención acomete las obras de acondicionamiento dirigidas a convertir a la fortaleza en un museo de las antigüedades prerromanas de Los Alcores.
Con un criterio funcionalista reconstruye las esquinas perdidas de las torres y edifica un pabellón para albergar el museo en cuya factura se mezclan elementos heredados de la arquitectura inglesa con otros del pasado islámico de la región. El antiguo patio de armas se transformará en un jardín de vestigios y la puerta de entrada de la fortaleza se cegará y se abrirá una nueva en el lienzo sur del Castillo a semejanza de la puerta de Sevilla de la cercana localidad de Carmona. Esta nueva reorientación abría el edificio hacia la nueva trama urbana pudiendo ser fácilmente identificado desde la Vega y la cercana estación del tren.
Sin embargo, el destino de la fortaleza volvería a dar un nuevo giro el 4 de marzo de 1907, fecha en la que Bonsor decidió trasladar al Castillo su residencia personal coincidiendo con la celebración de su boda con su primera esposa Gracia Sánchez Trigueros.
Con su ayuda el museo se enriquecerá convirtiéndose en la residencia de un hispanista a tenor de las colecciones que atesoró y los estudios que llevó a cabo. Los bienes arqueológicos procedentes de sus exploraciones compartieron espacio con las colecciones de carácter etnográfico, los cuadros y las armas históricas y una nutrida biblioteca y archivo personal.
Tal fue la relevancia de la institución que llegó a ser recomendada su visita por la Sección de turismo de la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929. Gracias a la implementación de novedosas herramientas de gestión patrimonial por parte de su propietario, el monumento fue frecuentado por numerosos turistas de todo el mundo que acudían al monumento en visitas concertadas con las principales agencias de viaje de la época. Allí su propietario los agasajaba con la posibilidad de tomar un refrigerio en sus jardines y comprar algún souvenir como recuerdo de su paso por la localidad.
Tras su muerte el 15 de agosto de 1930 la familia Peñalver-Simó, y en particular su viuda Dolores Simó con quien contrajo matrimonio tres años antes en segundas nupcias pasarán a ser los garantes de la conservación del Legado del Castillo de Mairena del Alcor. Aún acuciada por las consecuencias de la Guerra Civil, Dolores y su familia procuraron conservar unidos el Castillo y sus colecciones, lo que nos ha permitido a día de hoy reconstruir la herencia patrimonial recibida.
Con la llegada del nuevo siglo se produjo la cesión de la gestión integral del monumento al Ayuntamiento de Mairena del Alcor y acto seguido comenzaron los trabajos destinados a su rehabilitación y reapertura, que se han extendido a lo largo de las dos últimas décadas. Esto venía a colmar el perseguido deseo de la población y las distintas Corporaciones municipales de recuperar el Castillo para el disfrute local. Desde 1985 la fortaleza y parte de sus colecciones habían pasado a formar parte del patrimonio público tras la compra realizada por parte de la Junta de Andalucía. Esta operación se sumó a la compra de la colección arqueológica y su archivo personal realizada en 1978 por el Consistorio, con el objeto de ayudar a la viuda a sufragar los gastos de su conservación y asegurar su permanencia en Mairena.
El fruto de las intervenciones llevadas a cabo en el inmueble han permitido la rehabilitación integral de la fortaleza, la restitución de la museografía original del museo creado por Bonsor y la dotación de elementos que aseguran la accesibilidad del público al edificio, sus colecciones y su historia.
Son muchos los investigadores que acuden a consultar sus colecciones. Las piezas arqueológicas, fotografías y documentos conservados en sus fondos siguen vigentes siendo clave en algunas investigaciones en curso en yacimientos como la ciudad romana de Baelo Claudia, la necrópolis romana de Carmona, los alfares romanos del Guadalquivir y el propio Castillo.
Con el objetivo de crear un espacio de socialización del conocimiento se han realizado esfuerzos para crear un programa de actividades que ha permitido la entrada del público a la fortaleza a través de la oferta de visitas guiadas y la celebración de conciertos, representaciones teatrales y diversas actividades lúdico-educativas.
La conservación del ecosistema creado en torno al Castillo ha sido otro de los pilares fundamentales de los trabajos de los últimos años. La conciliación de la restauración de las murallas con la preservación de la colonia de cernícalos primilla, una de las mejor conservada de la región, y la conversión del olivar creado por Bonsor en torno a la fortaleza en un parque público redundarán en el compromiso con la preservación del legado heredado. Este nuevo espacio concebido por Bonsor como un elemento imprescindible para la preservación de la imagen rural del Castillo, más aún cuando se encuentra inserto en la trama urbana, es la herramienta ideal para la preservación del ecosistema nacido el entorno de la fortaleza y la divulgación del cultivo tradicional del olivo (Ayuntamiento de Mairena del Alcor).
La casa museo Jorge Bonsor de Mairena del Alcor está ubicada en el Castillo de la Luna, de estilo mudéjar. El edificio fue comprado por el arqueólogo George Bonsor Saint-Martin en 1902 con el fin de acondicionarlo como residencia y museo.
Los elementos arquitectónicos, propios del gusto neoislámico de los viajeros románticos, se funden con una jardinería ecléctica andaluza. En el interior se ha conservado el discurso expositivo diseñado por el propietario. Cuenta con colecciones, arqueológicas y etnográficas, así como con un vasto fondo fotográfico y documental.
Los bienes arqueológicos procedentes de sus exploraciones compartieron espacio con las colecciones de carácter etnográfico, los cuadros y las armas históricas y una nutrida biblioteca y archivo personal.
Tal fue la relevancia de la institución que llegó a ser recomendada su visita por la sección de turismo de la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929. Gracias a la implementación de novedosas herramientas de gestión patrimonial por parte de su propietario, el monumento fue frecuentado por numerosos turistas de todo el mundo que acudían al monumento en visitas concertadas con las principales agencias de viaje de la época.
Horario
De lunes a viernes de 10:00 a 14:00.
El Castillo de Mairena del Alcor conocido popularmente como Castillo de Luna, se sitúa en un cerro equidistante de las actuales fuentes públicas de la población “Gorda” y “Alconchel”, junto al complejo de los molinos hidráulicos harineros llamados “De Campo”. Esta localización, que coincide con el puerto de entrada de la Vega hacia las terrazas de Los Alcores, es un puesto de vigilancia privilegiado desde el que se controla visualmente la Vega de Carmona, la población y el tránsito de los caminos y veredas antiguamente frecuentados por los trabajadores del campo, los viajeros y los ganaderos que acudían a la primera feria de ganado de Andalucía, la feria de Mairena del Alcor.
Los últimos estudios realizados fechan su origen en 1342 tras la donación del lugar de Mairena a Don Pedro Ponce de León por el rey Alfonso XI, como parte del programa de repoblación y fortificación de la campiña sevillana, en compensación por la ayuda prestada en las campañas militares de la batalla del Salado y el Sitio de Algeciras. Su construcción se realizó en 4 fases repartidas desde mediados del siglo XIV hasta el primer tercio del siglo XVI. Por su morfología, la fortaleza es considerada como una de las primeras construcciones dedicadas a la defensa artillera.
Los resultados de las últimas investigaciones realizadas en este parque han tenido como resultado el hallazgo de diversas estructuras que aportan cronologías medievales posiblemente anteriores a la construcción de la fortaleza. Muros y silos de diferentes dimensiones se hallan dispuestos a lo largo de la manzana que hemos preservado libre de instalaciones e infraestructuras que pudiesen afectar sus contextos históricos. Nuestro objetivo es poder llevar a cabo el estudio de estos vestigios en un futuro próximo.
El cultivo del olivo es relativamente reciente, quizás comenzase con el abandono de la función defensiva del castillo, ya que con anterioridad, a todas luces, esta zona estaría habitada. La parcela no siempre fue única sino que es el fruto de la compra de los campos que rodeaban al castillo por Jorge Bonsor con una finalidad productiva y funcional, creando un cinturón verde que preservaba el aislamiento tradicional de la fortaleza. Conservó el cultivo del olivo y el almendro, y los fosos que aún no habían sido excavados los dedicó a la siembra de cereales y legumbres para uso doméstico.
En 2001 con la cesión gratuita del Castillo y el olivar por parte de la Junta de Andalucía al Ayuntamiento de Mairena del Alcor, y la adición de la parcela que linda con las traseras de la Calle Real se dio forma definitiva al nuevo parque en cuya planificación prima la preservación, fomento y difusión de sus valores patrimoniales tradicionales (Turismo de la Provincia de Sevilla).
Conozcamos mejor la Biografía de Jorge Bonsor, personaje que dan nombre a la Casa-Museo reseñada;
Jorge Bonsor Saint‑Martin. (Lille, Francia, 30 de marzo de 1855 – Mairena del Alcor, Sevilla, 15 de agosto de 1930). Arqueólogo e hispanista.
Hijo del ingeniero inglés James Bonsor y de la dama francesa Pauline Saint Martin, que falleció en el parto, transcurren los primeros años de su vida, por este funesto hecho, entre Francia e Inglaterra bajo la tutela de sus tíos paternos y maternos. Al llegar a la edad escolar, su padre decidió que lo acompañara en sus viajes profesionales, por lo que cursó sus estudios primarios en varias escuelas de distintos países europeos, como el Ateneo de Tournai (Bélgica), el colegio alemán de Moscú, en los liceos de Albi y Mountaban (Francia) y en el colegio Huddersfield (Inglaterra). Tras estudiar bellas artes en la Escuela de South Kensington de Londres, ingresó en la Real Academia de Bellas Artes de Bruselas. Al obtener su licenciatura, quiso recorrer España, y especialmente Andalucía, en viaje de estudios, en 1880. Tras breves estancias en Burgos, Madrid, Toledo, Córdoba, Sevilla, Granada y Marruecos, decidió instalarse en Carmona (Sevilla). Aquí entró en contacto con una serie de eruditos locales, que venían interesándose activamente por las antigüedades de su ciudad y sus contornos. Junto con el personaje que se mostraba más activo en este ejercicio en la antigua Carmo, el farmacéutico Juan Fernández López (1850-1925), se asoció para la compra de una serie de terrenos (1881), donde descubrieron y excavaron la necrópolis romana de Carmona y el anfiteatro entre 1882 y 1885, que constituye la primera excavación sistemática moderna en nuestro país y, como tal, debe considerarse uno de los hitos de la arqueología española de la Restauración, aunque sus resultados fueron publicados por Juan de Dios de la Rada y Delgado (1885) en las Memorias de la Real Academia de la Historia. No obstante, las excavaciones en la necrópolis se prolongaron hasta 1905.
Jorge Bonsor, además, llevó a cabo la musealización del yacimiento y levantó un edificio en el mismo yacimiento en el que albergó y dispuso los objetos recogidos en las excavaciones, que constituye el primer museo de sitio que ha existido en España. En este museo de la necrópolis de Carmona, que se comenzó a construir el 2 de abril de 1887, tuvo también su sede la Sociedad Arqueológica de Carmona, fundada en 1885 por Jorge Bonsor, Juan Fernández López y otros eruditos de Carmona. En este mismo año fue nombrado académico correspondiente de las Reales Academias de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando.
Como era natural, Jorge Bonsor realizó todos los dibujos de las tumbas, de sus pinturas y de los objetos que contenían. No obstante, todo ese material se lo entregó en 1898 al hispanista norteamericano Archer M. Huntington.
La excursión que realizó la Sociedad Arqueológica de Carmona a la antigua Arva, ciudad ribereña del Guadalquivir, en 1885, fue la causa que dio origen para que Jorge Bonsor emprendiera la exploración sistemática del Guadalquivir y del Genil en sus tramos navegables. Entre otros hallazgos en el transcurso de esta excursión, se recogieron abundantes marcas impresas sobre las asas de las ánforas, que atrajeron el interés de Bonsor, que las dio a conocer en el artículo “Marcas de alfareros romanos” (1887).
En Roma, por otra parte, Heinrich Dressel (1845- 1920) había descubierto el importante depósito de ánforas, que constituía el Monte Testacio, en el que se recogieron un número muy elevado de este tipo de inscripciones. Sin embargo, este importante hallazgo no era aún conocido por Bonsor y sus compañeros, cuando realizaron y publicaron sus trabajos sobre Arva, aunque el descubrimiento italiano ya había sido por aquel entonces difundido en España por Emil Hübner.
Consciente Bonsor de la importancia del descubrimiento, decidió presentar un proyecto a la Universidad de Cambridge, la cual envió, a través de la Fundación Craven, al reverendo William Gilchrits Clark-Maxwell. Los objetivos del proyecto consistían en identificar todos los yacimientos romanos, y especialmente los alfares, así como los oppida mencionados por Plinio en el Libro III de su Historia Natural, y realizar excavaciones donde fuera necesario. Así, Bonsor y Clark-Maxwell reconocieron todo el tramo del Guadalquivir entre Sevilla y Córdoba y también parte del curso del Genil, en sus respectivos tramos navegables, entre diciembre de 1889 y abril de 1890. A partir de junio de este último año, Bonsor continuó en solitario la exploración y, una vez concluida esta primera fase de la exploración, presentó los resultados a la segunda convocatoria del Concurso Martorell en 1892, bajo el título Carte du Guadalquivir de Cordue a Seville. Exploration archeologique des rives du fleuve en 1890, por el que obtuvo el tercer accésit.
En 1899, Heinrich Dressel dio a conocer en el Corpus Inscriptionum Latinarum (vol. XV) las marcas del Monte Testacio y Clark-Maxwell a su vez publicó The Roman Towns in the valley of Baetis between Cordova and Seville (1899), mientras que Bonsor publicó los aspectos fundamentales de la exploración en la introducción de su obra de Les Colonies agricoles prerromaines de la valleé du Betis (1899). Es entonces cuando Bonsor inicia una segunda exploración, que se centra en el antiguo Singilis (junio de 1900), y reconoce más detalladamente los yacimientos de las riberas del río Guadalbacar, principalmente en la zona arqueológica de Setefilla, el yacimiento de La María y nuevamente Arva, en junio de 1901. A raíz de esta segunda exploración, y demostrada y corroborada la procedencia de las marcas anforias, Bonsor decide dar publicidad a sus trabajos, de los que ofreció un avance en el artículo Los pueblos antiguos del Guadalquivir y las alfarerías romanas (1902). Poco después comenzó a redactar la versión definitiva de la exploración, que concluyó en 1905. La obra, redactada en francés, fue entregada a Archer M. Huntington, presidente de Hispanic Society of America, para su publicación. Sin embargo, debido a diversas circunstancias, el trabajo no puedo ser publicado hasta 1931, una vez fallecido su autor. En el curso de ambas exploraciones, Bonsor registró ochenta y nueve yacimientos y recogió trescientos setenta y cuatro marcas de alfareros distintas además de ubicar todas las grandes poblaciones ribereñas del valle desde Córdoba hasta Sevilla. Muchas de estas antiguas poblaciones habían sido fijadas, con mayor o menor precisión, por diversos anticuarios y eruditos de los siglos xvii y xviii. Sin embargo, la investigación de Bonsor se llevó a cabo bajo otros supuestos que eran de absoluta modernidad en su época, y han marcado, por el concepto con que fueron llevados a cabo, el punto de arranque de la investigación contemporánea sobre la economía rural de la Bética, una de sus más importantes contribuciones a la arqueología hispanorromana.
Poco tiempo después de finalizada la primera exploración del Guadalquivir, J. Bonsor emprendió la exploración de Los Alcores, una cadena de colinas de origen terciario que se extiende entre las localidades de Alcalá de Guadaíra y Carmona, que llevó a cabo entre los años 1894 y 1898. Si Bonsor ya había mostrado cierto interés por los tiempos protohistóricos y había efectuado excavaciones en algunos túmulos funerarios prerromanos existentes en la necrópolis romana de Carmona, su interés por investigar esta época se debió en cierta medida al estrecho contacto que mantenía con los arqueólogos franceses Arthur Engel (1855-1920) y Pierre Paris (1859-1931). En cualquier caso, Jorge Bonsor llevó a cabo la exploración de Los Alcores en solitario y, como sus anteriores empresas arqueológicas, con sus propios medios económicos.
En el curso de esta exploración, Bonsor identificó y excavó varios asentamientos y necrópolis tartésicas, hoy ya míticas en la historiografía de esta antigua civilización. Los resultados de la exploración fueron publicados en su obra más conocida: Les colonies agricoles prerromaines de la Vallée du Betis, que apareció en la Revue Archeologique de París, en 1899, la primera obra moderna sobre la civilización tartésica y el colonialismo fenicio en España. En ella Bonsor no sólo dio a conocer por primera vez importantes aspectos de la cultura material y de las costumbres funerarias de Tartessos, hasta entonces desconocidas, sino que subrayó la importancia cultural, desde el positivismo arqueológico, que la colonización fenicia tuvo en la conformación de los pueblos hispanos del mediodía peninsular, al demostrar que dicha colonización no se restringía sólo a la fundación de factorías costeras, como hasta entonces se creía, sino que alcanzó el interior de Andalucía y tuvo aquí un móvil agrícola, como indica explícitamente el título de su obra, y que han corroborado las investigaciones más recientes.
Inmediatamente finalizada la primera fase de exploración de Los Alcores, Bonsor acometió la identificación de las Cassiterides como prolongación de sus investigaciones en Andalucía occidental, que él suponía debían de corresponder al archipiélago de las islas Scilly o Sorlingas, situadas frente a la península de Cornwall, en el suroeste de Inglaterra. El objetivo principal de esta exploración, que llevó a cabo entre 1899 y 1902, era encontrar indicios y pruebas arqueológicas que demostrasen la presencia de los fenicios o de los colonos fenicios de la Península Ibérica en las islas Scilly, archipiélago tradicionalmente identificado en la historiografía británica con las Cassiterides de la antigüedad. Bonsor, sin embargo, no pudo ver culminados los objetivos de su investigación. En las islas Scilly no había ni un solo elemento que delatara la presencia fenicia. Pese a este contratiempo, la investigación que llevó a cabo fue de gran interés para la arqueología europea, que se debatía en esos momentos en la polémica de aquellos que defendían el modelo histórico helenista y los que lo hacían del modelo histórico oriental, respecto a las raíces culturales europeas.
Ante los importantes resultados obtenidos en su primera exploración, Jorge Bonsor continúo en distintas fases intermitentes la excavación de diversos yacimientos en Los Alcores, además de completar, la exploración de los ríos Guadalquivir y Genil. Estos trabajos se desarrollaron entre 1900 y 1911, aunque apenas publicó sus resultados, que han sido conocidos recientemente por sus diarios de excavación. En efecto, Bonsor continuó excavando las necrópolis tartésicas ya localizadas en la primera exploración. Todos esos años de excavaciones le permitieron, al trabajar sólo en necrópolis, aquilatar aún más la secuencia cultural de la región y matizar la caracterización de la civilización tartésica y del colonialismo fenicio.
En el curso de estas exploraciones, Bonsor también aportó, dado el carácter territorial de sus investigaciones, importantes datos para el conocimiento del período calcolítico al descubrir cerámica campaniforme en el yacimiento de El Acebuchal (Carmona), así como al fenómeno megalítico en Andalucía occidental al excavar varios dólmenes en las inmediaciones de la Mesa del Gandul (Mairena del Alcor/Alcalá de Guadaíra) entre 1902 y 1910.
En 1910 emprendió la excavación de la necrópolis romana de la Cañada Honda, correspondiente a la ciudad romana que existió en la Mesa del Gandul (Alcalá de Guadaíra), identificada con la Lucurgentum mencionada por Plinio. Excavó alrededor de 178 tumbas romanas, de las que dejó escasas noticias publicadas pero que se conocen bien por sus diarios de excavación. Gran parte de los objetos recogidos fueron adquiridos por el hispanista norteamericano Archer M. Huntington y constituyen el grueso de la colección arqueológica de Hispanic Society of America de Nueva York, donde hoy en día se conservan.
Otra parte fueron conservados en el castillo de Mairena del Alcor, antigua propiedad de los Ponce de León, que Bonsor adquirió en 1902 a Antonio Blázquez y Delgado-Aguilera y donde residió desde 1907 hasta su fallecimiento.
La ley de Excavaciones y Antigüedades de 1911 obligó a Jorge Bonsor a reorientar sus actividades arqueológicas al verse taxativamente restringida la exportación de objetos artísticos y arqueológicos, además de obligar a entregar los materiales extraídos de las excavaciones, por lo que comenzó a colaborar con la recién creada École de Hautes Etudes Hispaniques y con la Hispanic Society of America, dirigidas por Pierre Paris y Archer M. Huntington, respectivamente. Con la primera de ellas participó en las campañas de excavación en la ciudad romana de Baelo Claudia (Bolonia, Cádiz) que se llevaron a cabo entre 1917 y 1920, en las que dirigió los trabajos de excavación en la necrópolis y cuyos resultados fueron publicados por la escuela. Con estos trabajos, Bonsor se erigió como el principal especialista en el mundo funerario hispanorromano.
Coincidiendo con sus trabajos en Cádiz, Jorge Bonsor presentó un proyecto a la Hispanic Society of America en 1918 para prospectar el litoral onubense y la desembocadura del Guadalquivir con el fin de determinar la situación de la ciudad de Tartessos, según la descripción que ofrecía un poeta latino tardío, Rufo Festo Avieno, en su Ora marítima. La Hispanic Society aceptó financiar el proyecto y Bonsor emprendió la prospección del litoral onubense en 1920. La Real Academia de la Historia también apoyó esta iniciativa y gracias a las gestiones del marqués de Cerralbo contó con todas las facilidades para prospectar también el coto de Doñana en 1921. Los resultados de la prospección de la región y sus conclusiones sobre la topografía antigua de la desembocadura del Guadalquivir fueron dados a conocer en varios trabajos publicados por la Real Academia de la Historia en castellano, Tartessos (1921), El Coto de Doña Ana (una visita arqueológica) (1922), y en inglés por la Hispanic Society of America, Tartesse (1922). Al año siguiente emprendió excavaciones con el historiador alemán Adolf Schulten, quien también estaba interesado en localizar la supuesta ciudad, en el cerro del Trigo, en el coto de Doñana, que no dieron el resultado apetecido. En cualquier caso, la investigación de estos años sobre Tartessos no supuso para Bonsor sino la maduración de su investigación sobre la protohistoria de Andalucía occidental, con la aportación de nuevos datos, sobre todo en lo referente a la geografía antigua del litoral, que enriquecieron su discurso histórico al apoyarse tanto en fuentes documentales como en los datos arqueológicos. Bonsor partió de una investigación arqueológica previa, lo cual concedió cierta objetividad al discurso histórico planteado.
Aquí es donde radica la diferencia fundamental respecto a Schulten, que nunca aportó argumentos arqueológicos a su discurso.
Jorge Bonsor culminó sus investigaciones arqueológicas sobre la civilización tartésica con la excavación de la necrópolis de Setefilla (Lora del Río, Sevilla), en colaboración con Raymond Thouvenot (1896- 1981), miembro de la École des Hautes Études Hispaniques (Casa de Velázquez), entidad que financió las excavaciones, que se desarrollaron entre 1926 y 1927, y que publicó sus resultados en la conocida monografía titulada Nécropole ibérique de Setefilla, Lora del Río (Sevilla), fouilles de 1926-1927 (1928). Las excavaciones dieron como resultado la localización de una serie de estructuras funerarias tumulares que guardaban muchas analogías con las de Los Alcores. Por todo ello se considera que Jorge Bonsor fue el primer arqueólogo que trató de definir arqueológicamente la cultura tartésica, precisando su cronología, definiendo su delimitación territorial y su cultura material, así como sus costumbres funerarias.
En los últimos años de su vida se ocupó de preparar la edición que desde años atrás tenía proyectada la Hispanic Society of America de sus dibujos de la necrópolis romana de Carmona, así como del manuscrito de la exploración de las riberas del Guadalquivir que no alcanzó a ver concluidas y que aparecieron póstumamente en 1931. Si pudo aún, en un rasgo ejemplar, donar los terrenos y el museo de la Necrópolis Romana de Carmona al Estado pocos días antes de su fallecimiento, en el castillo de Mairena del Alcor (Jorge Maier Allende, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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