Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la calle Acebo, de Sevilla, dando un paseo por ella.
La calle Acebo, en el Callejero Sevillano, es una vía que se encuentra en el Barrio de Torreblanca, del Distrito Este, y va de la calle Torres de Albarracín, a la calle Torre del Campo.
La calle, desde el punto de vista urbanístico, y como definición, aparece perfectamente delimitada en la población histórica y en los sectores urbanos donde predomina la edificación compacta o en manzana, y constituye el espacio libre, de tránsito, cuya linealidad queda marcada por las fachadas de las edificaciones colindantes entre si. En cambio, en los sectores de periferia donde predomina la edificación abierta, constituida por bloques exentos, la calle, como ámbito lineal de relación, se pierde, y el espacio jurídicamente público y el de carácter privado se confunden en términos físicos y planimétricos. En las calles el sistema es numerar con los pares una acera y con los impares la opuesta. También hay una reglamentación establecida para el origen de esta numeración en cada vía, y es que se comienza a partir del extremo más próximo a la calle José Gestoso, que se consideraba, incorrectamente el centro geográfico de Sevilla, cuando este sistema se impuso. En la periferia unas veces se olvida esta norma y otras es difícil de establecer.
La vía, en este caso una calle, está dedicada a esta planta, el Acebo.
Rotulada a finales del siglo XX, hace referencia a la planta del Acebo. De conformación recta y reducida longitud, se traza sobre los terrenos que formaban parte de la antigua Granja - Olivar San Alberto. Aunque en sus inicios posee un espacio terrizo, cuenta con acerado estrecho de cemento y calzada de asfalto, usados frecuentemente como zona de estacionamiento. La iluminación se realiza por medio de farolas de báculo mural. La edificación se halla caracterizada por la falta de uniformidad. Las viviendas, unifamiliares, de una y dos plantas, evidencian, al ser de autoconstrucción, su raíz popular. La decoración de azulejos en algunas fachadas revela una cierta preocupación estética. Su función exclusivamente residencial y el alejamiento de las arterias de concentración comercial y de tráfico, le confieren sensación de tranquilidad, aunque hay que destacar que la calle se caracteriza por ser el lateral del Centro Civico del Barrio [Fátima Ballesteros Sastre, en Diccionario histórico de las calles de Sevilla, 1993].
Conozcamos mejor el Acebo, planta a la que está dedicada esta calle;
El acebo (Ilex aquifolium) tiene el porte de un arbusto muy denso y ramoso o el de un árbol que alcanza hasta los 12 m de talla. La corteza y ramas son grises y lisas. Las hojas son persistentes, simples, alternas, más o menos ovaladas y en general con el margen lleno de espinas. Miden hasta 8 cm de largo, son verde-oscuras y lampiñas por ambas caras, lo que las diferencia de las de la coscoja (Quercus coccifera L.), que son mucho más pequeñas y claritas, o de las de la encina, que son algo menores y tienen el envés aterciopelado. Tanto encinas como coscojas viven en ambientes mucho más secos que el acebo. Hay ejemplares macho y ejemplares hembra. Los machos tienen unas flores blanquecinas que suelen pasar desapercibidas, pero las hembras, tras la fecundación, producen unos frutos globosos del tamaño de un guisante, que son verdes al principio y tornan al rojo intenso al madurar.
A este arbolito lo encontramos formando rodales más o menos densos e impenetrables, pero más frecuente es verlo como acompañante de bosques de hoja caduca (robledales, hayedos, castañares…) o perennifolios húmedos (tejedas, pinares e incluso encinares en situaciones abrigadas y con suficiente humedad y sombra). Es indiferente al tipo de suelo pero se da mejor en los ácidos. El dosel de hojas de sus formaciones tiene una importancia muy considerable en los ecosistemas, ya que mantiene unas condiciones de temperatura y humedad más suaves en su interior que favorecen el refugio de numerosos animales en invierno. Estos, además, se benefician de sus frutos como alimento.
El acebo es una planta centroeuropea y mediterránea, que no llega muy al norte en Europa. También se encuentra en el noroeste de África y sureste de Asia. En la Península es más abundante en la zona septentrional y a medida que se desciende en latitud se va acantonando en las serranías y áreas montañosas.
La madera de acebo es de muy buena calidad, dura y tan densa que no flota en el agua, por lo que no sería útil en la industria naval. Es apreciada por los ebanistas para elaborar mangos, culatas de armas y por teñirse bien de negro e imitar a la de ébano; además es muy estimada como leña, para hacer carbón y por los pastores para confeccionar bastones resistentes. En este sentido, Miguel de Cervantes cuenta en el cap. XIII de El Quijote: «Venían unos pastores hacia ellos y traía cada uno un grueso bastón de acebo en la mano…». Y el poeta y militar toledano Garcilaso de la Vega en sus poesías escribe: «Allá dentro en el fondo está un mancebo, / de laurel coronado y en la mano / un palo, propio como yo, de acebo».
Sus hojas se usan como forraje del ganado en invierno y sobre todo como adorno navideño, especialmente si vienen acompañadas de los frutos maduros rojos. Esta práctica al parecer está originada al asociarse simbólicamente la corona de espinas de Cristo con sus hojas puntiagudas y las gotas de sangre con sus frutos rojos. Además, con su corteza se prepara la liga, una goma empleada en la captura de pájaros, actualmente prohibida para este fin. El acebo también se usa mucho como planta ornamental, aguanta muy bien la poda y tiene numerosas variedades de jardinería que realzan las espinas o matizan su verde intenso con bordes o manchas blancas o amarillas.
El acebo está protegido en todo el territorio por las legislaciones andorrana, española y portuguesa. Además, aparece en los catálogos de especies protegidas o amenazadas de numerosas comunidades autónomas españolas. Si se va a usar como decoración navideña, conviene asegurarse de que procede de viveros o de que su explotación es sostenible y legal.
Ilex era el nombre romano de la encina y de la coscoja y el naturalista sueco Linneo se lo asignó al acebo por el parecido de sus hojas; aquifolium quiere decir "hoja con espinas" (Arbolapp).
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