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Intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla", de Onda Cero, para conmemorar los 800 años de la Torre del Oro

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sábado, 10 de septiembre de 2022

La Iglesia de Santa María de la Oliva, en Lebrija (Sevilla)

     Por Amor al Arte
, déjame ExplicArte la provincia de Sevilla, déjame ExplicArte la Iglesia de Santa María de la Oliva, en Lebrija (Sevilla).
     Hoy, sábado 10 de septiembre, como todos los sábados, se celebra la Sabatina, oficio propio del sábado dedicado a la Santísima Virgen María, siendo una palabra que etimológicamente proviene del latín sabbàtum, es decir sábado
        Y que mejor día que hoy para ExplicArte la Iglesia de Santa María de la Oliva, en Lebrija (Sevilla).
     La Iglesia de Santa María de la Oliva, se encuentra en la plaza del Rector Merina, 1; en Lebrija (Sevilla).
     Iglesia construida en la segunda mitad del siglo XIII, parcialmente transformada y ampliada en la etapa comprendida entre el último cuarto del siglo XV y fines del XVI, y nuevamente ampliada en el XVIII, etapa en la que se reconstruyeron algunos de sus elementos arquitectónicos. Del núcleo original, una iglesia de planta rectangular compartimentada en tres naves de cinco tramos y mandada erigir por Alfonso X el Sabio, se conservan los cuatro últimos tramos de las naves laterales; los tres de igual emplazamiento de la central y la portada de la nave izquierda. Los tramos se compartimentan por medio de arcos de herradura apun­tados, que apean sobre pilares cruciformes a los que se adosan columnas de piedra y ladrillo con capiteles pétreos decorados con motivos de inspiración románica, gótica y almohade, cubriéndose cada uno de ellos con bóvedas de paños sobre trompas. La mayoría de las bóvedas están decoradas con labores de lacería ejecuta­das en ladrillo, observándose en algunas restos de pinturas de la etapa alfonsí y siendo otras del primer tercio del siglo XVI. La portada de los pies la constituye un arco apuntado de ladrillo cuya arquivolta descansa en un capitel corrido de piedra, decorado con temas vegetales. La de la nave izquierda está construida en piedra y presenta un vano adintelado enmarcado por un alfiz. Sobre el dintel se sitúan dos discos de piedra decorados con lacería y una lápida funeraria de mármol, de época visigoda.
     A partir de 1475 se iniciaron las obras de reforma y ampliación de la cabecera de la iglesia, que abarcaron desde esa fecha hasta fines del siglo XVI. Con tal motivo se transformaron las cubiertas y soportes de los tramos de cabecera de las naves, añadiéndose a la central un tramo más, en el que se colocó la capilla mayor, que se cubre, al igual que el tramo situado delante de ella, con bóveda de nervaduras, mientras  que los tramos de cabecera de las naves laterales lo hacen con bóvedas vaídas casetonadas. La bóveda sobre trompas que cubría el tercer tramo de la nave central se rompió parcialmente para implantar sobre ella una venera, rehecha en 1682, que enlaza las cubierta alfonsí y las renacentistas. 
     Coincidiendo con las obras de la cabecera se construyó la capilla de Vela, adosada a la nave derecha y cubierta, al igual que los tramos de cabecera de las naves laterales, con una bóveda vaída casetonada. Desde 1475 hasta 1503 las obras estuvieron a cargo de Francisco Rodríguez, maestro mayor de obras del Arzobispado, estando con posterioridad sucesivamente al frente de ellas Antón Ruiz, Alfonso Martínez, Miguel Ayllón y Miguel Ruiz. Trabajándose todavía en la cabecera de la iglesia, Her­nán Ruiz II proyecta en 1568 la sacristía, iniciada en 1570 y concluida en 1583. De planta centrada, se cubre por una semiesfera sobre pechinas decorada con casetones con relieves y aplicaciones de cerámica. Coincidiendo con la finalización de las obras de la cabecera y de la sacristía se labran las dos portadas interiores, que comunican las naves con el claustro y con la sacristía, ejecutándose esta última en 1583 por Francisco de Alberto. Labrada en piedra, la forma un vano adintelado enmarcado por un gran arco de medio punto rebajado, sobre el que se sitúa un entablamento rematado por una hornacina. Sobre el dintel aparecen relieves con las figuras de San Juan y de las alegorías de la Fortaleza y la Templanza; en las hornacinas de las jambas aparecen las esculturas de San Pedro y San Pablo y en la hornacina superior se sitúa una escultura de San Sebastián. La portada que comunica con el claustro presenta una estructura similar a la anterior, figurando en su caso en el tímpano un relieve de Santiago, en las hornacinas de las jambas, esculturas de San Mateo y San Juan y en la hornacina superior una escultura de San Roque. A principios del siglo XVIII, entre 1700 y 1702, se abrió en la nave derecha la capilla de Ánimas, de planta cuadrada y cubierta con una bóveda semiesférica sobre pechinas. Poco después, entre 1702 y 1704, el maestro albañil Alonso Vidal levantó al lado del recinto anteriormente citado la Capilla Bautismal, de planta cuadrada y cubierta con una bóveda semiesférica que reproduce una de las ilustraciones del texto de Fray Lorenzo de San Nicolás.
     El claustro, situado a la derecha de la cabecera de la iglesia, es de planta cuadrada, articulándose a través de arcos de medio punto que apean sobre columnas toscanas de mármol. Su construcción se inició en 1474, concluyéndose en los últimos años del siglo XV. En 1570 se reformó profundamente, renovándose parte de las cubiertas y sustituyéndose parcialmente los pilares originales por columnas de mármol. En 1646 se completó su transformación, renovándose las cubiertas y pilares que aún quedaban de la primera etapa. Parte de las columnas se sustituyeron por otras modernas en 1852. Al claustro se abren dos capillas. La Sacramental, de planta cuadrada y cubierta con una bóveda semiesférica sobre pechinas decoradas con yeserías, se edificó entre 1672 y 1673, construyéndose la otra, más pequeña y asimismo de planta cuadrada, en 1732. El retablo mayor de la Capilla Sacramental, cerrada por medio de una reja de hierro forjado realizada en 1702, se ejecutó hacia l760 y consta de banco, dos cuerpos de tres calles compartimentadas por estípites y ático. Se ha atribuido a Matías José de Santamaría Navarro. En él figuran las esculturas de la Inmaculada, San Francisco Javier y San José, todas ellas de la época del retablo. En los muros laterales se sitúan dos retablos de hacia 1750 y probable obra de los hermanos Santamaría Navarro, en los que figuran las esculturas de San Jorge y la Virgen del Carmen.
     La torre se sitúa a los pies de la nave izquierda. Inspirada en la Giralda, la levantó entre 1757 y 1777 Manuel de Herrera, con proyecto de Pedro de Silva. Consta de cuatro cuerpos, el primero de piedra y los restantes de ladrillo. El reloj es de 1781. El retablo mayor consta de banco y dos cuerpos de tres calles. Aunque concertado en 1629 por Miguel Cano, la arquitectura e imaginería son obra de su hijo Alonso Cano, corriendo a cargo de Pablo Legot la policromía de todo el conjunto y la pintura de los lienzos que lo integran. En el banco figura un sagrario de madera policromada, ejecutado en 1739 por Juan Santamaría Navarro en el que aparecen cuatro pequeñas esculturas de los Evangelistas, obra de Alonso Cano, que formaron parte del primitivo retablo. En la hornacina central, ejecutada en 1739 por Juan Santamaría Navarro, figura la imagen de la Virgen de la Oliva, escultura labrada por Alonso Cano y policromada por Pablo Legot. En las calles laterales aparecen los lienzos de este pintor con la Adoración de los Reyes Magos, San Juan Bautista, la Adoración de los pastores y San Juan Evangelista, figurando sobre la hornacina central otro lienzo del mismo autor con la Ascensión. En el centro del segundo cuerpo apa­rece una escultura del Crucificado iniciada por Alonso Cano, concluida por Felipe de Ribas y policromada por Pablo Legot. En los extremos se sitúan dos esculturas de San Pedro y San Pablo, obras asimismo de Alonso Cano. A ambos lados del presbiterio se hallan dos púlpitos de hierro forjado, ejecutados en 1755 por Juan Cordero.
     En la cabecera de la nave izquierda se encuentra un retablo realizado en 1694, que se compone de banco y de dos cuerpos de tres calles com­partimentadas por columnas corintias. En el banco figuran las pinturas, de época del retablo, de San Francisco Javier, Santiago, San Pedro y San Nicolás; en el primer cuerpo se sitúan las esculturas de San Isidoro, Santiago y San Benito, asimismo del momento del retablo, y en el segundo cuerpo figuran los lienzos de la Degollación de San Pablo, Virgen del Pilar y Bautismo de San Pablo. La primera capilla de la nave izquierda se cierra por medio de una reja de hierro forjado ejecutada en 1702 por Salvador Rodríguez. En el interior se halla un retablo de un solo cuerpo con una gran horna­cina central flanqueada por estípites en la que aparece un relieve de las Ánimas del Purgatorio. El conjunto lo realizó en 1730 Matías José Navarro, policromándolo en 1765 Diego de Losada. La capilla siguiente es la bautismal, cerrándose por medio de una reja realizada en 1727 por Pedro de Orellana. En ella figuran una pila de mármol adquirida en Flandes en 1702 y tres medios puntos pintados en el primer cuarto del s. XVIII por Juan Antonio Sánchez Barahona. 
     El último retablo de la nave izquierda es de finales del siglo XVIII, habiéndose repolicromado modernamente. Consta de banco y de dos cuerpos de una sola calle, figurando en la hornacina central una escultura moderna de Santa Teresa. El retablo situado en la cabecera de la nave derecha se ejecutó en 1680, dorándose a finales de ese mismo siglo. Consta de banco y de dos cuerpos que se compartimentan en tres calles a través de columnas corintias. En la hornacina central figura una escultura de Santa Ana con la Virgen ejecutada en 1695 por Ignacio López y en las calles laterales aparecen las de San José con el Niño y San Joaquín, de la fecha del retablo. Completan el conjunto una serie de lienzos pin­tados a principios del siglo XVIII por Juan Antonio Sánchez Barahona, situándose en el banco los de Santa Bárbara y San Miguel, y en el segundo cuerpo los de San Sebastián, San Cristóbal y Santa Catalina. Una vez pasada la puerta que comunica con la sacristía se encuentra la capilla de Vela, en cuyo centro aparece un retablo compuesto de banco, un cuerpo de tres calles y ático ejecutado entre 1565 y 1568 por Juan Bautista Vázquez el Viejo. En el centro aparece la escultura de la Virgen de la Piña, obra del autor del retablo, situándose en las calles latera­les pinturas sobre tabla del momento de la ejecución del conjunto, que representan a Santo Domingo y San Francisco de Asís. En el ático figura un relieve de Dios Padre obra de Juan Bautista Vázquez. En esta misma capilla se hallan los tres lienzos que en un principio figuraron en el retablo situado en la cabecera de la nave izquierda. Representan a Santiago en la batalla de Clavijo, el Tránsito de San Benito y la Última Comunión de San Isidoro, fechándose, al igual que el retablo al que pertenecieron, en 1694. A continuación se halla una gran pintura mural de San Cristóbal fechable a finales del siglo XV, muy restaurada en etapas posteriores. A continuación, y una vez pasada la puerta que comunica la nave con el exterior, se sitúa un retablo ejecutado en 1778 que consta de banco, un cuerpo de tres calles y ático. En el centro aparece un lienzo de la Virgen de la Antigua y en los laterales figuran esculturas de San Luis Gonzaga y San Ignacio, del momento del retablo. El  último altar de esta nave es obra de principios del siglo XIX y ofrece un grupo escultórico de San José con el Niño, del segundo cuarto del siglo XVII.
     Al comienzo de la nave central se halla un púlpito de hierro forjado cuyo tornavoz, de madera policromada, ejecutó en 1722 Juan de Valencia. Una vía sacra de hierro forjado realizada en Bilbao en 1736 comunica el presbiterio con el coro, en cuyo interior se sitúa una sillería realizada entre 1725 y 1726 por Juan Santamaría Navarro, habiendo tallado los sitiales centrales Mariano de León. En el facistol, ejecutado en 1717 por Juan Santamaría Navarro, figuran, entre otros, un libro de coro del primer cuarto del siglo XVI y dos del Oficio de la Purísima Inmaculada Concepción fechados en 1865 y 1853, estando este último firmado en Jerez por Manuel Pedrosa. Sobre una tribuna de madera, tallada en 1775, se sitúa el órgano, realizado entre 1733 y 1736 por Diego y Pedro Orio. La caja y las esculturas que lo adornan son obra de Matías José Navarro. En el trascoro se halla un pequeño retablo del tercer cuarto del siglo XVI enmarcado en una estructura del segundo cuar­to del XVIII. Consta de un cuerpo de tres calles y de ático, figurando en él pinturas sobre tabla realizadas según diseño de Villegas Marmolejo. En la calle central aparece la Inmaculada; en las laterales figuran San Francisco y Santa Catalina, situándose sobre estas tablas dos pequeños tondos que componen la escena de la Anunciación, apareciendo en el ático Dios Padre.
     En la sacristía se expone el tesoro parroquial. En el centro aparece una mesa de mármol de 1700, fecha en que asimismo se labra la pila de jaspes rojos y negros. Sobre la mesa se sitúa un sagrario de madera policromada ejecutado en 1726 por Juan Santamaría Navarro. Al fondo de la sacristía aparece un pequeño retablo recom­puesto con elementos integrantes de la primitiva hornacina central y sagrario del retablo mayor, sustituidos por otros barrocos en 1739. Del retablo mayor proceden la estructura arquitectónica y las pinturas sobre tabla de los Evangelistas, ejecutadas, al igual que los paneles con grutescos, por Pablo Legot. La imagen del Cristo de Vela, Crucificado que fue realizada por Jorge Fernández Alemán en torno a  1520, fue retocada y encarnada en 1700 por José Guevara. La cajonería de la sacristía, de madera tallada, es obra de 1698. Sobre ella se sitúan vitrinas en las que se expone parte del tesoro parroquial. Entre los ornamentos expuestos destacan una casulla bordada de fines del siglo XVI, un terno del XVII, un paño de tisú de plata bordado en oro del XVIII y un guión sacramental del mismo tejido e igual antigüedad.
     Entre las piezas de orfebrería del siglo XVI que se exhiben en las vitrinas destacan un copón de plata del último cuarto de ese siglo decorado con puntas de diamantes y ángeles y un cáliz de plata de finales de ese mismo siglo. Entre las piezas del siglo XVIII sobresale el gran ostensorio de plata dorada guarnecido con piedras preciosas y decorado con ángeles, ejecutado en Sevilla en 1798 por el platero Antonio Agustín Méndez. Junto a él hay que destacar una puerta de Sagrario de finales del XVIII que presenta los punzones de los plateros V. Gargallo y García y de la ciudad de Sevilla; una cruz de altar y un cáliz de plata de igual antigüedad y punzones que la obra anteriormente citada; una palmato­ria de plata de la segunda mitad del XVIII que presenta los punzones del platero Cárdenas; dos bandejas circulares de plata fechadas en 1775 asimismo punzonadas por el platero Cárdenas; una bandeja elíptica de plata fechable en la segunda mitad del siglo que ostenta los punzones de los plateros Aranda y Azcona y de la ciudad de Écija; un copón de plata dorada fechado en 1775 que presenta el punzón del platero Zuloaga; un cáliz de plata lisa del último cuarto del XVIII con los punzones del platero Cárdenas y de la ciudad de Sevilla; y seis blandones de plata, con base triangular, ejecutados  en  1744 por el platero de El Puerto de Santa María José Batanero. Entre las piezas del siglo XIX con que cuenta la parroquia destacan un cáliz de plata liso de estilo neoclásico que presenta los punzo­nes de los plateros Espiau y García y de la ciudad de Sevilla, otro cáliz de plata de igual estilo con los punzones de los plateros Cabrilla y Espiau y de la ciudad de Sevilla y un copón de plata fecha­ do en 1857 que lleva los punzones del platero Cabrilla y de la ciudad de Sevilla.
     Decoran las paredes de la sacristía dos espejos de 1704 y los lienzos del Ecce Homo, San Carlos Borromeo y el Crucificado, pintados en 1854 por Antonia Rodríguez Sánchez Alba. Asimismo figuran las esculturas de la Inmaculada, de 1760, de San Juan Bautista, San Juan Evangelista y dos Santas, sin dorar y pertenecientes a la primera mitad del siglo XVII (Alfredo J. Morales, María Jesús Sanz, Juan Miguel Serrera y Enrique Valdivieso. Guía artística de Sevilla y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2004).
     Iglesia alfonsí construida en la segunda mitad del siglo XIII, parcialmente transformada y ampliada en la etapa comprendida entre el último cuarto del siglo XV y finales del XVI, y nuevamente ampliada en el XVIII, etapa en la que se reconstruyeron algunos de sus elementos arquitectónicos.
     Desde 1475 hasta 1503 las obras estuvieron a cargo de Francisco Rodríguez, maestro mayor de obras del Arzobispado, estando posteriormente y sucesivamente al frente de ellas Antón Ruiz, Alfonso Martínez, Miguel Ayllón y Miguel Ruiz.
     Cuando aún se trabajaba en la cabecera de la iglesia, Hernán Ruiz II proyectó en 1568 la sacristía, iniciada en 1570 y concluida en 1583. La portada que comunica con la sacristía fue realizada por Francisco de Alberto en 1583.
     Al siglo XVII corresponde la construcción de la Capilla Sacramental realizada entre 1672 y 1673.
     Entre las ampliaciones del siglo XVIII destaca la Capilla Bautismal que fue construida entre 1702 y 1704 por el maestro albañil Alonso Vidal. Con posterioridad a mediados del siglo, entre 1757 y 1777, el maestro Manuel de Herrera emprendió la obra de la torre siguiendo el proyecto que realizó Pedro de Silva, aunque para otros fue realizada por el arquitecto Vicente Catalán Bengoechea.
     Se encuentra situada en el centro del casco histórico de la ciudad, destacando sus volúmenes del resto del caserío que le rodea, adquiriendo gran importancia sus muros perimetrales, así como la diferencia existente entre la antigua construcción con bóvedas octogonales al exterior, el crucero y cabecera, así como la esbelta torre situada a los pies de la nave de la Epístola.
     Del núcleo original, una iglesia de planta rectangular compartimentada en tres naves de cinco tramos y mandada erigir por Alfonso X el Sabio, se conservan los cuatro últimos tramos de las naves laterales; los tres de igual emplazamiento de la central y las portadas de los pies y de la nave izquierda. Los tramos se compartimentan por medio de arcos de herradura apuntados, que apean sobre pilares cruciformes a los que se adosan columnas de piedra y ladrillo con capiteles pétreos decorados con motivos de inspiración románica, gótica y almohade, cubriéndose cada uno de ellos con bóvedas de paños sobre trompas. La mayoría de las bóvedas están decoradas con labores de lacería ejecutadas en ladrillo, observándose en unas, restos de pinturas de la etapa alfonsí, siendo otras del primer tercio del siglo XVI.
     La portada de los pies la constituye un arco apuntado de ladrillo cuya arquivolta está formada por cinco columnillas que descansan en un capitel corrido de piedra, decorado con temas vegetales. La de la nave izquierda está construida en piedra y presenta un vano adintelado enmarcado por un alfiz. Sobre el dintel se sitúan dos discos de piedra decorados con lacería y una lápida funeraria de mármol, de época visigoda.
     A partir de 1475 se iniciaron las obras de reforma y ampliación de la cabecera de la iglesia, que abarcaron desde esa fecha hasta fines del siglo XVI. Con tal motivo se transformaron las cubiertas y soportes de los tramos de cabecera de las naves, añadiéndose a la central un tramo más, en el que se situó la capilla mayor. Ésta y el tramo situado delante de ella se cubren con bóvedas de nervadura y los tramos de cabecera de las naves laterales con bóvedas baídas acasetonadas. La bóveda esquifada sobre trompas que cubría el tercer tramo de la nave central se rompió parcialmente para implantar sobre ella una venera, rehecha en 1682, que enlaza las cubiertas alfonsí con las renacentistas.
     Coincidiendo con las obras de la cabecera se construyó la capilla de Vela, adosada a la nave derecha y cubierta con bóveda baída acasetonada.
     La sacristía, fue proyectada por Hernán Ruiz II hacia 1568, es de planta centrada y se cubre por una semiesfera sobre pechinas decorada con casetones con relieves y aplicaciones de cerámica.
     Coincidiendo con la finalización de las obras de la cabecera y de la sacristía se labran las dos portadas interiores, que comunican las naves con el claustro y con la sacristía. La portada que comunica la sacristía y el claustro fue realizada en 1583 por Francisco de Alberto. Se encuentra labrada en piedra, estructurándose en torno a un vano rectangular almohadillado y dovelado, flanqueado por pilastras con pedestal. Sobre este vano se sitúa un gran arco de medio punto rebajado que apoya en las pilastras y a su ves se flanquea por pequeñas pilastras, sobre el que se sitúa un entablamento rematado por una hornacina de medio punto que aloja la escultura de San Sebastián, flanqueado por remates piramidales.      Por último el conjunto se corona por un frontón triangular. Sobre el dintel aparecen relieves con las figuras de San Juan y de las alegorías de la Fortaleza y la Templanza; en las hornacinas de las jambas aparecen las esculturas de San Pedro y San Pablo. En la nave derecha se abrió la capilla de las Ánimas, de planta cuadrada y cubierta con una bóveda semiesférica sobre pechinas. La portada que comunica con el claustro presenta una estructura similar a la anterior, figurando en su caso en el tímpano un relieve de Santiago y en las hornacinas de las jambas San Mateo y San Juan y en la hornacina superior la escultura de San Roque.
     Durante le siglo XVIII se construyeron varias capillas entre las que destacan la de Ánimas y la capilla Bautismal.
     El claustro, situado a la derecha de la cabecera de la iglesia, es de planta cuadrada, articulándose a través de arcos de medio punto que apean sobre columnas toscanas de mármol. Su construcción se inició en 1474, concluyéndose en los últimos años del siglo XV, siendo reformado en 1570 y sustituidas sus columnas en 1852. Al claustro se abren dos capillas, la Sacramental, de planta cuadrada y cubierta con una bóveda semiesférica sobre pechinas decoradas con yeserías que fue edificada entre 1672 y 1673, construyéndose la otra, más pequeña y de planta cuadrada en 1732.
     La torre se sitúa a los pies de la nave del Evangelio, arquitectónicamente está Inspirada en la Giralda de la catedral de Sevilla, por lo que es conocida como "La Giraldilla". Fue construida entre 1757 y 1778 Manuel de Herrera, maestro de obras, siguiendo el proyecto de Pedro de Silva. Para otros historiadores el verdadero artífice de esta torre fue el arquitecto Vicente Catalán Bengoechea, con el que colaboró Pedro Vidal, maestro de obras de esta iglesia parroquial.
     Consta de cuatro cuerpos, el primero a modo de basamento se encuentra realizado en piedra, mientras que los restantes son de ladrillo. Presenta una esbelta caña o fuste en el que se abren, en cada uno de sus frentes, vanos a distintas alturas, en primer lugar troneras pareadas seguidos de tres balcones superpuestos en altura. Éstos presentan de vanos arquitrabados con decoración moldurada y orejetas. Parte de un pinjante sobre el que se sustenta una cornisa que da asiento al vano con antepecho abalaustrado, sobre éste otra cornisa sirve de asiento a un frontón, que varía en cada uno de los tres vanos. El primero de ellos es triangular partido, siendo los otro dos curvos partidos con ménsulas y elementos mixtilíneos. Éstos frontones se relacionan íntimamente con las de algunas portadas de la Fábrica de Tabacos de Sevilla, como las de la capilla y la cárcel. Para finalizar y antes de llegar al cuerpo de campanas existe un óculo por frente. Sobre la caña se asienta un entablamento con arquitrabe, friso y cornisa, sobre esta última se eleva el segundo cuerpo llamado de campanas.
     El segundo cuerpo o de campanas parte de un basamento sobre el que se sitúan, en cada uno de sus lados, tres vanos de medio punto con antepecho, siendo el central más ancho, flanqueados por pilastras toscanas, sobre las que apoya un entablamento del que parte un antepecho con perinolas de cuyo centro emerge el tercer cuerpo. Éste, de planta cuadrada, se configura a modo de arco cuadrifonte, flanqueando sus vanos por columnas jónicas adosadas. De nuevo un entablamento en el que apoya el antepecho de la cuarta planta que repite el esquema compositivo del cuerpo anterior.
     Éste se remata por un cupulín coronado por una cruz con veleta de forja. El reloj que tiene la torre está datado en 1781 (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     La Iglesia de Nuestra Señora de la Oliva de Lebrija fue construida en tiempos de Alfonso X el Sabio, en la segunda mitad del siglo XIII, y ampliada con algunas reformas importantes durante los siglos XV, XVI y XVIII. Consta de tres naves de cinco tramos, divididos por pilares, con arcos de herradura apuntados. Se encuentra situada en la plaza Rector Merina de esta localidad. Claro representante de la arquitectura fronteriza, ya que se edificó para resaltar la importancia del Cristianismo sobre el mundo islámico.
     De la primitiva iglesia, de planta rectangular, quedan cuatro tramos fácilmente distinguibles del resto del conjunto del edificio, con pilares rematados por capiteles de inspiración románica, gótica y almohade, que sostienen cúpulas adornadas con motivos de lacería y restos de pintura.
     A los pies de la iglesia se encuentra la Puerta del Perdón, acabado en arco apuntado abocinado de ladrillo apoyado sobre columnas también de ladrillo. 
   La portada de la nave izquierda, llamada Puerta del Sol y hoy entrada principal a la iglesia, está construida en piedra. Sobre el dintel se encuentran dos discos de piedra decorados y una lápida funeraria de mármol, de etapa visigoda.
     A partir de 1475 se iniciaron las obras de reforma y ampliación de la cabecera de la iglesia, que duraron hasta finales del siglo XVI, siendo dirigidas hasta 1503 por Francisco Rodríguez, por entonces maestro de obras del Arzobispado. A esta fase corresponden el crucero y el ábside, que se cubren con bóvedas vaídas de casetones y de nervaduras.
     La sacristía se construyó entre los años 1570 y 1583 siguiendo las trazas proyectadas por Hernán Ruiz II en 1568. Es de planta centrada, es de estilo renacentista y cuenta con una cúpula de gran belleza arquitectónica.
     El claustro, conocido como Patio de los Naranjos, está situado a la derecha de la cabecera de la iglesia; es de planta cuadrada y está recorrido por arcos de medio punto que se apoyan sobre columnas de mármol. Se construyó a finales del siglo XV y ha sido reformado y restaurado en varias ocasiones.
     La capilla bautismal es de principios del siglo XVIII, siendo levantada por el maestro de obras Alonso Vidal entre los años 1702 y 1704.
     La torre, situada a los pies de la nave izquierda, se levantó entre 1756 y 1778. Consta de cuatro cuerpos, el primero de piedra y los restantes de ladrillo. Su construcción está inspirada en la Giralda de Sevilla, por lo que popularmente es llamada "La Giraldilla".
     El retablo del altar mayor de esta iglesia constituye una de las obras fundamentales del arquitecto, pintor y escultor Alonso Cano. Destacan en él la Virgen de la Oliva, considerada por muchos como la mejor escultura realizada este importante artista granadino, así como el Crucificado y las esculturas de San Pedro y San Pablo (Ayuntamiento de Lebrija).
     La iglesia de Ntra. Sra. de la Oliva fue construida en tiempos de Alfonso X el Sabio, en la segunda mitad del siglo XIII, y ampliada durante los siglos XV, XVI y XVIII. Consta de tres naves de cinco tramos, divididos por pilares, con arcos de herradura apuntados. Es un claro representante de la arquitectura fronteriza, ya que se edificó para resaltar la importancia del cristianismo sobre el mundo islámico.
     De la primitiva iglesia, de planta rectangular, quedan cuatro tramos fácilmente distinguibles del resto del conjunto del edificio, con pilares rematados por capiteles de inspiración románica, gótica y almohade, que sostienen cúpulas adornadas con motivos de lacería y restos de pintura.
     A los pies de la iglesia se encuentra la puerta del Perdón, acabado en arco apuntado abocinado de ladrillo, apoyado sobre columnas también de ladrillo. La portada de la nave izquierda, llamada puerta del Sol y hoy entrada principal a la iglesia, está construida en piedra. Sobre el dintel se encuentran dos discos de piedra decorados y una lápida funeraria de mármol, de etapa visigoda.
     El claustro, conocido como Patio de los Naranjos, es de planta cuadrada y está recorrido por arcos de medio punto que se apoyan sobre columnas de mármol. La torre se levantó entre 1756 y 1778, inspirada en la Giralda de Sevilla, por lo que popularmente es llamada La Giraldilla.
     El retablo del altar mayor de esta iglesia constituye una de las obras fundamentales del arquitecto, pintor y escultor Alonso Cano. Destacan en él la Virgen de la Oliva, considerada por muchos como la mejor escultura realizada por este importante artista granadino, así como el Crucificado y las esculturas de San Pedro y San Pablo (Turismo de la Provincia de Sevilla).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e  Iconografía de la Virgen con el Niño;  
    Tal como ocurre en el arte bizantino, que suministró a Occidente los prototipos, las representaciones de la Virgen con el Niño se reparten en dos series: las Vírgenes de Majestad y las Vírgenes de Ternura.
La Virgen de Majestad 
     Este tema iconográfico, que desde el siglo IV aparecía en la escena de la Adoración de los Magos, se caracteriza por la actitud rigurosamente frontal de la Virgen sentada sobre un trono, con el Niño Jesús sobre las rodillas; y por su expresión grave, solemne, casi hierática.
     En el arte francés, los ejemplos más antiguos de Vírgenes de Majestad son las estatuas relicarios de Auvernia, que datan de los siglos X u XI. Antiguamente, en la catedral de Clermont había una Virgen de oro que se mencionaba con el nom­bre de Majesté de sainte Marie, acerca de la cual puede dar una idea la Majestad de sainte Foy, que se conserva en el tesoro de la abadía de Conques. 
     Este tipo deriva de un icono bizantino que el obispo de Clermont hizo emplear como modelo para la ejecución, en 946, de esta Virgen de oro macizo destinada a guardar las reliquias en su interior. 
   Las Vírgenes de Majestad esculpidas sobre los tímpanos de la portada Real de Chartres (hacia 1150), la portada Sainte Anne de Notre Dame de París (hacia 1170) y la nave norte de la catedral de Reims (hacia 1175) se parecen a aquellas estatuas relicarios de Auvernia, a causa de un origen común antes que por influencia directa. Casi todas están rematadas por un baldaquino que no es, como se ha creído, la imitación de un dosel procesional, sino el símbolo de la Jerusalén celeste en forma de iglesia de cúpula rodeada de torres. 
     Siempre bajo las mismas influencias bizantinas, la Virgen de Majestad aparece más tarde con el nombre de Maestà, en la pintura italiana del Trecento, transportada sobre un trono por ángeles.
     Basta recordar la Madonna de Cimabue, la Maestà pintada por Duccio para el altar mayor de la catedral de Siena y el fresco de Simone Martini en el Palacio Comunal de Siena.
     En la escultura francesa del siglo XII, los pies desnudos del Niño Jesús a quien la Virgen lleva en brazos, están sostenidos por dos pequeños ángeles arrodillados. La estatua de madera llamada La Diège (Dei genitrix), en la iglesia de Jouy en Jozas, es un ejemplo de este tipo.
El trono de Salomón
     Una variante interesante de la Virgen de Majestad o Sedes Sapientiae, es la Virgen sentada sobre el trono con los leones de Salomón, rodeada de figuras alegóricas en forma de mujeres coronadas, que simbolizan sus virtudes en el momento de la Encarnación del Redentor.
     Son la Soledad (Solitudo), porque el ángel Gabriel encontró a la Virgen sola en el oratorio, la Modestia (Verecundia), porque se espantó al oír la salutación angélica, la Prudencia (Prudentia), porque se preguntó como se realizaría esa promesa, la Virginidad (Virginitas), porque respondió: No conocí hombre alguno (Virum non cognosco), la Humildad (Humilitas), porque agregó: Soy la sierva del Señor (Ecce ancilla Domini) y finalmente la Obediencia (Obedientia), porque dijo: Que se haga según tu palabra (Secundum verbum tuum).
     Pueden citarse algunos ejemplos de este tema en las miniaturas francesas del siglo XIII, que se encuentran en la Biblioteca Nacional de Francia. Pero sobre todo ha inspirado esculturas y pinturas monumentales en los países de lengua alemana.
La Virgen de Ternura
     A la Virgen de Majestad, que dominó el arte del siglo XII, sucedió un tipo de Virgen más humana que no se contenta más con servir de trono al Niño divino y presentarlo a la adoración de los fieles, sino que es una verdadera madre relacionada con su hijo por todas las fibras de su carne, como si -contrariamente a lo que postula la doctrina de la Iglesia- lo hubiese concebido en la voluptuosidad y parido con dolor.
     La expresión de ternura maternal comporta matices infinitamente más variados que la gravedad sacerdotal. Las actitudes son también más libres e imprevistas, naturalmente. Una Virgen de Majestad siempre está sentada en su trono; por el contrario, las Vírgenes de Ternura pueden estar indistintamente sentadas o de pie, acostadas o de rodillas. Por ello, no puede estudiárselas en conjunto y necesariamente deben introducir en su clasificación numerosas subdivisiones.  
    El tipo más común es la Virgen nodriza. Pero se la representa también sobre su lecho de parturienta o participando en los juegos del Niño.
El niño Jesús acariciando la barbilla de su madre
     Entre las innumerables representaciones de la Virgen madre, las más frecuentes no son aquellas donde amamanta al Niño sino esas otras donde, a veces sola, a veces con santa Ana y san José, tiene al Niño en brazos, lo acaricia tiernamente, juega con él. Esas maternidades sonrientes, flores exquisitas del arte cristiano, son ciertamente, junto a las Maternidades dolorosas llamadas Vírgenes de Piedad, las imágenes que más han contribuido a acercar a la Santísima Virgen al corazón de los fieles.
     A decir verdad, las Vírgenes pintadas o esculpidas de la Edad Media están menos sonrientes de lo que se cree: la expresión de María es generalmente grave e incluso preocupada, como si previera los dolores que le deparará el futuro, la espada que le atravesará el corazón. Sucede con frecuencia que ni siquiera mire al Niño que tiene en los brazos, y es raro que participe en sus juegos. Es el Niño quien aca­ricia el mentón y la mejilla de su madre, quien sonríe y le tiende los brazos, como si quisiera alegrarla, arrancarla de sus sombríos pensamientos.
     Los frutos, los pájaros que sirven de juguetes y sonajeros al Niño Jesús tenían, al menos en su origen, un significado simbólico que explica esta expresión de inquieta gravedad. El pájaro es el símbolo del alma salvada; la manzana y el racimo de uvas, aluden al pecado de Adán redimido por la sangre del Redentor.
     A veces, el Niño está representado durante el sueño que la Virgen vela. Ella impone silencio a su compañero de juego, el pequeño san Juan Bautista, llevando un dedo a la boca.
     Ella le enseña a escribir, es la que se llama Virgen del tintero (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
Conozcamos mejor la historia de la Sabatina como culto mariano
    Semanalmente tenemos un culto sabatino mariano. Como dice el Directorio de Piedad Popular y Liturgia, en el nº 188: “Entre los días dedicados a la Virgen Santísima destaca el sábado, que tiene la categoría de memoria de santa María. Esta memoria se remonta a la época carolingia (siglo IX), pero no se conocen los motivos que llevaron a elegir el sábado como día de santa María. Posteriormente se dieron numerosas explicaciones que no acaban de satisfacer del todo a los estudiosos de la historia de la piedad”. En el ritmo semanal cristiano de la Iglesia primitiva, el domingo, día de la Resurrección del Señor, se constituye en su ápice como conmemoración del misterio pascual.  Pronto se añadió en el viernes el recuerdo de la muerte de Cristo en la cruz, que se consolida en día de ayuno junto al miércoles, día de la traición de Judas. Al sábado, al principio no se le quiso subrayar con ninguna práctica especial para alejarse del judaísmo, pero ya en el siglo III en las Iglesias de Alejandría y de Roma era un tercer día de ayuno en recuerdo del reposo de Cristo en el sepulcro, mientras que en Oriente cae en la órbita del domingo y se le considera media fiesta, así como se hace sufragio por los difuntos al hacerse memoria del descenso de Cristo al Limbo para librar las almas de los justos.  
     En Occidente en la Alta Edad Media se empieza a dedicar el sábado a la Virgen. El benedictino anglosajón Alcuino de York (+804), consejero del Emperador Carlomagno y uno de los agentes principales de la reforma litúrgica carolingia, en el suplemento al sacramentario carolingio compiló siete misas votivas para los días de la semana sin conmemoración especial; el sábado, señaló la Santa María, que pasará también al Oficio. Al principio lo más significativo del Oficio mariano, desde Pascua a Adviento, era tres breves lecturas, como ocurría con la conmemoración de la Cruz el viernes, hasta que llegó a asumir la estructura del Oficio principal. Al principio, este Oficio podía sustituir al del día fuera de cuaresma y de fiestas, para luego en muchos casos pasar a ser añadido. En el X, en el monasterio suizo de Einsiedeln, encontramos ya un Oficio de Beata suplementario, con los textos eucológicos que Urbano II de Chantillon aprobó en el Concilio de Clermont (1095), para atraer sobre la I Cruzada la intercesión mariana.
     De éste surgió el llamado Oficio Parvo, autónomo y completo, devoción mariana que se extendió no sólo entre el clero sino también entre los fieles, que ya se rezaba en tiempos de Berengario de Verdún (+962), y que se muestra como práctica extendida en el siglo XI. San Pedro Damián (+1072) fue un gran divulgador de esta devoción sabatina, mientras que Bernoldo de Constanza (+ca. 1100), poco después, señalaba esta misa votiva de la Virgen extendida por casi todas partes, y ya desde el siglo XIII es práctica general en los sábados no impedidos. Comienza a partir de aquí una tradición devocional incontestada y continua de dedicación a la Virgen del sábado, día en que María vivió probada en el crisol de la soledad ante el sepulcro, traspasada por la espada del dolor, el misterio de la fe.  
      El sábado se constituye en el día de la conmemoración de los dolores de la Madre como el viernes lo es del sacrificio de su Hijo. En la Iglesia Oriental es, sin embargo, el miércoles el día dedicado a la Virgen. San Pío V, en la reforma litúrgica postridentina avaló tanto el Oficio de Santa María en sábado, a combinar con el Oficio del día, como el Oficio Parvo, aunque los hizo potestativos. De aquí surgió el Común de Santa María, al que, para la eucaristía, ha venido a sumarse la Colección de misas de Santa María Virgen, publicada en 1989 bajo el pontificado de San Juan Pablo II Wojtyla (Ramón de la Campa Carmona, Las Fiestas de la Virgen en el año litúrgico católico, Regina Mater Misericordiae. Estudios Históricos, Artísticos y Antropológicos de Advocaciones Marianas. Córdoba, 2016).
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