Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la pintura "Venus y Vulcano", de Juan de Espinal, en la sala XI del Museo de Bellas Artes, de Sevilla.
Hoy, 20 de septiembre, es el aniversario del nacimiento (20 de septiembre de 1714) de Juan de Espinal, autor de la obra "Venus y Vulcano", así que hoy es el mejor día para ExplicArte la pintura "Venus y Vulcano", de Juan de Espinal, en la sala XI del Museo de Bellas Artes.
El Museo de Bellas Artes (antiguo Convento de la Merced Calzada) [nº 15 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 59 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la Plaza del Museo, 9; en el Barrio del Museo, del Distrito Casco Antiguo.
En la sala XI del Museo de Bellas Artes podemos contemplar la pintura "Venus y Vulcano", de Juan de Espinal (1714-1783), siendo un óleo sobre lienzo en estilo barroco, realizado hacia 1760, con unas medidas de 1,11 x 1,62 m., y procedente de la Desamortización, en 1840.
Se representa el momento en que Venus se presenta en la fragua de Vulcano, quien aparece junto a su yunque, interrumpiendo su trabajo por un momento. Junto a él aparece Venus vestida con una túnica blanca y un manto azul. Junto a los dos dioses en el suelo aparecen varios escudos y armaduras. Al fondo, en una cueva, aparecen varios de los cíclopes, sus ayudantes, los que siguen trabajando, ocupados con sus martillos en forjar las armas de hierro. Esta segunda escena marca la perspectiva y profundidad de la obra.
Predominan los tonos cálidos, sobre todo en la figura de Vulcano, lo que acentúa su aspecto musculoso, así como su condición de forjador. La figura de Venus aparece tratada con tonos más fríos, blancos, dándole un carácter transparente y más espectral.
La composición a base de planos yuxtapuestos, combina con líneas más complejas, circular, en aspa y triangular, que dirigen la mirada del espectador a los puntos más destacados del lienzo. Llama la atención cómo un tema puramente mitológico, único en la producción de Espinal y excepcional en la pintura sevillana del siglo XVIII, es tratado por el pintor con un lenguaje sobrio y místico, en el que aparece Venus con una actitud recatada. Lo que se entiende si tenemos en cuenta el ambiente religioso y tradicionalista que invade la Sevilla del momento. Podemos interpretar el encuentro de los dos dioses como una dicotomía entre la belleza, y la fealdad, lo celestial frente a lo infernal (Web oficial del Museo de Bellas Artes de Sevilla).
Es Juan de Espinal sin duda alguna la personalidad más importante del panorama artístico de la pintura sevillana en la segunda mitad del siglo XVIII. Su nacimiento tuvo lugar en 1714, siendo hijo del también pintor Gregorio Espinal, de quien fue discípulo en sus primeros años para después a completar su formación con Domingo Martínez. Al casarse con una hija de éste, terminó heredando su taller y al mismo tiempo una abundante clientela. Merced a su situación de privilegio, pudo alentar Espinal la fundación en Sevilla de la Escuela de las tres nobles artes, que fue aprobada por la corona en 1771. De ella llegó a ser director en la sección de pintura, a partir de 1775.
Aunque fue por breve tiempo, Espinal viajó a Madrid en 1777, siendo posible que con este motivo tomase contacto con el panorama artístico de la Corte, que sin duda estaba más desarrollado que el sevillano. En sus últimos años hubo de pasar ciertas penurias económicas, ya que perdió sus facultades físicas y con ello la posibilidad de trabajar. Casi en la pobreza murió Espinal en 1783.
El estilo artístico de Espinal mantuvo en Sevilla el elevado nivel de creatividad que su suegro Domingo Martínez había emprendido en la generación anterior. A la tradición del estilo murillesco y la asimilación del espíritu de la pintura francesa de su época, añadió el gusto por el refinado y elegante estilo rococó que se había impuesto en Sevilla desde mediados del siglo. Siguiendo la estética rococó y apoyándose en una pincelada suelta y un vibrante sentido cromático, Espinal recreó la mejor pintura que se realizó en Sevilla en la segunda mitad del siglo XVIII (Enrique Valdivieso González, Pintura, en El Museo de Bellas Artes de Sevilla. Tomo II. Ed. Gever, Sevilla, 1991).
Conozcamos mejor el mito de Vulcano y Venus;
Según el mito de Vulcano, avergonzada de haber dado a luz a un hijo tan deforme, Juno lo precipitó en el mar, a fin de que siempre se quedara escondido en los abismos.
Fue, sin embargo, recogido por la hermosa Tetis y Furínome, hijas del Océano. Durante nueve años, rodeado de sus cuidados, vivió en una gruta profunda, ocupado en fabricar les pendientes, broches, collares, anillos y pulseras. Sin embargo, según señala el mito de Vulcano, éste se encontraba tan bien oculto que ni los dioses ni los hombres conocían su escondite, a no ser las dos divinidades que lo protegían.
Vulcano, conservando en el fondo del corazón un rencor contra su madre, por causa de esa maldición, un día decidió fabricar una silla de oro con una trampa, y la envió al cielo como un regalo para su madre. Juno, sin desconfiar al ver tan maravilloso regalo, la tomó y se sentó en ella. Inmediatamente quedó atrapada en ella; hasta que Baco embriagó a Vulcano y lo obligó a liberar a su madre.
Vulcano pierde una pierna
En otra versión del mito de Vulcano, Homero cuenta que fue el propio Júpiter quien precipitó a Hefestos (Vulcano) desde lo alto del cielo. En el día en que, para castigar a Juno por haber despertado una tormenta que debía hacer perecer a Hércules, Vulcano, por un sentimiento de compasión o piedad filial, socorrió a su madre. Pagó caro ese movimiento de bondad: ya que Júpiter lo agarró por los pies y lo expulsó del Olimpo.
Después de haber rodado todo el día en el aire, el desgraciado Vulcano cayó en la isla de Lemos, donde fue recogido y tratado por los habitantes. En esa terrible caída se rompió las dos piernas, y quedó cojo para siempre. Narra el mito de Vulcano que por la intervención de Baco, el dios fue de nuevo llamado al cielo, y recayó en las gracias de Júpiter, que lo hizo casarse con la más bella y la más infiel de todas las diosas, Venus, madre del Amor.
Conozcamos mejor la Biografía de Juan de Espinal, autor de la obra reseñada;
Juan de Espinal, (Sevilla, 1714 – 1783). Pintor.
Fue Espinal la figura dominante en la pintura sevillana de la segunda mitad del siglo XVIII y también uno de los más importantes artistas hispanos en dicha época. Nació en Sevilla en 1714 y fue discípulo, primero, de su padre, Gregorio de Espinal, y, con posterioridad, de Domingo Martínez, con quien completó su formación, alcanzando incluso a casarse con Juana, la hija del maestro, lo que le permitió heredar su taller y su clientela a la muerte de éste en 1749.
Con tan buenos principios no le fue difícil a Espinal convertirse a partir de 1750 en la primera figura del arte pictórico sevillano, circunstancia que le permitió promover la creación de una escuela de las Tres Nobles Artes, que obtuvo la aprobación real en 1771. En 1777 se tienen noticias de la presencia de Espinal en Madrid, donde hubo de apreciar el excepcional nivel de la pintura cortesana en estos momentos y, sin duda, reforzar su técnica con nuevos conocimientos artísticos. Los últimos años de su vida fueron penosos, debido al decaimiento de su salud y también por el rechazo progresivo de la clientela hacia el arte rococó, que en aquellos momentos sucumbía a causa del auge del espíritu neoclásico. Empobrecido y enfermo, Espinal falleció en Sevilla en 1783.
El crítico de arte Agustín Ceán Bermúdez, que llegó a conocer a Espinal, tuvo de él una consideración peyorativa, despreciando su capacidad artística, aunque terminó por reconocer que en su época fue el mejor pintor de Sevilla y de Andalucía. Actualmente se advierte que, quizás, Ceán no acertó a entender que Espinal fue el primer pintor sevillano que se apartó de la tradición de imitar a Murillo, para adoptar con valentía el espíritu del arte rococó vigente en su época. Por ello, la pintura de Espinal, practicada con un dibujo suelto y una pincelada ligera y espontánea, alcanzó un notorio sentido de refinamiento y elegancia siempre matizada por un sutil y amable sentido del color.
La obra más temprana que se conoce fechada de Espinal data de 1759 y, por lo tanto, está realizada ya en edad madura; se trata de la representación de las Santas Justa y Rufina, que en dicho año le contrató el Ayuntamiento de Sevilla. Es ésta una pintura en la que el artista aporta una concepción renovadora en la descripción física de ambas santas, que parecen más bien elegantes damas de Corte con semblantes y atavíos derivados de la moda francesa de mediados del siglo XVIII. De fecha próxima, que puede oscilar hacia 1760, deben de ser la representación de La Virgen del Carmen, que pertenece a la Hermandad de San Onofre de Sevilla, y La Virgen de la Merced, que se conserva en una colección particular madrileña.
En torno a esta misma fecha hay que situar la realización por parte de Espinal de una serie compuesta por trece episodios que se conservan en la santa casa de Loyola en Guipúzcoa y que narran distintas escenas pertenecientes a la vida de san Ignacio de Loyola. Poco después, hacia 1762, Espinal ejecutó las pinturas murales que recubren el presbiterio de la iglesia del convento de Santa Rosalía de Sevilla, donde, bajo el Padre Eterno, aparecen diversos santos. También en este convento son de Espinal las dos representaciones murales con escenas de la vida de santa Clara que aparecen en los muros laterales de dicho presbiterio.
Una curiosa composición de interesante contenido iconográfico fue pintada por Espinal en 1765 para el convento de Nuestra Señora de la Asunción de Sevilla donde aún se conserva; representa esta pintura a La divina providencia. También de interesante iconografía es la Alegoría de la pintura sevillana, que pertenece a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid y que hubo de ser pintada por Espinal hacia 1770; se refleja en esta obra con especial evidencia el gusto rococó que impregna casi toda su producción.
Entre 1770 y 1775, Espinal debió de realizar la amplia serie pictórica compuesta por veintiséis pinturas destinada en principio a adornar el claustro del convento de San Jerónimo de Buena Vista de Sevilla, en las que lógicamente se narra la vida de san Jerónimo. En esta serie actualmente conservada, parte en el Museo de Bellas Artes de Sevilla y parte en distintas iglesias sevillanas, se advierte el característico estilo del artista, aunque algunas pinturas presentan aspectos descuidados que evidencian la participación en ellas de sus discípulos.
En 1778, Espinal intervino en otro importante conjunto pictórico, destinado a decorar la escalera del palacio Arzobispal de Sevilla por encargo de Francisco Javier Delgado y Venegas, titular de la diócesis. En la bóveda de escalera pintó al temple una perspectiva arquitectónica en profunda línea de fuga, mientras que para los muros realizó quince lienzos con escenas del Antiguo y Nuevo Testamento. También para el arzobispo Delgado y Venegas pintó Espinal nueve lienzos con tema de la pasión de Cristo conservados hoy en el palacio arzobispal sevillano, pero cuyo primer destino fue el palacio de verano que los arzobispos hispalenses poseían en la vecina localidad de Umbrete. Otra obra realizada por estos años es la representación de San Carlos Borromeo dando la comunión a los apestados de Milán que se conserva en la sacristía de la iglesia de San Nicolás de Bari de Sevilla; en esta obra, el artista alcanzó uno de los más altos niveles técnicos de toda su carrera.
En su estancia madrileña, en 1777, Espinal debió de realizar algunas pinturas destinadas a la devoción doméstica, como la Inmaculada, que se conserva en el Museo Lázaro Galdeano de Madrid, y otras dos versiones de esta misma iconografía que se guardan en colecciones particulares de Madrid.
Una de la últimas realizaciones de Espinal en Sevilla fue la decoración de la bóveda del presbiterio de la iglesia del Salvador, ejecutada en 1778; en ella se describe una representación de la Gloria celestial. Por su carácter profano, raro en su producción, es interesante mencionar la escena de Venus y Vulcano que actualmente se conserva en el Museo de Bellas Artes de Sevilla y que es un evidente testimonio de la dedicación de este artista a temas procedentes de la mitología o de la historia, que lamentablemente no son conocidos en nuestros días (Enrique Valdivieso González, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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