Hoy, 16 de septiembre, en Calcedonia, en Bitinia, hoy Turquía, Memoria de Santa Eufemia, virgen y mártir; que, según la tradición, después de sufrir bajo el emperador Diocleciano y el procónsul Prisco numerosas torturas por Cristo, al final de su combate alcanzó la corona de la gloria (c. 303) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
Y qué mejor día que hoy para ExplicArte la Hacienda de Santa Eufemia, en Tomares (Sevilla).
La Hacienda Santa Eufemia, se encuentra en la calle Molino, s/n; en Tomares (Sevilla).
Conocemos de presencia humana en la zona de Santa Eufemia desde la edad del Bronce.
Estrabón, geógrafo y viajero romano del siglo I señala a Santa Eufemia como un lugar de culto a la Luna y a la diosa fenicia Astarté a comienzos del primer milenio antes de Cristo. Este poblado, junto al Lacus Ligustinus, se debe vincular a una factoría fenicio-cartaginesa que perduró hasta la llegada de los romanos, fechada a partir del 206 tras la batalla de Ilipa (Alcalá del Río) en que el ejército cartaginés fue derrotado por Escipión. Al parecer en esa época en las laderas del Aljarafe se podía encontrar mucho estaño en laminillas que iba a parar al río. Ese estaño era aprovechado y reutilizado para la fabricación de armamento.
Ya en época romana sobre el territorio, eminentemente rural y agrícola, empieza aparece como una villa romana (Santa Fimia), asentamiento rural con carácter de explotación económica, básicamente agrícola, que tras la ocupación musulmana se convirtió en una alquería.
Tras la reconquista la propiedad de la hacienda pasa por diferentes manos como D. Guillermo Clout, D. Gabriel de Estrada o D. Pedro de Galdona. Fue este último a finales del siglo XVII el que construya el caserío tal y como lo vemos hoy.
En el siglo XVIII la hacienda fue vendida a D. Fernando Ignacio Bécquer, posteriormente a D. Antonio Aguirre y a D. José Mª de Rojas y Ponce de León, héroe de la Guerra de la Independencia. Pasará sus últimos años en la propia hacienda hasta su muerte en 1833. Fue enterrado en el hospital de la Caridad donde había dedicado sus últimos años al consuelo y cuidado de los enfermos.
Pilar Cordero morirá en 1897 sin hijos y la finca es adquirida tras una subasta por D. Tomás Ybarra y González (1847-1916) por 75.000 pesetas un 25 de junio de 1898. Heredero de un imperio cuyo origen tuvo en su abuelo José Antonio Ybarra de los Santos (1774-1849), bilbaíno que desde 1801 impulsó varias fábricas siderúrgicas que fueron el germen de Altos Hornos de Vizcaya. Uno de sus hijos D. José María Ybarra Gutiérrez de Cabiedes (1816-1878) primer conde de Ybarra, se trasladó a Sevilla en la década de 1840.
El caserío de la Hacienda Santa Eufemia tal y como la conocemos hoy data de finales del siglo XVII, pero desde entonces hasta hoy ha sufrido importantes transformaciones, hasta la práctica desaparición del propio olivar en la actualidad. Su arquitectura originaria puede adscribirse al modelo consolidado con elementos del barroco urbano y es una muestra excelente de este estilo artístico.
El acceso a la finca tenía lugar al sur de la edificio principal, una preportada junto a la vivienda del guarda con torre mirador destinada a la vigilancia de la finca. A continuación un camino entre árboles lleva al caserío principal de la hacienda. El conjunto en blanco y almagra, con sus faldones de tejas y abundantes almenas y pirindolas de cerámica. Cuenta con señorío que tiene arquería sobre columnas de mármol a modo de amplio mirador hacia la ciudad y un excelente jardín delantero. El patio central tiene planta cuadrangular. Detrás del caserío se encuentra el molino aceitero, con torre contrapeso enladrillada con cinco pinaculillos de remates cerámicos, en cuyo apilastrado lateral puede leerse en grandes letras la fecha "año de 1698", que debió coincidir con la construcción del actual caserío (Histomares).
Hacienda de olivar con un patio central, patio de labor y patio de tinahón. Patio de labor con almazara, graneros, almiar.
Señorío, gañanías y casa de los trabajadores fijos (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
Santa griega de Calcedonia, Bitinia, donde habría sido martirizada hacia 310.
Se confesó cristiana ante el juez que la hizo encarcelar, y que después de haber intentado violarla, en vano, le infligió una serie de tormentos.
Los verdugos le rompieron los dientes con un mazo, la hicieron caminar descalza sobre hojas de espadas disimuladas sobre una delgada capa de tierra, pero un ángel la elevó por encima del suelo; fue sometida a una hoguera y las llamas la respetaron.
Entonces el juez la hizo atar a una rueda cuyos rayos huecos estaban rellenos de brasas. Luego ordenó que se la estrujase como una aceituna entre enormes muelas, así pasó siete días, alimentada por un ángel, y al final de ese período los muelas quedaron reducidas a finas cenizas.
Como último recurso, los torturadores la arrojaron al foso de los leones. Pero las fieras, en vez de devorarla lamieron sus pies y -milagro aún más singular- con las colas entrelazadas le hicieron un trono sobre el cual el atónito juez la vio sentarse (junctis ad invidem caudis ei quasi cathedram ad sedendum praebent). Por fin, la ultimaron con un mandoble.
CULTO
Sobre su tumba, en Calcedonia, se levanta una magnífica basílica. En 684 sus reliquias fueron transportadas a Constantinopla donde otra iglesia se puso bajo su advocación.
El culto de Santa Eufemia pasó a Italia, donde se encuentran iglesias consagradas a ella en Roma, pero arraigó más aún en el norte de la península, en Rávena, Verona, Milán, Istria, Parenzo y Rovigo.
En Francia, se la veneraba en Ruán, que poseía una de sus reliquias. En Saboya se la masculinizó con el nombre de Saint Offenge.
ICONOGRAFÍA
Está representada con el lirio virginal y la palma del martirio. Pero su atributo más típico son dos leones acostados a sus pies y una espada hundida en su pecho. La rueda dentada, instrumento de su martirio, permite que se la confunda con Santa Catalina (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
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