Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Sevilla, déjame ExplicArte la Bodega del Rey, en Guadalcanal (Sevilla).
La Bodega del Rey, se encuentra en la ctra. Guadalcanal-Fuente del Arco, s/n; en Guadalcanal (Sevilla).
Constituye un conjunto de medianas dimensiones difícil de apreciar unitariamente por las constantes agregaciones de que ha sido objeto, incluso en nuestros días. Con anterioridad al siglo XIX debió consistir en un lagar, transformado durante esa centuria en almazara, para lo cual serían recrecidas las torres de contrapeso y ampliada la nave de molienda y prensa. La adición de elementos constructivos le confiere una imagen externa un tanto anárquica y acumulativa.
El patio, de trazado irregular, es producto de la yuxtaposición de distintos elementos. No puede entenderse como espacio descubierto organizador, sino que más bien funciona como ámbito secundario, de tránsito y acceso al recinto y tampoco responde funcionalmente al planteamiento de patio de labor. Su desarrollo longitudinal acusa la adaptación a un suave desnivel topográfico mediante tres mesetas sucesivas entrelazadas por escalones. La portada, orientada al norte, muestra dos pilares rematados por pirámides con bolas cerámicas. Al fondo, y en línea con la anterior, se abre la entrada de la nave de la almazara y otras dependencias habitacionales. Al este, a su vez, hay una sencilla casilla abierta al patio, de altura doblada, junto a la cual se disponen un pozo y un pilón.
En el lado opuesto del conjunto destaca uno de los elementos de mayor interés y originalidad, la capilla, que debió atender las necesidades litúrgicas no sólo de este núcleo sino de la población dispersa de la zona. Actualmente se encuentra desprovista de mobiliario y cualquier otra pieza propia de un recinto de estas características, conservándose, sin embargo, en buen estado. Consiste en un reducido espacio rectangular casi de plan central. A los pies, junto a la puerta de acceso, carente de ornato o tratamiento arquitectónico, presenta un corto tramo cubierto por una bóveda de cañón transversal al que se adosa otro cuadrado, desarrollado en altura por medio de cuatro arcos de medio punto, cornisas, pechinas y casquete semiesférico, sin proyección exterior; como elementos ornamentales figuran una cartela en cada pechina, de perfil ovalado, recorrido por tiras enrolladas y campo central en blanco. En el altar todavía subsiste una pequeña hornacina avenerada entre toscas columnas, rematada por el anagrama mariano (M), entre tarjas y lirios de yeso, todo de mediocre factura e impresión dieciochesca. La cubierta es a cuatro aguas, rematada tan sólo por un sencillo remate prismático.
El área funcional, aunque transformada en parte, reúne otros elementos de interés. La nave de la almazara, desarrollada de oeste a este, es sumamente peculiar, pues se aparta de las habituales en las haciendas y molinos sevillanos al compartimentar su espacio rectangular mediante arcos transversales, de medio punto, que arrancan de gruesos pilares concebidos a modo de contrafuertes internos. La solería de barro es original, no así las cubiertas, modernizadas en fecha reciente. El sector occidental es el más diáfano y desahogado, mientras que el tramo oriental parece haber sido objeto de alguna reforma, quizás para introducir las vigas de prensa, de modo que los grandes arcos anteriores se transforman en otros más pequeños y los tramos transversales resultantes son igualmente mucho más angostos. Lo sorprendente es que precisamente aquí, en los citados tramos, se ubicasen las dos vigas de prensa, aprovechando el ancho del edificio, al contrario de la habitual disposición longitudinal. Es probable que la disminución de la luz de los arcos y el estrechamiento del espacio responda a la necesidad de reforzar la estructura y hacerla capaz de soportar las tensiones de las potentes vigas de prensa. Todavía destacan los huecos de las capillas con las correspondientes torres de contrapeso visibles desde el exterior, culminadas en tejadillos a cuatro aguas y sencillo remate en el centro. En el tramo situado entre las dos vigas y adosado al muro, vemos el hogar para calentar el agua utilizada en la molturación de la aceituna. Adyacentes a la nave de la almazara se sitúan tres estancias habitables, sin duda destinadas a gañanes y temporeros, algunas todavía con chimeneas de campana.
En algún momento de las décadas finales del siglo XIX o principios del XX, la almazara fue industrializada; recuerdo de esta circunstancia son el molino de rulos, provisto de tolva con cargador mecánico, una prensa hidráulica y otros artefactos inutilizados en la actualidad. La bodega debió estar localizada al este, quizás en una disposición norte-sur, en un área hoy ocupada por modernas naves de almacenamiento.
El desarrollo estructural de la nave a partir de arcos transversales que delimitan tramos no debe resultar, con todo, extraño, pues fue habitual tanto en la arquitectura religiosa como en otros edificios civiles de la Sierra Norte por influencia de la arquitectura extremeña bajomedieval. Un paralelo con el caso tratado lo tenemos en las antiguas almonas de Guadalcanal, si bien en este caso las arquerías dibujan rosca apuntada. De lo que no cabe duda es que estamos ante una solución arquitectónica entendida como válida tanto para la arquitectura religiosa como para edificios civiles de diversa orientación funcional (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
De los afamados vinos de Guadalcanal y comarca, su producción tuvo el momento más álgidos en la época comprendida entre los siglos XV a al último tercio del XIX.
Estos vinos apreciados en toda la península y citados por Lope de Vega y Miguel de Cervantes, este último que debió ser un gran catador y trasegador de tan afable elixir, por las citas que constan en varias de sus obras, como en “Rinconete y Cortadillo” que cita: “lo trasegó del corcho al estómago y acabó diciendo: “De Guadalcanal es, y aún tiene un es no es de yeso el señorico”.
Viajaron los vinos de Guadalcanal y comarca a La Nueva España en galeones y naos de las flotas españolas según consta en los escritos de la Casa de Contratación de Sevilla, como la cita de Tomas de Mercado (Economista, teólogo dominico y nacido en Sevilla en XVI), “… que 1.152 arrobas de vino de Guadalcanal, que importaron inicialmente 79.833 maravedíes y que a su arribo a Darién habían incrementado su coste hasta 171.432 maravedíes (10.099 de gastos de envasado y acarreo hasta el barco y 82.000 de fletes y averías), se vendieron en destino por 821.250 maravedíes, lo que supone un incremento del precio de origen del orden del 1.026% y un beneficio bruto de 479%.” .
Debido a la filoxera (enfermedad de la vid) que se introdujo en la parte sur de la península procedente de unos pies o plantones traídos de América en el último tercio del siglo XIX, en Guadalcanal dicha enfermedad arrasó las viñas y se cambio el cultivo a los actuales olivos, quedando un viñedo y producción de forma casi testimonial en algunos cortijos de Guadalcanal, entre ellos a Tres Bodegas, Los Gómez., la Enana y Bodega del Rey.
Y precisamente uno estos cortijos Bodega del Rey en Guadalcanal que según data en documentos tuvo su principal producción del XVIII a finales del XIX vamos a dedicar parte de este articulo, se define con gran importancia etnológica situado en la carretera Guadalcanal-Fuente del Arco, actualmente destaca almazara de aceite que conserva todos su elementos: molino de molturación, prensa, horno y antigua bodega, cuenta además con vivienda y capilla.
Constituye un conjunto de medianas dimensiones difícil de apreciar y definir su estructura originaria unitariamente por las constantes obras y agregaciones de que ha sido objeto, incluso en nuestros días. Con anterioridad al siglo XIX debió consistir en un gran lagar de elaboración de vinos, transformado durante esa centuria en almazara, para lo cual serían recrecidas las torres de contrapeso y ampliada la nave de molienda y prensa.
La adición de elementos constructivos le confiere una imagen externa un tanto anárquica y acumulativa, el patio, de trazado irregular, es producto de la yuxtaposición de distintos elementos. No puede entenderse como espacio descubierto organizador, sino que más bien funciona como ámbito secundario, de tránsito y acceso al recinto y tampoco responde funcionalmente al planteamiento de un patio de labor.
En el lado opuesto del conjunto destaca uno de los elementos de mayor interés y originalidad, la capilla, que debió atender las necesidades litúrgicas no sólo de este núcleo sino de la población dispersa de la zona y los diversos transeúntes en esta vía de tránsito de mercancías de antaño, consiste en un reducido espacio rectangular casi de plan central. A los pies, junto a la puerta de acceso, carente de ornato o tratamiento arquitectónico, presenta un corto tramo cubierto por una bóveda de cañón transversal al que se adosa otro cuadrado desarrollado en altura por medio de cuatro arcos de medio punto.
El área funcional, aunque transformada en parte, reúne otros elementos de interés, la nave de la almazara, desarrollada de oeste a este, es sumamente peculiar, pues se aparta de las habituales en los cortijos de las haciendas y molinos sevillanos al compartimentar su espacio rectangular mediante arcos transversales, de medio punto, que arrancan de gruesos pilares concebidos a modo de contrafuertes internos. La solería de barro es original, no así las cubiertas, modernizadas en fecha posteriores. El sector occidental es el más diáfano y desahogado, mientras que el tramo oriental parece haber sido objeto de alguna reforma, quizás para introducir las vigas de prensa, de modo que los grandes arcos anteriores se transforman en otros más pequeños y los tramos transversales resultantes son igualmente mucho más angosto. Lo sorprendente es que precisamente aquí, en los citados tramos, se ubicasen las dos vigas de prensa, aprovechando el ancho del edificio, al contrario de la habitual disposición longitudinal. Es probable que la disminución de la luz de los arcos y el estrechamiento del espacio responda a la necesidad de reforzar la estructura y hacerla capaz de soportar las tensiones de las potentes vigas de prensa. Todavía destacan los huecos de las capillas con las correspondientes torres de contrapeso visibles desde el exterior, culminadas en tejadillos a cuatro aguas y sencillo remate en el centro. En el tramo situado entre las dos vigas y adosado al muro, vemos el hogar para calentar el agua utilizada en la molturación de la aceituna. Adyacentes a la nave de la almazara se sitúan tres estancias habitables, sin duda destinadas a gañanes, transeúntes y temporeros, algunas todavía con chimeneas de campana.
En algún momento de las décadas finales del siglo XIX o principios del XX, la almazara fue industrializada; recuerdo de esta circunstancia son el molino de rulos, provisto de tolva con cargador mecánico, una prensa hidráulica y otros artefactos inutilizados en la actualidad. La bodega debió estar localizada al este, quizás en una disposición norte-sur, en un área hoy ocupada por modernas naves de almacenamiento.
El desarrollo estructural de la nave a partir de arcos transversales que delimitan tramos no debe resultar, con todo, extraño, pues fue habitual tanto en la arquitectura religiosa como en otros edificios civiles de la Sierra Norte por influencia de la arquitectura extremeña bajomedieval. Un paralelo con el caso tratado lo tenemos en las antiguas almonas de Guadalcanal, si bien en este caso las arquerías dibujan rosca apuntada. De lo que no cabe duda es que estamos ante una solución arquitectónica entendida como válida tanto para la arquitectura religiosa como para edificios civiles de diversa orientación funcional (Asociación Cultural Benalixa).
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