Por amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la calle Almirante Espinosa, de Sevilla, dando un paseo por ella.
Hoy, 5 de septiembre, es el aniversario del fallecimiento (5 de septiembre de 1815) de José de Espinosa y Tello, marino científico, teniente general de la Armada, astrónomo, cartógrafo, hidrógrafo, primer director del Depósito Hidrográfico, así que hoy es el mejor día para ExplicArte la calle Almirante Espinosa, de Sevilla, dando un paseo por ella.
La calle Almirante Espinosa es, en el Callejero Sevillano, una vía que se encuentra en el Barrio de la Feria, del Distrito Casco Antiguo; y va de la confluencia de las plazas de Montesión, y de los Maldonados, con la calle Laurel, a la confluencia de la barreduela Amapola, con las calles Infantes, y Churruca.
La calle, desde el punto de vista urbanístico, y como definición, aparece perfectamente delimitada en la población histórica y en los sectores urbanos donde predomina la edificación compacta o en manzana, y constituye el espacio libre, de tránsito, cuya linealidad queda marcada por las fachadas de las edificaciones colindantes entre si. En cambio, en los sectores de periferia donde predomina la edificación abierta, constituida por bloques exentos, la calle, como ámbito lineal de relación, se pierde, y el espacio jurídicamente público y el de carácter privado se confunden en términos físicos y planimétricos. En las calles el sistema es numerar con los pares una acera y con los impares la opuesta.
También hay una reglamentación establecida para el origen de esta numeración en cada vía, y es que se comienza a partir del extremo más próximo a la calle José Gestoso, que se consideraba, incorrectamente el centro geográfico de Sevilla, cuando este sistema se impuso. En la periferia unas veces se olvida esta norma y otras es difícil de establecer.
El primer topónimo que identificó este espacio fue el de Solares y Solares de don Álvaro, con los que indistintamente se le conoce desde fines del s. XVI, y que también llevó la inmediata calle Infantes. Sin embargo, hay que notar que en un documento de 1429 se alude a unos solares en la parroquia de San Juan, donde vivían siete vecinos, que bien pudiera referirse a este lugar. En 1845 se denominaba simplemente Solares, y en 1848 se le cambió por el actual, para recordar a José Espinosa Tello (1763-1815), almirante de origen sevillano. Entre 1868 y 1876 se le suprimió el cargo, quedando como Espinosa transitoriamente.
Posee una pendiente descendiente hacia Monte Sión y tiene un trazado irregular, pues comienza con un tramo recto, y a partir del arranque de Pedro Miguel, se ensancha considerablemente por la acera de los pares, por lo que desde que existen noticias se la califica de plaza, en la que se incluía la actual Churruca; además, las fachadas carecen de linealidad. En 1863 se le segregaron las actuales Churruca y Amapola. Como el resto de la zona, quedó inserta en un proyecto de reforma de líneas aprobado en 1879. Existen noticias de que el primer tramo se empedró a principios del s. XVII; es probable que fuese adoquinada a principios del presente siglo, y en la década de 1970 se tendió la capa asfáltica actual sobre aquél. Mientras la acera de los impares es de losetas, la de los pares conserva las antiguas losetas de Tarifa. Hasta 1948 tuvo alumbrado de gas, siendo sustituido entonces por el eléctrico; cuenta con farolas sobre brazos de fundición adosadas a las fachadas. Conserva algunas casas antiguas de tipo popular, de dos plantas, pero la mayoría se han levantado en este siglo y alcanzan hasta cuatro plantas. Toda la acera de los impares del primer tramo estuvo ocupada hasta hace unos años por una casa-palacio, levantada en el s. XVII por Pedro Butrón, y adquirida a sus descendientes por el I conde del Águila, erudito que ha dejado una copiosa colección de documentos, y que la dotó de una magnífica pinacoteca, al decir de los contemporáneos. En el siglo pasado, según Álvarez-Benavides, además de las viviendas existía una tienda de vinos, un molino de yeso y un colegio y se extendía por ella el mercado del Jueves. En la actualidad posee una cierta actividad económica, con algunas tiendas o talleres y un bar. Los ángulos muertos son aprovechados para aparcamientos de vehículos, aparte de ser lugar de paso entre San Marcos y Feria. Aquí existió una cruz de hierro en el centro, que González de León relaciona con el enterramiento de muertos en la epidemia de 1649, y que en 1840 fue trasladada a San Marcos [Antonio Collantes de Terán Sánchez, en Diccionario histórico de las calles de Sevilla, 1993].
Almirante Espinosa, 1. Este edificio fue casa-palacio de la familia de los Maldonados, pasando luego a ser residencia de los Condes del Águila. Constaba de dos plantas. La portada, de piedra, tenía en el dintel un escudo de armas; sobre ella un gran balcón flanqueado por pilastras con su entablamento y frontón curvo, partido con otro escudo. Los restantes huecos de fachada eran ventanas, excepto un balcón en el extremo.
La distribución de la vivienda se efectuaba en torno a un patio, de planta trapezoidal, con arquerías superpuestas de arcos semicirculares sobre columnas. En uno de los ángulos del mismo, sobresalía un mirador, también con arcos semicirculares, sobre columnas toscanas. En otro de los ángulos del patio se encontraba la caja de escalera con rico zócalo de azulejos. El conjunto de la edificación responde a una construcción del siglo XVIII [Francisco Collantes de Terán Delorme y Luis Gómez Estern, Arquitectura Civil Sevillana, Excmo. Ayuntamiento de Sevilla, 1984].
Conozcamos mejor la Biografía de José de Espinosa y Tello, el Almirante Espinosa, a quien está dedicada esta vía;
José de Espinosa y Tello, (Sevilla, 25 de marzo de 1763 – Madrid, 5 de septiembre de 1815). Marino científico, teniente general de la Armada, astrónomo, cartógrafo, hidrógrafo, primer director del Depósito Hidrográfico.
Sus padres, pertenecientes a la nobleza, fueron Miguel de Espinosa Maldonado Saavedra, segundo conde del Águila, de la Orden de Santiago, alcalde mayor de la ciudad de Sevilla y provincial de la Santa Hermandad de su tierra y provincia, e Isabel María Tello de Guzmán Portugal Fernández de Santillán, marquesa de Paradas y de la Sauceda. El conde del Águila era un caballero de la Ilustración, con buen gusto por la literatura y las artes; bibliófilo que llegó a tener la mejor biblioteca privada de Sevilla y una de las mejores de la España de la época. Tuvieron seis hijos y dos hijas, el mayor Juan Bautista Ignacio, y el año en que finalizó la Guerra de los Siete Años nació José (nombre que en su partida de bautismo es compuesto de otros seis más), precisamente cuando España perdía Sacramento y hacía cesión de Florida, la bahía de Pensacola y el fuerte de San Agustín, unos lugares que posteriormente se trataron de recuperar y en alguna de aquellas acciones participó precisamente Espinosa y Tello.
Después de haber recibido una primera y brillante educación familiar, el joven sevillano ingresó, a los quince años, en la Real Compañía de Caballeros Guardia marinas de Ferrol (agosto de 1778); demostró tener predisposición para las ciencias exactas, constante aplicación al estudio y conducta ejemplar. España y Francia declararon la guerra (1779) a Inglaterra para apoyar a las trece colonias británicas norteamericanas en su guerra de independencia; fue sobre todo una guerra naval y España tenía que proteger sus dominios. José Espinosa estuvo en las principales campañas de América y Europa, pasando de la etapa de formación científica a la vida práctica y a los peligros de marino castrense; especialmente colaboró en la conquista de Florida con la toma definitiva de Pensacola (1781), incursión que le permitió viajar por primera vez por unos mares en los que desempeñaría su labor científica y cartográfica. En 1782 se embarcó de nuevo participando en el bloqueo de Gibraltar y en el reñido combate naval de cabo Espartel. Alférez de fragata desde julio de 1779, ascendió a alférez de navío en diciembre de 1782.
Interesado por intensificar el estudio de la astronomía, fue destinado (1783) al Observatorio Astronómico de Cádiz; el director era Vicente Tofiño, a quien se le había encargado levantar la carta hidrográfica de las costas de España y uno de los oficiales por él elegidos fue José Espinosa, lo cual sirvió al sevillano para perfeccionar sus conocimientos siguiendo una metodología rigurosamente científica. Se destacó en las operaciones astronómicas y geodésicas y, de forma singular, en el trazado de las cartas correspondientes al mar Cantábrico (1787). Simultáneamente, consiguió una formación de astrónomo e hidrógrafo que le fue reconocida por el propio Tofiño, a la vez que ampliaba su currículum con una experiencia que le vinculó a la hidrografía para el resto de su vida. El resultado de la labor de equipo de la comisión (1783- 1788) fue la publicación en 1789 del Atlas Marítimo de España, para el que se habían introducido y utilizado métodos geodésicos e hidrográficos consiguiéndose un mapa científico de las costas de España (equivalente a los mejores de su época) que contrastaba con los métodos de gabinete empleados por Tomás López.
En el transcurso de esta comisión, Espinosa, junto con A. Belmonte, J. M. Lanz y D. Alcalá Galiano, redactó un plan para formar astronómicamente la carta náutica de América septentrional “con el deseo de contribuir al bien general” y navegar con menor dificultad por dicha zona, que presentó en enero de 1787; el plan fue aprobado (noviembre de 1788). Sin embargo, José Espinosa solicitó un aplazamiento porque por esas fechas había sido propuesto por Alejandro Malaspina, director de la expedición políticocientífica transoceánica aprobada un mes antes, en la que deseaba participar y así conseguir una superior experiencia para, posteriormente, desarrollar su proyecto cartográfico norteamericano.
La expedición jefaturada por Alejandro Malaspina fue el proyecto más ambicioso de la Ilustración española (el Museo Naval de Madrid conserva la mayor parte de la documentación original, así como el diario de navegación del propio Espinosa) y se enmarca en el período de los grandes viajes marítimos científicos. Espinosa colaboró destacando incluso en los preparativos de la expedición, pero su salud hizo que quedara “segregado” en España cuando las corbetas Descubierta y Atrevida zarparon (julio de 1789) rumbo a América. Ya restablecido, se incorporó a ella en Acapulco, pero este primer viaje autónomo de José Espinosa, de Cádiz (noviembre de 1790) a Veracruz y de aquí a Acapulco (febrero de 1791), lo convirtió en útil y complementario de la expedición, pues aprovechó la travesía haciendo numerosas observaciones y mediciones que ayudarían a un mejor conocimiento de la referida zona marítima (como la Sonda de Campeche y varios bajos peligrosos); el viaje por tierra le permitió determinar las coordenadas geográficas de Veracruz, México y Acapulco, además de otros lugares, y obtener información sobre el virreinato neohispano.
Se integró con los expedicionarios en Acapulco (24 de febrero de 1791) y aportaba varios instrumentos que Malaspina no había podido llevar consigo. El principal objetivo de la expedición era la construcción de cartas hidrográficas; así pues, Espinosa realizó trabajos de su competencia y efectuó importantes observaciones científicas en el Pacífico y Filipinas para levantar dichas cartas, en muchos casos corrigiendo posiciones y precisando líneas costeras en zonas de difícil cartografía (por ejemplo, hizo reconocimiento de los canales de Nutka y concluyó que Nutka era una isla), estudios de eclipses, mediciones y experiencias diversas, también obtuvo datos interesantes para hacer descripciones de los indígenas (ejemplo, estando en Vavao, Espinosa hizo una singular visita, junto con Bustamante, a Leyafu con el cacique Vuna) y de lo que acontecía, asimismo, en su diario sugiere cómo hacer mas fácil la recalada o la travesía al surcar espacios peligrosos. Es más, durante su estancia en Manila elaboró un plan para realizar el “mapa geométrico” de España peninsular, algo necesario y que él mismo deseaba llevar a cabo, y lo envió al ministro de Marina (1792).
Cuando la expedición navegaba de regreso y arribó a la costa pacífica suramericana (El Callao), Espinosa se encontraba afectado de escorbuto; ante la recomendación médica de restablecerse desembarcó (1 de septiembre de 1793), al igual que Bauzá (aquejado de asma). Las corbetas pusieron rumbo al cabo de Hornos. Repuestos en parte, los dos marinos se desplazaron a Valparaíso; aquí Espinosa preparó su segundo viaje independiente y complementario al de Malaspina, e iniciaron la marcha dirigiéndose a Santiago de Chile (enero de 1794), atravesaron la cordillera de los Andes y la pampa hasta Buenos Aires (abril de 1794); los medios de transporte coetáneos no hacían fácil cruzar el continente, pero se vieron compensados con el paisaje que tuvieron ante sus ojos y porque el recorrido sirvió para corregir y situar muchos puntos por sus latitudes y longitudes y realizar estudios de la velocidad del sonido, barométricos, termométricos, sobre eclipses y calcular la duración del crepúsculo y el amanecer, además de recoger gran cantidad de noticias. Parte de todos estos trabajos realizados en el segundo viaje autónomo de Espinosa, así como otras actividades científicas, se han publicado en las Memorias de Espinosa (1809), en la edición de Novo y Colson (1885) y en la primera mitad del siglo xx, incluso el opúsculo fruto de la investigación sobre la velocidad del sonido se tradujo al francés y se editó con el titulo de Observations sur la vitesse du Son (1817); además, los resultados, fundamentalmente de interés geográfico, permitieron levantamientos cartográficos magníficos: Plano de la dirección del Camino principal de la Cordillera que guia de la ciudad de Santiago a la de Mendoza levantado por el propio Espinosa, que era un excelente cosmógrafo, y Carta esférica de una parte de la América Meridional para manifesar el camino que conduce de la ciudad de Valparaiso à la de Buenos Ayres [...] (ésta en colaboración con Bauzá), ambos mapas publicados conjuntamente en 1810.
Se trasladaron a Montevideo, donde estaba el grueso de la expedición, y se incorporaron de nuevo a ella, aunque José hizo el viaje de regreso a España en la fragata Santa Gertrudis. Las naves arribaron a Cádiz en septiembre de 1794. Los logros científicos de la empresa dirigida por Malaspina fueron muchos para la geografía, cartografía, astronomía, física, botánica, zoología, química, geología, etnografía e historia.
La experiencia y los conocimientos de José Espinosa eran los de un profesional extraordinariamente competente y, por ello, requerido para diversos cometidos importantes. Había ascendido a capitán de fragata en enero de 1794 y, de vuelta en España, fue ayudante del general Mazarredo, que mandaba las fuerzas navales del océano. En mayo de 1797 le nombraron ayudante secretario de la Dirección General de la Armada, pero Espinosa y Tello era sobre todo un hombre de ciencia y, en ese mismo año, el ministro Lángara lo designó para la dirección del Depósito Hidrográfico (Madrid), actividades que compatibilizó. Esta institución se creaba el 6 de agosto de 1797 para conseguir una navegación más segura y permitir fijar con certeza los límites de los dominios españoles, ya que la cartografía marítima, gracias a las expediciones hidrográficas de las últimas décadas, venía exigiéndolo. El sevillano organizó todo de forma ejemplar; la labor científica desarrollada fue muy provechosa, se editaron cartas muy exactas, derroteros y otras publicaciones, promovió comisiones hidrográficas y formó una selecta biblioteca; por Real Orden de 18 de diciembre de 1799, el Depósito se denominó Dirección de Trabajos Hidrográficos (pero coexistieron ambos nombres). Aunque en 1807 se suprimía la Dirección General de la Armada, se creaba el Consejo del almirantazgo y Espinosa fue elegido con funciones de secretario.
Durante la invasión francesa se negó a reconocer a José Bonaparte y dimitió de sus cargos. Preparó un plan para sacar de Madrid los valiosos fondos del Depósito, pero tuvo que huir precipitadamente; no obstante, la Suprema Junta Central Gubernativa (Sevilla) le repuso en todos sus cargos y, además, le envió comisionado a Londres (1810-1814); mientras en Cádiz quedaba Bauzá como interino al mando de los trabajos hidrográficos. En su estancia londinense Espinosa dirigió y mandó grabar nuevas cartas marítimas: la carta general del océano Atlántico septentrional, la carta general del océano Atlántico meridional, la de las Antillas Mayores y del Seno Mexicano, la de las costas de España y del Mediterráneo hasta Sicilia, la del Mediterráneo hasta el mar Negro, la de Baleares y la carta de las navegaciones a la India Oriental; también se ocupó de la impresión del Almanaque náutico español y cumplió con cuanto se le requería desde España. En julio de 1814 se daba orden de restituir la Dirección de Trabajos Hidrográficos en Madrid como única sede. Cuando Espinosa y Tello regresa a España (1815), retomó su cargo de la Dirección Hidrográfica, que en definitiva siempre ocupó, pero le quedaban sólo unos meses de vida; murió, repentinamente, el 5 de septiembre del mismo año, en Madrid.
El ilustre marino alcanzó la categoría de teniente general (octubre de 1814) y estaba en posesión de la cédula de caballero pensionado de la real y distinguida orden española de Carlos III. Consiguió justa reputación entre los marinos españoles y extranjeros. Es una personalidad de gran interés para la historia de la hidrografía y, por ello, de la cartografía y de la geografía; también para la historia de la navegación y de la historia militar.
Autor de varias obras, alguna póstuma, se encargó además de la edición de algunas otras; fue editor literario de la obra de Dionisio Alcalá Galiano titulada Relación del viaje hecho por las goletas Sutil y Mexicana en el año 1792 para reconocer el estrecho de Fuca [...], publicada en Madrid en 1802. Incluso es autor, con Bauzá, de cuatro obras atribuidas erróneamente al científico y naturalista Tadeo Haenke, que en 1794 estaba haciendo investigaciones en el interior de América del Sur, pero en otra zona diferente a la del recorrido de Espinosa y Bauzá (de Valparaíso a Buenos Aires); cuando se publica en Lima, en 1901, la Descripción de Perú por Tadeo Haenke se desencadenó la “polémica hankeana” y, pese a ello, hasta salieron otras tres relaciones manteniendo el error, cuando los autores sólo podían ser José Espinosa y Felipe Bauzá. Entre sus manuscritos se hallan correspondencia y documentación diversa relacionada con su actividad, además de otras noticias y documentos privados. Sin duda alguna, lo más importante de la obra científica de Espinosa y Tello fue su labor cartográfica (María Pilar Cuesta Domingo, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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La calle Almirante Espinosa, al detalle:
antigua Casa-Palacio de los Maldonados
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