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sábado, 31 de agosto de 2019

Las imágenes "San José de Arimatea y San Nicodemo", atribuidos a Pedro Roldán, en la Capilla de la Quinta Angustia, de la Iglesia de la Magdalena


     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte las imágenes "San José de Arimatea y ´San Nicodemo", atribuidos a Pedro Roldán, en la Capilla de la Quinta Angustia, de la Iglesia de la Magdalena, de Sevilla.         
   Hoy, 31 de agosto, en Jerusalén, Conmemoración de los Santos José de Arimatea y Nicodemo, que recogieron el cuerpo de Jesús bajo la cruz, lo envolvieron en una sábana y lo depositaron en el sepulcro. José, noble decurión y discípulo del Señor, esperaba el reino de Dios, y Nicodemo, fariseo y principal entre los judíos, que había ido de noche a ver a Jesús para interrogarle acerca de su misión, defendió luego su causa ante los sumos sacerdotes y los fariseos que buscaban la detención del Señor (s. I)  [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
   Y que mejor día que hoy, para ExplicArte las imágenes "San José de Arimatea y San Nicodemo", atribuidos a Pedro Roldán, en la Capilla de la Quinta Angustia, de la Iglesia de la Magdalena, de Sevilla.
   La Real Parroquia de Santa María Magdalena [nº 16 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 60 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la calle Cristo del Calvario, 2 (aunque la entrada habitual se efectúa por la calle San Pablo, 12); en el Barrio del Museo, del Distrito Casco Antiguo.
   En la capilla de la hermandad de la Quinta Angustia de la iglesia de la Magdalena encontramos el grupo escultórico del Descendimiento, uno de los mejores conjuntos de la Semana Santa. El Cristo es obra de Pedro Roldán (1659); la Virgen fue realizada por Vicente Rodríguez Caso (1934); el resto de las figuras son de Pedro Nieto (1633), aunque últimamente la crítica la crítica los atribuye a la gubia de Pedro Roldán. Componen un perfecto conjunto de teatralidad barroca que sigue los modelos del barroco europeo, como el que representó Rubens en la Catedral de Amberes. Todavía gana mayor expresividad en la procesión de la tarde del Jueves Santo ya que la imagen del Crucificado se mueve al estar sostenida por una bisagra al madero (Manuel Jesús Roldán, Iglesias de Sevilla. Almuzara, 2010).
   Las imágenes de los Santos Varones (175 cm.) van sobre escaleras apoyadas en el madero, descendiendo el cuerpo de Jesús. José de Arimatea, hombre rico e ilustre consejero del Sanedrín, es el de mayor edad y de mayor consideración social, por lo que se sitúa a la derecha de Cristo. Sus cuerpos son maniquíes articulados, pero sus cabezas presentan una gran calidad plástica, mostrándonos un serio estudio del natural y del paso del tiempo en el hombre. Las facciones de José de Arimatea se acentúan marcándonos los rasgos propios de un hombre de avanzada edad. Estas cabezas son un claro ejemplo del nuevo estilo europeo introducido por el flamenco José de Arce en imágenes como las del apostolado que tallara en 1657 para la Cartuja de la Defensión de Jerez de la Frontera. Las maravillosas testas muestran una larga y poblada barba, realizadas a base de grandes y ondulados mechones, algunos de los cuales, nacen desde el bigote para pasar por encima de la boca, asemejándose a algunas figuras de San Pablo que talló el maestro Roldán, como la del retablo mayor de la Parroquia de las Virtudes en Villamartín (Cádiz) (web oficial de la Hermandad de la Quinta Angustia).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de los Santos José de Arimatea y Nicodemo;
SAN JOSÉ DE ARIMATEA
   Es el tercer José de la Biblia.
   Habría recogido en el Gólgota la sangre de Cristo en el santo Grial. Él fue quien pidió permiso a Pilato para enterrar a Jesús y quien, ayudado por Nicodemo, desclavó su cadáver de la cruz.
   Encarcelado después del Enterramiento, fue liberado por Jesucristo después de la Resurrección.
   De acuerdo con una leyenda tardía y sin fundamento histórico, se habría em­barcado con Magdalena y Lázaro, y habría llegado a Marsella  para, a continuación, evangelizar Gran Bretaña.
CULTO
   El papel que jugó en el Enterramiento de Cristo hizo que los embalsamadores de cadáveres lo reivindicasen como patrón (se lo creía conocedor de los bálsamos que preservaban la carne de la putrefacción), y que los enterradores, los sepultureros, y los empleados de pompas fúnebres en general hicieran otro  tanto.
   Era particularmente venerado en Francia, en la región de Aix en Provence y en la abadía de Moyenmoutier, en Los Vosgos, que pretendía poseer sus reliquias; en Inglaterra, la abadía de Glastonbury tenía idénticas pretensiones.
ICONOGRAFÍA
   Está representado sosteniendo el sudario de Cristo, la corona de espinas, clavos, tenaza o un vaso de perfumes.
SAN NICODEMO
   Fue quien ayudó a José de Arimatea a desclavar el cuerpo de Jesucristo en la cruz y a enterrarle en el Santo Sepulcro después de haberlo ungido con bálsamos.
   Habría tallado una imagen de madera de Cristo crucificado, que se veneraba en Lucca con el nombre de Volto Santo.
   Como san José, cuya desgracia comparte, suele tener un papel ridículo en el teatro de los autos sacramentales, donde ofrece sus servicios para ungir el cuerpo de Jesús: «con cien libras de mermeladas.»
   Por ello su nombre se convirtió en  sinónimo de necio, ingenuo. Dicha reputación sin duda se explica por la etimología popular. Nicodemo, en francés arcaico, recordaba la expresión nice (necio) que se asemeja a nigaud (bobo).
CULTO
   La abadía de Bec, en Normandía, conservaba en su tesoro de reliquias el guante ensangrentado que habría usado Nicodemo para desclavar a Jesucristo. Tenía un altar dedicado en la catedral de Parma, que se pretendía en posesión de una parte de su cuerpo. Se ha conjeturado que el famoso relieve del Descendimiento de la Cruz, esculpido en 1178 por Benedetto Antelami, antiguamente decoraba el frontal de dicho altar.
   Los herreros lo adoptaron como patrón porque arrancó con una tenaza los clavos de la Crucifixión.
   Como se lo consideraba un ingenuo, o un tonto, en Bretaña se convirtió en el santo patrón de los animales, sobre todo, el de los cerdos. En Pluméliau, cerca de Pontivy y en Questembert, existe una capilla y una fuente de san Nicodemo.
ICONOGRAFÍA
   La iconografía de san Nicodemo se confunde con la del Descendimiento de la cruz y la del Enterramiento de Cristo. Siempre se lo representa en los Santos Sepulcros frente a José de Arimatea, su lugar habitual es al costado de los pies de Cristo.
   Su representación en solitario es muy infrecuente (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
Conozcamos mejor la Biografía de Pedro Roldán, autor a quien están atribuidas las imágenes reseñadas
   Pedro Roldán (Sevilla, 14 de enero de 1624 – 3 de agosto de 1699). Escultor.
   Sus padres fueron Marcos Roldán e Isabel de Nieva, u Onieva, ambos naturales y vecinos de Antequera (Málaga), donde se habían casado en 1609. Pedro Roldán fue el segundo hijo de este matrimonio. Su familia paterna tenía unos antepasados ilustres por su valor durante la Reconquista: Cristóbal Roldán y su esposa, Isabel de Arévalo, procedían de las montañas de León.
   La primera noticia que hay del capitán Cristóbal Roldán data de 1347, cuando por su arrojo se hizo notar en la toma de la villa de Luque (Málaga). En reconocimiento a sus méritos, Alfonso XI le premió en el repartimiento de dicha villa, concediéndole, a él y a sus descendientes, la hidalguía y un escudo de armas. Sin embargo, el transcurso de los siglos determinó la natural decadencia de esta familia y su empobrecimiento, hasta llegar en esa situación al padre del escultor.
   La primera incógnita que planteaba la vida de Pedro Roldán era la del lugar en el que nació, pues hubo muchas dudas al respecto, pues el propio interesado, en su expediente matrimonial, se declaraba natural de Orce (Granada) y así lo corroboraban sus testigos. Por el contrario, Palomino, quien conoció a su hija, Luisa Roldán, y posteriormente Ceán, que fueron sus primeros biógrafos, afirmaban que el escultor era natural de Sevilla. En 1925, Gallego Burín consideraba que había nacido en Antequera, por ser éste el lugar donde matrimoniaron sus padres. Heliodoro Sancho Corbacho, principal biógrafo del artista, confirmaba, en 1950, que Roldán era originario de Sevilla, pues sus padres estaban avecindados en la collación del Sagrario desde una fecha desconocida. Pedro fue bautizado en dicha parroquia, el domingo 14 de enero de 1624. Poco tiempo después, teniendo el niño muy poca edad para recordarlo, regresaron a Orce. Por este motivo, el escultor consideraba Sevilla como la de su nacimiento.
   En 1638 Pedro se desplazó a Granada para aprender el oficio en el taller de Alonso de Mena. Ceán yerra cuando mencionaba su aprendizaje con Montañés.
   A los dieciocho años, el 1 de octubre de 1642, en la iglesia de San Nicolás, celebró su boda con Teresa de Jesús Ortega Villavicencio, a quien Gallego Burín consideraba pariente de Alonso de Mena, pues a veces usó este apellido. Sancho Corbacho desestimó esta hipótesis.
   Teresa aportó 400 ducados de dote al matrimonio, a diferencia del novio que no contribuyó con bien alguno. El 14 de agosto de 1644 nació la primera hija: María.
   Cuando en 1646 murió Alonso de Mena, la familia Roldán encontró el momento idóneo para trasladarse a Sevilla, centro artístico de gran pujanza, en una época en que trabajaban importantes artífices, como Martínez Montañés y los Ribas, pero, como novedad, se empezaba a percibir un cambio estético, pues el escultor flamenco José de Arce difundía, en el arzobispado hispalense, el barroco internacional, que influyó decisivamente en el estilo del biografiado. En esta segunda época, el matrimonio residía, en 1647, en la plaza de Valderrama, collación de san Marcos, mudándose, en 1651, a la de Santa Marina. Posiblemente en estas fechas debió de nacer su hija Francisca.
   En el aspecto profesional, el 27 de junio de 1652, recibió el encargo de tallar seis esculturas para el retablo mayor del Convento de Santa Ana de Montilla.
   También de esta etapa es el Arcángel San Miguel de la parroquia de San Vicente.
   En 1654, nació Luisa Ignacia. En 1655 la familia estaba avecindada en la calle Colcheros, en la Magdalena (hoy Tetuán), y entre 1656 y 1665 se encontraba en la calle de la Muela (hoy O’Donnell). En 1658 Roldán solicitó ser examinado como dorador y estofador, profesión que luego enseñó a su hija Francisca. La familia siguió aumentando, hasta llegar al número de ocho hijos.
    El 22 de abril fue bautizada su hija Isabel. La apadrinó Valdés Leal. En 1660, nació Teresa Josefa. El 14 de mayo de 1662, fueron bautizados los gemelos Ana Manuela y Marcelino José y el 15 de febrero de 1665, Pedro de Santa María, benjamín de la familia.
   Tan numerosa prole llevó a Roldán efectuar constantes compras y arrendamientos de casas y talleres.
   Por citar solamente algunos, el 26 de mayo 1664 efectuó la compra de un corral de vecinos en San Juan de la Palma, compuesto por cuatro aposentos bajos. El 17 de junio de 1665 tomaba a renta perpetua una casa en la plaza de Valderrama, adaptada a taller y vivienda. Sus encargos iban en aumento. El 20 de septiembre de 1667, compró un solar también en dicha plaza, donde hizo levantar la casa en la que moró el resto de su vida. El 5 de febrero de 1668, tomaba a tributo perpetuo otro solar en San Juan de la Palma, parroquia de San Marcos; tres días después, alquilaba otro solar junto al anterior, propiedad de la parroquia de la Magdalena, añadiendo un tercero, “que todos tres son un jardín”. El 3 de diciembre de 1668, compró una enfermería al convento de Capuchinos.
   Edificó en ella una tahona. Era habitual que un artista armonizara sus intereses artísticos con inversiones patrimoniales.
   En 1666 se le encargó una de sus obras maestras, el retablo mayor de la capilla de los Vizcaínos (actualmente en el Sagrario), para el que esculpió el Descendimiento de Cristo, usando parcialmente en su creación diversas estampas, la Crucifixión de Johan Sadeler (1550-1600), sobre composición de Martín de Vos, de hacia 1580, para los edificios del fondo y la figura de Gestas, mientras que para la de Dimas utilizó una de 1631 de Boetius a Bolswert sobre La Lanzada de Rubens (Amberes). Su otra obra fundamental es el retablo mayor de la iglesia de San Jorge del Hospital de la Caridad, en la que representa el Entierro de Cristo; aquí también fue usada la estampa de Sadeler, anteriormente mencionada, en la figura de san Dimas. Hizo el retablo entre 1670 y 1672, siendo su arquitectura de Bernardo Simón de Pineda. Como fiador intervino Juan Valdés Leal, a quien cabe atribuir la policromía.
   En 1670, el Cabildo de la catedral le encargó la efigie de San Fernando, para conmemorar su canonización, creando una iconografía del santo como guerrero, cuya originalidad tuvo gran trascendencia en la escultura andaluza. Esta talla se conserva en la sacristía mayor de la Catedral de Sevilla.
   En los años 1675 al 1684, estuvo tallando los relieves de la fachada de la Catedral de Jaén. En esta tercera época hizo frecuentes viajes a causa de éste y otros encargos fuera de Sevilla. En la fachada jiennense esculpió personalmente la Huida a Egipto y Jesús entre los Doctores. Diseñó los de San Miguel y la Asunción, pero los materializó su sobrino. En 1677 se le encargaron las imágenes de San Pedro, San Pablo y la Santa Faz sostenida por ángeles, que también realizó personalmente, considerándose lo mejor del conjunto.
   También talló nueve estatuas para la cornisa de la fachada, cuya iconografía, los cuatro evangelistas y los cuatro doctores de la Iglesia, es idéntica a la del sagrario sevillano, creada por José de Arce en 1657, demostrándose el interés que en Pedro Roldán había despertado el escultor flamenco; la diferencia con su referente sevillano es que en Jaén están centradas por la figura de san Fernando, algo natural, dada su reciente canonización en 1671. Este encargo lo simultaneó con compromisos en la Cartuja de la Defensión, de Jerez, para la que hizo los relieves del Sagrario, que se conservan, así como un Crucificado hoy desaparecido.
   También trabajó para el Sagrario de las Cuevas (Sevilla), según Ceán, en 1676. Dos años más tarde, en 1678, estaba ocupado en tallar las esculturas del retablo mayor de la parroquia de las Virtudes de Villamartín (Cádiz), cuya arquitectura había diseñado Francisco Dionisio de Ribas y, al morir éste, fue continuada por su hijo Francisco Antonio.
   Roldán fue pionero en la educación que dio a sus hijas, equiparable a la de los varones, pues todos fueron formados en el taller paterno en el que trabajaron también las jóvenes, como unas perfectas profesionales y al que se incorporaron sus esposos e hijos. Especialmente destacó Luisa Ignacia, La Roldana, quien renovó la estética barroca, abocándola a las formas del siglo xviii. Su talento y su decidido carácter la llevaron a enfrentarse a su padre y jefe, debido a una elección matrimonial que para Pedro resultaba inaceptable, por ser el novio un oscuro aprendiz del taller, Luis Antonio de los Arcos, quien nunca llegó a destacar en el oficio. Esta relación hubiese sido normal dadas las costumbres gremiales de la época. A pesar de la oposición paterna, el matrimonio se celebró el 25 de diciembre de 1671, cuando la novia contaba diecisiete años de edad, lo que enfrentó durante años al padre y a la hija, hasta su reconciliación, formalizada al colaborar con ella, haciendo los diseños para esculpir la imágenes de los patronos de Cádiz, San Servando y San Germán, que Luisa hizo en 1687.
   Los matrimonios de los otros hijos fueron los convencionales.
   En 1674, Francisca, doradora y pintora, casó con el escultor José Felipe Duque Cornejo. Fueron padres del también magnifico escultor Pedro Duque Cornejo Roldán, nacido en 1678. En 1676 contrajeron matrimonio María y Matías de Brunenque.
   Ambos eran escultores y posiblemente formarían parte del gran taller familiar. En 1677, Isabel matrimonió con Alejandro Martagón. Fueron padres de una hija, llamada Flor. Teresa Josefa desposó dos veces: en 1679 con Manuel Caballero, y en 1701, con Pedro de Castillejos, también escultor. Por último, Ana Manuela, hacia 1684, contrajo matrimonio con José de Quiñones y, tras enviudar, en 1689, se casó con José Fernández de Arteaga. Fueron padres de Domingo José y de Pedro Fernández de Arteaga. En 1680, Marcelino contrajo su primer matrimonio con Ana María Ponce de León y el segundo en 1698 con Josefa de Velasco y Serrallonga. Uno de los hijos de este matrimonio también fue escultor.
   Muchos de sus herederos fueron los continuadores de su estilo, formando la larga serie de “Roldanes” que dejaron su obra en el arzobispado hispalense, si bien con desigual calidad, entre los que destaca Pedro Duque Cornejo.
   En una cuarta época, después de unos años de viajes para cumplir los encargos que se le hicieron fuera de Sevilla, Roldán decidió permanecer más tiempo en la ciudad. Por entonces, comenzó a vender inmuebles: en 1680, vendió al escultor Cristóbal Pérez el corral de San Juan de la Palma; el 22 de marzo de 1687, otorgó un documento renunciando al arrendamiento de una casa que tenía en el Salvador.
   En 1689 actuó como fiador de Bernardo Simón de Pineda en el contrato del retablo mayor de los Descalzos.
   En 1690, se comprometió a tallar las esculturas para el retablo mayor del Convento de Santa María de Jesús, cuya arquitectura corrió a cargo de Cristóbal de Guadix, consiguiendo hacer una obra sobresaliente por su calidad. La salud de Roldán se deterioró en estos años e hizo testamento. Sus biógrafos han llamado la atención sobre el hecho de que en este documento mejorase a su hija Isabel. Al recuperarse de su enfermedad, siguió trabajando para sus muchos clientes. En estos años, parece que tuvo dificultades económicas, pues otorgó poderes a personas de su confianza para cobrar rentas atrasadas y arrendamientos de la tahona, que seguía conservando. En 1695, aún trabajaba con sus manos.
   Así consta en documentos de conciertos de obra con su taller, ya que especificaban que la obra la hiciese “Pedro Roldán el Viejo”, cuando eran encargos especialmente delicados. De 1698 datan dos de estas obras, el San Pedro como Pontífice y el San Fernando que se conservan en la iglesia del Hospital de Venerables Sacerdotes, ambas de las más logradas de su producción.
   En el verano de 1699 hizo un nuevo testamento en el que nombraba albaceas a su hijo Marcelino y a su yerno Felipe Duque Cornejo. Murió el 3 de agosto de ese año y fue enterrado el día 4 en la parroquia de San Marcos, en una sepultura situada bajo el retablo del Rosario.
   El académico Ponz, dejaba sus prejuicios aparte, cerrando su biografía de esta forma: “[Pedro Roldan] con quien se enterraron los residuos de la buena arquitectura y escultura”.
   Es un escultor de larguísima trayectoria, pero del cual se han conservado pocas obras documentadas.
   Realizó muchas que se han perdido, pero se conservan otras, en todo el arzobispado hispalense, que se han considerado como suyas, si bien algunas de ellas han sido documentadas como de otros autores; se trata de un escultor valioso cuyo catálogo merece una revisión a fondo.
   En relación a su estilo, Roldán muestra, en su obra más antigua de las conocidas, la Virgen de la Antigua, su formación granadina en el patetismo de la Dolorosa, arrodillada y con influencias del arte noreuropeo.
   Cuando comienza a trabajar en Sevilla, el contacto con los escultores locales hace evolucionar su estilo hasta acercarse al dinamismo y la libertad de formas propias del flamenco José de Arce, verdadero renovador de la escultura sevillana del siglo xvii. El conocimiento de estampas flamencas, entre otras la citada de Sadeler, también usada para algunos de sus Crucificados, contribuyó a esta evolución que se manifiesta en la forma de emplear la gubia, simplificando planos y resaltando los valores ilusionistas y pictóricos de la escultura. Esto se percibe especialmente, en el San Hermenegildo de la parroquia de San Ildefonso (Sevilla) de 1674, cuya composición es análoga a la del San Fernando catedralicio, pero cuya técnica, mucho más suelta, muestra claramente la influencia de dicho artista. En las esculturas del retablo de la Caridad, especialmente San Roque; en las del retablo mayor de Villamartín, cuyo San Pablo tiene una evidente afinidad con la figuras de la Cartuja jerezana, en la iconografía de la fachada de la Catedral jiennense, por citar sólo algunas, el gran escultor muestra haber conocido y admirado los nuevos modelos que se estaban imponiendo en la ciudad, dejando atrás las tradicionales formas tardo manieristas vigentes a su llegada a Sevilla y pasándole el testigo a su hija Luisa Ignacia, quien culminó dicha evolución.
   Sin embargo, su espíritu es más clásico que el de Arce e, incluso, que el de su hija, debido a su formación granadina y a sus primeros referentes sevillanos.
   Tiene obras en las que manifiesta una especial dulzura, como en el atribuido Nazareno de la O (parroquia de Nuestra Señora de la O, Triana), donde predomina el equilibrio entre forma y expresión contenida.
   Asimismo, en imágenes como la Inmaculada de los Trinitarios Descalzos de Córdoba, sabe realizar un rostro de naturalismo cercano al retrato, como representante del realismo escultórico del barroco sevillano.
   Su colaboración con Bernardo Simón de Pineda, en retablos salomónicos, hace evolucionar el estilo hacia un mayor ilusionismo y hacia la ruptura del marco arquitectónico. Con Cristóbal de Guadix también tuvo afinidad estética, por eso su colaboración con ambos ha dado algunos de los retablos más memorables de estos años en Sevilla (Esperanza de los Ríos Martínez, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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Más sobre la Iglesia de la Magdalena, en ExplicArte Sevilla.

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