Intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla", de Onda Cero

Intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla", de Onda Cero, para conmemorar los 800 años de la Torre del Oro

   Otra Experiencia con ExplicArte Sevilla :     La intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla" , presentado por Ch...

martes, 31 de octubre de 2023

El Cortijo Los Barrancos, en Alanís (Sevilla)

     Por Amor al Arte
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     Cortijo dedicado a la explotación de ganado porcino u ovino principalmente. Con anterioridad la siembra tuvo mayor importancia. Actualmente no se siembra y se arrienda el coto de caza.
     El conjunto, afín a la tipología de cortijos de dehesa, es de medianas proporciones. No se diferencian la vivienda del propietario de la del trabajador, posiblemente el cortijo estaba destinado a vivienda del encargado. Destaca la vivienda a espaldas de la cual se encuentra un patio donde se distribuyen las dependencias. De forma que éstas y la cara posterior de la vivienda forman una "U". A la derecha de la vivienda hay un granero, una cochera, una cuadra, una casilla de gañán y un tinajón. A la izquierda un cuarto de aperos y dos cuadras. Las zahurdas se encuentran alejadas del conjunto (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
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Un paseo por la calle Antonia Díaz

     Por Amor al Arte
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     Hoy, 31 de octubre, es el aniversario del nacimiento (31 de octubre de 1827) de Antonia Díaz, escritora, así que hoy es el mejor día para ExplicArte la calle Antonia Díaz, de Sevilla, dando un paseo por ella.    
     La calle Antonia Díaz es, en el Callejero Sevillano, una vía que se encuentra en el Barrio del Arenal, del Distrito Casco Antiguo; y va de la calle Arfe, al paseo de Cristóbal Colón
     La  calle, desde  el punto de vista urbanístico, y como definición, aparece perfectamente delimitada en  la  población  histórica  y en  los  sectores  urbanos donde predomina la edificación compacta o en manzana, y constituye el espacio libre, de tránsito, cuya linealidad queda marcada por las fachadas de las  edificaciones  colindantes  entre  si. En  cambio, en  los  sectores  de periferia donde predomina la edificación  abierta,  constituida  por  bloques  exentos,  la  calle,  como  ámbito  lineal de relación, se pierde, y  el espacio jurídicamente público y el de carácter privado se confunden en términos físicos y planimétricos. En las calles el sistema es numerar con los pares una acera y con los impares la opuesta. También hay una reglamentación establecida para el origen de esta numeración en cada vía, y es que se comienza a partir del extremo más próximo a la calle José Gestoso, que se consideraba, incorrectamente el centro geográfico de Sevilla, cuando este sistema se impuso. En la periferia unas veces se olvida esta norma y otras es difícil de establecer.
     En 1665 aparece en un padrón la calle Mesón del Ancla, topónimo que a fines del s. XVIII adopta la forma de Posada del Ancora. En los callejeros del s. XIX se identifica como Acera del Ancora, a partir de la década de 1830, ya que sólo existen construcciones en el lado de los impares. En 1859 se la rotula oficialmente Ancora por el mesón o posada citada, y en 1892 se le da el actual, en recuerdo de la poetisa Antonia Díaz de Lamarquc (1827-1892), que había vivido en ella. A comienzos del presente siglo hubo intentos de devolverle el nombre primitivo, pero no prosperaron.
     No se forma hasta bien entrado el s. XIX. Sólo existía desde varios siglos atrás la mencionada acera, que constituía la periferia del barrio de la Carretería, abriéndose, por tanto, al Arenal. Allí había una cruz o humilladero hacia 1763. Cuando, hacia 1757, se inicia la construcción de la plaza de toros, comienza el proceso de formación de la calle, que no cuaja hasta el s. XIX. En los primeros años de éste hay peticiones de solares por parte de particulares entre las cuadras de la citada plaza y la posada; en el plano de 1848 ya aparece formada la manzana esquina a Adriano, correspondiendo a los últimos años de dicha centuria la aparición de las restantes hasta el paseo de Cristóbal Colón. En 1870 se proyecta la alineación de las casas del comienzo de la acera frontera, lo que suponía avanzar la línea de fachada entre Toneleros y Alba. Desemboca en ella Adriano, Gracia Fernández Palacios e Iris, por la derecha, y Toneleros, Techada, Donoso Cortés y Velarde, por la izquierda.
     Dada su posición con relación al puerto, se convierte en espacio de gran valor, ya que por él circulaba la mayor parte del tráfico de mercancías que entraba o salía de la ciudad por la Puerta del Arenal. De ahí que desde el s. XVI se aluda a una calzada desde la citada puerta al río, así como a la existencia de una alcantarilla o puentecillo para salvar uno de los desagües, de la ciudad que corría por allí. Dicho valor como lugar de tránsito continuará hasta bien entrado el s. XIX, y en esto se apoyan los vecinos y la prensa para solicitar su empedrado primero y el adoquinado más tarde desde mediados de siglo; todavía en 1873 se sigue pidiendo, para lo que aducen que "siendo como es la llave principal del muelle, por ella transitan la mayor parte de las mercaderías que entran y que salen en la población, y por ella pasan todos los granos que desde Extremadura se dirigen a esta Alhóndiga". 
     Dicha importancia llevó también a que, al derribarse la Puerta del Arenal, se proyectase una gran vía de la esquina de la Catedral hasta el río, uniendo García de Vinuesa y Antonia Díaz, mediante derribos en la esquina de Arfe. La  mayor antigüedad y proyectos de alineación, que no llegan a completarse, hacen que la acera de los impares sea irregular, con entrantes y salientes, mientras que la frontera es rectilínea. Actualmente es una calle de mediana anchura, en su mayor par­te ocupada por viviendas, aunque en los bajos, sobre todo en los impares, suelen abundar bares y comercios, pero ha perdido los almacenes que la caracterizaron en tiempos pasados, y de los cuales queda uno en la esquina de Techada más o menos alterado. Sigue soportando un tráfico intenso, por ser punto de salida desde el centro y de la zona de Adriano hacia el paseo. En la parte final de los pares linda con la verja de la plaza de toros donde existe un pequeño jardín, formado en la década de 1970 al derribarse la casa de esquina [Antonio Collantes de Terán Sánchez, en Diccionario histórico de las calles de Sevilla, 1993].
Antonia Díaz, 15, acc. Casa del siglo XVIII [Francisco Collantes de Terán Delorme y Luis Gómez Estern, Arquitectura Civil Sevillana, Excmo. Ayuntamiento de Sevilla, 1984].
Conozcamos mejor a Antonia Díaz, personaje a quien está dedicada esta vía del callejero sevillano;
     Antonia Díaz Fernández de Lamarque, Enriqueta Madoz de Alianza, (Marchena, Sevilla, 31 de octubre de 1827 – Dos Hermanas, Sevilla, 19 de mayo de 1892). Escritora.
     Hija de Ramón Díaz y Giráldez y de María de los Dolores Fernández, que procuraron darle una educación esmerada. Ya en 1846 publicó su primer poema en el periódico La Aurora de Sevilla.
     José de la Velilla señaló cómo en su juventud tuvo que luchar entre su vocación y el temor a la sátira y el sarcasmo que abrumaba a las escritoras. Perteneció a la escuela poética sevillana en la línea de Rioja.
     El 1 de abril de 1861 casó con José Lamarque de Novoa, empresario. Juntos se dedicaron a la literatura y a las obras de caridad al disponer de una cuantiosa fortuna.
     En 1872, Lamarque mandó construir en Dos Hermanas una suntuosa mansión-residencia a la que bautizó como La Alquería del Pilar, en la que no faltaban ni cascadas ni oratorio. Allí residió Antonia, enferma desde su juventud de anemia cerebral.
     El 14 de marzo de 1888 instalaron línea telefónica entre la casa de Sevilla y su finca, hecho que recogen los periódicos locales.
     Elogiada por Pilar Sinués, por José Velilla y por Fastenrath, que tradujo al alemán varias de sus composiciones, el matrimonio mantuvo correspondencia con Menéndez Pelayo, Pedro Madrazo, Narciso Campillo, Cánovas, los hermanos Velilla, Isabel Cheix, Juan Ramón Jiménez, etc. Como impulsores de la escuela poética sevillana, los prologuistas de sus obras —Velilla, Heredia o Fernández Espino— aprovecharon la ocasión para hacer estudios y defensa de sus paisanos poetas.
     Su marido hizo una recopilación póstuma de sus versos en Poesías líricas, junto a una corona poética en que participaron las autoras más prestigiosas. En el prólogo, Fernández Espino hace una defensa de la escuela sevillana.
     Colaboró en La Aurora (1846), El álbum de las bellas, El Renacimiento (1884), El Ateneo (1874-1875), La Violeta (1863), La Educanda (1863-1865), El Correo de la Moda (1855-1883), El Recreo de las Familias (1871), El amigo de las damas (1873).
     Falleció de anemia cerebral. Tiene calles dedicadas en las ciudades de Sevilla y Granada (Carmen Simón Palmer, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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La calle Antonia Díaz, al detalle:
Edificio de la calle Antonia Díaz, 15, acc.

lunes, 30 de octubre de 2023

Los principales monumentos (Iglesia de San Bartolomé; Convento de San Juan Bautista; Hospital de la Misericordia; Capillas de las Cruces; Ermita de Santa Águeda; y Edificios civiles) de la localidad de Villalba del Alcor, en la provincia de Huelva

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Huelva, déjame ExplicArte los principales monumentos (Iglesia de San Bartolomé; Convento de San Juan Bautista; Hospital de la Misericordia; Capillas de las Cruces; Ermita de Santa Águeda; y Edificios civiles) de la localidad de Villalba del Alcor, en la provincia de Huelva.
Ubicación
     Situada en la Comarca de la Costa de Huelva, a 161 metros del nivel del mar.
Reseña histórica breve
     No hay casi restos arqueológicos que confirme la presencia humana hasta la época romana, en una zona conocida como El Giraldo.
     La dominación islámica la sitúa en zona fronteriza entre los Reinos de Niebla y Sevilla, y a comienzos del s. XII se construyó el Castillo de Ostia en la ladera de la Sierra, con fines defensivos. En 1248 Fernando III conquistó la localidad aunque quedó como zona fronteriza hasta 1262, cuando se reconquistó el Reino de Niebla. Tras la Reconquista las tierras y su castillo quedaron deshabitadas, comenzando en 1327 un período de repoblación. En 1588 se fundó un Convento de Frailes Carmelitas y en 1618 se funda otro de monjas Carmelitas Calzadas, que traerían consigo el auge socioeconómico del lugar.
Patrimonio cultural y artístico
     Iglesia Parroquial de San Bartolomé, del s. XV, declarado Monumento Nacional, en cuyo patio se encuentra una Lápida de Marco Calpurnio.
     El Convento de las Carmelitas, de finales del s XVI.
     Existen varias fachadas del s. XVIII en algunas casas del pueblo, con escudos heráldicos como los del Caserío de la Calle Palomar.
     La Torre del Alambique.
     Los Llanos de Santa Águeda, a 1 Km. del pueblo.
Fiestas y tradiciones
     La Fiesta Patronal de Santa Águeda, el día 5 de enero.
     Las Fiestas del Tostón, el 13 de febrero.
     Las Cruces de Mayo, todos los domingos de mayo.
     Fiestas de la Virgen del Carmen, a finales de Agosto y principios de septiembre, en donde se celebra la Fiesta del "Toro de Cuerda".
     Fiestas de Santa Águeda, primera quincena de julio.
Recursos económicos y sociales
     Se basa principalmente en la agricultura.
Gastronomía
     Se ofrece el jabalí en adobo, el lomo en manteca y el tostón con sardinas. La repostería del lugar sobresale por los brazos de gitano, las empanadillas y los roscos fritos (Diputación Provincial de Huelva).
      Situada en la carretera nacional 431, y próxima a la línea férrea Sevilla-Huelva, a una altura de 161 m. sobre el nivel del mal, dista de la capital onubense 50 Km., y casi otros tantos de Sevilla. Cuenta con una población de 3.422 habitantes, y presenta una economía de tipo agrícola. La industria principal es la de la elaboración vinícola (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
     
Iglesia de San Bartolomé
     El edificio, declarado Monumento Nacional en 1931, es uno de los más singulares de la provincia de Huelva. Se trata de una iglesia inscrita en una fortaleza, de tradición almohade. Está compuesto por un rectángulo flanqueado por cuatro torreones, y dividido en dos zonas, formando ángulo recto en torno al patio central: la primera ocupada por el templo, y la segunda destinada a vivienda y dependencias parroquiales.
     La nave principal, o nave sur, dispone su ca­becera a levante, y los pies a poniente, corriendo en sentido longitudinal en paralelo al muro exterior del lado sur. Cuenta con dos puertas de acceso: uno a los pies, en el eje longitudinal, y otra al centro de la nave, en eje acodado respecto al presbiterio. La nave se compone de siete tramos de arcos transversales apuntados, que apean directamente en los machones de arista viva o en el muro perimetral, sin imposta que marque la transición de la línea curva a la recta y vertical. Entre los arcos se crean pequeñas bóve­das de aristas en ladrillo. La nave tiene a sus pies la puerta de poniente, y en el ángulo sudoeste, el núcleo de la torre campanario. Esta nave se dirige hacia la capilla mayor, abierta en la Torre Llana. La Sacristía se encuentra situada en el ángulo sudeste, a espaldas de la capilla mayor y contigua a la Capilla de los Barrera. Desde la capilla mayor, por una puerta de arco rebajado con cancela de hierro se accede a una estancia rectangular antigua capilla de Santa Ana, cuyo volumen se refleja al exterior. Iluminada por un pe­queño óculo, la estancia se cubre con bóveda de ocho paños sobre trompas, y sirve hoy de reserva eucarística. Una segunda nave discurre de sur a norte. Consta de cuatro tramos, que, siguiendo el modelo compositivo de la anterior nave, son formados por arcos transversales de ladrillo, que crean entre ellos fragmentados espacios, cubiertos con bóvedas de variado tipo: el primer tramo, dos cruces de bóvedas con nervaduras; el segundo, bóveda esquifada; el tercero y el cuarto, bóveda de cañón apuntada. Una rica variedad de arcos y bóvedas, que pueden fechar las obras en los siglos XIV y XV. Al muro de levante, en su primer tramo, abre la Capilla de los Barrera. Tiene cubierta de ocho paños sobre trompas. Al tercer tramo abre la puerta de levante, que ostenta al exterior el escudo del cardenal Mendoza (1486-1502).
     Llamaba la atención de Rodrigo Caro las muchas naves. En efecto, simétricamente a las dos principales naves discurren otras dos, una que sirve de deambulatorio, paralela a la nave sur, y otra que es Capilla Sacramental, paralela a la nave de levante. Entre estas dos últimas hay dos ámbitos espaciales propios. El primero sirve de Capilla de Ánimas: abre a la nave a través de un arco de herradura apuntado con alfiz, sobre machones achaflanados y capiteles estalactíticos, y se cubre con bóveda esquifada de cuatro paños. El segundo sirve de enlace entre la nave de le­vante y la de deambulatorio, contrapuestas entre sí en sentido ortogonal. En este ámbito encontramos dos arcos de herradura apuntados, de diferentes formas y proporciones.
     La nave dedicada a Capilla de Sagrario, se dispone longitudinalmente de sur a norte, y se cubre con bóveda de cañón con lunetos. Por último, la nave de paso y de iluminación corre de oeste a este, situándose a sus pies la Capilla Bautismal, separada de la nave por cancela de hierro e iluminada por vidriera con el Bautismo de Cristo. Un portón comunica con el patio, del que se tomó este espacio de tránsito.
     Desde el exterior apreciamos los volúmenes simples, cúbicos, elementales. Si prescindimos de los pocos adornos barrocos, el edificio es un armónico juego de principios geométricos puros, de líneas verticales y horizontales, de prismas de desigual anchura y altura. Su carácter de fortaleza y templo, común a otros dos grandes monumentos onubenses del s. XIV; San Antón de Trigueros y Santa Clara de Moguer, le convierte en arquetipo de los conventos e iglesias fortificadas en la arquitectura mexicana.
     La fachada principal pertenece al muro sur, que, en la hipótesis de su previa estructura de mezquita, correspondería al muro de la qibla. La flanquean dos torres: la del campanario y la llamada Torre Llana, en cuyo interior se alberga la bóveda central. A su vez, el paramento se subdivide por medio de pequeños contrafuertes o bastiones cúbicos.     
     La portada principal la forma un cuerpo ligeramente adelantado. El vano de la puerta tiene el mismo grueso del muro, escalonándose tan sólo las jambas. Presenta arco apuntado, con baquetones en sus ángulos, y se enmarca con alfiz rehundido, sobre el que aparece un azulejo polícromo donde figura el mártir San Sebastián. Todo ello se corona con un movido remate, que enlaza con sus curvas los elementos verticales de los extremos y el eje central con bolas cerámicas superpuestas.
     Le sigue el cuerpo de la Torre Llana, a la que se adosa un campanil barroco. Entre los contrafuertes de la torre se alberga la capilla de Santa Ana, que oculta el volumen de su bóveda esquifa­da tras una secuencia de almenas de gradas. Dos arcos rebajados horadan los muros, apreciándose un arco de herradura apuntado y ciego entre los referidos machones. Se prolonga la fachada con la sacristía, que ocupa el lugar de la torre del ángulo sudeste, derribada en el siglo XIX, según testimoniaba en 1910 el anciano párroco.
     En la fachada de levante, que en principio se hallaría delimitada por los dos torreones angulares, se aprecia la agregación del volumen de la Capilla de los Barrera, apareciendo la Sacristía como un adosado a la Torre Llana. Por encima de estos aditamentos, se ven diversos modelos de arcos de herradura y apuntado con abocinamiento. El perfil superior lo marca el adarve o pasillo de ronda. La portada que da paso a la nave de levante es de ladrillo agramilado y azulejos de cuenca, con el escudo del cardenal Mendoza, arzobispo de Sevilla. Presenta arco apun­tado y abocinado, de dos arquivoltas, con gran desarrollo de su releje de coronación y sin alme­nas. El muro norte carece de vanos, y se halla flanqueado por dos torres.
     Por fin, el lado de poniente, presenta puerta de acceso al patio y dependencias parroquiales, y portada de ladrillo limpio, que abre al templo en eje longitudinal, abocinada, de arco apuntado al exterior y acarpanelado de tres lóbulos muy anchos al interior, las albanegas decoradas por olambrillas sesgadas, coronada de almenas curvilíneas. Portada que, por su morfología y por su misma situación, debe considerarse como del siglo XVI avanzado. Enlaza con la fachada sur por medio de la torre campanario en su ángulo. Junto a las puertas del sur y de levante se encuentran sendas pilas de agua bendita, en mármol rojo, con pie de movido perfil, del s. XVIII. Los apliques, para iluminación eléctrica del edificio, las placas que reciben los interruptores, y el Vía Crucis, todo ello en chapa de hierro labrada, fueron diseñados por el orfebre sevillano Fernando Marmolejo Camargo, en 1966. Preside el presbiterio el Cristo de la Vera Cruz, escultura en madera policromada, obra de Manuel Cerquera Becerra, de 1948. De la bóveda de la capilla mayor pende una lámpara de hierro diseñada por Fernando Marmolejo, en 1966, cuyas doce luminarias simboliza el Colegio Apostólico; al centro de ella, en una mandorla, un Cristo, escultura de cartón piedra, de líneas tardomanieristas, fechable en los comienzos del siglo XVII.
     En el lado frontero a la nave de levante, dentro del espacio de la capilla mayor se conserva un paño de cerámica de lacería, del s. XIV. El ambón fue tallado en 1966, según diseño de Fernando Marmolejo.
     En la antigua capilla de Santa Ana se encuentra la reserva eucarística, en un tabernáculo de plata, de Fernando Marmolejo, realizado en 1966 en forma de arqueta. Desde el patio se ha trasladado a este ámbito un cipo romano de mármol, dedicado a la diosa Juno por el prefecto de la clase pretoriana de Rávena, Marco Calpurnio, de la primera mitad del siglo II de nuestra era.
     A la capilla de los Barrera se accede a través de una cancela de hierro con balaustres, instalada por Francisco de Paula Zambrano y Salas en 1886. El ámbito autónomo de la capilla que­ da centrado por un retablo barroco sevillano de hacia 1730-1750, con relieves de la Oración del Huerto y el Beso de Judas. En su hornacina central, se venera a la Virgen de los Dolores, también conocida como Virgen de la Soledad, de cande­lero para vestir, obra de Antonio Illanes, 1949. Bajo sus pies, un Cristo yacente, de Cerquera, de 1948. La frontalera del altar es una pintura al óleo sobre lienzo con la escena de la Oración en el Huerto, restaurada por Marta Ortiz González de Canales en 2003. En un arco de medio punto rehundido, se venera una imagen de vestir del Señor Cautivo, obra de 1950 de Joaquín Moreno Daza.
     A los pies de la nave de levante, existe un mag­nífico retablo de estípites y rocallas de Julián Jiménez, construido en 1756, y dedicado a Jesús Nazareno. El  Nazareno es una obra escultórica de gran calidad artística, realizada por Antonio Illanes, en 1941. El retablo adapta sus perfiles a la forma de arco apuntado del testero. Presenta un solo cuerpo con estípites, y ático en el que destaca un gran relieve con la Verónica y dos escudos heráldicos sobre el eje de las pilastras. En­tre el camarín y los soportes, hay dos repisas con pinturas de San Miguel y San Rafael, firmadas por Rafael Blas Rodríguez. El retablo se expande lateralmente por dos aletones con los relieves de Santo Domingo de Guzmán y San Ignacio de Loyola, bajo los que se sitúan dos puertecitas, una de las cuales da acceso al ca­marín. Sobre la  mesa de altar neoclásica, una imagen de candelero para vestir, de la Virgen del Socorro, firmada por Illanes en 1945, imagen que hereda la corona de plata del s. XVIII y la peana de Lastortres, de 1890, de la anterior titular de la Hermandad. En una pequeña hornacina se muestra, de modo alterno, un Niño Jesús, dieciochesco, o la figura de Virgen del Rocío, en plata y marfil, de 1986, que luce en el simpecado de la Hermandad durante la romería.
     La capilla de Ánimas, fundada en 1645, la preside un cuadro de la Virgen del Carmen soco­rriendo a las almas del purgatorio, en un marco readaptado, que muestra elementos de rocalla y medias columnas salomónicas con el tercio inferior cilíndrico. A sus pies, una lápida recuerda a Rafael Tenorio y Santo Domingo, fundador de un patronato local de beneficencia (+l897).
     La capilla del Sagrario se abre a la nave de deambulatorio por medio de una cancela de hierro forjado, con balaustres renacentistas de fuste acanalado, crestería superior de roleos y flores, simétricamente dispuestos en torno a una cruz central. Preside la capilla un retablo barroco de columnas salomónicas, readaptado en 1945. La portezuela del tabernáculo es de plata de fines del XVIII y presenta los punzones de Amores y García, de Sevilla. La decoración pictórica del retablo y de la capilla es obra de Rafael Blas Rodríguez de 1945. Muy interesante es el zócalo polícromo, con el personalísimo estilo y técnica de Enrique Orce, quien reproduce motivos eucarísticos, como dos figuras del Buen Pastor, el Cordero místico; cáliz con la hostia; y dos escenas de Cristo sacerdote. Luce en la Capilla una magnífica lámpara central de plata, de la segunda mitad del s. XVIII con los punzones sevillanos de Cárdenas. Una lámpara lateral, tam­bién de plata, tiene los punzones de Manuel Guerrero de Alcántara.
     La Sacristía del templo queda presidida por una espléndida pintura mural del Calvario, obra de gran ponderación y equilibrio de formas y expresión, fechable hacia 1550. Al centro, una mesa de mármol con motivos de rocallas, del XVIII. Decoran sus paredes unos lienzos de época barroca, de la Adoración de los Pastores, y del Crucificado. Frente a la cajonera se dispone un aguamanil, que adopta la forma de fuente parietal adosada, a modo de hornacina, con venera por cubierta.
     Es muy rica su orfebrería. De estilo bajorrenacentista, de fines del XVI, es un cáliz de plata dorada, ricamente ornamentado con rombos, rosetas, capullos y querubines entremezclados con cartelas. Unas crismeras de plata, con cruz de brazos abalaustrados y Crucifijo, decoración de querubines, guirnaldas, cartelas, son del mismo estilo.
     A la primera mitad del XVII se adscribe un esbelto cáliz de plata dorada, cuyas superficies se decoran con motivos florales punteados, sobre los que aparecen cabezas de querubines y pares de nervios. Cercano a los modelos manieristas es el magnífico ostensorio de plata dorada, con sol de rayos agudos y flameantes, decoración de asitas y cabujones en basa y astil. La cruz parroquial de plata se halla fechada en 1690.
     De comienzos del siglo XVIII es un copón de plata dorada, con rica ornamentación repujada, que cubre con sus relieves toda la superficie. De la misma época, otro copón de plata, más sencillo. Y la concha de bautismo, de plata, en forma de caparazón de tortuga. De la segunda mitad del Setecientos es un cáliz de plata, de nudo campaniforme, con el punzón de Juan Ruiz. Un cáliz de plata, de formas tradicionales, pero recubiertas con rocallas, tiene la inscripción de Vera y Cárdenas. Una naveta de plata, obra de Vicente Gargallo y Alexandre, de 1789; tiene forma de galeón. Un portaviático, en forma de arqueta de perfil ondulante, y coronado por un pelícano; en su interior se halla un pequeño cáliz dorado liso, sujeto al fondo.
     Un cáliz de plata sobredorada, de principios del s. XIX, con el punzón de Barcelona, intro­duce el estilo neoclásico sobre el recuerdo de las formas mixtilíneas del rococó. En el siglo XIX se labró el cáliz de plata, neoclásico, con el punzón de Ramos y Cabrilla. Un cofre de plata, para las llaves del sagrario, con los punzones de Rojas y Palomino. Las llaves del sagrario son de la mis­ma época: tiene la cabeza oval compuesta por ces, rematada en gran florón de rocallas. El incensario de plata, de 1852, lleva el punzón de Palomino. Un vaso de óleos de plata de forma globular, con el punzón de Méndez, está fechado en 1883. Del s. XIX son también los ciriales, con decoración de hojas de laurel.
     En el patio se conservan algunas piezas arqueológicas. Vemos una pieza granítica de época visigoda, con decoración de rosetas cuadrifolias elementales. Sobre el muro exterior de la capilla del Sagrario se encuentra un Crucifijo sobre cruz de brazos cilíndricos, de barro cocido y vidriado en blanco, de principios del XVI, procedente del antiguo Hospital de la Misericordia. Algunas lápidas funerarias fueron trasladadas a estos paramentos: la Diego de Herrera (+ 1660), y la de Diego de Ossorno y Campos (+ l863) (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
     La iglesia es el resultado de un proceso que, como mínimo ha durado setecientos años. Dibuja en planta una figura aproximadamente rectangular de 30 x 39 metros., cuyas masas arquitectónicas son prismas yuxtapuestos en los que el predominio del ladrillo es absoluto, aunque no faltan zonas de tapial, sillería y mampostería.. En los ángulos que miran al noroeste y nordeste existen dos torres de planta cuadrada que sobresalen del rectángulo proporcionando la imagen militar del conjunto. En la parte de Poniente está la llamada Torre Llana. De esta planta básica sobresalen dos grandes estribos, ubicados entre el campanario y la Torre Llana y los tres que esta posee actualmente, aunque es posible que en su época tuviese un cuarto. El resto de los volúmenes que rebasan aquella forma son posteriores y todos ellos muy renovados. Los acceso fundamentales son la Puerta de la Plaza, la inmediata al campanario y la del Sol.
     El espacio interno se organiza en dos naves, adosadas a los flancos este y sur, y articuladas por medio del ámbito contenido en la Torre Llana en función del presbiterio.
     La Torre Llana, es un espacio típicamente mudéjar aunque de proporciones colosales, pues su hermosa cúpula esquifada sobre trompas cubre un cuadrado de diez metros de lado. Por su costado norte un gran arco apuntado a una nave de considerable altura y luz articulada mediante tres arcos transversales entre los que cabalgan cuatro bóvedas; la primera es doble y ojival, la segunda es de espejo y las otras dos son de cañón con arcos de atajo. Los citados arcos transversales apoyan en el muro de Levante y en unos estribos muy profundos, tanto que hoy alojan unas capillitas cúbicas muy altas, cerradas a la nave por medio de arcos de herradura que se construyeron más tarde para acodalar los distintos arcos transversales.. El muro exterior aparece perforado por la Puerta del Sol, datada entre 1486 y 1502.
     Por el lado de Poniente un arco similar al del otro costado comunica el espacio de la Torre Llana con la nave principal. La nave está organizada mediante seis arcos transversales apuntados que apoyan en el muro de la plaza y en unos estribos de 2,80 metros de profundidad, de extraña constitución. De arco a arco se trazaron unas bóvedas de aristas encadenadas, salvo en el tramo inmediato a la torre que, además de llevar bóveda de cañón, es más estrecho que los demás, de los que destaca el central por su anchura. Los estribos conforman unos espacios muy elaborados con un arco de estribo a estribo por el lado de la nave principal, otro por la nave del Pozo y en medio grupo de boveditas de arista.
     Es evidente que el edificio actual parece un castillo, pero no lo es menos que se trata de una iglesia en uso, cuya organización es tan extraña que sólo la función cultual que hoy desarrolla, sugieren la posibilidad de que fuese templo cristiano en origen; pudiera haber sido mezquita, pero también de un tipo formal de los más anómalo. Hoy además, alberga una vivienda dotada de un hermoso patio que la relaciona con el templo. Por otra parte su repertorio de masas y espacio es de procedencia islámica, y más concretamente almohade, pero hay datos para sospechar que algunas formas se fabricaron tres siglos después que el último moro saliera de Villalba y su comarca. Si hay en toda Andalucía Occidental un edificio medieval que presenta serios problemas artísticos e históricos es precisamente este (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

Convento de San Juan Bautista, de MM. Carmelitas
     Situado en la calle Real, se encuentra el Con­vento de las Carmelitas Calzadas o de la Antigua Observancia, de clausura o vida contemplativa. Fue fundado por el ilustre villalbero indiano, licenciado García Jiménez Franco, beneficiado de la Santa Iglesia Catedral de Cuenca, en la provincia de Quito, en el reino del Perú, por escritura datada en 1618.
     El perfil del flanco meridional del convento, paralelo a la calle, lo componen el torreón del coro alto, con tejado a cuatro aguas y ángulos apilastrados; la espadaña de dos cuerpos, con frontón partido y dos vanos el primero, y de frontón curvo y un solo vano el segundo; la techumbre de la nave; la cubierta de la bóveda, de movido contorno y nervios blancos sobre la teja árabe; y, por último, el muro perimetral, que en su primer tramo se corona con almenas de capuchón en losange. En el banco de la espadaña se encuentra un azulejo polícromo de San Rafael Arcángel. La imagen que el convento da al exterior es fruto, en gran parte, de las obras de reedificación llevadas a cabo tras el terremoto de Lisboa de 1755. Sobre el muro exterior del templo se ha situado una lápida de mármol, que conmemora la dedicación de la antigua iglesia de los PP. Car­melitas en 1602.
     A la iglesia conventual se ac­cede desde la calle a través de una portada de piedra vista, rectangular con el escudo de San Juan Bautista grabada en el dintel adovelado, sobre dos pilastras dóricas. Arriba hay un azulejo de la Virgen del Carmen. El acceso se verifica por eje acodado, sirviendo de espacio de transición un cancel de madera con la heráldica de Josefa Romero y Fernández de Landa, que lo donó en 1886.
     El templo es de planta rectangular, de una sola nave, cubierta con madera a dos aguas, y con la capilla mayor abovedada. La nave se cubre con armadura mudéjar de madera, en forma de artesa con dobles tirantas adornadas con lazos, des­tacando al centro de ella un almizate, con labor de lacería, y piña de mocárabes en su eje. La ca­pilla mayor, reedificada en 1776, se abre con un majestuoso arco toral, enriquecido con yesería mixtilínea, pinjantes, cestillas de rosas y hojarasca. En la clave del arco campea un tondo timbrado de corona imperial, con el cordero místico sobre el libro de los siete sellos, en su interior. En el centro del intradós del arco sobrevuela la figura de la paloma del Espíritu Santo. A la altura de la imposta aparecen dos ángeles lampareros barrocos, de mediados del siglo XVIII, que introdu­cen un interesante contrapunto escenográfico de contraluz al retablo; sostienen sendas lámparas de plata: la del lado del evangelio, de principios del XVIII; la del lado de la epístola, donada a mediados de aquella centuria por Francisco de Cepeda, cuyo escudo figura grabado en la lámpara. El presbiterio se cubre con bóveda elíptica sobre pechinas. Tanto los muros como las pechinas y nervaduras, se decoran con los motivos barrocos que hemos visto en el arco triunfal.
     Antes de pasar al sector conventual, trataremos de los bienes muebles del interior del templo. Junto al cancel, un lienzo del siglo XVII, de grandes dimensiones con los Desposorios místicos de Santa María Magdalena de Pazzi. Otro lienzo de escuela sevillana de hacia 1700, representa la Sagrada Familia o las dos Trinidades. Dentro de la sacristía, un óleo de un Cru­cificado, de la primera mitad del XVII. Hay, además, un lienzo de San José y otro de Santa Teresa, de factura popular. En un ángulo se sitúa la tribuna volada del órgano, de movido perfil dieciochesco.
     En aquella pared aparecieron, a lo largo de las obras de reparación llevadas a cabo en marzo de 1986, a ambos lados del antiguo retablo del Niño Jesús, dos arcos rehundidos o nichos de altar, el primero totalmente decorado en su intradós y en su fondo con pinturas de hojas, fechable a fines del XVII, y tomando plantilla de tales motivos decorativos, el pintor Antonio Martínez Fernández los reprodujo en el otro hueco. En­tre ambos se encuentra el mencionado retablo, hoy dedicado al Sagrado Corazón, datable hacia 1740, ocupando otro arco rehundido igual a los anteriores, formando su arquitectura lignaria dos hornacinas superpuestas, y coronado con el escudo carmelitano. La mesa de altar tiene forma de cuello de paloma, con decoración de rocallas talladas, y pinturas chinescas de pájaros y flores. A su vez, en los espacios que median entre los arcos, dos lienzos de principios del XVIII, con temas a juego: un Ecce Homo de medio cuerpo sobre fondo escenográfico, y una Dolorosa arrodillada  entre  ángeles.
     Preside el presbiterio, un retablo de columnas salomónicas, realizado por Fernando de Barahona entre 1683 y 1686. Se compone, de banco, cuerpo central, y ático de coronamiento. Verticalmente se divide en tres calles, separadas por las susodichas columnas salomónicas y ménsu­las. El núcleo central lo constituye el camarín, abovedado y decorado con pinturas del s. XVIII en su interior. En él se alberga la imagen de la Virgen del Carmen, sedente, con el Niño, firmada en la nube por Moreno Daza en 1986. El ce­tro, de fines del XVII, la corona, escapulario y media luna, así como las potencias del Niño, son de plata, de la segunda mitad del XVIII. Aba­jo, un gran tabernáculo de movidos perfiles, con cuatro columnas talladas en su fuste, que flanquean hornacinas laterales. La portezuela es de plata repujada de estilo rococó, representando un ostensorio entre espigas. Sobre el camarín, una hornacina con San Elías profeta. El ático lo ocupa un gran relieve del Bautismo de Cristo. En las calles laterales se sitúan, a la altura del banco, las puertas de acceso al camarín y hospe­dería pequeña. En el ático, dos esculturas originales, de San Alberto de Sicilia y de nuevo San Alberto de Trápani. El tabernáculo de plata es de estilo rococó.
     Es de destacar el magnífico sillón o sede, con  decoración dorada de rocallas y guirnaldas de flores, fechado en 1784. En los paramentos lucen dos lienzos del siglo XVII: un Nazareno y un Cristo Buen Pastor. Al bajar las gradas del presbiterio, observemos la lápida de los patronos, García Jiménez Franco y Francisco de Paula Zambrano y Ponce de León.  
     Aún podemos ver un retablo más en la nave, en el lado de la epístola, dedicado a Santa Teresa de Jesús. Hermoso ejemplar, de estípites, decorado con el habitual repertorio ornamental del barroco sevillano. Corona el conjunto un relieve con el éxtasis de la Santa carmelita. Su construcción fue promovida en 1747 por la familia Cepe­da. Al pie del altar figura una lápida de mármol del s. XIX, que así lo recuerda. La imagen actual, de madera policromada, procedente, al parecer, del extinguido convento de PP. Carmelitas de Escacena, es obra de la segunda mitad del XVII. En la repisas laterales, aparecen San Eliseo, del siglo XVII, y el beato holandés Tito Brandsma, carmelita (+ l942).
     La orfebrería pudo salvarse del saqueo y destrucción de 1936. Por lo que hoy conservan, con una pulcritud inigualable, una espléndida colección de platería, dedicada casi exclusivamente al culto eucarístico. Comencemos por la arqueta eucarística de plata, tal vez la que donara el fundador en 1618. En 1625 mandó hacer la priora doña María de Lasarte un juego de vinajeras: se conserva el plato oval, mientras que las vasijas son de finales del mismo siglo. De la primera mi­tad del siglo XVII, continuadores de los esquemas del Bajo Renacimiento, es la cruz procesional. El incensario, de plata, tiene cuerpo central cilíndrico y las partes superior e inferior semiesféricas; éstas se decoran con gallones planos, y el cilindro, con asitas. La naveta tiene forma de galeón, con dos grandes volutas a popa y a proa. Un relicario ostensorio en forma de cruz de altar, con espejo ovales que contienen reliquias en su interior. De la segunda mitad del siglo XVII, con ornamentación de mayor relieve y carnosidad, es una bandeja de plata y un cáliz, de plata repujada, con ornamentación barroca sobre estructura arcaica. De fines del siglo XVII es el cetro de la Virgen del Carmen, con dos cañones cilíndricos y remate en forma de asitas.
     De la primera mitad del siglo XVIII son dos cálices y una corona, decorada en su canasta con espejos ovales y roleos vegetales de acusado relieve. Otras dos coronas de plata tienen elementos de los comienzos del Setecientos, aunque fueron completadas a finales del mismo siglo.
     Gran interés por su abundancia y calidad presentan las obras de la segunda mitad del s. XVIII, todas ellas en la línea decorativa del rococó. Del punzón GNA son un atril de chapa de plata cala­da, dos pequeños blandones, la diadema de San Elías y las vinajeras de plata sobredorada. Del punzón de Cárdenas se cuentan seis blandones de plata. Los punzones sevillanos de Cárdenas, Amat y Pedradas, aparecen en las piezas quizás más hermosas: un copón de movido basamento y nudo envolvente, con rica y cuidada ornamentación de rocallas. Y, sobre todo, el ostensorio, en el que destaca el pelícano con las alas abiertas nutriendo a sus polluelos. De Gargallo y Gar­cía son los dos hermosos ciriales, con pértiga de seis cañones y macolla de forma tradicional, de 1790. Asimismo, dos pequeños blandones, con peana triangular sobre garras. Unas vinajeras, con el punzón de Amat, y su bandeja, de sencillas formas, que tiene los punzones de Juan Guerrero y D. Cárdenas. Otras piezas menores llevan punzones dudosos: una chapa de plata, decorativa, de forma semicircular sobre terciopelo rojo, con el monograma de María, lleva los punzones de Zeda, Leo, Antonio o Lorenzo Lecaroz. Y una diadema de San Elíseo, que podría corresponder a Zuloaga. Piezas sin marcas, pero con caracte­rísticas morfológicas propias de la segunda mitad del siglo XVIII, son las siguientes piezas: Un copón de plata sobredorada, con motivos de espigas mezclados con rocallas. Una corona de plata, de la Virgen del Carmen, que muestra el punzón de Ávila. La cubierta de un misal. Varias diademas, dos sacras, y la puerta de un sagrario portátil, con el Cordero místico. Por último, pueden inscribirse en el siglo XIX dos blandones, y un copón con el punzón de Martos.
     A la zona conventual se accede por un portalón abierto en un muro coronado de almenas. Un patio distribuye el ingreso a la hospedería, locutorios, viviendas de la mandadera y del capellán. Se entra en la zona clausura por el patio de la portería, pasillo porticado, a cuyo fondo se sitúa el patio denominado El Paraíso, con una imagen del Corazón de Jesús, de Moreno Daza. A la derecha queda el archivo, sencilla habitación con un magnífico armario, fechado en 1750, con un penacho en el que aparece el signo de María entre exuberante hojarasca barroca. A la izquierda se enlaza con el claustro principal.
     Éste presenta planta rectangular con dos cuerpos superpuestos, encalados en un blanco cegador. Al centro, una fuente octogonal con la imagen de la Virgen del Carmen. Los ar­cos, de medio punto enmarcados en  sus correspondientes alfices, apean sobre pilares ochavados, cuya blancura resalta aún más sobre el fondo azul de los azulejos de lacería tradicional. Las paredes interiores del cuerpo inferior se decoran con una colección de grabados del Vía Crucis, de la segunda mitad del s. XVIII, sin firma, excepto las estaciones IV, V y VI, que han sido dibujadas a plumilla por Antonio Martínez Fernández.
     A la crujía septentrional abren la Capilla de Profundis, el Refectorio, la Sala Capitular y la Enfermería. La primera presenta arco rebajado con pinjantes. El Refectorio es la dependencia que más interés arquitectónico ofrece. Edificado en 1732, es de planta rectangular, cubierto con bóveda de cañón con lunetos, subdividida en cuatro tramos por arcos fajones pareados que acaban en la imposta, pendiendo de ella sendos pinjantes; el púlpito para las lecturas se abre en el muro lateral izquierdo con arco trilobular y antepecho facetado. En la Sala Capitular hay una urna vi­trina con una pequeña Virgen del Carmen, de taller valenciano del siglo XIX. La enfermería está presidida por un Cristo crucificado, en madera policromada, de la segunda mitad del XVIII.
     Al fondo de la crujía se levanta la amplia escalera que da acceso al claustro alto. En el rellano, se halla una hornacina con la Virgen del Carmen, imagen de vestir, de Antonio Illanes Rodríguez en 1953, con Niño Jesús, del siglo XVII. Unos óleos del Ecce Homo, Nazareno y San Juanito, de factura popular, decoran sus paredes.
     El lugar del antiguo coro, a los pies de la igle­sia, se habilitó para sacristía interior. En ella, un lienzo con el apóstol San Judas Tadeo, con la alabarda del martirio, de fuertes tonos rojo y verde. Se conserva en ella la imagen de la Virgen del Rosario, de candelero para vestir, obra de Antonio Illanes Rodríguez, de 1947. El coro se sitúa actualmente en un ala del claustro que comunica, a través de las canónicas rejas, con la Capilla Mayor del templo. En el antecoro se con­templa un lienzo del s. XVII, que representa a la Inmaculada, de pie sobre la luna y cobijada por la paloma del Espíritu Santo, destacando su celeste silueta sobre una mandorla de sol y fondos dorados. En el coro, una imagen en madera policromada de la Virgen del Carmen, firmada por José A Díes, en 1965.
     Otras piezas menores, existentes en la clausura del convento, son una imagen de la Virgen de la Anunciación o de la Encarnación, de vestir y otra de la Virgen de la Expectación, también de candelero para vestir ambas del siglo XIX (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
     Se trata de un edificio barroco andaluz que ocupa casi una manzana completa en este término municipal enclavado en su totalidad dentro del espacio declarado por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía como Conjunto Histórico Artístico. Su fachada principal, que es la de mayor interés, es lo único que al respecto se remite documentación gráfica, ya, que al tratarse de un convento de clausura, no se ha podido visitar, a fin de enviar un reportaje gráfico pormenorizado y según fecha solicitada (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

Portada de la Capilla y Hospital de la Misericordia
     De la capilla del Hospital de la Misericordia resiste aún en pie la sencilla portada, en la calle Real. Su arco apuntado y abocinado, en ladrillo agramilado, nos remite a una fecha próxima a 1500. En la calle Misericordia, esquina a Pérez Murga, puede verse parte de lo que sería el centro benéfico, o una edificación contigua al mismo (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
     Antiguo Hospital de la Misericordia dedicado al cuidado de enfermos y pobres, hoy en ruinas.
     Data del siglo XVI y de él sólo queda una entrada lateral, hoy cegada, y la portada principal de la Iglesia.
     Su fisonomía nos habla de un templo de tipo gótico-mudéjar. La portada tiene arco de medio punto y se remata por un vano que albergaba un crucifijo en marfil del siglo XVII, hoy en la Parroquia. Más tarde sirvió de granero y hoy para mercancías agrícolas (Ayuntamiento de Villalba del Alcor).
 
Capillas de las Cruces
     La capilla de la Santa Cruz de la calle del Cerrillo, fue edificada por el maestro constructor Diego Pérez, en 1957. Preside la capilla un retablo-hornacina, dorado y jaspeado, con ángeles y querubines, donde se expone una imagen de vestir de Santa Elena, obra de Joaquín Moreno Daza, de 1977. La Cruz es de espejos, con símbolos eucarísticos y pasionistas. De Moreno Daza son también los ángeles, en gracioso escorzo. El juego de insignias es de Villarreal, Sevilla.
     En la plaza de la Trinidad se alza la capilla de la Santísima Trinidad y de la Santa Cruz, popularmente conocida como la Cruz de la calle Ba­rriztraga. La capilla se levantó de nueva planta, sobre el solar de la anterior, en 1984, según pla­nos del arquitecto Joaquín Gómez Albenca. Da nombre a la capilla un lienzo de la Stma. Trinidad, de escuela sevillana de hacia 1700. El reta­blo ha sido tallado en madera por Manuel Guzmán Bejarano, en 1992. En la hornacina central se expone la Cruz de la Trinidad, en madera tallada y dorada.
     Otras capillas son las de la Cruz de la calle Real, la de la calle Reliquias, y la calle Paterna (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
Capilla del Cerrillo. La capilla de la Cruz del Cerrillo fue construida en el siglo XX. La capilla es sencilla en la fachada, y queda rematada por una espadaña presidida por una cruz. En su interior se alberga la imagen de Santa Elena, titular de esta Hermandad, que data de 1977 y atribuida a Joaquín Moreno Daza, celebrándose sus fiestas en agosto.
     El techo de la capilla contiene pinturas contemporáneas de gran valor, realizadas por Manuel Travado y restauradas recientemente a cargo de Antonio Hermosilla. Dichas pinturas junto con las del zócalo representan un Vía Crucis.
     Sus orígenes son desconocidos, ya que no hay constancia de una ermita derruida y la posterior devoción a la Santa Cruz. Es una de las cruces más populares de este pueblo. Esta cruz tiene la peculiaridad de estar realizada en cristal y procesiona también con arco de flores sobre un trono donado por una hermandad de Sevilla que data del siglo XIX. La cruz data de 1880 y es de autor desconocido (Ayuntamiento de Villalba del Alcor).
Capilla de la Santísima Trinidad
. La actual capilla fue realizada en 1977, aunque anteriormente existió otra. La capilla es de grandes dimensiones. Tiene planta rectangular, decoración cerámica en su interior y desde hace pocos años tiene un emblemático retablo, obra de Guzmán Bejarano. Como dato peculiar hay que decir que este retablo tiene un cuadro del s. XVII de gran calidad artística dedicado a la Santísima Trinidad y perteneciente a la antigua ermita. La fachada es amplia con una pequeña cruz fundida en hierro, vidriera dedicada a la Santísima Trinidad y en su lado izquierdo un azulejo dedicado a la Santa Cruz.
     Esta Cruz presume de ser la más antigua de la localidad. Sus orígenes se deben a que antes (s. XVII), estaba ubicada en esta plaza la antigua Ermita de la Santísima Trinidad. Tras las demoliciones del s. XIX se realiza una peana con una cruz que recuerda que ese territorio era zona sagrada. Ahí empiezan a proliferar las fiestas a esa cruz que más tarde tuvo una capilla propia y una cruz en madera.
     El acceso se realiza a través de la Plaza de la Trinidad. Se puede entrar desde la puerta principal o desde la sacristía. La capilla permanece cerrada durante todo el año, excepto para las fiestas.
     Se sitúa junto a una de las arterias del pueblo (la Avenida de Andalucía) que se une en este tramo a la Plaza de la Trinidad. Hoy día hay dos restaurantes que ponen sus mesas en esta Plaza formada por bancos y árboles. Ambos negocios le dan mucha vida al entorno (Ayuntamiento de Villalba del Alcor).
Capilla calle Real
. La capilla es de planta de salón, sencilla en proporciones y se remata por una pequeña cruz de hierro. En su portada, tiene una cerámica que relata el milagroso suceso. Esta Cruz es la primera en procesionar en el mes de mayo, y es la única que lo hace sin arco de flores. 
     Sus orígenes se remontan a una cruz en peana que había en este lugar y a la que se realizaban sus Fiestas de Mayo. En 1942, un accidente provocado por un caballo en el Romerito de la Cruz, del que se salvaron milagrosamente los accidentados, hizo que se erigiese esta ermita.
     Se llega a ella a través de una pequeña plazoleta que está a la entrada del pueblo, también desde la calle Carmen o calle Real. La vista es excepcional porque en el centro donde se encuentra ubicada hay suficiente espacio para poder contemplarla (Ayuntamiento de Villalba del Alcor).
Capilla calle Niche. Los orígenes de esta Cruz de Mayo se remontan a una cruz sobre peana que había en el entorno de la capilla. Ésta, más tarde se eliminó y se hizo una cruz en madera con capilla propia. La antigua cruz situada en peana, se realiza una vez que se derriba la antigua ermita de las Reliquias, tras las desamortizaciones del s. XIX. Por ello, surgen estas fiestas en el Llano de la Fuente, también dedicada a Ntra. Sra. de las Reliquias, de la que posee una pequeña réplica.
     Las dimensiones de la Ermita son pequeñas, de planta de salón y el exterior se compone de la puerta, decorada por cáliz sobre ella y se remata por una pequeña cruz de hierro. Las fiestas se celebran en el mes de mayo y la cruz procesiona sobre paso y enmarcada por un arco de flores.
     A la capilla se llega desde la céntrica calle Santa María, pasando por Reliquias y terminando en el Llano de la Fuente (Ayuntamiento de Villalba del Alcor).
Capilla calle Paterna. La capilla de la Cruz de la calle Paterna se construye en el último tercio del siglo XX. Es una capilla de pequeñas proporciones de planta de salón, fachada sencilla y rematada por espadaña.
     En su interior se encuentra el santo Madero realizado por el imaginero Joaquín Moreno Daza. Esta hermandad cuenta con un rico patrimonio mueble entre el que destaca la talla de Ntra. Sra. de los Ángeles (Ayuntamiento de Villalba del Alcor).

Ermita de Santa Águeda
     La devoción a Santa Águeda, Patrona de Villalba, proviene, según Infante-Galán, de los repobladores castellanos y leoneses que se asentaron en Andalucía por los dominios de la Orden de Calatrava, y que obtuvieron carta-puebla para Villalba en 1327. La ermita, se encuentra al pie de la villa, en un llano junto al arroyo Giraldo, a la izquierda de la carretera de La Palma. Llama la atención por su singular forma de planta cen­tral y la bóveda, que recuerda la del Duomo de Florencia, de Brunelleschi.
     Documentalmente consta que la ermita esta­ba siendo edificada en 1891 por el maestro de obras Manuel Vargas, bajo la dirección e inspección del arquitecto Juan Talavera, y que se sufragaba con limosnas de los fieles. La ermita es una edificación neogótica de un solo cuerpo octogonal, como la bóveda de ocho paños, que descansa sobre arcos apuntados. Preside la imagen titular, de vestir, obra de Antonio Illanes, de 1951. A ambos lados aparecen suspendidos sendos ángeles lampareros. En sus paramentos pue­den verse diversos óleos sobre lienzo. Cuatro de ellos, con escenas bíblicas, son debidos a un autor sevillano próximo a Antolínez o Iriarte, de fines del XVII. Del XIX, inspirado en estampas de Rubens, es el de la colación del primado o la entrega de las llaves de Cristo a San Pedro. Del primer tercio de aquel siglo es un interesante lienzo de Cristo Buen Pastor entre dos niños con perros, a mitad de camino entre la pintura religiosa y el retrato de caza. Carece de mérito un San Jerónimo penitente. En la sacristía pue­de verse una treintena de exvotos, pintados al óleo sobre lienzo, de los siglos XIX y XX (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
     Este curioso edificio octogonal de estilo neogótico y que evoca la cúpula de la catedral de Florencia, es la ermita de Santa Águeda, Patrona de Villalba del Alcor, que data del s. XIX. Esta planta tiene añadido un cuerpo de campanas y una sacristía, a la que se le añaden la casa de la santera y las dependencias de la Hermandad de Santa Águeda. Todos los vanos del edificio son apuntados y el principal de entrada está rematado por una escultura de la Patrona con los pechos en una bandeja y la palma en la otra, que simbolizan su martirio.
     La leyenda cuenta que fue disputada a Manzanilla en un lugar llamado “Lapa de Sta. Águeda” y que, finalmente, la adquirió este pueblo y la situó en los Llanos de la Vega, a 500 metros de Villalba. Se tienen noticias de la existencia de una imagen gótica del s. XIV, pero sólo conocemos una imagen del s. XVIII atribuida a Cristóbal Ramos y que fue perdida durante la Guerra Civil, siendo sustituida por otra de Antonio Illanes. La devoción a Santa Águeda es conocida en toda la comarca y tiene muchos fieles, además es venerada por los afectados de cáncer de mama, prueba de ello son la Asociación Onubense de Cáncer de Mama Santa Águeda. Celebra sus fiestas el 5 de febrero y, también, durante la feria del pueblo, en julio.
     Se accede a la Ermita por un camino que parte de la carretera que une Villalba y La Palma del Condado. El paraje, conocido como Los Llanos de Santa Águeda, ofrece una magnífica panorámica de la ermita, que destaca sobre la sequedad de los Llanos y los campos circundantes.
     Un paraje inédito, el que componen los Llanos de Santa Águeda. Desde este insólito paraje la ermita mira al pueblo y a los campos que la rodean (Ayuntamiento de Villalba del Alcor).

Edificios civiles
     La antigua sede del Cabildo municipal de Vi­llalba del Alcor se halla en la Plaza de la Constitución, nº 1, construido a partir de 1861. Contigua a la entrada  principal del Ayuntamiento, en el ángulo de la pequeña plaza de la Constitución, se conserva una portada dieciochesca. Bajo el moldurón mixtilíneo se ha colocado un azulejo con la Virgen de los Dolores entre ángeles y querubines, devoción familiar de los Osorno. De la antigua casa solariega se conserva una magnífica puerta tallada, con el escudo nobiliario de la familia en su centro.
     En abril de 1995 quedó inaugurado el nuevo edificio del Ayuntamiento, construido bajo la dirección del arquitecto José María Herrero de Tejada, en la Plaza de España, sobre el solar del antiguo Pósito, rehabilitando la parte antigua que se conservaba y edificando de nuevo el resto, según el estilo precedente. Por el lateral que da a la calle San Bartolomé se ha conservado la fachada de una antigua casona barroca de los Pacheco. En la calle Rafael Tenorio se encuentra la Plaza de Abastos, fechada en 1930. Las antiguas e ilustres familias villalberas tenían casas de cierta prestancia arquitectónica, muchas de las cuales, afortunadamente, han llegado hasta  nosotros. La Casa de los Pacheco, que hoy forma parte del complejo municipal como Hogar del Pensionista, es un ejemplo de casa solariega de dos pisos con hornacina en lugar de balcón.
     Un destacado miembro del linaje familiar de los Pacheco, Álvaro Pacheco, construyó en los albores del Ochocientos una casona, frontera a la iglesia parroquial, en la calle Real, esquina a la calle Santa María. La puerta adintelada se en­marca con pilastras toscanas, entablamento con triglifos, frontón triangular partido, y hornacina con moldurón mixtilíneo, en cuyo interior se re­presenta la Asunción y Coronación de la Virgen por la Stma. Trinidad, en azulejo polícromo.
     La casa, que fue de los Tenorio, y hoy es de la familia de los Calero, es uno de los más interesantes edificios del pueblo, tiene un espacioso patio con galería de estilo mudéjar del XVI.
     Otro ejemplo del tipo de casa solariega de dos pisos con hornacina en lugar de balcón es la nú­mero 3 de la antigua calle Real, conocida como la casa del cañón, por la pieza de artillería que protege su esquina derecha. En la hornacina, bajo arco de medio punto sobre cajeadas pilastras, se expone un azulejo con el arcángel San Rafael.
     En la calle Real, esquina a la calleja del Molino está la casa que fue de Romero Botejón y de sus descendientes, los Pacheco Romero. Casa de sabor decimonónico, con fachada de dos pisos y de traza neoclásica. La casa de la calle Real, nº 17 tiene fachada de estilo regionalista, según los cá­nones imperantes en la Sevilla de la Exposición Iberoamericana.
     En la calle de la Fuente existe uno de los ejem­plares de la arquitectura civil, de carácter indus­trial, más notable de la comarca. Se trata del antiguo molino de los Fernández de Landa, de finales del siglo XVIII. En la antigua calle Real, esquina a la de la Fuente, se conserva otro antiguo molino aceitero o almazara. Su arquitectura, comparada con el ejemplar anterior, refleja una mayor impronta popular.
     La bodega del Diezmo se encuentra en la calle de la Fuente y fue construida por iniciativa del Cabildo Metropolitano de Sevilla para recibir en ella el diezmo del vino, en el siglo XVII. En la calleja del Molino perdura la torre de la antigua almazara del convento de San Juan Bautista de Villalba, del siglo XVIII (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).

     Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Huelva, déjame ExplicArte los principales monumentos (Iglesia de San Bartolomé; Convento de San Juan Bautista; Hospital de la Misericordia; Capillas de las Cruces; Ermita de Santa Águeda; y Edificios civiles) de la localidad de Villalba del Alcor, en la provincia de Huelva. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la provincia onubense.

Más sobre la provincia de Huelva, en ExplicArte Sevilla.

La Ópera "Los dos Fígaros, o El asunto de una comedia", ambientada en Sevilla, de Felice Romani, y Giovanni Antonio Speranza

     Por Amor al Arte
, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la ópera "Los dos Fígaros, o El asunto de una comedia", ambientada en Sevilla, de Felice Romani, y Giovanni Antonio Speranza.
     Hoy, 30 de octubre, es el aniversario del estreno (30 de octubre de 1839) de la ópera "Los dos Fígaros, o El asunto de una comedia", en el Teatro Carignano, de Turín (Italia), así que hoy es el mejor día para ExplicArte la ópera "Los dos Fígaro, o El asunto de una comedia", ambientada en Sevilla, con libreto de Felice Romani, y música de Giovanni Antonio Speranza.
     Es una ópera deudora, sin lugar a dudas de "El barbero de Sevilla", de Sterbini y Rossini, siendo representada en 26 ocasiones, desde la fecha de su estreno, en 1839, hasta 1850.
     La ópera transcurre en el castillo del Conde de Almaviva a pocos kilómetros de Sevilla.
Personajes
Conde de Almaviva 
Condesa
Inés (Hija de los condes)
Querubino (bajo el nombre de Fígaro)
Fígaro
Susana 
Toribio (bajo el nombre de Don Álvaro)
Plagio (joven escritor de comedias)
Un notario
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Ruta de los Tres Mitos: Mito de Fígaro

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domingo, 29 de octubre de 2023

Los principales monumentos (Iglesia de San Sebastián; Iglesia del Convento de la Victoria; Iglesia de San José; Arquitectura Civil; y Dique de Matagorda) de la localidad de Puerto Real, en la provincia de Cádiz

     Por Amor al Arte
, déjame ExplicArte la provincia de Cádiz, déjame ExplicArte los principales monumentos (Iglesia de San Sebastián; Iglesia del Convento de la Victoria; Iglesia de San José; Arquitectura Civil; y Dique de Matagorda) de la localidad de Puerto Real, en la provincia de Cádiz.
     A un lado del caño del Trocadero, más atrás de la Matagorda, carenero y cuna de buenos carpinteros de ribera, casi dando la espalda al campo para fundirse en las mareas, los Reyes Católicos crean una nueva población en 1483, deseosos de contar con una salida propia al mar y no depender de los puertos señoriales en su política atlántica. Fundación moderna segregada del extenso término de Jerez, con Carta Puebla dada en 1483, nació, pues, villa, puerto y real. Aunque con un emplazamiento ideal, no es de extrañar que los vestigios de poblamiento sean anteriores y constantes como lo atestiguan, entre otros hallazgos, los hornos o alfares romanos del Olivar de los Valencianos y del Gallinero o la singular villa romana, recientemente descubierta con motivo del trazado de una autovía, con pinturas y mosaico, y el que la presencia musulmana se correspondiera con las alquerías de Rayhana, Poblanina y Fontanina. Renace varias veces, pues, vendida por la corona, pierde su condición de realengo de 1646 a 1676, condición que los mismos vecinos rescatarán; es arrasada por los angloholandeses en 1702, durante la Guerra de Sucesión, y sufre la demoledora ocupación francesa de 1810 a 1812. El siglo XIX le es propicio. La primera línea de ferrocarril de la provincia, de las primeras puestas en uso en España, destinada al embarque de los vinos de Jerez, termina en el Trocadero y, sobre todo, se inicia industrialmente la construcción naval en 1872, actividad que, sin ser la única, sí es la que dará carácter a Puerto Real hasta el presente (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).   
     El Centro Histórico de Puerto Real se asienta sobre un terreno bastante llano en un cruce de caminos y muy próximo al mar, con acceso fácil a la playa. Ubicada en el litoral de la Bahía de Cádiz, en el borde norte del denominado "saco interior", rodeado de marismas al este y oeste, y por la campiña al norte. Núcleo casi totalmente llano. Sus altitudes más significativas son: Explanada junto al mar, 2,0 m.; Estación Renfe, 5,0 m.; Punto más alto en borde oeste, 7,5 m.
     Se impone como orden geométrico del crecimiento urbano del casco la cuadrícula, que se mantiene hasta finales de los años sesenta; se trata del ejemplo más claro de planta urbana en damero de la provincia de Cádiz, claro precedente de las ciudades hispanoamericanas.
     Actualmente, con el crecimiento de la villa y el boom de la construcción, la regularidad característica de Puerto Real desde su fundación queda rota en las zonas periféricas.
     Su trama urbana presenta gran interés, ya que dado su carácter de fundación de nueva planta se pudo seguir una traza preconcebida. Esta se organiza según el sistema de damero, con calles rectilíneas que configuran manzanas cuadrangulares. Las alteraciones más notables de esta estructura son la forma de la Plaza de Jesús y el trazado de la calle San José.
     La calle de la Plaza se ensancha al llegar a la calle Nueva, buscando unirse a la altura de la calle Rosario con el camino a El Puerto de Santa María. La calle San José, cortada hoy en la calle San Fernando, llegaba al nudo de cañadas existentes en el Porvenir. Las manzanas son rectangulares con la parte de mayor longitud orientada de Norte a Sur.
     Las viviendas generalmente de dos o tres plantas responden a los modelos barrocos y neoclásicos gaditanos, con fachadas encaladas a las que se abren balcones y cierros de forja o madera y se rematan con azoteas coronadas por pináculos. El caserío primitivo era de una sola planta, Techos de teja a dos aguas, con unos veinte metros de fachada, patios amplios sin montera, entradas espaciosas para los animales y cuadras en su interior.
     El crecimiento de su trama originaria se ha producido hacia el Oeste, ya que ha estado limitado naturalmente por el Sur con el mar y por el Norte con el pinar de las Canteras y con posterioridad con la línea del ferrocarril (Guía Digital del Patrimonio Digital de Andalucía).   
     Ciudad industriosa y salinera, situada en el corazón de la bahía gaditana, a la orilla del Atlántico, en un terreno llano en el que se dan cita abundantes pinares.
Historia
     La ciudad fue fundada por los Reyes Cató­licos mediante la Carta Puebla dada en Córdoba el 18 de junio de 1483. Durante cincuenta años perteneció a la jurisdicción de Jerez, recobrando su libertad en 1547.
     No obstante, durante el siglo XVII fue vendida por el rey al almirante Díaz Pimienta en la cantidad de 36.916 ducados. Los puertorrealeños se opusieron firmemente a la venta, pero hubieron de soportar durante largos años el señorío del almirante hasta que, al final del siglo, pudieron pagar su libertad.
     La ciudad fue prácticamente destruida en dos ocasiones, en 1702 durante las invasiones inglesas y holandesas que, en la Guerra de Sucesión, sostenían el derecho de Carlos de Austria frente al de Felipe V y, con posterioridad, durante la invasión francesa cuando las tropas napoleónicas la convirtieron en su cuartel general. Con­siguió rehacerse en las dos ocasiones, hasta el punto de que el siglo XVIII es el de mayor auge, tanto económico como cultural, y el siglo XIX, tras la retirada francesa, a pesar de las fluctuaciones y los altibajos políticos, consigue una eficaz modernización.
Gastronomía
     La cocina puertorrealeña es rica y variada, tiene como base fundamental los productos marinos, aunque sabe utilizar igualmente los del campo. Entre los primeros cabe mencionar pescados como el sargo, la dorada, que aquí llaman también zapatilla, o el róbalo de estero y mariscos como el camarón de salina, las cañaíllas o las coquinas.
     Con los productos del campo se elaboran platos como los garbanzos con acelgas, las tagarninas esparragadas o la perdiz a la piñonera.
Fiestas
     En febrero, el Carnaval constituye una manifestación popular de primera magnitud convertida en la fiesta grande de la bahía gaditana. Del 30 de mayo al 3 de junio tiene lugar la feria, que se celebra desde el año 1843.
Vida urbana
     El agradable clima mediterráneo de que goza la ciudad invita a disfrutar de la vida al aire libre. A partir, sobre todo, de la prima­vera se suceden los acontecimientos tanto deportivos como culturales, cuya oferta anual es profunda y variada. Así se cuenta, para los más jóvenes, con la serie de con­ciertos de música moderna encajados en el ciclo "Tu noche de verano", que se cele­bran en el Teatro Municipal de Verano. A estos conciertos le suceden otros de folk, jazz y flamenco, además del Festival de Cante por Livianas. Un buen número de peñas llevan a cabo una amplia gama de actividades, muchas centradas en la preparación del Carnaval. Los deportes, no sólo náuticos, así como las pesca son otras de las gran­des aficiones de la gente del lugar, a la que se unen también las salidas a los parques y pinares que como el de las Canteras rodean la población.
Visita
     La ciudad se extiende entre las vías del ferrocarril y el mar, con algunas urbanizaciones más allá de la vía, en dirección al par­que de las Canteras.
     La trama urbana tiene un carácter reticular y en sus calles aparece un buen número de grandes casas de los siglos XVII y XVIII con amplias balconadas y ventanales y hermosas portadas de piedra. La bonita Rivera del Muelle lleva hasta el Club Náutico y la playa de la Cachucha.
     Paralela a ella se sitúa la calle de la Amargura, a la altura de cuyo número 87 se localiza el callejón del Arco, gracioso y pecu­liar rincón de la ciudad.
     En la Calle Ancha, que bien podría ser el eje principal de la villa, se levanta la iglesia prioral de San Sebastián, sobrio edifi­cio del siglo XVI. Prácticamente frente a ella, aparece la iglesia de Jesús, María y José, también llamada solamente de San José. Es un sencillo edificio de estilo neoclásico de finales del siglo XVIII, cuya construcción fue costeada por la Hermandad de Carpinteros de Ribera (Rafael Arjona. Guía Total, Andalucía. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2005).

Iglesia de San Sebastián
    La iglesia de San Sebastián, con el honor de prioral desde finales del XV, tal vez heredera de una anterior ermita, es una obra del siglo XVI, ya en ejecución hacia 1535 probablemente con trazas sencillas de tres naves separadas por pilares con arcos que sostendrían un liviano arteso­nado mudéjar. De esta fase se conserva, en la cabecera de la iglesia, la capilla mayor, abierta por un arco de ojiva a la nave central, y cerrada por una bóveda, también gótica, en forma de estrella o de terceletes, procedimiento en relación con sistemas constructivos utilizados por entonces en Jerez, como en la iglesia de Santiago o en San Mateo, así como las más sencillas bóvedas ojivales de las capillas laterales, la de Lourdes, antes de los Remedios, y la Bautismal y del Rosario, que la flanquean.
     En su fachada, la sencilla puerta conocida como Portada de las Novias es testimonio singular también del momento. Sus elementos, medallones con relieves de cabezas en las enjutas del arco, los candeleros sobre el entablamento, las pilastras, la traza del arco de medio punto y, en suma, el esquema y las proporciones, son propios del plateresco. Relacionado con otros lugares de la provincia, como en Jerez y en Medina, aquí en la llamada Puerta del Castillo de Santa María la Mayor. Aunque consagrada en 1592, como reza la inscripción de la columna de mármol junto a la portada, estaría terminada en torno a 1575 pero ya en un sentido más clásico debido al maestro mayor jerezano Martín Delgado. Con el tiempo se irían añadiendo nuevas capillas y reformas, especialmente tras un aparatoso incendio sufrido en 1754.
     Así, la Capilla Sacramental, levantada inicialmente por el maestro Antonio Ruiz Florindo en 1782 y rematada en 1844, obedece a un diseño del arquitecto neoclásico Torcuato Benjumeda. La puerta lateral de la iglesia, una reforma según formas clasicistas, también es de esta última fe­cha. Lo que hoy vemos es un airoso e iluminado templo de tres naves, separadas por ocho colum­nas con arcos ligeramente peraltados de medio punto, cubierta la central por bóveda de cañón y lunetos sobre un ordenado entablamento y, las laterales, a menor altura, por aristas. A éstas abren las capillas. La torre campanario, de planta rectangular, abierta al exterior por saeteras es­calonadas en altura y cuatro reducidos huecos de campana, cumple funciones de atalaya y defensa ante posibles ataques por cuanto, además, la villa nunca dispuso de muros u otras defensas, salvo otra torre desaparecida, la Torre Alta que, hoy, da nombre a una calle. Se cierra con una cubierta achapitelada que luce encendidos azulejos de colores.
     En su interior son destacables el púlpito de mármol y jaspes, con un relieve de San Sebastián, obra del siglo XVIII, un crucificado de marfil del siglo XVI y un Ecce Homo granadino, de finales del siglo XVII. En la sacristía, otro crucificado barroco, talla italiana del siglo XVIII, así como, de procedencia genovesa, el grupo de la Sagrada Familia que preside el altar mayor, y las tallas de los arcángeles San Miguel y San Rafael, también del siglo XVIII, sobre las calles laterales del retablo de la capilla Sacramental.
     La reja que cierra ésta es de 1795. De la am­plia relación de pinturas citamos, como representativas, un lienzo de fines del siglo XVII, con San José, el Niño y San Juanito, en quien algunos ven la autoría de Meneses Osorio, y el Prendimiento de Jesús, sobre el coro alto, de similar fecha, como la mayoría del resto de cuadros conservados. Por lo demás, pese a los expolios y destrucciones, se conservan piezas de platería de interés, tales como distintos cálices y copones, entre el barroco y el neoclásico, y la suntuosa custodia del Corpus, del siglo XVII, con labores de filigrana en plata e inserciones de pedrería, con una altura de 70 cms., cuya abundancia y tratamiento ornamental lo vincularían al barroco mexicano (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).   
     Se trata de un edificio Renacentista, que comenzó a construirse en la primera mitad del XVI empleándose para ello piedra de las mismas canteras portorrealeñas.
     Su estilo renacentista tiene influencias góticas en la bóveda de la Capilla Mayor. Se finalizaron las obras de construcción en el año 1592.
     La Iglesia consta de tres naves, siendo la central la más alta y separada de las laterales por arcos de medio punto que descansan sobre columnas de piedra de fuste liso.
     Las naves laterales se cubren con bóvedas de arista cuyos cañones transversales vienen limitados por los arcos que las separan de la nave central y los muros laterales que conforman su cerramiento y que vienen perforados en su parte superior formando la ventanas que destacan con su enmarcado de piedra sobre el muro blanco y liso (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

Iglesia del Convento de la Victoria
         Los frailes mínimos de la Orden de San Francisco de Paula están en Puerto Real desde 1635, gracias al apoyo y constantes donaciones de sucesivos benefactores locales, y concluyen su vecindad con la exclaustración de 1835. Ocupaban un gran solar, junto al Hospital de la Misericordia. Su iglesia, sencilla planta de una nave con cúpula sobre crucero, con un simple escudo en una desnuda fachada, se remodela en la segunda mitad del siglo XVIII. Lo más notable es la torre campanario, concluida en el proceso, que se resuelve airosa, primando la verticalidad, acusada por la longitud de los huecos de campanas, muy estrechos en relación con su altura, y la acusada inclinación de sus chapiteles cubiertos de azulejos azules con que se remata. Es obra característica del barroco dieciochesco que contrasta con la rotunda simpleza de la de la Prioral.
     La ornamentación arquitectónica se concentra en torno a este cuerpo de campanas. En su interior se encuentran las notables tallas de una Virgen de la Soledad y de un Cristo muerto yacente. La Virgen de la Soledad es obra de Luisa Roldán, La Roldana, documentada en 1688, donada a La Victoria.
     Imagen de candelero, es una imagen pasional, de intensa expresión en el rostro, donde la autora se despliega con maestría y sin exageraciones, lo que hace de la pieza una de las interpretaciones más nobles de toda su obra. No desmerece en nada la talla policromada del Cristo yacente o del Santo Entierro, con una estudiada anato­mía y expresión serena que, de similares fechas, guarda relación con la producción de la familia de los Roldanes (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).   
     El conjunto ocupa una gran parcela de esquina, teniendo la Iglesia la fachada principal a la calle de la Victoria. Está formado por la Iglesia propiamente dicha y el antiguo convento, hoy transformado en asilo hospital adosado a ella. La Iglesia es de planta rectangular de una sola nave cubierta con bóveda de medio cañón, tejado a dos aguas al exterior, el presbiterio y altar mayor se cubre con cúpula también con tejado al exterior a cuatro aguas. En su flanco derecho y a la altura del presbiterio se alza la torre de planta cuadrada y capitel adornado con azulejos azules. Su fachada es simple y queda integrada en el conjunto del hospital, tiene una portada de piedra de estilo neoclásico y se remata con un frontispicio barroco. Se han añadido a nivel de la planta del coro unas ventanas de iluminación que no quedan muy acordes con el resto de la fachada.
     El hospital queda adosado al lado izquierdo de la iglesia y ha sido objeto de reformas continuadas. Conserva su tipología de patio centrado, aunque actualmente desvirtuada por el añadido de un cuerpo edificado que forma esquina con las calles Victoria y Ribera del Muelle. Modernamente se le ha añadido una planta a todo el conjunto del hospital (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

Iglesia de San José
    Lo que hoy, convenientemente rehabilitado, es un auditorio de propiedad municipal para distintos usos públicos, fue hasta no hace mucho una iglesia, comenzada a levantar en 1770 y terminada en 1794 gracias al importante gremio de los carpinteros de ribera portorrealeños.
     Con las habituales tres naves, la central de cañón, las laterales con aristas, y media naranja sobre pechinas en el crucero. Al exterior, con su notable torre campanario, coronado por cu­pulino curvo, y una fachada, primero ordenada según los cánones clásicos y, más arriba, perfilada siguiendo un trazado mixtilíneo, refleja la ambigüedad del momento, en las construcciones de la Bahía, donde conviven la norma neoclásica y la tradición popular bien interpretada por la tendencia del barroco. Las autorías sucesivas de Torcuato Cayón y de Torcuato Benjumeda justifican esta ambivalencia de estilos (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).   
     El inmueble se enclava en la manzana definida por las calles Real, Vaqueros, San José y Nueva, en el corazón del casco histórico de Puerto Real. Se trata de una muestra de arquitectura religiosa propia del neoclásico de la segunda mitad del siglo XVIII.
     El templo responde al tipo de iglesia de salón de tres naves con cúpula. La nave central se cubre con bóveda de cañón con lunetos en los que se abren huecos rectangulares rematados por arcos muy rebajados. Los tres tramos en que se divide la bóveda se separan por medio de arcos fajones sin decoración. Las naves laterales se cubren por bóvedas de arista sobre las que aparecen unas galerías abiertas a la nave central por huecos rectangulares protegidos por barandillas de redondos circulares. En el crucero se eleva una media naranja sobre pechinas adornada por ocho radios entre los que se abren huecos rematados por arcos rebajados. Esta media naranja está cubierta por una linterna octogonal. Los brazos del crucero y la cabecera, que se abren a dicho crucero por medio de arcos de medio punto, se cubren por bóvedas de cañón con lunetos invertidos.
     La decoración de las fachadas de la nave central es a base de pilastras con capiteles jónicos con guirnaldas coincidentes con los arcos fajones; sobre estas pilastras corre un friso con dentículos a lo largo de todos los frentes. La cúpula se decora con una cornisa con dentículos y anillos concéntricos.
     El exterior del templo está realizado en piedra ostionera enfoscada y encalada y presenta dos fachadas que se abren a las calles Real y Vaqueros, siendo la principal la situada en la calle Real. Esta presenta una soberbia decoración con un cuerpo de doble altura ornamentado por cuatro pilastras toscanas, dobles las dos centrales, sobre las que corre una doble cornisa con friso intermedio. Las cuatro pilastras que descansan sobre altos pedestales, definen los tres vanos simétricos con los que se compone la fachada principal. El vano central recoge la puerta principal, sin decoración alguna, que resuelve su dintel con un arco rebajado de dovelas de piedra ostionera. Los vanos laterales, idénticos, presentan unos balcones en la altura correspondiente a las galerías laterales superiores. La fachada se remata sobre la cornisa superior con un frontis en cuyo centro se abre un vano abocinado rematado con una arco muy rebajado.
     La fachada lateral es aún más sobria, organizándose a partir de siete pilastras toscanas gigantes con pedestal, de las cuales, dos de ellas, son dobles. Sobre estas pilastras vuelve a aparecer la doble cornisa con friso de la fachada principal.
     Sobre la cornisa se levanta un cuerpo que abarca dos venos y se corresponde con el crucero, que se remata por una leve moldura y presenta un hueco rectangular con arco rebajado en el centro.
     La torre tiene dos cuerpos rematados por cornisas y cubiertos por un chapitel bulboso. Sobre la cornisa que remata el cuerpo superior aparece un breve apretilado con almenas en las esquinas que terminan en pirámides de base cuadrada.
     La linterna es octogonal rematada por una cornisa sobre la que se levanta la cubierta de tejas también a ocho aguas. En cada vano vertical aparece un hueco rectangular abocinado rematado por una arco rebajado.
     La obra de la Iglesia de San José de Puerto Real se inició en 1770. Su construcción se llevó a cabo para sustituir a la antigua Ermita de San Andrés que se encontraba en estado ruinoso. La idea de erigir un nuevo templo partió de la Hermandad de San José del Gremio de los Carpinteros quien se hizo cargo de los gastos, siendo cedido el solar por el Ayuntamiento. Durante las obras de restauración de la Prioral tras el incendio que sufrió en 1936, la Iglesia de San José hizo las veces de parroquia de la villa.
     En 1992 comenzaron los trabajos de restauración del inmueble tras permanecer cerrado durante varios años para transformarlo en centro cultural para actividades del municipio, uso que se le da actualmente (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

Arquitectura Civil

    A pesar de las destrucciones sufridas por la villa en 1702 y tras 1810, el trazado urbano portorrealeño mantuvo el respeto por la traza a cordel, en damero, y jerarquizada o estructurada en función de una plaza abierta a lo que serían los muelles y, transversalmente, en dirección Este-Oeste al camino real entre Cádiz y el Puerto de Santa María. Esquema que, aunque ya experimentado en nuevas fundaciones de época medieval, es paradigma humanista del urbanismo del Renacimiento y, consecuentemente, de las ciudades de nueva planta que llevan los españoles a América. Puerto Real se adelanta, pues, no sólo a éstas sino a la granadina de Santa Fe del año 1491, planteada inicialmente como un castrum al servicio del asedio a Granada. Este carác­ter todavía hoy perceptible, imprime el carácter de la villa, especialmente en su proyección paralela a la ribera, a donde apunta la expansión urbana, conectada con vías como la del Callejón del Arco. Ello sostenido por un caserío, básicamente  del XVIII y, continuista y tradicional, del XIX, extendido en horizontal y reacio a construcciones que rebasen una o dos plantas a lo sumo, salvadas las contadas excepciones, pues de ese modo los patios interiores, a los que abren las viviendas o habitaciones, aprovechan mejor las generosas condiciones de luz y aireación. Los edificios significativos, fuesen religiosos, como los citados y los desaparecidos, fuesen de carácter civil, se funden en esa manifestación de arquitectura popular.
     Así es con su notable Mercado, obra de Torcuato Benjumeda diseñada en 1792, muestra singu­lar del funcional y racionalista estilo neoclásico, parangonable a una escala menor con el mer­cado de Cádiz, y que se ajusta a la traza urbana preexistente. De planta rectangular, con dos fachadas, plantea un rítmico tramo de arcos de medio punto sobre pilastras, todo bajo un entablamento corrido.
     Estas casas, siguiendo un esquema de arqui­tectura doméstica común a la zona de la Bahía, concentran su decoración sobre todo en las por­tadas, en ocasiones pareadas, a veces trabajadas con ostentación en piedra, lo que redunda en su monumentalidad, siguiendo trazas barrocas, clasicistas o isabelinas, según el estilo dominan­te en la época de construcción o, en el XIX, de su reforma. Los cierros también concentran el gusto por la ornamentación, tanto en su vuelo o resalte a expensas de la calle, para disponer de visión lateral y no sólo al frente, cuanto en la rejería, sobre todo de forja, con que se protegen. Los guardapolvos, terminados en remates sólidos y elaborados los convierten casi en retablos civi­les abiertos al viandante. La Casa de las Colum­nas, en la calle de San Francisco, es un ejemplo de casa burguesa de la segunda mitad del siglo XVIII, expresiva de su poder en la portada de acceso, con baquetón mixtilíneo, entablamento y flanqueo de pilastras cajeadas. En la calle Soledad, los números 39 y 41 ofrecen una vistosa doble portada. La Casa Roja, con dos plantas más de altura, cierras con elementos de fundición y mayor uso del vidrio, es ya un ejemplo ecléctico del siglo XIX. En lo que respecta a los usos públicos, además de la torre del Molino de Aceite, la Caja del Agua, en los jardines del Porvenir, con forma de ermita o de humilladero, obra de Antonio Ruiz Florindo de 1776 es quien asume la traída de aguas desde una fuente, la de la Higuera, a siete kilómetros del lugar para el abastecimiento de la población, en un proyecto en el que intervinieron desde Torcuato Cayón hasta el ingeniero militar Antonio Hurtado, es un ejem­plo de la política ilustrada del momento y de la bonanza económica. El antiguo Ayuntamiento, de finales del siglo XIX y con reformas posteriores, y el Teatro Principal, ambos con fachadas neoclásicas, más ecléctica en el caso del Teatro, son testimonios dignos igualmente de mención (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).   
Mercado de Abastos
. Se trata de un edificio de planta rectangular, de una planta con dos fachadas la del Este presenta siete esquinas de idéntica altura, con las tres centrales de mayor luz. Las cuatro de los extremos se macizan para dejar en el centro un vano adintelado y moldurado. Sobre él corre otra moldura igual, lo que determina con el arco un espacio semicircular en el que se inscribe un vano circular moldurado. El conjunto queda flanqueado por pilastras superpuestas sobre las que se voltean otros arcos semicirculares. A lo largo de la fachada corre un zócalo con resalte, y sobre arcadas, una imposta paralela. El interior se distribuye en calles transversales cubiertas por bóvedas vaídas. Está decorado por elegantes placas semicirculares y circulares características de Benjumeda diseñador del edificio (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
Teatro Principal. Ocupa un bello edificio del siglo XIX cuya estética corresponde a los teatros italianos de fines de siglo. Actualmente es el segundo teatro más antiguo de Andalucía en funcionamiento con un aforo de 568 espectadores, constituyendo uno de los centros culturales más importantes de la población y lugar donde se realizan todo tipo de actos culturales.
     En el año 1981 se realiza una restauración que trata de recuperar los valores históricos y arquitectónicos del edificio y, por otro, adecuar sus equipamientos a las nuevas necesidades del mundo del teatro. En este sentido, se abordaron una intervención en profundidad que afectó a su estructura, zonas de circulación, mobiliario, dotación escénica y de servicios, etc.
     En la sala se creó un foso de orquesta, se recuperó el muro curvo de fondo en la planta de paraíso y se introdujo una cabina de proyección. El aforo, consiguientemente, disminuyó, pasando a ser de 568 butacas (344 en patio, 100 en plateas y 124 en paraíso). En la parte trasera del escenario se organizaron espacios auxiliares, que crecieron al ampliar en altura el cuerpo del edificio original, y se conformó una nueva fachada acorde con la importancia urbana del espacio desde el que se la contempla. Actualmente sin embargo ha disminuido el aforo a 412.
     La intervención incidió además en la dotación y modernización del equipamiento teatral específico: tramoya, telones, iluminación, sonido, etc.
     Tras la rehabilitación del Teatro Principal, el Ayuntamiento de Puerto Real comienza los trámites para la expropiación forzosa de la finca colindante. Sobre la mencionada superficie que supondrá la ampliación, se construirá un sótano y plantas baja, primera, segunda, tercera y un castillete, lo que sumará una superficie total útil de 768 m².
     Esta ampliación permitirá habilitar una sala de proyecciones con uso autónomo, que tendrá entrada por el paseo Marítimo, con un vestíbulo adecuado. Las plantas superiores se destinarán a talleres y aulas para actividades culturales escénicas, la ampliación de los camerinos y otras mejoras. Asimismo, también se completará la fachada del teatro al paseo Marítimo, que será diferente a la de la calle Amargura, acorde con la mayor amplitud y en primera línea de la ciudad hacia el mar.
     En 2010 el Teatro Principal se rehabilita nuevamente en unas obras consistentes en la aplicación de las reparaciones precisas para devolver al edificio sus condiciones de puesta a punto similares a las del momento de terminación de las obras de rehabilitación en 1993 (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

Dique de Matagorda
    Inserto en las actuales instalaciones de los Astilleros de Puerto Real, desaparecidos los castillos o fuertes de San Luis y de Matagorda, el interés queda en la permanencia del antiguo dique de carenas de la factoría levantada en torno a 1880 a iniciativa de Antonio López, el Marqués de Comillas, a fin de mantener y proveer a su compa­ñía naviera. En el entorno más inmediato persisten muelles, instalaciones y edificios de la época, pues se configuró casi un poblado con sus propios servicios, así como un patrimonio industrial de considerable interés para los estudiosos de la arqueología industrial. En el Museo existente se alberga, además de un rico archivo documental, una excelente fototeca donde se condensa la historia visual de estos centenarios astilleros.
     La iglesia, una pequeña capilla formada por una exigua cruz griega en planta, con portada neorrománica y aires bizantinizantes, coronada por una cúpula gallonada sobre esbelto tambor, al interior de inspiración neomudéjar, obra del artista y académico gaditano García Cabezas, tiene la particularidad de permitir el desmontado del tambor y de la cúpula, hechos con planchas de madera y de metal, a fin de cumplir con la norma militar del momento que prohibía construcciones elevadas estables en la la línea de costa, por razones de estrategia, a no ser, consecuen­temente, las propias del ejército y la marina (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).   
       El recinto del Dique de Matagorda constituye un conjunto de excepcional interés para el patrimonio industrial andaluz, por tratarse del origen de un hito en la historia de la construcción naval en España, comparable sólo en envergadura y trascendencia con los astilleros de El Ferrol.
     Este recinto se encuentra situado en la península del Trocadero, en la Bahía de Cádiz, en terrenos que fueron originariamente de marisma y que hubieron de ser consolidados para su construcción. Las razones para la localización del dique obedecían a las ventajas del abrigo frente a los vientos atlánticos, la cercanía al canal de la bahía y la facilidad para la entrada y salida de barcos. A estas ventajas geográficas se sumaba la preexistencia de un fuerte de defensa militar en desuso, usado por la compañía Trasatlántica para almacenar carbón para su flota, fue el origen de la implantación del posterior complejo industrial.
     Se trata de un recinto industrial marcado por su evolución a lo largo del tiempo, en el que se han ido sucediendo intervenciones de diversa índole a lo largo de sus más de 130 años de existencia. En él se distinguen cuatro grandes áreas:
            1. Zona del dique de Cárdenas, antediques y dos muelles.
     El dique, obra de los ingenieros ingleses Bell y Miller, fue realizado entre 1872 y 1878. Con una eslora de 156,5 metros en la coronación y 150 metros sobre picaderos, tiene una anchura de 27,60 y 15,50 metros respectivamente. La altura del dique es de 10,13 metros en las puertas, 7,90 para la pleamar y 3,77 para la bajamar. Su orientación es aproximadamente este-oeste.
     El dique se encuentra pilotado con 2500 pilotes de manera americana, y su vaso se construye con sillares de piedra escalonados, tomados con mortero de cemento del tipo Portland en aquellos elementos que requerían mayor resistencia.
     Las puertas del dique, en su extremo oeste, originariamente se forraban de madera de teca, más planchas de cobre hasta la altura de la pleamar para evitar el efecto de la broma. El antedique queda bordeado por dos muelles, construidos en hormigón armado en la década de los 20 del siglo pasado. El muelle norte cuenta con una grúa, mientras que el sur cuenta con dos. Estas grúas, construidas con estructura metálica, se encuentran mantenidas en buen estado.
     Junto a la puerta del dique, en su costado norte, se construyó en 1878 la casa de bombas para el achique del agua. Se trataba de un edificio de 26,60 metros de largo y 11,60 de ancho, dividido en dos secciones: la más próxima al dique albergaba las bombas, mientras que en la más alejada se situaba la sala de calderas. Este conjunto ha sido reutilizado a finales el siglo XX para acoger el museo, la biblioteca y el archivo histórico del Dique, con un proyecto firmado por los arquitectos Antonio Lopera y Juan Miguel Hernández de León.
     La intervención sobre la casa de bombas ha confirmado a este edificio como núcleo central del complejo. Se accede a él a través de un paseo de la misma longitud que el dique, situado en el costado norte del mismo, poblado con una hilera de palmeras que llega, en su extremo este, a la capilla del conjunto. Junto a esta ordenación axial, un segundo paseo, de trazado oblicuo, conecta la entrada del museo con la plaza que se extiende a los pies de la nueva torre, al sur de la zona de la capilla. El ajardinamiento mínimo de este espacio, con una extensa superficie de césped, acompaña en su sobriedad a la medida intervención contemporánea.
     El conjunto de la antigua casa de bombas, en la actualidad, es un edificio con planta en forma de "L", que sitúa su lado largo, de una planta de altura y enfoscado exteriormente en color blanco, perpendicular al costado norte del dique. El lado corto de la "L", de dos plantas de altura, se acerca al borde de la bahía, dejando un espacio libre junto a la boca del dique.
     En el lado largo de la "L" se produce la entrada pública al edificio. Ésta consiste en un pórtico de una planta de altura, marcado por la presencia de una columna revestida de acero pintado en color rojo, que sostiene en la mitad de su luz a una viga construida con acero de forja, que sirve de dintel.
     A esta fachada principal se asoman los cuatro lucernarios longitudinales a dos aguas que, trazados en planta en continuidad con el sendero diagonal del parque, iluminan el espacio de la antigua sala de calderas, que alberga el espacio expositivo. A través de un corredor situado en el lado norte del edificio, se llega a la sala primera del recorrido expositivo, situada en la planta baja del lado corto de la "L" mencionada. En ella se explican los orígenes del dique y el proceso de construcción del astillero.
     La antigua sala de calderas alberga la segunda sala del museo, desarrollada en planta baja y planta sótano. En esta segunda sala se explica el proceso de diseño y construcción naval, con una destacada colección de semi-modelos en planta baja y réplicas a escala de navíos construidos por la empresa, en la planta sótano. El espacio de planta baja se ilumina a través de los lucernarios antes mencionados. Un hueco central en esta planta conecta visualmente con la planta sótano. La estructura que sostiene el forjado de madera de la planta baja es la original de la sala de calderas, con pilares y vigas de fundición.
Desde el sótano en la segunda sala se accede al espacio de la sala de bombas, tercera sala del museo, donde se mantiene la maquinaria original. A través de una escalera de fundición el recorrido conduce de nuevo a la planta baja, y desde ésta, a través de una escalera que se aproxima a la fachada, hacia la cuarta y última sala del museo, dedicada a la historia de la compañía Navantia. Este espacio, de planta cuadrada, se sitúa sobre la sala de bombas, y se ilumina cenitalmente a través de un lucernario perimetral.
     Desde el acceso a la primera sala del museo, en planta baja, arranca una escalera de grandes dimensiones que desembarca en la planta primera en un espacio iluminado por un muro de pavés. Desde este espacio se accede al archivo histórico del museo, en el que se abren huecos con vistas hacia la bahía. Desde el archivo histórico, de planta cuadrada, se accede a través de una ligera escalera metálica a la biblioteca del museo, que se localiza en un torreón de planta circular, concéntrico al cuadrado, pintado exteriormente en color azul, y rematado por un ligero sombrerete metálico.
            2. El segundo gran área del conjunto es la zona de talleres, se situada en el sector norte, constituida por un grupo de naves de diferentes características y épocas de construcción.
     Estas naves se caracterizan por el empleo de estructuras metálicas para cubrir, a dos aguas, las grandes luces requeridas por los trabajos desarrollados en su interior. Su disposición es paralela al dique, y comprende los siguientes elementos:
        - Taller de maquinaria, construido en 1891, con algunas transformaciones posteriores.
        - Antiguo taller de ajuste, construido en 1918 para ampliar el de maquinaria.
        - Almacén de equipo de soldadura, construido en 1963.
        - Antiguo taller de fundición. Construido a finales del siglo XIX, está constituido actualmente por dos edificios que formaban un solo espacio cubierto.
            3. La tercera zona del conjunto es la que tiene como núcleo la capilla y los dos edificios anexos, de escuela y asilo, en torno al jardín cerrado que preside la escultura del marqués de Comillas. Se trata de un recinto en el que se concentró la mayor carga simbólica, actuando como centro de la primitiva colonia industrial, hoy desaparecida.
     El edificio de la capilla fue construido en memoria de Antonio López, primer marqués de Comillas y fundador de la compañía Trasatlántica. El edificio, de planta de cruz griega, es un ejemplo destacado de la fantasía historicista de la arquitectura de finales del siglo XIX. Aunque pretendidamente neorrománica por la conexión ideal con la región de Cantabria, de donde procedía Antonio López, en ella se mezclan eclécticamente elementos del paleocristianismo y la arquitectura bizantina.
     La construcción de la capilla se vio sujeta a las restricciones impuestas por el sistema de defensa de la Bahía de Cádiz, que prohibía edificaciones permanentes de más de una planta de altura a fin de no interrumpir la conexión visual entre los fuertes de la zona. Por esa razón, la capilla se construye en piedra hasta el arranque de la cúpula central, que es la misma de los tímpanos de la portada y los brazos. A partir de esa altura, los elementos que se construyeron fueron de madera, en una interpretación sui generis de la norma que, sin embargo, fue consentida por las autoridades.
     En coherencia con su adscripción estilística, y de forma si cabe aún más acentuada por su condición memorial, la capilla concentra, tanto en su interior como su exterior, un programa escultórico enormemente variado. La integración de las artes decorativas, convertida en una máxima de la arquitectura del fin del siglo XIX, se muestra aquí con todas sus consecuencias. Especial mención reciben las tejas vidriadas que cubren a dos aguas los brazos de la iglesia y el ábside del altar. Con idéntica intención decorativa, el tambor de la cúpula se reviste exteriormente con piezas cerámicas vidriadas de color amarillo, que contrastan con los tonos oscuros de la estructura.
     A ambos lados de la capilla, dos edificios completan este recinto nuclear, albergando originariamente la escuela para hijos de los empleados de la compañía y el asilo benéfico. Se construyen en piedra y fábrica de ladrillo: la piedra para marcar los elementos resistentes, como esquinas y jambas de huecos, y el ladrillo, en paños que alternan niveles horizontales de piezas de ladrillo rojo y de ladrillo amarillo, en sintonía con el cromatismo de la capilla. Ambos edificios se cubren a dos aguas, y su acceso se realiza a través de puertas practicadas en sus lados largos, mirando hacia la capilla.
     Frente a la capilla, preside el espacio abierto un grupo escultórico dedicado a la figura del marqués de Comillas. Sobre una base de piedra con planta de cruz, se alzan cuatro semi-columnas de mármol rosado, con las iniciales mayúsculas de las letras "S", "B", "C" y "H" esculpidas en sus fustes, en referencia a las cuatro ciudades que marcaron la vida del marqués: Santander, Barcelona, Cádiz y La  Habana. Sobre estas semi-columnas, se colocan capiteles con alegorías relativas a cada una de estas ciudades. Rematando el conjunto, sobre un pedestal, la figura del marqués de Comillas esculpida en bronce, mirando hacia la bahía.
     Al norte de este conjunto, en una posición algo apartada, se sitúa el edificio de los antiguos comedores de la compañía.
     Se trata de una arquitectura de filiación claramente inglesa, evidenciada en detalles de la construcción en madera de su cubierta a dos aguas. Con una planta de altura, el edificio, construido en 1894 para albergar a 50 comensales, orienta su entrada principal hacia el norte, donde se encontraba la primitiva colonia industrial, formada por treinta viviendas construidas entre 1880 y 1888, aunque actualmente desaparecida.
     Anexo al costado oeste del edificio de comedores, se sitúa una pieza de arquitectura racionalista, originariamente destinada a uso administrativo, y actualmente usada como archivo de la empresa. Este edificio, de dos plantas de altura, cuenta con una interesante composición en fachada, evidenciando su retícula estructural hacia el exterior, para enmarcar en la planta primera los huecos de suelo a techo, y ofrecerles a su vez protección solar. El acceso a esta planta primera se realiza a través de una escalera exterior, construida en hormigón armado, que se enrosca caprichosamente alrededor del tronco de una palmera próxima.
     Frente a este edificio se sitúa el nuevo hito vertical del conjunto, que es una torre mirador de construcción reciente.
     Proyectada por los arquitectos Lopera y Hernández de León, se sitúa a eje del dique, en el extremo este del mismo, liberando a su alrededor un espacio abierto que facilita su contemplación. La torre, de planta cuadrada, es buen ejemplo de la influencia del rigor de la Tendenza italiana en la arquitectura de los años 80. Su materialidad, con un basamento de piedra ostionera sobre el que se alza un fuste de ladrillo visto, busca mostrar una variedad de texturas en referencia al cromatismo del conjunto de la capilla.
     Se accede a su cúspide a través de una escalera interior, de estructura metálica y peldaños de madera, desde la cual, en el ascenso, se obtienen panorámicas diversas de la factoría. Siguiendo el ejemplo tradicional de la construcción de campanarios, los huecos que se abren en cada uno de cuatro lados van aumentando su anchura, hasta abrirse generosamente en su extremo superior. Estos huecos se cierran con un entramado metálico.
     En la coronación de la torre se accede a una plataforma de estructura metálica exterior en voladizo, que sirve de mirador.
     Encima de este último nivel, se sitúa un depósito de agua, que queda oculto a través de un entramado metálico idéntico al que cierra los huecos. En este entramado se colocó originariamente un reloj, con manillas en cada una de las cuatro caras de la torre, que en la actualidad se encuentra en desuso.
            4. Zona del Castillo: se trata del un espacio ocupado por el Castillo de Matagorda, que fue reutilizado por la compañía de vapores de Antonio López como depósito de carbón. En la actualidad, los restos del fuerte se reducen a la cimentación, y son visitables como parte del recorrido del conjunto, contando con elementos destinados a su interpretación.
     El área en la que se circunscribe el bien se sitúa en el sector occidental del actual recinto de la Factoría de Astilleros Españoles, y ocupa una parcela delimitada por distintos elementos constructivos que materializan una tradición que abarca, cronológicamente, desde 1878 hasta nuestros días.
     Sus orígenes se remontan a la época del monopolio del comercio con Indias, constatándose, en esa época la existencia de gremios como los careneros, calafeteros y carpinteros de ribera, entre otros. En 1752 la aparición del arsenal de la carraca refleja una intensa actividad industrial y artesanal que, relacionada con el armamento de bajeles y galeones, acogía aproximadamente el 40% de la población activa.
     A partir de 1863, año en el que se crea la factoría de Matagorda, se consolida la tradición en la construcción de buques que sigue vigente en la actualidad.
     Durante todos estos años, hasta hace poco más de dos décadas, el mercado de trabajo de la zona ha girado en torno a los astilleros y su amplio tejido de empresas subsidiarias. a esta centralidad económica, que convertía la factoría de Matagorda, se consolida la tradición en la construcción de buques que sigue vigente en la actualidad.
     El astillero ha estado operativo durante 99 años (1878-1976) a lo largo de los cuales ha estado regentado por cuatro empresas: Vapores y Correos de Antonio López y Cía. (1878-1881), Compañía Trasatlántica (1881-1914), Sociedad Española de Construcción Naval (1914-1969), y Astilleros Españoles Sociedad Anónima (desde 1969) (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

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