Intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla", de Onda Cero

Intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla", de Onda Cero, para conmemorar los 800 años de la Torre del Oro

   Otra Experiencia con ExplicArte Sevilla :     La intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla" , presentado por Ch...

jueves, 30 de junio de 2022

La Plaza de la Corredera, en Arahal (Sevilla)

     Por Amor al Arte
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     La Plaza de la Corredera es de planta trapezoidal e irregular. Su actual estado debió conformarse bien avanzada la Edad Moderna y alcanza su definitivo aspecto coincidiendo con el desarrollo general de la población a mediados del siglo XVIII. Además, la Plaza de la Corredera se puede considerar como la Plaza Nueva del municipio de Arahal, en oposición a la Plaza Vieja, como se ha podido documentar en otros pueblos como Utrera o Marchena, que presentan la misma particularidad al conservar dos plazas de cronologías diversas.   
   Tiene dos de sus frentes muy destruidos al ser sustituidos por edificios de los años 60 y 70. Pero junto al ayuntamiento se conservan una serie de casas que han mantenido la traza original, con tres plantas y con el diseño fachada palco para actos públicos característicos de otras plazas mayores. Este modelo, que es común a otros pueblos de la Campiña, tiene aquí rasgos originales en el uso de las cornisas alabeadas, que indican la habilidad y creatividad de los alarifes locales (Turismo de la Provincia de Sevilla).  
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Un paseo por el Barrio de Bami

     Por Amor al Arte
, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el Barrio de Bami, de Sevilla, dando un paseo por él.
     El Barrio de Bami es, en el Callejero Sevillano, un barrio que se encuentra en el Distrito Sur, delimitado por las vías c/ Torcuato Luca de Tena, c/ Castillo de Baños de la Encina, plaza Doctora Álvares Silván, c/ Castillo de Cortegana, c/ Bami, c/ Dulce Chacón, avda. Manuel Siurot, glorieta Los del Río, glorieta Plus Ultra, y avda. La Palmera.
     El Barrio de Bami lo componen las vías siguientes: c/ Bami, c/ Castillo de Alanís de la Sierra, c/ Castillo de Alcalá de Guadaira, c/ Castillo de Aroche, c/ Castillo de Constantina, c/ Castillo de Cortegana, c/ Castillo de Olvera, c/ Castillo de Utrera, plaza Doctora Álvarez Silván, c/ Dulce Chacón, avda. Manuel Siurot, avda. La Palmera, c/ Rafael Salgado, y c/ Torcuato Luca de Tena.
     El Barrio, desde  el punto de vista urbanístico, y como definición, aparece perfectamente delimitada en  la  población  histórica  y en  los  sectores  urbanos donde predomina la edificación compacta o en manzana, siendo el conjunto de vías urbanas con características homogéneas, y constituye el espacio libre, de tránsito, cuya linealidad queda marcada por las fachadas de las  edificaciones  colindantes  entre  si. En  cambio, en  los  sectores  de periferia donde predomina la edificación  abierta,  constituida  por  bloques  exentos,  la  calle,  como  ámbito  lineal de relación, se pierde, y  el espacio jurídicamente público y el de carácter privado se confunden en términos físicos y planimétricos. 
     En 1948 el Banco Mercantil e Industrial compra los terrenos de la antigua Dehesa de los Cuarenta, en zona de Tabladilla, como aportación para la posesión de acciones de la empresa Bami, S.A., Inmobiliaria de Construcciones  y Terrenos. Se comienzan las edificaciones hacia 1952 con la creación de las calles Rafael Salgado y Bami. Posteriormente se levantan los bloques desde Castillo de Aroche hasta Castillo de Constantina, edificaciones de cuatro plantas con zonas intermedias de esparcimiento, siguiéndose la misma estructura en los de la acera de los pares, de Castillo de Alcalá de Guadaira. Las primeras rotulaciones del barrio son de 1952. Posteriormente, en 1966, la Sociedad Constructora propone al Ayuntamiento una serie de nombres para las nuevas calles, todas ellas nominadas por castillos de España. El Ayuntamiento acepta la proposición, pero obliga a que se trate siempre de castillos pertenecientes al antiguo Reino de Sevilla y propiedad del Ayuntamiento de la misma. El barrio de Bami nació y permanece en función de la Ciudad Sanitaria Virgen del Rocío. Su comercio se enfoca a las necesidades creadas por su población flotante y sus restaurantes funcionan en razón del centro hospitalario, apareciendo incluso un mercadillo diariamente en la zona de Torcuato Luca de Tena, de los más diversos objetos, desde juguetes a artículos de lencería. Las calles, siempre desbordadas de circulación y de vehículos aparcados, han visto incrementarse los problemas a partir de 1985 con la reordenación del tráfico en el interior de la Ciudad Sanitaria y la prohibición de aparcar dentro del recinto. También es un barrio-dormitorio para familiares y enfermos transeúntes de la Ciudad Sanitaria, con la proliferación de alquileres ilegales de habitaciones. El problema sanitario aparece desde el momento en que enfermeros y médicos deambulan por la zona vestidos con ropas supuestamente esterilizadas. A pesar de considerarse residencial carece de mercado, zonas verdes, colegios públicos y otros servicios de primera necesidad [María del Carmen Medina, en Diccionario histórico de las calles de Sevilla, 1993].
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miércoles, 29 de junio de 2022

La Iglesia de San Pedro, en Coripe (Sevilla)

     Por Amor al Arte
, déjame ExplicArte la provincia de Sevilla, déjame ExplicArte la Iglesia de San Pedro, en Coripe (Sevilla).      
     Hoy 29 de junio, la Iglesia celebra la Solemnidad de San Pedro y San Pablo, apóstoles. Simón, hijo de Jonás y hermano de Andrés, fue el primero entre los discípulos que confesó a Cristo como Hijo de Dios vivo, y por ello fue llamado Pedro. Pablo, apóstol de los gentiles, predicó a Cristo crucificado a judíos y griegos. Los dos, con la fuerza de la fe y el amor a Jesucristo, anunciaron el Evangelio en la ciudad de Roma, donde, en tiempo del emperador Nerón, ambos sufrieron el martirio: Pedro, como narra la tradición, crucificado cabeza abajo y sepultado en el Vaticano, cerca de la vía Triunfal, y Pablo, degollado y enterrado en la vía Ostiense. En este día, su triunfo es celebrado por todo el mundo con honor y veneración (s. I) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
     Y que mejor día que hoy para ExplicArte la Iglesia de San Pedro, en Coripe (Sevilla).
   La Iglesia de San Pedro, se encuentra en la plaza de San Pedro, s/n; en Coripe (Sevilla).
     Pequeño recinto de una sola nave de planta rectangular construido en 1859. La portada, muy sencilla, se sitúa a los  pies de la nave. Edificada la actual iglesia sobre el solar de otra anterior, de esta última sólo se conserva la pequeña capilla sacramental, cubierta por medio de una bóveda semiesférica sobre pechi­nas. Tanto el retablo mayor como las imágenes que en él figuran son modernas (Alfredo J. Morales, María Jesús Sanz, Juan Miguel Serrera y Enrique Valdivieso. Guía artística de Sevilla y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2004).
     Iglesia de planta única de estructura rectangular con coro, casa parroquial, capilla del Sagrario y sacristía.
     En la Capilla, en el muro del Evangelio, encontramos un retablo de la Inmaculada. En la capilla del sagrario se ubica la custodia y la imagen de la Virgen del Carmen. En el muro de la Epístola encontramos un Retablo de María Auxiliadora. En el presbiterio: baldaquino central con la imagen de San Pedro; en torno a él se ubican las imágenes de Nuestro Padre Jesús, la Virgen de los Dolores, la Virgen de Fátima y San Juan. Coro y torre campanario a los pies de la nave.
     Los materiales constructivos son: piedra, arena, cal, yeso y madera. Entre los materiales manufacturados encontramos: azulejos, baldosas, ladrillos, tejas, hierro y cristal.
     Los elementos sustentantes son muros maestros de mampostería y ladrillos.
     Los elementos sostenidos de la nave son: la cubierta a dos aguas; techumbre de vigas cuarterones y cañizo; arco apuntado que apean sobre pilastras laterales. En la capilla del Sagrario encontramos: cúpula sobre pechinas con aristas policromadas en color albero.
     Los suelos son de baldosas.
     Dos puertas de entrada, una a los pies y otra en el muro de la Epístola. La portadas de los pies es adintelada con ribetes decorados, sobre ella se ubica un óculo.
     La decoración en color amarillo albero y azulejos del chapitel; torre campanario con chapitel de agua decorado con azulejos, ubicado en el pie de la nave.
     La capilla del Sagrario tiene una cúpula sobre pechinas de gran interés. Cronológicamente es anterior a la nave (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
    La Iglesia de San Pedro, de blanca fachada y acogedor interior que data del año 1859, ha sido recientemente restaurada (1998) gracias al arzobispado de Sevilla, el Ayuntamiento de Coripe y las generosas aportaciones de sus feligreses. No obstante, aún conserva la cúpula barroca del anterior edificio y la antigua capilla del Carmen hoy convertida en sagrario.
     La iglesia es de planta única de estructura rectangular con coro, casa parroquial, capilla del sagrario y sacristía. Sede parroquial de la Hermandad y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús Nazareno, Santísimo Cristo de la Buena Muerte y María Santísima de los Dolores. En su interior destacan las imágenes de María Santísima de los Dolores, Nuestro Padre Jesús Nazareno, Virgen de Fátima, Sagrado Corazón, María Auxiliadora y el Cristo de la Buena Muerte, sin olvidar las de los dos patronos del pueblo: la Virgen de la Inmaculada y San Pedro Apóstol (Turismo de la Provincia de Sevilla).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de San Pedro, apóstol;
HISTORIA Y LEYENDA
   Pescador en Cafarnaúm, Galilea, en el lago de Genezaret, él y su hermano Andrés fueron los primeros apóstoles reclutados por Jesús.
   Su verdadero nombre era Simón. Recibió de Cristo el mote arameo Kefás (gr.: Petras), para significar que sería la piedra angular de la Iglesia. Su mote ha suplantado por completo a su nombre.
   Su vida se divide en tres períodos muy claros:
   1. Envida  de Jesús, lo acompañó, con los otros discípulos, desde el co­mienzo del ministerio galileo hasta su Prendimiento en el Huerto de los Olivos, luego, después de la Resurrección, hasta la Ascensión.
   2. Después de la desaparición de su maestro, residió en Jerusalén, donde fue encarcelado por el tetrarca Herodes Agripa.
   3. Luego habría viajado a Roma de la cual fue el primer obispo. Otra vez fue encarcelado y crucificado por orden de Nerón.
   Durante el primer período, la actividad de san Pedro estuvo estrechamente ligada a la de Jesucristo, siguió tras los pasos de éste, por decirlo así. De ahí que hayamos debido remitir a la iconografía del Nuevo Testamento todas las escenas de la Vida de Jesús donde san Pedro tiene algún papel: la Vocación y la Tradición de las llaves, el Lavatorio de los pies y la Santa Cena, el Prendimiento en el Monte de los Olivos, donde corta la oreja de Malco, la Negación, la Transfiguración  y las Apariciones de Galilea. Tampoco volveremos a tratar ciertas escenas posteriores a la Ascensión de Cristo, tales
como la Pentecostés y el Tránsito de la Virgen, donde él está, por fuerza. El apostolado y los milagros de san Pedro en Jerusalén y en Roma son los únicos hechos de su leyenda que comportan hagiografía propiamente dicha. Abandonamos por  ello el terreno de los Evangelios para abordar los dominios de los Hechos de los Apóstoles y de la Leyenda Dorada.
   Antes de abordar el estudio del culto y de la iconografía de san Pedro, es menester discernir entre la leyenda y la historia, exponiendo objetivamente las doctrinas contradictorias de los católicos y de los racionalistas, ya protestantes, ya agnósticos.
   Oigamos las dos campanas, porque si debemos creer en un viejo proverbio «Quien oye sólo una campana no oye más que un sonido».
l. La tradición católica
   La actividad de Pedro en Palestina después de la Ascensión de Jesús se ha­bría prolongado hasta el año 44. Fue entonces cuando, después de haber consumado numerosos milagros (Resurrección de Tabita, Curación de los en­fermos con su sombra), habría sido encarcelado por Herodes y liberado por un ángel.
   Según una tradición, venerable por su antigüedad, habría pasado en Roma los veintitrés últimos años de su vida, desde 44 hasta 67. Triunfó contra los sortilegios de Simón el Mago, favorito del emperador Nerón. Preso en la cár­cel Mamertina, se fugó con la complicidad de sus carceleros a quienes había convertido. Dándose a la fuga por temor a las persecuciones, en la Vía Apia se encontró con Cristo con la cruz a cuestas, a quien preguntó: Qua vadis, Domine y éste le respondió: «Voy a Roma para ser crucificado allí otra vez». Pedro, avergonzado por su cobardía, regresó entonces a Roma donde padeció el martirio al mismo tiempo que san Pablo; pero mientras a éste, que era ciudadano romano,lo decapitaron, Pedro, que sólo era un ju­dío, fue crucificado.
   Los Padres de la Iglesia enseñaban que san Pedro, que no quería  morir de la misma manera que Jesucristo, por humildad había pedido que lo crucificasen cabeza abajo. Se contaba que su cruz había sido levantada inter duas metas, es decir, entre los dos hitos del circo de Nerón. A finales de la Edad Media se creyó que se trataba de los dos hitos antiguos de Rómulo, cerca del Vaticano  (Meta Romuli), y Cestio, en la puerta de San Pablo. Se buscó un sitio intermedio entre estos dos puntos de referencia, y fue así como el martirio se localizó sobre el Janículo, en el lugar donde se levanta la iglesia de San Pietro in Montorio. La disputa entre el Janículo y el Vaticano aún continúa abierta.
   A falta de testimonios que sirvan de prueba de la llegada de san Pedro a Roma, la fecha de ésta y la duración de su estadía, así como acerca del lugar en que se realizó su crufixión, los defensores de la tradición católica  recurrieron a dos argumentos indirectos: el silencio de las iglesias rivales de Oriente (Palestina o Siria) que nunca reivindicaron las reliquias del Príncipe de los apóstoles y la edificación de la Basílica Constantiniana a orillas del Tíber, sobre la colina del Vaticano.
   1. Si san Pedro estaba muerto y había sido sepultado en Jerusalén, las Iglesias orientales nunca habrían dejado de invocarlo para apoyar sus pretensiones al primado en la Iglesia cristiana. Ahora bien, nunca se produjo ninguna rei­vindicación de ese género.
   2. ¿Se habrían atrevido a construir la Basílica Constantiniana sobre el em­plazamiento de un cementerio, profanando una multitud de tumbas no sólo paganas sino también cristianas si no hubiesen  estado persuadidos de que allí se encontraba la tumba de san Pedro?Esta suposición parece también más inverosímil por cuanto la naturaleza del terreno arcilloso, sobre la ladera de una colina, impuso enormes trabajos de nivelación; se necesitaban poderosas razones para emprenderlos.
   Después de las excavaciones dirigidas por Enrico Josi bajo las grutas del Vaticano, estos argumentos fueron esgrimidos en numerosas oportunidades por G. Carcopino. Según sus propios términos, «las investigaciones de los arqueólogos han confirmado la tradición y puesto fin a las polémicas de los eruditos.  A partir de ahora queda probado que san Pedro fue inhumado  en el Vaticano. Las reliquias del Príncipe de los apóstoles habrían sido trasladadas hacia 258 ad Catacumbas, sobre la Via Apia, pero de vueltas por Constantino al Vaticano en 336».
2. La tesis protestante y racionalista
   La crítica racionalista cuestiona el valor de estos argumentos y la base en que se fundan estas tradiciones.
   Pretende que no se ha probado que san Pedro haya estado en Roma, y que en cualquier caso, la tradición acerca de su cuarto de siglo de episcopado ro­mano no reposa en fundamento histórico alguno.
   El silencio de las Iglesias de Oriente sin duda resulta impresionante, pero el argumentum e silentio del cual se ha abusado con frecuencia, a lo sumo no cons­tituye más que una presunción.
   La verdad es que ningún texto contemporáneo digno de fe menciona   el viaje de san Pedro a Roma. Los Hechos de los Apóstoles (12: 17) nos in­forman, simplemente, que después de haber dejado la prisión de Herodes, Pedro salió, yéndose a otro lugar, sin aclarar cual fuese. Aunque un proverbio
dice que «todos los caminos conducen a Roma» es de desear una información más precisa. Dicho silencio es tanto más sorprendente por cuanto el autor insiste con abundancia (capítulos 27 y 28) en las peripecias del viaje de Pablo a Roma.
   La creencia en que Pedro pasó a orillas del Tíber los últimos años de su vida sólo aparece en los escritos de Ireneo y Tertuliano.
   Y hasta los católicos admiten que las fábulas populares de origen romano no pueden considerarse como pruebas.
   El arqueólogo pontificio Enrico Josi no vacila en calificar él mismo de «leyendas», el encarcelamiento de san Pedro en la cárcel Mamertina, donde habría bautizado a sus carceleros, el duelo con Simón el Mago en presencia del emperador Nerón y el diálogo con Jesucristo con la cruz a cuestas en la Vía Apia (Quo vadis).
   Estos relatos dramáticos o poéticos apuntan a acreditar la apostolicidad de la fundación de la Santa Sede, que no lo está más que la de una multitud de sedes episcopales donde no se vaciló en antidatar la fundación, a veces en muchos siglos, con el objeto de aumentar su prestigio y justificar su primado.
Hasta el mismo hecho de la crucifixión del Príncipe de los apóstoles es dudoso. Se trataría de una falsa interpretación de las palabras: «Extenderás tus manos».
   En cuanto a su localización  en el Janículo, no fue imaginada antes del siglo XV, cuando los franciscanos de Roma quisieron justificar las pretensiones de su iglesia de San Pietro in Montorio, patrocinada por los reyes de España. El teólogo protestante Cullmann consiente en admitir la historicidad de una tardía residencia de san Pedro en Roma. Según dicho autor, el apóstol habría abandonado Jerusalén en 44, dejando al apóstol Santiago como suce­sor y jefe de la comunidad cristiana, para contentarse, como san Pablo, con el papel de misionero. Pero jamás habría ejercido funciones episcopales en la capital de los césares, de manera que los papas no pueden pretenderse sucesores suyos.
   De hecho, san Pedro nunca fue representado con el báculo, atributo episcopal por excelencia.
   Acerca de la duración de su estadía en Roma, reina la misma incertidumbre. En su Dictionnaire d'Archeologie chrétienne, el erudito benedictino Dom Henri Le clerq, admite que si la estadía de san Pedro en Roma es a sus ojos un hecho cierto «suduración no lo es».
   La fecha de su crucifixión sigue siendo problemática, o más bien, puede presumirse que se la hizo coincidir artificialmente con la decapitación de san Pablo, para asociar en la muerte a los dos Príncipes de los apóstoles. Las fechas propuestas son muy variables: 55, 58, 64, 67, tanto como decir que no se sabe nada.
   Si en la Roma del siglo IV se creía que las reliquias de san Pedro habían sido devueltas al Vaticano, sólo se trata de una tradición.
   A falta de textos habría podido esperarse que la arqueología nos deparase la solución del enigma. Desgraciadamente, las excavaciones dirigidas en 1939 y 1949 por Enrico Josi, director del Museo de Letrán y realizadas en el cementerio cristiano sobre el que se edificó la basílica de San Pedro no arrojó los resultados que se esperaban.
   No pusieron a la luz la tumba primitiva del Príncipe de los apóstoles, que se supone destruida por los vándalos. El papa Gregorio Magno la habría reemplazado en el siglo VI por un trofeo cenotafio o memorial: simple monumento conmemorativo que no contiene reliquias.
   Los resultados de las excavaciones vaticanas fueron cuestionados por Charles Delvoye (Latomus, 1954), Amable Audin (Byzantion, 1954), quien concluye que el memorial de san Pedro habría abrigado su púlpito y no su tumba.
   Si el papa Pío XII hubiera estado convencido que los huesos del Príncipe de los apóstoles habían sido inhumados  efectivamente en las criptas de la basílica vaticana ¿no se habría apresurado a proclamar Urbi et Orbi esta feliz nue­va?¿Si no lo hizo no fue porque su conciencia escrupulosa se lo prohibió? Para no decepcionar la esperanza de los peregrinos debió contentarse con decretar al fin del Jubileo del Año Santo de 1950, el dogma de la Asunción de la Santísima Virgen, en vez de promover la unión tan deseable de las iglesias cristianas, y aún a riesgo de profundizar las diferencias entre protestantes y católicos.
   En suma, ni las investigaciones arqueológicas ni los textos nos permiten hasta el presente poner fin a un debate que siempre permanece abierto, y agregar así a las afirmaciones de la fe las certezas de la ciencia.
CULTO
   Considerado muy pronto como «el Moisés de la Nueva Ley», san Pedro no es sólo un santo palestino, sino el santo universal por excelencia.
   Además, si en su condición de fundador del papado es el principal personaje de la Iglesia oficial, al mismo tiempo, a título de portero del Paraíso, es un santo eminentemente popular.
Fiestas
   Esta popularidad está probada por el número de sus fiestas que, excepcionalmente, son tres.
   l. Su natalicio, es decir, el aniversario de su muerte, que se celebra el 29 de junio.
   2. La fiesta de San Pedro ad Víncula (Petri Kettenfeier) ,que conmemora su liberación de la prisión,  y se celebra el 1 de agosto.
   3. Finalmente, la fiesta de la Cátedra de san Pedro Apóstol (Cathedra Petri, Petri Stuhlfeier), que conmemora su primado, y que fue fijada el 22 de febrero.
Reliquias
   Roma posee las más preciosas reliquias del Príncipe de los apóstoles: sus llaves (claves), sus cadenas (vincula) y su púlpito (cathedra); pero se trata de reliquias indirectas y no corporales.
   El púlpito que Bernini introdujo en un relicario de suntuosa ejecución barroca se conserva en la basílica de San Pedro, reconstruida en el siglo XVI por Bramante y Miguel Ángel.
   Las cadenas, cuyos eslabones proceden de la cárcel de Jerusalén y de la cárcel Mamertina de Roma y que se habrían soldado milagrosamente, se veneran en la basílica de San Pietro in Vincoli. Una tercera iglesia, San Pietro in Montorio, sobre el Janículo, señalaría el lugar de su martirio.
   Su báculo milagroso, también embutido en una montura (Petrus stabhülle), se conserva en Alemania, en la catedral de Limburg del Lahn. En Venecia, en la iglesia del Redentor, se mostraba el cuchillo que usó el apóstol para cor­tar la oreja de Malco.
Lugares de culto
   En Pavía, Lombardía, debe mencionarse la iglesia romana de San Pietro in Ciel d'Oro, cuyó ábside, como el de la iglesia de la Daurade, en Toulouse, estaba cubierto de mosaicos de esmalte dorado.
   Además de protector de Roma y de Pavía, a san Pedro también se lo consideraba el de Milán, Lucca, Ancona, Orvieto, Nápoles, Calabria y Sicilia. En 1140 el rey Rogerio II de Sicilia, de origen normando, puso bajo su advo­cación la Capilla Palatina de Palermo.
    Francia tiene numerosas iglesias puestas bajo la advocación de san Pedro. Su culto fue difundido por la orden de Cluny, cuya casa matriz, y casi todos los prioratos, comenzando por el de Moissac, estaban consagrados al Príncipe de los apóstoles, primer representante del papado al cual la orden respondía  directamente, por derecho de exención.
   Entre las catedrales góticas que llevan su nombre, basta recordar las de Beauvais, Troyes, Lisieux, Nantes, Poitiers, Angulema y Montpellier. Entre las iglesias abaciales o parroquiales, cabe citar, en París, la antigua capilla de Saint Pierre aux boeufs (Capella Sanct Petri de bobus), cuya  portada decoraba la fachada de la actual Saint Severin; en Sens, la de Saint Pierre le Vif (invko); en Estrasburgo, la de Saint Pierre le Vieux y Saint Pierre le Jeune; en l'ours, la de Saint Pierre le Puellier (Monasterium S.Petri  puellarum) y Saint Pierre des Corps; en Toulouse, la de Saint Pierre des Cuisines; en Normandía, Caen y Jumieges, en las regiones de Poitou, Saintonge, Airvault, Chauvigny y Aulnay. Además, numerosas localidades se bautizaron Dompierre o Dampierre. En España, mencionemos las de San Pedro de las Puellas, en Barcelona y San Pedro el Viejo en Huesca, Aragón.
   En Suiza, la catedral de Ginebra, convertida en el santuario principal  de la Roma protestante, estaba bajo la advocación de San Pierre es Liens (ad Vincula; cast.: encadenado, encarcelado).
   En los Países Bajos, san Pedro era particularmente venerado en Lovaina, Bélgica y Maastricht,  Holanda.
   Antes de la Reforma Inglaterra no era menos devota, a juzgar por la advocación de la abadía de Westminster, y las de las catedrales de Norwich, Exxeter y Peterborough.
   Para acabar con una nomenclatura, muy incompleta ciertamente, mencionemos la célebre abadía de San Pedro de Salzburgo, en Austria, y la Peterkirche de Munich, en Baviera.
Patronazgos de corporaciones
   La popularidad del pescador de Cafarnaúm, convertido en el primero de los papas de Roma, además está probada por el gran número de corporaciones y gremios que reivindican su patronazgo: los pescadores,  pescaderos. co­merciantes de pescado, fabricantes de redes -en conmemoración de la Pesca milagrosa- albañiles -a causa del nombre del primer papa, que es la piedra viviente sobre la cual Cristo ha edificado la Iglesia; los herreros y doradores de metales, a causa de las cadenas de las cuales fue liberado; los cosechadores y cesteros porque se sirven de ligaduras; los cerrajeros, al igual que los re­lojeros quienes formaban parte de la misma corporación, porque san Pedro posee la llave del Paraíso.
   No se lo apreciaba menos como santo curador. Se lo invocaba contra la fiebre, los ataques de locura, las picaduras de serpiente. Para curar la rabia, enfer­medad contra  la cual se lo consideraba idóneo porque pusiera en fuga a los perros que lanzara contra él Simón el Mago, se aplicaba, tanto a hombres como a animales, un hierro calentado que se llamaba «llave de san Pedro».
ICONOGRAFÍA
   La iconografía del Príncipe de los apóstoles (Iconografía petriana) es de tal riqueza  que desafía todo intento de enumeración.
l. Figuras
Tipo iconográfico, vestiduras y atributos
l. Tipo.
   San Pedro se caracteriza no sólo por sus atributos sino por su tipo físico que es fácilmente reconocible.
   El arte oriental le atribuyó una cabellera rizada. En Occidente, por el contrario, se lo representa calvo, con sólo un mechón de pelo sobre la frente. La tonsura recuerda que fue el primero de los sacerdotes cristianos.
   Se contaba que los judíos de Antioquía le habían tonsurado la cabeza para escarnecerlo. Tal sería el origen de la tonsura clerical, convertida en un signo de honor, porque según los simbolistas evoca la corona de espinas de Jesucristo. Esta clase de tonsura se denomina tonsura scotica porque fue pues­ta de moda entre los clérigos por los misioneros irlandeses.
   La barba rizada de san Pedro siempre es corta.
2. Vestiduras
   Su indumentaria es muy diferente, según que esté representado como após­tol o como papa.
   En el arte cristiano primitivo, como todos los apóstoles, lleva la toga anti­gua, la cabeza descubierta y los pies descalzos.
   En la Edad Media su indumentaria era la de los papas, sus sucesores. Viste el palio, y a partir del siglo X, está tocado con la tiara cónica o la triple corona (triregnum). Estos ornamentos pontificios se convirtieron en la regla en el siglo XV: «San Pedro estará vestido de papa», se lee en un contrato acor­dado con un pintor en 1452.
ATRIBUTOS
   Los atributos de san Pedro son excepcionalmente numerosos, y los lleva, ya él mismo, ya los ángeles que lo acompañan; unos le caracterizan como após­tol, otros como papa.
l. El más antiguo y difundido es la llave (clavis), que aparece por primera vez en un mosaico de mediados del siglo V, y que desde entonces se convirtió en su atributo constante. Pedro siempre es clavígero (Petrus claviger coeli).
   A veces la llave es única, pero generalmente hay dos ,una de oro y otra de plata, llaves del cielo y de la tierra que sim­bolizan el poder  de atar y desatar, de absolver y de excomulgar, que Cristo concediera al Príncipe de los apóstoles (Tibi daba claves regni coelorum). Dichas llaves están juntas porque el poder de abrir y el de cerrar es uno solo.
   A causa del pasaje del Evangelio de Mateo acerca de la «Tradición de las llaves», san Pedro, en la creencia popular, se convirtió en el portero del Paraíso (jnnitor Coeli).
   Cuando el número de llaves es tres, simbolizan el triple poder de san Pedro sobre el cielo, la tierra y el infierno.
2. La barca alude a su primer oficio, pescador, y la pequeña barca de remos, es símbolo de la Iglesia.
3. El pez tiene el mismo significado, salvo que caracteriza no sólo al pescador de peces, sino también al pescador de hombres (Menschertfischer).
4. El gallo posado sobre una columna es el emblema de la negación y de su arrepentimiento. Dicho atributo, muy tardío, se difundió con el arte barro­co del siglo XVIII.
5. Las cadenas recuerdan sus «cárceles», su triple encarcelamiento, en Antioquía, Jerusalén y Roma. La cadena partida simboliza su liberación por un ángel.
6. La cruz invertida evoca su crucifixión cabeza abajo.
7. La cruz de triple crucero, uno más que la de los arzobispos, es la insignia de la dignidad papal.
   A  estos numerosos atributos puede sumarse la imagen de Simón el Mago, padre de los simoníacos, quien le ofreciera dinero para adquirir el don del Espíritu Santo, ya quien el apóstol pisotea. A veces, aunque es muy infre­cuente, derriba al emperador Nerón (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
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El Panel cerámico "Santo Papa", anónimo, en el Vestíbulo del Museo de Bellas Artes

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, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el panel cerámico "Santo Papa", anónimo, en el Vestíbulo, del Museo de Bellas Artes, de Sevilla
     Hoy 29 de junio, la Iglesia celebra la Solemnidad de San Pedro y San Pablo, apóstoles. Simón, hijo de Jonás y hermano de Andrés, fue el primero entre los discípulos que confesó a Cristo como Hijo de Dios vivo, y por ello fue llamado Pedro. Pablo, apóstol de los gentiles, predicó a Cristo crucificado a judíos y griegos. Los dos, con la fuerza de la fe y el amor a Jesucristo, anunciaron el Evangelio en la ciudad de Roma, donde, en tiempo del emperador Nerón, ambos sufrieron el martirio: Pedro, como narra la tradición, crucificado cabeza abajo y sepultado en el Vaticano, cerca de la vía Triunfal, y Pablo, degollado y enterrado en la vía Ostiense. En este día, su triunfo es celebrado por todo el mundo con honor y veneración (s. I) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
     Y que mejor día que hoy para ExplicArte el panel cerámico "Santo Papa", anónimo en el Vestíbulo del Museo de Bellas Artes, de Sevilla, puesto que la Iglesia Católica instituyo el 29 de junio como el Día del Papa, que se celebra hoy. Así conmemora las muertes de Pedro, considerado el primer pontífice, y del apóstol Pablo.
   El Museo de Bellas Artes (antiguo Convento de la Merced Calzada) [nº 15 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 59 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la Plaza del Museo, 9; en el Barrio del Museo, del Distrito Casco Antiguo.
  En el Vestíbulo del Museo de Bellas Artes podemos contemplar el panel cerámico "Santo Papa", anónimo, siendo un azulejo plano policromado en estilo barroco, realizado hacia 1670, con unas medidas de 13'00 x 13'00 cms, cada pieza (1'04 x 2'34 m. el total del panel), procedente de la fachada de la Iglesia del Convento de Nuestra Señora del Pópulo de Agustinos Descalzos, Sevilla, en el siglo XX.
   Este fragmento de un grabado de Tortolero (1738) que reproduce la Entrada en Sevilla de Felipe V, nos permite integrar virtualmente los paneles de la fachada del extinguido convento de Nuestra Señora del Pópulo en su ubicación primitiva. El convento agustino edificó su iglesia en la segunda mitad del siglo XVII. Este conjunto de fachada, como otros contemporáneos, es obra anónima de gran calidad técnica y artística realizada probablemente por pintores que hacen incursiones esporádicas en la cerámica más que por artesanos azulejeros (web Retablo Cerámico).
   El impetuoso desarrollo de la pintura sevillana de caballete de tema religioso durante el siglo XVII unido a la afianzada tradición cerámica existente en la ciudad tras las experiencias enriquecedoras del siglo anterior, dan lugar a un incremento inusitado de los paneles de azulejos concebidos como cuadros aislados y destinados a ser colocados en el exterior de los edificios, visibles desde los espacios públicos que quedan de ese modo sacralizados.
   Este fenómeno de iconografía devocional que ya en el siglo XVI había tenido manifestaciones diversas en paneles sobre portadas, espadañas o torres, experimenta un auge durante la segunda mitad del siglo XVII dando lugar a la realización no sólo de cuadros aislados sino también de conjuntos de paneles organizados que materializan la parte icónica de lo que frecuentemente se ha llamado la fachada-retablo -en este caso retablo pictórico- tan característica del barroco español e hispano-americano.
   De los tres conjuntos más espectaculares: la fachada de la iglesia del hospital de la Santa Caridad, la del convento de San Francisco de Paula y la del de Nuestra Señora del Pópulo, el último de ellos, tal vez el de mejor calidad pictórica, fue desmontado al demolerse el edificio en este siglo y trasladado por fortuna al Museo de Bellas Artes donde hoy podemos contemplar por separado sus paneles. El conjunto de la fachada de la iglesia del Hospital de la Caridad, el más conocido de los tres, es el único realizado en azul sobre fondo blanco. El de San Francisco de Paula es polícromo pero ligeramente inferior en su calidad pictórica al del Pópulo que de esa forma se convierte en un grupo de paneles de especial valor con la única limitación de su desvinculación del contexto original.
   Esta tradición de los paneles pictóricos se prolonga en el siglo XVIII. El estilo se hace menos culto y la calidad técnica a veces desciende pero el fenómeno se divulga y a él acceden capas sociales medias antes marginadas como clientes de este tipo de pintura. Un caso de ex­cepcional calidad lo constituye el panel de Cristo camino del Calvario del vestíbulo del Museo.
   Un fragmento de un grabado de Tortolero (1738) que reproduce la Entrada en Sevilla de Felipe V, nos permite integrar virtualmente los paneles de la fachada del extinguido convento de Nuestra Señora del Pópulo -hoy fuera de su contexto original- en su ubicación primitiva. El convento agustino edificó su iglesia en la segunda mitad del siglo XVII. Este conjunto de fachada, como otros contemporáneos, es obra anónima de gran calidad técnica y artística realizada probablemente por pintores que hacen incursiones esporádicas en la cerámica más que por artesanos azulejeros (Alfonso Pleguezuelo Hernández, Cerámica, en El Museo de Bellas Artes de Sevilla, Tomo I. Ed. Gever, Sevilla, 1991).
Conozcamos mejor la Celebración del Día del Papa;  
   El día 29 de junio, solemnidad de San Pedro y San Pablo, celebramos el Día del Papa y la colecta llamada desde los primeros siglos Óbolo de San Pedro.
     En esta Jornada del Papa estamos invitados, de manera especial, a meditar en el ministerio del Sucesor de Pedro, el Papa Benedicto XVI, a orar por él y a contribuir con nuestras limosnas y donativos a su misión evangelizadora y de caridad. 
     El Romano Pontífice, como Sucesor de Pedro, es el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad así de los obispos como de la multitud de los fieles. Es Pastor de toda la Iglesia y tiene potestad plena, suprema y universal. Es el Vicario de Cristo.  
   Ya en la primera hora de la Iglesia, cuando Pedro estaba en la cárcel, toda la comunidad oraba insistentemente a Dios por él (cfr. Hc 12, 59). Hoy toda la Iglesia tiene el deber de orar por el Papa Benedicto XVI. Cuando oramos por el Sucesor de Pedro, que “preside la caridad de todas las Iglesias”, como afirmó San Ignacio de Antioquia, pedimos que la Iglesia se mantenga fiel a su magisterio, para que, como los primeros cristianos, vivamos como hermanos arraigados firmemente en el amor y en la caridad. 
     Junto con la oración y el agradecimiento, esta Jornada es una llamada a colaborar con nuestras limosnas y donativos a la colecta especial. A través de ella ayudamos al Papa para que pueda realizar su misión a favor de la Iglesia Universal y de los más pobres de la tierra. 
     Desde esta carta pastoral doy las gracias a todos los fieles y pido un año más la generosa y amplia colaboración económica de todos los diocesanos, para que el Santo Padre pueda cumplir su ministerio. Que el Señor os lo premie y que vuestro comportamiento exprese el cariño, la obediencia y el amor que sentís por el Papa (Mons. Vicente Jiménez Zamora, Obispo de Santander, en Aciprensa).
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martes, 28 de junio de 2022

La Hacienda de Majalcófar, en Almensilla (Sevilla)

     Por Amor al Arte
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     La Hacienda de Majalcófar se encuentra en la carretera Almensilla – Bollullos de la Mitación SE-646 (Salida de Almensilla); en Almensilla (Sevilla)
     Por su nombre, se piensa que la Hacienda de Majalcofar fue, primitivamente, una alquería musulmana. Este punto toma más fuerza si tenemos en cuenta que, en sus inicios, Almensilla fue una alquería bajo la propiedad del poderoso Serra-Al-Mensi. Se trata de una hacienda de planta rectangular que parece haber sido reconstruida totalmente en el siglo XIX, con un estilo neoclásico. 
     El señorío presenta su fachada exterior a la carretera que conecta las localidades de Bollullos de la Mitación y Almensilla, y su fachada interior a un patio de forma cuadrangular, en el que se conservan restos de lo que fue un antiguo molino de viga. Detrás queda otro patio de labor, en el que se destaca su entrada lateral, a la que dan las demás dependencias agrícolas de la finca.
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La pintura "Carro del Pregón de la Máscara", de Domingo Martínez, en la sala XI del Museo de Bellas Artes

     Por Amor al Arte
, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la pintura "Carro del Pregón de la Máscara", de Domingo Martínez, en la sala XI del Museo de Bellas Artes.      
   Hoy, 28 de junio, es el aniversario (28 de junio de 1747) de la exaltación al trono de Fernando VI y Bárbara de Braganza, como reyes de España, acontecimiento festejado en la celebración representada en la pintura reseñada, así que hoy es el mejor día para ExplicArte la pintura "Carro del Pregón de la Máscara", de Domingo Martínez, en la sala XI del Museo de Bellas Artes, de Sevilla.
   El Museo de Bellas Artes, antiguo Convento de la Merced Calzada [nº 15 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 59 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la Plaza del Museo, 9; en el Barrio del Museo, del Distrito Casco Antiguo.
    En la sala XI del Museo de Bellas Artes podemos contemplar la pintura "Carro del Pregón de la Máscara", de Domingo Martínez (1688-1749), siendo un óleo sobre lienzo en estilo barroco de la escuela sevillana, realizado hacia 1748-49, con unas medidas de 1,35 x 2,92 m., y procedente de la Real Fábrica de Tabacos, de Sevilla, mediante la donación del Estado, en 1896.
     Este lienzo representa el carro que salió el miércoles 30 de noviembre de 1746 de las Reales Fábricas de Tabaco, situadas entonces en la casa de los caballeros Tavera en la calle San Marcos. Fue el "Carro del Pregón" de las Máscaras, que los individuos de la fábrica de Tabacos celebraron en Sevilla por la exaltación al trono de S.M. Fernando VI y Bárbara de Braganza, el día 28 de junio de 1747.
     El carro está dedicado a Mercurio, embajador de los dioses. Abre la comitiva una escuadra del regimiento de cuantiosos, seguidos de clarineros, timbales, tambores y pífanos. Tras ellos, a caballo, van un escribano y el pregonero, vestidos de pipas de yeso y cajas de tabaco. Tras ellos va un alcalde mayor acompañado de catorce ministros de justicia a caballo. Tras ellos, el carro, tirado por seis caballos que llevaban las armas reales bordadas en oro en sus mantas, dirigidos por dos cocheros vestidos a la húngara. En las ruedas del carro de marítimas olas con sirenas que tocan instrumentos y cantan. Sobre las ruedas, va una hermosa urna con una galería de arcos y barandas doradas con relieves de flores, frutas y medallones, en la que viajaban doce músicos con trajes turcos y turbantes, cuyos instrumentos hacen sonar armoniosas composiciones. Tras el carro, entre cincuenta jefes y dependientes de la fábrica de tabacos, va el diputado D. José Antonio Losada y Prada portando el pendón con las armas reales, en el que se lee: "Viva Fernando VI".
     Como fondo del cuadro vemos la puerta principal de la catedral aun sin terminar, el Sagrario, la torre de San Miguel y el arco que la unía con el colegio de los seises. También podemos ver la estatua del ángel que coronaba el cimborrio de la capilla de San Clemente. 
     Pertenece a una serie formada por ocho grandes lienzos de igual tamaño que representan los carros triunfales que desfilaron en Sevilla en la Máscara que los obreros de la Real Fábrica de Tabacos de esta ciudad celebraron con motivo de la exaltación al trono de SS.MM. Don Fernando VI y Bárbara de Braganza, en 1747.
     Los cuadros se pueden fechar entre 1748 y 1749 aproximadamente y fueron pintados para ilustrar el libro que sobre esta fiesta de la máscara escribió D. Ramón Cansino Casafonda en 1748, siendo costeados tanto los cuadros como sus marcos y el citado libro a expensas de D. José Antonio de Losada, director entonces de la Fábrica de Tabacos.
     La autoría de la serie no está documentada y tradicionalmente se venía atribuyendo a Juan de Espinal, hasta que Sánchez Pineda estableció la de Domingo Martínez actualmente aceptada (web oficial del Museo de Bellas Artes de Sevilla).   
     Fue este artista la personalidad dominante dentro del panorama de la pintura sevillana en la primera mitad del siglo XVIII, merced a su estilo amable y elegante de fondo y forma. Había nacido en Sevilla en 1688 y se formó con Juan Antonio Osorio y Lucas Valdés. De sus características personales sabemos que fue hombre de buen temperamento y de agudo talento, virtudes que le permitieron tener permanente trabajo y abundante clientela a lo largo de toda su vida, que fue tranquila y holgada.
     En la definición de su estilo pictórico se advierte primero una buena asimilación del espíritu artístico de Murillo y posteriormente una intuitiva adaptación a su estilo de la estética de la pintura francesa de su época, que pudo asimilar durante la estancia de la corte de Felipe V en Sevilla entre 1729 y 1733. En estos años trató a los pintores franceses que acompañaban al rey especialmente a Jean Ranc, con el que intimó notablemente hasta el punto que éste le propuso integrarse como pintor del Rey cuanto la corte retornó a Madrid. Martínez rehusó tal proposición, permaneciendo en Sevilla el resto de su vida, que se prolongó hasta 1749, año en el que falleció.
     Uno de los conjuntos decorativos más interesantes realizados en España en el siglo XVIII lo constituyen sin duda las ocho pinturas que representan los carros alegóricos que desfilaron por las calles de Sevilla en 1747 con motivo de la exaltación al trono de España de Fernando VI y Bárbara de Braganza. Estos carros y las numerosas comparsas que los acompañaban participaron en una mascarada que patrocinó la Real Fábrica de Tabacos sevillana. Su paso por las calles de la ciudad constituyó un desbordante éxito de público, por lo que para dejar testimonio de tan particular acontecimiento se decidió imprimir un libro donde todo el festejo se describió de forma pormenorizada y exacta y también se encargó la realización de un conjunto de seis pinturas que perpetuasen tan excepcional acontecimiento. 
     En efecto, en 1748 se publicó dicho libro, cuyo texto fue realizado por Ramón Casino Casafonda, quien alude sin mencionar a su autor a la ejecución de las pinturas que quedaron en propiedad de la Fábrica de Tabacos. La autoría de Domingo Martínez de estas pinturas es evidente, aunque hay que señalar que, dada la premura de tiempo con que se efectuó el encargo, debió de intervenir como ayudante de ellas Andrés Rubira, quien fue frecuente colaborador de Martínez.
     Los carros desfilaron siguiendo un orden muy preciso, figurando en primer lugar el denominado carro del pregón de la máscara, que iba acompañado de un séquito de funcionarios de la Real Fábrica de Tabacos, al frente de los cuales marchaba Don José Antonio de Losada, director de esta Institución. En segundo lugar figuraba el carro de la común alegría dedicado a Baco y Pan. Tercero era el carro del fuego, presidido por Vulcano y el cuarto el carro del aire, con Eolo a su frente. 
     En quinto lugar iba el carro del agua con Neptuno, seguido por el sexto carro dedicado a la tierra, presidido por la diosa Ceres. El séptimo lugar estaba ocupado por el carro homenaje de Apolo y las tres nobles artes a los nuevos monarcas, mientras que en último lugar se describía la entrega de los retratos de los nuevos monarcas al Ayuntamiento (Enrique Valdivieso González, Pintura, en Museo de Bellas Artes de Sevilla, Tomo II. Ed. Gever, Sevilla, 1991).
Conozcamos mejor la Biografía de Domingo Martínez, autor de la obra reseñada;
     Domingo Martínez, (Sevilla, 1688 – 1749). Pintor.
     Fue este artista la personalidad dominante dentro del ámbito de la pintura sevillana a lo largo de la primera mitad del siglo XVIII; fueron sus maestros Lucas Valdés y Juan Antonio Osorio. Las escasas noticias biográficas que de él se poseen lo presentan como hombre de buen temperamento, ingenioso y emprendedor al tiempo que culto y estudioso, poseedor de una amplia biblioteca. Tuvo numerosos discípulos, entre los que sobresalieron Juan de Espinal, Andrés de Rubira y Pedro Tortolero.
     La labor pictórica de Martínez le revela como uno de los mejores pintores hispanos en la época en que le correspondió vivir, circunstancia que le fue reconocida en su propia existencia. En efecto, en 1733 cuando la Corte de Felipe V e Isabel de Farnesio dio por concluida en Sevilla una estancia que se había iniciado en 1729, Martínez fue invitado a viajar a Madrid para trabajar allí como pintor real. Esta propuesta debió de estar motivada por la estrecha amistad que Martínez mantuvo en Sevilla con el pintor francés Jean Ranc, quien debió de realizarle la oferta de trabajar en Madrid. Sin embargo, el artista sevillano declinó esta proposición y optó por continuar su actividad artística en su ciudad natal.
     El estilo artístico de Domingo Martínez presenta características perfectamente definidas y en ellas se constata en primer lugar una base fundamental que se apoya en la pervivencia en él del influjo de Murillo, que es general en todos los pintores sevillanos activos en el primer cuarto del siglo XVIII. En segundo lugar, Martínez, a partir de 1729, fue receptivo a los efluvios estilísticos que emanan de la pintura francesa con la cual conectó durante los años en que la Corte residió en Sevilla; su amistad con Ranc, con quien convivió estrechamente durante cinco años, fue fundamental en este sentido. Finalmente, en la época postrera de su vida, a partir de 1745, Martínez asimiló en su arte referencias estilísticas procedentes del estilo Rococó, que en aquellos momentos comenzaba a difundirse por España.
     Como artista prolífico que fue, se advierte en la producción de Domingo Martínez una gran diferencia entre las pinturas realizadas por él personalmente y las que ejecutó contando con la colaboración de los discípulos y ayudantes que trabajaban en su obrador. 
   En las creaciones efectuadas mayoritariamente por él mismo se constata una gran facilidad compositiva, un dibujo fácil y virtuoso y un marcado dominio del color, estando todos estos factores puestos al servicio de un arte amable, vistoso y decorativo que plasma un gusto totalmente coincidente con el espíritu de su época. Dominó, además, el arte de la perspectiva, aspecto que le permitió dedicarse con éxito a la pintura mural, modalidad en la que realizó excelentes creaciones.
     La amplitud del repertorio de obras conocidas de Domingo Martínez evidencia que fue un artista prolífico, ampliamente solicitado por la clientela civil y eclesiástica sevillana y también demandado por foráneos que llevaron las obras adquiridas a lugares tan alejados de Sevilla como Madrid, Jaén, Burgos, Soria y Cuenca.
     Entre sus realizaciones artísticas más importantes destaca en primer lugar su participación en 1718, con Gregorio Espinal, en la decoración mural de la capilla sacramental de la iglesia de San Lorenzo de Sevilla, donde ejecutó obras de simbología eucarística que han llegado muy mal conservadas hasta hoy. Posteriormente, en 1724 llevó a cabo el amplio conjunto pictórico que decora el interior de la capilla del colegio de San Telmo de Sevilla, entidad dedicada a educar a niños que en el futuro serían marinos de la flota española. Allí pintó, por lo tanto, un repertorio de lienzos donde los niños son protagonistas, como La presentación del Niño en el templo, Cristo discutiendo con los doctores en el templo, Cristo bendiciendo a los niños y Cristo entrando en Jerusalén. 
   En 1727, Martínez aparece realizando la decoración al temple de la bóveda del presbiterio de la iglesia de la Merced de Sevilla, con personajes bíblicos y escenas alegóricas de la misión redentora de los mercedarios.
     También hacia 1727 decoró con dos grandes lienzos el presbiterio de la iglesia del convento de Santa Paula de Sevilla en los que se representa La partida de santa Paula a Oriente y La muerte de santa Paula y hacia 1733 ejecutó los treinta y dos pequeños lienzos que se integran en el retablo de la iglesia del Buen Suceso de Sevilla y también las pinturas que se encontraban en los altares laterales de la nave de la iglesia. De 1733 es también la hermosa Inmaculada que se conserva en la iglesia de San Lesmes de Burgos, y en torno a esta fecha realizaría también La Sagrada Familia con san Francisco y santo Domingo que fue adquirida por la reina Isabel de Farnesio, quien la donó después al convento de Santa Isabel de Madrid.
     En torno a 1735, al servicio del arzobispo de Sevilla, Luis de Salcedo y Azcona, ejecutó para la iglesia parroquial de Umbrete dos pinturas de excelente calidad y de gran formato en las que representó a Santa Bárbara y a San Juan Bautista. Al servicio también del mismo arzobispo, Martínez decoró también con lienzos de gran formato la capilla de la Virgen de la Antigua de la catedral de Sevilla, narrando los principales milagros que dicha Virgen había realizado durante la conquista de Sevilla por san Fernando. La vinculación de Martínez con el arzobispo Salcedo culminó con la realización por parte del artista del magnífico Retrato que representa a dicho prelado y que se conserva actualmente en el palacio arzobispal de Sevilla.
     Otras obras importantes de Martínez son La apoteosis de la Inmaculada, que se conserva en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, obra que puede fecharse en torno a 1735. De 1740 es la representación de La Virgen de los Reyes con san Hermenegildo y san Fernando, que se conserva en la capilla del Alcázar de Sevilla; en torno a esta misma fecha puede situarse El nacimiento del profeta Elías, que pertenece al Banco Bilbao Vizcaya Argentaria en Madrid. También obras importantes de esta época son la representación de San Ignacio en la cueva de Manresa, que pertenece al convento de Santa Isabel de Sevilla y La Coronación de la Virgen, que se conserva en la iglesia de la Hermandad de las Cigarreras de esta misma ciudad. Hacia 1675 finalizó en Sevilla el proceso decorativo llevado a cabo en los muros de la iglesia de San Luis de los Franceses, donde se representa una Apoteosis de la Orden jesuítica y de estos mismos años debe de ser la pintura de La Divina Pastora que se guarda en el convento de los capuchinos de Sevilla.
     Obras realizadas para Jaén hacia 1745, son La Transfixión de la Virgen, conservada en la catedral de dicha ciudad y El Niño Jesús pasionario que figura en la portezuela de un sagrario en la parroquia de San Mateo de Baños de la Encina.
     Importante es también el conjunto pictórico realizado por Martínez para decorar la iglesia del Antiguo Hospital de Mujeres de Cádiz, obra ejecutada hacia 1748 y que es, por lo tanto, una de las últimas realizaciones artísticas de este pintor.
     Fue también Martínez excelente intérprete de temas profanos, como reflejo de la existencia en Sevilla en el segundo tercio del siglo XVIII de un intenso ambiente cultural que proporciona a los artistas referencias literarias o mitológicas; así lo constata el precioso conjunto de cuatro pinturas que representan las estaciones del año y que se conservan en una colección particular de Vigo, o El Niño pastor flautista, que pertenece a una colección de Hamilton (Canadá). Sin embargo, la obra culminante de asunto profano de Martínez fue la realización de ocho pinturas en las que se representan otros tantos Carros alegóricos que la Real Fábrica de Tabacos de Sevilla le encargó para que sirvieran de testimonio y recuerdo de las fiestas y desfiles celebradas en esta ciudad con motivo de la exaltación al trono de España de los reyes Fernando VI y Bárbara de Braganza. Constituyen estas pinturas una extraordinaria aportación para el conocimiento del ambiente urbano de la Sevilla de aquella época y también de la fisonomía de las distintas clases sociales que participaron o contemplaron los citados festejos (Enrique Valdivieso González, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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lunes, 27 de junio de 2022

Las Caleras, en Almadén de la Plata (Sevilla)

     Por Amor al Arte
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     Las Caleras, se encuentran diseminadas por todo el término municipal de Almadén de la Plata (Sevilla).
     Las Caleras u hornos de cal, son unos hornos que permiten crear óxido de calcio, es decir cal, mediante la calcinación de la piedra caliza. 
     Las Caleras de ripio (piedra delgada) de cal (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
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La pintura de la Virgen del Perpetuo Socorro, en la Iglesia de Santa María la Blanca

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el Retablo de la Virgen del Perpetuo Socorro, en la Iglesia de Santa María la Blanca, de Sevilla.
     Hoy, 27 de junio, se celebra la Solemnidad de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, así que hoy es el mejor día para ExplicArte la pintura de la Virgen del Perpetuo Socorro, en la Iglesia de Santa María la Blanca, de Sevilla.
     La Iglesia de Santa María la Blanca [nº 22 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 12 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la calle Santa María la Blanca, 7 (con portada lateral a la calle Archeros, 18); en el Barrio de San Bartolomé, del Distrito Casco Antiguo.
   En la Iglesia de Santa María la Blanca a los pies de la nave del Evangelio podemos contemplar una pintura sobre tabla, con unas medidas de 0,57 x 0,42 m, anónima realizada en el 1º 1/4 del siglo XX, que  presenta la iconografía característica de la Virgen del Pópulo del Perpetuo Socorro. Sobre un fondo dorado con motivos de cuadrícula se sitúa la Virgen de medio cuerpo cubierta con su manto y sujetando al Niño con su brazo izquierdo, mientras que con el derecho le sostiene la mano. A cada lado, se colocan dos pequeños ángeles con diferentes atributos en sus manos.
     La pintura se enmarca  de forma rectangular formado por una primera moldura dorada con motivos decorativos en relieve y una segunda, más ancha, con fondo de color almagra y una serie de cartelas doradas superpuestas junto a un perfil a modo de pétalos recorriendo todo el exterior.
     Y todo ello bajo un dosel que se compone de un panel forrado con brocado de seda y enmarcado por una moldura. A cada lado sobresalen dos guirnaldas con roleos y tallos vegetales. Finalmente, la pieza se remata con un dosel rectangular decorado con una guirnalda al frente y una crestería con el anagrama de Jesús y dos jarrones a ambos lados en la parte superior (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     Cuadro moderno y pequeño, con fondo de pan de oro esgrafiado, puesto convencionalmente sobre  un altar del lado del Evangelio, el cual le viene grande, pues este retablo fue pensado para contener el Simpecado de la Virgen de las Nieves (Juan Martínez Alcalde. Sevilla Mariana, Repertorio Iconográfico. Ediciones Guadalquivir. Sevilla, 1997).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de la Solemnidad de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro;
   El veintisiete de junio es la conmemoración de esta hermosa advocación de la Santísima Virgen María relacionada con un antiguo icono oriental, del siglo XIII o XIV, de autor desconocido, y que se ciñe al modelo iconográfico de la Stratsnaya o Virgen de Pasión, y que los Redentoristas celebran como fiesta.  Se muestra a la Virgen y al Niño Jesús, quien observa, aterrado, a dos ángeles que le muestran los instrumentos de su futura pasión. Se agarra fuerte con las dos manos de su Madre que lo sostiene en sus brazos y lo observa con mirada melancólica. Esta imagen nos recuerda la maternidad divina de la Virgen y su amor y cuidado por Jesús desde su concepción hasta su muerte en Cruz.
     Durante siglos, la imagen original se veneró en Constantinopla, hasta la toma de los turcos en 1453, durante la que fue destruida. En ese siglo XV, una bella copia de la pintura perdida de Nuestra Señora se encontraba en manos de un comerciante cretense, cristiano piadoso y devoto de la Virgen María, que deseaba evitar a toda costa que el icono mariano se destruyera como tantas otras imágenes religiosas que corrieron con esa suerte durante la expansión musulmana hacia occidente. Para escapar con ella, se embarcó rumbo a Roma; pero ya en el mar se desató una violenta tormenta que puso en grave peligro al barco en que viajaba. Cuando ya todos a bordo se preparaban para lo peor, el mercader sostuvo en alto el icono de Nuestra Señora implorando socorro. La Virgen respondió a su oración con un milagro: la tormenta cesó de inmediato y las aguas se calmaron. Todos llegaron a Roma sanos y salvos. Luego, este devoto comerciante profetizaría que llegaría el tiempo en que en todo el mundo se veneraría a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, tal como sucede hoy en día. Pasado un tiempo, el mercader se enfermó de gravedad. Al sentir cercana la muerte, desde su lecho llamó a su amigo de más confianza y le rogó que le prometiera que se encargaría de colocar la pintura de la Virgen en una iglesia ilustre para que fuera venerada públicamente.  La cosa fue que el amigo no cumplió la promesa por complacer a su esposa que se había encariñado con la imagen, pero la Divina Providencia no había llevado la pintura a Roma para que fuese propiedad de una familia, sino para que fuera venerada por todo el mundo.  Nuestra Señora se le apareció al hombre en tres ocasiones, diciéndole que debía poner la pintura en una iglesia. El hombre discutió varias veces con su esposa para cumplir con la Virgen, pero ella se salió con la suya burlándose de él, diciéndole que alucinaba.  Un día, después de la muerte del esposo, la hijita de la familia, de seis años, vino hacia su madre apresurada con la noticia de que una hermosa y resplandeciente Señora se le había aparecido mientras estaba mirando la pintura. La Señora le había dicho que les dijera a su madre y a su abuelo que Nuestra Señora del Perpetuo Socorro deseaba ser puesta en una iglesia. La madre de la niña prometió obedecer a la Señora, pero una vecina ridiculizó todo lo ocurrido e intentó convencer a su amiga de que se quedara con el icono, animándola a no hacer caso de sueños y visiones. En cuanto terminó de decir esto, comenzó a sufrir dolores tan terribles, que creyó que moriría allí mismo. Entonces invocó a Nuestra Señora pidiendo perdón y ayuda. La vecina tocó la pintura con corazón contrito, y la Virgen escuchó su oración, por lo que fue sanada instantáneamente. Ahora urgía a la viuda para que obedeciera a Nuestra Señora de una vez por todas. Con la intención de cumplir, ahora sí, con el mandato de Nuestra Señora, la viuda se preguntaba en qué iglesia debería poner la pintura. Entonces volvió a aparecérsele la Virgen a la niña y le dijo que quería que la pintura fuera colocada en la iglesia que queda entre la Basílica de Santa María la Mayor y la de San Juan de Letrán. Esa iglesia era la de San Mateo Apóstol. Los frailes agustinos, encargados de dicho templo, después de investigar todos los milagros y circunstancias relacionadas con la imagen, dispusieron que fuera llevada a la iglesia en procesión solemne el veintisiete de marzo de 1499. Durante la procesión, un hombre tocó la pintura y le fue devuelto el uso de un brazo que tenía paralizado. Colocaron la pintura sobre el altar mayor de la iglesia, en donde permaneció casi trescientos años. Amada y venerada por todos los fieles de Roma, sirvió como medio de incontables milagros, curaciones y gracias.
     En 1798, Napoleón y su ejército tomaron la ciudad de Roma. Exilió a Pío VII Chiaramonti y fueron destruidas treinta iglesias, entre ellas la de San Mateo, que quedó completamente arrasada. Junto con la iglesia, se perdieron muchas reliquias y estatuas venerables. Uno de los agustinos, justo a tiempo, logró poner a salvo el icono.  Cuando el Papa regresó a Roma, le dio a los agustinos el monasterio de S. Eusebio y después la casa y la Iglesia de Santa María in Posterula. Una pintura famosa de Nuestra Señora de la Gracia estaba ya colocada en dicha iglesia por lo que la pintura milagrosa de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fue puesta en la capilla privada de los Padres agustinos. La imagen permaneció allí sesenta y cuatro años, casi olvidada, hasta que, a instancias del Papa, el Superior General de los Redentoristas estableció su sede principal en Roma, para lo que fueron construidas una casa y la Iglesia de San Alfonso. Uno de los Padres, el historiador de la casa, realizó un estudio acerca del sector de Roma en que vivían. En sus investigaciones, se encontró con múltiples referencias a la vieja Iglesia de San Mateo, sobre cuyas ruinas se elevaba la de San Alfonso, y a la pintura milagrosa de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.  El Padre Michael Marchi, al hilo de ello, le comunicó que se acordaba de haber servido muchas veces en la Misa de la capilla de los agustinos de Posterula cuando era niño. Ahí, en la capilla, había visto la pintura milagrosa. Un viejo hermano lego que había vivido en San Mateo, y a quien había visitado a menudo, le había contado muchas veces relatos acerca de los milagros de Nuestra Señora y solía añadir: "Ten presente, Michael, que Nuestra Señora de San Mateo es la de la capilla privada. No lo olvides".
     Así los redentoristas supieron de la existencia de la pintura. Ese mismo año, a través del sermón inspirado de un jesuita acerca de la antigua pintura de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, conocieron los redentoristas la historia del icono y del deseo de la Virgen de que esta imagen suya fuera venerada entre la Iglesia de Santa María la Mayor y la de San Juan de Letrán.  El jesuita lamentaba que el icono, que había sido tan famoso por milagros y curaciones, hubiera desaparecido sin revelar ninguna señal sobrenatural durante los últimos sesenta años. A él le pareció que se debía a que ya no estaba expuesto públicamente para ser venerado por los fieles. Les imploró a sus oyentes que, si alguno sabía dónde se hallaba la pintura, le informaran al dueño lo que deseaba la Virgen. Los redentoristas desearon ver el milagroso cuadro nuevamente expuesto a la veneración pública y que, de ser posible, sucediera en su propia Iglesia de San Alfonso. Así que instaron a su Superior General, Nicolás Mauron, para que tratara de conseguir el famoso cuadro para su Iglesia. Después de un tiempo de reflexión, decidió solicitarle la pintura al Papa Beato Pío IX Mastai Ferretti.  Como era muy mariano y había orado de niño ante la imagen, dictaminó que el cuadro milagroso de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fuera devuelto a la Iglesia entre Santa María la Mayor y San Juan de Letrán. También encargó a los Redentoristas que hicieran que Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fuera conocida en todas partes. Así apareció y se veneró, por fin, de nuevo, el cuadro de Nuestra Señora.  Ninguno de los agustinos de ese tiempo había conocido la Iglesia de San Mateo. Una vez que supieron la historia, gustosos accedieron a la petición papal. Habían sido sus custodios y ahora se la devolverían al mundo bajo la tutela de otros custodios.
     A petición del Papa, los redentoristas obsequiaron a los agustinos con una buena pintura para reemplazar a la milagrosa. La imagen de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fue llevada en procesión solemne a lo largo de las vistosas y alegres calles de Roma antes de ser colocada sobre el altar, construido especialmente para su veneración en la Iglesia de San Alfonso. Empezó a venerarse de una manera especial el dieciséis de junio. El veintitrés de junio de 1867, la imagen fue coronada canónicamente por el Deán del Capítulo Vaticano.  El veintiuno de abril de 1866, el Superior General Redentorista había ya dado uno de los primeros ejemplares de copia del icono al Beato Pío IX. Se fijó su fiesta, como doble de segunda clase, el domingo antes de la fiesta de la Natividad de San Juan Bautista, en conmemoración de su coronación canónica, y por un decreto de mayo de 1876, se aprobó su Oficio y misa para la Congregación del Santísimo Redentor. Este favor más adelante se fue extendiendo, a la par que su Archicofradía, fundada en la Ciudad Eterna ese mismo año de 1876.  En 1913 se señaló su fiesta el veintisiete de junio, la fecha más cercana a su coronación libre en el calendario litúrgico, aunque en muchos lugares siguieron conservando por privilegio la celebración dominical, hasta que éste cesó definitivamente en 1973.
     Hoy en día, la devoción a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro se ha difundido por todo el mundo. Se han construido iglesias y santuarios en su honor, y se han establecido archicofradías. Su retrato es conocido y amado en todas partes (Ramón de la Campa Carmona, Las Fiestas de la Virgen en el año litúrgico católico, Regina Mater Misericordiae. Estudios Históricos, Artísticos y Antropológicos de Advocaciones Marianas. Córdoba, 2016).
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