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sábado, 24 de agosto de 2019

La Iglesia de San Bartolomé, de José Echamorro


     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la Iglesia de San Bartolomé, de José Echamorro, en Sevilla.     
     Hoy, 24 de agosto, Fiesta de San Bartolomé, apóstol, a quien generalmente se identifica con Natanael. Nacido en Caná de Galilea, fue presentado por Felipe a Cristo Jesús en las cercanías del Jordán, donde el Señor le invitó a seguirle, agregándolo a los Doce. Después de la Ascensión del Señor, es tradición que predicó el Evangelio en la India y que allí fue coronado con el martirio (s. I) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
     Y que mejor día que hoy para ExplicArte la Iglesia de San Bartolomé, de José Echamorro, en Sevilla.
     La Iglesia de San Bartolomé se encuentra en la calle Virgen de la Alegría, 5 (aunque la entrada al templo se efectúa por la calle San Bartolomé, 5, o por el lateral de la calle Virgen de la Alegría); en el Barrio de San Bartolomé, del Distrito Casco Antiguo.
      En la antigua judería sevillana se encuentra una iglesia dedicada al apóstol que fue desollado, Bartolomé, llamado originalmente Natanael, el hijo de Tolomeo y acompañante de Felipe, el último elegido por Jesús. Evangelizó por Armenia, Persia, Arabia y la India. Cuentan que llegó a traducir al hindú el Evangelio de San Mateo. Y que un rey pagano, al que destruyó un ídolo, le quitó la piel a tiras. Toda una iconografía barroca que curiosamente en Sevilla, se plasma en una de sus iglesias neoclásicas, con una larga historia a sus espaldas.

      Junto a la calle Levíes, en la actual calle Virgen de la Alegría, se sitúa un templo que viene a suceder en el tiempo a una de las antiguas sinagogas del barrio judío de la ciudad. Tras la decadencia que supuso para los judíos el violento asalto de su barrio en 1391, la comunidad se mantuvo a duras penas hasta la definitiva expulsión en 1492. Precisamente este solar fue el único que mantuvieron los pocos judíos que se habían estabilizado en la ciudad en la época de Enrique II, ya que las otras dos sinagogas pasaron al patrimonio del cabildo catedralicio, siendo el germen de las iglesias de Santa Cruz y de Santa María la Blanca. Fue después de esa expulsión cuando se produjo el definitivo traslado  de la conocida como parroquia de San Bartolomé el Viejo, que ha existía en la ciudad desde la reconquista y que debía situarse en la zona actualmente ocupada por el convento de la Visitación (Salesas). El traslado al lugar actual debió producirse hacia 1500 y desde entonces comenzó a conocerse como parroquia de San Bartolomé el Nuevo, aunque mantuvo la antigua edificación judía. Así fue hasta 1779. En aquel año el edificio que fue mezquita, y que Alfonso X concedió a los judíos como sinagoga, estaba en estado ruinoso y fue demolido. Se comenzó la edificación de la actual iglesia con los donativos de los fieles y las limosnas del cardenal Delgado y Venegas. Especialmente importante fue la actuación del párroco José Granados, nombrado en 1781, que logró concluir las obras del nuevo templo.  

      La nueva edificación fue consagrada entre 1800-1806, dato que varía según las fuentes consultadas. La obra fue dirigida por el reconocido arquitecto neoclásico José Echamorro, que creó un edificio con planta de cruz latina, luminosa nave central cerrada con bóvedas de cañón y bóvedas laterales baídas. En el crucero dispuso airosa cúpula sobre tambor poligonal, colocando a los pies del templo el coro con su órgano en alto y el correspondiente sotocoro en la parte inferior. La entrada a la iglesia se realiza por el muro izquierdo, una puerta de austera decoración neoclásica coronada por frontón recto. Accede a un templo en cuya última restauración, muy discutida en algunos aspectos, se le añadieron nuevos canceles de madera, nuevo suelo y minimalistas pilas de agua bendita que contrastan con los otros estilos del edificio. Domina la blanca nave central un discreto retablo neoclásico presidido por una escultura de San Bartolomé, de época anterior. Está flanqueado por dos tallas que representan a San Juan Nepomuceno adorando al Crucifijo y a San Cayetano con el Niño en brazos, tallas anónimas de finales del siglo XVII, al igual que la Virgen con el Niño que se sitúa en la parte baja del conjunto. Sobre columnas clásicas de imitación marmórea se sitúa un ático presidido por el grupo escultórico de la Santísima Trinidad.

   En la cabecera de la nave derecha se encuentra la capilla de la Virgen de la Alegría, imagen del XVI atribuida al flamenco Roque Balduque, aunque fue transformada en la intervención a la que fue sometida en el siglo XVIII. Se sitúa en un retablo de plata de estilo neoclásico y está flanqueada por tallas de San Joaquín y Santa Ana, del siglo XIX. Una antigua leyenda hace provenir el título de la Alegría del próximo Oriente. En torno a la imagen se creó una hermandad cuyas primeras reglas datan de 1672, siendo la primera que, en 1690, celebró el primer rosario público cantado. Tras un periodo de decadencia, fue refundada en 1828 con nuevas reglas. Ya en 1972 se fusionó con la hermandad sacramental, siendo considerada la imagen de la Virgen la patrona del barrio. 

En el muro izquierdo del crucero se abre, tras una notable reja de forja del siglo XVII con figuras doradas, la capilla sacramental. Está presidida por un retablo de hacia 1650, en madera oscura y compartimentada por columnas estriadas. Lo preside el grupo escultórico de la Piedad, anónimo del siglo XVI, basado en iconografías centroeuropeas medievales y de gran expresividad. Lo flanquean diversas tallas de la segunda mitad del siglo XVII; San Juan de la Cruz, San Antonio de Padua, San Francisco de Asís y San Ignacio de Loyola. Por el estilo se puede atribuir ésta última a las manos de Pedro Roldán, que en 1672 contrató un retablo con la parroquia. Sobre el ático, también en madera sin policromar, se sitúa un gran relieve con el tema de la Imposición de la casulla a San Ildefonso, de la época del resto del retablo. De gran interés es el sagrario de la capilla, donado en 1630 por doña María de Arellano, y que se puede considerar como una copia, a menor escala, del gran tabernáculo que realizó Francisco de Alfaro para el retablo mayor de la Catedral sevillana. Precisamente, en la misma capilla se sitúa la lauda sepulcral de don Fernando López, de su mujer, María de Arellano, y de su hija doña Catalina, una notable obra de la primera mitad del siglo XVII. Dos lienzos de Esteban Márquez, un seguidor de Murillo de finales del siglo XVII, con los temas de Cristo Salvador y de la Dolorosa, completan la capilla. El mismo Esteban Márquez firma la mitad de un apostolado que se cuelga en las paredes del muro del crucero.

      Neoclásico, en blanco siguiendo las frías recomendaciones de los académicos, y sin gran interés, es el retablo del Corazón de Jesús, que se abre en la capilla colateral derecha, completándose con tallas de San Cayetano y de San Jerónimo. Ya en el lado derecho del crucero, un nuevo retablo neoclásico acoge a la talla de San José, del siglo XVII, con un relieve del Santo Patriarca en el ático del conjunto. El resto del apostolado de Esteban Márquez se sitúa en el testero del crucero. Por último, destaca en la nave derecha un retablo de estípites de hacia 1740, con un crucificado atribuido a Hernando de Uceda y una Dolorosa de candelero cercana al estilo de Cristóbal Ramos, que curiosamente sobrevivió a un incendio y cuyo rostro ha sido comparado por algunos autores con el de la dolorosa trianera de la Estrella. Destaca a los pies del templo un gran lienzo de la Asunción de la Virgen, firmado por Ignacio de Ríes en 1661.
      Tuvieron gran relación con la parroquia personajes como Bartolomé Esteban Murillo, que fue vecino y hermano de la hermandad sacramental, Miguel de Mañara, que fue allí bautizado, junto a su casa, y la familia Montoto, con sepulcro en la propia iglesia (Manuel Jesús Roldán, Iglesias de Sevilla. Almuzara, 2010). 
     Presenta planta de cruz latina con tres amplias naves separadas por pilares, cubriéndose las laterales con bóvedas de arista y la central con bóvedas de cañón, con arcos fajones y lunetos. En el crucero se dispone una cúpula sobre tambor octogonal, apareciendo bóvedas de cañón con lunetos en los brazos de la cruz. La fachada principal cuenta con una sencilla portada de estilo neoclásico, que concuerda con el esquema empleado en el cuerpo de campanas de la torre. En la iglesia intervinieron los arquitectos Antonio Matías de Figueroa y José Echamorro, inaugurándose en 1806.
     El retablo mayor, compuesto por banco, un cuerpo de tres calles y ático, puede fecharse en torno a 1800. Su hornacina principal alberga una escultura de San Bartolomé, del siglo XVII, situándose en las calles laterales y ático esculturas de San Juan Nepomuceno, San Félix Cantalicio y la Trinidad, todas ellas coetáneas del retablo.
     La capilla colateral izquierda está dedicada a la Virgen de la Alegría, cuya imagen de candelero, fechable en el siglo XVIII, ocupa el centro de un retablo de plata de estilo neoclásico. En las calles laterales se sitúan esculturas de San Joaquín y de Santa Ana, de principios del siglo XIX. De igual fecha son las imágenes de San Juan Bautista y San Fernando colocadas sobre ménsulas en el muro lateral izquierdo. En el lado izquierdo del crucero, precedida de una interesante reja realizada hacia 1600, se abre la Capilla Sacramental. El retablo que la preside, realizado en torno a 1650, presenta banco, un cuerpo de tres calles y ático. La calle central la ocupa un grupo escultórico de la Piedad de principios del siglo XVI, situándose en las calles laterales esculturas de San Juan de la Cruz, San Antonio de Padua, San Francisco y San Ignacio de Loyola, considerán­dose esta última parte del retablo contratada en 1672 por Pedro Roldán. En el ático aparece un relieve con la Imposición de la Casulla a San Ildefonso, coetáneo del retablo. El tabernáculo, de planta se­mioval y cubierto de cúpula, está inspirado en el del altar mayor de la catedral sevillana, habiendo sido do­nado por Doña María de Arellano y Sotomayor hacia 1630. En el muro derecho de la capilla se sitúa una espléndida lauda sepulcral realizada en mármoles de colores que corresponde al enterramiento de Don Femando López Ramírez, muerto en 1625, su esposa, Doña María de Arellano, fallecida en 1635, y la hija de ambos Doña Catalina Ramírez de Arellano, cuya sepultura está fechada en 1643. Frente al mencionado sepulcro se contemplan dos lienzos, uno de Cristo Salvador y otro de la Dolorosa, ambos de Esteban Márquez, de fines del siglo XVII. En medio de ellos se abre una hornacina con marco rococó que contiene una talla del Niño Jesús, de fines del siglo XVII.
     En el muro del crucero se halla un gran lienzo anónimo de la Sagrada Cena y la mitad de un Apostolado de Esteban Márquez, de finales del siglo XVII.
     En la capilla colateral derecha nos encontramos con un retablo neoclásico con el Sagrado Corazón en el centro y a los lados, esculturas de San Cayetano y San Jerónimo; se completa con un relieve de la Resurrección en el remate.
     A continuación, en el lado derecho del crucero, se sitúa la Capilla de San José con un retablo neoclásico que preside la imagen del titular, de fines del siglo XVII. En el ático va un relieve del Sueño de San José y en los laterales, figuras de santas. En el testero del crucero hay seis lienzos del Apostolado, también de Esteban Márquez.
     En la nave derecha se sitúa un retablo com­puesto por banco, tres calles y ático, organizado mediante estípites y fechable hacia 1740. En el centro va un Crucificado y a la derecha, una imagen de la Dolorosa, de vestir.
     En el testero a los pies del templo hallamos, en el lado derecho, una escultura de San Elías, de la segunda mitad del siglo XVII. A la izquierda, aparece un gran lienzo de la Asunción de la Virgen firmado por el pintor sevillano Ignacio de Ríes en 1661.
     La Capilla Bautismal es la más cercana a los pies de la nave izquierda y contiene una gran pila de mármol del siglo XVII y un relieve de la Coronación de la Virgen del siglo XVI.
     En la sacristía hay varios lienzos del siglo XVIII y en el despacho parroquial, tres pinturas de las llamadas de «enconchados», de hacia 1700 y procedencia mexicana, que representan a la Sagrada Familia, San Agustín y San Gregorio.
     Tanto la parroquia como la Hermandad Sacramental conservan magníficas piezas de orfebrería, entre las que destacan un cáliz con esmaltes de la segunda mitad del siglo XVIII marcado por Pinal y una magnífica custodia que puede situarse a comienzos del siglo XIX. La Hermandad de la Alegría posee además del retablo de plata ya mencionado, cuatro candeleros y dos atriles donados en 1680 y una gran bandeja a la que acompaña una pequeña jarra de pico donadas en 1697 y de origen mexicano (Alfredo J. Morales, María Jesús Sanz, Juan Miguel Serrera y Enrique Valdivieso. Guía artística de Sevilla y su provincia. Tomo I. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2004).
     La Iglesia parroquial de San Bartolomé se encuentra situada intramuros de la ciudad, en el sector Este, cercana a la antigua muralla y en pleno barrio de lo que fue la judería sevillana. Por su situación se halla cercana al Palacio de Miguel de Mañara, a los conventos de San José, de Madre de Dios y de las Salesas y a la parroquia de San Nicolás de Bari y de Santa María la Blanca.
     Desde el punto de vista volumétrico el buque de la iglesia sobresale del resto del caserío que lo circunscribe, presentando tres fachadas, que superponen sus volúmenes recreando una perfecta cruz latina con tejados a dos aguas con buhardillas que se corresponden con la nave central y el crucero, con cubiertas a dos aguas. Otro elemento que destaca es la torre, adosada a los pies de la nave del Evangelio.
     El templo presenta planta de cruz latina con cabecera plana. Cuenta con tres naves separadas por arcos de medio punto que campean sobre pilares cruciformes, situándose el coro alto y bajo a los pies. A los costados de las naves y junto a la cabecera se adosan una serie de capillas y dependencias, de menor alzado que el cuerpo principal para permitir la iluminación de éste. La nave central, de doble anchura que los laterales, está cubierta por bóveda de cañón con lunetos y arcos fajones, mientras que las laterales poseen bóvedas de arista. Este esquema se modifica en el crucero, pues mientras que los tramos laterales utilizan la bóveda de cañón con lunetos, en el central se alza una cúpula de media naranja sobre pechinas con tambor sin linterna.
     El exterior del templo resulta muy sencillo, consta de tres fachadas, y se encuentra unido al resto de casas colindantes mediante la cabecera. La fachada del lado del Evangelio comunica con la calle San Bartolomé, la de los pies de la iglesia con calle Virgen de la Alegría y la del lado de la Epístola con un callejón sin salida que se denomina igual a la anterior.
     La fachada de la calle San Bartolomé, considerada como la principal del templo, presenta la clara disposición de superposición volumétrica de capillas adosadas a la nave del Evangelio, de la que sobresale el potente crucero con tejados y buhardilla, la cúpula decorada con tejas vidriadas en azul y blanco y la torre a los pies. A la altura del tercer tramo se abre una portada de claros aires neoclásicos. Se estructura en torno a un vano escarzano rebajado, enmarcado por molduras con orejeras superiores. Éste se encuentra flanqueado por pilastras toscanas sobre pedestales sobre el que corre un entablamento con el friso decorado por metopas que alternan con triglifos, rematándose por un frontón triangular en cuyo tímpano presenta el escudo parroquial, coronándose el conjunto por tres pequeños pilares con copetes, algunos de ellos desaparecidos.
     La fachada de los pies de la iglesia refleja al exterior la estructura interna del edificio, nave central más ancha que las laterales, cubierta a dos aguas, con chaflán y buhardilla, y las naves laterales, la de la Epístola a un agua, mientras que la unión de la nave del evangelio con la torre, adosada a los pies de la misma, se realiza mediante una estructura horizontal, fruto de posteriores añadidos como dependencias de la propia iglesia. En los muros se abren vanos para iluminación interna tanto del coro bajo, como del coro alto, para este último se abre un rosetón.
     La fachada del lado de la Epístola presenta similares características a la de la calle de San Bartolomé con la salvedad de que la portada se encuentra realizada en ladrillo visto. Estructuralmente presenta los mismos elementos que la de la nave del Evangelio, un vano, en este caso rectangular, flanqueado por pilastras toscanas con arquitrabe y friso decorado solo con triglifos y remate de frontón triangular.
     La torre, de planta cuadrada, se ubica a los pies de la nave del Evangelio, cuenta con dos cuerpos claramente diferenciados. La caña o fuste, muestra un primer tramo liso, seguido de otro que presenta un óculo en cada uno de sus frentes, sobre los que se dispone un balcón. Éste se estructura en tono a un vano rectangular flanqueado por moldura plana rematado por frontón triangular y protegido por baranda de forja. Sobre éstos se vuelve a situar un nuevo óculo que se presenta cegado en alguno de sus frentes. Este cuerpo se separa del cuerpo de campanas mediante un gran entablamento en cuyo friso simulan grandes triglifos sobre los que apoya una saliente cornisa muy moldurada. Sobre ésta se sitúa el cuerpo de campanas de planta octogonal. Muestra un vano de medio punto con decoración e la clave y enmarcado por una especie de alfiz y protegido por antepecho de balaustres, en cada uno de sus cuatro frentes. Los vanos se encuentran flanqueados por pilastras toscanas, disponiéndose en los frentes achaflanados una columna con capitel jónico elevada sobre pedestal. El conjunto se encuentra recorrido por un arquitrabe muy moldurado, sobre el que se sitúa un antepecho con decoración de perinolas o jarrones al hilo de las columnas de los chaflanes.
     Hemos de mencionar la existencia de decoración mural geométrica en los paramentos de sus fachadas, simulando sillares y otros elementos, destacando los enfoscados en albero y almagra. En la actualidad la decoración de los paramentos exteriores del edificio presenta un estado lamentable de conservación que contrasta con la magnífica conservación del interior del mismo
     Según la investigadora Pilar Velela Gallego, en el lugar donde hoy se ubica el templo, existió una mezquita que en el siglo XIII, hacia 1252, Alfonso X se la concedió a los judíos, concesión que duró poco tiempo ya que en 1391, tras la revuelta de los cristianos, tres sinagogas de la judería desaparecieron convirtiéndose en capillas dependientes de la Catedral. Una fue Santa Cruz, otra Santa María la Blanca y a la tercera se trasladó de un primitivo templo con advocación de San Bartolomé. Dicha sinagoga conservó la misma forma e incluso los textos en hebreo que la adornaban, y se le dotó de suntuosas capillas. Pero en el siglo XVII el edificio se encontraba muy deteriorado por lo que se tuvieron que realizar restauraciones, siendo las más importantes las efectuadas en la segunda mitad del siglo XVII y primeros años del siglo XVIII.
     Sin embargo, el desperfecto general del templo aconsejó su derribo y construcción de nueva planta, proceso este que se dilató en el tiempo y en el que intervinieron diferentes maestros mayores, hasta su derribo definitivo en el año 1779.
     Para la construcción del nuevo edificio se plantearon diferentes alternativas, una de ellas es la propuesta de Pedro de Silva, que consistía en conservar los muros exteriores del edificio y rehacer los soportes formados por seis columnas de orden jónico. El proyecto resultó ser demasiado caro por lo que se decide llamar a Antonio Matías de Figueroa para que opine sobre el proyecto de Silva. Antonio, en principio, lo aprobó, aunque con algunas modificaciones, pero una vez iniciadas las obras de restauración propuso derribarlo por completo por ser muy poco lo que se podía aprovechar de lo existente. La propuesta de Figueroa consistía en una planta de salón, de testero plano, dividida en tres naves con pilares cruciformes a los que se adosaban pilastras. En el crucero una cúpula de media naranja sobre pechinas, y las naves se cubrían con bóveda de cañón con lunetos la central y los brazos del crucero, y con bóvedas de aristas las laterales. La iluminación se realizaba mediante ocho buhardillas, cuatro ventanas en el cuerpo de la nave central y tres claraboyas. Los interiores serían de orden dórico.
     Los trabajos se iniciaron bajo la dirección del maestro alarife José Echamorro y en sus ausencias por Juan Romero. El 21 de agosto de 1782 es bendecida la nave del Evangelio y se traslada a ella el Santísimo, pero la falta de medios económicos obliga a paralizar las obras que no se reanudan hasta diez años más tarde. En septiembre de 1792 se aprueba la continuación de las mismas bajo la dirección de Rafael de Ledesma que no llega a intervenir nada en ellas.
     En 1793 se encarga de su dirección el maestro mayor Manuel Núñez, teniendo lugar en este periodo las primeras alteraciones del primitivo plano, alteraciones que proyecta el propio Figueroa a instancias de Núñez. El antiguo campanario es derribado y se proyecta la nueva torre a los pies de la nave del Evangelio, y junto a ella un almacén para la Hermandad del Santísimo sobre el que se proyecta la Sala del Cabildo. En 1794 el proyecto de Figueroa es variado por Fernando Rosales, que a partir de ahora se encargará de la dirección de las obras hasta la terminación del edificio. El 11 de julio de 1796 la fábrica estaba finalizada, a excepción de la torre, el patinillo o camposanto y el remate del interior del cuarto taller. Los feligreses propusieron a José Echamorro, maestro mayor del Ayuntamiento, la ejecución del cuerpo de campanas y su remate hasta concluirla, cosa que llevó a efecto, estrenándose el templo en 1800 (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     Es un templo de fachada muy sencilla que en estos momentos se encuentra en pleno proceso de restauración. Es un oratorio neoclásico, cuya inauguración se remonta sólo a 1806. Pero el interior es bastante coqueto y además guarda algunas obras de verdadero mérito. Tiene tres naves bastante amplias. En el crucero se alza una cúpula de media naranja sobre tambor octogonal. El retablo mayor se encuentra presidido por el titular de la parroquia, que data del siglo XVII. En la cabecera de la nave del evangelio se venera a la Virgen de la Alegría, imagen de candelero del siglo XVIII, instalada en un retablo neoclásico de plata. Por distintas partes del templo se reparte un buen conjunto de pinturas de Esteban Márquez, de finales del XVII. La capilla del Sagrario tiene un altar barroco de 1650 dividido en tres calles; en la central aparece el grupo escultórico de la Piedad y en las laterales, San Juan de la Cruz, San Ignacio de Loyola, San Francisco y San Antonio de Padua, obras estas cuatro atribuibles al taller de Pedro Roldán (Rafael Arjona, Lola Walls. Guía Total, Sevilla. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2006).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de San Bartolomé, apóstol;
LEYENDA
   Los Evangelios sólo mencionan su nombre, que es un patronímico, Bar Tolmaï (hijo de Tomaï o de Tolomeo). Quizá sea Natanael a quien menciona San Juan (1:45), como uno de los doce apóstoles. No se lo mencionan en los Evangelios ni en los Hechos de los Apóstoles.
   Según la leyenda, después de la muerte de Cristo habría evangelizado Arabia, Mesopotamia y Armenia. Fue allí donde, según el martirologio romano, lo habrían desollado vivo (vivus decoriatus) por orden del rey Astiajer, furioso porque Bartolomé había convertido al cristianismo a gran número de sus vasallos.
   Esta versión resulta contradictoria con las tradiciones orientales que aseguran que habría sido crucificado, ahogado o decapitado.
   Pero como había muchos decapitados y crucificados entre los apóstoles, los hagiógrafos optaron por un martirio menos trivial y convirtieron a Bartolomé en un Marsias cristiano.
CULTO
Lugares de culto
   Sus reliquias fueron trasladadas desde Armenia a una de las islas Lipari en el siglo VI, más tarde, en 809, a Benevento y por último en 963, a Roma, a la isla Tiberina, donde el emperador de Alemania Otón III puso una iglesia bajo su advocación, que llamó San Bartolomeo all’Isola y que sustituyó la de San Adalberto.
   Se pretendía que su piel se conservaba en Pisa. Tenía otras iglesias italianas dedicadas, en Venecia, Foligno, Pistoia y Benevento. La catedral de Frankfurt del Meno que heredara en 1238 su bóveda craneana, se puso bajo su advocación. El día de la celebración de su fiesta señalaba el comienzo de la feria de otoño. La cartuja de Colonia se jactaba de poseer una de sus reliquias, al igual que la abadía benedictina de Lüne, cerca de Lüneburgo.
   San Eduardo el Confesor, de Inglaterra, ofreció el brazo del santo a la catedral de Canterbury y la más bella iglesia románica de Londres se llama de St. Bartholomew the Great.
   Su culto está probado también en Francia. Hay una iglesia puesta bajo su advocación en París, en la isla de la Cité, y otra en Taverny. Bénévent l’Ababaye (Creuse), adoptó ese nombre porque en el siglo XI se llevó hasta allí, desde Benevento, una reliquia del santo desollado.
Patronazgos
   Su martirio le valió la clientela de todas las corporaciones que se ocupaban de la preparación de pieles y manufactura o empleo del cuero: carniceros, curtidores, zurradores, guanteros, encuadernadores. Tal es lo que revela la advocación de las iglesias italianas como San Bartolomeo dei vaccinari (de los zurradores), dei pizziagnoli (de los chacineros).
   Lo reivindicaban los sastres porque lleva su piel bajo el brazo, como un abrigo.
   También tenía prestigio de santo curador. Se lo invocaba contra los espasmos, convulsiones y enfermedades nerviosas en general.
ICONOGRAFÍA
   De ahí procede la riqueza de su iconografía que contrasta con lo poco que se sabe de su persona.
   Se lo representa tanto cubierto como despojado de su piel, como el sátiro Marsias, víctima de los celos de Apolo.
   Sus atributos, en el primer caso, son el cuchillo grande con el cual lo desollaron, en el segundo caso su propia piel suspendida del brazo. Esa piel de recambio recuerda la cabeza de recambio de San Dionisio y de los cefalofóros.
   Los primeros estudios de Desollado (Écorché, Scorticato, Muskelmann) que servían de modelos en las academias de dibujo, se consideraban representaciones de San Bartolomé.
   En la pintura española, tiene además un demonio encadenado (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
Conozcamos mejor la Biografía de José Echamorro, autor de la obra reseñada;
     José Echamorro, (Carmona, Sevilla, 1751 – Sevilla, agosto de 1825). Arquitecto, maestro de obras del Ayuntamiento de Sevilla.
     Nacido en Carmona en 1751, aprendió el oficio con su padre, el maestro de obras Antonio Echamorro, y también con el maestro alarife y vecino de Sevilla Francisco Romero, de quien fue su aprendiz.
     Echamorro aprobó el examen para el ejercicio profesional como maestro en 1775. A estos pasos de formación barroca y tradicional añadió Echamorro el aprendizaje en torno a instituciones docentes de la capital de signo más ilustrado: fue alumno de la Real Escuela de las Tres Nobles Artes de Sevilla desde el año de su titulación como maestro, al tiempo que cursaba también un año de Matemáticas en el Colegio de San Hermenegildo de Sevilla, materia sufragada por la Real Sociedad Patriótica y, según el propio maestro, mientras recibía clases en la Real Academia de San Carlos de Valencia por espacio de dos años. Del paso por estas instituciones fue especialmente relevante su aprendizaje en la Escuela de Artes de Sevilla, de cuyo director de Arquitectura, Lucas Cintora, se reconoció como discípulo.
     En 1786 optó a la plaza de maestro mayor de obras del municipio tras la renuncia del cargo por el arquitecto Félix Caraza, empleo que desempeñaría a lo largo de su vida en continuo litigio con el propio Caraza, que reivindicó posteriormente el puesto que abandonara, y desde 1809 con el arquitecto Cayetano Vélez.
     La arquitectura de Echamorro es fruto de superficial renovación hacia el academicismo de un arquitecto de formación tradicional y barroca. Pese a la eliminación del adorno y la introducción en sus obras de los soportes clásicos, éstos se disponen con una reiteración claramente retardataria. La incorporación de modelos y tipos cortesanos se efectúa de manera aislada, sin que sirvan para una renovación global de sus construcciones de acuerdo con los preceptos académicos.
     Obras suyas son la conclusión de la obra de la iglesia parroquial de Peñaflor, Sevilla (1794-1801), y las reformas de las iglesias de Utrera (Sevilla), de Santiago y Santa María (1794-1799). Su obra principal fue la construcción de la iglesia de San Ildefonso de Sevilla, iniciada en 1796 bajo diseño propuesto por la academia de Julián Barcenilla, con profundo ábside, modificado por Echamorro con carácter monumental al introducir dos torres en fachada. En su ciudad natal de Carmona amplió las casas capitulares (1790), edificó la cilla del arzobispado (1791), y sobre todo restauró la Puerta de Córdoba (1796 y 1800), acentuando el carácter representativo de este acceso a la ciudad desde época romana. Sin embargo, sus proyectos para arquitectura pública con destino a diversas localidades de la región fueron reprobados por la comisión de arquitectura de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Ya en la restauración fernandina, realizó el mercado de madera de la Encarnación en la plaza del mismo nombre de la capital sevillana, obra casi terminada en 1820, sobre un diseño inicial de Cayetano Vélez sobre el que introdujo importantes modificaciones. Echamorro elaboró al año siguiente otro proyecto de plaza de abastos para Triana, y por estos años de madurez de su carrera fue consultado sobre diversas operaciones urbanísticas en la ciudad de Sevilla, donde destaca su reforma de la plaza del Pan en 1820.
     La mejora de las condiciones de su vida profesional condujo a una situación económica favorable; era propietario de tres casas, situadas en la plaza de San Leandro y collación de Santa Cruz de la capital hispalense, y en la vecina población de San Juan de Aznalfarache.
     En 1803 fue acogido como hermano en la hermandad sacramental del Sagrario de la catedral.
     Estuvo casado con María de Torres, de la que enviudó en 1806. Fue enterrado en la capilla de Nuestra Señora del Coral de la iglesia de San Ildefonso el 8 de julio de 1825, en atención a sus servicios como constructor del templo (Francisco Ollero Lobato, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
    Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la Iglesia de San Bartolomé, de José Echamorro, de Sevilla. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la ciudad.

La Iglesia de San Bartolomé, al detalle:
Capilla de la Virgen de la Alegría

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