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sábado, 17 de agosto de 2019

El Convento de Santa María del Socorro


     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el Convento de Santa María del Socorro de Sevilla. 
     Hoy, 17 de agosto, en Toledo, ciudad de España, Festividad de Santa Beatriz de Silva Meneses, virgen, que fue dama noble en la corte de la reina Isabel, pero después, prefiriendo una vida de mayor perfección, se retiró a las religiosas de la Orden de Santo Domingo durante muchos años y finalmente fundó una nueva institución con el título de Orden de la Concepción de la Bienaventurada Virgen María (1490) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
      Y que mejor día que hoy para ExplicArte el Convento de Santa María del Socorro, de Sevilla, de la Orden fundada por Santa Beatriz de Silva Meneses.
      El Convento de Santa María del Socorro, se encuentra en la calle Bustos Tavera, 30 (aunque la entrada a la Iglesia se efectúa por la calle Socorro, 13); en el Barrio de San Julián, del Distrito Casco Antiguo.
   La Orden de la Inmaculada Concepción (Ordo Inmaculatae Conceptionis, abreviado OIC) fue fundada en abril de 1489 por Santa Beatriz de Silva bajo la regla de San Benito; conociéndose de forma coloquial a sus monjas como concepcionistas. el lugar de fundación fue el convento de Santa Fe de Toledo, estando la bula fundacional firmada por el papa Inocencio VIII.
   La orden no nace franciscana, aunque sí con gran influencia de esta orden religiosa; las reformas llevadas a cabo por el cardenal Cisneros en la iglesia española hicieron que la orden  quedara bajo la regla de San Francisco. Así la orden pasó a engrosar parte del franciscanismo, de hecho la devoción a la Inmaculada era una de sus señas de identidad. Por este y otros acontecimientos las monjas pasaron a ser conocidas como concepcionistas franciscanas. También estuvo un tiempo para las reglas del Císter aunque en 1511 el papa Julio II le concedió regla propia, cuyo V centenario celebraron en 2011. Su última regla es de 1993 y no supone una relajación o reforma, sino una actualización y puesta en vigor del fin de las hermanas concepcionistas: vivir el carisma de la Inmaculada Concepción en los tiempos actuales. 
     En la historia de la orden destacaron María Jesús de Águeda, sor Patrocinio, conocida como la monja de las llagas en la corte de Isabel II de España mediados del siglo XIX o Ángeles Sorazu, además de varias mártires españolas asesinadas en 1936. Ya en el siglo XX destaca el trabajo realizado por madre Mercedes de Jesús Egido que acometió el regreso a las fuentes originales. Por ello en la actualidad deber conocerse como concepcionistas siendo, según las propias monjas, el término "franciscana" el apellido.
     En Sevilla tuvo hasta 4 conventos de los que en la actualidad solo se conserva el dedicado a Santa María del Socorro. El convento de la Concepción de San Miguel se situaba en la actual calle del mismo nombre, entre las actuales calles Trajano y Jesús del Gran Poder. Fundado a comienzos del siglo XVI, fue suprimido en la desamortización eclesiástica de Mendizábal, en 1837. De su patrimonio apenas se conserva una excelente talla de San Juan Bautista atribuida a Montañés en el Metropolitan de Nueva York y el notable artesonado del siglo XVI que hoy se sitúa en el salón de actos del Colegio Notarial de Sevilla, precisamente situado en el recinto del antiguo convento. Las monjas del suprimido convento se trasladaron al actual del Socorro. 
     También fue suprimido en 1837 el convento de concepcionistas dedicado a las santas Justa y Rufina, más conocido como el de las Vírgenes, que se situaba en la calle del mismo nombre entre la Alfalfa y la plaza de San Nicolás. Había sido fundado en 1586 por el canónigo Alonso de Fajardo, conservándose algunos de los documentos de su archivo en el convento de la Purísima de Lebrija. Albergó notables obras del taller de los Ribas o de Juan de Mesa aunque en la actualidad solo se encuentre identificado el retablo de la Trinidad que se conserva en la parroquia de San Nicolás. El tercer convento concepcionista desaparecido fue el titulado de la Concepción de San Juan de la Palma, el primero de la orden creado en la ciudad, que se situaba contiguo a la iglesia parroquial de San Juan Bautista o "de la Palma", según la vieja leyenda medieval. Fue suprimido en la llamada Revolución "Gloriosa" de 1868, quedando desperdigado su patrimonio artístico entre manos públicas, religiosas o privadas. La estructura de su retablo mayor, obra de Felipe de Ribas de 1638, se conserva en la localidad de Prado del Rey en Cádiz; los notables altorrelieves que lo decoraban se mantienen en manos particulares, la imagen pétrea de la Inmaculada que presidía su acceso se conserva en la parroquia de la Concepción de Nervión y alguna tabla renacentista que decoraba los muros de su iglesia se puede admirar todavía en el Museo de Bellas Artes de la ciudad.
   Por tanto, el único recinto concepcionista de la ciudad es el ubicado en las cercanías de la plaza de San Marcos, junto a la parroquia de San Román, y en el entorno más densamente poblado de clausuras de la ciudad. Dedicado a Santa María del Socorro, es un amplio conjunto de edificaciones cuya iglesia se abre a la calle Socorro y cuyas dependencias más modernas (residencia estudiantil hoy transformada en albergue) se abren a la calle Bustos Tavera. El convento se fundó en el año 1522, en el actual emplazamiento, por doña Juana de Ayala, sobrina del cardenal Cervantes, que en un principio fijó que no deberían ser más de veinte las monjas de la comunidad. El lugar escogido fueron unas casas de la entonces calle de los Melgarejos, en la collación de San Marcos, propiedad de la fundadora, procediendo las primeras monjas del convento de cistercienses de Dueñas y de las jerónimas de Santa Paula. No fue doña Juana de Ayala religiosa del convento ni tampoco llegó a ocupar el cargo de abadesa. En numerosas publicaciones se señala la condición de la nobleza para el ingreso en la comunidad, dato erróneo que no consta en los documentos del convento y al que no se hace referencia en el propio testamento de la madre fundadora. Hacia 1524 se concluyeron las obras de adaptación del edificio a su función monacal, encargándose la labra de la iglesia al maestro albañil Alonso Ortiz en 1525. En 1528 se encargó el artesonado y la labra de las armaduras de madera al maestro carpintero Andrés, colaborando el pintor Alonso Pérez en la policromía: "pintóse y doróse la techumbre de la dicha nave desta iglesia a lo romano con oro y colores según estaba dorado y pintado la techumbre de la iglesia del Señor San Pedro". La iglesia se bendijo en 1529, quedando bajo la jurisdicción del ordinario, siendo terminados en 1531 el coro y la tribuna por el carpintero Juan Díaz.
   El conjunto conoció añadidos y reformas en los siglos XVII y XVIII, siendo la comunidad desamortizada en el siglo XIX, lo que conllevó a una notable pérdida de su patrimonio histórico artístico. Aunque el convento permaneció habitado, la comunidad sufrió la confiscación de numerosos bienes en el Aljarafe y de casas que poseía en la ciudad. En el siglo XX conoció importantes obras de reforma, destacando especialmente las iniciadas entre 1970-1972 por el arquitecto municipal José Galnares Sagastizábal.
   La iglesia, paralela a la calle Socorro, apenas se destaca al exterior; hasta su puerta permaneció cegada en tiempos pasados. Es un reducido espacio edificado en la segunda mitad del siglo XVI que sigue el modelo de planta con una sola nave y cabecera plana. La cubierta de la cabecera es de un muy tardío estilo gótico, con bóvedas de nervadura en piedra policromados posteriormente, siendo el resto de cubrimiento de la nave un artesonado de madera realizado según técnicas mudéjares. A los pies de la nave se sitúan el coro alto y el coro bajo, que le dan mayor profundidad a la reducida nave. Un zócalo de azulejos de 1904 firmado por Pickman recubre las paredes del templo con diferentes escenas que recuerdan los cuadros que se perdieron del patrimonio de la comunidad.
   Preside la iglesia un retablo de estructura clasicista que fue contratado el 15 de abril de 1636, por doña Luisa de la Serna, abadesa del convento, con los hermanos Felipe y Gaspar de Ribas, siendo la primera obra que contrataba este taller desde su llegada a Sevilla. Fue tasado en 1.700 ducados que se repartirían de forma diferente entre ambos hermanos (Felipe cobraría 1.000 ducados y su hermano el resto). Se estipuló su realización en borne y cedro, indicándose la realización de figuras de talla en las calles centrales y de pinturas en las laterales "de las historias y santos que la abadesa y la vicaria dijeren". Debió ser repolicromado en época neoclásica, con una imitación de mármoles y jaspes que desvirtuó las formas originales de la obra. Con banco, sotobanco, dos cuerpos, tres calles compartimentadas por columnas pareadas y ático, está presidido por una excelente imagen en alabastro de la Virgen del Socorro del siglo XVI, también repolicromada posteriormente. Compone el resto del retablo un buen programa iconográfico pictórico alusivo a la vida de la Virgen, de hacia 1630, situándose las escenas de la Anunciación y la Presentación en el Templo en el primer cuerpo y el Nacimiento de la Virgen y la Circuncisión en el segundo cuerpo, obras de las que se desconoce su autoría pero que debieron realizarse de forma coetánea al retablo. Las calles se subdividen mediante columnas pareadas con decoración estriada en sus fustes apenas perceptible con la policromía neoclásica. La parte central del segundo cuerpo debió estar presidida originalmente por un manifestador, cobijando en la actualidad una talla moderna de Sor Beatriz de Silva, la santa fundadora de la Orden Concepcionista, imagen que fue colocada con motivo de su canonización en 1976. Una talla de San Francisco de Asís preside el ático, es original de Felipe de Ribas y sigue el modelo creado por Martínez Montañés en el convento de Santa Clara, una iconografía basada en las indicaciones iconográficas que realizó Francisco Pacheco en su Arte de la Pintura. Unas tarjas laterales con las cinco llagas franciscanas completan el ático del retablo. En la zona del presbiterio se sitúan algunos de los paños de azulejos realizados por la Fábrica de Pickman entre 1904 y 1910. 
     Los del muro del Evangelio representan la Impresión de la Cinco Llagas de San Francisco y San Félix de Cantalicio con el Niño, que siegue el original que Murillo realizó para el convento de capuchinos. En el muro contrario se sitúa la escena del Jubileo de la Porciúncula y San Pascual Bailón. También en la zona del presbiterio se sitúa la lápida sepulcral de don José María de Hoyos y Hurtado, primer conde de Valdeinfantas, fallecido el 13 de febrero de 1906.
   Junto a los zócalos de azulejos, la única decoración del templo la constituye un retablo barroco reformado en el siglo XVIII, siglo en el que se realizaron la Inmaculada central y las tallas laterales de San José a la izquierda y de San Joaquín a la derecha. Está compartimentado mediante estípites y su ático está coronado por un relieve de la Trinidad. Decorado con hojas de cardo, su estructura parece haber sido recrecida de tamaño respecto a la pieza original.
   Una gran pérdida patrimonial de la comunidad fue la del retablo dedicado a San Juan Bautista, excelente conjunto que fue contratado en 1610 y cuya carta de finiquito se firmó en 1622. En 1972, época de gran crisis económica de la comunidad, fue adquirido por la Dirección General de Bellas Artes, que lo trasladó a la actual iglesia de la Anunciación, donde hoy se conserva en el olvido. 
     Es una compleja estructura, propia de los retablos iniciales de Montañés en la que se combinan nueve relieves alusivos a la vida del Bautista, destacando especialmente la escena central que representa el Bautismo de Cristo, una de las piezas más destacadas del maestro y cuya perfección formal en rostros se puede poner en relación con otra obra maestra de aquel periodo, Jesús Nazareno de la hermandad de Pasión. El conjunto se completa con trece pinturas de Juan de Uceda también alusivas a la historia del Bautista, un conjunto de gran calidad que fue sacado de su lugar original y espera una pronta restauración en la iglesia de la Universidad.
   Ya en la zona de los pies aparecen otros paneles de azulejos de gran tamaño que representan escenas de la Última Cena y el abrazo de San Francisco a Cristo Crucificado, de nuevo una interpretación del original que Murillo reallizó para el convento de Capuchinos. Otro paño muestra la escena de la Cena de Emaús basada en un original de Tiziano. En el muro de acceso al coro bajo se sitúa un excelente comulgatorio del siglo XVIII realizado en madera tallada y dorada, con decoración tipo rocalla y espejos, propia de la época. Junto al coro aparece la lápida sepulcral de Fernando Beltrán de la Cueva y de doña Juana de la Fuente, su mujer.
   El coro bajo es una acogedora estancia rectangular que presenta notables piezas de interés. Sus paredes se recubren con un notable zócalo de azulejos del siglo XVI, de tipo cuenca, relacionables con piezas parecidas como las del Cenador de los jardines del Alcázar. En el muro que lo separa de la iglesia, un tríptico del siglo XVI permite ver los temas del Calvario en su parte central, Jesús despojado de sus vestiduras en el lado izquierdo y la Piedad en el lateral derecho, escenas de probable inspiración flamenca que debieron ser repintadas con posterioridad. 
     Destaca también un retablo del siglo XVIII que mantiene el color natural de la madera y que está presidido por un excelente Crucificado del siglo XVI, flanqueado por San Juan y la Virgen en los laterales, piezas ya del siglo XVIII. En el mismo muro, una hornacina cobija un Nacimiento del siglo XVIII muy cercano al estilo de Cristóbal Ramos. La hornacina que los cobija está recubierta con un paisaje pintado en azulejos firmados por Enrique de Orce, uno de los grandes ceramistas que decoraron la Plaza de España. En su decoración hay una escena alusiva a la vida de San Francisco, lo que indica que debió acoger originalmente otro tipo de imagen.
   En el muro contrario se sitúa un notable órgano de finales del siglo XVIII, obra documentada de Otín Calvete, el gran maestro organista de la época en Sevilla. Le sigue, en una nueva vitrina, una Inmaculada de tamaño académico del siglo XVIII. A continuación se sitúa una soberbia imagen de la Virgen con el Niño sedente, pieza de gran devoción en el convento conocida como La Gran Madre. Aunque sigue modelos iconográficos clásicos, propios de finales del siglo XVI, parece talla de finales del siglo siguiente, estando relacionada por algunos autores con la obra de Francisco Antonio Gijón. Porta en la mano derecha un cetro de madera coronado por una estructura de plata en la que aparece labrada la Giralda.
   Desde el coro se accede al antiguo claustro principal, espaciosa estancia de dos cuerpos de la primera mitad del siglo XVII, con bella traza arquitectónico diseñado por Diego López Bueno. Presenta arquerías de medio punto sobre columnas de mármol en su primer cuerpo; el segundo piso es de menor altura y se sostiene mediante arcos rebajados. La escasa decoración de sus muros se concentra en las puntas de diamante que aparecen en las enjutas de sus arcos y diversos escudos de inspiración eucarística. El claustro debió comenzarse en 1624 bajo el diseño de López Bueno aunque las obras quedaron un tiempo paradas. Su terminación correría a cargo de Juan Bernardo de Velasco, que en 1625 retomaría las obras. La muerte del carpintero inicial, Esteban Martín, supuso su continuidad por el también maestro carpintero Félix Romero. En la decoración de puntas de diamante ideada originalmente por López Bueno se puede observar el empleo de los motivos recogidos por Sebastián Serlio en su Libro Cuarto de Arquitectura. Sin apenas uso se abren a este claustro algunas dependencias como la antigua sala capitular o el antiguo refectorio. En la primera se conserva un interesante relieve de la Inmaculada de comienzos del siglo XVII que debió ser repolicromado, con poco acierto, en época posterior. En el coro alto de la iglesia destaca su artesonado de madera, decorado con elegantes motivos heráldicos y de grutescos, una pieza datable en la segunda mitad del siglo XVI. Aquí se sitúan un lienzo de la Virgen con el Niño de comienzos del siglo XVII, un San Francisco de Paula del siglo XVIII y restos de pinturas murales de finales del siglo XVI que muestran el camino del Calvario. Se completan con un crucificado de pasta del siglo XVII y una Divina Pastora de candelero del siglo XIX, así como dos representaciones de los Sagrados Corazones de Jesús y María firmadas por José Reinosa en 1846. 
   En el otro ángulo de la manzana que conforma el conjunto se sitúa la nueva edificación conventual, un proyecto realizado por los arquitectos Ricardo Espiau y Manuel Tascó Rastrojo en 1970. Se realizó en la fachada que da a la calle Bustos Tavera y se une con el sector histórico mediante una galería cubierta que es conocida con el nombre de "los zancos". La nueva edificación acoge el torno, la puerta reglar, los locutorios, y dos plantas que funcionaron como residencia universitaria hasta 1996 aunque en la actualidad se dedique a hospedería. Otras dependencias que se rehicieron en estas fechas fueron adosadas al muro interior de la iglesia donde su ubican las sacristías, los confesionarios, el antecoro o la nueva sala capitular. Entre ambas zonas se sitúan las huertas del convento, espacioso conjunto donde se cultivan lechugas, naranjas limones, ciruelas, nísperos o incluso kiwis. En un extremo del claustro se halla el pequeño cementerio de la comunidad, remodelado en las últimas intervenciones.
   Junto a la función de hospedería del convento, la comunidad trabaja la elaboración de dulces como sustento de la casa. Amplia es su oferta que incluye pestiños, amarguillos, tocino de cielo, coronillas de almendra, mantecados, tortas, sultanas, roscos de Navidad, rosquillas cordobesas, yemas de almendra, turroncillos de chocolate y delicias de coco con tres variedades. En Cuaresma hacen torrijas que, como el resto de productos, pueden ser adquiridos en el torno de la calle Bustos Tavera.
   El horario de la comunidad comienza algo antes de las siete de la mañana con el rezo de laudes y la eucaristía diaria que se celebra a las ocho y media (a las 9 los festivos). Tras el desayuno se prolonga la jornada con el trabajo en comunidad (limpieza, hospedería, elaboración de dulces ...) hasta el rezo de sexta, que se realiza en torno a las dos menos cuarto. Tras la comida se sitúa un tiempo de recreo hasta las tres y media cuando se realizará el rezo de nonas. Tras un descanso se sitúa el tiempo dedicado al estudio y la formación de la comunidad que se prolongará hasta las 7 de la tarde, donde se realizarán algunos ensayos que continuarán poco después con el rezo de vísperas y una oración personal hasta las nueve de la noche, el momento de la cena. Tras un nuevo recreo llegará el rezo de completas y el oficio de lecturas en torno a las once menos veinte de la noche.
   Son celebraciones litúrgicas especiales en la comunidad las dedicadas a la Inmaculada Concepción (8 de diciembre), la festividad de Santa Beatriz de Silva (17 de agosto) y la festividad de la Virgen del Socorro (el día 16 de junio) (Manuel Jesús Roldán, Conventos de Sevilla. Almuzara, 2011).
Conozcamos mejor la Biografía de Santa Beatriz de Silva y Meneses, virgen;
     Santa Beatriz de Silva y Meneses, (Ceuta, c. 1426 – Toledo, 17 de agosto de 1491) sup. Santa, noble y fundadora de la Orden de las Concepcionistas.
     Era hija de los nobles portugueses Ruy Gómez de Silva e Isabel de Meneses. De este matrimonio nacieron once hijos de los cuales hubo dos santos, Beatriz y su hermano Juan, conocido como fray Amadeo. No hay constancia del lugar exacto de su nacimiento, posiblemente en Ceuta, que entonces pertenecía a Portugal en cuya conquista había intervenido su padre.
     Su niñez y educación transcurrieron cerca de la frontera con Castilla, en la diócesis de Évora, en Campomayor, de donde su padre era el alcayde. Allí recibió una esmerada y piadosa educación dirigida por frailes franciscanos de cuya orden su madre era muy devota.
     En la iglesia de este lugar se conserva un cuadro de la Virgen María en el que parece que el pintor utilizó la imagen de Beatriz en la Virgen por su gran belleza.
     Muy poco se conoce de su vida hasta 1447, entonces vino a Castilla formando parte del acompañamiento de Isabel de Portugal que iba a contraer matrimonio con el rey Juan II de Castilla, viudo de su primera mujer. Las informaciones que hay sobre Beatriz de Silva son muy escasas y se deben a una biografía que sobre ella escribió en 1526 el fraile franciscano fray Francisco de Garnica con el título Historia de la vida de la venerable madre doña Beatriz de Silva, fundadora de la Orden de la Concepción Franciscana de Toledo, conservada gracias a una copia de 1660. El valor de esta obra reside en que fue redactada cuando todavía vivían personas que habían conocido a Beatriz de Silva y podían aportar informaciones sobre ella. No obstante, la mayoría de los datos recogidos tienen un marcado carácter hagiográfico, no sólo con respecto a Beatriz sino a la Orden franciscana pues responden a un doble interés; en primer lugar, rodear la figura de esta mujer de un carácter mágico para legitimar su fundación y demostrar que era una elegida de Dios; y, por otra parte, manifestar la vinculación del proyecto de Beatriz de Silva con el franciscanismo desde un principio y, de esta forma, legitimar la apropiación que de él se había hecho y las modificaciones que se llevaron a cabo hasta desvirtuar los ideales preconizados por ella. Por todo esto, la obra ofrece un valor cuestionable, pero hay que utilizarla necesariamente ya que es el único texto escrito en aquella época, conocido hasta ahora, que se conserva sobre los hechos en los que participó Beatriz. Su importancia es mayor ya que no hay informaciones escritas sobre el proyecto religioso de Beatriz, pues el escrito que dirigió al papado para el reconocimiento de su fundación se ha perdido y aunque algo puede deducirse de su contenido gracias a que se conserva la respuesta en la bula papal de Inocencio VIII del 30 de abril de 1489 que autorizaba su petición, pero es difícil establecer la relación entre lo solicitado por Beatriz y lo reconocido por el papado. Todos los posteriores escritos que se han centrado en ella utilizan como fuente primaria la Vida de Garnica, y las aportaciones se refieren más a interpretaciones, análisis y valoraciones de la vida y obra de esta mujer que a nuevos datos. Por todo ello, hay todavía muchos aspectos oscuros y sin resolver, más teniendo en cuenta que en el citado escrito sobre todo se pretendía destacar la santidad y relaciones con la divinidad de Beatriz, que una reconstrucción histórica de su vida, y su adscripción al franciscanismo.
     La belleza de Beatriz era tan grande que cuando llegó a Castilla eclipsó a la de su señora, la cual sintió unos profundos celos, y ante la serie de solicitudes de matrimonio que Beatriz recibió, decidió encerrarla en un cofre. Beatriz consiguió sobrevivir el tiempo del encierro, tres días, ya que la Virgen se le apareció dos veces y le proporcionó alimento. Este primer hecho conocido de su vida ya tiene un carácter milagroso y señala la elección de la Virgen hacia esta mujer.
     Cuando su familia se enteró de la situación, su tío Juan de Silva la liberó. Entonces ella, como muestra de gratitud hacia la Virgen, tomó la decisión de retirarse de la Corte, permanecer virgen haciendo voto de castidad y recluirse en un lugar sagrado para poder dedicarse a la vida religiosa y no sufrir por causa de su belleza solicitudes amorosas ni matrimoniales. La leyenda cuenta que a partir de ese momento se cubrió la cara con un velo y nadie volvió a vérsela.
     La decisión de Beatriz fue vivir en el Convento de Santo Domingo de Toledo, pero no profesar en esta Orden, sino vivir como una laica acogida a la protección que ofrecía el convento, cosa que era muy habitual en aquel tiempo. Se ha discutido sobre la identificación del elegido y al que donó todos sus bienes, ya que entonces en Toledo había dos conventos de monjas puesto bajo la advocación de Santo Domingo.
     Uno era de monjas cistercienses y otro de dominicas.
     El primero recibía el nombre de Santo Domingo el Antiguo y el de dominicas el de Santo Domingo el Real. Pero el problema se acentúa pues existe una fuerte tradición de que Beatriz vivió en el primero, todavía se señala donde estuvo su celda, y la bula de Inocencio VIII de 1489 se refiere a un convento de la orden cisterciense. No obstante, durante el proceso de canonización se hace referencia al Convento de Santo Domingo el Real y las recientes investigaciones confirman que fue con las dominicas con quienes se recluyó, aunque como seglar, sin vivir bajo una regla.
     Por tanto, su primera relación en Toledo fue con la Orden de Santo Domingo.
     Apenas hay referencias a los años pasados en el convento viviendo como beata una vida austera, de rezos y penitencias, de acuerdo con las nuevas fórmulas religiosas desarrolladas desde el siglo xiv, relacionadas con la “devotio moderna”. Era una piedad que preconizaba la posibilidad de vivir una profunda espiritualidad sin la mediación de normas, reglas, ni jerarquías eclesiásticas.
     Por ello, Beatriz vivía en un convento, que la protegía y la eximia del cumplimiento de sus obligaciones cortesanas por ser noble, pero sin aceptar la regla de las monjas, ella era la que diseñaba su espiritualidad y vida religiosa que podía llegar a ser más dura que la de las propias monjas con las que convivía. Este movimiento religioso que tuvo gran predicamento en Castilla durante los siglos xv y xvi propició que mujeres como Beatriz, conocidas como beatas, pudieran llevar a cabo proyectos de vida religiosa singulares que no se adaptaban a las normas convencionales sino que pretendían una religiosidad más personal y autónoma.
     Asimismo, ofrecía la posibilidad de crear espacios de libertad religiosa femenina.
     Durante los años en los que Beatriz vivió en Santo Domingo el Real de Toledo la fama de su piedad fue creciendo y allí la visitó asiduamente la reina Isabel la Católica, llegando a crearse una estrecha comunicación entre ambas mujeres. El proyecto de Beatriz de vida religiosa interesaba sin duda a la Reina como se deduce de sus continuas visitas al convento.
     Y, posiblemente, por indicación suya, ya que fue la Reina quien se los cedió, se trasladó a los palacios de Galiana, además de donarle la iglesia de Santa Fe, fundación de la reina Constanza, mujer del rey Alfonso VI, tras la conquista de la ciudad. Beatriz fue acompañada por el grupo de doce mujeres seglares, algunas parientas suyas, que con ella vivían en Santo Domingo. Esto fue en 1484 iniciándose una nueva etapa en la vida de Beatriz que duró hasta 1489. En esos años, estas mujeres constituyeron un beaterio en el que se fue consolidando un proyecto religioso que culminó en la creación de una nueva Orden religiosa.
     El beaterio autónomo de Beatriz de Silva en los palacios de Galiana fue semejante a muchos otros que hubo entonces en Castilla, pero éste tenía la peculiaridad de la amistad de Beatriz con la reina Isabel y la posible injerencia de la Soberana en la vida del mismo, que culminó con creación de una nueva Orden.
     En esos años se debió de consolidar el nuevo proyecto, posiblemente el traslado había sido motivado por este motivo, ya que lo habitual en otros beaterios era aceptar la regla del convento femenino con el que tuvieran una mayor relación. En cambio, en este caso, y aquí radica su importancia, se estaba creando una nueva orden religiosa femenina que iba a sintonizar con la política religiosa propugnada por al Reina Católica. Beatriz de Silva envió a Roma para su aprobación una nueva regla que no se ha conservado.
     Es muy difícil establecer hasta dónde influyó Isabel la Católica, por una parte en la redacción y, por otra, en que Beatriz decidiera mandar a Roma la regla, para institucionalizar su beaterio y recibir la aceptación de la jerarquía eclesiástica. La nueva regla fue enviada a raíz del traslado en 1484 pero hasta 1489 el papa Inocencio VIII no emitió la bula “Inter Universa” en la que respondía a la solicitud.
     Gracias a esta bula se autorizaba a Beatriz a la fundación de un monasterio en Santa Fe de Toledo según la regla del Císter para vivir en la clausura más estricta. Asimismo se aceptaban una serie de normas cuya singularidad daba una personalidad propia a este proyecto, aunque no se conoce si respondía a todo lo planteado por la fundadora. Las monjas se ponían bajo la protección de la Inmaculada Concepción, advocación de la Virgen María que entonces estaba empezando a tener una gran relevancia. Bien es cierto que el Císter era una de las órdenes que habían influido más en el culto mariano, pero en este caso se señalaba una advocación muy precisa, que se pretendía potenciar aunque todavía no era dogma de fe dentro de la Iglesia católica. El hábito que vestirían era azul, con el escapulario blanco de las dominicas y el cordón de San Francisco. El rezo del oficio de la Concepción era obligatorio. Asimismo se daba a las monjas la capacidad de darse estatutos y ordenamiento propios, siempre que se mantuvieran bajo la autoridad del obispo. Estas nuevas monjas han sido conocidas como Concepcionistas. No obstante, el proyecto autorizado todavía iba a sufrir una serie de alteraciones. Al poco tiempo moría Beatriz de Silva, la fecha no es muy precisa pero desde luego anterior al año 1492. Su obra no estaba consolidada ni desarrollada, tampoco sus sucesoras directas tuvieron una personalidad parecida a la suya.
     A partir de ese momento se inició un proceso de apropiación de la obra de Beatriz de Silva por parte, sobre todo, de los franciscanos, que ya se había manifestado cuando estaba agonizante. Entonces pugnaron por llevarse su cuerpo las monjas de Santo Domingo el Real, ayudadas por frailes dominicos, frente a frailes menores franciscanos. Esa nueva etapa culminó en 1511 con la aprobación definitiva de la Orden de la Inmaculada Concepción en la que la primitiva regla enunciada por Beatriz y su adscripción al Císter fueron suprimidos, restando únicamente la advocación concepcionista. El cardenal Cisneros, arzobispo de Toledo y monje franciscano, incluyó a las monjas de la Santa Fe en los objetivos de su reforma de las órdenes religiosas, que pretendían una mayor uniformidad y sometimiento en las órdenes femeninas a las jerarquías eclesiásticas. El proceso consistió, sobre todo, en la sustitución de la regla de Beatriz de Silva por la de Santa Clara, endurecida por el P. Quiñones, se eludió, por tanto, la adscripción al Cister y las monjas quedaron integradas en la familia franciscana como una reforma dentro de las clarisas y bajo esta autoridad y observancia. La clausura se endureció, igual que la obediencia, la pobreza y se controló cualquier posibilidad sobre la actividad intelectual individual, que anteriormente había caracterizado los conventos de clarisas.
     La reina Isabel debió de tener participación importante en la integración de las concepcionistas al mundo franciscano, por su fuerte inclinación hacia él. También hay que tener en cuenta que el Convento de la Santa Fe estaba muy próximo al de los franciscanos y estos frailes auxiliaron a Beatriz y a las restantes monjas cuando lo requirieron. Por otra parte, Isabel no estuvo de acuerdo con la obediencia al obispo, propuesta, para dar una mayor autonomía a la Orden, e insistía, incluso en vida de Beatriz, en que era preferible la sujeción a las jerarquías franciscanas, como demuestra la bula de Alejandro VI de 1494, ya muerta Beatriz, en la que se atienden las solicitudes de la Reina Católica en este tema y se inicia la incorporación de las concepcionistas como una rama del tronco de las clarisas.
     La Orden de las concepcionistas, debidamente adecuada a los intereses de Isabel la Católica, gozó de una gran aceptación por parte de la Reina y del resto de mujeres nobles que formaban parte de su Corte. Todas contribuyeron a la expansión de los conventos concepcionistas como exponentes de la religiosidad impulsada por la Reina Isabel. La conquista del Reino de Granada fue una magnífica ocasión para llevar a las concepcionistas en las tierras recién incorporadas e impulsar estas nuevas formas religiosas. Isabel la Católica influyó para que se fundaran conventos y contribuyó a su dotación y otro tanto hicieron las mujeres más allegadas a la Reina. Se fundaron cuarenta y seis casas entre 1504 y 1526, destacando la segunda fundación de la nueva Orden, la de Torrijos (1507), auspiciada por Teresa Enríquez, “La loca del Sacramento”. De esta forma desde los inicios del siglo xvi la obra de Beatriz de Silva tuvo una gran repercusión, a pesar de que en ella no se mantuviera el proyecto inicial de esta mujer, que fue beatificada por el papa Pío XI en 1926 y canonizada por Pablo VI el 3 de octubre de 1976. En aquel momento, su Orden contaba con más de ciento cincuenta monasterios distribuidos por Europa y América.
     Beatriz de Silva fue protagonista de dos comedias del Siglo de Oro: La fundadora de la Santa Concepción, de Blas Fernández de Mesa, y Doña Beatriz de Silva, de Tirso de Molina (Cristina Segura Graiño, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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Horario de apertura del Convento de Santa María del Socorro:
            Verano: Todos los días: de 08:45 a 09:30.
            Invierno: De Lunes a Viernes: de 08:15 a 09:00
                            Sábados y Domingos: de 08:45 a 09:30

Horarios de misas del Convento de Santa María del Socorro:
              Verano: Todos los días: 09:00
              Invierno: De Lunes a Viernes: 08:30
                              Sábados y Domingos: 09:00

Página web oficial del Convento de Santa María del Socorro: No tiene.

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