Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la pintura de Santa Beatriz de Silva Meneses, de José María Filpo y Silva, en el Convento de Santa María del Socorro, de Sevilla.
Hoy, 17 de agosto, en Toledo, ciudad de España, Santa Beatriz de Silva Meneses, virgen, que fue dama noble en la corte de la reina Isabel, pero después, prefiriendo una vida de mayor perfección, se retiró a las religiosas de la Orden de Santo Domingo durante muchos años y finalmente fundó una nueva institución con el título de Orden de la Concepción de la Bienaventurada Virgen María (1490) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
Y que mejor día que hoy para ExplicArte la pintura de Santa Beatriz de Silva Meneses, de José María Filpo y Silva, en el Convento del Socorro, de Sevilla.
El Convento de Santa María del Socorro (actualmente cerrado), se encuentra en la calle Bustos Tavera, 30 (aunque la entrada a la Iglesia se efectúa por la calle Socorro, 13); en el Barrio de San Julián, del Distrito Casco Antiguo.
En una de las estancias del Convento de Santa María del Socorro, podemos contemplar este óleo sobre lienzo, realizado por José María Filpo y Silva, realizado en 1867, con unas medidas de 1,25 x 0,90 mts., en estilo neobarroco.
Hoy, 17 de agosto, en Toledo, ciudad de España, Santa Beatriz de Silva Meneses, virgen, que fue dama noble en la corte de la reina Isabel, pero después, prefiriendo una vida de mayor perfección, se retiró a las religiosas de la Orden de Santo Domingo durante muchos años y finalmente fundó una nueva institución con el título de Orden de la Concepción de la Bienaventurada Virgen María (1490) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
Y que mejor día que hoy para ExplicArte la pintura de Santa Beatriz de Silva Meneses, de José María Filpo y Silva, en el Convento del Socorro, de Sevilla.
El Convento de Santa María del Socorro (actualmente cerrado), se encuentra en la calle Bustos Tavera, 30 (aunque la entrada a la Iglesia se efectúa por la calle Socorro, 13); en el Barrio de San Julián, del Distrito Casco Antiguo.
En una de las estancias del Convento de Santa María del Socorro, podemos contemplar este óleo sobre lienzo, realizado por José María Filpo y Silva, realizado en 1867, con unas medidas de 1,25 x 0,90 mts., en estilo neobarroco.
Sobre fondo paisajístico formado por una montaña con su ladera dominada por un amplio celaje, aparece la santa, de cuerpo entero, vestida con hábito blanco de monja, capa azul y velo negro, figurando en su pecho un rosario y una imagen de la Inmaculada Concepción, que se repite en su brazo derecho. La cabeza, girada suavemente hacia la izquierda, muestra los rasgos serenos de una mujer joven que, con una estrella en su frente, baja la mirada mientras extiende los brazos al frente, sujetando en su mano derecha una vara de azucenas y en la izquierda la pértiga abacial. En el ángulo inferior derecho del lienzo, envuelta en una ferronía, figura una cartela oval con inscripción (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
Conozcamos mejor la Biografía de Santa Beatriz de Silva y Meneses, virgen;
Santa Beatriz de Silva y Meneses, (Ceuta, c. 1426 – Toledo, 17 de agosto de 1491) sup. Santa, noble y fundadora de la Orden de las Concepcionistas.
Era hija de los nobles portugueses Ruy Gómez de Silva e Isabel de Meneses. De este matrimonio nacieron once hijos de los cuales hubo dos santos, Beatriz y su hermano Juan, conocido como fray Amadeo. No hay constancia del lugar exacto de su nacimiento, posiblemente en Ceuta, que entonces pertenecía a Portugal en cuya conquista había intervenido su padre.
Su niñez y educación transcurrieron cerca de la frontera con Castilla, en la diócesis de Évora, en Campomayor, de donde su padre era el alcayde. Allí recibió una esmerada y piadosa educación dirigida por frailes franciscanos de cuya orden su madre era muy devota.
En la iglesia de este lugar se conserva un cuadro de la Virgen María en el que parece que el pintor utilizó la imagen de Beatriz en la Virgen por su gran belleza.
Muy poco se conoce de su vida hasta 1447, entonces vino a Castilla formando parte del acompañamiento de Isabel de Portugal que iba a contraer matrimonio con el rey Juan II de Castilla, viudo de su primera mujer. Las informaciones que hay sobre Beatriz de Silva son muy escasas y se deben a una biografía que sobre ella escribió en 1526 el fraile franciscano fray Francisco de Garnica con el título Historia de la vida de la venerable madre doña Beatriz de Silva, fundadora de la Orden de la Concepción Franciscana de Toledo, conservada gracias a una copia de 1660. El valor de esta obra reside en que fue redactada cuando todavía vivían personas que habían conocido a Beatriz de Silva y podían aportar informaciones sobre ella. No obstante, la mayoría de los datos recogidos tienen un marcado carácter hagiográfico, no sólo con respecto a Beatriz sino a la Orden franciscana pues responden a un doble interés; en primer lugar, rodear la figura de esta mujer de un carácter mágico para legitimar su fundación y demostrar que era una elegida de Dios; y, por otra parte, manifestar la vinculación del proyecto de Beatriz de Silva con el franciscanismo desde un principio y, de esta forma, legitimar la apropiación que de él se había hecho y las modificaciones que se llevaron a cabo hasta desvirtuar los ideales preconizados por ella. Por todo esto, la obra ofrece un valor cuestionable, pero hay que utilizarla necesariamente ya que es el único texto escrito en aquella época, conocido hasta ahora, que se conserva sobre los hechos en los que participó Beatriz. Su importancia es mayor ya que no hay informaciones escritas sobre el proyecto religioso de Beatriz, pues el escrito que dirigió al papado para el reconocimiento de su fundación se ha perdido y aunque algo puede deducirse de su contenido gracias a que se conserva la respuesta en la bula papal de Inocencio VIII del 30 de abril de 1489 que autorizaba su petición, pero es difícil establecer la relación entre lo solicitado por Beatriz y lo reconocido por el papado. Todos los posteriores escritos que se han centrado en ella utilizan como fuente primaria la Vida de Garnica, y las aportaciones se refieren más a interpretaciones, análisis y valoraciones de la vida y obra de esta mujer que a nuevos datos. Por todo ello, hay todavía muchos aspectos oscuros y sin resolver, más teniendo en cuenta que en el citado escrito sobre todo se pretendía destacar la santidad y relaciones con la divinidad de Beatriz, que una reconstrucción histórica de su vida, y su adscripción al franciscanismo. La belleza de Beatriz era tan grande que cuando llegó a Castilla eclipsó a la de su señora, la cual sintió unos profundos celos, y ante la serie de solicitudes de matrimonio que Beatriz recibió, decidió encerrarla en un cofre. Beatriz consiguió sobrevivir el tiempo del encierro, tres días, ya que la Virgen se le apareció dos veces y le proporcionó alimento. Este primer hecho conocido de su vida ya tiene un carácter milagroso y señala la elección de la Virgen hacia esta mujer.
Cuando su familia se enteró de la situación, su tío Juan de Silva la liberó. Entonces ella, como muestra de gratitud hacia la Virgen, tomó la decisión de retirarse de la Corte, permanecer virgen haciendo voto de castidad y recluirse en un lugar sagrado para poder dedicarse a la vida religiosa y no sufrir por causa de su belleza solicitudes amorosas ni matrimoniales. La leyenda cuenta que a partir de ese momento se cubrió la cara con un velo y nadie volvió a vérsela.
La decisión de Beatriz fue vivir en el Convento de Santo Domingo de Toledo, pero no profesar en esta Orden, sino vivir como una laica acogida a la protección que ofrecía el convento, cosa que era muy habitual en aquel tiempo. Se ha discutido sobre la identificación del elegido y al que donó todos sus bienes, ya que entonces en Toledo había dos conventos de monjas puesto bajo la advocación de Santo Domingo.
Uno era de monjas cistercienses y otro de dominicas.
El primero recibía el nombre de Santo Domingo el Antiguo y el de dominicas el de Santo Domingo el Real. Pero el problema se acentúa pues existe una fuerte tradición de que Beatriz vivió en el primero, todavía se señala donde estuvo su celda, y la bula de Inocencio VIII de 1489 se refiere a un convento de la orden cisterciense. No obstante, durante el proceso de canonización se hace referencia al Convento de Santo Domingo el Real y las recientes investigaciones confirman que fue con las dominicas con quienes se recluyó, aunque como seglar, sin vivir bajo una regla.
Por tanto, su primera relación en Toledo fue con la Orden de Santo Domingo.
Apenas hay referencias a los años pasados en el convento viviendo como beata una vida austera, de rezos y penitencias, de acuerdo con las nuevas fórmulas religiosas desarrolladas desde el siglo xiv, relacionadas con la “devotio moderna”. Era una piedad que preconizaba la posibilidad de vivir una profunda espiritualidad sin la mediación de normas, reglas, ni jerarquías eclesiásticas.
Por ello, Beatriz vivía en un convento, que la protegía y la eximia del cumplimiento de sus obligaciones cortesanas por ser noble, pero sin aceptar la regla de las monjas, ella era la que diseñaba su espiritualidad y vida religiosa que podía llegar a ser más dura que la de las propias monjas con las que convivía. Este movimiento religioso que tuvo gran predicamento en Castilla durante los siglos xv y xvi propició que mujeres como Beatriz, conocidas como beatas, pudieran llevar a cabo proyectos de vida religiosa singulares que no se adaptaban a las normas convencionales sino que pretendían una religiosidad más personal y autónoma.
Asimismo, ofrecía la posibilidad de crear espacios de libertad religiosa femenina.
Durante los años en los que Beatriz vivió en Santo Domingo el Real de Toledo la fama de su piedad fue creciendo y allí la visitó asiduamente la reina Isabel la Católica, llegando a crearse una estrecha comunicación entre ambas mujeres. El proyecto de Beatriz de vida religiosa interesaba sin duda a la Reina como se deduce de sus continuas visitas al convento.
Y, posiblemente, por indicación suya, ya que fue la Reina quien se los cedió, se trasladó a los palacios de Galiana, además de donarle la iglesia de Santa Fe, fundación de la reina Constanza, mujer del rey Alfonso VI, tras la conquista de la ciudad. Beatriz fue acompañada por el grupo de doce mujeres seglares, algunas parientas suyas, que con ella vivían en Santo Domingo. Esto fue en 1484 iniciándose una nueva etapa en la vida de Beatriz que duró hasta 1489. En esos años, estas mujeres constituyeron un beaterio en el que se fue consolidando un proyecto religioso que culminó en la creación de una nueva Orden religiosa.
El beaterio autónomo de Beatriz de Silva en los palacios de Galiana fue semejante a muchos otros que hubo entonces en Castilla, pero éste tenía la peculiaridad de la amistad de Beatriz con la reina Isabel y la posible injerencia de la Soberana en la vida del mismo, que culminó con creación de una nueva Orden.
En esos años se debió de consolidar el nuevo proyecto, posiblemente el traslado había sido motivado por este motivo, ya que lo habitual en otros beaterios era aceptar la regla del convento femenino con el que tuvieran una mayor relación. En cambio, en este caso, y aquí radica su importancia, se estaba creando una nueva orden religiosa femenina que iba a sintonizar con la política religiosa propugnada por al Reina Católica. Beatriz de Silva envió a Roma para su aprobación una nueva regla que no se ha conservado.
Es muy difícil establecer hasta dónde influyó Isabel la Católica, por una parte en la redacción y, por otra, en que Beatriz decidiera mandar a Roma la regla, para institucionalizar su beaterio y recibir la aceptación de la jerarquía eclesiástica. La nueva regla fue enviada a raíz del traslado en 1484 pero hasta 1489 el papa Inocencio VIII no emitió la bula “Inter Universa” en la que respondía a la solicitud.
Gracias a esta bula se autorizaba a Beatriz a la fundación de un monasterio en Santa Fe de Toledo según la regla del Císter para vivir en la clausura más estricta. Asimismo se aceptaban una serie de normas cuya singularidad daba una personalidad propia a este proyecto, aunque no se conoce si respondía a todo lo planteado por la fundadora. Las monjas se ponían bajo la protección de la Inmaculada Concepción, advocación de la Virgen María que entonces estaba empezando a tener una gran relevancia. Bien es cierto que el Císter era una de las órdenes que habían influido más en el culto mariano, pero en este caso se señalaba una advocación muy precisa, que se pretendía potenciar aunque todavía no era dogma de fe dentro de la Iglesia católica. El hábito que vestirían era azul, con el escapulario blanco de las dominicas y el cordón de San Francisco. El rezo del oficio de la Concepción era obligatorio. Asimismo se daba a las monjas la capacidad de darse estatutos y ordenamiento propios, siempre que se mantuvieran bajo la autoridad del obispo. Estas nuevas monjas han sido conocidas como Concepcionistas. No obstante, el proyecto autorizado todavía iba a sufrir una serie de alteraciones. Al poco tiempo moría Beatriz de Silva, la fecha no es muy precisa pero desde luego anterior al año 1492. Su obra no estaba consolidada ni desarrollada, tampoco sus sucesoras directas tuvieron una personalidad parecida a la suya.
A partir de ese momento se inició un proceso de apropiación de la obra de Beatriz de Silva por parte, sobre todo, de los franciscanos, que ya se había manifestado cuando estaba agonizante. Entonces pugnaron por llevarse su cuerpo las monjas de Santo Domingo el Real, ayudadas por frailes dominicos, frente a frailes menores franciscanos. Esa nueva etapa culminó en 1511 con la aprobación definitiva de la Orden de la Inmaculada Concepción en la que la primitiva regla enunciada por Beatriz y su adscripción al Císter fueron suprimidos, restando únicamente la advocación concepcionista. El cardenal Cisneros, arzobispo de Toledo y monje franciscano, incluyó a las monjas de la Santa Fe en los objetivos de su reforma de las órdenes religiosas, que pretendían una mayor uniformidad y sometimiento en las órdenes femeninas a las jerarquías eclesiásticas. El proceso consistió, sobre todo, en la sustitución de la regla de Beatriz de Silva por la de Santa Clara, endurecida por el P. Quiñones, se eludió, por tanto, la adscripción al Cister y las monjas quedaron integradas en la familia franciscana como una reforma dentro de las clarisas y bajo esta autoridad y observancia. La clausura se endureció, igual que la obediencia, la pobreza y se controló cualquier posibilidad sobre la actividad intelectual individual, que anteriormente había caracterizado los conventos de clarisas.
La reina Isabel debió de tener participación importante en la integración de las concepcionistas al mundo franciscano, por su fuerte inclinación hacia él. También hay que tener en cuenta que el Convento de la Santa Fe estaba muy próximo al de los franciscanos y estos frailes auxiliaron a Beatriz y a las restantes monjas cuando lo requirieron. Por otra parte, Isabel no estuvo de acuerdo con la obediencia al obispo, propuesta, para dar una mayor autonomía a la Orden, e insistía, incluso en vida de Beatriz, en que era preferible la sujeción a las jerarquías franciscanas, como demuestra la bula de Alejandro VI de 1494, ya muerta Beatriz, en la que se atienden las solicitudes de la Reina Católica en este tema y se inicia la incorporación de las concepcionistas como una rama del tronco de las clarisas.
La Orden de las concepcionistas, debidamente adecuada a los intereses de Isabel la Católica, gozó de una gran aceptación por parte de la Reina y del resto de mujeres nobles que formaban parte de su Corte. Todas contribuyeron a la expansión de los conventos concepcionistas como exponentes de la religiosidad impulsada por la Reina Isabel. La conquista del Reino de Granada fue una magnífica ocasión para llevar a las concepcionistas en las tierras recién incorporadas e impulsar estas nuevas formas religiosas. Isabel la Católica influyó para que se fundaran conventos y contribuyó a su dotación y otro tanto hicieron las mujeres más allegadas a la Reina. Se fundaron cuarenta y seis casas entre 1504 y 1526, destacando la segunda fundación de la nueva Orden, la de Torrijos (1507), auspiciada por Teresa Enríquez, “La loca del Sacramento”. De esta forma desde los inicios del siglo xvi la obra de Beatriz de Silva tuvo una gran repercusión, a pesar de que en ella no se mantuviera el proyecto inicial de esta mujer, que fue beatificada por el papa Pío XI en 1926 y canonizada por Pablo VI el 3 de octubre de 1976. En aquel momento, su Orden contaba con más de ciento cincuenta monasterios distribuidos por Europa y América.
Beatriz de Silva fue protagonista de dos comedias del Siglo de Oro: La fundadora de la Santa Concepción, de Blas Fernández de Mesa, y Doña Beatriz de Silva, de Tirso de Molina (Cristina Segura Graiño, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la pintura de Santa Beatriz de Silva Meneses, de José María Filpo y Silva, en el Convento de Santa María del Socorro, de Sevilla. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la ciudad.
Conozcamos mejor la Biografía de Santa Beatriz de Silva y Meneses, virgen;
Santa Beatriz de Silva y Meneses, (Ceuta, c. 1426 – Toledo, 17 de agosto de 1491) sup. Santa, noble y fundadora de la Orden de las Concepcionistas.
Era hija de los nobles portugueses Ruy Gómez de Silva e Isabel de Meneses. De este matrimonio nacieron once hijos de los cuales hubo dos santos, Beatriz y su hermano Juan, conocido como fray Amadeo. No hay constancia del lugar exacto de su nacimiento, posiblemente en Ceuta, que entonces pertenecía a Portugal en cuya conquista había intervenido su padre.
Su niñez y educación transcurrieron cerca de la frontera con Castilla, en la diócesis de Évora, en Campomayor, de donde su padre era el alcayde. Allí recibió una esmerada y piadosa educación dirigida por frailes franciscanos de cuya orden su madre era muy devota.
En la iglesia de este lugar se conserva un cuadro de la Virgen María en el que parece que el pintor utilizó la imagen de Beatriz en la Virgen por su gran belleza.
Muy poco se conoce de su vida hasta 1447, entonces vino a Castilla formando parte del acompañamiento de Isabel de Portugal que iba a contraer matrimonio con el rey Juan II de Castilla, viudo de su primera mujer. Las informaciones que hay sobre Beatriz de Silva son muy escasas y se deben a una biografía que sobre ella escribió en 1526 el fraile franciscano fray Francisco de Garnica con el título Historia de la vida de la venerable madre doña Beatriz de Silva, fundadora de la Orden de la Concepción Franciscana de Toledo, conservada gracias a una copia de 1660. El valor de esta obra reside en que fue redactada cuando todavía vivían personas que habían conocido a Beatriz de Silva y podían aportar informaciones sobre ella. No obstante, la mayoría de los datos recogidos tienen un marcado carácter hagiográfico, no sólo con respecto a Beatriz sino a la Orden franciscana pues responden a un doble interés; en primer lugar, rodear la figura de esta mujer de un carácter mágico para legitimar su fundación y demostrar que era una elegida de Dios; y, por otra parte, manifestar la vinculación del proyecto de Beatriz de Silva con el franciscanismo desde un principio y, de esta forma, legitimar la apropiación que de él se había hecho y las modificaciones que se llevaron a cabo hasta desvirtuar los ideales preconizados por ella. Por todo esto, la obra ofrece un valor cuestionable, pero hay que utilizarla necesariamente ya que es el único texto escrito en aquella época, conocido hasta ahora, que se conserva sobre los hechos en los que participó Beatriz. Su importancia es mayor ya que no hay informaciones escritas sobre el proyecto religioso de Beatriz, pues el escrito que dirigió al papado para el reconocimiento de su fundación se ha perdido y aunque algo puede deducirse de su contenido gracias a que se conserva la respuesta en la bula papal de Inocencio VIII del 30 de abril de 1489 que autorizaba su petición, pero es difícil establecer la relación entre lo solicitado por Beatriz y lo reconocido por el papado. Todos los posteriores escritos que se han centrado en ella utilizan como fuente primaria la Vida de Garnica, y las aportaciones se refieren más a interpretaciones, análisis y valoraciones de la vida y obra de esta mujer que a nuevos datos. Por todo ello, hay todavía muchos aspectos oscuros y sin resolver, más teniendo en cuenta que en el citado escrito sobre todo se pretendía destacar la santidad y relaciones con la divinidad de Beatriz, que una reconstrucción histórica de su vida, y su adscripción al franciscanismo. La belleza de Beatriz era tan grande que cuando llegó a Castilla eclipsó a la de su señora, la cual sintió unos profundos celos, y ante la serie de solicitudes de matrimonio que Beatriz recibió, decidió encerrarla en un cofre. Beatriz consiguió sobrevivir el tiempo del encierro, tres días, ya que la Virgen se le apareció dos veces y le proporcionó alimento. Este primer hecho conocido de su vida ya tiene un carácter milagroso y señala la elección de la Virgen hacia esta mujer.
Cuando su familia se enteró de la situación, su tío Juan de Silva la liberó. Entonces ella, como muestra de gratitud hacia la Virgen, tomó la decisión de retirarse de la Corte, permanecer virgen haciendo voto de castidad y recluirse en un lugar sagrado para poder dedicarse a la vida religiosa y no sufrir por causa de su belleza solicitudes amorosas ni matrimoniales. La leyenda cuenta que a partir de ese momento se cubrió la cara con un velo y nadie volvió a vérsela.
La decisión de Beatriz fue vivir en el Convento de Santo Domingo de Toledo, pero no profesar en esta Orden, sino vivir como una laica acogida a la protección que ofrecía el convento, cosa que era muy habitual en aquel tiempo. Se ha discutido sobre la identificación del elegido y al que donó todos sus bienes, ya que entonces en Toledo había dos conventos de monjas puesto bajo la advocación de Santo Domingo.
Uno era de monjas cistercienses y otro de dominicas.
El primero recibía el nombre de Santo Domingo el Antiguo y el de dominicas el de Santo Domingo el Real. Pero el problema se acentúa pues existe una fuerte tradición de que Beatriz vivió en el primero, todavía se señala donde estuvo su celda, y la bula de Inocencio VIII de 1489 se refiere a un convento de la orden cisterciense. No obstante, durante el proceso de canonización se hace referencia al Convento de Santo Domingo el Real y las recientes investigaciones confirman que fue con las dominicas con quienes se recluyó, aunque como seglar, sin vivir bajo una regla.
Por tanto, su primera relación en Toledo fue con la Orden de Santo Domingo.
Apenas hay referencias a los años pasados en el convento viviendo como beata una vida austera, de rezos y penitencias, de acuerdo con las nuevas fórmulas religiosas desarrolladas desde el siglo xiv, relacionadas con la “devotio moderna”. Era una piedad que preconizaba la posibilidad de vivir una profunda espiritualidad sin la mediación de normas, reglas, ni jerarquías eclesiásticas.
Por ello, Beatriz vivía en un convento, que la protegía y la eximia del cumplimiento de sus obligaciones cortesanas por ser noble, pero sin aceptar la regla de las monjas, ella era la que diseñaba su espiritualidad y vida religiosa que podía llegar a ser más dura que la de las propias monjas con las que convivía. Este movimiento religioso que tuvo gran predicamento en Castilla durante los siglos xv y xvi propició que mujeres como Beatriz, conocidas como beatas, pudieran llevar a cabo proyectos de vida religiosa singulares que no se adaptaban a las normas convencionales sino que pretendían una religiosidad más personal y autónoma.
Asimismo, ofrecía la posibilidad de crear espacios de libertad religiosa femenina.
Durante los años en los que Beatriz vivió en Santo Domingo el Real de Toledo la fama de su piedad fue creciendo y allí la visitó asiduamente la reina Isabel la Católica, llegando a crearse una estrecha comunicación entre ambas mujeres. El proyecto de Beatriz de vida religiosa interesaba sin duda a la Reina como se deduce de sus continuas visitas al convento.
Y, posiblemente, por indicación suya, ya que fue la Reina quien se los cedió, se trasladó a los palacios de Galiana, además de donarle la iglesia de Santa Fe, fundación de la reina Constanza, mujer del rey Alfonso VI, tras la conquista de la ciudad. Beatriz fue acompañada por el grupo de doce mujeres seglares, algunas parientas suyas, que con ella vivían en Santo Domingo. Esto fue en 1484 iniciándose una nueva etapa en la vida de Beatriz que duró hasta 1489. En esos años, estas mujeres constituyeron un beaterio en el que se fue consolidando un proyecto religioso que culminó en la creación de una nueva Orden religiosa.
El beaterio autónomo de Beatriz de Silva en los palacios de Galiana fue semejante a muchos otros que hubo entonces en Castilla, pero éste tenía la peculiaridad de la amistad de Beatriz con la reina Isabel y la posible injerencia de la Soberana en la vida del mismo, que culminó con creación de una nueva Orden.
En esos años se debió de consolidar el nuevo proyecto, posiblemente el traslado había sido motivado por este motivo, ya que lo habitual en otros beaterios era aceptar la regla del convento femenino con el que tuvieran una mayor relación. En cambio, en este caso, y aquí radica su importancia, se estaba creando una nueva orden religiosa femenina que iba a sintonizar con la política religiosa propugnada por al Reina Católica. Beatriz de Silva envió a Roma para su aprobación una nueva regla que no se ha conservado.
Es muy difícil establecer hasta dónde influyó Isabel la Católica, por una parte en la redacción y, por otra, en que Beatriz decidiera mandar a Roma la regla, para institucionalizar su beaterio y recibir la aceptación de la jerarquía eclesiástica. La nueva regla fue enviada a raíz del traslado en 1484 pero hasta 1489 el papa Inocencio VIII no emitió la bula “Inter Universa” en la que respondía a la solicitud.
Gracias a esta bula se autorizaba a Beatriz a la fundación de un monasterio en Santa Fe de Toledo según la regla del Císter para vivir en la clausura más estricta. Asimismo se aceptaban una serie de normas cuya singularidad daba una personalidad propia a este proyecto, aunque no se conoce si respondía a todo lo planteado por la fundadora. Las monjas se ponían bajo la protección de la Inmaculada Concepción, advocación de la Virgen María que entonces estaba empezando a tener una gran relevancia. Bien es cierto que el Císter era una de las órdenes que habían influido más en el culto mariano, pero en este caso se señalaba una advocación muy precisa, que se pretendía potenciar aunque todavía no era dogma de fe dentro de la Iglesia católica. El hábito que vestirían era azul, con el escapulario blanco de las dominicas y el cordón de San Francisco. El rezo del oficio de la Concepción era obligatorio. Asimismo se daba a las monjas la capacidad de darse estatutos y ordenamiento propios, siempre que se mantuvieran bajo la autoridad del obispo. Estas nuevas monjas han sido conocidas como Concepcionistas. No obstante, el proyecto autorizado todavía iba a sufrir una serie de alteraciones. Al poco tiempo moría Beatriz de Silva, la fecha no es muy precisa pero desde luego anterior al año 1492. Su obra no estaba consolidada ni desarrollada, tampoco sus sucesoras directas tuvieron una personalidad parecida a la suya.
A partir de ese momento se inició un proceso de apropiación de la obra de Beatriz de Silva por parte, sobre todo, de los franciscanos, que ya se había manifestado cuando estaba agonizante. Entonces pugnaron por llevarse su cuerpo las monjas de Santo Domingo el Real, ayudadas por frailes dominicos, frente a frailes menores franciscanos. Esa nueva etapa culminó en 1511 con la aprobación definitiva de la Orden de la Inmaculada Concepción en la que la primitiva regla enunciada por Beatriz y su adscripción al Císter fueron suprimidos, restando únicamente la advocación concepcionista. El cardenal Cisneros, arzobispo de Toledo y monje franciscano, incluyó a las monjas de la Santa Fe en los objetivos de su reforma de las órdenes religiosas, que pretendían una mayor uniformidad y sometimiento en las órdenes femeninas a las jerarquías eclesiásticas. El proceso consistió, sobre todo, en la sustitución de la regla de Beatriz de Silva por la de Santa Clara, endurecida por el P. Quiñones, se eludió, por tanto, la adscripción al Cister y las monjas quedaron integradas en la familia franciscana como una reforma dentro de las clarisas y bajo esta autoridad y observancia. La clausura se endureció, igual que la obediencia, la pobreza y se controló cualquier posibilidad sobre la actividad intelectual individual, que anteriormente había caracterizado los conventos de clarisas.
La reina Isabel debió de tener participación importante en la integración de las concepcionistas al mundo franciscano, por su fuerte inclinación hacia él. También hay que tener en cuenta que el Convento de la Santa Fe estaba muy próximo al de los franciscanos y estos frailes auxiliaron a Beatriz y a las restantes monjas cuando lo requirieron. Por otra parte, Isabel no estuvo de acuerdo con la obediencia al obispo, propuesta, para dar una mayor autonomía a la Orden, e insistía, incluso en vida de Beatriz, en que era preferible la sujeción a las jerarquías franciscanas, como demuestra la bula de Alejandro VI de 1494, ya muerta Beatriz, en la que se atienden las solicitudes de la Reina Católica en este tema y se inicia la incorporación de las concepcionistas como una rama del tronco de las clarisas.
La Orden de las concepcionistas, debidamente adecuada a los intereses de Isabel la Católica, gozó de una gran aceptación por parte de la Reina y del resto de mujeres nobles que formaban parte de su Corte. Todas contribuyeron a la expansión de los conventos concepcionistas como exponentes de la religiosidad impulsada por la Reina Isabel. La conquista del Reino de Granada fue una magnífica ocasión para llevar a las concepcionistas en las tierras recién incorporadas e impulsar estas nuevas formas religiosas. Isabel la Católica influyó para que se fundaran conventos y contribuyó a su dotación y otro tanto hicieron las mujeres más allegadas a la Reina. Se fundaron cuarenta y seis casas entre 1504 y 1526, destacando la segunda fundación de la nueva Orden, la de Torrijos (1507), auspiciada por Teresa Enríquez, “La loca del Sacramento”. De esta forma desde los inicios del siglo xvi la obra de Beatriz de Silva tuvo una gran repercusión, a pesar de que en ella no se mantuviera el proyecto inicial de esta mujer, que fue beatificada por el papa Pío XI en 1926 y canonizada por Pablo VI el 3 de octubre de 1976. En aquel momento, su Orden contaba con más de ciento cincuenta monasterios distribuidos por Europa y América.
Beatriz de Silva fue protagonista de dos comedias del Siglo de Oro: La fundadora de la Santa Concepción, de Blas Fernández de Mesa, y Doña Beatriz de Silva, de Tirso de Molina (Cristina Segura Graiño, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la pintura de Santa Beatriz de Silva Meneses, de José María Filpo y Silva, en el Convento de Santa María del Socorro, de Sevilla. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la ciudad.
Más sobre el Convento de Santa María del Socorro, en ExplicArte Sevilla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario