Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la calle Don Remondo, de Sevilla, dando un paseo por ella.
Hoy, 6 de agosto, es el aniversario (6 de agosto de 1286) del fallecimiento de Don Remondo, así que hoy es el mejor día para ExplicArte la calle Don Remondo, de Sevilla, dando un paseo por ella.
La calle Don Remondo es, en el Callejero Sevillano, una vía que se encuentra en el Barrio Santa Cruz, del Distrito Casco Antiguo, y va de la calle Segovias, a la plaza Virgen de los Reyes.
La calle, desde el punto de vista urbanístico, y como definición, aparece perfectamente delimitada en la población histórica y en los sectores urbanos donde predomina la edificación compacta o en manzana, y constituye el espacio libre, de tránsito, cuya linealidad queda marcada por las fachadas de las edificaciones colindantes entre si. En cambio, en los sectores de periferia donde predomina la edificación abierta, constituida por bloques exentos, la calle, como ámbito lineal de relación, se pierde, y el espacio jurídicamente público y el de carácter privado se confunden en términos físicos y planimétricos. En las calles el sistema es numerar con los pares una acera y con los impares la opuesta.
También hay una reglamentación establecida para el origen de esta numeración en cada vía, y es que se comienza a partir del extremo más próximo a la calle José Gestoso, que se consideraba, incorrectamente el centro geográfico de Sevilla, cuando este sistema se impuso. En la periferia unas veces se olvida esta norma y otras es difícil de establecer.
Fue conocida como Abades, junto con la que hoy lleva este nombre, y también como Abades Baja por su situación respecto a Abades, identificada como Abades Alta. Esta denominación, que arranca desde la Edad Media (s. XIV), hace referencia al nombre con el que en aquella época se conocía a los canónigos y prebendados al servicio de la Catedral que vivían en su mayoría en estas dos calles, que "virtualmente no es más que una porque están seguidas" (González de León. Las calles...). En 1845 se rotuló Don Remondo en memoria del primer arzobispo de Sevilla tras la conquista de Fernando III por renuncia del infante don Felipe. Sobre esta calle se actuó a mediados del s. XVI ensanchándola sobre casas del cabildo y a partir de 1580 sobre las casas del arzobispo, aprovechando la sede vacante tras la muerte de don Cristóbal Rojas y contando con la autorización del nuncio. También se hicieron otras actuaciones menores que afectaron parcialmente a casas de eclesiásticos en el s. XVII. A pesar de ello en los planos del s. XVIII todavía aparece con una línea quebrada, especialmente en su primer tramo. hasta la confluencia con Cardenal Sanz y Forés. En el muro del palacio arzobispal, que ocupa casi toda la acera de los pares, todavía pueden apreciarse algunos rincones en la línea de fachada. En tiempos recientes han sido retranqueados los dos únicos edificios de la misma acera que no pertenecen al palacio, dejando un espacio delantero procedente del veinticinco por ciento que la ley no permitía construir y que afea notablemente el conjunto. La acera de los impares se alinea en el s. XIX, a la vez que se ensancha. El segundo tramo es más amplio y rectilíneo, una vez que perdió en los años veinte de este siglo el recodo que hacía al desembocar en la plaza Virgen de los Reyes.
Estuvo enladrillada y empedrada hasta 1882 en que se adoquinó, conservando esta pavimentación que carecía de aceras y disponía de guardaejes de granito hasta los años 50, en que se dotó de acerado de losetas de cemento. Presenta una leve inclinación descendente hacia la plaza de la Virgen de los Reyes. Fue dotada de iluminación de gas en la segunda mitad del s. XIX y en la actualidad dispone de farolas de fundición adosadas. Ha tenido y tiene todavía muy buenas casas "de amplitud y comodidad" al decir de González de León (1839). Casi toda la acera de los pares, como ya se ha indicado, la ocupa el palacio arzobispal, que ofrece en el último tramo de ella su fachada lateral con numerosas ventanas y balcones protegidos con guardapolvos adornados con portaantorchas. En el primer tramo sólo ofrece un muro continuo de gran altura sin huecos. En la acera de los impares destacan dos casas-patio del s. XVIII de tres y dos plantas y ático respectivamente, ambas avitoladas. En el edificio donde hoy se levanta el Hotel Doña María existió otra casa-patio del s. XVIII. En el s. XVI se construyó un pasadizo que unía las casas del arzobispo con las de la condesa de Lemos, su sobrina, así como el Hospital de San Bartolomé, desaparecido en 1587; González de León refiere que existía un retablo de la Virgen de Belén. Desde los primeros tiempos fue residencia de clérigos al servicio de la Catedral, carácter que ha mantenido a lo largo de los siglos. A pesar de que en los s. XVI y XVIII se realizaron ensanches para facilitar el tráfico como parte del eje norte-sur de la ciudad, en el s. XIX, eran "angostas, tristes y solas, pero de muy buenas casas..." según González de León (1839) refiriéndose a ambas Abades, y Álvarez-Benavides (1873) la califica de "primer orden y poco tránsito". Fue testigo esta vía del reparto de pan que hizo el arzobispo Ambrosio Espínola por un portillo que se abrió al efecto con ocasión de una sequía en 1677; en ella, según Santiago Montoto, vivió Zurbarán, y en la casa núm. 13, según Gómez Zarzuela, vivió el eminente poeta Juan Nicasio Gallego, canónigo por los años 1829, y en el último tercio del siglo pasado instaló sus oficinas el ferrocarril Sevilla-Jerez-Cádiz. Cáritas Diocesana tiene sus oficinas en una de las casas-patio. El poco comercio que todavía existía en los años cincuenta ha desaparecido, siendo de destacar la Librería Montparnase, especializada en libros franceses [Salvador Rodríguez Becerra, en Diccionario histórico de las calles de Sevilla, 1993].
Don Remondo, 13. Casa del siglo XVIII, de tres plantas. La fachada, de gran interés, está recorrida por pilastras, que parten de un zócalo corrido. La portada está enmarcada por un moldurón avitolado y sobre ella un balcón, con rica moldura, rematado por frontón recto; el resto de los vanos de esta planta son ventanas. En el interior posee un patio de columnas con arcos semicirculares y rebajados.
Don Remondo, 17. Casa del siglo XVIII, de dos plantas y ático. La fachada, bien proporcionada, está avitolada en las dos plantas. El ático posee vanos de medio punto separados por pilastras.
Don Remondo, 19. Casa del siglo XVIII, de dos plantas y ático. La portada va resaltada sobre medias pilastras toscanas. El balcón central, moldurado, remata en un frontón recto. El ático posee vanos semicirculares separados por pilastras pareadas. En el interior, patio con arquerías superpuestas en tres de los frentes y adosada al muro del cuarto una fuente de pared [Francisco Collantes de Terán Delorme y Luis Gómez Estern, Arquitectura Civil Sevillana, Excmo. Ayuntamiento de Sevilla, 1984].
Conozcamos mejor la biografía del arzobispo de Sevilla, Don Remondo, personaje a quien está dedicada la vía reseñada;
Raimundo de Losana, (¿Segovia?, s. XIII – ?, 6 de agosto de 1286). Obispo de Segovia (c. 1250-1259) y arzobispo de Sevilla (1259-1286).
Eclesiástico ligado estrechamente a la Monarquía castellana, a la que sirvió fielmente durante cuatro décadas.
Raimundo fue, sin duda, una de las personalidades más destacadas en la Castilla de la segunda mitad del siglo XIII, donde brilló por su capacidad organizativa, bien acreditada en el Arzobispado de Sevilla, sus dotes políticas y su sólida formación intelectual.
Dejando a un lado las informaciones legendarias o claramente apócrifas que han llegado hasta nosotros, y a falta de testimonios concluyentes, la documentación parece apuntar al nacimiento de Raimundo en Segovia y a su vinculación personal a la desaparecida parroquia de San Gil de esta ciudad. Aunque algunos autores señalan la pertenencia del prelado a la Orden Dominica, nada en los documentos de la época permite avalar esta suposición.
Las primeras noticias de Raimundo de Losana se encuentran en los años finales del reinado de Fernando III, en cuya Corte se había integrado tras su designación como confesor regio. En enero de 1250 Raimundo aparece ocupando ya la sede segoviana, para la que debió de ser elegido probablemente el año anterior, pues su antecesor Bernardo había fallecido en septiembre de 1248. Por estas mismas fechas el prelado aparece integrado también en la Cancillería Real como notario.
Raimundo dedicó importantes esfuerzos a la organización de la catedral segoviana, apoyando y completando las reformas que se estaban adoptando a instancias del cardenal Gil de Torres. Su actividad al frente de la diócesis segoviana está bien documentada y muestra a un prelado eficiente que supo compaginar las tareas pastorales con una intensa participación en la política y la administración del reino. Así, se puede señalar su mediación en el pleito suscitado entre el monasterio de Santa María de los Huertos y la catedral y los clérigos de la diócesis en 1254, el fuero otorgado a sus vasallos de Luguillas en 1255, o su intervención por indicación pontificia en el establecimiento en Segovia del monasterio de Santa Cruz, primera fundación dominica en la Península, en 1257.
Como ya se ha indicado, la relación de Raimundo con la Monarquía fue muy estrecha. En 1252 asistió espiritualmente a Fernando III en sus últimos momentos participando más tarde en los funerales que se oficiaron en Sevilla por el Monarca. Durante el reinado de Alfonso X el obispo continuó siendo el confesor regio y participó en el bautizo del infante Sancho, el futuro Sancho IV, en 1258. Una muestra evidente de la identificación de Raimundo con sus protectores se encuentra en la fundación que realizó en 1253 de dos capillas en la catedral de Segovia en las que debía oficiarse una misa diaria por Fernando III y Alfonso X y celebrarse aniversarios por ellos y sus esposas tras sus fallecimientos.
La confianza depositada por los Monarcas en Raimundo tuvo su reflejo en la activa participación de éste en la vida política del reino. Está acreditada su presencia, en tanto que notario real, en las Cortes de Sevilla de 1250 y 1252. En 1253 Raimundo recibió el importante encargo de dirigir, como uno de los estaderos principales, el reparto de la conquistada campiña sevillana, en la que él mismo, por expreso deseo regio, había recibido importantes propiedades. El prelado fue también el encargado de dirigir el establecimiento en la capital hispalense de las diferentes parroquias.
Aunque consta que el 1 de julio de 1259 Raimundo se encontraba todavía al frente de la diócesis de Segovia, su traslado a Sevilla debía ser ya una realidad, pues el día 8 el Cabildo catedralicio designó siete compromisarios para que eligieran a su sucesor. En su nueva dignidad arzobispal, a la que había accedido por iniciativa de Alfonso X tras la renuncia y posterior secularización de su hermano el infante Felipe, se le documenta por primera vez el 6 de septiembre de 1259.
Una década después de la conquista de Sevilla la consolidación y definitiva dotación del Arzobispado sevillano era una tarea que no podía demorarse más.
Se trataba de un asunto delicado que sobrepasaba el ámbito estrictamente eclesiástico al ser esta extensa circunscripción parte de la frontera castellana con el reino musulmán de Granada. Varias fueron, pues, las razones que llevaron al Rey a promover la elección de Raimundo como primer arzobispo de Sevilla: era un eclesiástico de su total confianza, conocía sobradamente la demarcación de la que se iba a hacer cargo y poseía una demostrada capacidad como administrador.
Tal y como hiciera en Segovia, el arzobispo dedicó una especial atención al Cabildo catedralicio. El resultado inmediato de este trabajo fue el estatuto redactado en 1261 que regulaba con todo detalle la vida capitular en sus ámbitos litúrgico, económico o administrativo.
Raimundo no escatimó tampoco energías a la hora de defender su jurisdicción de cualquier posible intromisión. Buena muestra de ello son los episodios de 1260, 1266 y 1267, en los que los arzobispos de Toledo y Santiago entraron en Sevilla con la cruz alzada sólo tras declarar solemnemente que ello no iba en mengua alguna de los derechos de la iglesia hispalense.
Durante esta etapa Raimundo continuó manteniendo una intensa actividad al servicio de Alfonso X.
En 1267 fue encargado de la recaudación de la décima de las rentas eclesiásticas del reino concedida por Clemente IV al monarca castellano para sufragar la lucha contra los granadinos. En 1275 el arzobispo formó parte del séquito que acompañó al rey Alfonso a entrevistarse en la localidad francesa de Belcaire con el papa Gregorio X.
Tras la muerte del infante heredero Fernando en 1275 se inició un período de tensiones en torno a la sucesión que culminó en 1282 con la rebelión del infante Sancho, segundo hijo del Rey y futuro Sancho IV, contra su padre. Alfonso X, abandonado por la mayor parte de sus servidores, se refugió en Sevilla. Allí tuvo ocasión Raimundo de demostrar su fidelidad y su estima personal por el Monarca al que atendió en lo espiritual y en lo temporal hasta su muerte en 1284.
La subida al trono de Sancho IV, deseoso, por otra parte, de lograr una rápida pacificación del reino, no tuvo ninguna consecuencia negativa para Raimundo.
Buena muestra del respeto que el nuevo Monarca demostró por el veterano arzobispo es la presencia de éste en el bautizo del primogénito regio en la catedral de Sevilla en 1285.
La última actuación conocida de Raimundo de Losana se encuentra en julio de 1286, cuando dotó una capilla en la catedral de Sevilla en nombre de su sobrina Juana Núñez. Su fallecimiento se produjo muy poco después, el día 6 de agosto, siendo depositado su cuerpo en el coro de la propia catedral hispalense (Bonifacio Bartolomé Herrero, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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La calle Don Remondo al detalle;
Retablo cerámico de la Virgen de la Cabeza
Placa conmemorativa asesinato Alberto Jiménez-Becerril Barrio y Ascensión García Ortiz
Edificio c/ Don Remondo, 13.
Edificio c/ Don Remondo, 17.
Edificio c/ Don Remondo, 19.
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