Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el Pabellón de Hungría, de Imre Makovecz, para la Exposición Universal de 1992, de Sevilla.
Hoy, 24 de agosto, es el aniversario (24 de agosto de 1992) del Día Nacional de Hungría en la Expo '92, así que hoy es el mejor día para ExplicArte el Pabellón de Hungría, de Imre Makovecz, para la Exposición Universal de 1992, de Sevilla.
La Exposición Universal se ubicó en la llamada Isla de la Cartuja, que se encuentra en el Barrio de Triana Oeste, del Distrito de Triana.
El Pabellón de Hungría [nº 155 en el plano oficial de la Exposición Universal de 1992], se encuentra situado en la calle Marie Curie, denominada como Avenida 3 o de las Palmeras durante Expo'92, entre la parcela que dejó libre Austria y haciendo esquina con la calle Louis Pasteur, en el Barrio de Triana Oeste, del Distrito Triana.
Hoy, 24 de agosto, es el aniversario (24 de agosto de 1992) del Día Nacional de Hungría en la Expo '92, así que hoy es el mejor día para ExplicArte el Pabellón de Hungría, de Imre Makovecz, para la Exposición Universal de 1992, de Sevilla.
La Exposición Universal se ubicó en la llamada Isla de la Cartuja, que se encuentra en el Barrio de Triana Oeste, del Distrito de Triana.
El Pabellón de Hungría [nº 155 en el plano oficial de la Exposición Universal de 1992], se encuentra situado en la calle Marie Curie, denominada como Avenida 3 o de las Palmeras durante Expo'92, entre la parcela que dejó libre Austria y haciendo esquina con la calle Louis Pasteur, en el Barrio de Triana Oeste, del Distrito Triana.
La parcela sobre la que se encuentra el Pabellón ocupa la esquina de la que fue Avenida 3 (hoy calle Marie Curie) y que actualmente queda delimitada en tres de sus lados a los que presenta fachada por las calles Jacques Cousteau al norte, calle Louis Pasteur al este y calle Marie Curie al sur. De 27,5 x 60 metros de dimensiones, en dirección aproximada norte-sur, cuenta con una superficie de 1.650 m2.
El edificio se extiende a lo largo de toda la parcela, retranqueándose sistemáticamente cinco metros de los linderos. Se construye sobre un sótano en el que se ubicaron salas de máquinas, instalaciones y locales de servicio del restaurante y cocina. El sótano se ventila por la presencia de un patio inglés (foso de separación entre el acerado de la calle y las fachadas de los edificios, frecuentemente usado en la arquitectura residencial urbana en el mundo anglosajón, que se introduce para permitir la ventilación e incluso el acceso- de dependencias de servicio situadas en sótano o semisótano).
A partir de dicho patio, que circunda el edificio dos metros bajo su rasante, se traza un jardín en pendiente que ocupa el resto de la parcela. La planta baja destinó la parte sur a los espacios de exposición, mientras que en la parte norte se localizaron la cocina y el restaurante. En planta primera se dispusieron locales de protocolo y oficinas y en una pequeña planta superior, planta segunda, la terminal de redes (informática y telecomunicaciones).
El recorrido del Pabellón se realizaba desde el acceso de visitantes por el lado sur hasta su salida a través de la torre del lado este. El acceso desde el lado norte se destinaba a personal y abastecimiento del restaurante.
Pero es en la configuración formal del edificio donde el pabellón adquiere una complejidad que, como hemos visto, funcionalmente no aparenta. Una cubierta revestida de teja gris semejante al casco invertido de una embarcación primitiva se macla a los volúmenes que constituyen las entradas y que se rematan con máscaras aladas de exuberante figuración construidas artesanalmente en madera rojiza. Por otra parte, el casco se perfora con siete torres, siete campanarios, rematados con elementos inspirados en las iglesias propias del paisaje magiar.
En la planta se encuentran los trazados que ayudan a descifrar la complejidad de la volumetría. La nave encuentra en su fachada oeste una sección recta que permite localizar los accesos norte y sur. Desde este último se traza una diagonal que busca el corazón del edificio y que hilvana una tras otra seis de las siete torres que irrumpen en la cubierta y que son lucernarios del interior, estableciendo bajo ellas, entre sus paredes, el recorrido principal. La séptima se desgaja y orienta hacia el este ofreciendo la salida a la calle al visitante. Con la diagonal y el giro de la séptima torre los usos se acomodan liberando en un único espacio la mayor sala de exposiciones, que encuentra su acceso a través de cada una de las torres que, a la vez, se asoman a la sala de exposiciones menor que discurre por la fachada oeste, estableciendo una conexión visual y espacial entre ambas salas. En la zona norte, como antes se explicó, restan los usos pormenorizados que admiten divisiones y compartimentaciones en planta y en sección.
Existe una tercera lectura superpuesta que tiene relación con la simbología de las formas empleadas y que el mismo Makovecz relata. En el pabellón se pretende reflejar la vocación occidental de Hungría y las diferencias culturales y económicas entre el este y el oeste "aprovechando la similitud entre la posición del Pabellón, con el de Austria al oeste y el del Vaticano al este, y la posición geográfica de Hungría con respecto a estos países- abriendo un gran hueco hacia Austria para, a continuación, conducir a los visitantes al hemisferio oriental, a la imagen oriental de Hungría, saliendo finalmente frente al Pabellón del Vaticano. En el recorrido bajo los campanarios, entre su doble pared, se emiten ruidos que aluden a la vida. Al visitante se le inunda de imágenes y música que expresan el carácter occidental de Hungría, todo ello bajo la cúpula invertida de la cubierta y sobre un suelo de cristal en cuyo centro se deja ver, naciendo de la tierra bajo él, el árbol de la vida, creciendo hacia arriba "la luz-, y hacia abajo "la oscuridad-, dualidad que el arquitecto afirma como propia del pueblo húngaro.
Por último, está su propio mundo formal, dúctil y orgánico, inspirado en el paisaje y en referencias míticas representadas en seres vivos.
Este cúmulo de referencias encuentra respaldo en la propia materialidad del Pabellón. La construcción en madera acentúa y enfatiza la calidez del espacio que envuelve la sala de exposiciones, dejándose labrar para dar forma a las máscaras que protegen los huecos. Al mismo tiempo brilla arrogante al exterior por los reflejos metálicos de la pizarra en la que se elevan desafiantes las desencajadas fauces de los campanarios, seres mutantes que en su reverso ocultan una fachada blanca y silente, lo cual se materializa en el distinto acabado de las fachadas de las torres, dos a dos: blancas de paneles de madera, grises del color de la pizarra.
Así pues, al interés por el planteamiento del edificio se suma su construcción que, en este caso, puede identificarse con su estructura.
La cimentación está ejecutada con una losa de hormigón armado de 30 centímetros de espesor, solidarizándose a los muros de sótano, del mismo material y dimensión, formando una balsa rígida que flota sobre el terreno. También son de hormigón armado los pilares y su arriostramiento en el nivel inferior, naciendo de ellos los soportes de madera de las torres, tres pies derechos de madera encolada de 14 x 14 cm de escuadría en cada esquina, unidos con piezas metálicas en su arranque, y sus puentes transversales que libran una luz de 2,40 metros.
Las torres, siguiendo el discurso establecido en planta a través de su diagonal, construyen sus paredes sur y oeste con un muro de hormigón armado de 15 cm de espesor hasta el nivel de la galería. Se trata de muros portantes sobre los que se elevan paneles prefabricados revestidos en color blanco de madera que se fijan a los soportes de esquina. Estas fachadas representan motivos arquitectónicos húngaros de distintos periodos de su historia. En los lados norte y este las torres se revisten al interior con tablas de pino cepillado, mientras que al exterior el revestimiento es de pizarra natural. En los vértices y sobre el faldón de la cubierta aparecen los campanarios, grandes huecos de fantásticas carpinterías por los que pasa la luz al interior.
El restaurante y la sala de protocolo se distinguen espacialmente mediante la construcción de sendas cúpulas de madera soportadas por doce rollizos de pino tallado de 40 cm de diámetro sobre los que se colocan costillares de madera de pino encolado, rematándose con un entablado de la misma madera.
Pero es la estructura de madera de la gran cubierta la que demuestra mayor pericia. Grandes costillas, pórticos de directriz curva en definitiva, de madera laminada y encolada, de 14x35 cm de escuadría, configuran las cuadernas del buque invertido. Para su construcción se trajeron las costaneras (parecillos o vigas menores que cargan sobre la viga principal) ya encoladas de su país de origen, así como los carpinteros que habían de montarlas. Se ensamblaron en el suelo siendo posteriormente izadas para fijarse en su extremo superior a la viga principal. Las uniones estructurales de madera se corresponden con las tradicionales de la carpintería de armar con ayuda de elementos metálicos de fijación.
La costanera del albañal, conducto para la evacuación de aguas residuales, de la sala se forma con vigas de madera encolada de 12 x 18 cm de escuadría, atornillada a la costanera principal apoyada en la viga. La estructura superior de carpintería de los "capirotes", como denomina el proyecto a los chapiteles o remates de las torres, se construye de pino serrado, tipo tenaza. Se rematan revestidos al interior con tablas de madera de pino machihembradas y barnizadas en su color, al igual que la estructura.
Al exterior las cubiertas se revisten de pizarra natural gallega de color gris y despiece detallado en el proyecto, fijada con ganchos, sobre los entablonados, a la manera tradicional.
Los cascos de las cúspides de los campanarios, por su sistema estructural y formas especiales, se fabricaron en Hungría y, terminados con sus remates, se colocaron in situ.
La carpintería de puertas y ventanas, salvo las convencionales del sótano o las de evacuación y las de compartimentación de sectores de incendios, están diseñadas por el propio arquitecto y ejecutadas en pino alerce, excelente madera rojiza liviana, duradera e imputrescible a la que no atacan los insectos. En ellas, sin duda, el autor adquiere la mayor expresividad introduciendo un sello que personaliza su arquitectura.
Como orden de dimensiones, señalar que la altura libre de la sala de exposiciones llega hasta los 12,00 metros, que la planta baja tiene altura variable desde los 3,15 metros en el punto más bajo, que las plantas primera y superior tienen 2,72 metros de altura, aproximadamente la misma que la del sótano. La altura máxima del edificio es de 16,30 metros y la de las torres de 31,50 metros.
Tras finalizar la Exposición, el Pabellón se encontró sin uso, salvo un breve periodo que no implicó transformación alguna, hasta su adquisición por la empresa ATYMSA NUEVAS TECNOLOGÍAS, S.L.U., que encargó un proyecto de reforma para adecuar el edificio como sala de exposiciones y usos complementarios a lo que se denominó Pabellón de la Energía Viva, pequeña instalación destinada a mostrar la compatibilidad entre desarrollo y preservación de la Naturaleza con el uso de energías renovables.
La reforma efectuada supuso, entre otros, la realización de una barra en la cafetería, la formación de aseos en planta baja y sótanos, la revisión y reposición de instalaciones existentes y el tratamiento de protección de estructuras y revestimientos.
Tras la reforma, la distribución de usos del edificio no se vio modificada en lo fundamental. En la planta sótano, con una superficie útil de 598,38 m2, se mantuvieron las dependencias auxiliares realizando nuevas compartimentaciones que afectaron a la distribución de instalaciones, aulas, zona de limpieza, aseos, salas de informática, etc. En la planta baja, con 737,11 m2, se mantuvieron el acceso, las dos salas de exposiciones, la cafetería y se dispusieron los nuevos aseos.
En planta primera, con 203,76 m2, quedan fundamentalmente los usos administrativos compuestos por la sala de reuniones, oficinas, vestíbulos y aseos. En la pequeña planta superior se situó el despacho de dirección de 20 m2.
Las obras de recuperación de las maderas del edificio, fundamentalmente por falta de mantenimiento, se centraron en el exterior, pues la calidad de los materiales y del trabajo ejecutado habían permitido conservar las maderas del interior en perfecto estado de conservación mientras que las de exterior se vieron afectadas en aspectos estéticos, que no estructurales.
Se cambiaron los paneles blancos de las torres por otros nuevos e idénticos que se montaron de nuevo. También se cerraron los huecos exteriores de las torres, abiertos durante la Exposición. En el interior se trataron todas las maderas cambiando la disposición y apertura de algunas las puertas para adaptarlas al nuevo uso. La pérdida fundamental que se pudo apreciar fue la de alguna de las campanas de las torres, que había desaparecido, no pudiendo recuperarse el sonido que, de alguna manera, era también parte sustancial del edificio.
El estado de conservación del edificio es bueno, no precisándose tareas distintas a las de mantenimiento.
Proyecto redactado por Imre Makovecz por encargo del Ministerio de Comercio Húngaro a través de la empresa HUNGEXPO, S.A. En la dirección de la obra colaboró Ferenc Z. Lantos, doctor arquitecto, profesor en la ETS de Arquitectura de Madrid. Fecha de Proyecto Básico: 29 de enero de 1991. Proyecto de Ejecución. Se entrega por fases, siendo visado el documento correspondiente a la primera 27 de mayo de 1991 y, la segunda fase, el 6 de agosto de 1991.
Fin de Obra: 13 de marzo de 1992.
La Reforma del Pabellón para Sala de Exposiciones y Usos Complementarios fue redactada por el arquitecto Francisco González de Canales y López-Obrero. Fecha de proyecto: octubre de 2002.
En diciembre de 2002, se redacta el Dictamen, seguimiento y asesoramiento sobre los trabajos a realizar relativos al tratamiento y protección de la madera del Pabellón de Hungría de Expo'92 (Sevilla) por el doctor arquitecto Enrique Morales Méndez, Profesor Titular de Construcciones Arquitectónicas I en la ETS de Arquitectura de Sevilla.
En el Pabellón de Hungría es necesario enfatizar la coherencia de todos los aspectos que están implicados en su definitiva formalización:
Espacialmente, los espacios expositivos que fueron objeto de proyecto quedaron a su vez determinados por él, siendo difícil, si no imposible, admitir compartimentaciones interiores que alteren las cualidades de dichos espacios, concebidos como únicos.
Funcionalmente, los espacios expositivos admitirían otros usos que no implicaran subdivisiones internas por tratarse de espacios únicos claramente enlazados a través del recorrido.
En cuanto a su configuración exterior, su geometría y singular volumetría no podría incorporar nuevos lucernarios, o nuevos huecos en sus fachadas, quedando también de esta manera determinada la iluminación del espacio interior como fue concebida. Se ha destacado la calidad de sus materiales, por lo que debiera garantizarse que no se vieran afectados por futuras intervenciones o cambios de uso.
Su construcción, especializada, artesanal y específica en lo relativo a todos los trabajos relacionados con la carpintería de armar y de taller, con la participación de carpinteros con formación específica venidos desde Hungría, fuerzan a considerar la construcción del Pabellón como difícilmente repetible en diferente tiempo y lugar.
Por último, su ubicación, sobre la parcela concreta que se erige, es testimonio de la estructura urbana que se estableció para la Exposición Universal de Sevilla de 1992, vinculando al edificio con el recinto de la muestra y la formalización de la ciudad en un momento concreto de su devenir urbanístico (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
Cuando en España se hacían los preparativos para descubrir Las Indias, a finales de la Edad Media, el Imperio Otomano avanzaba hacia Occidente. En 1456 en Nádorfehérvár, hoy Belgrado, el ejército del sultán se enfrentó al ejército húngaro, cuyo jefe, János Hunyadi, venció a los turcos. En memoria de la victoria el Papa ordenó que las campanas doblaran a mediodía en todas las iglesias europeas.
En 1458 el hijo de Hunyadi, Molías, fue elegido rey de Hungría, quien elevó al país a la categoría de una potencia fuerte e independiente y de centro cultural renacentista importante.
En el interior del Pabellón, una muralla doble representa la resistencia a la expansión turca, la defensa para Europa Occidental. La muralla divide al Pabellón en dos partes: oriental y occidental, cuyas ornamentaciones simbolizan la relación del país con Oriente y Occidente. Por encima de ésta se alzan siete torres con cuarenta campanas, que sonarán recordando al mundo nuestros actos heroicos durante la historia (Guía oficial de la Expo '92).
El Pabellón de Hungría, concebido en un principio como efímero, se encuentra situado en la calle Marie Curie, denominada como Avenida 3 o de las Palmeras durante Expo'92, junto a la parcela que dejó libre el Pabellón de Austria y haciendo esquina con la calle Louis Pasteur.
Está construido en madera y revestido de pizarra. Su arquitecto asemejó su aspecto exterior a una iglesia rural húngara, en la que se alzan siete torres. Su interior está dividido en dos sectores perfectamente diferenciados: el oeste, donde todavía se conserva el roble traído de las riberas del río Danubio y, cuyas raíces, pueden verse a través de un suelo de cristal; y el sector este, donde se encontraban los contenidos del museo durante su etapa como Pabellón de la Energía Viva.
La presencia de Hungría en la Muestra Universal estuvo representada por un contenido cargado de simbolismo, huyendo de lo material: grandes exposiciones, audiovisuales o juegos interactivos. El recorrido comenzaba con una explicación sobre el significado del pabellón por parte de las azafatas y se continuaba por un largo y oscuro pasillo con un incesante sonido de bombardeos, donde se alzaban las siete torres del pabellón.
El pasillo desembocaba en la sala central del edificio, con suelo de cristal, donde se encontraba el "árbol de la vida", un roble de dieciséis metros de altura traído desde un bosque húngaro a orillas del río Danubio. El roble, desprovisto de follaje y con las raíces a la vista, simbolizaba la ancestral religión e historia húngaras así como la relación de este país con la naturaleza.
También se quería representar la unión de dos mundos: el real (tronco y ramas del árbol) y el irreal (raíces) separados únicamente por el suelo de cristal. Durante todo el recorrido, la penumbra y los sonidos acompañaban al visitante: voces de niños, música, entre otros. Cada 20 minutos tañían las campanas del pabellón, indicando el final de cada visita.
Obra del experto campanero húngaro Laszlo Csury, estas campanas de bronce fueron traídas a Sevilla en camión desde la pequeña localidad de Orbotytyán y con sus 1.252 kilos de peso se convirtieron en unas de las protagonistas del pabellón.
El sonido de las campanas indicaba también el comienzo de la proyección audiovisual del pabellón. En un comienzo se proyectaba un corto sobre la historia del país en el siglo XX que, debido al escaso éxito entre el público, fue sustituido por un vídeo meramente turístico. Un juego de luces sobre los costados de las siete torres del pabellón daban por finalizada la visita.
Tras la clausura de la Exposición Universal, el pabellón fue adquirido por la empresa tecnológica Euroinges, con la intención de crear en él un centro de Relación y Comunicación, Transferencia de Tecnología Agroalimentaria y Formación de Nuevas Tecnologías. Tras un año 1993 sin desarrollar ninguna actividad de I+D en el edificio, el pabellón pasó a manos de Euroisis, un Instituto Superior en el que se impartían estudios técnicos e informáticos que tuvo el mismo destino que su anterior inquilino.
En el verano de 1996, el pabellón es adquirido por una nueva empresa, Atymsa Nuevas Tecnologías, que nunca llegó a instalarse en él, estando en desuso hasta el año 2002, cuando fue reabierto para albergar en su interior un museo sobre los fenómenos relacionados con los distintos tipos de energía: el Pabellón de la Energía Viva. Tras su cierre en 2006, el pabellón cayó en el abandono pese a ser declarado Bien de Interés Cultural para evitar una posible demolición y fue posteriormente puesto en venta. Su estado actual es bueno, aunque se aprecia un avanzado deterioro en la madera del exterior y pérdida de parte de las piezas de pizarra que cubrían el edificio (Blog Pasaporte Expo 92).
Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el Pabellón de Hungría, de Imre Makovecz, para la Exposición Universal de 1992, de Sevilla. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la ciudad.
Más sobre la Exposición Universal de 1992, en ExplicArte Sevilla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario