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jueves, 22 de agosto de 2019

La antigua Iglesia del Convento de Santa María de los Reyes


     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la antigua Iglesia del Convento de Santa María de los Reyes de Sevilla.      
     Hoy, 22 de agosto, Memoria de la Bienaventurada Virgen María, Reina, que engendró al Hijo de Dios, Príncipe de la paz, cuyo reino no tendrá fin, y que es saludada por el pueblo cristiano como Reina del cielo y Madre de misericordia [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
       Y que mejor día que hoy para ExplicArte la antigua Iglesia del Convento de Santa María de los Reyes de Sevilla.
     La antigua Iglesia del Convento de Santa María de los Reyes, se encuentra en la calle Santiago, 33; en el Barrio de Santa Catalina, del Distrito Casco Antiguo.
     En 1611 la venerable madre sor Francisca Dorotea y su comunidad conventual conseguían, tras un duro periplo por diversas residencias (San Pablo, Puerta Triana, San Martín...), la licencia del arzobispo don Pedro Quiñones para la fundación de un convento de religiosas dominicas descalzas en la calle Santiago. Ya era historia la negativa del cardenal Niño de Guevara y las gestiones directas ante el Vaticano: frente al hospital de las Bubas nacía el convento de Santa María de los Reyes. En 1635 se trasladaría el edificio a un solar propiedad del duque de Veragua, en la misma calle Santiago. Al nuevo recinto, que durante un tiempo había servido como cárcel de la Inquisición, fueron trasladados también los restos de la venerable madre Dorotea. Ya en el siglo XVIII comenzó a construirse el nuevo templo. Su obra se encargó al arquitecto Diego Antonio Díaz, según se estipulaba en testamento del arzobispo don Luis Salcedo y Azcona, el gran mecenas de la Sevilla del XVIII, que fallecía en 1741. Por el testamento del arquitecto se sabe que en 1748 debían estar avanzadas las obras, aunque no la iglesia que no se consagró hasta el 31 de enero de 1757. La modestia dominó la ejecución de las obras, ya que las cantidades de pago demuestran un recorte presupuestario que afectó también al resto de la decoración del edificio.

   El resultado final seguía las líneas de Diego Antonio Díaz, una fachada de líneas depuradas con esquemas geométricos, sin apenas decoración añadida, con elementos curvilíneos que se prolongaban en el acceso a la zona conventual y que recuerdan a otras obras del autor, como la capilla de Jesús Nazareno (Silencio), la fachada del convento de Santa Rosalía o la iglesia parroquial de Umbrete. Su interior también estuvo presidido por la sencillez, una modesta nave de bóveda baída presidida por un retablo barroco que se tasó en 24.000 reales, incluido el dorado. Albergaba la imagen de Nuestra Señora de los Reyes, imagen de candelero que quizás perteneció a la venerable fundadora. Apenas destacaban otras piezas como un lienzo de la fundadora amortajada (obra de Cornelio Schutz) y un San Miguel de talla. En el siglo XX, la crisis vocacional y la política de reunificación de la orden motivaron su abandono y casi llevó a su ruina en los años 70, siendo adquirido en 1986 por la Junta de Andalucía. En 1992 comenzó su restauración, destinándose la nave de la iglesia, perfectamente rehabilitada, a sala de exposiciones. Suele acoger exposiciones de arquitectura contemporánea. En la Catedral, el retrato que Murillo realizó de la venerable fundadora duerme el sueño de los justos (Manuel Jesús Roldán, Iglesias de Sevilla. Almuzara, 2010). 
Conozcamos mejor la Solemnidad de la Bienaventurada Virgen María, Reina;
Aunque ya en los congresos marianos de Lyon de 1900, de Friburgo en 1902 y de Einsiedeln de 1906 se había solicitado la instauración de una fiesta de la realeza universal de María como colofón del mes de mayo mariano,  su creación fue paralela a la de Cristo Rey, instaurada por Pío XI Ratti en 1925. En 1933 María Desideri fundó en Roma el movimiento internacional Pro regalitate Mariae con ese fin, y se recogieron innumerables peticiones, entre ellas de obispos y personalidades católicas, que se presentaron en doce volúmenes al Venerable Pío XII Pacelli. Finalmente este papa, tras publicar la Encíclica Ad coeli Reginam del once de octubre de 1954, instituyó la fiesta el uno de noviembre de dicho año, con motivo del I centenario de la definición dogmática de la Inmaculada, para el treinta y uno de mayo, como culminación del Mes de María.  En la reforma del calendario de 1969 fue transferida del treinta y uno de mayo a la Octava de la Asunción. El Papa Pablo VI Montini justifica perfectamente el cambio de fecha: “la solemnidad de la Asunción se prolonga jubilosamente en la celebración de la fiesta de la Realeza de María, que tiene lugar ocho días después, y en la que se contempla a aquélla que sentada junto al Rey de los siglos, resplandece como Reina e intercede como Madre" (Ramón de la Campa Carmona, Las Fiestas de la Virgen en el año litúrgico católico, Regina Mater Misericordiae. Estudios Históricos, Artísticos y Antropológicos de Advocaciones Marianas. Córdoba, 2016). 
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