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martes, 6 de abril de 2021

La pintura "San Pedro de Verona", de Lucas Valdés, en la Iglesia de la Magdalena

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la pintura "San Pedro de Verona", de Lucas Valdés, en la iglesia de la Magdalena, de Sevilla.   
      Hoy, 6 de abril, se conmemora en Milán, ciudad de la región italiana de Lombardía, Pasión de San Pedro de Verona, presbítero de la Orden de Predicadores y mártir, el cual, nacido de padres seguidores del maniqueísmo, todavía niño abrazó la fe católica y, siendo aún adolescente, recibió del mismo Santo Domingo el hábito. Dedicado a combatir la herejía, de camino hacia Como cayó víctima de los enemigos, proclamando hasta en el último momento el símbolo de la fe (1252) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
      Y que mejor día que hoy para ExplicArte la pintura "San Pedro de Verona", de Lucas Valdés, en la Iglesia de la Magdalena, de Sevilla.
      La Real Parroquia de Santa María Magdalena [nº 16 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 60 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la calle Cristo del Calvario, 2 (aunque la entrada habitual se efectúa por la calle San Pablo, 12); en el Barrio del Museo, del Distrito Casco Antiguo.
      La Real Parroquia de Santa María Magdalena, ocupa desde 1810 la iglesia del antiguo convento de San Pablo, que había sido una de las instituciones religiosas más antiguas de la ciudad, ya que los dominicos se instalaron en Sevilla a raíz de la conquista de Sevilla por Fernando III. Una vez conseguido el permiso real, construyeron una iglesia de la que ningún testimonio queda y que debía de presentar un carácter arquitectónico de estilo gótico. Esta iglesia se conservó hasta su hundimiento en 1691, planteándose de inmediato su reconstrucción, que corrió a cargo del arquitecto Leonardo de Figueroa; las obras concluyeron en 1709. Desde esta fecha hasta 1715 se realizó una amplísima labor de ornamentación pictórica en sus muros, labor que, mayoritariamente, realizó Lucas Valdés, siguiendo un amplio y prolijo programa iconográfico que venía a exaltar  la grandeza y milagros de la Orden dominica.
Presbiterio
     El punto de partida de toda la labor ornamental se inicia en el presbiterio del templo al que, inicialmente, se le dio un significado eucarístico, al estar presidido en sus muros laterales por dos enormes lienzos que realizó Lucas Valdés, entre 1710 y 1715, con temas alusivos a ceremonias y sacrificios en el templo de Jerusalén. Los temas de estas pinturas son David llevando el Arca de la Alianza al Templo y La inauguración del Templo de Jerusalén después de su reconstrucción. Esta última pintura lleva una inscripción que, traducida, señala que la gloria de este templo reconstruido sería más grande que la que tuvo el primero, en una clara alusión a que la nueva iglesia barroca de los dominicos de San Pablo superaría la magnificencia de la antigua iglesia gótica arruinada.
     Los elementos decorativos en las paredes de este presbiterio, realizados en mármoles de abultado relieve, complementan su simbología al mostrar representaciones del sol, la luna y las estrellas, que aluden a la Virgen María. De esta manera, con un sentido eucarístico y mariano, quedaba subrayada la solemnidad de este espacio.
     La primera intervención de pintura mural del presbiterio aparece en el arco toral que se abre sobre el altar mayor, donde, en los laterales, se representan en pequeños medallones La imposición de los estigmas a Santa Catalina de Siena y La comunión de Santa Inés de Montepulciano. Ambas son santas dominicas y al pie de las cuales figuran dos inscripciones. Bajo Santa Catalina puede leerse: EGO ENIM ESTIGMATA DOM/NI IESU IN CORPORE MEO PORTO (Yo tengo impresas en mi cuerpo las señales del Señor Jesús); procede esta frase de la Epístola de San Pablo a los Gálatas, 6, 17. Santa Inés de Montepulciano lleva la siguiente inscripción: ECCE AN- GELI ACESSERUNT ET MINISTRABANT EI (y he aquí que se acercaron los ángeles y le servían) tomada de Mateo 4, 11. En el centro de este arco toral figuran las representaciones de las Santas Justa y Rufina que llevan las siguientes inscripciones: HAEC EST VERO FRATERNITAS QUAE NON QUAM POTUIT VIOLARI CERTAMINI (Verdaderamente ésta es la fraternidad que nunca pudo violarse en una disputa), texto que procede del Breviario romano en las fiestas de los mártires Juan y Pablo y que se encuentra bajo Santa Justa. Santa Rufina lleva una inscripción, que continúa el texto anterior, que señala: QUAE EFFUSO SANGUINE SECUTAE SUNT DOMINUM (Éstas, derramada su sangre siguieron al señor), alusiva esta frase al martirio ambas santas. 
    La principal preocupación de la Orden dominica fue la predicación de la fe cristiana para difundirla por todo el orbe. Por ello, no ha de sorprender que la decoración de la bóveda que cubre el presbiterio sea una representación del Triunfo de la Fe, cuya extensión universal se proyecta sobre las cuatro partes del mundo que figuran en las pechinas, sobre las que descansa dicha bóveda. Son representaciones de Europa acompañada de un caballo blanco, Asia con un pebetero y un dromedario, América armada con arco y flechas y acompañada de un cocodrilo y África que aparece con un león.
     En el casquete de la bóveda, y en su centro, bajo un baldaquino, aparece de pie La Fe flanqueada por los arcángeles San Miguel y San Rafael. La Fe sostiene la cruz y levanta hacia lo alto un cáliz con la Sagrada Forma. En los laterales se disponen dos balconadas con ángeles trompeteros que resaltan su triunfal aparición. Sobre la balaustrada dos ángeles muestran pal­mas y ramas de olivo, mientras que otro, en la parte superior, sostiene una antorcha encendida que alude a la luz que proporciona la Fe.
     Flanqueando este fingido espacio arquitectónico se encuentran los dos principales santos dominicos, que son Santo Domingo y Santo Tomás de Aquino. El primero, Santo Domingo, muestra un pliego escrito en el cual aparece la siguiente frase: PESTEM FUGAT HAERETICAM NOVUM PRODUCENS ORDINEM (Pone en fuga a la peste herética creando un nuevo orden); este texto procede de un himno a Santo Domingo. Santo Tomás enseña un libro abierto en cuyas páginas señala este texto: ERRORUM PULSO NUVI SOLIS RADIUM (Rechazada la oscuridad de los errores por el rayo del nuevo sol); este segundo texto está extraído de un himno a Santo Tomás. También es de advertir que a los pies de ambos santos aparecen, en posiciones convulsas y agitadas, figuras alegóricas de las herejías vencidas.
     En las paredes de este presbiterio figuran también, representados de cuerpo entero, algunos de los principales santos de la Orden dominica, formando una serie que se complementará después con los que aparecen en los pilares del crucero. Los que figuran aquí son: San Pedro, mártir de Verana, San Juan, mártir de Colonia, San Gonzalo de Amarante y San Antonino. En los frentes de los soportes que dan al crucero aparecen otros religiosos como San Pío V, San Alberto Magno, San Benedicto XI y San Agustín Gazoto. Luego, en los pilares de la nave, se encuentran otros ocho santos dominicos identificados por sus rótulos como San Jacinto, San Jacobo de Merania, San Vicente Ferrer, San Ambrosio Sacedonio, San Raimundo de Peñafort, San Pedro González Telmo, San Luis Beltrán y San Enrique Susón.
     Pues bien, los pilares del crucero se encuentran decorados con las imágenes de los más importantes santos que ha dado la orden dominica, entre ellos San Pedro de Verona, que lo encontramos en el pilar de la izquierda (muro del Evangelio) más cercano a la capilla mayor, mirando hacia la nave de la Epístola, en la parte superior, enarbolando un estandarte con el escudo de la orden dominica y un hacha en su cabeza (Enrique Valdivieso, Pintura mural del Siglo XVIII en Sevilla, en Pintura Mural Sevillana del Siglo XVIII, Fundación Sevillana Endesa, 2016).
       A partir de 1709, los pintores Lucas Valdés (Sevilla, 1661-1725) y Clemente de Torres (Cádiz, 1662-Sevilla, 1730) realizaron la amplia decoración mural del interior cubriendo sus muros de escenas, elementos decorativos e imágenes de santos, como los Apóstoles en los pilares de la nave central pintados por Clemente Torres o los santos dominicos en los muros laterales del presbiterio que realizó Lucas Valdés. Uno de ellos es la figura de san Pedro mártir de Verona, situado en el pilar del crucero en el lado de la Evangelio sobre el púlpito
.   Nuevamente el santo deja que contemplemos su hábito dominico sin que el manto negro cubra por delante la túnica y el escapulario de color blanco. El pintor nos ha representado una imagen del santo con ligero movimiento perceptible en la ondulación del escapulario. Con respecto a la iconografía, el santo, que dirige la mira al cielo y hacia el lado del altar mayor, lleva en la mano derecha la palma del mártir con las tres coronas insertas, además de los dos instrumentos del martirio (hoz de podar y espada pequeña), uno en la cabeza y otro en el pecho. Se diferencia delas imágenes descritas hasta ahora en que ésta porta el estandarte de la orden en la mano izquierda (José Luis Romero Torres, Iconografía de San Pedro mártir en Andalucía, en Dominicos y Santidad en Andalucía. Historia, Espiritualidad y Arte. Córdoba, 2019).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de San Pedro de Verona, presbítero y mártir
     Inquisidor dominico del siglo XIII, llamado ya san Pedro de Verana, porque nació en dicha ciudad hacia 1203, ya san Pedro el Nuevo, para diferenciarlo del Príncipe de los apóstoles, ya san Pedro Mártir, porque fue asesinado por heréticos. Los dominicos han impuesto este tercer nombre porque honraba más a su orden, aunque sólo se justifique a medias. Además, se presta a confu­sión, porque san Pedro apóstol puede vindicar el mismo epíteto.
     Nacido de padres maniqueos, fue atraído a Bolonia donde estudió según las prédicas de santo Domingo. A los quince años fue admitido en la orden de los hermanos predicadores (de santo Domingo), y tomó los votos en el convento dominico de Bolonia.
     Después de haber sido prior en Como, en 1232 fue designado por el papa inquisidor de la fe en Milán. Residía en el convento que los dominicos acababan de construir cerca de la iglesia de San Eustorgio, sede de la Inquisición en Lombardía. En Florencia, en el convento dominico de Santa María Novella tuvo las mismas funciones, y fue allí donde en 1246 fundó la cofradía de la Misericordia, llamada Bigallo, en honor de la Santísima Virgen.
     Su rigor contra los heréticos, maniqueos y cátaros del norte de Italia, le valió el odio de sus adversarios que conspiraron para asesinarlo. En 1252, cuando viajaba desde Como a Milán, fue atacado en un bosque por Carino de Balsamo, que le partió el cráneo con un machete y le atravesó el pecho de una estocada. Bañado en su propia sangre, oraba por el asesino, murmurando con las manos elevadas al cielo: In manus tuas, Domine, commendo spiritum meum. Más tarde se inventó que con la sangre que brotaba de su cabeza partida, había tenido fuerzas para escribir sobre el camino polvoriento estas tres palabras: Credo in Deum. Su compañero, el hermano Domingo, que intentó huir, fue atravesado por una flecha junto a él.
     En cuanto a su asesino, tocado por la gracia, se arrepintió. Convertido en dominico en el convento de Forlì, fue acogido allí por el propio hermano del mártir, quien le perdonó el crimen, y llevó una vida edificante, hasta tal punto que murió cuarenta años después del asesinato, y en olor de santidad. El beato Carino (puesto que fue beatificado) tal vez sea el único ejemplo de beatificación de un asesino después de la canonización de su víctima.
CULTO
     El cuerpo de san Pedro  de Verona,  transportado  a Milán, fue enterrado en la iglesia del convento de San Eustorgio. A partir de 1253, es decir, un año después de su  muerte, fue canonizado por el papa Inocencio IV. Entonces su cuerpo fue elevado, es decir, expuesto encima del piso de la iglesia. En 1339 esa tumba fue reemplazada por un relicario monumental (arca), que atraía a numerosos peregrinos.
     Patrón de Verona, de Como y de Milán, de los dominicos y de los inquisidores, además se lo invocaba contra los dolores de cabeza a causa de la herida que recibiera en el cráneo.
ICONOGRAFÍA
     Está representado en hábito de peregrino. Por esa túnica se diferencia del carmelita san Ángel y del arzobispo mártir de Canterbury, santo Tomás Becket, cuyas características son más o menos las mismas: una herida sangrante en el cráneo donde la hoja del machete o sable corto permanece hundida (sword cleaving his head) y el pecho agujereado por un puñal.
Escenas
     El milagro de la pierna cortada
     Los franciscanos atribuyen el mismo milagro a san Antonio de Padua.
     San Pedro Mártir detiene un caballo a la carrera
     San Pedro Mártir hace llover
     El asesinato de san Pedro Mártir
     Arrodillado sobre un camino polvoriento con un machete clavado en el cráneo, escribe con su sangre: Credo in Deum. El detalle, de sospechosa autenticidad, casi nunca es omitido por los pintores, porque es el medio que empleaban los dominicos para glorificar a un miembro de su orden, transformando en martirio lo que en verdad no fue más que un asesinato (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
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