Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la pintura "Santa Engracia", del taller de Zurbarán, en la Capilla de San Hermenegildo, de la Catedral de Santa María de la Sede, de Sevilla.
Hoy, 16 de abril, en Zaragoza, Memoria de Santa Engracia, virgen y mártir, que sufrió duros suplicios y le quedaron las llagas como testimonio de su martirio (s. IV) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
Y qué mejor día que hoy para ExplicArte la pintura "Santa Engracia", del taller de Zurbarán, en la Capilla de San Hermenegildo, de la Catedral de Santa María de la Sede, de Sevilla.
La Catedral de Santa María de la Sede [nº 1 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 1 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la avenida de la Constitución, 13; con portadas secundarias a las calles Fray Ceferino González, plaza Virgen de los Reyes, y calle Alemanes (aunque la visita cultural se efectúa por la Puerta de San Cristóbal, o del Príncipe, en la calle Fray Ceferino González, s/n, siendo la salida por la Puerta del Perdón, en la calle Alemanes); en el Barrio de Santa Cruz, del Distrito Casco Antiguo.
En la Catedral de Santa María de la Sede, podemos contemplar la Capilla de San Hermenegildo [nº 047 en el plano oficial de la Catedral de Santa María de la Sede]; Esta es la advocación de la capilla funeraria que perteneció al cardenal Cervantes, titular de Ostia, por lo que ha recibido los nombres de "del Cardenal", "del señor Serbantes" y "de los Arzobispos", pues ésta fue una de las tres capillas alineadas y contiguas donde se enterraron arzobispos en la iglesia vieja: don García Enríquez Ossorio (en la de san Clemente) y don Fernando Álvarez de Albornoz (en la de san Pedro) (Alfonso Jiménez Martín, Cartografía de la Montaña hueca; Notas sobre los planos históricos de la catedral de Sevilla. Sevilla, 1997).
En el muro de los pies de la Capilla de San Hermenegildo, encontramos unas pinturas realizadas por discípulos formados en el taller del artista o por pintores sevillanos que siguieron muy de cerca el estilo de Zurbarán, son dos representaciones de Santa Engracia y Santa Rufina, que se encuentran en la Capilla de San Hermenegildo y que muestran un aceptable nivel medio de calidad (Enrique Valdivieso, La pintura en la Catedral de Sevilla. Siglos XVII al XX, en La Catedral de Sevilla. Ediciones Guadalquivir, 1991).
Nos encontramos con una recreación de las arquetípicas santas mártires que ideadas en su día por Zurbarán, fueron especialmente repetidas a lo largo del tiempo por su taller e imitadores, y cuya iconografía se conoce como "retratos a lo divino", debido a que en origen sirvieron para efigiar a señoras de la época acompañadas de los atributos propios de la santa de la que llevaban igual nombre.
Solían recogerse -como ocurre en este caso- de perfil, a tamaño natural, sobre un fondo neutro, lujosamente vestidas y adornadas a la moda europea contemporánea a la ejecución del cuadro, y en devocionales actitudes.
El tratamiento dado a sus vestimentas servía para otorgarles la sensación de volumetría que las caracterizaba, aunque la obra que nos ocupa no goza del dominio que alcanzara Zurbarán en este aspecto, ni tampoco de otros, como la elegancia y solemnidad que poseyeran sus santas.
La protagonista se nos muestra en implorante actitud indolente a la vez que presenta un gran clavo horadado en su frente, -símbolo del martirio al que fue sometida-.
Es pareja de la santa Rufina que se encuentra en la misma capilla (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
Mártir aragonesa que habría sido flagelada y luego atravesada con un clavo en medio de la frente. Dicho suplicio se parece al de san Pantaleón a quien habrían clavado ambas manos sobre la coronilla.
Esta santa legendaria quizá sea la personificación de la Gracia de Dios (Sancta Gratia).
Su culto, localizado en la región de Zaragoza, se difundió en Francia y en los Bajos Pirineos franceses donde un pueblo lleva el nombre de Sainte Engrâce du Port.
Se la invocaba contra el dolor de cabeza. Además de la corona y la palma del martirio, tiene como atributo distintivo un clavo hundido en la frente (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
Conozcamos mejor la Biografía de Santa Engracia, virgen y mártir;
Santa Engracia, (s. m. s. III – Zaragoza, c. 303). Mártir y santa.
Dio testimonio público de su fe y sufrió suplicio en Zaragoza con ocasión de la gran persecución contra los cristianos ordenada por Diocleciano a partir de febrero de 303 mediante cuatro edictos consecutivos, el último de los cuales (304) obligaba a todos los cristianos a participar en el sacrificio a los dioses romanos bajo pena de muerte. En Hispania correspondió a Augusto Maximiano vigilar la obediencia a las leyes dictadas y castigar a los remisos, entre los cuales se encontraba la virgen cesaraugustana Engracia. Se conocen los detalles de su tormento gracias al carmen martirial titulado Peristephanon (“Sobre las coronas [de los mártires]”) compuesto por Aurelio Prudencio a comienzos del siglo V (hacia 402-404). El poeta recrea la tradición oral para dar forma al Himno IV que dedica a la memoria de los Dieciocho Mártires de Zaragoza, y junto a ellos singulariza a Engracia, merecedora de un elogio particular por haber sobrevivido a la feroz tortura a la que fue sometida al serle negado el golpe de gracia con la espada a fin de prolongar su sufrimiento hasta la muerte. Precisamente la gravedad de su padecimiento la hace merecedora de la corona de mártir, a pesar de no haberse consumado el suplicio con la decapitación.
En tiempos de Prudencio, sus restos y los de sus compañeros de martirio recibían culto en un templo de la ciudad, que fue de nuevo consagrado en 592 coincidiendo con la celebración del II Concilio de Zaragoza, tras el episcopado arriano del apóstata Vicente (hacia 580), y puesto bajo la advocación de los Innumerables Mártires. Poco después (comienzos del siglo VII), se compuso la Passio martyrum Innumerabilium Caesaraugustanorum en conmemoración de la reconciliación de la basílica. Junto a ella se construyó un monasterio del que llegó a ser abad Juan, hermano mayor de Braulio de Zaragoza (631-651) y su predecesor en la sede episcopal. En él profesó como monje el obispo Eugenio de Toledo (646-657), que sublimó su devoción martirial entregándose al cuidado de los dos sepulcros, el común de los Dieciocho Mártires y el de Engracia. En su honor compuso el poema De basilica sanctorum decem et octo martyrum (María Victoria Escribano Paño, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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