Intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla", de Onda Cero

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miércoles, 22 de enero de 2020

La Iglesia de San Vicente

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la Iglesia de San Vicente, de Sevilla.   
     Hoy, 22 de enero, Memoria de San Vicente, diácono de Zaragoza y mártir, que durante la persecución bajo el emperador Diocleciano sufrió cárcel, hambre, potro y hierros candentes, hasta que en Valencia, en la Hispania Cartaginense, voló al cielo a recoger el premio del martirio (304)  [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
     Y que mejor día que hoy, para ExplicArte la Iglesia de San Vicente, de Sevilla.   
   La Iglesia de San Vicente [nº 58 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla, y nº 62 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la calle San Vicente, s/n (aunque la entrada habitual al templo se sitúa en la calle Cardenal Cisneros, 8; teniendo un acceso más por la plaza Doña Teresa Enríquez, 4); en el Barrio de San Vicente, del Distrito Casco Antiguo.
   Da nombre a una calle y a todo un barrio, una antigua y extensa collación a la que de dotó de nueva parroquia en la primera subdivisión parroquial de la ciudad, la que realizó San Fernando en los meses posteriores a la reconquista de la ciudad. En la misma collación de los Humeros se instalarían otros centros religiosos de tipo monástico, como el cercano convento Casa Grande de la Merced o el colegio conventual de San Laureano. Junto a este origen histórico, la iglesia de San Vicente recoge toda una tradición de leyendas con poca base histórica, como su fundación en el año 312 por el arzobispo Evidio, la supuesta elección del templo por San Isidoro para preparar su fallecimiento o el mítico intento del rey vándalo Gunderico para profanar la iglesia, lo que motivaría una supuesta reacción del demonio que abatiría al rey en el mismo atrio de la iglesia.
   Hoy hay que entender la parroquia de San Vicente como todo un compendio de la historia del arte sevillano, un edificio de origen mudéjar, con una primera edificación en el siglo XIV que conocería una primera reforma en el siglo XVI, una ampliación en el siglo XVIII, una remodelación con añadidos neogóticos en el siglo XIX y una restauración integral, no sin polémicas por su resultado final, en los últimos años del siglo XX.
   Origen mudéjar tiene la estructura del edificio planta rectangular con tres naves que se separan por arcos apuntados sobre pilares. También es de la primera etapa constructiva la portada de ladrillo que se abre a los pies, hacia la calle San Vicente. Capilla añadida es la que se abre en el muro del Evangelio, que acoge a las imágenes de la hermandad de las Siete Palabras y se cubre con bóveda octogonal suspendida con trompas. También es original, aunque con muchas remodelaciones, la armadura de madera en forma de artesa que cubre la nave principal, el ábside de nervadura gótica (co llamativa policromía azul del siglo XX justificada en el gótico francés), y las cubiertas de colgadizo de las naves laterales. En la cabecera de la nave derecha se levantó en 1584 una capilla añadida que hoy ocupa la hermandad de las Penas. El terremoto de Lisboa (1755) debió afectar a la estructura de la iglesia, en la que intervino el arquitecto Pedro de Silva, que edificó la nueva capilla sacramental entre 1761 y 1782.
   El acceso habitual al templo se realiza por la puerta que se abre en el muro de la Epístola (derecha), a través de una portada que se realizó en 1559, y que se corona con un frontón recto que incluye un relieve de Dios Padre y la inscripción DOMUS DEI ET PORTA COELI (casa de Dios y puerta del Cielo). En el muro de esta fachada se sitúa un retablo de la fábrica de José Navia con el Nazareno de las Tres Caídas.
   El interior de la iglesia está presidido por un gran retablo mayor realizado por Cristóbal de Guadix entre 1690 y 1706. Tiene un gran cuerpo central, compartimentado por potentes columnas salomónicas, con una estructura central de baldaquino donde se sitúa una talla de San Vicente atribuida al taller de Pedro Roldán. En los laterales se sitúan relieves que representan diferentes pasajes de la vida de San Vicente. En el ático del retablo se sitúa un calvario formado por un crucificado del siglo XVI, del estilo de Roque de Balduque, flanqueado por tallas de San Juan y la Virgen del taller de Roldán. Los bustos de santos que se distribuyen por el retablo son un añadido de Joaquín y José Cano (1753). En la última restauración se pintó la bóveda de la cabecera en tonos azules y rojos, colocándose en la zona del presbiterio los sitiales del coro que realizó Luis de Vilches (1739).
   En la cabecera de la nave de la Epístola se abre la capilla de la hermandad de las Penas, realizada en 1584 y ampliada en el siglo XIX. Conserva un notable zócalo de azulejos del ceramista Hernando de Valladares y está presidida por un retablo barroco que se reordenó en 1785. Delante figura la talla de Nuestro Padre Jesús de las Penas, imagen del siglo XVII cercana al taller de Roldán. Procede de un retablo del extinguido convento carmelita de la calle Baños, lo cual explica su marcada composición lateral. Originalmente era una talla completa que fue adaptada para ser vestida con telas naturales, al ser readaptada como imagen titular de la hermandad penitencial. En la misma capilla está la Virgen de los Dolores, obra de finales del siglo XVIII que se suele atribuir  al escultor académico de origen valenciano Blas Molner. La hermandad penitencial, conocida como la Penas de San Vicente, fue fundada en 1875 para dar culto a la imagen del Señor que provenía del Convento Casa Grande del Carmen. Se revitalizó en 1923, incorporándose al Lunes Santo. Ha logrado atesorar un importante patrimonio artístico, como la cruz de carey y plata del Señor, procedente de Écija; el suntuoso paso de palio de la Virgen de los Dolores o composiciones musicales como Jesús de las Penas o Tus Dolores son mis penas.
   En el muro derecho del templo se disponen varias obras entre las que destacan el relieve de la Serpiente de Bronce, obra de Andrés de Ocampo (1605), un lienzo de San Cristóbal del siglo XVIII y una Virgen del Carmen de candelero. Excelente talla presenta el retablo del Descendimiento, con un gran altorrelieve central realizado por Andrés de Ocampo a comienzos del siglo XVII. Tras pasar el moderno cancel, añadido en la última restauración, se sitúa otra excelente talla, la del Arcángel San Miguel con la espada y la balanza para pesar las almas, obra documentada de Pedro Roldán. En la zona de los pies se sitúan un San José y un monumental tenebrario para el oficio litúrgico de las tinieblas, ambos del siglo XVIII, y una imagen de candelero de la Virgen de los Desamparados. Del siglo XVI son dos notables tablas colgadas en los pilares de la nave central; representan a Santa Bárbara con la torre y a San Ignacio de Loyola. 
   En la cabecera de la nave del Evangelio se sitúa la Virgen del Rosario, obra atribuida a Cristóbal Ramos (siglo XVIII). En la parte superior cuelgan unos lienzos de Francisco Varela (1636), con escenas de la vida de San Vicente, y que formaban parte del primitivo retablo mayor, un ejemplo más de la predilección sevillana por la escultura frente a la pintura. Le sigue la notable imagen de la Virgen de la Cabeza, obra completa de talla de Roque Balduque (1554) que sigue los habituales modelos iconográficos del renacimiento flamenco. En la capilla siguiente, de planta cuadrada y cubierta con bóveda octogonal sobre trompas, se sitúan los titulares de la hermandad de las Siete Palabras. El Crucificado es obra de Felipe Martínez (1682), siendo la Virgen de los Remedios y San Juan de Gutiérrez Cano (siglo XIX). La imagen de candelero de la Virgen de la Cabeza fue originalmente un ángel tallado por Emilio Pizarro de la Cruz (1878), readaptado ya en el siglo XX por Manuel Escamilla. La actual hermandad de las Siete Palabras es el resultado de la fusión de varias advocaciones en 1798, los Remedios, la Cabeza, San Juan y los Clavos y las Siete Palabras. La hermandad fue impulsada en el siglo XIX por el historiador Bermejo, trasladándose en 1868 de su capilla en el convento del Carmen a la parroquia de San Vicente. Originalmente procesionaba sólo con el paso  del Calvario, al que Farfán dedicó en los años veinte la popular marcha Pasan los Campanilleros. En la actualidad procesiona con tres pasos en la tarde del Miércoles Santo. En los muros de la capilla destaca especialmente la tabla de la Virgen de los Remedios, notable pintura de Pedro Villegas Marmolejo (hacia 1590), ejemplo de la pintura romanista de finales del Renacimiento, con una clara inspiración en los modelos clásicos. Una vez pasada la puerta que comunica con la plaza de Teresa Enríquez, la llamada Loca del Santísimo Sacramento que en el siglo XVI fomentó el culto a la Eucaristía, encontramos una tabla de la Virgen de los Remedios de mediados del siglo XVI, atribuida al pintor flamenco Pedro de Campaña. En este muro se abre la Capilla Sacramental, realización de la histórica hermandad sacramental radicada en el templo, hoy fusionada con la hermandad de las Siete Palabras. Acoge tres retablos de finales del siglo XVIII, atribuidos a José Varela. En el retablo central se sitúa el Nazareno de la Misericordia, obra de Felipe de Rivas (1641) que fue profundamente remodelada en el siglo XX por Luis Ortega Brú para su salida procesional. De gran interés son las tablas que representan a San Benito, San Sebastián y San Roque. Están pintadas en su parte posterior en grisalla, con la escena de la Anunciación compartimentada en dos planos. Es un tríptico de gran calidad realizado en 1530 por Jan van Hemessen en Amberes y fue un encargo de la familia Alfaro, algunos de cuyos miembros aparecen representados en las tablas. En la capilla presenta también interés una pintura alegórica de la Eucaristía, realizada por Herrera el Viejo en 1644. Ya en la zona de los pies se sitúa la pila bautismal, de formas renacentistas, así como una cruz marmórea de culto callejero fechada en 1582 y que antes presidía la plaza contigua a la iglesia.
   En la iglesia se han bautizado numerosos personajes ilustres de la ciudad, como el almirante Antonio de Ulloa, el duque de Montemar o el pintor neoclásico Antonio María de Esquivel. Los muros de la iglesia acogieron la primera boda del escultor Juan Martínez Montañés, siendo también el escenario donde se veló y recibió la bendición nupcial Luisa Roldán, la célebre escultora del siglo XVII también conocida como la Roldana (Manuel Jesús Roldán,  Iglesias de Sevilla. Almuzara, 2010).
     Iglesia mudéjar iniciada en el siglo XIV, que fue renovada en el XVI, ampliada durante el XVIII, remodelada en el XIX y restaurada en los últimos años. De la primera etapa conserva la estructura general del edificio, una planta rectangular con tres naves separadas por arcos apuntados sobre pilares, y la portada de los pies labrada en ladrillo, con arco apuntado abocinado. La capilla de la Hermandad de las Siete Palabras, cubierta con bóveda octogonal sobre trompas, y el núcleo de la torre se consideran también obras primitivas. Aunque muy transformadas en el XVIII, a esa primera etapa se vinculan las cubiertas de madera de las naves, en forma de artesa la central y de colgadizo las laterales. En 1559 se construye la portada del muro derecho y en 1584 se levanta la capilla de cabecera de la nave derecha, en la actualidad ocupada por la Hermandad de las Penas. Entre 1761 y 1782 se edificó con proyecto de Pedro de Silva la Capilla Sacramental, después de derribar­se la antigua, muy afectada por el terremoto de 1755. En 1817 se  amplió la capilla de la Hermandad de las Penas.
     El gran retablo mayor lo trazó Cristóbal de Guadix entre 1690 y 1706. Las calles laterales, compartimentadas por columnas salomónicas, llevan relieves con escenas de la vida de San Vicente, mientras que la hornacina central la preside la escultura del santo titular, del taller de Roldán. En el centro del ático va un Crucificado de mediados del XVI, de Roque Balduque y Juan Giralte, y las esculturas de la Virgen y San Juan de 1704 y del taller de Roldán. En los laterales aparecen esculturas y bustos de santos y santas, de Joaquín y José Cano, fechados en 1753.
     En los muros laterales del presbiterio se han adosado recientemente algunos de los sitiales que integraban la sillería de coro realizada entre 1736 y 1739 por Luis de Vilches. Los dos ángeles lampareros del arco triunfal los hizo Marcelino Roldán en 1747.
     La cabecera de la nave izquierda está ocupada por una imagen de la Virgen del Rosario atribuible a Cristóbal Ramos, a la que flanquean esculturas de Santa Bárbara y de Santa Teresa, del primer tercio del XVII. Sobre ellas se han situado los cuatro lienzos con escenas de la vida de San Vicente procedentes del primitivo retablo, firma­dos y fechados en 1636 por Francisco Vareta.
     A continuación figura la imagen de la Virgen de la Cabeza, obra de Roque Balduque de hacia 1554. En la capilla contigua se localizan la escultura del Cristo de las Siete Palabras obra de Felipe Martínez en 1682 y las imágenes, de candelero, de la Virgen de los Remedios y de San Juan, del tercer cuarto del XIX, de Gutiérrez Cano. La imagen de candelero de la Virgen de la Cabeza es obra de Emilio Pizarro de la Cruz en 1878. En uno de los muros aparece la pintura de la Virgen de los Remedios, de hacia 1590, firma­ da por Pedro Villegas Marmolejo.
     Pasada la puerta lateral se sitúa una pintura sobre tabla de la Virgen con el Niño y un ángel, con advocación de Virgen de los Remedios, fechable hacia 1545 y atribuida a Pedro de Campaña. En la Capilla Sacramental hay tres retablos atribuidos a José Varela y de hacia 1780. El del flanco izquierdo aloja una imagen moderna del Corazón de Jesús, mientras el frontero presenta un grupo de la Trinidad del siglo XIX. El retablo central está presidido por una escultura del Cristo de las Misericordias, realizado por  Felipe de Ribas entre 1640 y 1641. El Sagrario es obra de Antonio Méndez, quien lo terminó en 1784. En los muros laterales del presbiterio destacan las dos pinturas sobre tabla que representan a San Sebastián y San Roque y San Benito con tres caballeros de la familia Alfaro. Por el reverso aparecen pintados en grisalla San Gabriel, en la primera, y la Virgen de la Anunciación, en la segunda. Dichas pinturas formaron parte del tríptico enviado desde Amberes para presidir la capilla funeraria de los Alfaro y Bravo de Laguna, habiendo sido realizadas hacia 1530 por Jan van Hemessen. En las bóvedas y en las pechinas hay pinturas de hacia 1780 y sobre la puerta de ingreso una Alegoría Eucarística de Herrera el Viejo, fechada en 1644.
     A los pies de la nave se ha instalado la pila bautismal del siglo XVI y un crucero de mármol fechado en 1582 que antes presidía la plaza de Teresa Enríquez, inmediata a la parroquia. En el muro cuelga un lienzo de la Virgen con el Niño y San Juan, firmado por Francisco Cabral Bejarano en 1857. En alto, sobre la tribuna del coro se sitúa el lienzo de la Asunción atribuido a Jerónimo Ramírez.
     En la cabecera de la nave derecha se encuentra la capilla de la Hermandad de las Penas que conserva parte de un zócalo de azulejos fechado en 1602, obra de Hernando de Valladares. El retablo barroco que preside el recinto se recom­puso en 1785, habiéndosele añadido pinturas modernas. Ante el mismo figura el Cristo de las Penas, obra de fines del siglo XVII que se vincula con Pedro Roldán. De finales del siglo XVIII y atribuida a Blas Molner es la imagen de la Virgen de los Dolores.
     Junto al ingreso a la mencionada capilla se encuentra el relieve de la Serpiente de Bronce realizado por Andrés de Ocampo entre 1603 y 1605. En el muro se localiza una hornacina con imagen de candelero de la Virgen del Carmen y un lienzo de San Cristóbal de la segunda mitad del siglo XVIII. A continuación se encuentra el retablo del Descendimiento, cuyo extraordinario relieve central también se debe a Ocampo en la fecha citada. Una vez pasada la puerta aparece una hornacina con escultura del Arcángel San Miguel realizada por Pedro Roldán en 1658. En otra se localiza una escultura de San José con el Niño del siglo XVIII. El Tenebrario dispuesto a continuación es obra de los años finales del mismo siglo. De estética neoclásica es el retablo situado a los pies de la nave, que está presidido por una imagen de candelero de la Virgen de los Desamparados. A mediados del siglo XVI corresponden las pinturas sobre tabla de Santa Bárbara y San Ignacio dispuestos sobre los pilares, a los pies de la nave central.
     La sacristía presenta un artesonado del siglo XVII y una cajonería barroca, además de varios lienzos del siglo XVIII. En el despacho parroquial se cuelga un Ecce Homo pintado sobre tabla de mediados del XVI y diversas pinturas sobre tabla con escenas de la vida de Santa Catalina, obras flamencas del segundo cuarto del siglo XVI que se han relacionado con Jan van Hemessen.
     La parroquia posee piezas de orfebrería de gran interés. Entre las que figuran en la iglesia son de destacar la corona y la ráfaga de estilo rococó de la Virgen del Rosario, la última con las marcas de los plateros Guzmán y Cárdenas. Muy interesante es el tabernáculo de la Capilla Sacramental, decorado con columnas estriadas helicoidales y con la imagen de Santo Tomás en la puerta. Lleva el punzón de Méndez y se fecha en 1784. El tabernáculo está cubierto por un temple­te neobarroco con columnas salomónicas fecha­do en 1917. Entre los objetos de culto destacan un cáliz y unas crismeras renacentistas. De la primera mitad del siglo XVIII son un cáliz decorado con esmaltes y un ostensorio de bronce dorado. Muy original es otro ostensorio neoclásico, muy arqui­tectónico. Deben destacarse una naveta barroca en forma de ave, una pequeña copa inglesa realizada en Birmingham entre 1904 y 1905, y un por­tapaz con la figura del Salvador, fechable en la segunda mitad del siglo XVII (Alfredo J. Morales, María Jesús Sanz, Juan Miguel Serrera y Enrique Valdivieso. Guía artística de Sevilla y su provincia. Tomo I. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2004).
     La Iglesia de San Vicente está considerada como una de las iglesias más antiguas de la ciudad de Sevilla. Se encuentra situada intramuros de la ciudad cercana la Puerta Real y a los conventos de Santa María del Real, La Merced, Dulce Nombre de Jesús y los colegios desaparecidos de la Compañía de Jesús como el de San Gregorio actual de la Merced y el Hospicio de Indias dedicado a San Hermenegildo, así como a las plazas del Museo, de la Gavidia y del Duque.
     El conjunto edilicio ocupa la totalidad de una manzana, presentando cuatro fachadas diferentes en las que destacan la superposición de volúmenes de capillas, cubiertas a dos aguas de las naves, así como el ábside mudéjar, sobresaliendo la torre-fachada situada a los pies de la nave central.
     Esta iglesia se encuentra dentro del grupo de iglesias gótico-mudéjar sevillanas, fechándose el inicio de su construcción durante la primera mitad del siglo XIV y concluida a mediados de la siguiente centuria. La fábrica ha sido sometida a diversas restauraciones y ampliaciones como las que se llevaron a cabo en el siglo XVIII, siendo remodelada en el siglo XIX y profundamente modificada y modernizada a finales del siglo XX.
     El edificio presenta planta rectangular con cabecera poligonal. Se encuentra estructurada en tres naves separadas por arcos apuntados doblados que campean sobre pilares rectangulares, sobre los que apoyan las cubiertas en forma de colgadizo las laterales y en artesa de par y nudillo la nave central. La cabecera poligonal, de dos tramos uno rectangular y otro poligonal, se encuentra separada del cuerpo de la iglesia por un gran arco toral de medio punto, y se cubre por bóveda de nervadura gótica con nervio espinazo.
     A las naves laterales se encuentran adosadas una serie de capillas. Si comenzamos por la cabecera de la nave de la Epístola encontramos la capilla de Jesús de las Penas, de planta rectangular con dos tramos cuadrangulares, el primero se cubre con bóveda ovalada y el segundo por cúpula sobre pechinas, ambos con linterna. La capilla fue propiedad de la familia Ponce de León, construida a finales del siglo XVI.
     En la nave del Evangelio a la altura del tercer tramo se encuentra la capilla de la Hermandad de las Siete Palabras, de planta cuadrada es un espacio cubierto con cúpula octogonal sobre trompas. Por último la capilla Sacramental se abre en el primer tramo del muro de esta nave, de forma transversal al resto del templo. Cuenta con dos tramos, cubiertos con bóveda vaída y cúpula sobre pechinas con linterna.
     En cuanto a sus fachadas al ser un edificio que cubre toda una manzana presenta cuatro fachadas, la principal situada a los pies del edificio en la calle San Vicente, mientras que la principal da a la calle Virgen de los Buenos Libros y la segunda a la plaza de Doña Teresa Enríquez, donde se encontraba situado el antiguo cementerio parroquial, y la última a la calle Miguel Cid. La fachada de los pies presenta tres espacios claramente diferenciados, que obedecen a la estructura interna de la iglesia. Al centro se sitúa la portada que en origen sería la principal del templo, cerrada por la colocación del coro en el espacio de tránsito y recuperada en la última restauración. Es una portada sencilla que sobresale del muro de ladrillo de la fachada, realizada en piedra y estructurada en torno a un vano apuntado abocinado rematado por una cornisa que ha perdido sus canes. Adosada a esta fachada se encuentra la torre y junto a esta la Capilla Sacramental condecoración externa barroca en sus vanos, pilastras, remates y disposición escenográfica.
     La fachada de la calle Virgen de los Buenos Libros cuenta con la portada principal de ingreso al templo, aproximadamente en el tercer tramo de las naves. Es una portada de piedra, de un solo cuerpo, estructurada en torno a un vano de medio punto flanqueado por sendas pilastras cajeadas con capiteles jónicos sobre los que se asienta el entablamento en cuyo friso se lee la inscripción "DOMUS DEI ET PORTA COELI". Sobre la cornisa se asienta un frontón triangular en cuyo tímpano se muestra el altorrelieve de Dios Padre con la bola del mundo entre dos cabezas de ángeles.
     El frontón se remata en sus ángulos por copetes con flores. Esta fachada muestra el alero del tejado con canes y el lateral de la capilla de Jesús de las Penas de la que sobresale del muro la linterna. También se observa la disposición del ábside y una puerta de un almacén parroquial con el anagrama JHS.
     La fachada de la calle Miguel Cid, muestra las dependencias parroquiales, y mediante una puerta se accede al despacho del cura, a la sacristía y casa del sacristán. Por último la fachada de la plaza Doña Teresa Enríquez, es la que muestra más diferencias estructurales de todas, se observan diversos volúmenes a distinta altura, por un lado las dependencias de la parroquia, el ábside, la casa del sacristán la portada de ingreso a la nave del evangelio y el saliente de la capilla Sacramental. Respecto a la portada está realizada en ladrillo, se adelanta del muro y se conforma a partir de un vano de medio punto flanqueado por pilastras sobre el que descansa un entablamento cubierto por un plano inclinado.
     La torre se encuentra ubicada al final del muro del Evangelio, entre la iglesia y la capilla Sacramental. Realizada en ladrillo, es de planta cuadrada y cuenta con dos cuerpos bien diferenciados. Por un lado la caña o fusta que presenta varios vanos de iluminación a la caja de escaleras, este cuerpo se separa del segundo mediante un entablamento con cornisa moldurada. El cuerpo de campanas que presenta un vano de medio punto en cada uno de sus frentes, sobre los que se repite un nuevo entablamento en el que descansa un chapitel piramidal recubierto de azulejos y flanqueado en sus ángulos por remates vidriados.
     Hemos de mencionar que los paramentos exteriores están pintados en ocre y las molduras en almagra aumentando así los elementos estructurales horizontales y verticales, con la salvedad de la torre que presenta sus cuerpos en ladrillo visto y los entablamentos en almagra que contrasta con los azulejos del chapitel.
     La Iglesia parroquial de San Vicente está considerada como una de las iglesias más antiguas de Sevilla, remontándose según la tradición y la leyenda a la primitiva basílica creada por el año 312 en los días del Arzobispo Evidio, conservando el culto al tránsito de San Isidoro y erigida por los visigodos o mozárabes. Gunderico, rey de los Vándalos, intentó saquear el templo y fue atormentado muriendo en el atrio del mismo templo.
     De la obra medieval quedan reconocibles, los arcos apuntados de las naves, el presbiterio interior y exteriormente, la portada a los pies de la nave central, la cúpula octogonal sobre trompas de la capilla de las Siete palabras y el núcleo de la torre, aunque reformada y reconstruida en 1662, 1755, 1766 y 1823.
     Al siglo XVI pertenecen el artesonado acasetonado de la sacristía, la portada de la nave de la Epístola en 1559 y la capilla de don Álvaro Ponce de León. Así mismo a la siguiente centuria corresponde la azulejería de la capilla de Jesús de las Penas de Hernando de Valladares fechada en 1602 y el actual retablo mayor.
     Respecto al siglo XVIII se realizaron una serie de obras como la Sala capitular entre 1723 y 1725 con informes de Diego Antonio Díaz, también se suprimió el coro alto y la tribuna, construyéndose otra para alojar el órgano. Tras el terremoto de 1755 se realizó la capilla sacramental, atribuida a Pedro de Silva y por otros a Ambrosio de Figueroa.
     También en el siglo XIX se realizaron importantes reformas, se amplió la capilla de las Penas y se hicieron la de los Desamparados y de la Misericordia flanqueando el coro situado a los pies de la nave central entre 1884-1885.
     A finales del siglo XX la iglesia ha sido sometida a una importante restauración y transformación estilística en la que ha sido suprimidos todos los elementos neogóticos que le fueron añadidos a finales del siglo XIX, desapareciendo así las capillas de los remedios y de la Misericordia, siendo desmantelado el coro, trasladándose sus sitiales a ambos lados del presbiterio, suprimiéndose retablos y otros elementos que caracterizaban su interior, considerados como elementos que desvirtuaban el estilo del edificio (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     De la plaza de la Gavidia parte también la calle Baños, así denominada por encontrarse en ella, en el número 17, unos baños árabes, denominados baños de la Reina. Estos baños se sitúan en la esquina de la calle Jesús de la Vera Cruz en la que estuvo el convento del Dulce Nombre de Jesús, de monjas agustinas, clausurado en 1837 como consecuencia de la Desamortización. En la iglesia se guarda el Cristo de la Vera Cruz, de la cofradía del mismo nombre, y la Virgen de las Tristezas. Aunque de autor anónimo, se sabe que el Cristo es el más antiguo de la Semana Santa sevillana. La Virgen, por su parte, es pieza que Antonio Illanes talló en 1942.
     Siguiendo la calle de Jesús y doblando por Cardenal Cisneros, primera a la derecha, se alcanza San Vicente, en cuya esquina se levanta la iglesia del mismo nombre, mudéjar también y del siglo XIV, como las últimas que se han visto y, como ellas, con algunas reformas y restauraciones en su haber, la última a finales del XX. Una vez más aparece el trazado de la fachada tantas veces repetido: portada en ojiva abocinada y hastial que marca las tres naves de que consta el edificio, con la torre a la izquierda. Las naves aparecen separadas por arcos formeros apuntados sobre pilares de base rectangular. El significativo retablo mayor data de 1706 y lo realizó Cristóbal de Guadix. En el camarín se sitúa la imagen de San Vicente, talla realizada en el taller de Pedro Roldán. Los relieves de las calles laterales corresponden a escenas de la vida del mismo santo, mientras que en el ático aparece un muy buen Calvario, cuyo Cristo lo tallaron a mediados del siglo XVI Roque Balduque y Juan Giralte, siendo la Virgen y San Juan igualmente del taller de Roldán. La capilla situada en la cabecera de la nave derecha pertenece a la Cofradía de las Penas, y en ella se encuentra Nuestro Padre .Jesús de las Penas, imagen atribuida a Pedro Roldán, y la Virgen de los Dolores, cuya ejecución data del siglo XVIII y se atribuye a Blas Molner. Siguiendo esta nave hacia los pies, pueden verse dos piezas de Andrés de Ocampo, ambas de comienzos del siglo XVII, la primera el relieve de la Serpiente de Bronce, junto a la capilla anterior, y la segunda otro relieve, el magnífico Descendimiento que preside el altar del mismo nombre. Más allá de la portada de este lado hay una talla realizada por Pedro Roldán en 1658: el Arcángel San Miguel. La pila bautismal que aparece a los pies de la nave del evangelio es del siglo XVI. En la misma nave está la capilla sacramental, en la que se encuentra el Cristo de la Misericordia, singularísima obra de Felipe Ribas datada en 1641. Entre esta capilla y la puerta de este lado figura una hermosa tabla con la Virgen de los Remedios, atribuida a Pedro de Campaña (Rafael Arjona, Lola Walls. Guía Total, Sevilla. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2006).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de San Vicente, diácono y mártir;
LEYENDA
   Diácono español nacido en Zaragoza, Aragón, quien habría sido martirizado en Valencia en el año 304, durante la persecución de Diocleciano.
   Su Pasión, popularizada por san Agustín y por su compatriota el poeta español Prudencio, es sólo un tratamiento retórico desprovisto de todo fundamento documental, una trama de tópicos hagiográficos.
   Para castigarlo por haber asumido la defensa de su obispo Valerio, el procónsul Daciano lo hizo flagelar sobre un potro de tormento, desgarrar con garfios de hierro sobre una cruz de san Andrés y por último asar sobre una parrilla, a la manera del diácono romano san Lorenzo, con este agravante: las barras de la parrilla eran hojas de sierra, y los verdugos espolvoreaban sal sobre las heridas del santo para que las quemaduras le doliesen más. De acuerdo con su panegirista Prudencio, san Vicente de Zaragoza tenía tal sed de martirio, que se lanzó él mismo sobre el lecho de hierro incandescente. Pero su cuerpo no se asó. De acuerdo con san Agustín, debía creerse que las llamas, en lugar de quemarlo, lo endurecían, a la manera en que una masa de arcilla se convierte en un ladrillo refractario.
   En medio de sus tormentos, san Vicente desafiaba a su perseguidor: «Lo que te esfuerzas en destruir es un cacharro de arcilla destinado a ser roto; pero no desgarrarás nunca lo que tiene en su interior, el alma sólo someti­da a Dios».
   Est alter, est intrinsecus, 
   Violare quem nemo potest
   Solique subjectus Deo.
   De vuelto a la cárcel, los verdugos lo acostaron sobre un lecho de escombros de arcilla, para que no pudiese descansar.
   En la hoguera, finalmente sucumbió. Pero su Passion prosiguió aún después de su muerte.
   El cadáver de san Vicente, privado de los honores de la sepultura, fue arrojado a las bestias carroñeras, pero un cuervo gigantesco cegó a los lobos y aves de presa que se disponían a devorarlo.
   Entonces Daciano lo hizo coser a una piel de buey y arrojar al mar, en la playa de Valencia, con una piedra de molino sujeta al cuello, para que lo de­vorasen los peces.
   Pero el cuerpo permaneció en la superficie del agua, como si la piedra de molino se hubiese convertido en una boya de corcho, y pudo flotar hasta la orilla donde lo recogieron cristianos que le dieron sepultura.
   El origen de todos estos detalles horripilantes o pictóricos es fácil de determinar: la parrilla es, evidentemente, una copia del arsenal empleado en el suplicio del diácono romano san Lorenzo; en cuanto a la muela que se niega a hundirse y a la protección de los despojos de un mártir por un ave, son temas corrientes de la hagiografía popular, donde pueden encontrarse otros ejemplos, como las leyendas de san Floriano de Lors, de san Antolín de Pamiers y de san Estanislao de Cracovia.
CULTO
   La universal popularidad de este diácono aragonés, quien habría podido permanecer como un santo local, y que compite con otros dos diáconos del martirologio: san Esteban y san Lorenzo, tiene con qué sorprender. En primer lugar, tal popularidad se explica por la virtud de su nombre de pila, interpretado como símbolo de victoria; y también por las traslaciones de sus reliquias (o de las pertenecientes a sus numerosos homónimos).
   Para san Agustín y el poeta Prudencia, Vincentius es sinómino de vencedor, de victorioso: «Ha vencido en medio de los tormentos; ha vencido cuando estaba muerto, antes y después de su defunción». Los hagiógrafos han encontrado argumentos para desarrollar el fácil tema de «Vicente  el Invencible».
Lugares de culto
   San Vicente había sido inhumado en Valencia. Pero allí fue eclipsado más tarde por otro homónimo, san Vicente Ferrer, quizá porque sus reliquias estaban en otros lugares. Se creía poseer su cuerpo, del cual había tres ejemplares: uno en Gaeta (o Cortona), Italia, el segundo en la abadía francesa de Saint Benoît de Castres, a donde la traslación tuvo lugar en 855, y el tercero en Lisboa, Portugal, a donde las reliquias del santo habrían sido trasladadas en el siglo XII, en 1173.
   Para acreditar esta tercera traslación, se contaba que el cuerpo de san Vicente, amenazado por la aproximación de los moros, fue embarcado en  Valencia en un navío que zozobró al sur de Portugal, cerca del sagrado promontorio del Algarve, que luego se llamó cabo San Vicente, y que los cuervos, graznando de aflicción, acompañaron los restos del santo, hasta la catedral de Lisboa. Después de este acontecimiento la ciudad de Lisboa adoptó como blasón un navío que lleva en el mástil la imagen de san Vicente con dos cuervos posados, uno en proa, otro en popa. La capital portuguesa mantuvo a dos cuer­vos, igual que Roma una loba y Berna un oso.
   Además de los tres cuerpos enteros de Gaeta, Castres y Lisboa, se consideraba que diversos fragmentos de reliquias del santo diácono pertenecían a otros santuarios. En 542, el rey Childeberto, después de arrebatar la ciudad de Zaragoza a los visigodos, llevó a París el brazo derecho y la estola de san Vicente, y para proteger dichas reliquias hizo edificar un monasterio que más tarde adoptó el nombre de Saint Germain des Prés. El corazón del santo, conservado en un relicario en Dun le Roi, en Berry, fue incinerado por los hu­gonotes en 1562.
   Así se explica la extensión del culto de san Vicente, cuyos principales cen­tros estaban en España: Zaragoza, Valencia y Ávila; en Portugal: Lisboa; en Italia: Milán, y Gaeta (o Cortona); en Suiza: la catedral de Basilea y la co­legiata de Berna.
   En Francia, además de Castres y París, las abadías benedictinas de Laon, Senlis y Metz, las catedrales de Maçon, Chalon sur Saône, Agen, Grenoble y Viviers, más una iglesia parroquial de Ruán se reclamaban puestas bajo la advocación de san Vicente.
Patronazgos
   Si san Vicente es el patrón de los navegantes en Portugal. en Francia está especializado en la protección de los viticultores, a quienes se suman los comerciantes en vinos y los vinagreros. Nada en la leyenda del santo justifica este patronazgo, al que han intentado procurarse diversas explicaciones: si la fecha de su fiesta, fijada el 22 de enero, no corresponde al tiempo de vendimia, sin embargo corresponde a un momento crítico en el cultivo de la vid. Dom Guéranger ofrece una explicación litúrgica: el diácono de Zaragoza ha­bría sido elegido patrón por los viticultore s a causa «del papel que el diácono asume en el sacrificio de la misa: es él quien vierte el vino que pronto se convertirá en sangre de Cristo».
   La interpretación, más naturalista, del erudito jesuita Cahier tiene mayores posibilidades de resultar la verdadera: se trataría de un juego de palabras con el nombre Vicente cuya primera sílaba es vino' y su segunda sang (sangre).
   En el espíritu de los iletrados el nombre del santo de Zaragoza no evocaba la idea de victoria sino la de vino, la sangre de la vid. 
 No hizo falta más para que los viticultores de Borgoña y Champaña lo considerasen uno de los suyos. En Chablis existía una cofradía de san Vicente (saint Vincent). Según los refranes populares, cuando el sol brilla el día de su fiesta, que era el elegido para la poda de invierno de los vidueños (corte de los sarmientos), se llegaba a la conclusión que la vendimia de ese año sería abundante.
   A la Saint Vincent
   Le vin monte au sarment
   (En SanVicente, / Al sarmiento el vino asciende)
   Saint Vincent clair et beau
   Met du vin au tonneau.
   (San Vicente guapo y fiel / Ponme vino en el tonel).
   E incluso:
   Prens garde au jour de Saint Vincent.
   Car si ce jour tu vois et sens
   Que le soleil est clair et beau,
   Nous aurons plus de vin que d'eau
   (Atención al día de San Vicente: / Si en esa fecha puedes ver y sientes / Que hay cielo soleado y cristalino, / Tendremos, antes que agua, mucho vino).
   Cuando iban a ofrecer un panecillo dorado, una brioche, a su santo patrón, acompañado por una ampolla de vino, los viticultores de Seine et Marne acos­tumbraban cantar:
   Saint Vincent, notre patron, 
   Protégez nos burgeons
   Des brouillards et des glaçons.
   (San Vicente, patrón nuestro, / Protege los brotes tiernos / De la niebla y del hielo).
   El mártir también era reivindicado por la corporación de los fabricantes de tejas y techadores, porque lo habrían acostado sobre un lecho de cascos de cerá­mica.
ICONOGRAFÍA
   San Vicente está representado como un joven diácono o «levita», de igual manera que san Esteban y san Lorenzo. Está vestido con una dalmática.
   Sus atributos son una muela de molino y una parrilla, instrumentos de su Pasión. La parrilla de san Vicente se diferencia de la de san Lorenzo, porque la del primero está erizada de puntas de clavos. La piedra de molino es un atributo que comparte con san Quirino, san Víctor de Marsella y santa Cristina. El cuervo que defiende su cadáver contra las bestias salvajes también está representado en su escudo de armas.
   En su calidad de santo patrón de los navegantes, sostiene la maqueta de un barco. A título de patrón de los viticultores, sostiene un racimo de uvas.
   En la imaginería popular se lo ve enseñar a los viticultores el arte de cultivar la vid, desde la labranza, poda, floración, hasta la vendimia. «He aquí -les dice- la manera de poder llenar vuestras bodegas.» A veces sostiene unas tijeras o una podadera. Su mano protectora se apoya sobre un cuévano re­pleto de racimos o sobre un tonel de vino (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
Conozcamos mejor la Biografía de San Vicente, mártir;
     San Vicente, (?, f. s. III – Valencia, p. t. s. IV). Diácono, mártir, santo.
     La figura de este santo, diácono del obispo Valero, es conocida por una passio compuesta a finales del siglo IV, pero que, a pesar de su antigüedad, no tiene un gran valor histórico. De estas actas depende el quinto himno del Peristephanon del poeta Prudencio, compuesto entre los años 398-405. En resumen, estos escritos presentan a Vicente como diácono del obispo Valero de Zaragoza, detenido junto con él en la persecución de Diocleciano, el año 303. Llevado con su obispo a Valencia, es cruelmente torturado por el gobernador Daciano, muriendo en la cárcel a consecuencia de los tormentos. Reelaboraciones y amplificaciones posteriores de estos datos lo harán natural de Huesca.
     La figura del mártir gozó pronto de una extraordinaria popularidad, debida sin duda al valor literario, que no histórico, de la passio. San Agustín de Hipona (354-430) lo recuerda en varios de sus sermones y por las mismas fechas lo ensalza san Paulino de Nola.
     Muchas iglesias, que se disputaban sus reliquias, fueron dedicadas a este santo. Su fiesta se celebra el 22 de enero (Miguel C. Vivancos Gómez, OSB, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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Horario de apertura de la Iglesia de San Vicente:
             De Lunes a Viernes: de 11:00 a 13:00, y de 19:00 a 21:00
             Sábados: (Mañanas, según Sacramentos), y de 19:00 a 21:00
             Domingos: de 11:00 a 13:00, y de 19:00 a 21:00

Horario de misas de la Iglesia de San Vicente:
             De Lunes a Sábados: 20:00
             Domingos y Festivos: 10:30, 12:00, y 20:00

Página web oficial de la Iglesia de San Vicente: www.parroquiadesanvicente.es

La Iglesia de San Vicente, al detalle:
Retablo Mayor
             Sagrario
                      San Gregorio Magno
             Busto de San Fulgencio

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