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domingo, 31 de diciembre de 2023

La pintura "Sagrada Familia, o Trinidad en la tierra", de Juan de Uceda, en la sala IV del Museo de Bellas Artes

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la pintura "Sagrada Familia", de Juan de Uceda, en la sala IV del Museo de Bellas Artes, de Sevilla.  
     Hoy, 31 de diciembre, Fiesta de la Sagrada Familia (domingo que cae entre la Octava de Navidad -25 de diciembre al 1 de enero-, o el 30 de diciembre, si no hay un domingo entre estos dos días), Jesús, María y José, desde la que se proponen santísimos ejemplos a las familias cristianas y se invocan los auxilios oportunos [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
     Y que mejor día que hoy, para ExplicArte la pintura "Sagrada Familia", de Juan de Uceda, en la sala IV del Museo de Bellas Artes, de Sevilla.
     El Museo de Bellas Artes (antiguo Convento de la Merced Calzada) [nº 15 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 59 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la Plaza del Museo, 9; en el Barrio del Museo, del Distrito Casco Antiguo.
     En la sala IV del Museo de Bellas Artes podemos contemplar la pintura "Sagrada Familia", obra de Juan de Uceda (h. 1570-1631), siendo un óleo sobre lienzo en estilo barroco de escuela sevillana, pintado en 1623, con unas medidas de 3,05 x 2,30 m., procedente del propio Convento de la Merced, tras la Desamortización de 1840.
     Sagrada Familia (también llamada Las dos Trinidades o Trinidad en la tierra). El lienzo aparece dividido en un doble plano, uno superior de gloria y otro inferior terrenal.
     El Niño Jesús centra la composición inferior entre san José y la Virgen, hallándose las tres figuras de pie, de frente y a tamaño natural. El Niño lleva la cruz como símbolo de su sacrificio y extiende la mano a la Virgen creando una especie de dialogo entre ellos, al volver María su rostro y su mano hacia él.
     San José, portando en su mano izquierda una vara de azucenas, señala con la derecha al Niño y dirige su mirada hacia arriba mostrando al Salvador el Espíritu Santo en forma de paloma, que centra el coro de querubines.
     La figura central del Niño así como las manos y los rostros de los otros dos personajes quedan destacados, sobre un fondo más oscuro, por un foco de luz que desciende de la parte superior, a su vez fuertemente iluminada. Ya en un segundo plano cierra la composición un fondo de paisaje. (web oficial del Museo de Bellas Artes de Sevilla).
     No se conoce exactamente el año de nacimiento de este pintor, al que se le supone de origen sevillano, aunque puede situarse en torno a 1570. Igualmente se ignora con quien pudo realizar su formación que hubo de finalizar hacia 1590. Los primeros documentos que nos informan de su actividad datan de 1593 aunque son trabajos sin importancia. De mayor interés es su participación en 1603 en la conclusión de El Tránsito de San Hermenegildo, obra actualmente en este Museo que como ya hemos señalado al referirnos a Alonso Vázquez fue terminado por Uceda al marchar aquél a México. A lo largo de las tres primeras décadas del siglo XVII la aparición del nombre de Uceda es frecuente en documentos que nos ofrecen testimonios de su dedicación a la pintura y a la policromía de esculturas y de retablos. Su muerte acaeció en Sevilla en 1631.
     Al desconocerse el maestro con el cual trabajó Juan de Uceda en su primera juventud no pueden hacerse referencias concretas de las influencias que pude tener su pintura a la hora de configurarse su estilo. De todas formas se advierte que hubo de realizarse dentro de la tendencia manierista que dominó en la pintura sevillana a lo largo del último tercio del siglo XVI. Su vinculación con Alonso Vázquez en 1603 permite suponer que de alguna manera estuvo relacionado con este pintor, aunque esta conexión no determinó por completo su técnica artística en el futuro, al advertirse en sus obras cómo en momentos posteriores se fue orientando hacia la corriente naturalista.
     En la iglesia de la Anunciación de Sevilla se conserva un retablo dedicado a San Juan Bautista, propiedad del Museo y existente en dicha iglesia en depósito. Este retablo lo realizó Uceda en colaboración de Juan Martínez Montañés quien se encargó lógicamente de la labor escultórica del mismo. Uceda ejecutó el conjunto de trece pinturas de pequeño tamaño que adorna el retablo y que representan episodios de la vida de San Juan Bautista. Lamentablemente estas pinturas están muy deterioradas, lo que impide el perfecto estudio y la emisión de consideraciones más precisas.
     Importante es la obra de Uceda que se conserva en el propio edificio del Museo; es la llamada Trinidad en la tierra firmada y fechada por este artista en 1623. Procede de este mismo edificio cuando era convento de la Merced, por lo que puede decirse anecdóticamente que es una de las pocas obras desamortizadas que no cambió de emplazamiento. Esta pintura es fundamental para el conocimiento del estilo de Uceda y en ella se advierte una composición de sencilla estructura. Las figuras de la Virgen y de San José flanquean al Niño el cual está captado con fisonomía de adolescente y sujetando una Cruz en sus brazos, detalle alusivo a su futura pasión y muerte. En la parte superior aparece un rompimiento de gloria presidido por la paloma del Espíritu Santo (Enrique Valdivieso González, La pintura, en El Museo de Bellas Artes de Sevilla. Tomo II. Ed. Gever, Sevilla, 1991).
     Bello lienzo de escuela sevillana, firmado y fechado en 1623 por Juan de Uceda Castroverde. Medidas: 305 x 230 cms. En la parte alta, una gloria angelical rodea la Paloma del Espíritu Santo. En la zona terrenal, el Niño Jesús empuña una Cruz entre María y José. A primera vista, el asunto hace pensar en las "Dos Trinidades", pero faltando la figura augusta de Dios Padre, tal lectura queda incompleta. Lo cual no disminuye en absoluto sus brillantes calidades pictóricas, ni su profunda y serena unción religiosa (Juan Martínez Alcalde. Sevilla Mariana, Repertorio Iconográfico. Ediciones Guadalquivir. Sevilla, 1997).
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     En el verdadero sentido de la expresión, la Sagrada Familia constituye un grupo mucho más restringido que La Parentela de María. Sólo incluye a los parientes más próximos del Niño Jesús, es decir madre y abuela o madre y padre nutricio. En los dos casos, ya sea santa Ana o san José quienes lo lleven, es un grupo de tres figuras, un grupo trinitario.
     Desde el punto de vista artístico, la disposición de esta Trinidad terrestre (Trias humana), como se la ha llamado muy justamente, plantea los mismos problemas y sugiere las mismas soluciones que la Trinidad celestial.
     No obstante, las dificultades son menores. Ya no se trata de un único Dios en tres personas del cual deba expresarse la unidad esencial al mismo tiempo que la diversidad. Los tres personajes están unidos por vínculos de sangre, ciertamente; pero no constituyen un bloque indivisible. Cada uno de ellos tiene su propia vida y pueden disociarse sin inconvenientes. Además, los tres están representados con forma humana mientras que la paloma del Espíritu Santo introduce en la Trinidad divina un elemento zoomórfico difícil de amalgamar con dos figuras antropomórficas.
1. Santa Ana con la Niña María y el Niño Jesús
     Este tipo de Sagrada Familia que agrupa a las tres generaciones, abuela, madre e hijo, está estrechamente ligado con La Parentela de María de la cual no es más que un fragmento separado.
     También ha encontrado los mayores favores en Alemania, hasta el punto que la expresión Anna selbdritt (santa Ana triple, en tres, trinitaria) se emplea corrientemente en otras lenguas para designar brevemente este grupo.
     Se encuentran ejemplos de este tipo a partir del siglo XIV; pero fue en los siglos XV y XVI cuando el tema se hizo realmente popular, no sólo en los países germánicos sino hasta en Italia y España.
      Agrupar de una manera satisfactoria dos mujeres adultas y un niño no era tarea fácil. Al igual que con la Trinidad divina, los artistas intentaron la superposición, la yuxtaposición, el agrupamiento vertical y el horizontal. En el primer caso, santa Ana lleva a la Virgen y al Niño Jesús, en el segundo, el Niño está sentado entre santa Ana y la Virgen.
   a) Santa Ana lleva a la Virgen y al niño
     Esta disposición vertical puede ser realizada de dos maneras: santa Ana de pie lleva a la Virgen y al Niño sobre cada uno de sus brazos, o bien ella está sentada y tiene sobre las rodillas a su hija que a su vez sostiene al Niño Jesús.
     El inconveniente de esta solución está a la vista: comporta una desproporción chocante entre madre e hija que normalmente deberían ser de la misma talla: la Virgen en brazos o sentada sobre las rodillas de santa Ana se encuentra reducida a la estatura de una niñita.
     Leonardo da Vinci, en su admirable cuadro del Louvre que señala el apogeo del tema, permaneció fiel a este esquema arcaico; aunque consiguió aligerarlo y animarlo. La Virgen está esviada sobre las rodillas de su madre y tiende los brazos al Niño, de pie en el suelo, a horcajadas del cordero simbólico. Esta composición en diagonal, que confiere vida a las figuras y las libera de la frontalidad, indudablemente comporta un progreso. El conjunto gana en unidad y también en dinamismo, y es una de las últimas y más bellas expresiones de un tema iniciado en Alemania que tomó forma en la Italia del Renacimiento.
   b) El niño Jesús sentado entre su madre y su abuela
     Para respetar las proporciones reales de las figuras, se imaginó sentar a las dos mujeres, madre e hija, sobre un banco, a cada lado del Niño que las separa, pero que en verdad les sirve de vínculo.
     Es cierto que ese agrupamiento horizontal es la solución más feliz desde el punto de vista estético, porque permite restablecer las proporciones y la separación bien clara de las tres figuras yuxtapuestas no presenta el mismo inconveniente que en la Trinidad divina cuyas tres personas son consustanciales. También es natural que el horizontalismo haya primado a partir del siglo XV en las representaciones de la Trinidad humana, mientras que en la Trinidad divina la Iglesia imponía el agrupamiento según el esquema vertical del «Trono de Gracia».
     Puede destacarse una variación bastante graciosa en un cuadro de Holbein el Viejo, en Augsburgo, es el Primer paso del Niño Jesús: en vez de estar tranquilamente sentado entre su madre y abuela, el Niño intenta caminar. Este matiz de intimidad es mucho más frecuente en las Sagradas Familias donde san José reemplaza a santa Ana.
     Al grupo de la Familia trinitaria se suma a veces un cuarto personaje, santa Emerenciana, madre de santa Ana. Así, se encuentran cuatro generaciones reunidas en este grupo que fue bautizado Santa Ana cuaternaria (Anna selbviert). Pero no es más que una curiosidad iconográfica uno de cuyos más notables ejemplares es un grupo escultórico en madera del Museo de Hannover.
     El arte de la Contrarreforma introdujo en este tema desgastado una última va­riante. En un cuadro de Caravaggio se ve a la serpiente aplastada al mismo tiem­po por la Virgen y por el Niño Jesús, quien apoya el pie sobre el de su madre.
     La Trinidad de santa Ana con la Virgen y el Niño Jesús está excepcionalmente asociada en un mismo cuadro con La Parentela de María o Estirpe de Santa Ana, con las dos santas María Cleofás y Salomé, sus maridos e hijos. El ejemplo más conocido de esta amalgama es el retablo de Perugino del Museo de Lyon.
2. José, la Virgen y el Niño
     Lo que comúnmente se entiende por Sagrada Familia es el grupo formado por el Niño Jesús, su madre y su padre nutricio.
     Este motivo, que se hizo tan popular a partir del Renacimiento, ya existe en germen en las Natividades de la Edad Media; pero puede decirse que resulta extraño al arte de la época que no conoció la devoción a la Sagrada Familia.
     El tema sólo se difundió en el arte de la Contrarreforma que estimuló el culto de la Trias humana, Jesús, María y José: es lo que se llama la Trinidad jesuítica.
   Las dos trinidades
     Esta Trinidad terrestre (Trinitas terrestris) está concebida según el mismo modelo que la Trinidad celestial de la cual es un reflejo. «María, Jesús y José -escribe san Francisco de Sales en sus Conversaciones espirituales- es una Trinidad en tierra que en cierta forma representa a la Santísima Trinidad.» San José es la imagen de Dios Padre, y la Virgen sustituye al Espíritu Santo del cual es el templo vivo.
     A veces la Trinidad terrestre está puesta bajo la protección de la Trinidad celeste. En el siglo XVII, el tema de las dos trinidades superpuestas era corriente en la decoración de los retablos franceses, por ejemplo en Saint Sernin de Toulouse.
     En la misma época se lo encuentra en la escuela española, en Murillo, por ejemplo, que agrupó a las dos trinidades en un cuadro expuesto en la National Gallery de Londres.
     También el arte de los Países Bajos pudo complacerse representando la unión de las dos trinidades, celestial y terrenal.
     En una xilografía de Christoffel van Sichem, el Niño Jesús es el punto de intersección de las dos trinidades. La Virgen y san José lo tienen de la mano, por encima de su cabeza planea la paloma del Espíritu Santo con las alas desplegadas, y Dios Padre extiende los brazos en doble gesto de bendición.
     Un cuadro de Jan van Cleef en Gante, combina los dos motivos de una manera aún más ingeniosa: en el centro de la composición, el Niño Jesús, desnudo, de pie sobre los peldaños, coloca una corona de rosas sobre la cabeza de san José arrodillado frente a él. A la derecha, está sostenido por la Virgen que sirve de vínculo entre ambas trinidades y eleva los ojos hacia el Espíritu Santo y hacia Dios Padre quien aparece en medio de un enjambre de ángeles para bendecir a la Sagrada Familia.
   La Sagrada Familia ampliada
     Esa Sagrada Familia trinitaria ha sido muchas veces «ampliada» por los artistas a quienes gustó agrupar alrededor de la Virgen y de Jesús a santa Isabel y al niño san Juan Bautista.
     Esta adición no está en modo alguno justificada por los Evangelios, según los cuales san Juan conoció a Cristo cuando lo bautizó en el Jordán. Pero las meditaciones del Seudo Buenaventura (cap. XI), cuentan que de vuelta en Belén, después de la Huida a Egipto, la Sagrada Familia se detuvo en casa de Isabel: «Los dos niños jugaban juntos y el pequeño san Juan, como si ya hubiera comprendido, demostraba respeto a Jesús».
     Tal es la fuente de la que derivan en el siglo XVI los idilios tan populares de Rafael: La Sagrada Familia de Francisco I, La Bella Jardinera; y en el XVII, los de Murillo y sus imitadores, con frecuencia insulsos a causa de su sentimentalismo dulzón (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
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