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martes, 12 de agosto de 2025

Un paseo por la calle Jimios

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la calle Jimios, de Sevilla, dando un paseo por ella.
     La calle Jimios es, en el Callejero Sevillano, una calle que se encuentra en el Barrio del Arenal, en el Distrito Casco Antiguo; y va de la confluencia de las calles Joaquín Guichot, Zaragoza, y Gamazo, a la confluencia de las calles Fernández y González, García de Vinuesa, y Cristóbal de Castillejo.
     La calle, desde  el punto de vista urbanístico, y como definición, aparece perfectamente delimitada en  la  población  histórica  y en  los  sectores  urbanos donde predomina la edificación compacta o en manzana, y constituye el espacio libre, de tránsito, cuya linealidad queda marcada por las fachadas de las  edificaciones  colindantes  entre  si. En  cambio, en  los  sectores  de periferia donde predomina la edificación  abierta,  constituida  por  bloques  exentos,  la  calle,  como  ámbito  lineal de relación, se pierde, y  el espacio jurídicamente público y el de carácter privado se confunden en términos físicos y planimétricos. En las calles el sistema es numerar con los pares una acera y con los impares la opuesta.
     También hay una reglamentación establecida para el origen de esta numeración en cada vía, y es que se comienza a partir del extremo más próximo a la calle José Gestoso, que se consideraba, incorrectamente el centro geográfico de Sevilla, cuando este sistema se impuso. En la periferia unas veces se olvida esta norma y otras es difícil de establecer.
     Al menos desde 1498 (Sec. 15) está documentada con el nombre de Jimios (o Ximios, con la grafía antigua), cuyo sentido exacto se desconoce, si bien parece aludir, como ya señaló González de León, a simios o monos, término cuya relación con este espacio tampoco se puede precisar, aunque algunos autores hablan de unos esculpidos en la fachada de una de sus casas. Esa es la denominación que figura en el plano de Olavide (l771), aunque a lo largo del tiem­po alternó en el uso popular con otros nombres, no se sabe si referidos a toda o a sólo parte de la calle actual: Ahorco, al parecer desde el comienzo hasta Harinas; Posada del Cristo de Adentro, y Posada de la Reina. El de Ahorco lo explica González de León por un episodio legendario, en este caso nada verosímil: "Dicen que lo tomó porque en un portalillo que había en ella vivía un maestro herrero, el cual mató de secreto a un aprendiz que tenía, sin que se supiese nunca este delito. Preso después por otro y sentenciado a muerte, al llevarlo al suplicio que estaba fuera de la ciudad, pasando por esta calle o muy cerca, llovió tanto que no se podía continuar con el reo al lugar del suplicio, por lo que se acogieron en el citado portal, consultados los jueces en aquel caso, mandaron que pues no podían seguir, lo ahorcasen allí mismo en aquel portal, entonces el reo confesó la muerte de su aprendiz'' (Las calles de Sevilla). Los otros dos nombres aluden a otras tantas posadas conocidas con esos apelativos. De Ahorco la referencia documental más antigua se remonta al s. XV, con los topónimos Cadahorco y Calahorco, indistintamente, que probablemente alternaban en esa época con Jimios en el uso popular; y de Posada de la Reina hay un documento de 1665 que lo atestigua. Todavía en el s. XIX tanto Jimios como Ahor­co, Posada del Cristo de Adentro y Posada de la Reina se usaban indistintamente, tal como recogen González de León y otros autores. En 1894 Jimios, que era, sin duda, el de más oficialidad, fue sustituido por el de Marqués de Santa Ana, en honor del escritor, periodista y político sevillano Manuel María de Santa Ana (1820-1894), fundador del periódico La Correspondencia de España. En 1931, con la llegada de la Republica, la calle recuperó su antiguo nombre.
     Más ancha en su comienzo, hasta el cru­ce con Harinas, Jimios se estrecha a continuación y discurre en forma levemente serpenteante, con algunos salientes y rinconadas, resultado, sin duda, de algunas alineaciones aisladas, pues a principios del XVI había en ella al menos dos callejones sin salida (v. Duende). Al final de la calle vuelve a ensancharse, en la confluencia con Fernández y González, a modo de plazoleta ocupada por varios bares. Su estrechez se aprecia ya en el plano de Olavide (1771) y provoca quejas de la vecindad por el tráfico rodado que en el pasado soportaba. Así en 1872 un vecino pide permiso "para colocar unas ruedas en la fachada para amortiguar los roces continuos que producen los ca­rruajes": Y en 1866 hubo un proyecto para romper el callejón del Duende y ensanchar todo ese espacio. A la altura del núm. 22 hay una pequeña barreduela que da acceso a un corral de vecinos. En Jimios desembocan, por la derecha, Harinas, y por la izquierda la barreduela Duende. En el s. XIX discurría por este espacio una conducción de agua que "pasa abrazada amigablemente por cima de un pozo negro, lo que harán, dicen los vecinos de aquella parte, que  el agua vaya más aromática:
"Eso quedaba por ver:
vaya si es grande manía
hacer allí cañería
de agua que se ha de beber"
(El Porvenir, 20-VI-1851).
     En 1498 la calle estaba ya solada de ladrillo y en 1880 se manda reparar su adoquinado. Hoy muestra pavimento asfáltico, con aceras de losetas. Sus farolas de gas fueron sustituidas en 1941 por focos eléctricos. En la actualidad se ilumina con farolas sobre brazos de fundición adosados a las fachadas. Su caserío, en su mayor parte de principios de siglo, muestra un aceptable estado de conservación. Hay algunas casas de muy buena factura, de gran tamaño, con patio, cancela y cierres, entre ellas la núm. 9, don­de estuvo instalada la Escuela Universitaria de Trabajo Social. Y otras de escalera. Varias, de corte muy popular, han sido reconstruidas y readaptadas con buen sentido, como el caso de las actuales núms. 13 y 15, en la primera de las cuales reside la Fundación Machado. Pero el enclave más interesante de toda la calle es, sin duda, el corral de vecinos del núm. 22, llamado de San José, que al parecer fue edificado en un lugar que fue primero convento y luego hospital. Po­see un patio con galería volada adintelada y en aquél un pilón con un cuerpo arquitectó­nico con azulejos dieciochescos de San José, San Vicente Ferrer y San Juan Nepomuceno. En la actualidad residen allí dieciséis vecinos, y es uno de los más interesantes corrales que aún se conservan en el casco histórico de la ciudad. Últimamente se viene instalando en él una cruz de mayo. De este corral escribe Manuel Chaves Rey en 1845 que "era famoso en Sevilla y más famoso por vivir en él un hombre llamado maestro Félix, viejo zumbón, dicharachero y gitanesco, entre bailarín y cantaor, que tenía gran popularidad entre el majío y que era pájaro de cuenta por muchos motivos" (Casos nuevos y viejos).
     En el pasado era una calle en la que abundaban las posadas, como puede verse en las que dieron también nombre al espacio (del Cristo de Adentro y de la Reina). En 1769 se menciona otra Posada del Toro. Y a mediados del XIX la prensa recoge quejas de la vecindad por la existencia de casas de prostitución. Hoy cumple una función residencial, aunque posee algún bar y pequeños comercios. La buena conservación de su caserío y su estrechez dan a la calle un carácter tradicional, acentuado por la escasez de tráfico y su relativo sosiego, que en el pasado no fueron tales. teniendo en cuenta su cercanía a la zona del Arenal. De ese pasado se ha hecho eco la literatura. La cita, por ejemplo, en el Siglo de Oro, El viaje entretenido de Agustín de Rojas, y ya en el XIX  Luis Montoto (En aquel tiempo). En la casa núm. 13 vivió el poeta Rafael Porlán. En la Posada de la Reina se alojó en el s XIX el escritor Washington Irving, autor de Los cuentos de la Alhambra. Y el deán López Cepero cuenta que en otra casa ocurrió un episodio pintoresco al político y escritor francés Luis Adolfo Thiers, célebre autor de una historia de la Revolución Francesa, el cual vivió en la calle Jimios una juerga flamenca, en la que al decir de López Cepero, terminó participando activamente, llevando a cabo "cosas muy ajenas, no ya de persona de tan alto rango, sino de todo hombre de regular educación (...). Las mozuelas que danzaban derribaban con su pie el sombre­ro que Mrs. Thiers tenía en su cabeza, y por necesidad formaban con sus piernas un ángulo recto, cuyo vértice se acercaba a la cara del observador, el cual. con risas y palmadas, aplaudía la desenvoltura, reclamando la repetición" [Rogelio Reyes Cano, en Diccionario histórico de las calles de Sevilla, 1993].
Jimios, 7. Casa de dos plantas y ático con vanos semicirculares separados por pilastras.
Jimios, 13. Casa de tres plantas, de tipo popu­lar.
Jimios, 15. Casa de tres plantas, de tipo popular.
Jimios, 22. CORRAL DE SAN JOSÉ. Corral de vecinos con acceso por un largo corredor que lleva a un patio con galería volada adintelada, sostenida por tornapuntas de hierro. En uno de los frentes, un pilón sobre el que cabalga un cuerpo arquitectónico con hornacinas en sus tres caras, enmarcadas por pilastras toscanas, con azulejos de San José, San Vicente Ferrer y San Juan Nepomu­ceno, fechados en 1764 [Francisco Collantes de Terán Delorme y Luis Gómez Estern, Arquitectura Civil Sevillana, Excmo. Ayuntamiento de Sevilla, 1984].
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La calle Jimios, al detalle:
Edificio Jimios, 7.
Edificio Jimios, 13.
Edificio Jimios, 15.
Corral de San José, en Jimios, 22

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