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sábado, 18 de julio de 2020

La pintura "Santa Marina", del taller de Zurbarán, en la sala VI del Museo de Bellas Artes


      Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la pintura "Santa Marina" del taller de Zurbarán, en la sala VI del Museo de Bellas Artes, de Sevilla. 
    Hoy, 18 de julio, en Galicia de España, Santa Marina, virgen y mártir, celebrada hasta febrero de 1969, cuando fue retirada del Martirologio Romano por Pablo VI.
   Y qué mejor día que hoy para ExplicArte la pintura "Santa Marina" del taller de Zurbarán, en la sala VI del Museo de Bellas Artes, de Sevilla.
   El Museo de Bellas Artes (antiguo Convento de la Merced Calzada) [nº 15 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 59 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la Plaza del Museo, 9; en el Barrio del Museo, del Distrito Casco Antiguo.
   En la sala VI del Museo de Bellas Artes podemos contemplar la pintura "Santa Marina", obra anónima del taller de Francisco de Zurbarán (1598-1664), siendo un óleo sobre lienzo en estilo barroco, pintado hacia 1640-50, con unas medidas de 1,70 x 1,01 m., y procedente del Hospital de las Cinco Llagas de Sevilla, depositado el 12 de marzo de 1920.
   Se representa a la santa de cuerpo entero, de perfil y con la cabeza mirando al espectador. Viste de pastora, tocada con sombrero de paño negro, camisa de lienzo blanco con cuello, almilla de color berenjena, saya verde oliva y medianera de lana color rojo. Calza sandalias. 
   Lleva alforja de tejido morisco alpujarreño de lana rematada con dos copetones en el brazo izquierdo y en la misma mano porta un pequeño libro. Con la derecha sujeta un cayado de pastora con remate de hierro. 
   Destaca el rojo de la falda sobre el fondo oscuro así como la palidez del rostro del personaje.
   Iconográficamente a Santa Marina se la representa vestida de Virgen y con un niño en los brazos, según se describe en La Leyenda Dorada de Jacobo de la Voragine, en la vida de los santos. 
   Según Reau, Santa Marina, cuyo culto esta atestiguado en Grecia, es una doble de la Margarita de los latinos. También hay otra Marina, patrona de Orense, cuya leyenda reproduce exactamente la de Santa Margarita, pues se la comió un dragón y salió triunfante del vientre. 
   Santa Margarita de Antioquía debe su fábula, de origen griego, a la Leyenda Dorada de La Voragine y es doble de la Santa Marina y Santa Pelagia. Su iconografía más característica es con dragón, una antorcha o con un hierro curvo símbolo de su martirio (Web oficial del Museo de Bellas Artes de Sevilla).
   Muchas fueron las series de Santas que se pintaron en Sevilla a lo largo del segundo tercio del siglo XVII y ciertamente Zurbarán realizó algunas de ellas, hoy dispersas e incompletas. Pero desgraciadamente la serie de Santas que conserva el Museo no es de Zurbarán y ni siquiera puede señalarse que sean obras de su taller. En el actual conocimiento que tenemos sobre la pintura sevillana de esta época permite pensar que pertenecen a uno de los anónimos imitadores de Zurbarán, que siguen fielmente su estilo, con menor talento y habilidad técnica. Los imitadores del artista realizaron este tipo de pinturas con insistencia, dado que la demanda del público hacia ellas era constante y debido también a que el precio que cobraban estos maestros secundarios no era excesivo.
   Realizadas para ser colocadas en la parte alta de los muros de las iglesias, estas series de santas que solían tener ocho componentes se repartían en igual número en cada lado de las naves formando un cortejo que simulaba dirigirse hacia el altar mayor.

   Esta serie no fue nunca mencionada en el pasado y el primero que lo hizo fue el escritor Félix González de León en 1884, cuando al describir el Hospital de la Sangre, de donde procede, mencionó "ocho cuadros situados en alto, de Francisco de Zurbarán que de cuerpo entero representan ocho santas vírgenes... en los que el autor se esmeró en los ricos y recamados ropajes que llaman la atención de todos el que los mira". Ciertamente algunas de las santas llevan trajes con profusión de bordados minuciosamente reproducidos, pero sabemos que este menester de copiar telas con precisión es justamente el que realizaban siempre en los talleres los discípulos del maestro, reservándose éste siempre las partes más creativas.
   Hay que señalar además que el autor de esta serie debió de ayudarse de colaboradores, puesto que en las pinturas se advierten tipos físicos y técnicas de diferente personalidad que hacen muy superiores unas pinturas con respecto a otras. Si en algo se pudiera dudar sobre la no pertenencia a Zurbarán de estas pinturas, un atento examen de sus rostros duros e inexpresivos en su mayoría evidencia una excesiva torpeza a la que Zurbarán jamás descendió. Por otra parte, el examen de las manos de las santas termina por reflejar una inferioridad técnica que Zurbarán nunca practicó, ya que justamente en la ejecución de este tipo de detalles sobresalió con su enorme calidad.
   La presencia de este conjunto de santas en la iglesia del Hospital de la Sangre está justificada por su carácter protector y milagrero y al mismo tiempo por el ejemplo de aceptación del dolor en el momento de su martirio (Enrique Valdivieso González, Pintura en el Museo de Bellas Artes de Sevilla. Ed. Gever, Sevilla, 1991).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de Santa Marina;
   Es una duplicación de la santa Margarita de los latinos, cuya fiesta se celebra el 10 de julio.
   Según la Leyenda Dorada, era hija única de un padre que al enviudar ingresó en un convento.
   Hizo vestir a su hija con ropas masculinas para que pudiera ser recibida en el mismo convento que él, donde adoptó el nombre de hermano Marín y juró no revelar jamás que era mujer.
   Pero una monja disfrazada de monje no está a cubierto de ciertos riesgos. Una mujer embarazada pretendió haber sido violada por el hermano Marín. El mentido monje no se defendió de esta falsa acusación y aceptó con humildad las consecuencias. La impostura sólo se reveló a la hora de la muerte del hermano Marín, porque los monjes, al preparar el cadáver para las honras fúnebres descubrieron con asombro el prolongado error, el pretendido monje lascivo era una víctima inocente, un modelo de castidad, "la perla de las vírgenes (gemma virginum)". La misma aventura se atribuye a Santa Eugenia, santa Eufrósina y santa Pelagia. El tema de la Virgen monje (Monch Jungfrau) es un tópico de la hagiografía: es lo que se denomina la monaco partenia. La leyenda de la papisa Juana sería una de sus última variantes.
   El culto de santa Marina está probado en Grecia, donde reemplaza a Artemisa, diosa de la castidad, y  entre los maronitas y los armenios que lo llevaron a Venecia. En la isla de la Cité de París, había una iglesia puesta bajo su advocación, que era la más pequeña de las parroquias parisinas, la del arzobispado.

   A santa Marina se la ha representado con hábito de monje y un niño desnudo en los brazos.
   En el arte bizantino empuña un martillo con el cual golpea al diablo a quien tiene cogido por los pelos.
   Las miniaturas francesas la muestran sobre todo entrando al convento con su padre o alimentando a su presunto hijo.
   Santa española cuya leyenda reproducía exactamente la de santa Margarita. Es patrona de Orense.
   Fue devorada por un dragón de cuyo vientre salió triunfal (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
Conozcamos mejor la Biografía de Santa Marina, virgen y mártir;
     Santa Marina de Aguas Santas, (Ginzo de Limia, Orense, 123 – Santa Marina de Aguas Santas, Orense, 138). Virgen, mártir y santa.
     El relato tradicional de la vida de santa Marina señala a la villa de Ginzo de Limia como el lugar de su nacimiento, en un entorno cercano a la laguna de Antela llamado Antiochía. Por entonces, la comarca de la Limia era una población muy romanizada (Forum Limicorum), por donde transcurría la Vía Nova, Vía XVIII que unía las poblaciones de Bracara (Braga, Portugal) y Asturica (Astorga). Cuando nació Marina, los romanos llevaban en estas tierras casi trescientos años de colonización, desde la campaña de Décimo Junio Bruto (el “Galaicus”) en el año 136 a. C.
     Su padre, llamado Theudio o Teódulo, era un personaje significado, con poder, en aquel contexto de romanización. Su madre, cuyo nombre se ignora, murió en el parto de la niña.
     Por necesidades de la crianza, su padre eligió a una buena mujer para nodriza de su hija, siguiendo las recomendaciones de los médicos del momento, como Sorano de Éfeso, que en su libro Las enfermedades de la mujer (siglo II) describe las convenientes características de la misma.
     Theudio eligió a una labradora de la cercana Pinnitus (Piñeira de Arcos), que presentaba las características exigidas. Esta mujer pasó a la historia como “Aya” de Marina.
     Se cuenta que aquella comunidad era visitada y animada por el presbítero Teótimo, quien tuvo ocasión de acompañar a Marina durante su cautiverio y martirio, según cuenta Juan Muñoz de la Cueva tras consultar un manuscrito de fray Egidio de Zamora (siglo XIII), quien “testifica que la historia de esta santa la copió de un escrito del santo sacerdote Theótimo, a quien también cita el breviario de Palencia, que asistió y consoló a Santa Marina hallándose presente a su martirio”.
     Educada por su aya, en el seno de aquella comunidad, optó por la vida cristiana y recibió el bautismo en la nueva fe, que le separó definitivamente de su padre Theudio, de los ideales de su familia natural y de los objetivos del Imperio romano, del cual era ciudadana.
     Vivió la vida ordinaria de una casa rural, dedicada a la labranza y al pastoreo, que fue alterada el día en que, quinceañera, estando ella guardando el ganado, en un espacio próximo a la vía que conducía al presidum de la cibdá de Armea (hoy en pleno trabajo de excavaciones arqueológicas), el joven prefecto romano Olibrio la vio de casualidad y se encaprichó de ella, queriéndola hacer esposa, concubina o esclava, según reglamentaba el derecho matrimonial romano (jus connubii), pues desconocía la procedencia social, de la hermosa desconocida.
     Negándose ella repetidamente a las pretensiones del prefecto, éste llegó a acusarla de cristiana para deshacerse de ella. Dado que estaba vigente el Decreto de Trajano, los jueces del imperio la condenaron a morir si no renunciaba de la fe en Jesucristo.
     En el juicio no renegó de su fe ni se prestó a ofrecer incienso a los dioses de Roma, por eso fue condenada a morir decapitada, como correspondía a una ciudadana romana. Era el año 138 (año en que también murió el 10 de julio el emperador Adriano).
     Por mandato legal para la ejecución, condujeron a la rea a la distancia obligada de la población, al descampado que era donde hoy se erige la iglesia y población de Santa Marina de Aguas Santas. Allí el verdugo, en el lugar que hoy conmemora la capilla de Santo Tomé, le cortó la cabeza manando aguas cristalinas en el lugar en que ésta tocó el suelo. Aguas que continúan siendo veneradas por los fieles y que conservan sus propiedades taumatúrgicas.
     Los hermanos cristianos que fueron testigos de aquellos sucesos guardaron memoria de los mismos y del lugar de su enterramiento, convirtiéndose aquel sepulcro en lugar de celebración, como aciertan a atestiguarlo la piedra con inscripciones cultuales que asienta hoy debajo de la mesa del altar mayor del templo románico de Santa Marina de Aguas Santas y un capitel suevo que indica la nobleza de la arquitectura que muy temprano se desarrolló en torno al venerado mausoleo.
     Después del Edicto de Milán (313), estando el lugar del enterramiento en las cercanías de la Ribeira Sacra orensana, es probable que un grupo de anacoretas o monjes habitase aquel lugar para cuidar de la memoria de la santa y facilitar el culto cristiano ante el testimonio martirial de su sepulcro.
     En torno al año 800, en tiempos de Alfonso II el Casto, rey de Asturias, y contemporáneo con la inventio del sepulcro del apóstol Santiago, se inició un culto en torno a la memoria de santa Marina que consolidó en el magnífico templo románico de finales del siglo XII en Aguas Santas, y a partir de ahí el rey Fernando III erigió, tras la conquista de Córdoba (1236) y Sevilla (1248), las respectivas iglesias en honor a santa Marina en cada uno de dichos lugares, entronizando su figura por las tierras reconquistadas.
     El cardenal César Baronio la incorporó en el Martirologio Romano de 1586, rubricado por el papa Gregorio XIII, celebrándose desde entonces su festividad el día 18 de julio.
     Hoy la devoción de los fieles cristianos a santa Marina continúa estando presente, manifestada por la cantidad de peregrinos que desde distintos lugares acuden a orar y venerar a la santa en el lugar de su martirio y enterramiento, al lado de su sepulcro, visible y visitable (Arturo R. Fuentes Varela, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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