Intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla", de Onda Cero

Intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla", de Onda Cero, para conmemorar los 800 años de la Torre del Oro

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miércoles, 10 de diciembre de 2025

El Museo municipal "Fernando Marmolejo", en Santiponce (Sevilla)

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Sevilla, déjame ExplicArte el Museo Municipal "Fernando Marmolejo", en Santiponce (Sevilla)
     Hoy, 10 de diciembre, es el aniversario del nacimiento (10 de diciembre de 1915) de Fernando Marmolejo Camargo, personaje a quien está dedicado el Museo Municipal "Fernando Marmolejo", así que hoy es el mejor día para ExplicArte el Museo Museo Municipal "Fernando Marmolejo", de Sevilla.
     El Museo Municipal "Fernando Marmolejo", se encuentra en la calle La Feria, s/n; en Santiponce (Sevilla)
     El Museo Municipal de Santiponce Fernando Marmolejo se encuentra junto al Teatro Romano de Santiponce, donde posee una amplia superficie expositiva distribuida en planta baja, que presenta espacios fragmentados, y una planta alta con tres salas para exposiciones temporales.
     La colección permanente se compone de obras procedentes de la donación realizada por el ilustre orfebre Fernando Marmolejo Camargo. Entre las más representativas destacan las producciones de:
        El tesoro precolombino de Los Quimbayas.
        El bronce Carriazo.
        Los candelabros de Lebrija.
        Las llaves de la ciudad de Sevilla.
        El perfumador de Albarracín.
        Reproducción de la Virgen de la Sede de la catedral de Sevilla, 1972-1973.
        Basílica de la Macarena, Sevilla.
        Trofeo de Subcampeón del Ciudad de Sevilla de Fútbol, 1985.
        Árbol Belén de la Pasión, Fernando Marmolejo Camargo, 1978.
        Belén de la Cartuja, 1991.
        Belén de los Ángeles, 1976.
        Belén de las Ruinas de Itálica, 1980.
     Además, posee dibujos y bocetos como los del camarín de la Esperanza Macarena de Sevilla y el manto de su coronación canónica.
     Una formidable colección de sus clásicos belenes hacen de esta exposición otra joya más ligada al insigne orfebre de Sevilla.
     Horario
     Del 21 de marzo al 20 de Junio
          De martes a viernes: De 9:00 a 14:00 h  y  16.00 -18:00 h
          Sábado: 9:00 a 14:00 h
     Del 21 de junio al 20 de septiembre
          De Martes a Sábado: 9:00 -14.00h
     Del 21 de Septiembre al 20 de Marzo
          De martes a viernes: De 9:00 a 14:00 h  y  16.00 -18:00 h
     Sábado: 9:00 a 14:00 h
     Lunes y Domingo cerrados. Entrada gratuita (Turismo de la Provincia de Sevilla).
Conozcamos mejor la Biografía de Fernando Marmolejo, personaje que da nombre al museo;
     Fernando Marmolejo Camargo, (Sevilla, 10 de diciembre de 1915 – Santiponce, Sevilla, 20 de septiembre de 2006). Orfebre.
     Trabajó y fue discípulo de Cayetano González Gómez, habiendo sido profesional anteriormente en la forja. Autor del diseño y realización del camarín de la Virgen de la Esperanza Macarena, en el que se unieron junto al metal argénteo, mármoles y cerrajería, de 1959. Realizó la corona de oro de la Virgen de la Encarnación en 1971, como asimismo es creador, entre otras obras, de los tubos de bocinas (1949), ciriales e incensarios (1956-1957), faroles del Simpecado (1960), guión de la Medalla de Sevilla y sus varas (1983), en la Cofradía de la Macarena, juego de jarras en la Carretería (1946), y las del Valle (1948), ciriales en plata dorada del Gran Poder (1958), ciriales (1972), corona de oro y respiraderos (1974), peana (1977) en la Hermandad del Cachorro, obra de gran personalidad. Ha sido reconocido con el nombramiento de académico de Bellas Artes, de Santa Isabel de Hungría en 1984, Primera Medalla de Oro en el Concurso Nacional de Artesanía en 1949, Premio Nacional de Artes Decorativas en 1957 y Artesano Ejemplar, con categoría nacional en 1968. El Ministerio de Trabajo lo distinguió en 1998 con la Medalla de Plata al mérito en el trabajo. Canal Sur Radio le distinguió en 2005 con su premio El Llamador (Juan Carrero Rodríguez, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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Más sobre la localidad de Santiponce (Sevilla), en ExplicArte Sevilla.

El Monumento a Antonio Machín, de Guillermo Plaza Jiménez, en la plaza Carmen Benítez

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el Monumento a Antonio Machín, de Guillermo Plaza Jiménez, en la plaza Carmen Benítez, de Sevilla.
     Hoy, 10 de diciembre, es el aniversario de la inauguración (10 de diciembre de 2006) del Monumento a Antonio Machín, así que hoy es el mejor día para ExplicArte el Monumento a Antonio Machín, de Guillermo Plaza Jiménez, en la plaza Carmen Benítez, de Sevilla.
     La plaza Carmen Benítez es, en el Callejero Sevillano, una vía que se encuentra en el Barrio de San Roque, del Distrito Nervión; entre las calles Juan de Vera, Recaredo, Virgen de Gracia y Esperanza, Arroyo, y Luis Cadarso
     La escultura, obra de Guillermo Plaza Jiménez en 2006, realizada en bronce, representa al artista de pie, vestido con esmoquin y con las maracas en las manos. Está recogido de forma muy naturalista siguiendo fórmulas retardatarias.
     El pedestal, de acero cortén, presenta forma de paralelepípedo con un primer resalto a modo de escalón. En la cara principal de este se encuentra una pequeña placa en la que se puede leer una inscripción.
     El lugar elegido para su ubicación es la plaza de Carmen Benítez, justo frente a la Capilla del Cristo de los Negritos. La escultura mira hacia la puerta de esta por la gran relación que el artista tenía con la citada Hermandad (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     En el pedestal podemos leer la siguiente inscripción:
"EL EXCMO. AYUNTAMIENTO DE SEVILLA,
A PETICIÓN DE LA HERMANDAD DE LOS NEGRITOS,
EN MEMORIA DE
ANTONIO MACHÍN
POR SU VINCULACIÓN CON LA CIUDAD.
EL ALCALDE DE SEVILLA
ALFREDO SÁNCHEZ MONTESEIRÍN
NO8DO
AYUNTAMIENTO DE SEVILLA
Distrito Nervión
ESCULTOR. GUILLERMO PLAZA JIMÉNEZ        SEVILLA, 10 DE DICIEMBRE DE 2006"
Conozcamos mejor la Biografía de Antonio Machín, personaje representado en la obra reseñada;
     Antonio Abad Lugo Machín​ (Sagua la Grande, 11 de febrero de 1903 - Madrid, 4 de agosto de 1977), más conocido como Antonio Machín, fue un cantante cubano-español de boleros y de música popular en general. Basó su repertorio en la música cubana y la balada romántica.
     Intérprete de reconocido prestigio en el ámbito hispanohablante, es famoso por sus recreaciones, entre otras, de temas como El manisero, Dos gardenias, Angelitos negros. Su disco El manisero, grabado en 1930 y acompañado por la orquesta de Don Azpiazu para la compañía Victor de Nueva York, fue el primer éxito millonario en ventas de la música cubana. Está enterrado en la tumba número 52 de la Plaza del Cristo del Calvario del Cementerio de San Fernando de Sevilla.
     Miembro de una familia pobre (de unos quince hermanos) de la localidad cubana de Sagua la Grande, Antonio trabajó de niño en diversos oficios. Fueron sus padres un emigrante español, José Lugo Padrón, y una afrocubana, Leoncia Machín.​ El artista recuerda haber sido feliz en su familia, que no era «ni muy rica ni muy pobre». Muy pronto se manifestó su afición al canto. Alternaba su trabajo de joven albañil con el canto en la iglesia, en los teatros y tras la pantalla del cine mudo de su ciudad. Llegó a unirse hasta tres veces con grupos de músicos ambulantes que pasaban por su ciudad camino de La Habana. En 1911, el párroco de Sagua lo puso a cantar en su altar mayor. En cierta ocasión, con motivo de una fiesta benéfica, interpretó el Ave María de Schubert subido a una silla. Se ganó el aplauso de toda la población. Al cumplir veinte años, manifestó su deseo de ser barítono,​ y estudiar bel canto y ópera, pero comprendió que, dado su color, su repertorio quedaría reducido a Otelo. Mientras su madre le inculcaba el amor al canto, el padre veía su actividad como propia de individuos de vida irregular y rayana en lo inmoral.
     No sin dificultades llegó a La Habana en 1926, donde se inició como solista en los cafetines, acompañado del guitarrista Miguel Zaballa. La reputación del dúo llegó a oídos de la burguesía habanera, que ya no dudó en contratarlos. Por azar del destino llegó a cantar a una emisora en la que coincidió con Don Azpiazu, quien lo contrató como segundo cantante de su orquesta. Sería, pues, el primer cantante negro que actuara en el Casino Nacional de La Habana, lugar de la burguesía más racista y excluyente, ya como todo un profesional. Sin dejar a Azpiazu, fundó un sexteto que hizo sus primeras grabaciones en 1929 y a partir de los medios de la época, es decir, las victrolas de cuerda y la radio que empezaba a desarrollarse. El éxito fue inmediato con Aquellos ojos verdes, al que siguió El manisero. En 1930 dejó Cuba, adonde no volvería hasta 1958. En abril de 1930 llegó a Nueva York, integrando la orquesta de Don Azpiazu. Estuvo cuatro años en la gran metrópoli, formando parte de otras muchas agrupaciones (José Escarpenter y su Orquesta, la Orquesta Antillana de Rafael Hernández, Julio Roque y su Orquesta, Armando Valdespí y su Orquesta, además de las dirigidas por él mismo: la Orquesta Machín y el Cuarteto Machín).
     Muy conocido ya en los escenarios latinos de Nueva York, donde popularizara «El Manisero», de Moisés Simons, y grabara una larga serie de títulos a lo largo de la primera mitad de la década del treinta, marchó a Europa en 1936. Tras breve estancia en Londres, actuando en el teatro Adelphya, llegó a París, donde la música cubana tenía fuerte presencia desde los años 20. En París formó el grupo Antonio Machín y su Orquesta, con Moisés Simons al piano, realizando a partir de entonces varias grabaciones. En 1936 grabó también con la Orquesta de Eduardo Castellanos. Enamorado de una joven francesa llamada Line, con ella y con su orquesta realizaría una gira por Suecia, donde no quiso quedarse debido al frío clima, y volvió a París.
     Machín llegó a España, país de su padre, donde vivirá hasta su fallecimiento en 1977. Ya desde la década de los veinte tenía un hermano que vivía en Sevilla. Antonio llegó de vacaciones en 1939, tratando de escapar de la II Guerra Mundial, mas se halló con la dura realidad de la posguerra española y la consiguiente zozobra. Llegaba con el saxofonista dominicano Napoleón Zayas y recaló en Barcelona.​ En 1943 se casó en Sevilla con María de los Ángeles Rodríguez. A Sevilla trajo parte de sus familiares cubanos. Actuó en algunas salas de fiestas de Barcelona como "Shanghái" (llamada, tras el cambio de nombres extranjeros por nombres castellanos, "Sala Bolero"), cobrando veinticinco pesetas diarias. El primer éxito que tuvo en España fue Noche triste, un fox melódico grabado con los Mihuras de Sobré, orquesta que acompañó a Machín en sus primeros éxitos y de la que después se desligó. Otros de sus primeros éxitos fueron Cómo fue, Moreno, Amor sincero, etc. En 1947 llegaría su gran éxito en España, la «canción moruna» Angelitos negros, convertida en bolero merced a un arreglo musical en la década de los sesenta y estrenada en el Teatro Novedades de Barcelona.​
     Dos compositores importantes en su carrera fueron el cubano Osvaldo Farrés (autor de temas como Madrecita, Toda una vida, No me vayas a engañar, Quizás, quizás, quizás, Ay de mí...) y la mexicana Consuelo Velázquez (autora de Bésame mucho, Será por eso y Amar y vivir). Mención aparte merece la única versión de la cubana Isolina Carrillo, que convirtió en uno de sus grandes éxitos, Dos gardenias.
     En España, ya con más de sesenta discos grabados y con su "Cuarteto Machín", le llegó la consagración gracias a una adaptación absoluta al país como lo demuestra la frase, muy citada, de que se trataba de «el más cubano de los españoles y el más español de los cubanos». En España, Machín encuentra todo lo que buscaba, y le gustaban especialmente Madrid, Sevilla (donde encontró el amor); Alicante donde pasaba largas temporadas en su apartamento de Playa de San Juan. También frecuentaba Barcelona, donde actuó por primera vez al llegar a España y en la actualidad se le recuerda con un monolito en la Plaza Vicenç Martorell del Distrito de Ciutat Vella, al lado de la Plaça de Bonsuccés, donde pensaba trasladarse a vivir justo antes de su muerte.
     Empezó prácticamente desde abajo y llegó a ser testigo y banda sonora de las historias de amor de los españoles en unos tiempos difíciles, su popularidad fue creciendo hasta ser idolatrado como lo eran las grandes estrellas de la copla, sus canciones pasaron a ser parte de la memoria sentimental de varias generaciones a través de la radio.
     Por su carácter serio y humilde, Machín fue muy bien acogido en la España de la época. Impuso su personal estilo en el bolero y hasta entró en el refranero popular con el dicho «Te mueves más que las maracas de Machín». En Alcalá de Guadaíra (Sevilla) el 7 de junio de 1977 salió muy agotado de escena y no pudo regresar. Fue su última actuación. Machín falleció en Madrid el 4 de agosto de 1977, en su casa de la calle General Mola (hoy Príncipe de Vergara), a los 74 años de edad. Descansa en el Cementerio de San Fernando de Sevilla, donde sus compatriotas y familiares lo recuerdan cada año rociando su tumba con ron cubano y cantando alguno de sus boleros.
     El 10 de diciembre de 2006 se inauguró una estatua en su memoria en Sevilla, obra del escultor Guillermo Plaza Jiménez, ubicada en la plaza Carmen Benítez. Allí, la imagen sevillana de Machín custodia y mira hacia la Hermandad de Los Negritos, a la que el cantante cubano estuvo muy vinculado, además una calle de Sevilla lleva su nombre.
     El 22 de abril de 1981 se le rindió un gran homenaje en un concierto en el que participaron cuatrocientos artistas de diversos estilos que se celebró en el Palacio de los Deportes de Barcelona.
     En el Museo de la Música de su ciudad natal se atesoran muchas de sus pertenencias: sus maracas, claves y algunos de sus discos, además de fotografías suyas y de los familiares.
     Antonio Machín (1903-1977) hubiera cumplido cien años en 2003, en el 25º aniversario de su muerte y en vísperas de su centenario se le homenajeó con un proyecto en que se incluyó un documental dirigido por Núria Villazán, un libro biográfico y un disco, el título de esta triple edición fue "Machín. Toda una vida". Joan Manuel Serrat participó en el documental, en su intervención ante la cámara que se grabó en la popular Antena 3, en la calle Tallers esquina con Rambles, Serrat comentaba: "La figura de Machín está ligada a la cultura sentimental de la radio, que suponía una pequeña ventana por donde penetraba la luz en unos tiempos muy sombríos. Con esa luz entraba la voz de Machín, la de Juanito Valderrama, la de Concha Piquer, Juanito Segarra, Jorge Sepúlveda, Bonet de San Pedro, Lorenzo González... Corrían tiempos de hambre, privaciones y miedo. Cuando yo tuve uso de razón, Machín ya estaba consolidado en la memoria sentimental de la gente. Nos conocimos en 1965, cuando actuábamos en la radio (y cobrando, que entonces se cobraba por actuar: la radio era un flotador mientras se esperaban tiempos mejores). Yo era entonces un artista emergente y él pasaba una época algo difícil. Aunque nunca dejó de trabajar, sufría un cierto declive de popularidad, ya que un nuevo tipo de música parecía arrasarlo todo. Lo llevaba con dignidad y logró remontar aquel período gracias a la moda camp, recuperando su aureola mítica". Serrat admite haber "aprendido mucho de Machín y de la música que él hacía. Porque Machín era una esponja tremenda, en la cual cabía 'El manisero', 'Angelitos negros' y el repertorio de Oswaldo Farrés. También podía cantar guarachas con idéntica y pasmosa tranquilidad. Se lo sabía todo. Y alrededor de aquellas canciones, que eran historias, nacieron las vidas sentimentales de las gentes. Machín resultó fundamental".
     Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el Monumento a Antonio Machín, de Guillermo Plaza Jiménez, en la plaza Carmen Benítez, de Sevilla. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la ciudad.

Más sobre la plaza Carmen Benítez, en ExplicArte Sevilla.

martes, 9 de diciembre de 2025

Los principales monumentos (Iglesia de San José, Ermita de Nuestra Señora de Villaviciosa, Casa de la Tercia, Puente sobre el río Guadanuño, Puente sobre el río Guadiato, Casa de Costumbres, y Castillo del Névalo) de la localidad de Villaviciosa de Córdoba, en la provincia de Córdoba

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Córdoba, déjame ExplicArte los principales monumentos (Iglesia de San José, Ermita de Nuestra Señora de Villaviciosa, Casa de la Tercia, Puente sobre el río Guadanuño, Puente sobre el río Guadiato, Casa de Costumbres, y Castillo del Névalo) de la localidad de Villaviciosa de Córdoba, en la provincia de Córdoba.
     El caserío tapiza de volúmenes blancos y rojos las faldas de los cerros del Molino de Viento y del Almendro, mientras a los pies serpentea el arroyo Tapón, que fertiliza una veguilla ajedrezada de verdes huertecillos. El dédalo de quebradas callejas se arremolina en torno a la blanca mole de la parroquia, mientras que el repicar de sus campanas resuena con eco limpio en cerrejones y vaguadas.
     Villa situada en Sierra Morena, junto al valle del Guadiato y a pocos kilómetros de la N-432.
     Distancia a Córdoba: 43 Km.
     Altitud: 693 m.
     Extensión: 468,02 Km2
     Habitantes: 3.601.
     Gentilicio: Villaviciosanos.
     Mancomunidad: Valle del Guadiato.
     El origen de la población esta vinculado al culto de la Virgen de Villaviciosa, imagen procedente de la villa homónima portuguesa que trajo a estas tierras un pastor lusitano de nombre Hernando hacia finales del siglo XV. La devoción mariana dio lugar a la erección de una ermita, que aglutinó en su entorno, a lo largo de la Edad Moderna, a los habitantes de cortijos circundantes y poblaciones vecinas. A raíz del privilegio de villazgo concedido por Carlos III a la nueva población, esta dejo de ser aldea de Espiel para convertirse en villa autónoma.
     Vídeo promocional: https://youtu.be/EFY6Lt-2EDI (Diputación Provincial de Córdoba).
     Su fundación se remonta a fines del siglo XV, en torno a la primitiva ermita de la Virgen de Villaviciosa, que se supone construida alrededor de 1490, manteniéndose bajo jurisdicción de Espiel. En 1775 el monarca Carlos III le concedió el estatuto de villa, quedando un año después legalmente segregada de Espiel (Alberto Villar Movellán, María Teresa Dabrio González, y María Ángeles Raya Raya. Guía artística de Córdoba y su provincia. Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).

Iglesia de San José.-

     La bella fábrica de la parroquial se concluyó en 1824, bajo la dirección de Sebastián de Torres. Luce fachada en hastial con pilastras a los lados y frontón; la torre se sitúa en la cabecera. La portada es de pilastras toscanas y frontón partido. La puerta y el cancel interior, de madera labrada, son de 1992. La iglesia de una nave con testero plano. Éste, privado de retablo, se adorna con pinturas realizadas entre 1988 y 2005 por Fidel Nevado, M. García Reyes, Francisco Giménez y Juan Manuel Ayala. Preside el Crucificado del Amor que fue titular de su cofradía hasta 1995. Los ángeles lampareros, obra de Enrique Ruiz Flores de 2001, han sustituido la lámpara por filacterias con mensaje religioso.
     A la izquierda de la cabecera se ha acondicionado la capilla del Sagrario, que tiene una Inmaculada valenciana de primer tercio del siglo XX. En los altares de ese lado de la nave son reseñables el Corazón de Jesús, talla granadina realizada por Eduardo Espinosa en 1954, y la de Nuestra Señora de los Dolores, de hacia 1950, que se ha atribuido a Juan Martínez Cerrillo. El Cristo del Amor se compró en 1995 al taller Belloso de Zaragoza. A los pies está la capilla del Nazareno, labrada en 1998 aprovechando el sitio de la antigua subida al coro. La imagen de Jesús es sevillana de hacia 1953, con cuerpo nuevo, realizado por Miguel Arjona en 1987. Las pinturas sobre tabla con símbolos de la Pasión son de Fidel Nevado.
     A la derecha de la cabecera hay una vitrina en la que se expone la interesante colección de ajuar litúrgico. Destacan, entre otras piezas, la cruz parroquial de plata, obra de la segunda mitad del XVIII, con punzones de Sánchez Taramas, y Damián de Castro, la custodia de nudo del XVIII, firmada por Castro y Aranda, seis candelabros de rocalla, punzonados por Sánchez y Martínez en l780 y una cruz de altar de los mismos autores; igualmente, el portapaz de San Jerónimo, de hacia 181l.
     En el mismo lado de la nave, a los pies, está la antigua capilla bautismal, hoy de la Virgen de Belén, con la titular, tallada por Martínez Cerri­llo hacia 1950. Las pinturas sobre tabla con la Vida de la Virgen, que repiten obras conocidas, son de José Jurado.
     En la sacristía se guarda una talla policromada de mediano tamaño venerada como San Judas Tadeo, obra granadina de hacia 1600, con pintura del XVIII, restaurada en 2005 por Enrique Ruiz Flores y Ángel María Varo (Alberto Villar Movellán, María Teresa Dabrio González, y María Ángeles Raya Raya. Guía artística de Córdoba y su provincia. Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
        La Iglesia parroquial de San José se encuentra situada en pleno centro del casco histórico de Villaviciosa de Córdoba, en uno de los laterales de la Plaza de España, rodeada de las calles más importantes y aledaña al Ayuntamiento de la localidad.
     La fábrica parroquial se concluyó en 1824 bajo la dirección de Sebastián de Torres. Exteriormente sobresalen sus volúmenes del resto del caserío, un gran prisma cubierto a dos aguas con la torre adosada a la cabecera plana y dos portadas de ingreso, una en el lateral derecho y la otra a los pies.
     La iglesia es de una sola nave de planta rectangular, dividida en cinco tramos, los dos extremos para presbiterio y coro -sobre arco rebajado-, donde se produce una reducción de anchura para alojar a modo de tres naves un espacio central abovedado y dos capillas anexas, separadas por arcos. Los paramentos de la nave están rodeados por nichos en arco de medio punto, inscritos entre pilastras y coronados por un entablamento desnudo con una cornisa que corre por toda la superficie interior del edificio y que sirve de base para los arcos que, a modo de costillas, definen las bóvedas del templo. 
     La nave se cubre con bóveda de cañón escarzado con lunetos, reforzados por arcos fajones en el espacio central y bóvedas de menos amplitud en los frentes.
     Al presbiterio se adosa la capilla sacramental, finalizada en 1992. Su orientación es contraria al resto de la iglesia. Consta de un sencillo oratorio de planta rectangular con techo plano. A los pies se encuentra la vieja capilla bautismal, hoy llamada de Nuestra Señora de Belén.
     El templo cuenta con dos puertas, una principal, a los pies de la iglesia a través de la cual se accede al coro bajo. Es muy sobria, parte de un vano central rectangular, alzado sobre unas escaleras de varios peldaños, flanqueado por pilastras toscanas en las que apoya un entablamento moldurado carente de decoración sobre el que reposa un frontón triangular partido con remates laterales piramidales coronados por bolas. Sobre el tímpano se abre un vano rectangular. El conjunto de la fachada queda rematado por un frontón triangular. La segunda puerta se encuentra situada en el lateral derecho, en el centro de la fachada a la plaza, enmarcada por pilastras rematadas por frontón curvo.
     Tras el presbiterio se encuentra la sacristía de planta rectangular con dos plantas y la torre, de gran simplicidad, de planta rectangular dividida en altura en tres cuerpos y escalera central de cuatro idas. Los dos primeros pisos, que se corresponden con el fuste, son lisos separados por fajas de imposta. El más elevado es el cuerpo de campanas, a modo de cuadrifonte, presenta en cada frente un vano de medio punto inscrito rectángulos rehundidos. Se corona la torre con un techo moldurado en pirámide escalonada chata con remate central. Los paramentos exteriores están enfoscados y pintados.
     Hay que mencionar que el conjunto de volúmenes queda realzado con la bicromía entre el blanco de la cal para los paramentos lisis y el gris oscuro para las molduras y elementos decorativos.
     La fundación de la iglesia parroquial de San José se remonta a finales del siglo XV, en torno a la primitiva ermita de la Virgen de Villaviciosa, que se supone fue construida alrededor de 1490, manteniéndose bajo la jurisdicción de Espiel. En 1775 el monarca Carlos III le concedió el estatuto de Villa, quedando legalmente un año después segregada de Espiel. 
     La fábrica actual fue construida en el mismo lugar en el que se encontraba el antiguo templo a principios del siglo XIX (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     La plaza de España de Villaviciosa de Córdoba, el Paseo, está dominada por la parroquia de San José, templo neoclásico terminado en 1824.
     Constituye el principal monumento de la villa, de especial grandeza y monumentalidad, presentando una gran nave central con nichales en los muros laterales.
     La cabeza y el tramo de los pies son más estrechos que la nave, dando lugar a una interesante composición simétrica.
     La torre destaca por su severidad y macicez neoclásicas (Diputación Provincial de Córdoba).

Ermita de Nuestra Señora de Villaviciosa.-

     La ermita actual se construyó en 1776 para dar culto a la réplica de la imagen medieval de la Virgen de Villaviciosa, que en 1698 había sido trasladada a la Catedral.
     El retablo, neobarroco, fue realizado en Pozoblanco en 1950. En el camarín se halla Nuestra Señora de Villaviciosa, obra de 1763, donada por el canónigo Pedro Antonio de León y Savariego, según consta en la inscripción. La media luna de plata sobredorada, está marcada por Sánchez y Martínez en 1797 y la ráfaga es de Díaz Roncero, de 1988. La lámpara votiva, punzonada por Sánchez, fue dedicada por Pedro Antonio de León en 1779 y ampliada hacia 1990 (Alberto Villar Movellán, María Teresa Dabrio González, y María Ángeles Raya Raya. Guía artística de Córdoba y su provincia. Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
        La ermita de Nuestra Señora de Villaviciosa se encuentra situada en el frente principal de la Plaza de Andalucía, en la que confluye una de las calles más importantes de la localidad como es la calle Córdoba, que conduce directamente al centro urbano. Se trata de un edificio exento de medianas proporciones. 
     La ermita actual es fruto de los oficios del canónigo racionero don Pedro Antonio de León y Savariego, encargado por el Cabildo de contentar al pueblo de Villaviciosa al ver que pasaban los años y la Virgen continuaba en la ciudad de Córdoba. El edificio fue construido en 1776 para dar culto a la réplica donada al pueblo por el propio racionero en 1763.
     Es un edificio exento de planta rectangular con fachada en hastial rematada por una espadaña. Interiormente cuenta con una sola nave cubierta por bóveda de cañón separada en dos tramos por arcos fajones que descansan sobre pilastras. 
     En el testero de la nave se sitúa el camarín de planta circular cubierto por bóveda semiesférica, de gran sobriedad decorativa. Cuenta con un pequeño coro a los pies.
     La fachada principal cuenta con una portada barroca elevada sobre una serie de escalones. Consta de un vano de medio punto enmarcado por alfiz que sobresale del muro coronado por un entablamento en el que apoya un frontón triangular partido en cuyo centro se ubica una hornacina de medio punto, que alberga un azulejo cerámico de la Virgen de Villaviciosa, flanqueada por pilastras y coronada por frontón curvo. La portada a su vez queda enmarcada por dos esbeltas pilastras que sustentan un frontón triangular en cuyo centro se dispone un óculo. El imafronte queda rematado por una espadaña de dos cuerpos y tres vanos de líneas sencillas, con molduras que imitan un frontón partido entre el primer y segundo cuerpo y uno curvo coronando el conjunto, sobre el que emerge una cruz y veleta de forja. 
     Es muy característica la bicromía del edificio que ofrece juegos entre los paramentos lisos de color blanco y las molduras y elementos decorativos de amarillo albero, a ello hay que añadir los remates vidriados que escalonan los distintos cuerpos del conjunto.
     El poblamiento de Villaviciosa de Córdoba fue tomando cuerpo en torno al Santuario de Nuestra Señora de Villaviciosa.
     La imagen de la Virgen de Villaviciosa era una talla medieval que fue trasladada desde la localidad portuguesa del mismo nombre, según es tradición, por un pastor llamado Hernando, que sufrió persecución por ello. 
     En el siglo XVI ya gozaba de sólida devoción, promovida por el Cabildo Catedral de Córdoba, que no dudaba en traer a la imagen a la ciudad de Córdoba en épocas de calamidades como sequías y epidemias.
     En el siglo XVII la devoción de la Virgen de Villaviciosa estaba consolidada de ahí que el Cabildo de la catedral de Córdoba, decidiese en 1698 instalar definitivamente la imagen en la vieja capilla mayor de la catedral cordobesa, construida a finales del siglo XV por Íñigo Manrique. 
     La construcción de la actual ermita data de 1776. Ésta fue realizada para dar culto a una réplica donada por el canónigo racionero don Pedro Antonio de León y Savariego, encargado por el Cabildo de la catedral de contentar al pueblo de Villaviciosa a cambio de mantener la Virgen en el templo catedral (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     Bajando la calle Córdoba, que conduce al centro urbano, surge en primer lugar la ermita de la patrona, la Virgen de Villaviciosa, que luce una portadita barroca rematada por espadaña.
     En su interior recibe culto una copia de la Virgen primitiva, costeada por los canónigos en el siglo XVIII para reemplazar a la auténtica, que se halla en la Catedral de Córdoba (Diputación Provincial de Córdoba).

Casa de la Tercia.-
        La Casa de la Tercia se encuentra situada en la periferia del casco urbano, cerca de una de las salidas de la población, en una zona donde abundaban las bodegas, hecho motivado por la existencia de numerosos viñedos en el entorno, además del cultivo de cereales. La calle conserva la antigua denominación de La Erilla, porque cerca se encontraba la era donde se aventaba el grano y se desarrollaban otras actividades propias antes de su almacenamiento. 
     El modelo que se siguió para la construcción de la tercia se basa en un edificio de planta en retícula al que se le anexiona un gran patio de labor en el costado contrario al de fachada. En el presente caso, se constata que el gran patio, de unos 800 metros cuadrados, se encuentra entre el edificio de la tercia y la escribana, que se ha identificado con el pósito y el lugar donde el escribano llevaba la anotación diaria del movimiento de estos almacenes. No sería extraño, por tanto, que ambos compartieran este espacio libre, tan necesario para manejo de las cabalgaduras que trasladaban los portes y para preparación de la mercancía.
     La tercia consta de dos plantas, aunque no se acusan en fachada. Ésta, orientada al Noroeste, es de gran longitud y muy sencilla. Cuenta con una puerta adintelada, situada justo en el extremo derecho, con jambas y dintel resaltados. Esta puerta está alineada con la que da al patio en el muro opuesto. En época contemporánea se abrió una puerta más pequeña a la izquierda, para dar entrada a la zona de bodega al independizar ésta del resto mediante un tabique, y otra puerta a la derecha para cochera. Las ventanas, abiertas en los dos muros laterales de la tercia "siete a cada lado-, son pequeñas y cuadradas, con recercado sobresaliente, y aparecen equidistantes entre sí y prácticamente por debajo de la cornisa del tejado. Dicha cornisa está moldurada y por encima de ella sobresale la cubierta de teja árabe, cuya cumbrera corre paralela a la fachada. La gran longitud y anchura del tejado acusa el desarrollo interno del edificio, estructurado en tres naves, separadas entre sí por arcos de medio punto apeados sobre recios pilares de sección cuadrangular, originando un total de ocho crujías. En tanto que la nave central es corrida de testero a testero de la tercia y se cubre con una sucesión de bóvedas de arista, las dos laterales se hallan compartimentadas por arcos fajones que están cumpliendo la función de crear la estructura de retícula, característica del tipo de tercia al que obedece la de Villaviciosa, sirviendo al mismo tiempo de arcos de entibo, que quedan cortados en altura, sin llegar a la cubierta de esta planta baja. 
     Las naves laterales se cubren con semi-bóvedas de arista rampantes.
     Nada más entrar por la puerta original se halla una primera crujía, con una habitación inmediata a la puerta que pudiera haber servido para la administración de la tercia. A la derecha, adosada al muro testero y a la altura de la nave central, se encuentra el arranque de la escalera que sube a la segunda planta. Es la original. En la última nave, más próxima al patio, a la derecha está el hogar o gran chimenea, en estado original y muy propia de la sierra cordobesa; es decir, con planta rectangular y tiro que va estrechando progresivamente en altura y da al exterior una imagen muy característica en forma de tronco de pirámide, de base rectangular.
     La escalera dibuja un recodo y enlaza con la segunda planta, también estructurada en tres naves, sólo que las dos laterales son impracticables, por su escasa altura, al servir únicamente para sostener el tejado. Efectivamente, sólo la nave central servía como almacén. Es impresionante su vista, ya que no hay elemento constructivo alguno que rompa la continuidad de su visión hasta el testero del fondo, único lugar donde se abre una ventana, además de la correspondiente al muro de la escalera. Toda la nave se cubre con una bóveda de cañón corrida y descarga con continuidad sobre los muros, donde oportunamente se dispusieron unos arquillos ciegos de medio punto, de rosca resaltada y escasa flecha, que sirven para aliviar la carga recayente a los pilares y arcos formeros de la planta baja. Estructura, por tanto, original y sencilla a un tiempo que revela el encargo del proyecto a un cualificado maestro. El conjunto resulta así de proporciones realmente armoniosas, causando asombro que tras una fachada tan simple se esconda una solución arquitectónica de tan magníficas hechuras. 
     En cuanto a los materiales de construcción, se empleó el ladrillo plano y alineado para la solería, ladrillo de canto para pilares y, supuestamente, también para las bóvedas, ya que aparecen encaladas; y para los muros se utilizó un aparejo de mampostería con verdugadas de ladrillo. Los mampuestos están ligados entre sí con mortero que viene a igualar las uniones, probablemente porque estaba pensado este aparejo para ir encalado, tal y como hoy se ve. 
     Una de las ventajas del edificio es que su uso hasta época contemporánea como almacén de productos agrícolas lo ha beneficiado, en el sentido de que su estructura primigenia no se ha visto alterada de forma irreversible.
     La propiedad ha venido manteniendo la tercia en uso y para ello ha invertido en obras de mantenimiento, especialmente en reparación de cubiertas, goteras, limpieza, encalado, desbrozado del patio y otros menesteres. Sin embargo, el progresivo desuso como almacén agrícola y su falta de rentabilidad ha ido mermando el interés por su conservación, por lo que se ha ido abandonando y hoy  presenta alguna gotera en la bóveda de la nave central del piso superior, aparición de grietas, desprendimiento del enlucido en algunas zonas y de tejas en la cubierta.
     Aunque el autor es desconocido podría datarse en la segunda mitad del siglo XVIII, al carecer de fuentes documentales que ayuden a concretar la fecha de construcción. Tampoco hay elementos decorativos que contribuyan a ello y en cuanto a las soluciones constructivas, éstas se adoptaron de forma generalizada en numerosas tercias y pósitos, aunque, ciertamente, es apreciable la consolidación de un sistema de retícula, que aparece aquí muy perfeccionado. Si se buscan paralelismos, la tercia de Montoro, concluida en 1785, tiene una estructura bastante similar en planta alta y baja. También podría haber parecido con la tercia de Cañete de las Torres, aunque la imposibilidad de entrar en ella no permite por el momento llevar más allá esta afirmación. Otro paralelismo se da en el alhorí de Montilla, especialmente en la disposición de los arcos para constituir la retícula.
     Se ha estimado la posibilidad de que el vecino edificio conocido desde tiempo inmemorial como la Escribana, donde hoy está el Instituto de Secundaria, tuviera relación con la tercia, lo cual, como ya se apuntó, no sería extraño, pudiendo incluso compartir el patio, pues se comunicaban a través de él. Es posible, también, que la Escribana fuera el edificio de carácter administrativo, como parece evidenciar su nombre, lo cual tampoco sería improbable, ya que llama la atención que la tercia sólo tuviera una habitación, no muy grande, o incluso toda la primera crujía para tal menester, en relación con el tamaño que tenía la propia tercia (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

Puente sobre el río Guadanuño.-

        El Puente sobre el río Guadanuño es de época musulmana y por sus características se puede encuadrar como perteneciente al califato omeya de córdoba concretamente a Abd al-Rahman III. 
     Está formado por cuatro ojos de sillería, los dos centrales de medio punto y apuntados los dos laterales, apoyados en pilas con tajamares triangulares aguas arriba. El perfil de la rasante es de lomo de asno. La longitud total del puente es de 45 metros, siendo la altura máxima del rasante de 7,50 metros y el espesor de las pilas 3,50 metros. La luz libre 2 por 7 metros, 2 por 3.5 metros, con una anchura de tablero de 3,70 metros.
     El puente está realizado en sillería con aparejo en la que alterna, en las pilas y en las enjutas de los arcos, una pieza dispuesta a soga con un par de sillares que atizonan.
     Las pilas tienen en su base unos salientes, acabados en pico, a manera de contrafuertes, para romper la corriente de agua del río. 
     Tiene pretil en sus dos lados, faltándole en ambos su coronación o remate. La calzada es una pista de tierra, conservando en un extremo un empedrado irregular. Son interesantes las dos curvas que tiene en su conexión con el camino, dotándolo de un curioso y bello aspecto.
     Fue utilizado hasta finales del siglo XIX como infraestructura del camino usual que unía Córdoba a Villaviciosa.
     El Puente sobre el río Guadanuño es de época musulmana y por sus características se puede encuadrar como perteneciente al califato omeya de córdoba concretamente a Abd al-Rahman III. 
     Este puente ha sido objeto de varias restauraciones a lo largo del tiempo.
     Fue utilizado hasta finales del siglo XIX como infraestructura del camino usual que unía Córdoba a Villaviciosa. En la actualidad se encuentra fuera de uso, siendo su estado de conservación ruinoso, presentando los tajamares rotos, pretil perdido en alguna de sus partes, vegetación en el lecho. Por último solo se conserva en un extremo parte de la calzada (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

Puente sobre el río Guadiato.-
        Es de época musulmana y el segundo en longitud de la provincia de Córdoba. Estuvo formado por 9 ojos ultra semicirculares, con despiezo convergente, en cada caso, a un punto situado por debajo del respectivo centro de aquellos, sobre los que corría un tablero horizontal. Es obra de sillería con aparejo en el que alterna, en las pilas como en las enjutas de los arcos, una pieza dispuesta a soga con un par de sillares que atizonan. Por la longitud de las dovelas de los arcos, crecientes desde la zona de arranque a la clave, es estimable esta obra como no anterior a Abd al Rahman III.
     Los arcos del puente eran el central escarzano, dos de medio punto y de herradura los tres de cada extremo.
     Su estado actual es muy grave y corre el peligro de derrumbamiento total, teniendo una pila volcada, con dos arcos perdidos. Ha comenzado su ruina por el extremo norte y existen pilas con cavernas en su base.
     Fue utilizado hasta finales del siglo XIX como infraestructura del camino usual entre Córdoba y Villaviciosa. Al retirarlo del servicio ha ido progresivamente deteriorándose y junto con él sus accesos, siendo los existentes un camino vecinal y una vereda, lo cual ha contribuido a su deterioro por el olvido de que ha sido objeto (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     Este puente construido en el siglo IX ,formaba parte del camino que unía Córdoba con Extremadura.
     Está declarado como Monumento Nacional, Bien de Interés Cultural (BIC) en el año 1931 y también está inscrito en el Registro General de Bienes de Interés Cultural del Patrimonio Histórico Español.
     Estuvo formado por 9 ojos ultra semicirculares y es el segundo en longitud de la provincia de Córdoba.
     Esta construcción es conocida popularmente como puente de la Tejera o puente Roto.
     El 11 de marzo de 1916 y a causa de un temporal, se derrumba una parte del puente que lo hace intransitable. Posteriormente se vino abajo otro de los ojos llegando así hasta nuestros días y que el Guadiato sigue devorando poco a poco (Diputación Provincial de Córdoba).

Casa de Costumbres.-
     La casa de Costumbres de Villaviciosa se encuentra alojada en una antigua bodega vitivinícola típica de la zona, situada frente al mercado de abastos de la localidad.
     En la actualidad se utiliza para diversas actividades entre las que se pueden destacar la ceremonia de bodas civiles, la realización del pregón de feria y fiestas, y exposiciones fotográficas o reuniones de vecinos. Todas estas actividades son posibles gracias a la disposición abierta del edificio en su interior.
     Como tipología constructiva, la bodega cuenta con dos estancias diferenciadas por un arco rebajado en ladrillo, ambas con pavimento empedrado. Característica del edificio es la poca iluminación de este, históricamente necesaria para conservar mejor la calidad de los vinos que se albergaban en su interior. Tras esto se abre un patio decorado con naranjos y flores, con un pozo central.
     En la actualidad se puede visitar en su interior una pequeña exposición permanente de aperos y enseres de labranza típicos de la localidad, donados casi en su totalidad por vecinos de Villaviciosa de Córdoba (Diputación Provincial de Córdoba).

Castillo del Névalo.-
     El castillo de Névalo se alza en una espectacular cumbre aislada- de 811 metros de altitud - de la Sierra de Casas Rubias, dentro de la cordillera que se extiende desde Villaviciosa de Córdoba y Villanueva del Rey hasta Posadas, entre los ríos Guadiato y Névalo. Desde él, como bien indicaba Casas - Deza, se divisan los castillos de El Vacar (Espiel), Belmez y Almodóvar del Río. Asimismo, desde su dominadora altura se contemplan las tierras de provincias como Badajoz, Sevilla, Granada, Ciudad Real y la propia Córdoba.
     El Castillo de Névalo no es un castillo de grandes dimensiones. Su planta, aunque no es totalmente geométrica, tiene más de ello que de adaptada al terreno en que se emplaza, aunque sí se aprovecha en parte esta disposición, e incluso se realizan barbacanas probablemente de época más anterior. El zócalo inferior de los lienzos es de mampostería, de algo más de 1 metro de altura, sobre el que asienta el tapial de las cortinas y de las torres, de carácter islámico. Destacan hoy dos torres: una más elevada, aislada del muro, y otra, como de 1 metro de altura, ocupando el centro del patio de armas y, sobre ella, se ha construido un observatorio para vigilar posibles incendios dada la gran visibilidad que se tiene desde el lugar. Hay un aljibe en el patio de armas al que se puede acceder, pero el abandono del lugar no permite desplazarse fácilmente, dada la vegetación que espontáneamente crece con vigor.
     Probablemente existiría caserío y minas nacidos al amparo de este castillo, como lo testifican los vestigios y escorias de mineral, justificando así la información o rápida visita que al-Idrisi tuvo de este castillo y del carácter minero de la zona.
     Según M. Valverde Candil y F. Toledo Ortiz, existieron otros castillos o torres, ya desaparecidos o muy arruinados, con los que el Castillo de Névalo tuvo que estar en conexión, como el de Cabeza de Vaca, el castillejo de los Robles o de la Montesina, el de Posada Nueva, el de la Peña, el de Jesús en La Tejera, el de la Torre al sur de la casa de Fuente Vieja, el del Pino y el castillo de Valdefuentes, cerca del itinerario de las Palomas o Alcornocosas, a los que habría que sumar otro castillejo al este del puerto de los Morenos y al sur del camino de Alcornocosas, además del de la Calera.
     La toponimia de este castillo, su origen, su historia y su significado son hoy oscuros, dadas las escasas referencias que de él poseemos. Aunque bastantes de ellas han llevado a diferentes interpretaciones, fundamentalmente por los eruditos del siglo XIX o por las interpretaciones geográfico-históricas de D. Félix Hernández. Quienes lo han visitado han cantado con nostalgia y admiración su emplazamiento. Es más conocido por cazadores, por ser su acceso relativamente difícil, aunque el carril que conduce a su entrada natural permite el paso a vehículos. Próximos a él están la casa y cerro de Don Rodrigo, posiblemente en relación con algún hecho histórico que desconocemos. Otro cerro al frente, con elevada plataforma, recibe el nombre de "Plaza de Armas", lo que puede interpretarse como una analogía o como restos de otro castillo.
     Sería fácil su toponimia si Névalo tuviera un origen castellano con significado de niebla o nieve, e incluso daría lugar a un apellido que se repite en la población, Nevado, de donde éste derivaría. Las raíces del topónimo Névalo hay que buscarlas en el vocablo árabes H"is"n Abal, que al-Idrisi refería estar a una jornada de Córdoba, pero que confundió con Almadén, distante tres o cuatro jornadas, ya que situó en él las minas del mercurio que se exportaba a todo el mundo; castillo que para dicho lugar corresponde a Chillón (el Shillum de la época musulmana). Otros autores transcriben Abal por Obel (Saavedra), y así lo identifican con Obejo, a siete leguas de Córdoba. Pero en el Libro de las Tablas de la Catedral de Córdoba aparece, en los límites de la iglesia de Espiel, en su linde meridional, un castillo de Evallo, lo que puede demostrar un tránsito hacia la actual forma de Névalo, por sinalefa entre la n final de la voz precedente (hisn: castillo) y la e siguiente. Otra acepción para dicho vocablo parte del topónimo Melbal, descrito por al-Idrisi en el camino de Córdoba a Sevilla por la margen derecha del Guadalquivir, nombre que define por igual al fuerte y al río, probablemente identificando al Névalo con el Bembézar, por entender que el río principal era el que venía del norte (Saavedra). La tercera acepción procede de Andévalo (mencionado por Pascual Madoz, p. 32), que daría por contracción Névalo. Destacando así el nombre de un cerro que se repite en la sierra de Huelva y que fonéticamente se relaciona con el dios de origen céltico Endovelico, que ha dejado huellas de adeptos (en inscripciones romanas) en la orilla portuguesa de Talena, a unos 10 km al sur de Alendroal y otro tanto al oeste del Guadiana, culto que debió de existir igualmente en la sierra de Huelva, en Paymogo, y difundido hasta Sierra Morena en Córdoba. M. Valverde y F. Toledo se pregunta si será esta relación con Portugal la misma que va a dar nombre y significado a Nuestra Señora de Villaviciosa, ermita origen del pueblo cordobés que sigue la devoción originaria de la Villa-Viçosa portuguesa. En cualquier caso, según Antonio Arjona, sea cual sea el nombre original del Castillo de Névalo, en él se aprecia una terminación en valón que significa muralla o barrera, de carácter céltico. Y, según Arjona, no debemos olvidar que el citado castillo está en la zona límite de las tribus célticas con los túrdulos del sur, según indicaba Plinio (N. H., III, 13). En opinión de Arjona, el nombre de Evallo puede provenir de los vocablos Wayu o Wabuh, nombre de dos iqlims o distritos de la Cora de Córdoba.
El Castillo de Névalo está a una jornada larga de Córdoba, al que se llega por caminos y veredas, hoy una zona repoblada de pinos y bastante aislada de población. Tuvo su época de esplendor cuando era fácilmente franqueable uno de los caminos de Córdoba a Badajoz, aquél que desde Fuente Obejuna por El Hoyo de Viandar sigue a Doña Rama y El Entredicho y, por el sur, de Sierra Boyera a Villanueva del Rey, a Villaviciosa, hacia el puente de La Tejera (de edificación romana y árabe) hasta su hundimiento en el Guadiato (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     El Castillo del Névalo se yergue sobre una espectacular cumbre aislada en la Sierra de las Casas, de 811 metros de altitud y es uno de los mejores miradores existentes en la provincia de Córdoba.
     Este Castillo, del que hoy sólo se conservan sus ruinas, es de época califal y está declarado Bien de Interés Cultural. En sus inicios no llegó a tener grandes dimensiones, llegando hasta nuestros días dos de sus torres, una más elevada, aislada del muro, y otra, como de 1 metro de altura, ocupando el centro del patio de armas, sobre la que se ha construido un observatorio para vigilar posibles incendios dada la gran visibilidad que se tiene desde el lugar.
     Desde esta atalaya, como bien indicaba el historiador Casas-Deza, se pueden contemplar los castillos de El Vacar en Espiel, el castillo de Belmez y el de Almodóvar del Río, además de tierras de las provincias de Badajoz, Ciudad Real, Granada o Sevilla (Diputación Provincial de Córdoba).
   
     Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Córdoba, déjame ExplicArte los principales monumentos (Iglesia de San José, Ermita de Nuestra Señora de Villaviciosa, Casa de la Tercia, Puente sobre el río Guadanuño, Puente sobre el río Guadiato, Casa de Costumbres, y Castillo del Névalo) de la localidad de Villaviciosa de Córdoba, en la provincia de Córdoba. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la provincia cordobesa.

Más sobre la provincia de Córdoba, en ExplicArte Sevilla.

La desaparecida Puerta de Triana

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la desaparecida Puerta de Triana, de Sevilla.
      La Puerta de Triana, se encontraba en la plaza Puerta del Arenal, en su confluencia con las calles Marqués de Paradas, Julio César, Gravina, San Pablo, Zaragoza, y Santas Patronas; en los Barrios del Arenal, y del Museo, del Distrito Casco Antiguo, de Sevilla.
     Según la historiografía, la puerta islámica estaría situada al comienzo de la calle de la Pajería -en la actualidad Zaragoza-, aunque en realidad lo estaba al final de la calle Moratín por su parte, la renacentista se construyó en un emplazamiento diferente -"novo adoptato situ" nos dice una de sus inscripciones-, en la confluencia de las calles San Pablo, Reyes Católicos -antigua Alameda de la Puerta de Triana-, Gravina -antigua Cantarranas- y Zaragoza, donde en las excavaciones que se realizaron en  1983 se localizaron su zapata, constituida por un enorme bloque de argamasa de cal, canto y arena, y los arranques de las líneas de muralla y barbacana.
     Este topónimo aparece documentado en las fuentes musulmanas en re­lación a la inundación que tuvo lugar el 26 de marzo de 1200, así como en el Libro del Repartimiento y otros documentos castellanos de los siglos XIII, XIV y XV, conservándose en la actualidad en la toponimia de la ciudad.
     En cuanto a su origen, la historiografía sevillana se muestra unánime al considerarlo relacionado con el hecho de que esta puerta fuese el punto de acceso más directo al arrabal trianero. Igualmente, los historiadores sevillanos coinciden en que su nombre durante los primeros tiempos de la dominación cristiana fue el de Trina, tal y como aparece en un documento del siglo XIII, debido a que la primitiva puerta islámica constaría de tres arcos.
     No tenemos noticia alguna acerca de la primitiva estructura de la puerta islámica, aunque ya he señalado cómo la historiografía sevillana coincide en que la primitiva puerta de Triana constaba de tres arcos. Así, Morgado nos dice: "(...) tres grandes Puertas (...) tenía, y tiene de tiempo de Moros, cuyos Arcos levantados permanecen hasta oy".
     Por otra parte, a través del memorial de 1560 sabemos que Hernán Ruíz debía proceder a realizar obras en algunas puertas de Sevilla al objeto de dejarlas "en derecho de las calles como está la puerta de Triana". Por lo tanto, en algún momento la primitiva puerta debió de ser modificada y convertida en acceso directo, puesto que no creo que ésta fuese su primitiva estructura. En este sentido, M. Valor considera que en las obras que tu­vieron lugar en 1417 se produciría la apertura de una nueva puerta, en la medida en que la islámica estaría desplazada del eje del puente de barcas, aunque pienso que sólo se debió proceder al derribo del acceso en recodo.
     Por lo tanto, creo que se trataría de una torre-puerta con acceso en re­codo único y protegida por barbacana, al igual que la mayor parte de las puertas islámicas de Sevilla.
     Así, no sería hasta 1585, bajo el mandato del asistente Juan Hurtado de Mendoza, conde de Orgaz, cuando se inició la construcción de una nueva puerta de Triana, cuyas obras concluirían en 1592, con trazas de Asensio de Maeda.
     En líneas generales, esta nueva puerta constaba de dos cuerpos, en el primero de los cuales se abría el arco de acceso, flanqueado a ambos lados por dos columnas dóricas que se alzaban sobre pedestales y sostenían sus respectivos entablamentos. En cuanto al segundo, estaba rodeado por un balcón con antepecho de hierro, y decorado con cuatro pilastras almohadilladas y sostenía un entablamento coronado por un frontón rematado por pirámides y esculturas.
     En 1621 está fechado una memoria en la que se recogen las condiciones "de la obra y reparo de alvaniria que la Ciudad pretende hazer en la Carcelería y apoçento de la Puerta de Triana", es decir, en su segundo cuerpo, que sabemos servía de cárcel a personajes distinguidos.
     En 1787 sus fachadas debieron ser modificadas, tal y como informa Matute y Gaviria: "(...) se renovaron las fachadas interior y exterior de la puerta de Triana, restituyendo á sus columnas la altura que correspondía á su órden".
     Al concluirse la nueva puerta de Triana, se colocó una lápida con inscripción latina y fechada en 1588, en conmemoración de su traslado y nueva construcción. A través de la historiografía, sabemos que estuvo en la fachada exterior, sobre el balcón.
     En 1633 se colocó otra lápida con inscripción en castellano y conmemorativa de la construcción de un husillo en sus cercanías, que sabemos estuvo sobre una puerta que, situada en la fachada interior, daba acceso a las escaleras que conducían al segundo cuerpo.
     No he localizado ninguna noticia de la inscripción de 1588 por lo que debió ser destruida cuando en noviembre de 1868 se concluyó el derribo de la puerta.
     En cuanto a la inscripción de 1633, pertenece en la actualidad a la Colección Arqueológica Municipal, cuyo número de inventario es el 20, expuesta en la galería de acceso de la Torre de Don Fadrique.
     Además, la primitiva puerta de Triana figura en el documento de 1560 en la relación de accesos sobre los que Hernán Ruíz debía colocar escudos esculpidos en piedra con las armas reales y las de la Ciudad, los cuales de­saparecerían cuando se procedió a la construcción de la nueva puerta.
     A través de la historiografía y de los dibujos de Ford y Tovar, sabemos que varios escudos decoraban la puerta concluida en 1588. Así, en su se­gundo cuerpo y al interior, en lugar de la inscripción, se dispuso un escudo con las armas de la Ciudad flanqueado por dos con las armas de don Juan Hurtado de Mendoza y Guzmán, conde de Orgaz, aunque hay quien sitúa aquí las armas reales. Por lo tanto, es posible que se trate de uno de los tres escudos esculpidos en piedra con las armas de la Ciudad conservados en los fondos del Museo Arqueológico Provincial.
     Igualmente, a través del dibujo de Tovar y de una fotografía sabemos que un blasón con las armas menores de la Ciudad se encontraba sobre la clave del arco en su fachada exterior. En este sentido, en la galería de acceso de la Torre de Don Fadrique se conserva uno, cuyo número de inventario es el 176, que quizás sea el que decoraba esta puerta.
     En lo que a otros elementos decorativos se refiere, a través de la memoria y condiciones de la obra de 1621, en las que se habla de "reparar y colgar la figura de cantería que representa la Fe", de la historiografía y de un grabado de Tortolero, sabemos que la puerta estaba decorada con estatuas, aunque no figuran ni en los dibujos de Ford y Tovar ni en su fotografía (Daniel Jiménez Maqueda, Estudio histórico-arqueológico de las puertas medievales y postmedievales de las murallas de la ciudad de Sevilla. Guadalquivir Ediciones. Sevilla, 1999).
     El paisaje les resultará completamente ajeno. Hace ya mucho tiempo que cambió, o peor, lo cambiaron. Sin embargo, la historia que en él aconteció sí les sonará familiar y próxima. Actual, incluso. El paisaje tal vez, pero hay cosas en Sevilla que jamás cambiarán.
      Algún día, probablemente no muy lejano, Sevilla será una ciudad como tantas; vulgar, común y corriente. Sí, tendrá media docena de monumentos de cierta enjundia, mucha en algunos casos, y es posible que sus gentes conserven aún ciertas costumbres y formas de ser que las haga peculiares y castizamente exóticas a la vista de los visitantes, más o menos como ahora. Sin embargo, de aquella ciudad dotada de una personalidad incomparable, plagada de añejos edificios contextualizados por un caserío de esencia genuinamente andaluza, la Sevilla que alguna vez llegó a ser equiparada con las más bellas ciudades del mundo, la que, desde Al Mutamid a Cernuda, cantaron los poetas durante siglos, nada en absoluto quedará. En eso parece haberse empeñado un destino siniestro y malévolo que sistemáticamente hace volver a la historia sobre sus pasos, reiterando errores de los que jamás nadie aquí supo aprender, repitiendo desgracias que nadie logró nunca evitar, haciendo regresar, una y otra vez, el delicado cántaro donde la ciudad guarda sus esencias -a lomos de una bestia que lleva del ronzal la mano de la ignorancia- a la fuente donde algunos quieren llenarlo de no se sabe qué, hasta que final e inexorablemente se acabe rompiendo. Es como si la ciudad se hubiera instalado en un eterno retorno con fecha de caducidad. Un desasosegante "día de la marmota" que solo acabará cuando Sevilla se haya convertido en otra cosa. 
     Una ciudad de tantas. Vulgar, común y corriente; como es hoy en día el lugar donde hasta 1868 se alzó la Puerta de Triana, una obra de Juan de Herrera, el arquitecto de Felipe II, que junto a la de Carmona fue la más monumental y hermosa que tuvo la muralla que rodeaba la ciudad. Porque allí donde se alzaba la rotunda arquitectura de la Puerta de Triana, inmortalizada por Richard Ford en uno de los grabados que realizó durante su estancia en Sevilla allá por el año 1831, y también por los pioneros franceses de la fotografía que retratarían la ciudad dos décadas después, se elevan hoy dos raquíticas y desparejadas palmeras que presiden lo que ahora es un cruce de caminos flanqueado por un Burger King y un Café de Indias, quién sabe si a modo de esperpénticas metáforas del glorioso pasado americano de la ciudad. Un desastre que sería definitivamente consumado en la segunda mitad del siglo XX erigiendo edificios diseñados según esas indefinibles y desafortunadas pautas que se pusieron de moda en la etapa tardofranquista, con lo que poco más cabe decir sobre su gusto estético y valor arquitectónico. Es evidente que hoy en día ningún Richard Ford podría hallar en este rincón de la ciudad el más mínimo interés para inmortalizarlo en un grabado, porque ni siquiera logra llamar la atención de esos turistas japoneses que lo fotografían casi todo.
     Informan los cronistas de que originalmente, la Puerta de Triana estaba más hacia la derecha, hacia el interior de la entonces llamada calle de la Pajería, que se correspondía con la actual calle Zaragoza. La razón de su nombre parece obvia, pues es la puerta que daba al barrio de Triana. Sin embargo, los citados cronistas se empeñan en atribuirlo al hecho de que tuviera tres arcos. Dicha puerta sería sustituida en 1588 por la monumental construcción levantada en tiempos de Felipe II, para lo cual se necesitó demoler una manzana de casas de la vecina calle San Pablo. Bajo el balcón principal de la suntuosa puerta, una lápida escrita en latín daba fe de la fecha de su erección y de la identidad de sus promotores en estos términos: "Siendo poderosísimo rey de las Españas y de muchas provincias por las partes del Orbe Filipo II, el amplísimo regimiento de Sevilla juzgó deber de ser adornada esta nueva puerta de Triana, puesta en nuevo sitio, favoreciendo la obra y asistiendo a su perfección, Don Juan Hurtado de Mendoza y Guzmán, Conde de Orgaz, superior vigilantísimo de la misma floreciente ciudad en el año de la salud cristiana de 1588".
     González de León también nos hace una interesante y pormeno­rizada descripción de la puerta, que sirve como guía perfecta para recorrer las fotografías que tenemos de ella: "La puerta es la más sumptuosa (sic) de la ciudad. Su arquitectura romana muy elegante. Su ornato y elevación la hacen mirar con respeto y satisfacción de los sentidos. Es del orden dórico de dos fachadas iguales que se com­ponen cada una de cuatro grandes columnas instriadas (sic) sobre sus competentes basamentos y pedestales que reciben la airosa cornisa, sobre la que descansa un anchuroso balcón con antepecho balaustrado de hierro, y remata con un gracioso frontispicio que lo corona un ático con pirámides y estatuas todo adornado con oportunas labores de la misma arquitectura. Por la parte de adentro en el frontispicio se ven pintadas las armas grandes de la ciudad; y al lado de afuera, la inscripción que va copiada (se refiere a la placa transcrita anteriormente). El arco de la puerta que está en el claro de las columnas es de grande altura y correspondiente ancho; y debajo de él hay un anchuroso sol de ráfagas en cuyo centro está pintada de un lado la Santísima Trinidad y de otro Nuestra Señora de la Piedad (...) Sobre este arco, y en el centro del ático, con puertas a los respec­tivos balcones, hay habitaciones que sirven de prisión a caballeros y personas de alta clase".
     Además de todo eso, también cuenta González de León que la Puerta de Triana tenía en uno de sus laterales una fuente pública surtida con agua procedente, cómo no, de la famosa fuente del Arzobispo. Las fotos que de ella nos han llegado revelan igualmente que entre su, llamémosle, equipamiento había una barbería, donde además de repasar barbas, patillas y pelambreras, seguramente se ofrecerían los servicios que en aquellos tiempos solían dispensarse en este tipo de establecimientos: sacar muelas, quitar verrugas y un amplio etcétera no muy agradable. Protocirugía estética, cabría llamarlo.
     En cierto modo, la Puerta de Triana fue en su tiempo, una obra de la modernidad, a pesar de que el estilo renacentista estuviera ya a esas alturas de la historia empezando a pasar de moda ante el auge del barroco que aquí no tardaría en hacer furor; un furor definitivo que, en cierto modo, aún perdura. Pero la ciudad vivía entonces tiempos de apogeo, sus años dorados, y todo era entonces muy distinto. A consecuencia de ello la Puerta de Triana se convirtió en un monumento más de la ciudad y, dada su magnificencia, sería en lo sucesivo la puerta elegida para entrar en Sevilla por los reyes, el primero de los cuales sería Felipe V, quien lo hizo con todo su séquito y en loor de multitudes un 3 de febrero de 1729.
     También hay, sin embargo, episodios negros alrededor de esta suntuosa y principal puerta de Sevilla; historias truculentas que avergüenzan nuestra memoria, como la del linchamiento del conde del Águila, al que una turba de exaltados matarifes, tomán­dolo por afrancesado cuando no era más (ni menos) que liberal, es decir un defensor de la libertad de los hombres, asesinó una noche de 1808 después de someterlo a un cruel tormento, que incluyó un simulacro de proceso que algunos han comparado con el de Jesús Nazareno. Tras ser interceptado por la turba en el arco de la Macarena, el conde fue conducido al Ayuntamiento para ser some­tido a un juicio sumarísimo y, desde allí, lo llevaron a la Puerta de Triana, donde, en teoría, iba a ser encerrado, al tratarse de una persona de alta clase. Mas, ese encierro no tendría lugar, pues la víctima no llegaría vivo al mismo. Durante el tránsito de su particular vía dolorosa fue apedreado, vejado, recibió un bayonetazo en el pecho y, ya mal herido, una vez alcanzado el destino fatal al que lo llevó tan salvaje comitiva de verdugos, sería allí mismo arcabu­ceado, colgándose luego los despojos del buen hombre en el arco de la puerta, su particular monte Calvario, donde quedarían expuestos para escarnio de la inteligencia y deshonra de esta ciudad. Un compasivo sacerdote, ayudado por dos criados fieles, lo descendería de tan ignominioso patíbulo para darle sepultura en la actual iglesia de la Magdalena.
     Sesenta años después de aquellos desgraciados hechos, una conjunción satelital en la que vendrían a coincidir la corrupción, la ignorancia y ciertos intereses políticos espurios, daría lugar a que el Ayuntamiento de Sevilla tomara la decisión de demoler la Puerta de Triana, desoyendo el criterio desfavorable mostrado por la Academia de San Fernando con respecto a tan infame decisión. Aunque lo más llamativo del caso es que la misma se adoptó con ocasión de la denominada Revolución Gloriosa de 1868. Lo que pretendió ser un intento de democratización del país sobre pautas liberales, en Sevilla daría lugar a uno de los procesos de destrucción más lamentables de cuantos ha padecido la ciudad en su historia reciente. Una vez más, como tantas veces ha ocurrido y sigue ocurriendo, volvería a identificarse el patrimonio histórico con las ideas caducas, lo antiguo con lo viejo, el legado del pasado con un freno a la modernidad. De ese modo, y en aplicación de tan desquiciado criterio, cayeron templos, conventos y cuatro de las principales puertas de la muralla, esta de Triana y otras tres que más adelante veremos: las de San Fernando, Carmona y Osario. La demolición le fue encargada a un tal José Girón de forma irregular, tal y como, siglo y medio después (demasiado tarde para hacer justicia) demostró en una documentada investigación el his­toriador Rafael Raya Rasero. Lo más patético del caso es que nueve años antes, los conservacionistas de la época habían protestado porque a tan antiguo monumento el Ayuntamiento le había abierto en sus flancos dos nuevos postigos para hacer más fluido el tránsito. Ingenuos, no podían imaginar que en menos de diez años ese monumento cuya fisonomía  original pretendían preservar sería ya historia, no preservándose nada de él. Aunque, según se dice, algo sí que logró preservarse. Ciertos restos menores que al parecer alguien llevó hasta Jerez, en cuyo zoológico, acaso como una broma macabra del destino, pueden todavía contemplarse. He ahí el sino de la que alguna vez llamaron Sevilla eterna. Eterna, sí, pero solo hasta que se acaba (Juan Miguel Vega, Veintitantas maneras de entrar en Sevilla. El Paseo. Sevilla, 2024). 
        Dada su orientación hacia el Oeste, era una de las cuatro puertas principales de la ciudad. Las crónicas dicen también de ella que era la más suntuosa de todas por su majestuosidad y ornato. Estaba en el lu­gar que hoy lleva su nombre, en la confluencia de las calles San Pablo, Gravina y Zaragoza. Fue construida reinando Felipe II, en 1588, por orden del Asistente Juan Hurtado de Mendoza, aunque no exacta­mente en el mismo lugar donde se hallaba la puerta original, la cual se encontraba más hacia el interior de la calle Zaragoza. La nueva Puerta de Triana sería la que en lo sucesivo utilizarían los reyes para entrar en la ciudad. Sus grandes dimensiones permitieron asimismo disponer en su interior una cárcel que se denominó "El Castillo" destinada a presos políticos de alcurnia, de la que sería alcaide el Duque de Me­dinaceli. Debido al intenso tráfico de carruajes que soportaba y los continuos atropellos a que ello daba lugar, en 1859 se abrieron a ambos lados del arco de la puerta dos pequeños postigos para tránsito peatonal. Esta decisión provocó la protesta de la Diputación Arqueológica de Sevilla, por considerar que la reforma alteraba una obra arquitectónica de gran valor. Menos de diez años después se decidió su demolición. Los escasos restos que quedan de ella pueden verse hoy en el zoológico de Jerez de la Frontera (Exposición Puertas de Sevilla, ayer y hoy. Sevilla, 2014).
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