Intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla", de Onda Cero

Intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla", de Onda Cero, para conmemorar los 800 años de la Torre del Oro

   Otra Experiencia con ExplicArte Sevilla :     La intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla" , presentado por Ch...

domingo, 17 de julio de 2022

El Frontal cerámico de altar de las Santas Justa y Rufina, de Hernando de Valladares, en el Patio de los Bojes, del Museo de Bellas Artes

     Por Amor al Arte
, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el Frontal cerámico de altar de las Santas Justa y Rufina, de Hernando de Valladares, en el Patio de los Bojes, del Museo de Bellas Artes, de Sevilla
     Hoy, 17 de julio, en Sevilla, en la provincia hispánica de Bética, Festividad de las Santas Justa y Rufina, vírgenes, que, detenidas por el prefecto Diogeniano, tras ser sometidas a crueles suplicios fueron encerradas en prisión, donde les hicieron pasar hambre y más torturas. Justa exhaló su espíritu encarcelada, y Rufina, por seguir proclamando su fe en el Señor, fue decapitada (c. 287) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
      Y que mejor día que hoy, para ExplicArte la el Frontal cerámico de altar de las Santas Justa y Rufina", de Hernando de Valladares, en el Patio de los Bojes, del Museo de Bellas Artes, de Sevilla.
     El Museo de Bellas Artes, antiguo Convento de la Merced Calzada [nº 15 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 59 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la Plaza del Museo, 9; en el Barrio del Museo, del Distrito Casco Antiguo.
    En el Patio de los Bojes del Museo de Bellas Artes podemos contemplar el frontal cerámico de altar de las Santas Justa y Rufina, de Hernando de Valladares (activo entre 1589 y 1631), siendo un azulejo plano policromado en estilo renacentista, realizado hacia 1600, con unas medidas de 13'00 x 13'00 cms, cada pieza, y procedente del Convento de la Asunción, de Sevilla, tras la Desamortización (1868).
     Frontal de altar dedicado a Santa Justa y Rufina. En los medallones aparecen representados: San Isidoro, San Hermenegildo y San Leandro (Web oficial del Museo de Bellas Artes de Sevilla).
   El taller de los Valladares. A fines del siglo XVI y durante las primeras décadas del XVII desarrolla su labor esta familia de ceramistas que produjeron gran cantidad de azulejos para zócalos, mesas de altar, pavimentos de olambrillas, revestimientos de cubiertas, etc. Juan sería el iniciador de la dinastía y le sucederán un hijo llamado como él y otro, más conocido que éste, de nombre Hernando. Más tarde, Benito, hijo de este último, heredará el taller familiar.
   Hernando se convierte desde 1590 hasta 1630 en el director del taller cerámico más importante de cuantos trabajan en Triana en esa época y a él serán encomendados los revestimientos de los mejores conjuntos civiles y religiosos construidos o transformados en estos años. Los Reales Alcázares, la iglesia, coro y claustro del Monasterio de Santa Paula, la escalera del extinguido convento de San Agustín, las cartujas de las Cuevas y de la Defensión, capillas privadas en las parroquias de San Vicente, San Lorenzo, Santa Catalina, San Isidoro, San Martín, Santa Ana, Santiago el Mayor, etc. serán algunos de los conjuntos más notables. Además de sus obras en Sevilla fue un importante exportador como demuestran sus pedidos para San­lúcar de Barrameda, Córdoba, Lisboa, Évora, México o Lima.
   El estilo de las obras de Valladares se basa en los repertorios anteriores aportados por Augusta y sus contemporáneos. De ellos se hace continuador manteniendo dignamente la calidad del dibujo, la brillantez de los colores y adaptando las decoraciones a sus marcos de forma muy atinada. Entre sus aportaciones más significativas se encuentran las numerosas mesas de altar debidas a su labor.
   A su producción pueden atribuirse algunas obras de las conservadas en el Museo, principalmente los paneles procedentes del extinguido Convento de San Pablo, un conjunto de excepcional importancia. A éste pertenecen el arco de acceso al claustro del Aljibe donde se aprecian los escudos de la Orden Dominica y el de los patronos, los Duques de Medina-Sidonia. Son también notables las figuras de atlantes y cariátides del vestíbulo de entrada y las pilastras de candelieri.
   Hernando de Valladares redujo el amplio repertorio de motivos textiles de las décadas anteriores y potenció por el contrario los aspectos más figurativos de sus zócalos insistiendo en frisos horizontales y pilastras verticales que hacen de marco a paños de fondo. La influencia de tapices flamencos y grabados de Fontainebleau es pa­tente en los motivos y esquemas compositivos. Uno de los capítulos fundamentales de la obra de los Valladares es el de los frontales de altar . El reproducido más ade­ lante, procede del antiguo convento de la Asunción de Sevilla y constituye una muestra muy representativa de las numerosas que aún quedan de este tipo (Alfonso Pleguezuelo Hernández, Cerámica, en El Museo de Bellas Artes de Sevilla, Tomo I. Ed. Gever, Sevilla, 1991).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de Santas Justa y Rufina, vírgenes y mártires
   Eran dos hermanas andaluzas, hijas de un alfarero de Sevilla, que se ganaban la vida vendiendo cacharros de cerámica en el mercado.
   Como se negaban a entregarse a los paganos en la fiesta de Adonis, y tam­bién a  ofrecer sacrificios a Venus, sus mercaderías fueron destruidas. Justa murió en la calle y Rufina fue estrangulada.
   Patrona de Sevilla y también de Burgos, en cuyo monasterio de Las Huelgas se conservaban sus reliquias.
   En Francia fueron elegidas como patronas por los alfareros de Montauban. La iglesia de Prats de Molló, en el Rosellón, está puesta bajo su advocación.
ICONOGRAFÍA
   Están caracterizadas por alcarrazas, cacharros de alfarería que llevan en las manos, trozos de ídolos esparcidos en el suelo, un león que les lame los pies. Las santas enmarcan a la Giralda, antiguo alminar de Sevilla, que ellas habrían protegido del rayo en 1504 (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
Santas Justa y Rufina, en la Historia de la Iglesia de Sevilla
   Santas Justa y Rufina, vírgenes y mártires, patronas de la ciudad de Sevilla. Por no querer adorar a los ídolos, por orden del presidente Diogeniano, padecieron martirio. Justa murió en la cárcel y Rufina fue degollada poco después. Ocurrió hacia el 285. La Iglesia de Sevilla celebra su fiesta el 17 de julio.
   Las pintaron Hernando de Esturmio, Miguel de Esquivel, Ignacio de Ríes, Murillo y Goya, entre otros muchos artistas. La Giralda en medio de ellas, como sostenida y abrazada para que no sufriera daño cuando el terremoto de 1504, según cuentan viejas leyendas. Y a sus plantas los cacharros de loza, símbolo del gremio que patrocinan. Las esculpió Duque Cornejo. Les han cantado himnos desde san Isidoro de Sevilla hasta el divino Herrera y Rodrigo Caro. Las celebran por patronas, junto a Sevilla, otras ciudades como Manises, Orihuela, Talavera de la Reina... Toledo conserva una parroquia con su advoca­ción de resonancia histórica medieval. Las veneran no sólo en España, sino también en Portugal, Francia, Italia y Alemania. Y son la primera página histórica, y gloriosa, de la Iglesia de Sevilla.
   Ellas son santas Justa y Rufina, patronas de Sevilla. Modernamente, un gran poeta sevillano, Antonio Machado, las cantó así:
          Que por mucho que se diga 
          nadie aventajó en el arte 
          cerámico y de alfarería
          cual las Patronas del «barro» 
          las Santas Justa y Rufina.
          Su oficio es noble y bizarro 
          y entre todos el primero,
          pues para gloria del «barro»,
          Dios fue el primer alfarero
          y el hombre el primer cacharro.
   Los albores de la Iglesia de Sevilla están regados por la sangre generosa y joven de dos alfareras hermanas. Su martirio es el primer dato histórico de la Iglesia hispalense recogido en una Passio muy antigua con visos de autenticidad. Su estilo sobrio, la descripción de las adonías, fiesta en honor de la diosa siria Salambó, y la cita del obispo Sabino, que aparece segundo en el catálogo de los obispos de Sevilla del códice emilianense, son indicios suficientes de su autenticidad histórica. 
   Así son descritas en el Pasionario hispánico:
   «Justa y Rufina, como mujeres que eran y muy sencillas por su relativa pobreza, llevaban adelante su casa con paciencia, casta y religiosamente, como necesitadas que todo lo poseen.
   Solían vender vasijas de barro. Con la venta ayudaban a los pobres, y guardaban para sí solamente lo suficiente para cubrir sus gastos cotidianos de comida y vestido. Se ocupaban también de hacer oración cada día...
   Un día, cuando estaban vendiendo sus vasijas, se les presenta no sé qué monstruo inmenso, al que la turba de los gentiles llaman Salambó, pidiéndoles que le den un donativo. Ellas resisten y se niegan a dar nada, diciendo: «Nosotras damos culto a Dios, no a este ídolo fabricado, que no tiene ojos, ni manos, ni vida alguna propia. A no ser que necesite una limosna o padezca necesidad, nosotras no le damos».
   El que, vestido de Zábulo, llevaba sobre sus hombros al ídolo, arremetió tan ferozmente, que rompió y destrozó totalmente todos los cacharros que tenían para vender las santísimas mujeres Justa y Rufina. Entonces estas religiosas y nobles mujeres, no por el daño de la pobreza, sino para destruir el mal de tan gran inde­cencia, empujaron el ídolo, y éste cayó por tierra, haciéndose pedazos. Se tomó esto como un sacrilegio, y corría en boca de los gentiles y proclamaban que eran reas de un gran crimen y dignas de muerte.
   En aquel tiempo era presidente Diogeniano, practicante de los ritos y observan­cias gentiles. Llegó enseguida a sus oídos la noticia de lo sucedido; rápidamente mandó que encerrasen a las piadosas mujeres en la oscuridad de la cárcel y que las condujesen a Sevilla bien custodiadas. Una vez llegadas a dicha ciudad, manda que las sometan a suplicios bajo el miedo de las torturas. Comparecen, pues, las devotas mujeres consagradas a Dios ante el crudelísimo juez Diogeniano. Como el leño penal de los reos no había llegado todavía, manda que traigan unos telares para que no se enfriase con la espera la crueldad de aquel gran furor. Enseguida son colgadas, no para pena, sino para gloria; y manda que las desgarren con uñas. Se humedecían sus entrañas con la sangre purpúrea, pero prometían el martirio. El interrogatorio del juez proclamaba el sacrilegio cometido, pero la confesión de las santas mártires no invocaba nada más que a Cristo, Señor de todas las cosas.
   Viéndolas Diogeniano con cara risueña y exultantes, llenas de alegría como si no sintiesen ningún dolor, dice: «Atormentadlas todavía con mayor oscuridad, encierro de cárcel y hambre».
   Después de algunos días, Diogeniano dispuso que se fuese a los montes Marianos y mandó que las santas mujeres les acompañasen a pie y descalzas por aquellos parajes ásperos y pedregosos.
   Se acercaba ya el tiempo de merecer la victoria. No podía demorarse la digna y debida corona de Dios a tantos padecimientos. La santísima Justa, encomendando a Dios su puro espíritu consagrado, entregó su alma en la cárcel. El guardián de la cárcel comunicó la noticia al presidente Diogeniano, y éste ordenó que arrojasen el cuerpo en un profundísimo pozo. Se enteró de esto el que era entonces religioso varón y obispo Sabino, y mandó que se sacase del pozo el cuerpo de santa Justa y se colocase honoríficamente en el cementerio hispalense.
   A la bienaventurada Rufina, que seguía en la cárcel, le cortaron la cabeza por orden del presidente Diogeniano y entregó a Dios su devoto espíritu. Mandó que llevasen el cuerpo al anfiteatro, donde fue entregado a atroces llamas. Pero el cuerpo, aunque quemado, como consagrado a Dios que estaba, fue sepultado con el mismo honor...»
   ¿Cuándo ocurrieron estos martirios? Un antiguo breviario hispalense señala el año 287, lo que supondría un hecho aislado en período de no persecución. Pero tal vez habría que situar estos martirios unos años después, a principios del siglo IV, durante la persecución general dictada por Diocleciano.
   Prudencia, que vivió cercano a estos sucesos, no refiere en su Peristéphanon a las santas Justa y Rufina. Tampoco hace referencias de otros mártires hispanos, comprobados históricamente. Ni Prudencia quiso agotar el tema ni se puede dudar de la existencia de estas santas, confirmadas por una tradición secular y unas actas que, aunque escritas hacia los siglos VI-VII, están inspiradas en documentos contemporáneos al martirio. Además, el obispo Sabino, que dio cristiana sepultura a sus cuerpos, está confirmado históricamente por su presencia en el concilio de Elvira. Sabino firmó segundo en las actas, lo que indica la antigüedad de su pontificado. «Del culto extraordinario a estas santas a partir del siglo VI dan fe las inscripciones con mención de sus reliquias, los numerosos exvotos en oro encontrados recientemente en Torredonjimeno, procedentes de un santuario, y los oficios de los libros litúrgicos y calendarios mozárabes. La Passio de las santas, de un gran valor histórico, se inspira en fuentes contemporáneas» (J. Vives).
   Tal vez su culto tardío puede justificar que no sean conocidas, ni nombradas, por Prudencio. ¿Y por qué su culto tardío? Discuten los autores si ello fue debido al canon 60 del concilio de Elvira: «Si alguno rompiere los ídolos de los gentiles y fuere allí muerto por eso, no sea recibido en el número de los mártires; porque ni hallamos aquello en el Evangelio ni en las Actas de los Apóstoles», en posible alusión a la actitud que tomaron las santas sevillanas. Los padres conciliares debían tener muy presente y vivo por lo reciente de las circunstancias en que murieron estas santas y debieron redactar este canon para moderar imprudencias que podrían provocar la ira de los paganos y la muerte consiguiente a manos de ellos.
   Es posible que esto fuera así y que el martirio de Justa y Rufina pasara durante unos años como en sordina. Tampoco son nombradas, ya pasado el tiempo, por san Isidoro, a quien se atribuye sin embargo el himno «Assunt punicca floscula virginum», a ellas dedicado.­ Pero una cosa es cierta y bien patente: en la época visigoda recibían culto, como se demuestra por las inscripciones y santuarios referidos a estas santas. Han aparecido inscripciones, con deposición de reliquias, en Salpensa (648), Alcalá de los Gazules (662), Vejer de la Miel (674?), y Guadix (652). En Torredonjimeno (antigua Ossaria, junto a Tucci, Martos) hubo en época visigoda un santuario dedicado a ellas. Y en época árabe, Toledo contaba con la iglesia mozárabe de Santas Justa y Rufina, que posiblemente exis­tiera ya en el período visigodo. Sevilla tenía una basílica o santuario a sus afueras, cuando fue invadida por los árabes. Hacia 720, en una mezquita construida junto a este santuario, fue asesinado Abd al-Aziz, según cuenta el historiador árabe Ibn al-Kuthiya.
   El Hieronimiano hace mención el 19 de julio de santa Justa: «In Spanis Iustae». Pero los calendarios hispanos colocan la fiesta de estas santas el 17 de julio, día en que las conmemora la Iglesia de Sevilla. Tampoco hay contradicción en ambas fechas, ya que las Adonías, como ha probado Cumont, se celebraban en Siria del 17 al 19 de julio.
    En el antiguo convento de trinitarios calzados de Sevilla, actual colegio de los salesianos de la Trinidad, se encuentra un calabozo subterráneo, que la piedad secular sevillana­ ha señalado como la cárcel en la que fueron encerradas las Santas Patronas de Sevilla, como así se las llama. Precisamente con este nombre tienen dedicada una calle en el antiguo barrio de la Cestería, junto a la Puerta de Triana, por creer que probablemente vivían en aquella zona. Extramuros de la ciudad, por la parte oriental, se halla el prado de Santa Justa, en el lugar llamado Campo de los Mártires, donde se cree que en la época romana se hallaba el cementerio (Carlos Ros, Sevilla Romana, Visigoda y Musulmana, en Historia de la Iglesia de Sevilla. Editorial Castillejo. Sevilla, 1992).
Conozcamos mejor la Biografía de las Santas Justa y Rufina, vírgenes y mártires;
     Santas Justa y Rufina, (¿Sevilla?, s. III – Sevilla, 17 de julio principios del s. IV). Vírgenes, mártires y santas.
     Los datos sobre la vida de estas dos santas (Justa y Rufina) son antiguos, e inscripciones de los siglos vi y vii recuerdan sus reliquias; el Martyriologium Hieronymianum menciona sólo a santa Justa, pero el Acta Sanctorum recoge numerosos documentos relativos a las dos hermanas, tanto de martirologios antiguos cuanto de escritores más recientes, como Ambrosio de Morales, Francisco de Padilla y Antonio de Quintadueñas, entre otros.
     Justa y Rufina, según la tradición, eran hermanas y se ganaban la vida como alfareras en Híspalis (Sevilla).
     En cierta ocasión, en la fiesta pagana de las Adonías, una procesión de gentes que llevaban en andas el ídolo de la diosa de origen babilónico, Salambó, pasó ante su mercado y requirieron de las mujeres algunas vasijas como ofrenda a la diosa; la negativa de éstas condujo a la ruptura de varias piezas y a la destrucción del ídolo. Acusadas de sacrílegas ante el gobernador Diogeniano, fueron encarceladas y sometidas a torturas como la de ir caminando descalzas por Sierra Morena. Justa murió de hambre y tormento en la cárcel y su cuerpo fue arrojado a un pozo, y Rufina, tras amansar a un león que iba a devorarla en el anfiteatro, murió degollada allí y su cuerpo fue quemado. El obispo Sabino unió las reliquias de las dos hermanas y probablemente la hagiografía de las santas ya estaba compuesta en los siglos VI-VII. El culto fue acrecentándose, sobre todo por la Bética, como atestiguan las inscripciones, los oficios de los libros litúrgicos, los calendarios mozárabes; y la cantidad de templos y altares que se les fueron dedicando a lo largo de los tiempos, entre los que destacan el templo mozárabe de santa Justa en Toledo y la iglesia y monasterio levantados sobre las cárceles de su martirio por el rey Fernando III el Santo.
     Iconográficamente se las representa juntas, vistiendo, por lo general, túnica talar al modo de las mujeres romanas, aunque sus vestimentas se han adaptado a los tiempos, como es el caso del magnífico lienzo de Goya, encargado en 1817 por el Cabildo de la catedral de Sevilla, en el que las santas aparecen ataviadas al modo de las mujeres del pueblo de la época; Sus atributos personales son los cacharros de barro rotos, a veces también un ídolo pagano mutilado y, en menos ocasiones, los símbolos de su martirio, la espada y los rastrillos de púas y un león que les lame los pies. Muchas veces, en la representación, aparece la Giralda haciendo alusión a la leyenda según la cual las santas bajaron del cielo y, apoyándose en ella, la salvaron de un violento terremoto que azotó Sevilla en el siglo XVI.
     Las santas Justa y Rufina son patronas de los alfareros y también de Sevilla, Orihuela, Huete y otras muchas localidades, y a ellas están dedicados numerosos templos; su fiesta se celebra el 17 de julio (Elena Sainz Magaña, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
      Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el Frontal cerámico de altar de las Santas Justa y Rufina, de Hernando de Valladares, en el Patio de los Bojes, del Museo de Bellas Artes, de Sevilla. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la ciudad.

Más sobre el Patio de los Bojes del Museo de Bellas Artes, en ExplicArte Sevilla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario