Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el Retablo de San Juan Francisco Regis, de Pedro Duque Cornejo y Felipe Fernández del Castillo, en la Iglesia de San Luis de los Franceses, de Sevilla.
Hoy, 31 de diciembre, en el territorio de La Louvesc, en los montes cercanos a Puy-en-Vélay, en Francia, Memoria de San Juan Francisco Regis, presbítero de la Orden de la Compañía de Jesús, el cual, peregrinando por montes y aldeas, procuró sin descanso la renovación de la fe católica en las almas de los habitantes, mediante la predicación y la celebración del sacramento de la penitencia (1640) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
Y que mejor día que hoy, para ExplicArte el Retablo de San Juan Francisco Regis, de Pedro Duque Cornejo y Felipe Fernández del Castillo, en la Iglesia de San Luis de los Franceses, de Sevilla.
La Iglesia (desacralizada) de San Luis de los Franceses [nº 40 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 78 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la calle San Luis, 37; en el Barrio de la Feria, del Distrito Casco Antiguo.
Uno de los retablos embutidos en los cuatro machones que sostienen la cúpula de la Iglesia de San Luis de los Franceses, ejemplifican diversos aspectos de la religiosidad jesuítica, encarnados en sus principales santos.
La estructura del retablo de San Juan Francisco Regis (gemelo del de San Luis Gonzaga) es semejante a la de los de San Ignacio de Loyola y San Francisco de Borja, aunque con variantes en los estípites en las hornacinas, como si fueran fruto de un más depurado diseño, o los anteriores de una simplificación de estos para encajarles las vitrinas. Tanto los detalles de la talla como las figuras angélicas son de extraordinaria calidad lo que indicaría una ejecución dirigida por Duque Cornejo aunque fuese ejecutada por algún artista de su círculo. La abundancia de espejos produce la sensación de una arquitectura ingrávida que emerge del plano abstracto del azogue. Tanto la arquitectura como la talla flota y así los elementos sustentantes aparecen distorsionados, y minimizados. Las pinturas laterales, los emblemas y las esculturas se muestran como "apariencias", como ventanas a otro mundo. No conocemos la identidad de los donantes pero debieron pertenecer como en los demás casos a la oligarquía de la ciudad.
La escultura de San Juan Francisco Regis se debió incluir en el programa del templo en relación con su beatificación en 1716, por ser el primer jesuita francés que fue elevado a los altares, en sutil homenaje a la nueva dinastía, más tarde, en 1737 se canonizó a instancias de las casas reales de Francia y España. De todas formas, como hemos adelantado, se eligió previamente, sobre todo por ser un ejemplo de caridad, aunque probablemente se tendría en cuen ta su nacionalidad. Si comparamos la imagen con la de San Luis Gonzaga es bastante menos movida y obra claramente de taller, está más encajada en su hornacina, sin salir hacia fuera y su estatismo se trasmite también a los plegados de la sotana y del sobrepelliz. Sin embargo, el rostro tiene algo más de expresividad y energía lo mismo que las manos.
Los bustos del Ecce Homo y de la Dolorosa son notables muestras del Arte de Pedro de Mena de un tipo que se había popularizado extraordinariamente en la última década de la producción del maestro (1678/1688). Además de reflejar una forma de religiosidad intimista y persuasiva cercana a la espiritualidad de la Compañía, tienen el interés añadido de ser un documento más de la relación que el artista y su taller mantuvo con la orden. Mena trabajó para los Jesuitas de Málaga, donde realizó una Dolorosa y unos bustos a partir de la canonización de San Francisco de Borja. En Madrid había tallado unas esculturas complementarias para el crucificado de Juan de Mesa del Colegio Imperial, que conformaban un calvario. En San Luis, estos bustos pueden responder a una donación del propio artista a raíz del ingreso de su hijo en la Compañía que tras el noviciado estuvo en el colegio de San Teodomiro de Carmona.
Esquema iconográficos: Pedro Duque Cornejo y F. Fernández del Castillo (1733-39)
RETABLO DE SAN JUAN FRANCISCO REGIS (Pinturas y policromía, Domingo Martínez y taller)
l. Tránsito del Santo en presencia de Cristo y la Virgen
2. VT SOLI VICINIOR OCCIDIT ORBIS. El disco lunar se oculta como más próximo al sol. (Paisaje con la aurora y la luna)
3. San Juan Francisco Regís (Taller de Duque Cornejo)
4. San Juan Francisco salvado por un ángel del asesinato de los herejes
5. Milagro del Precipicio
6. Dolorosa (Pedro de Mena)
7. Aparición de la Virgen a San Juan Francisco.
8. NON INVIA CVLMINA SOLIS. No hay cumbres inaccesibles al sol. (paisaje montañoso con sol)
9. En el frontal NOX EXPLICAT IGNES. La noche aplaca los Juegos (Juan Luis Ravé Prieto, San Luis de los Franceses. Arte Hispalense, 89. Diputación de Sevilla, 2010).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de San Juan Francisco Regis, presbítero:
Jesuita francés motejado el Apóstol del Velay.
Nació en 1597 en Fontcouverte, pequeño pueblo de la región de Bas Languedoc. En 1616 ingresó en el noviciado de los jesuitas de Toulouse. Su prédica devolvió a la fe católica a muchos campesinos de las regiones de Cévennes y de Velay que se habían hecho protestantes. En el Mediodía francés fundó asilos para mujeres arrepentidas.
Murió en 1640 en La Louvesc, Vivarais, en cuya iglesia se conserva su tumba.
Fue beatificado en 1716.
Canonizado por el papa Clemente XI en 1737, por solicitud de los reyes de Francia y España, fue el primer jesuita francés elevado a la dignidad de santo.
Su popularidad fue tan grande que el apellido Régis se convirtió, al igual que el de San Francisco Javier o el de Santa Francisca de Chantal, en un nombre de pila muy corriente.
Fue adoptado como santo patrón por los encajeros de Puy en Velay, porque con el objeto de procurar trabajo a las mujeres arrepentidas, consiguió del rey la abolición de un edicto suntuario que prohibía llevar encajes.
ICONOGRAFÍA
Su atributo es un crucifijo que presenta a un moribundo (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
Conozcamos mejor la Biografía de Duque Cornejo, autor de la obra reseñada;
Pedro Duque Cornejo, (Sevilla, 14 de agosto de 1678 – Córdoba, 1757). Escultor y arquitecto.
Perteneciente a una de las estirpes de artistas más importantes del barroco andaluz, Duque Cornejo, representa el máximo exponente y culmen de las escuelas sevillana y granadina en la escultura barroca.
Además de escultor de tallas, trabajará como arquitecto de retablos, fundamentalmente realizando el diseño o traza, y también conociéndose obras suyas en pintura y grabado. Se le considera el imaginero y entallador más destacado del siglo XVIII en Andalucía.
En su figura confluyen factores importantes, como es una rica formación en varias disciplinas artísticas, que le permiten no dedicarse exclusivamente a la talla; y la culminación de la idea de artista que ejerce las tres artes, que está presente en la tradición andaluza desde la figura singular de Alonso Cano. Conocedor de su propia valía, siempre tuvo un alto concepto de sí mismo, e intentó por ello la consecución del título de escultor de cámara del rey, que no logró nunca, aunque sí obtuvo el de escultor de la reina, así como privilegio de hidalguía, concedido por la Real Chancillería de Granada en 1751. Dejó muestra de su trabajo por gran parte de Andalucía, fundamentalmente Sevilla, Granada y Córdoba, y también trabajó en Madrid. Sus esculturas se van a caracterizar por las poses afectadas y el impulso barroco conseguido con las grandes ondulaciones de las telas, en sus retablos va a ser constante la aparición del estípite, como elemento definitorio de las arquitecturas.
Sus padres fueron el escultor de origen granadino José Felipe Duque Cornejo y Francisca Roldán Villavicencio, pintora de oficio e hija a su vez del escultor Pedro Roldán. Pedro Duque Cornejo se formará en el entorno del taller familiar de su abuelo, al que hay que considerar su maestro, ya que su padre fue un escultor mediocre. El taller de Pedro Roldán era el más activo de la Sevilla del último cuarto del siglo XVII, y estaba nutrido por toda la saga familiar dedicada a oficios artísticos, como su tía Luisa Roldán, la Roldana. En este ambiente aprendería todo lo concerniente a la escultura y a la pintura y policromía de las imágenes. Su dedicación a la arquitectura vendrá algo más tardía, por el trabajo conjunto con dos arquitectos importantes, Jerónimo Balbás en Sevilla y Francisco Hurtado Izquierdo en Granada, figuras importantes para entender la obra retablística de Duque Cornejo.
Sus primeras obras se fechan en torno a 1702, dedicándose en estos primeros momentos a la escultura de tallas y a los grabados. Empieza a granjearse cierta fama en Sevilla, lo que hace que se le encarguen las esculturas del retablo mayor de la iglesia del Sagrario de Sevilla (desaparecido en el siglo XIX), la parte arquitectónica corrió a cargo de Jerónimo Balbás, insistiendo el cabildo catedralicio en la participación de Duque Cornejo, esta empresa ocupó al escultor entre 1706 y 1709.
En 1709 contrae matrimonio en Sevilla con Isabel de Arteaga, con la que tendrá un total de siete hijos, algunos de ellos dedicados a la pintura y escultura, van a destacar Enrique, José y María, que trabajarán como ayudantes en el taller paterno.
Este trabajo junto a Balbás le anima a emprender su carrera como arquitecto y en 1711 contrata su primera obra como maestro arquitecto y escultor, el también desaparecido retablo de la iglesia parroquial de San Lorenzo de Sevilla; en sus retablos va a hacer gala de un barroquismo exaltado. Durante este período no deja de realizar también encargos propiamente escultóricos.
En 1714 está documentado su traslado a Granada, ciudad en la que permanecerá hasta 1719. Su principal encargo es para la iglesia de la Virgen de las Angustias, donde va a realizar la transformación de la imagen titular y añade en la nave de la iglesia esculturas monumentales de tamaño superior al natural.
También se le encarga la realización del retablo de la Virgen de la Antigua en la catedral granadina, donde se va a ocupar del diseño y ejecución de la arquitectura y escultura. Su diseño es deudor de Hurtado Izquierdo.
De vuelta en Sevilla, recibe el encargo de dos retablos para la cartuja de Santa María de las Cuevas, primer contacto con la Orden cartuja, que le proporcionará otros dos encargos importantes: la realización de las esculturas para la cartuja de Granada y para la de El Paular en Madrid. Las esculturas de Granada las realizará en su segunda estancia en la ciudad entre 1723 y 1728, trabajando junto con los mejores escultores granadinos del momento. Mientras realiza el encargo granadino, recibe el de Madrid, donde viajará en 1725, alternando los dos proyectos. En ambos, la arquitectura corre a cargo de Hurtado Izquierdo. Las esculturas para las cartujas de Granada y El Paular son consideradas el mejor exponente de la escultura de Duque Cornejo.
En estos años alternará su estancia en Granada y Madrid, con estancias también en Sevilla, donde realizará encargos importantes en la catedral.
Durante la permanencia de la Corte de Felipe V en Sevilla, el llamado “Lustro Real”, entre 1729 y 1733, Duque Cornejo intenta entrar en la órbita de los artistas cortesanos, consiguiendo el nombramiento de escultor de la reina Isabel de Farnesio, gran aficionada a las Bellas Artes. La intención del artista es conseguir el nombramiento de escultor de cámara, que no logrará.
En 1731 recibe su encargo más ambicioso: la realización de la arquitectura y las esculturas de los retablos de la iglesia de San Luis de los Franceses de Sevilla y de la capilla de los Novicios, para los Jesuitas. El retablo de la capilla de los Novicios es considerado su mejor intervención en el campo de la retablística.
A partir de este momento, Duque Cornejo recibirá multitud de encargos de retablos, como los sevillanos de San Leandro o el de la parroquia de Nuestra Señora de la Consolación de Umbrete (Sevilla). En 1734 se ocupa del encargo de la realización del retablo de la Virgen de la Antigua de la catedral y del sepulcro del arzobispo Salcedo y Azcona, para situarlo en la misma capilla. El retablo es una realización en piedra.
La obra que va a ocupar los últimos años en la vida del maestro es el encargo del coro de la catedral de Córdoba. Primero se le encomendará la ejecución de los laterales y luego el frente a modo de retablo, concertando lo primero en 1747 y el frente en 1752.
Duque Cornejo diseña tanto la arquitectura como la escultura de esta inmensa obra repleta de ornamentación, relieves y esculturas de bulto. Cuando el coro se inauguró el 17 de septiembre de 1757, Duque Cornejo había fallecido unos meses antes, siendo enterrado en la misma catedral cordobesa (Cipriano García-Hidalgo Villena, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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