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miércoles, 30 de abril de 2025

El Busto-Relicario de San Pío, de Juan Laureano de Pina, en la Sacristía Mayor de la Catedral de Santa María de la Sede

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el "Busto-Relicario de San Pío", de Juan Laureano de Pina, en la Sacristía Mayor de la Catedral de Santa María de la Sede, de Sevilla.
     Hoy, 30 de abril, San Pío V, papa, de la Orden de Predicadores, que elevado a la sede de San Pedro, se esforzó con gran piedad y tesón apostólico en poner en práctica los decretos del Concilio de Trento acerca del culto divino, la doctrina cristiana y la disciplina eclesiástica, promoviendo también la propagación de la fe. Se durmió en el Señor en Roma, el día primero del mes de mayo (1572) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
     Y que mejor día que hoy, para ExplicArte el "Busto-Relicario de San Pío", de Juan Laureano de Pina, en la Sacristía Mayor de la Catedral de Santa María de la Sede, de Sevilla.
     La Catedral de Santa María de la Sede  [nº 1 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 1 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la avenida de la Constitución, 13; con portadas secundarias a las calles Fray Ceferino González, plaza Virgen de los Reyes, y calle Alemanes (aunque la visita cultural se efectúa por la Puerta de San Cristóbal, o del Príncipe, en la calle Fray Ceferino González, s/n, siendo la salida por la Puerta del Perdón, en la calle Alemanes); en el Barrio de Santa Cruz, del Distrito Casco Antiguo.  
     En la Catedral de Santa María de la Sede, podemos contemplar la Sacristía Mayor [nº 091 en el plano oficial de la Catedral de Santa María de la Sede]; No ha cambiado de nombre desde su construcción. En el siglo XVII tenía dos altares, uno del "Calvario" y otro de San Miguel (Alfonso Jiménez Martín, Cartografía de la Montaña hueca; Notas sobre los planos históricos de la catedral de Sevilla. Sevilla, 1997).
     En la Sacristía Mayor de la Catedral encontramos el Busto-Relicario de San Laureano, de plata de ley, obra del platero Juan Laureano de Pina en la segunda mitad del siglo XVII y que hace pareja con el de San Laureano. El relicario (tiene unas medidas de 1,19 x 0,58 x 0,58 m.) está formado por el busto del Santo. Éste aparece vestido de obispo con mitra y capa pluvial, unida por un broche desaparecido, en el que se encontraba la reliquia. En el arranque de los brazos aparecen cabezas de angelotes aladas. La decoración de la vestimenta es a base de perlas, para los bordes, ces planas, ornamentadas tanto con perlas como con motivos vegetales. La mitra se decora con los mismos motivos, además de piedras engastadas y esmaltes. La peana de planta cruciforme presenta la misma decoración de ces y motivos vegetales. Los ángulos de ésta, la mitra y el broche se encuentran dorados. Parte del tratamiento de las vestimentas están punteados. En la zona de los hombros las figuras de San Isidoro y San Leandro, en la espalda, Virgen con el niño. El rostro está policromado.
     Posiblemente fue restaurada en el siglo XIX (Guía Digital de Patrimonio Cultural de Andalucía).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de San Pío V, papa
;
      Papa de la orden de los dominicos, de la cual es el patrón, muerto en 1572.
      Sus atributos son el crucifijo y el rosario (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
Conozcamos mejor la Biografía de Juan Laureano de Pina, autor de la obra reseñada;
       Juan Laureano de Pina, (Jerez de la Frontera, Cádiz, junio de 1642 – Sevilla, 11 de abril de 1723). Platero.
       Los primeros años de este longevo artífice trascurrieron en su ciudad natal, donde se formó e hizo sus primeros trabajos. En 1664 comenzó su fructífera carrera. En 1669 estaba concluyendo la urna que la cofradía del Calvario le encargó para la imagen de Cristo yacente, aunque no se estrenaría hasta el Viernes Santo de 1694. En 1674 concluyó el ostensorio de la parroquia de San Miguel que, frente a la obra anterior, marcaba un quiebro significativo en su trayectoria hacia las formas del barroco pleno. En Sevilla se encontró, al menos desde 1676, haciendo oficial su ingreso en el gremio, con el examen de maestro. Lo hizo a una edad muy avanzada, sin duda por la necesidad de cumplir con los requerimientos del oficio, que obligaba a superar la prueba para poder abrir tienda. En apenas unos meses estaba a disposición del Cabildo catedralicio, ocupándose de su platería. Inició entonces una trayectoria larga y jalonada por numerosas obras de singular importancia. Empezó por renovar el sagrario del altar mayor, en torno a 1687, construir un tabernáculo para la efigie de Santa Rosalía que había traído de Palermo el arzobispo Palafox (1688), y continuó con otros encargos del propio prelado. De especial relevancia es el altar eucarístico de las festividades litúrgicas, que con la intervención de Pina cobrará una nueva dimensión monumental, próxima a la que hoy tiene. De 1689 es la corona grande y de 1695 los rayos, legados por el propio prelado.
       Enviudaba en 1697 y volvió a contraer matrimonio en 1711 con Francisca Guerrero de Alcántara, tía de uno de los plateros más influyentes de la ciudad. Además, emparentó con el matrimonio de sus hijas con otros maestros de la ciudad, constituyendo así un verdadero clan que le permitió capitalizar los principales encargos de platería de mazonería hasta el primer cuarto del siglo. De esta época hay que señalar, al margen de la obra en la catedral, dos de las más importantes custodias realizadas en el barroco sevillano, la de la Magdalena y la que posee la sacramental de Santa María de la Mesa, en Utrera. La primera fue diseñada probablemente por Cristóbal Sánchez de la Rosa y realizada por Pina. La otra es fruto de un proceso más largo que rebajó el carácter unitario de la pieza, que hubo de tener de acuerdo con el diseño de Juan Laureano, el mismo que por las mismas fechas había utilizado para hacer el Sagrario de la parroquial de Morón de la Frontera. Obras que tienen en común detalles estructurales tan significativos como las columnas salomónicas.
       A medida que su popularidad se extendía por el reino sevillano, aumentó la participación de su taller. Por las poblaciones sevillanas se repartían otras obras, como una cruz para el Arahal, documentada, pero no identificada (1689), el copón de la parroquia de Alcalá del Río (1689), la cruz parroquial de Guillena (1707) o la cruz procesional de San Miguel de Morón. Ello sin olvidar un conjunto de piezas que trascienden estas fronteras: las obras de Tierra Santa, realizadas en la última década del siglo XVII. Está compuesto por un tabernáculo, un portapaz y un cuadro de la Sagrada Familia, todos ellos regalados por el propio artífice entre 1691 y 1699. Las últimas piezas llevan incisas sendas dedicatorias, la del portapaz dice así: “Ioannes Laureanus hispalensis, provintiae vaeticae in regon hispaniae offert hanc portam pacem sanctuario ubi natus est, beatus Ioannes Baptista. Anno Domini 1699”.
       Como colofón a su carrera hay que colocar dos piezas singulares hechas para la catedral sevillana, la lámpara que cuelga en el presbiterio del Sagrario, encargada por el arzobispo Arias, como complemento lumínico a la obra del altar (hecho en 1711 y entregado al año siguiente) y la urna de San Fernando. La urna, relicario de San Fernando, fue trabajo prolijo y que comienza prácticamente desde que el santo rey subió a los altares (1671) hasta 1719 (Fernando Quiles García, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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martes, 29 de abril de 2025

La imagen "Santa Catalina de Siena", anónima, en la sillería del Coro, de la Catedral de Santa María de la Sede

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la imagen "Santa Catalina de Siena", anónima, en la sillería del Coro, de la Catedral de Santa María de la Sede, de Sevilla
     Hoy, 29 de abril, Fiesta de Santa Catalina de Siena, virgen y doctora de la Iglesia, que, habiendo ingresado en las Hermanas de la Penitencia de Santo Domingo, deseosa de conocer a Dios en sí misma y a sí misma en Dios, se esforzó en asemejarse a Cristo crucificado. Trabajó también enérgica e incansablemente por la paz, por el retorno del Romano Pontífice a la Urbe y por la unidad de la iglesia, y dejó espléndidos documentos llenos de doctrina espiritual (1380) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
     Y que mejor día que hoy para ExplicArte la imagen "Santa Catalina de Siena", anónima, en la sillería del Coro, de la Catedral de Santa María de la Sede, de Sevilla.
     La Catedral de Santa María de la Sede [nº 1 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 1 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la avenida de la Constitución, 13; con portadas secundarias a las calles Fray Ceferino González, plaza del Triunfo, plaza Virgen de los Reyes, calle Cardenal Carlos Amigo, y calle Alemanes (aunque la visita cultural se efectúa por la Puerta de San Cristóbal, o del Príncipe, en la calle Fray Ceferino González, s/n, siendo la salida por la Puerta del Perdón, en la calle Alemanes); en el Barrio de Santa Cruz, del Distrito Casco Antiguo.
     En la Catedral de Santa María de la Sede, podemos contemplar el Coro [nº 004 en el plano oficial de la Catedral de Santa María de la Sede]; No ha cambiado de nombre, aunque las sillas han estado, al menos, en cuatro lugares diferentes; el actual, salvo las interrupciones debidas a obras o accidentes, es el que posee desde 1514. En el antiguo estaban sepultados los arzobispos don Remondo y don Pedro Gómez Barroso (Alfonso Jiménez Martín, Cartografía de la Montaña hueca; Notas sobre los planos históricos de la catedral de Sevilla. Sevilla, 1997).
   La Catedral de Santa María de la Sede; encontramos el coro, cerrado por una reja realizada por Francisco Salamanca (1518-23). Su sillería consta de 117 sitiales de madera, con esculturas de santos y relieves del Antiguo y Nuevo Testamento. Es un conjunto realizado por Nufro Sánchez, comenzado en 1478 y acabado en el siglo XVI (Manuel Jesús Roldán, Iglesias de Sevilla. Almuzara, 2010).
   Pues bien en uno de los sitiales encontramos la imagen de Santa Catalina de Siena, virgen y doctora de la Iglesia, obra anónima, de hacia 1470-1550, realizada en estilo renacentista, en madera tallada y con unas medidas de 0'35 x 0'14 x 0'08 mts. La santa dominica ha sido representada de pie vistiendo el hábito de su orden, que se cierra con manto al cuello. Este se cruza casi en horizontal desde su rodilla derecha hasta su antebrazo izquierdo creando un gran contraste con los pliegues verticales de su túnica. En su mano derecha porta su atributo parlante, el corazón (Guía digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
Conozcamos mejor, la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía, de Santa Catalina de Siena, virgen y doctora de la Iglesia; 
HISTORIA Y LEYENDA
      Santa dominica del siglo XIV cuya biografía ha sido desleída con prolija abundancia por su confesor Raimundo de Capua, y resumida por Tommaso Caffarini: es lo que se denomina Leyenda Mayor y la Leyenda menor.
      Nacida en Siena hacia 1347 (Según Fawtier, la fecha de su nacimiento debería situarse diez años antes, hacia 1337), era la vigésimoquinta hija de un tintorero que se llamaba Jacopo Benincasa.
      A los siete años hizo votos de virginidad. Como su madre quería casarla, se rasuró la cabeza. Recibida en la tercera orden de Santo Domingo a los dieciséis años de edad, a pesar de la oposición familiar, vistió el hábito negro de las terciarias o Hermanas de la Penitencia (Mantellate).
      En el convento llevó una vida ascética que arruinó su frágil salud. Durante cincuenta días sólo se alimentó de hostias. Curó leprosos y cancerosos. Como el olor fétido de las supuraciones de una cancerosa le producía náuseas, se obligó a chupar el pus que drenaba la llaga.
      Para recompensarla de ese valor sobrehumano, Cristo le mostró la herida de su costado, al igual que una madre presenta el pecho a su recién nacido, y le permitió apoyar los labios en ella, luego la desposó místicamente poniéndole un anillo en el dedo.
      La seráfica virgen profesaba una devoción particular a Sana Inés de Montepulciano. Cuando Catalina visitó la tumba de Santa Inés, en peregrinación, y se inclinaba ante el cuerpo de la Santa para besarle el pie, ésta la levantó hasta la altura de sus labios.
      Se la glorificaba por haber contribuido a traer al papa Gregorio XI a Roma, desde Aviñón. En ocasión del gran cisma de Occidente, tomó partido por Urbano VI.
      Aspiraba a la corona del martirio. Ese consuelo se le negó. Murió en Roma en 1380. Su cuerpo reposa bajo el altar mayor de la iglesia dominica de Santa María sopra Minerva, cerca de Fra Angélico. Pero su cabeza fue reclamada por Siena, su ciudad natal.
      La mayor parte de los rasgos de su leyenda son de origen dudoso. Es cierto que la historia de su Estigmatización fue inventada por los dominicos para competir con San Francisco de Asís. Además, los franciscanos que creían reservar a su patrón el monopolio de este milagro, se empeñaron en discutir la autenticidad de los estigmas de la terciaria dominica.
      Los franciscanos insistían acerca de las "conformidades" de San Francisco de Asís con Cristo. Los dominicos hicieron otro tanto en favor de Santa Catalina de Siena. Es por ello que pretenden que murió a los treinta y tres años, la presunta edad de Jesús en el momento de su Crucifixión. Y hasta le otorgaron el título de esposa de Cristo: "sponsa Christi".
      De ahí nació la leyenda de su Matrimonio místico con Cristo, que es una copia de la leyenda de su homónima, Santa Catalina de Alejandría.
CULTO
      Catalina fue canonizada en 1461 por su compatriota, el humanista de Siena Eneas Sylvius Piccolomini, elegigo papa con el nombre de Pío II.
      En Siena se la llamaba La Santa, a secas, de la misma manera que San Antonio, en Padua, era Il Santo.
      Demasiado tardía como para reivindicar los patronazgos de las corporaciones, ya provistos, su culto se habría mantenido en Siena, local, como el de los Santos Ansano y Galgano, si no lo hubiese difundido la orden de Santo Domingo y el papado.
ICONOGRAFÍA
      No existe retrato auténtico de Santa Catalina de Siena.
      El fresco atribuido a Andrea Vanni en la iglesia de S. Domenico in Camporeggi, al igual que el busto relicario (Sacra Testa) falsamente atribuido a Jacopo della Quercia, que posee la Biblioteca comunal de Siena, son ciertamente obras posteriores a su muerte. La pintura data aproximadamente de 1390 y la cabeza relicario de cobre repujado es del siglo XV.
      Por lo tanto, su iconografía es convencional.
      Vestida con una túnica blanca y el manto negro de las dominicas, lleva en la mano el lirio simbólico de las vírgenes o un crucifijo.
      A veces tiene como atributo un corazón, porque Jesús le habría dado su corazón a cambio del suyo. Tiene la frente ceñida por una corona de espinas, porque cuando Cristo, la invitó a elegir entre una corona de oro y otra de espinas, optó por la segunda. Por último, a la manera de San Francisco, se caracteriza por sus estigmas, de los cuales, a veces, brotan lirios  (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
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lunes, 28 de abril de 2025

La Sala VI (planta superior del Patio de los Bojes), de Juan de Oviedo, del Museo de Bellas Artes

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la Sala VI (planta superior del Patio de los Bojes), de Juan de Oviedo, del Museo de Bellas Artes, de Sevilla
     El Museo de Bellas Artes (antiguo Convento de la Merced Calzada) [nº 15 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 59 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la Plaza del Museo, 9; en el Barrio del Museo, del Distrito Casco Antiguo.
     Con esta sala comienza el recorrido de la parte alta del Museo, a la que se accede a través de la magnífica y solemne escalera conventual. Aprovecha esta sala la segunda planta del claustro principal y en ella se disponen pinturas pertenecientes a la escuela sevillana del siglo XVII y otras pinturas foráneas de notorio interés. Comienza el recorrido con dos obras de Matías de Arteaga que representan Las bodas de Caná y La Circunsición, seguidas por un Santo Tomás de Aquino que pertenece a Francisco Herrera el Joven. A Francisco Antolínez  corresponde la representación de Jacob con los rebaños de Labán y a Juan Simón Gutiérrez, sendas pinturas de San Joaquín y Santa Ana.
   La serie de santas es un conjunto de calidad dispar que pertenece a un pintor anónimo seguidor de Zurbarán. Pero al propio Zurbarán pertenece una Virgen del Rosario, una escena de Jesús entre los doctores y un Cristo crucificado. El Retrato de Fray Domingo de Bruselas es obra de Cornelio Schut, lo mismo que una Inmaculada, mientras que un Apostolado es obra que se atribuye a Miguel Polanco. Dos curiosos trampantojos con representación de la Virgen con el Niño y San Nicolás de Bari pertenecen a Juan José Carpio.
     Fuera de la escuela sevillana hay que mencionar un Santiago apóstol y una Santa Teresa, adscritas a Ribera. Al pintor madrileño Francisco Gutiérrez pertenecen una Caída de Troya y José en Heliópolis. Las cuatro pinturas de Las estaciones del año son bodegones del también madrileño Francisco Barrera. A la misma escuela pertenece José Antolínez, autor de una magnífica representación de Santa María Magdalena [Alfredo J. Morales, María Jesús Sanz, Juan Miguel Serrera y Enrique Valdivieso. Guía artística de Sevilla y su provincia I. Diputación de Sevilla y Fundación José Manuel Lara, 2004].
     La sala VI ocupa la galería en torno al claustro de los Bojes y en ella se prorroga la pintura sevillana del siglo XVII, a la que se añaden obras de otros artistas de fuera. De lo mejor, son los cuadros de Zurbarán: un Crucificado, la Virgen del Rosario y Jesús entre los doctores. Hay tam­bién una serie de santas que siguen su estilo, pero no son de Zurbarán, sino de un seguidor o imitador anónimo. Santo Tomás de Aquino es un buen lienzo de Francisco Herrera el Joven; La circuncisión y Las bodas de Caná, con sus fondos arquitectónicos, de Matías Arteaga, ciudadrealeño formado en Sevilla. De entre los pintores foráneos, sobresalen tres lienzos de José Ribera, una Santa Teresa, un Santiago apóstol y un San Sebastián. Una serie muy lla­mativa en esta sala es la de Las estaciones del año, del madrileño Francisco Barrera, formada por cuatro encantadores bode­gones que representan la primavera, el verano, el otoño y el invierno (Rafael Arjona, Lola Walls. Guía Total, Sevilla. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2006).
LA PINTURA SEVILLANA DEL PRIMER TERCIO DEL SIGLO XVII
     A comienzos del siglo XVII pervive en la escuela sevillana mucho de la tradición del siglo anterior. No obstante, fue la tendencia manierista, reducida a fórmulas académicas retardatarias e impostoras de una disciplina dibujística, la que en gran medida posibilitó que decenios más tarde se desarrollara la gran pintura sevillana del siglo XVII con la llegada de las libertades barrocas. En la primera generación de artistas, Francisco Pacheco representa la pervivencia de la tradi­ción (Salas III-IV) y Juan de Roelas la renovación naturalista que triunfará, basada en un lenguaje directo y narrativo.
LA PRIMERA GENERACIÓN DE ARTISTAS. (SALAS IV, V, VI)
     En la primera generación de artistas activo en Sevilla que partiendo de una formación manierista fueron evolucionando hacia el naturalismo, destaca Antonio Mohedano (Antequera, 1561-1626), de quien conserva el Museo una de las obras de su reducido catálogo, La Sagrada Familia (hacia 1610). De Juan de Uceda (Sevilla, hacia 1570-1631) se conserva su primera realización conocida, la finalización del Tránsito de San Hermenegildo que Alonso Vázquez dejó inconcluso al marchar a México. A él pertenece también La Trinidad en la Tierra, firmada y fechada en 1623, que ofrece el interés de estar situada en el mismo lugar para el que se realizó el convento de la Merced, actual sede del Museo sevillano. A Francisco Varela (1580/85-Sevilla, 1645) pertenecen en el Museo cuatro tablas que integraban un Retablo de San Juan Evangelista (hacia 1640) en la iglesia del convento sevillano de Pasión. Presidía el retablo un relieve de San Juan Evangelista obra de Montañés flanqueado por las pinturas de San Cristóbal y San Agustín de Varela. En el banco figuraban en una tabla Santa Catalina de Siena con Santa Lucía y en la otra Santa Catalina de Alejandría con Santa Teresa de Jesús.
     Juan del Castillo (Sevilla, hacia 1590-hacia 1657/58) es conocido fundamentalmente por su amistad con Alonso Cano y ser el maestro de Murillo. La principal serie de pinturas que realizó y que se conserva en el Museo, es el Retablo Mayor del Convento de Monte Sión de Sevilla (hacia 1634/36). Las pinturas reflejan su estilo de madurez, de dibujo correcto y amable naturalismo. Asimismo pertenecen a Castillo Santo Domingo disciplinándose y San Pedro ante Cristo atado a la columna (hacia 1640) procedentes del Convento de Capuchinos de Marchena y San Juan Niño atendido por ángeles (hacia 1640). Otros destacados maestros del momento fueron Pablo Legot (Marche, Luxemburgo, 1598- Cádiz, 1671), Juan Sánchez Cotán, documentado en Sevilla entre 1614 y 1631 y Miguel de Esquivel (Sevilla, hacia 1590/95-1621).
LA SEGUNDA GENERACIÓN DE ARTISTAS: EL TRIUNFO DEL NATURALISMO
     Con la segunda generación de pintores del siglo XVII, en la escuela sevillana se supera la tradición manierista y triunfa definitivamente el naturalismo. Herrera "el Viejo" y Zurbarán son sus máximos representantes en el segundo tercio de la centuria. El estilo de sus obras, decidido y expresivo en Herrera, sencillo e intenso en Zurbarán, dominará el panorama pictórico del momento.
FRANCISCO DE ZURBARÁN (Fuente de Cantos, Badajoz, 1598-Madrid, 1664). (SALAS V, VI, X)
     Fue la personalidad artística dominante en la pintura sevillana del segundo tercio del siglo XVII. Pintor de origen extremeño, se formó en Sevilla y en esta ciudad se estableció en 1626 convirtiéndose en el artista preferido de las instituciones civiles y religiosas. Durante estos años de esplendor pinta sin descanso al frente de un gran taller para cumplir con los abundantes e importantes encargos piadosos. Su éxito se basa en gran parte en el estilo naturalista y sobrio, impregnado de una intensa espiritualidad que traduce el apasiona­miento fervoroso y la cotidianeidad con lo sobrenatural de la vida monástica española.
     El Museo atesora espléndidos testimonios de ciclos monásticos como el que contrató en 1626 con los dominicos del Convento de San Pablo de Sevilla, 21 cuadros de los que se conservan en el museo tres de los cuatro Doctores de la Iglesia, San Ambrosio, San Gregorio y San Jerónimo. Las monumentales figuras ponen de manifiesto una constante de toda su obra, la maestría en el tratamiento de las figuras aisladas, a las que dota de una sorprendente potencia expresiva. Presenta a estas figuras en toda su solemne monumentalidad, ataviadas con ricas ropas litúrgicas de sorprendente carácter descriptivo, emergiendo de un fondo oscuro que las valora en su rotunda inmediatez.
     Tras el gran éxito de la serie dominica recibió en 1628 un nuevo contrato del sevillano Convento de la Merced Calzada. La importante serie constaba de veintidós lienzos sobre la vida de San Pedro Nolasco, fundador de la orden mercedaria y algunos retratos de sus frailes más ilustres. Dos son las pinturas conservadas en el Museo, los mercedarios San Pedro Pascual y San Carmelo, obras realizadas con la colaboración del taller.
     También para los dominicos pintó en 1631 la que probablemente sea su obra más ambiciosa, Apoteosis de Santo Tomás, destinada al Colegio de Santo Tomás de Aquino en Sevilla. La composición, para la que como es habitual utiliza fuentes grabadas, repite el esquema arcaizante de la división en diferentes registros. En el inferior se sitúa, en torno a un bufete con la bula fundacional, a la izquierda, el fundador del colegio Fray Diego Deza al frente de un grupo de frailes dominicos y a la derecha el Emperador Carlos V encabeza otro grupo de figuras orantes. En el registro superior preside la escena Santo Tomás flanqueado por los cuatro Padres de la Iglesia. En un plano más elevado aparece el Espíritu Santo con Cristo y la Virgen a la izquierda y San Pablo y Santo Domingo a la derecha. Es ésta una de las obras más complejas de Zurbarán, con figuras de gran monumentalidad e intensa expresión naturalista y múltiples detalles en los que pone de manifiesto su extraordinaria maestría para la plasmación de las calidades de la materia.
     En torno a estas fechas pintó el lienzo de Cristo Crucificado (hacia 1630-35) para el Convento de Capuchinos de Sevilla que forma parte de los cinco que, de su mano o con colaboración del taller, conserva el Museo. Son pinturas muy tenebristas en las que sobre un fondo oscuro se destacan con enorme fuerza plástica, casi escultórica, las figuras de Cristo crucificado con cuatro clavos, tal como preconiza­ba Pacheco que debía ser representado.
     Continuó los trabajos para la orden dominica con la realización en 1636 de las pinturas que presidían los altares del crucero de la iglesia del Convento de Porta Coeli, El Beato Enrique Susón y San Luis Beltrán. En estas pinturas, realizadas tras su viaje a la Corte madrileña donde se enriqueció con la visión de las colecciones reales, aparecen las figuras de los santos sobre un luminoso fondo de paisaje en el que inserta escenas alusivas a episodios de sus vidas.
     Para otro convento sevillano, el de San José de Mercedarios Descalzos, realizó en fechas muy cercanas, hacia 1640, la monumental representación de El Padre Eterno que debía rematar el retablo de la Iglesia. La majestuosa figura aparece sobre un trono de nubes doradas en el que se funden sus característicos querubines. 
     Con este retablo se ha puesto también en relación la pintura Cristo coronando a San José, composición resuelta con un delicado acorde cromático en la que se pone de manifiesto su gran capacidad para el estudio de los rostros y manos de las figuras.
     Un poco posterior es la Virgen del Rosario, (hacia 1645-50), una de las mejores representaciones que realizó del tema de la Virgen con el Niño. La delicada composición, como era frecuente en el pintor, se basa en una fuente grabada a la que enriquece con la técnica más fluida y la armonía de color propias de estos años de madurez.
     En torno a 1665 se ha datado otro importante conjunto que por sus características técnicas y compositivas era considerado de producción más temprana. Lo constituyen los tres lienzos destinados a  la Cartuja de Santa María de las Cuevas de Sevilla, Visita de San Bruno a Urbano II, La Virgen de los cartujos y San Hugo en el refectorio. En ellos interpreta magistralmente los principios espirituales que rigen la vida de los cartujos: el silencio, la devoción a la Virgen María y la mortificación por el ayuno. La simplicidad y defectos de las composiciones se ven transcendidos por la gran fuerza plástica que confiere a cada elemento del cuadro al tratarlo como algo único e indivi­dualizado y su extraordinario dominio de las calidades de la materia. La técnica fluida y ligera, se distancia del tenebrismo inicial, de los contrastes de luces y sombras para mostrarnos unas composiciones luminosas en las que el color aparece sabiamente acordado.
     Fueron numerosos los seguidores de las fórmulas que tanta fama dieron a Zurbarán, su hijo Juan de Zurbarán, Francisco Reyna, los hermanos Francisco y Miguel Polanco, Bernabé de Ayala e Ignacio de Ríes están entre los más conocidos. De uno de ellos o quizás del taller con alguna colaboración del maestro, son la serie de Santas conservadas en el Museo que por el sentido procesional de su composición debieron ser concebidas para situarse en la nave del templo. También de inspiración zurbaranesca es el Apostolado (hacia 1640) que se viene atribuyendo a Francisco Polanco (Cazorla, Jaén, hacia 1610 - Sevilla, 1651).
EL PLENO BARROCO
     La evolución hacia las formas espectaculares y dinámicas del barroco se inicia en Sevilla con la presencia de Herrera "el Joven" en 1654 y las obras de sus dos principales protagonistas, Murillo y Valdés Leal. El estilo de Murillo dominó en la segunda mitad del siglo. Su excelente técnica puesta al servicio de un arte delicado y amable, lo hizo muy popular en una ciudad asolada por las penalidades. Como contrapunto, la expresividad de Valdés con un estilo vigoroso y apasionado, también gozó de gran aceptación.
FRANCISCO DE HERRERA "EL JOVEN'' (Sevilla, 1627-Madrid, 1685)
(SALA VI)
     Hijo del Herrera "el Viejo'', se formó en el taller paterno y en Italia, estableciéndose en Madrid en 1650. Pertenece a la primera generación de artistas que renovaron la pintura madrileña con la introducción de un nuevo lenguaje plenamente barroco.
     Sus aparatosas y dinámicas composiciones, los múltiples efectos de contraluces y las fluidas pinceladas de vibrantes colores, causaron también gran admiración en Sevilla cuando regresó en 1654. El fogoso estilo de las pinturas de la Catedral, El Triunfo del Sacramento (1656) y San Francisco en gloria (1657), indicaron el nuevo camino de la pintura que pronto seguirían Murillo y Valdés. El Santo Tomás de Aquino del Museo debió realizarlo durante su estancia en Sevilla, donde permaneció hasta 1660, año en el que aparece como uno de los fundadores de la Academia de Pintura y también el de su defini­tivo regreso a Madrid.
DISCÍPULOS Y SEGUIDORES DE MURILLO. (SALAS VI, VII)
     Desde mediados del siglo XVII el estilo de Murillo comenzó a imponerse en Sevilla mientras se abandonaban progresivamente los esquemas zurbaranescos. El enorme éxito de sus fórmulas y modelos, basados en un lenguaje grato y sencillo que conmovía los sentimientos de los fieles tal como indicaba la Contrarreforma, tuvo una enorme repercusión en el ambiente artístico sevillano, donde perviven sus influencias hasta bien entrado el siglo XVIII o incluso el XIX. No obstante, sus seguidores se limitan por lo general a la imitación de composiciones y modelos sin alcanzar una compresión global de su obra.
     Cornelio Schut (Amberes, 1629-Sevilla, 1685) es uno de los más destacados representantes del círculo de Murillo. Por el fiel seguimiento de sus modelos muchas obras de su mano se atribuyeron a aquél. El Museo guarda una pintura suya firmada y fechada en 1665, Retrato de Fray Domingo de Bruselas, así como una Inmaculada (hacia 1680) y un Niño Jesús dormido (hacia 1675) muy próximo a su estilo.
     Matías de Arteaga (Villanueva de los Infantes, Ciudad Real, 1633-Sevilla, 1703) aunque fundamentalmente seguidor de Murillo, también asimiló algunos de los rasgos expresivos de Valdés Leal. En 1869 ingresaron en el Museo seis de las doce pinturas que realizó sobre la Vida de la Virgen (hacia 1680) para la iglesia sevillana de San Marcos. Las composiciones muestran elementos muy característicos de su producción, con amplias perspectivas arquitectónicas, solerías ajedrezadas y pequeñas figuras que siguen los expresivos modelos de Valdés Leal.
     Pedro Núñez de Villavicencio (Sevilla, 1640-hacia 1695) es el más conocido de los discípulos de Murillo. Su estilo mezcla las influencias del maestro sevillano con las del italiano Mattía Preti, a quien conoció en un viaje a Italia. Los modelos de Murillo están especialmente presentes en las escenas de género o callejeras como El vendedor de vino (hacia 1685) del Museo. Muestra del influjo italiano es la obra Judith con la cabeza de Holofernes (1674), composición de acentuado dramatismo y efectos de claroscuro.
     En los años que marcan el tránsito al siglo XVIII encontramos a otro fiel seguidor de Murillo, Francisco Meneses Osorio (Sevilla, 1640-1721), autor de varias obras guardadas en el Museo. San José con el Niño (1684), San Juan Bautista Niño (hacia 1685), Aparición de la Virgen de la Merced a San Pedro Nolasco (hacia 1690), y San Cirilo de Alejandría en el Concilio de Éfeso (1701).
     A Juan Simón Gutiérrez (Medina Sidonia, Cádiz, 1643-Sevilla, 1718) pertenecen en el Museo obras de notable calidad como San Joaquín y Santa Ana (hacia 1700) y la monumental Santo Domingo confortado por la Virgen y Santas Mártires (1710).
     La amplia producción que se conserva de Esteban Márquez (Puebla de Guzmán, Huelva, 1652- Sevilla, 1696) hace pensar que debió tener un activo taller donde realizaba obras de esquemas murillescos pero con unos rasgos en los tipos físicos y una dulzura expresiva que las caracteriza y diferencia.
     Su representación en el Museo es con obras algo tardías como San Agustín y el Misterio de la Trinidad (hacia 1690) y Aparición de Cristo y la Virgen a San Agustín (hacia 1690) procedentes del Convento de San Agustín de Sevilla y San José con el Niño (hacia 1690), del Convento de San Antonio Abad.
     Sebastián Gómez "el Mulato" (Granada, hacia 1665-Sevilla, hacia 1720) tiene firmado en el Museo un lienzo de gran formato y aparatosa composición, La Virgen del Rosario y Santo Domingo de Guzmán, (1690) procedente del Convento de San Pablo de Sevilla y del de Capuchinos de ésta misma ciudad es una Inmaculada (hacia 1700) muy próxima a las características de su estilo.
     Francisco Antolínez (Sevilla, hacia 1644-Madrid, hacia 1700) se especializó en la realización de series de historias evangélicas y del Antiguo Testamento, pinturas de pequeño formato y carácter decorativo en las que el paisaje se subordina al motivo religioso. Jacob con el rebaño de Labán es un claro ejemplo de estas escenas en las que menudas figuras se insertan en un fondo de arquitecturas o movidos paisajes, convirtiéndole en representante del dinamismo propio de fin de siglo en la escuela sevillana.
     A una generación anterior y por tanto al margen de la influencia de Murillo, pertenece Pedro Camprobín Passano (Almagro, Ciudad Real, 1605-Sevilla, 1674), representante de un género que alcanzó un gran desarrollo en el siglo XVII, el bodegón. Una exquisita sensibilidad y refinamiento intimista caracterizan sus lienzos de flores y las complejas composiciones escalonadas abiertas a paisajes y arquitecturas que cultivó en su etapa de madurez, de las que es ejemplo el lienzo conservado en el museo.
SALAS VI Y XI: PINTURA BARROCA ESPAÑOLA Y EUROPEA
ESCUELA MADRILEÑA
     Después de la sevillana, la otra gran escuela del siglo XVII representada en el Museo es la madrileña. A ella pertenece José Antolínez (Madrid, 1635-1675), autor de una elegante Magdalena (1673) y una Inmaculada (hacia 1670), tema del que realizó numerosas y personales versiones. También vinculado a esta escuela estuvo Francisco Gutiérrez, de quien conservamos dos escenas ambientadas con sus características arquitecturas fantásticas. Aquellas narran la entrada triunfal de José en Heliópolis (1657), inspirada en el pasaje bíblico del Génesis y El incendio de Troya (1657), que presenta la conocida esce­na relatada en la Eneida de Virgilio. Un género que triunfó en el siglo XVII, el bodegón, está presente con la serie de Las cuatro estaciones (1638) del también madrileño Francisco Barrera, activo en Sevilla entre 1635 y 1645.
     Junto a Madrid, uno de los más importantes centros pictóricos de la península fue Toledo. Allí nació y se formó en el taller de El Greco, Luis Tristán (Toledo, hacia 1585-1644) de quien pertenece al Museo una hermosa Inmaculada (hacia 1620).
JOSÉ DE RIBERA (Játiva, Valencia, 1591-Nápoles, 1652)
     Debió iniciar su aprendizaje en otro gran centro artístico, el valenciano, aunque la mayor parte de su vida transcurrió en Nápoles bajo la protección de los virreyes españoles. En la formación de su estilo y sensibilidad fue fundamental la influencia italiana, no obstante firmó siempre sus obras como español y las que fueron enviadas a España ejercieron un notable influjo.
     Sus primeras obras le atestiguan como seguidor de Caravaggio, cuyo naturalismo tenebrista caracterizará su estilo que también se vio enriquecido por el clasicismo romano-boloñés y el pictoricismo y colorido venecianos.
     Son numerosos los testimonios que se conservan de las pinturas que realizó de figuras aisladas de santos, como esta serena y equilibrada de Santiago Apóstol (hacia 1634) que guarda el Museo. Sorprende esta obra por la sabiduría en el uso de la luz y el potente modelado de seguro dibujo, para cuyo dominio debió ser fundamental su excelente maestría como grabador. La sobriedad compositiva concentra la atención sobre los elementos esenciales del cuadro mientras que densas pinceladas recrean las calidades de la materia.
     Otra muestra de su pintura en el Museo es el cuadro de Santa Teresa de Jesús, firmado y fechado en 1630 y el de San Sebastián revela grandes conexiones con sus modelos (Ignacio Cano Rivero, María del Valme Muñoz Rubio, Rocío Izquierdo Moreno, y Virginia Marqués Ferrer. Museo de Bellas Artes de Sevilla. Guía Oficial. Consejería de Cultura. Junta de Andalucía. Sevilla, 2009).
Conozcamos mejor la Biografía del autor del Patio de los Bojes del Museo de Bellas Artes, Juan de Oviedo y de la Bandera;
     Juan de Oviedo y de la Bandera, (Sevilla, 21 de mayo de 1565 – Bahía, Brasil, 25 de marzo 1625). Ingeniero militar, arquitecto, matemático y escultor.
     Se formó posiblemente con su padre, Juan de Oviedo y Fernández, y con el prestigioso imaginero Miguel Adán en Sevilla. Autor de los retablos de Azuaga (Badajoz, en 1588), Cazalla de la Sierra (1592) y el de la iglesia del Salvador en Sevilla, en 1601. Fue maestro mayor de construcciones y arquitectura en la provincia de León y posteriormente en Sevilla. Como arquitecto, llevó a cabo en esta última ciudad una amplia labor constructiva, realizando en la misma, entre otros, los templos San Benito, donde recurre a las columnas pareadas ya empleadas por el arquitecto milanés Vermondo Resta, y San Leandro, y los conventos de la Asunción (1615) y de la Encarnación de Belén. 
     Su obra más emblemática es la iglesia y el convento de Nuestra Señora de la Merced, actual Museo de Bellas Artes de Sevilla, comenzada en 1606 y terminada, en su parte más importante, en 1612. A él se debe, igualmente, el túmulo erigido en 1598, en la catedral sevillana al rey Felipe II (obra de las denominadas efímeras), elogiado por Cervantes, y en la que colaboró el famoso imaginero Martínez Montañés y más adelante, el correspondiente a la reina Margarita de Austria en 1611.
     Como ingeniero civil llevó a cabo las obras del encauzamiento del río Guadalquivir, estableciendo, para prevenir las riadas, un sistema de desagüe por husillos, obras para el abastecimiento de agua, y para la restauración de edificios, entre los que se encuentra el del propio ayuntamiento de la ciudad. 
   El contacto directo con personajes como el duque de Alcalá o el conde-duque de Olivares, le promocionan en la Corte, como ingeniero militar de la corona de España. Parece que era nombrado en 1600 Ingeniero del Rey, y en 1604 se encontraba en Sevilla, donde recibía instrucciones del ingeniero Tiburcio Spannochi (ingeniero mayor de las fortificaciones de los reinos de España). También a principios de siglo, era enviado a Almería para que estudiara sus fortificaciones. Resultaba que la ciudad había desbordado el perímetro defensivo construido a finales del siglo anterior, incluso la catedral se había construido fuera del recinto. Oviedo, para solucionar el problema, realizaba unas trazas e iniciaba las obras de unas nuevas murallas que englobaban las zonas extrarradio, e incorporaban a la vez las fortificaciones ya materializadas anteriormente.
     En el sur de España realizó numerosas obras de fortificación, fundamentalmente las torres vigías del litoral, de las que terminó o construyó cuarenta, poniendo en “estado de defensa” toda la costa de la baja Andalucía, así como los castillos de Puerto Real, el Puntal y Matagorda. Realizaciones determinas por el concejo sevillano, el cual, por intereses defensivos, le había encargado la dotación de construcciones militares y equipos de artillería en localizaciones estratégicas de la costa andaluza.
     En 1614, la corona le ordenaba la recuperación, restauración y fortificación de la plaza africana de La Marmora (Túnez) tras el ataque turco. Por otro lado, la actuación de Oviedo en Málaga no es fácil de concretar, pudiendo haber intervenido en las torres costeras y las defensas del muelle de Málaga preparando la visita de Felipe III. Su intervención en el antiguo reino de Granada sí está documentada. Más tarde, en 1621 visitaba la costa de Almería, informando al Consejo de Guerra de la necesidad de reparar la torre llamada de “La Garrucha”, en la citada costa.
     En marzo de 1621 presentaba un proyecto para la reparación de los daños sufridos en la costa almeriense, tras el ataque de los turcos, ofreciendo soluciones de mejora alternativas en sus informes. Posteriormente, reparaba y fortificaba el lienzo de muralla de la ciudad de Almería, para el que tuvo que trazar un tramo abaluartado completamente nuevo. Tanto el proyecto citado, como los informes, estaban relacionados con el Informe sobre la visita de Íñigo Briceño de la Cueva (capitán general de la costa del reino de Granada) a las fortificaciones de la costa del Reyno de Granada, fechado en Almería en marzo de 1621. Briceño iba acompañado de Juan de Oviedo, y en él mismo señala que “la planta del reducto y murallas desta ciudad de Almería ymbió a V.M. hecha por mandato del Jurado Juan de Oviedo […]”. También y con respecto a Níjar, señala Briceño que “El Casillo de Rodalquilar … de Don Fadrique de Bargas Manrique, … el qual tiene obligación a su reparo, como V.M. mandará ver, por la relación del Jurado Juan de Oviedo […]”. 
   Fuera de las fronteras andaluzas, de nuevo a las órdenes de Tiburcio Spanoqui, trabajaba en las fortificaciones de la cornisa cantábrica y de la frontera con Francia.
     En 1625, era nombrado ingeniero militar de la Armada de Felipe IV y asignado con 40 ducados a la flota del capital general don Fadrique Álvarez de Toledo Osorio, que partió hacia Brasil para recuperar Salvador de Bahía, ocupada por los holandeses. Oviedo partía con la misión de reconstruir y acrecentar las fortificaciones de Bahía una vez recuperada, pero murió antes de que se tomara. Cuando replanteaba una batería en el puesto de vanguardia de San Benito, recibió un cañonazo que le voló la pierna y murió desangrado en muy poco tiempo, a la edad de sesenta años.
     Trabajó también, como Cristóbal de Rojas, en la fortificación de Gibraltar y en la de Cádiz.
     Era caballero del Hábito de Montesa (1617), maestro mayor de Sevilla y “familiar” de la Inquisición (Juan Carrillo de Albornoz y Galbeño, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
     Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la Sala VI (planta superior del Patio de los Bojes), de Juan de Oviedo, del Museo de Bellas Artes, de Sevilla. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la ciudad.

Más sobre el Museo de Bellas Artes, en ExplicArte Sevilla.

La Sala VI del Museo de Bellas Artes, al detalle:
          Escritorio, tallado dorado y policromado sobre soporte de Taquillón, anónimo
          Inmaculada, de Ignacio de Ríes
          El niño de la espina, de Francisco de Zurbarán
          Niño Jesús dormido, de Cornelio Schut
          San Jerónimo penitente en su estudio, de Sebastián de Llanos Valdés
          San Joaquín, de Juan Simón Gutiérrez
          Santa Ana, de Juan Simón Gutiérrez 
          Santa María Magdalena, de José Antolínez          
          Santiago el Menor, de Francisco Polanco
          Santo Tomás de Aquino, de Herrera el Joven          

domingo, 27 de abril de 2025

Experiencia Explicarte Sevilla, con los Talleres "Conocer Sevilla, y Visitar Sevilla" de los Distritos Bellavista - La Palmera, Los Remedios, y Triana del Ayuntamiento de Sevilla

     Hoy, domingo 27 de abril, finaliza la vigésimosegunda semana de otra Experiencia con ExplicArte Sevilla de las visitas organizadas para los Talleres Socio-Culturales "Conocer Sevilla, y Visitar Sevilla", de los Distritos Bellavista - La Palmera, Los Remedios, y Triana del Ayuntamiento de Sevilla, desarrollados de lunes a viernes por las mañanas y tardes, y que se iniciaron el pasado 28 de octubre de 2024, con la presentación de los mismos.

     Gracias a la empresa Educomex Multiservicios, S.L., y Ocioambiente, S.L., por contar con nosotros para mostrarles, mediante los Talleres Socio-Culturales del Ayuntamiento de Sevilla, parte de la ciudad hispalense, porque con ExplicArte Sevilla tenemos la posibilidad de organizarte la visita que tu quieras.
   Nos pusimos manos a la obra, y fuimos ofreciendo distintas rutas a lo largo y ancho de nuestra ciudad, desde el lunes 21 al viernes 25 de abril. 
     Los Talleres desarrollados fueron los siguientes:
- Taller 23 "Conocer Sevilla" del Distrito Bellavista - La Palmera (lunes de 10 a 13 h.)
- Taller 21 "Conocer Sevilla" del Distrito Bellavista - La Palmera (lunes de 17 a 20 h.)
- Taller 18 "Conocer Sevilla" del Distrito Bellavista - La Palmera (martes de 10 a 13 h.)
- Taller 45 "Visitar Sevilla" del Distrito Los Remedios (martes de 17 a 20 h.)
- Taller 24 "Conocer Sevilla" del Distrito Bellavista - La Palmera (miércoles de 10 a 13 h.)
- Taller 33 "Conocer Sevilla" del Distrito Triana (miércoles de 17 a 20 h.)
- Taller 19 "Conocer Sevilla" del Distrito Bellavista - La Palmera (jueves de 10 a 13 h.)
- Taller 43 "Visitar Sevilla" del Distrito Los Remedios (jueves de 17 a 20 h.)
- Taller 20 "Conocer Sevilla" del Distrito Bellavista - La Palmera (viernes de 10 a 13 h.)
- Taller 22 "Conocer Sevilla" del Distrito Bellavista - La Palmera (viernes de 17 a 20 h.)
     En los talleres a lo largo de esta semana pudimos contemplar los siguientes enclaves y localizaciones:
    - Catedral de Santa María de la Sede
    - Plaza de Doña Elvira
    - Plaza de Alfaro
    - Plaza de Santa Cruz
    - Plaza de la Escuela de Cristo
    - Iglesia de San Luis de los Franceses
    - Convento de San Clemente
    - calle Santa Clara
    - calle San Vicente
    - Iglesia de San Lorenzo
    - Basílica de Jesús del Gran Poder
      
     Gracias a las empresas Educomex Multiservicios, S.L., y Ocioambiente, S.L, por contar con nosotros, a los coordinadores de los talleres de los Distritos de Bellavista - La Palmera, Los Remedios, y Triana del Ayuntamiento de Sevilla, y como no podía ser de otra manera a todos y cada unos de los amigos que estoy conociendo gracias a estos talleres, de los que me estoy llevando una inmejorable impresión, puesto que está siendo una una relación de amistad, más que de monitor-alumno, y de colaboración y aportación mutua, que sin duda está siendo enriquecedora para todas las partes, y que esperamos que sea duradera en el tiempo. 
     Deseando continuar con dichos talleres porque con ExplicArte Sevilla tenemos la posibilidad de organizarte la visita que tu quieras.
     Os dejo unas fotografías, aportadas por los usuarios, de toda la Experiencia ExplicArte Sevilla, y si quieres vivir una experiencia privada y personalizada a tu gusto, sólo tienes que contactar con ExplicArte Sevilla en Contacto, y a disfrutar del patrimonio e historia del lugar que elijas.































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