Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la pintura "Primavera", de Francisco Barrera, en la sala VI, del Museo de Bellas Artes, de Sevilla.
Hoy, 21 de marzo, se inicia la primavera, una de las cuatro estaciones de las zonas templadas del planeta Tierra, sigue al invierno y precede al verano. El término prima proviene de «primer» y vera de «verdor», protagonista de la obra pictórica de esta entrada, así que hoy es el mejor día para ExplicArte la pintura "Primavera", de Francisco Barrera, en la sala VI, del Museo de Bellas Artes, de Sevilla.
El Museo de Bellas Artes (antiguo Convento de la Merced Calzada) [nº 15 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 59 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la Plaza del Museo, 9; en el Barrio del Museo, del Distrito Casco Antiguo.
En la sala VI del Museo de Bellas Artes podemos contemplar la pintura "Primavera", obra de Francisco Barrera (h. 1595-1658), siendo un óleo sobre lienzo en estilo barroco, pintado en 1638, con unas medidas de 1,67 x 2,47 m., procedente del Convento de Franciscanos Descalzos de Villamanrique de la Condesa (Sevilla), y adquirido por la Junta de Andalucía (1985).
La obra pertenece a una serie de alegorías de las cuatro estaciones.
La alegoría de la primavera se representa siguiendo la iconografía propia de esta estación. Aparece la figura de Flora, con la cabeza adornada con corona de flores y sosteniendo en las manos un ramillete de flores. En la alacena escalonada que figura a su espalda se describe un abigarrado conjunto de alimentos usuales de la estación primaveral: carnes, pescados, frutas y verduras. Entre los vegetales hay espárragos, coliflores, alcachofas, zanahorias, puerros, habas, cerezas, manzanas, limones, etc. También se ven aves de caza como patos, tórtolas y palomas torcaces, así como conejos, una pierna de carnero y un cordero lechal. Aparecen pescados como la merluza, el salmón y el bacalao en salazón.
Al fondo de la escena se abre un paisaje en el que aparece un jardín con árboles y un palacio campestre que parece evocar al Palacio del Buen Retiro donde el artista trabajó en tareas de decoración. (web oficial del Museo de Bellas Artes de Sevilla).
Fue Francisco Barrera un pintor madrileño especializado en la pintura de bodegones de cuya actividad se tienen noticias entre 1625 y 1657. Trabajó como pintor decorador en el palacio del Buen Retiro en 1630 y durante algún tiempo se creyó que era sevillano por el hecho de que sus principales obras se habían localizado en esta ciudad, aunque su filiación madrileña está ahora suficientemente demostrada. En sus obras se advierten influencias de Juan Van der Hamen y también reminiscencias de pintores flamencos e italianos de su época que él supo asumir perfectamente en el sentir pictórico hispano.
La serie de cuatro estaciones realizadas por Francisco Barrera en 1636 que pertenece al Museo de Bellas Artes de Sevilla, constituye uno de los más importantes testimonios del bodegón español, puesto que en ella se representan todos los alimentos que se consumen a lo largo del año.
Comenzando por la Primavera señalaremos que la alegoría de este personajes aparece plasmada en el bodegón a través de la figura de Flora, acompañada de un abundante repertorio de alimentos que incluye carnes, pescados y verduras, pudiendo identificar entre ellos patos, tórtolas, pierna de cordero, lamprea, congrio, salmón, arenques, anguilas, bacalao, espárragos, coliflor, alcachofas, zanahorias, puerros, habas, cerezas, manzanas y un requesón. Al fondo se abre una ventana a través de la cual se divisa un jardín y el frente de un palacio cuya fisonomía parece evocar la del Buen Retiro de Madrid donde Barrera realizó labores decorativas en 1638 (Enrique Valdivieso González, La pintura en el Museo de Bellas Artes de Sevilla. Ed. Galve, Sevilla, 1993)
Conozcamos mejor al personaje representado en la pintura "Primavera"; La Diosa Flora de la mitología romana.
Flora es considerada como la diosa de las flores y los jardines, representando el eterno renacer de la vegetación en primavera, es la potencia vegetativa que hace florecer los campos, las flores, los cereales… Elementos como la miel o las semillas de las diferentes especies vegetales son considerados como regalos que la diosa ha otorgado al ser humano.
Aunque se trate de una de las divinidades más antiguas de la ciudad de roma y la península itálica fue vinculada e identificada por Ovidio con la ninfa griega Cloris y su mito. Se cuenta que estando la ninfa Cloris un día de primavera vagando por el campo esta fue vista por el dios del viento Céfiro, quien de inmediato quedo prendado de su belleza. El dios al enamorarse profundamente de la ninfa decide raptarla y para legitimar su acto decide casarse con ella. Tras las nupcias y como recompensa por su amor y comprensión Céfiro le hace entrega a Cloris del reino de las flores de los jardines y los campos de cultivo, otorgándola también un jardín en el que siempre seria primavera. De este modo la diosa romana Flora también puede ser vinculada con el nacimiento de Ares, que pese a ser nombrado tradicionalmente como hijo de Zeus y Hera, relatos posteriores sitúan su origen en la flor que Flora le proporcionó a Hera para que esta pudiera concebir un hijo sin intervención masculina alguna, en este caso de su marido Zeus.
El Mito de Flora. Santuarios y Culto
Se supone de acuerdo con diversas fuentes que el culto a Flora fue introducido en Roma por el rey sabino Tito Tacio. Se trata de una divinidad que desde tiempos ancestrales ha sido venerada por las poblaciones latinas y no latinas de la península itálica debido a su vinculación con las fuerzas naturales primitivas.
Las poblaciones sabinas y romanas solían celebrar las fiestas en su honor durante el mes de Abril, durante estos festejos eran frecuentes las procesiones y el sacrificio de determinados animales como las ovejas en el templo consagrado a la diosa en la colina Quirinal.
Tras una época de malas cosechas que con gran probabilidad puede situarse en torno al siglo III a.c se modificó ligeramente su culto y tras consagrarse un nuevo templo para la deidad en la ciudad de Roma pasó a consagrarse el día 28 de abril en su honor. Los juegos propios de la festividad se iniciaban este día y se podían extender por varias semanas hasta finales del mes de Mayo.
Como toda divinidad poseía una comunidad religiosa propia, con un sacerdote particular en la ciudad de Roma considerado como uno de los 12 flamines menores que se suponían instituidos por el rey Numa Pompilio (Luis Quiñones García en www.revistadehistoria.es).
Conozcamos mejor la Biografía de Francisco Barrera, autor de la obra reseñada;
Francisco Barrera (?, 1595 – Madrid, 4 de septiembre de 1658). Pintor.
Francisco Barrera viene considerado dentro de la historia del arte español como un pintor menor especializado en la pintura de naturaleza muerta, tal y como ponen de manifiesto las obras que del artista han llegado a nuestros días. No obstante, la documentación archivística relacionada con Barrera evidencia que cultivó igualmente otros géneros pictóricos, tales como el paisaje, el retrato, la pintura religiosa y de flores. Casi estricto contemporáneo de Juan van der Hamen y León, pintor de mayor relevancia que desempeñó un papel fundamental en la creación del bodegón español del Siglo de Oro, vivió en el Madrid artísticamente dominado por Diego Velázquez (1599-1660) y mantuvo contactos profesionales con maestros de la altura de Francisco Collantes (1599-c. 1656), Antonio Puga (1602-1648), Antonio Ponce (1607-1677) y Juan de Arellano (1614-1676), entre otros.
Muy poco se sabe de los orígenes, la familia y la juventud de Barrera. En un documento fechado en 1623 se declara de veintiocho años, por lo que su nacimiento se puede encuadrar en 1595. Es probable que el pintor viviera sus años de infancia y adolescencia en Madrid y que, asimismo, recibiera su primera formación artística en la Corte, bajo la tutela de algún maestro local. El primer dato documental que existe es el de su casamiento con Inés Martínez en la parroquia de San Ginés de Madrid el 11 de enero de 1615. A partir de entonces y hasta la fecha de su muerte hay abundantes noticias biográficas de Barrera.
Su actividad pictórica se desarrolla paralelamente a la de Juan van der Hamen durante la década de 1620 en la Corte. Barrera, sin embargo, fue un maestro más modesto o menos dotado que Van der Hamen en términos artísticos y se le puede calificar como pintor esencialmente de tienda. Durante la mencionada década tuvo a su cargo no menos de cinco aprendices y, aunque ninguno de ellos logró fama y prestigio en vida, su presencia en el taller de Barrera es indicativa de su intensa actividad profesional. Buen ejemplo de ello son los veinticuatro lienzos —doce de frutas y doce de paisajes— que le encargó Alonso Téllez Girón, conde de Montalbán, en 1623.
Barrera disfrutó de cierta consideración y prestigio entre los miembros de su profesión. En 1634, como hermano mayor de la Cofradía Real de Nuestra Señora de los Dolores, da poder, ante el Gremio de Pintores y Doradores de Madrid, a Bartolomé Román (1586-1647), Antonio Arias (c. 1614-1684), Juan de la Fuente y Juan de Lizalde para comprometerse a acompañar a la imagen de Nuestra Señora de los Dolores en Viernes Santo. Involucrado activamente en el mencionado gremio, del que viene citado en alguna ocasión como repartidor, encabezó el pleito de los pintores contra el pago de la alcabala que fue fallado en Madrid a su favor en 1640. Antonio Palomino, que no incluye la biografía de Barrera en su Parnaso, recoge, sin embargo, el aludido hecho en su defensa de la nobleza de la pintura.
Enfrente de las escaleras de la iglesia de San Felipe, sita en la calle Mayor, en pleno corazón de Madrid, Barrera tenía alquiladas dos tiendas, que debieron de ser dos de los principales puntos de venta de pintura en la Corte. Su éxito profesional viene demostrado por el hecho de que subcontrataba obras a otros pintores, tenía varios ayudantes y, por ejemplo, en 1637 fue, junto a Juan de la Corte (c. 1590-1662), el maestro que más impuestos sobre ventas de pintura tenía que pagar, por encima de Velázquez, entre otros maestros. No obstante, sus actividades profesionales no se circunscribieron solamente a la pintura de tienda. En 1636 y 1637 participó, por ejemplo, en las decoraciones pictóricas del palacio del Buen Retiro y como muchos de los pintores de su época una parte de sus ingresos procedían de su trabajo como tasador de pinturas. Entre las abundantes tasaciones post mórtem de las que se tienen constancia que realizó destaca la de las pinturas de Catalina Fernández de Córdoba y Aragón, difunta esposa de Luis de Méndez de Haro, sucesor del conde duque de Olivares en el Gobierno del país. Esta circunstancia es indicativa de que era artista conocido en Madrid, tal y como igualmente se demuestra por el hecho de que en 1633 Vicente Carducho y Velázquez inspeccionaron que los retratos reales que se vendían en su tienda siguieran los cánones establecidos, y que en 1644 fuera denunciado ante la Inquisición por pintar una serie de arcángeles que llevaban inscripciones poco comunes.
En la actualidad se conocen alrededor de veinte pinturas de mano de Barrera. Su obra más conocida es la serie de las cuatro estaciones, La Primavera, El Verano, El Otoño y El Invierno, fechada en 1638 y que se conserva en el Museo de Bellas Artes de Sevilla. Estas pinturas están realizadas siguiendo una composición escalonada en las que se amontonan frutas, verduras y animales típicos de cada estación, y en las que a veces se incluyen figuras alegóricas y paisajes. Su estructura compositiva recuerda a la pintura del mismo género de origen flamenco e italiano, especialmente algunas obras de Vincenzo Campi (1536-1591) y Pier Paolo dei Bonzi (c. 1576-1636). Barrera es, junto a Antonio Ponce, responsable de que se extendiera en Madrid la moda por las series bodegones de estaciones y meses del año; unos conjuntos pictóricos muy decorativos y de gran efecto visual.
La obra de Barrera está influida por la de Juan van der Hamen, cuyas composiciones pictóricas creadas en la década de 1620 produjeron un fuerte impacto en la de maestros contemporáneos, así como de generaciones posteriores. Barrera concibe su Bodegón con melocotones, peces, y servicio de chocolate (colección particular) a través una composición escalonada de derecha a izquierda siguiendo un prototipo creado por Van der Hamen y, asimismo, incluye modelos difundidos por este maestro como, por ejemplo, el plato de melocotones. En Bodegón con fruta (colección Naseiro), Barrera dispone los objetos sobre un plinto desconchando, del mismo modo que lo hace Van der Hamen en algunas de sus pinturas. No obstante, la obra de Barrera es en muchos aspectos diferente a la de Van der Hamen. En primer lugar, la aproximación de Barrera al bodegón tiene un carácter cotidiano y sencillo y no cortesano y refinado como por lo general tienen las naturalezas muertas de Van der Hamen. Representa los objetos de manera plana y seca sin llegar a conseguir la plasticidad y realismo necesarios, y los distribuye en el espacio con poca armonía y refinamiento. Demuestra, asimismo, una técnica fluida y escaso dominio de la luz, si bien sus lienzos poseen un amplio espíritu decorativo.
Descrito en una ocasión como “hombre gordo y de mediana estatura”, Barrera llevó una vida económicamente desahogada gracias a una intensa actividad profesional y a los ingresos que recibía por el alquiler de algunos inmuebles que poseía en Madrid. La documentación notarial generada después de su muerte en relación con su patrimonio no sólo pone de manifiesto la sana hacienda de su casa, sino también la amplísima variedad de géneros pictóricos que cultivó. Su obra, no obstante, es esencialmente la de un pintor de lo que en Madrid se denominaba “pintura ordinaria”, que produjo con éxito y de manera comercial hasta el final de sus días (Salvador Salort Pons, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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