Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la calle Alcaicería de la Loza, de Sevilla, dando un paseo por ella.
La calle Alcaicería de la Loza es, en el Callejero Sevillano, una calle que se encuentra en el Barrio de la Alfalfa, en el Distrito Casco Antiguo; y va de la confluencia de la calle Siete Revueltas, y plaza Jesús de la Pasión, a la confluencia de las calles Pérez Galdós, plaza de la Alfalfa, y Ángel María Camacho.
La calle, desde el punto de vista urbanístico, y como definición, aparece perfectamente delimitada en la población histórica y en los sectores urbanos donde predomina la edificación compacta o en manzana, y constituye el espacio libre, de tránsito, cuya linealidad queda marcada por las fachadas de las edificaciones colindantes entre si. En cambio, en los sectores de periferia donde predomina la edificación abierta, constituida por bloques exentos, la calle, como ámbito lineal de relación, se pierde, y el espacio jurídicamente público y el de carácter privado se confunden en términos físicos y planimétricos. En las calles el sistema es numerar con los pares una acera y con los impares la opuesta.
También hay una reglamentación establecida para el origen de esta numeración en cada vía, y es que se comienza a partir del extremo más próximo a la calle José Gestoso, que se consideraba, incorrectamente el centro geográfico de Sevilla, cuando este sistema se impuso. En la periferia unas veces se olvida esta norma y otras es difícil de establecer.
Desde comienzos del s. XIV se la conoce con los términos de origen árabe Afatares y Alcaicería, que se mantienen hasta mediados del s. XV, en que comienza a denominarse Especiería, que alterna con Especiería de los Hombres. Todos estos nombres designaban un espacio de tiendas dedicadas a perfumes, esencias y otros productos de especias. En la segunda mitad del s. XVI es sustituido por Alcaicería, que a veces aparece como Alcaicería de la Loza, o de los Sederos, o en el XVII como Alcaicería Baja. De todas formas, en un acta capitular de 1634 se citan la Alcaicería Baja y la Especiería como dos espacios diferenciados, ésta más próxima a la Alfalfa, aislables mediante puertas. A comienzos del s. XVIII se consolida la forma actual de Alcaicería de la Lota, al abundar en ella los vendedores de estos artículos. En relación con dicha denominación hay que decir que, desde el s. XV por lo menos, un espacio inmediato se denominaba la Ollería, porque allí se vendían artículos de barro. A partir de mediados del s. XIX, una vez que ha desaparecido el topónimo Alcaicería de la actual Hernando Colón, se la suele designar con el nombre simplemente, como sigue ocurriendo en la actualidad.
Calle con pendiente ascendente y estrecha, característica ésta que se acentúa por la proliferación de anuncios del tipo banderola. Su trazado es ligeramente serpenteante, carente de alineación, sobre todo en los impares, a pesar de los proyectos del pasado siglo para regularizarla y ensancharla. En el XVII se cerró en esta acera una calleja, que la comunicaba con Siete Revueltas, sin que prosperasen los intentos de reabrirla en la siguiente centuria. Casi al final se encuentra la barreduela Empecinado. A mediados del pasado siglo se embaldosó, al estar prohibido el tránsito de carruajes; dicho sistema fue sustituido por el cemento a comienzos del actual, y posteriormente por losetas. La iluminación se efectúa por medio de farolas sobre brazos de fundición adosados a las fachadas. Durante los meses de verano está entoldada; esta característica ya la poseía a mediados del s. XIX. Un pozo que existía en la actual Empecinado abastecía de agua a las casas que carecían de uno propio. Desde el s. XVII hay noticias sobre la existencia o la necesidad de marmolillos, para evitar la entrada de cabalgaduras cargadas.
El caserío está formado por casas de pequeñas dimensiones, conservando en gran medida el parcelario medieval; bastantes cuentan con tres plantas, fachada estrecha y un solo hueco por planta. Aunque existen algunas más antiguas, la mayoría se levantan en este siglo. Su función plurisecular ha sido el pequeño comercio. Fue el eje de la primitiva alcaicería andalusí, es decir, un mercado cerrado, en el que se vendían artículos de alto valor, tanto de consumo como para el ajuar, por lo que estaba aislada mediante puertas. Se han documentado tres que compartimentaban el espacio. Una en su arranque, otra en la citada barreduela, y la tercera separando Alcaicería y Especiería. De estas dos existen noticias en los siglos XVI y XVII, y la primera subsistió hasta fines del XVIII. Tras la conquista castellana siguió desempeñando esa función comercial, como revela la toponimia, la existencia de un guarda o alcaide que se encargaba de la vigilancia y control, y, en fin, el hecho de que todos los edificios fuesen pequeñas tiendas. Estas y los artículos que se exponían en las fachadas se defendían de la intemperie mediante guardapolvos o velas. Dichas prácticas contribuían a estrechar aún más la calle, por lo que, en diversos momentos, desde el s. XVII al XIX, se prohibieron. El tipo de comercio se fue diversificando con el tiempo, hasta que en el XVIII predominó el de objetos de loza y barro.
A comienzos del XIX este predominio se pierde, y junto a dichos artículos se citan semillerías y tiendas de quincalla. Hacia 1873, Álvarez-Benavides alude a la proliferación de las de ropa hecha para la clase artesana, que acudía allí los días de fiestas para comprar.
En las fechas navideñas se transforma en mercado de objetos propios de las fiestas y de figuras para Nacimientos, por lo que Mas y Prat la describe en los siguientes términos: "Tiene Sevilla una calle que se cubre de panderos en las festividades; ésta es la antigua calle de la Alcaicería; célebre desde la época mudéjar, y donde se establecieron los puestos de esa loza que hoy es tan buscada por los anticuarios. En los angostos zaguanes de sus casas se ven notables pirámides de panderos de todos los tamaños, que se venden como pan bendito o rosquillas de San Antón, al acercarse los días nebulosos de diciembre" (Estudios y bocetos). En la actualidad se pueden encontrar varias tiendas de confección para público de escaso poder adquisitivo, junio a mercerías, quincallerías, bisuterías y joyerías modestas, tiendas de compra de oro, y las peculiares de fabricación de capirotes y otros elementos de la indumentaria de los nazarenos, una de las cuales se dice fundada en 1816. Todo ello en tiendas muy pequeñas. Sin duda, esta actividad se vio potenciada por el hecho de servir la calle de nexo entre dos zonas de gran importancia económica, las de la Alfalfa y del Salvador. Las alusiones a su condición de vía muy transitada se reiteran a lo largo de los siglos. Por eso, cuando en 1820 se trasladan todos los mercados de abastos a la Encarnación, la zona se hundió económicamente, y los pequeños comerciantes de esta calle lo denunciaron a las autoridades, buscando algún remedio a las dificultades. Con el tiempo se superaron, y en la actualidad presenta una notable animación a las horas del comercio, en parte también porque sigue desempeñando esa función de lugar de paso hacia la zona comercial del Salvador, y los domingos por los que acuden al mercado de animales de la Alfalfa. Sus comerciantes están integrados en la Asociación Puente y Pellón. Hasta comienzos del s. XIX sobre el arco de acceso existió un retablo con una pintura de la Concepción; y en el extremo opuesto, una capillita, en cuyo altar había un Crucificado y una Dolorosa, que, según González de León, servía para velar los cadáveres de los vecinos, por la pequeñez de las viviendas. Dada su estrechez, el transcurrir de las cofradías por ella atrae a gran número de personas [Antonio Collantes de Terán Sánchez, en Diccionario histórico de las calles de Sevilla, 1993].
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La calle Alcaicería de la Loza, al detalle:
Retablo cerámico de la Virgen de Valme, de Dos Hermanas.
Retablo cerámico de la Esperanza Macarena.
Azulejo conmemorativo de Cervantes.
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