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martes, 22 de septiembre de 2020

La pintura "Otoño", de Francisco Barrera, en la sala VI del Museo de Bellas Artes

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la pintura "Otoño", de Francisco Barrera, en la sala VI, del Museo de Bellas Artes, de Sevilla.
   Hoy, 22 de septiembre, se inicia el otoño, una de las cuatro estaciones de las zonas templadas del planeta Tierra, sigue al verano y precede al invierno. Su nombre proviene del latín "autumnus", palabra que se ha vinculado a la raíz "augeo-", "aumentar". De este modo, los etimologistas latinos explicaban la palabra como "auctus (participio pasado de augeo) annus": el aumento o la plenitud del año. Puede ser comparada así con el término castellano "auge", que proviene de idéntica raíz. Otros autores, como Breyer y Ernout-Meillet, vinculan la palabra latina "autumnus" con la raíz etrusca Vertumno, quien -entre otras funciones- predecía el cambio de las estaciones, así que hoy es el mejor día para ExplicArte la pintura "Otoño", de Francisco Barrera, en la sala VI, del Museo de Bellas Artes, de Sevilla.
     El Museo de Bellas Artes (antiguo Convento de la Merced Calzada) [nº 15 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 59 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la Plaza del Museo, 9; en el Barrio del Museo, del Distrito Casco Antiguo.
   En la sala VI del Museo de Bellas Artes podemos contemplar la pintura "Otoño", obra de Francisco Barrera (h. 1595-1658), siendo un óleo sobre lienzo en estilo barroco, pintado en 1638, con unas medidas de 1,67 x 2,48 m., procedente del Convento de Franciscanos Descalzos de Villamanrique de la Condesa (Sevilla), y adquirido por la Junta de Andalucía (1985).
   La obra pertenece a una serie de alegorías de las cuatro estaciones. 
   En la parte derecha aparece un muchacho al lado de un borrico, ocupado en cortar racimos de una parra, para cargarlos en las cestas que figuran en el lomo del animal. En la otra parte aparecen alimentos propios de la estación: pescados, conejos, aves y frutas. Un perro permanece atento entre la copiosa disposición alimenticia que figura en su entorno (web oficial del Museo de Bellas Artes de Sevilla).
   
   Fue Francisco Barrera un pintor madrileño especializado en la pintura de bodegones de cuya actividad se tienen noticias entre 1625 y 1657. Trabajó como pintor decorador en el palacio del Buen Retiro en 1630 y durante algún tiempo se creyó que era sevillano por el hecho de que sus principales obras se habían localizado en esta ciudad, aunque su filiación madrileña está ahora suficientemente demostrada. En sus obras se advierten influencias de Juan Van der Hamen y también reminiscencias de pintores flamencos e italianos de su época que él supo asumir perfectamente en el sentir pictórico hispano.
   La serie de cuatro estaciones realizadas por Francisco Barrera en 1636 que pertenece al Museo de Bellas Artes de Sevilla, constituye uno de los más importantes testimonios del bodegón español, puesto que en ella se representan todos los alimentos que se consumen a lo largo del año.
   Las características de la naturaleza en el Otoño aparecen en este bodegón señaladas a través de la actividad agrícola de la vendimia; en ella se ocupa un muchacho cortando racimos de una parra para cargarlos en las cestas que aparecen a lomos de un borrico. Al fondo  el paisaje subraya la misma actividad, puesto que allí se advierte un campo de viñas donde unos campesinos recolectan las uvas. A la derecha, en el correspondiente estrado, aparecen alimentos procedentes de la caza y de la pesca, propios de la estación otoñal, lo mismo que los frutos que figuran en la parte superior. Así pueden identificarse aves, conejos, tencas, manzanas, uvas, granadas, melocotones, peras, cardo, repollo, ajos, cebolla y pimiento (Enrique Valdivieso González, Pintura, en El Museo de Bellas Artes de Sevilla. Tomo II. Ed. Gever, Sevilla, 1991).
Conozcamos mejor la Biografía de Francisco Barrera, autor de la obra reseñada
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   Francisco Barrera, (?, 1595 – Madrid, 4 de septiembre de 1658). Pintor.
     Francisco Barrera viene considerado dentro de la historia del arte español como un pintor menor especializado en la pintura de naturaleza muerta, tal y como ponen de manifiesto las obras que del artista han llegado a nuestros días. No obstante, la documentación archivística relacionada con Barrera evidencia que cultivó igualmente otros géneros pictóricos, tales como el paisaje, el retrato, la pintura religiosa y de flores. Casi estricto contemporáneo de Juan van der Hamen y León, pintor de mayor relevancia que desempeñó un papel fundamental en la creación del bodegón español del Siglo de Oro, vivió en el Madrid artísticamente dominado por Diego Velázquez (1599-1660) y mantuvo contactos profesionales con maestros de la altura de Francisco Collantes (1599-c. 1656), Antonio Puga (1602-1648), Antonio Ponce (1607-1677) y Juan de Arellano (1614-1676), entre otros.
     Muy poco se sabe de los orígenes, la familia y la juventud de Barrera. En un documento fechado en 1623 se declara de veintiocho años, por lo que su nacimiento se puede encuadrar en 1595. Es probable que el pintor viviera sus años de infancia y adolescencia en Madrid y que, asimismo, recibiera su primera formación artística en la Corte, bajo la tutela de algún maestro local. El primer dato documental que existe es el de su casamiento con Inés Martínez en la parroquia de San Ginés de Madrid el 11 de enero de 1615. A partir de entonces y hasta la fecha de su muerte hay abundantes noticias biográficas de Barrera.
     Su actividad pictórica se desarrolla paralelamente a la de Juan van der Hamen durante la década de 1620 en la Corte. Barrera, sin embargo, fue un maestro más modesto o menos dotado que Van der Hamen en términos artísticos y se le puede calificar como pintor esencialmente de tienda. Durante la mencionada década tuvo a su cargo no menos de cinco aprendices y, aunque ninguno de ellos logró fama y prestigio en vida, su presencia en el taller de Barrera es indicativa de su intensa actividad profesional. Buen ejemplo de ello son los veinticuatro lienzos —doce de frutas y doce de paisajes— que le encargó Alonso Téllez Girón, conde de Montalbán, en 1623.
     Barrera disfrutó de cierta consideración y prestigio entre los miembros de su profesión. En 1634, como hermano mayor de la Cofradía Real de Nuestra Señora de los Dolores, da poder, ante el Gremio de Pintores y Doradores de Madrid, a Bartolomé Román (1586-1647), Antonio Arias (c. 1614-1684), Juan de la Fuente y Juan de Lizalde para comprometerse a acompañar a la imagen de Nuestra Señora de los Dolores en Viernes Santo. Involucrado activamente en el mencionado gremio, del que viene citado en alguna ocasión como repartidor, encabezó el pleito de los pintores contra el pago de la alcabala que fue fallado en Madrid a su favor en 1640. Antonio Palomino, que no incluye la biografía de Barrera en su Parnaso, recoge, sin embargo, el aludido hecho en su defensa de la nobleza de la pintura.
     Enfrente de las escaleras de la iglesia de San Felipe, sita en la calle Mayor, en pleno corazón de Madrid, Barrera tenía alquiladas dos tiendas, que debieron de ser dos de los principales puntos de venta de pintura en la Corte. Su éxito profesional viene demostrado por el hecho de que subcontrataba obras a otros pintores, tenía varios ayudantes y, por ejemplo, en 1637 fue, junto a Juan de la Corte (c. 1590-1662), el maestro que más impuestos sobre ventas de pintura tenía que pagar, por encima de Velázquez, entre otros maestros. No obstante, sus actividades profesionales no se circunscribieron solamente a la pintura de tienda. En 1636 y 1637 participó, por ejemplo, en las decoraciones pictóricas del palacio del Buen Retiro y como muchos de los pintores de su época una parte de sus ingresos procedían de su trabajo como tasador de pinturas. Entre las abundantes tasaciones post mórtem de las que se tienen constancia que realizó destaca la de las pinturas de Catalina Fernández de Córdoba y Aragón, difunta esposa de Luis de Méndez de Haro, sucesor del conde duque de Olivares en el Gobierno del país. Esta circunstancia es indicativa de que era artista conocido en Madrid, tal y como igualmente se demuestra por el hecho de que en 1633 Vicente Carducho y Velázquez inspeccionaron que los retratos reales que se vendían en su tienda siguieran los cánones establecidos, y que en 1644 fuera denunciado ante la Inquisición por pintar una serie de arcángeles que llevaban inscripciones poco comunes.
     En la actualidad se conocen alrededor de veinte pinturas de mano de Barrera. Su obra más conocida es la serie de las cuatro estaciones, La Primavera, El Verano, El Otoño y El Invierno, fechada en 1638 y que se conserva en el Museo de Bellas Artes de Sevilla. Estas pinturas están realizadas siguiendo una composición escalonada en las que se amontonan frutas, verduras y animales típicos de cada estación, y en las que a veces se incluyen figuras alegóricas y paisajes. Su estructura compositiva recuerda a la pintura del mismo género de origen flamenco e italiano, especialmente algunas obras de Vincenzo Campi (1536-1591) y Pier Paolo dei Bonzi (c. 1576-1636). Barrera es, junto a Antonio Ponce, responsable de que se extendiera en Madrid la moda por las series bodegones de estaciones y meses del año; unos conjuntos pictóricos muy decorativos y de gran efecto visual.
     La obra de Barrera está influida por la de Juan van der Hamen, cuyas composiciones pictóricas creadas en la década de 1620 produjeron un fuerte impacto en la de maestros contemporáneos, así como de generaciones posteriores. Barrera concibe su Bodegón con melocotones, peces, y servicio de chocolate (colección particular) a través una composición escalonada de derecha a izquierda siguiendo un prototipo creado por Van der Hamen y, asimismo, incluye modelos difundidos por este maestro como, por ejemplo, el plato de melocotones. En Bodegón con fruta (colección Naseiro), Barrera dispone los objetos sobre un plinto desconchando, del mismo modo que lo hace Van der Hamen en algunas de sus pinturas. No obstante, la obra de Barrera es en muchos aspectos diferente a la de Van der Hamen. En primer lugar, la aproximación de Barrera al bodegón tiene un carácter cotidiano y sencillo y no cortesano y refinado como por lo general tienen las naturalezas muertas de Van der Hamen. Representa los objetos de manera plana y seca sin llegar a conseguir la plasticidad y realismo necesarios, y los distribuye en el espacio con poca armonía y refinamiento. Demuestra, asimismo, una técnica fluida y escaso dominio de la luz, si bien sus lienzos poseen un amplio espíritu decorativo.
     Descrito en una ocasión como “hombre gordo y de mediana estatura”, Barrera llevó una vida económicamente desahogada gracias a una intensa actividad profesional y a los ingresos que recibía por el alquiler de algunos inmuebles que poseía en Madrid. La documentación notarial generada después de su muerte en relación con su patrimonio no sólo pone de manifiesto la sana hacienda de su casa, sino también la amplísima variedad de géneros pictóricos que cultivó. Su obra, no obstante, es esencialmente la de un pintor de lo que en Madrid se denominaba “pintura ordinaria”, que produjo con éxito y de manera comercial hasta el final de sus días (Salvador Salort Pons, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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